Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

✘E X T R A: F A M I L I A ✘ Parte 2

Nota rápida antes de que comiencen a leer: Me leí , una vez más, este capítulo de ahora y el que falta por subir, y no pude aguantarme las ganas de que ustedes lo leyeran. Por eso tiene hoy la segunda parte del extra. Pero recuerden, que mientras más comenten y más interacciones yo vea en el capítulo, más rápido actualizaré. Ustedes son mi gasolina jeje.

ALERTA +18 (o +21, ya ni sé  jajaja)

Este capítulo está escrito para un Team que aún no ha tenido su momento.

✘✘✘✘✘✘✘✘✘✘

"Se puede estar enamorado de varias personas a la vez, y de todas con el mismo dolor, sin traicionar a ninguna."

Gabriel García Márquez

Me desperté con la garganta reseca, sintiendo como si mi boca estuviera llena de arena. La comida de la noche anterior había quedado demasiado salada, lo que había aumentado mi sed de manera considerable.

El aroma distintivo de Kyan impregnó mis fosas nasales cuando levanté la mirada. Ahí estaba él, acostado a mi lado, con los ojos cerrados y sumido en un sueño profundo. Mi cabeza descansaba cómodamente sobre su pecho, y la sensación de seguridad y calidez que emanaba de él me invitaba a quedarme allí para siempre. Sin embargo, mi sed era tan intensa que no podía ignorarla por más tiempo. Necesitaba agua con urgencia.

Moví mi cuerpo con cuidado, procurando no perturbar el sueño de Kyan. Fue entonces cuando noté que Erwan no estaba en la cama. Fruncí el ceño al observar su lado vacío, sintiendo una ligera inquietud aflorar en mi interior.

La noche anterior, después de comentarles que había llevado al niño a dormir en el cuarto de mi madre, habíamos decidido que los tres dormiríamos juntos en mi habitación, la cual había sido ocupada previamente por Erwan. Después de aquella... conversación, parecía ser lo más adecuado. Kyan había sido quien sugirió la idea, supongo que quería que comenzáramos a asumir que esta sería nuestra vida y que él estaba de acuerdo con ello.

El reloj de la mesa de noche marcaba las 3:07 de la mañana. Me levanté con cuidado, intentando que Kyan no se despertara. La puerta del baño se encontraba entreabierta, revelando que no estaba ocupado.

Caminé por el pasillo, sumido en la penumbra debido a las luces de las escaleras apagadas. Extendí mi mano en busca del interruptor y, al hallarlo, iluminé el camino descendiendo hacia la cocina. Allí, al fin, pude satisfacer mi sed al servirme un vaso de agua refrescante. Mientras bebía, exploré la casa en busca del pelirrojo. Lo encontré sentado en el columpio de la entrada, absorto en un libro que sostenía entre sus manos. Abrí la puerta principal, lo que provocó que levantara la mirada en mi dirección. Se recolocó las gafas y me regaló una sonrisa leve, pero cargada de significado.

—¿Qué haces despierta? —preguntó con voz ronca y profunda, como si hubiera permanecido en silencio durante mucho tiempo.

Alcé mi mano y le mostré el vaso de agua, ahora vacío.

—No me vuelvan a poner un pote de sal al lado.

Él soltó una breve carcajada en respuesta.

—Y tú, ¿por qué no estás en la cama? —me abracé y me froté los brazos, sintiendo cómo el frío de la noche empezaba a hacer mella en mi cuerpo. Mi pijama, con su escasa cobertura, no era suficiente para protegerme.

—Solo quería leer un poco —se encogió de hombros.

—Mmm... —presioné los labios, tratando de encontrar algo más que decir. Erwan arqueó una ceja, esperando mi respuesta—¿Y qué estás leyendo?

Eisherz. —pronunció— Es un libro que mezcla la ciencia ficción y la fantasía.

—Mmm. —murmuré, no sabía qué más decirle. Erwan alzó la ceja.

—¿Quieres que te lea algo?

—¿Leerme qué? —cuestioné— ¿Un pedazo del libro?

Se movió hacia un lado del columpio y me señaló al lugar vacío a su lado.

—Ven, siéntate.

Seguí su invitación y me acomodé a su lado, depositando el vaso en el suelo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando el frío metal del columpio hizo contacto con mi piel.

—Levanta los pies —tomó mis piernas y me quitó las chancletas.

—¿Eh? —balbuceé, desconcertada. Tuve que girarme cuando él colocó mis piernas sobre las suyas.

—Así estarás más cómoda —explicó.

Con cautela, Erwan posó sus manos con el libro abierto sobre mis piernas y comenzó a leer. Una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo en el instante en que sus palabras encontraron vida. Fue solo cuestión de segundos para que me diera cuenta del grave error que había cometido al permitirle leerme. Las páginas cobraron vida con una escena ardiente y prohibida: dos personas envueltas en un apasionado beso en el interior de un baño. La narración detallada despertó una tensión palpable en el aire, mientras su voz, con su tono ronco y profundo, se fusionaba a la perfección con la sensualidad de la situación.

Un instinto de autodefensa se apoderó de mí de inmediato, y traté de retirar mis pies de encima de él, buscando escapar de la creciente tensión que amenazaba con envolvernos. Sin embargo, su agarre firme en mi tobillo impidió cualquier movimiento de escape.

—No te muevas —ordenó con una claridad que no me atreví a desafiar.

Continuó con la lectura, sumergiéndonos aún más en la tensión cargada de deseo. El ambiente había cambiado de forma radical, y ahora cada palabra resonaba en el aire con una intensidad magnética. El frío nocturno ya no importaba, eclipsado por la creciente calidez que envolvía cada parte de mi ser.

Nos rodeaba la noche en su máximo esplendor. La tenue luz del porche nos iluminaba de manera íntima y exclusiva y, era más que suficiente para que Erwan pudiera leer las palabras con claridad. Sentí la urgencia de apartarme de esa luz, de buscar refugio en la oscuridad. Me aterraba la luz.

No, no era la luz lo que temía, sino el poder avasallador de Erwan sobre mí.

Fue entonces cuando su mano derecha, en un gesto sorpresivo, comenzó a acariciar con delicadeza mis muslos. Sus palabras no se detuvieron en ningún momento, y me aterraba interrumpirlo, pero...

—¿Erwan, qué estás...?

—Shhh. —masculló.

Presioné mis labios, conteniendo cualquier protesta, mientras sus dedos trazaban caricias lentas sobre mis muslos, creando un juego de sensaciones que me dejaba sin aliento. Los trazos de sus yemas parecían dibujar símbolos invisibles sobre mi piel, mientras cada segundo nos acercábamos a ese lugar entre mis piernas que ya comenzaba a palpitar con anticipación.

Desvié la mirada, incapaz de enfrentar la intensidad de la escena que Erwan narraba con su voz embriagadora. Sin embargo, su mano abandonó mis muslos y se dirigió hacia mi mentón, obligándome a mirarlo.

—Hey. —sus ojos verdes se convirtieron en una franja estrecha que rodeaba sus pupilas negras, y su mirada me atrapó en un hechizo ineludible.— No dejes de mirarme. Si lo haces, te castigaré.

Tragué con dificultad, sintiendo un nudo en mi garganta mientras la realidad se desdibujaba ante mí. ¿Qué demonios estaba pasando?

—¿Entendiste, rubia? —asentí con un movimiento apenas perceptible. Erwan acarició mi labio inferior con su pulgar, provocando un estremecimiento que se propagó por todo mi cuerpo, antes de retomar la lectura.

Continué observando mientras Erwan sostenía el libro con ambas manos, privándome de las caricias que ansiaba. A pesar de ello, permití que continuara con la lectura, aunque mi piel anhelaba su contacto con desesperación.

La escena se desarrollaba ante mis ojos: la chica se encontraba de espaldas, su rostro de frente a la pared, y el chico de pie detrás de ella, listo para fundirse en ella. Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando presencié la primera embestida. La forma en que Erwan narraba cada detalle creaba una imagen tan vívida en mi mente que sentí cómo mi cuerpo respondía a su voz. Cada palabra pronunciada por él despertaba un intenso deseo, y cada parte de mí clamaba por ser atendida.

—Erwan, por favor —imploré, sin poder contenerme. La súplica emergió de mis labios sin censura. El pelirrojo detuvo su lectura y clavó su mirada en la mía, intensa y penetrante.

—¿Por favor, qué? —preguntó, revelando que comprendía a la perfección mis deseos, reflejados en sus ojos y en su expresión. Erwan era un dominante, le gustaba ejercer control y ansiaba saber que tenía el poder sobre mí, incluso sin haber cruzado los límites de la intimidad. Lo sabía, aunque nunca nos hubiéramos acostado.

<No le des la satisfacción.>

Mordí mi labio inferior, resistiendo la tentación de ceder ante su dominio. La súplica amenazaba con escapar de mis labios.

—¿Por favor, qué? —repitió, sin apartar la mirada, esperando una respuesta que nunca pronuncié.

—Nada —respondí, siguiendo el consejo de Luana.

Erwan inclinó la cabeza, estudiándome a detalle. Sus ojos se entrecerraron, esperando algo que nunca llegó.

—Está bien —se encogió de hombros y retomó la lectura.

A pesar de mis esfuerzos por mantenerme concentrada en la lectura, era consciente de que el simple hecho de tenerlo frente a mí había encendido una chispa ardiente en lo más profundo de mi ser. Cada palabra que salía de sus labios parecía alimentar la tensión que se acumulaba entre nosotros.

Y entonces, sin previo aviso, su mano volvió a trazar un suave recorrido sobre la delicada piel de mis muslos. La sensación me sobresaltó, enviando una descarga eléctrica a través de mi cuerpo. Mi respiración se entrecortó mientras luchaba por contener las emociones que amenazaban con desbordarse.

—Shhh —susurró, su voz vibrando con un tono cargado de deseo y control—. Tranquila...

Sus dedos trazaban líneas invisibles sobre mi piel, con una delicadeza que me tentaba a dejarme llevar al abismo. Sentía que estaba al borde de un precipicio, con cada movimiento ascendente de su mano acercándose a mi zona íntima. Sus palabras se desvanecieron en segundo plano mientras mi atención se centraba en el ritmo hipnótico de sus dedos.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando sus yemas rozaron el borde de mi short, y mi pulso se aceleró con locura. Me aferré con fuerza a las cuerdas del columpio, temiendo caerme ante la intensidad del momento. Cerré las piernas con miedo, una mezcla de temor y excitación.

—Ábrelas.

<No lo hagas.>

Su mirada me desafiaba, esperando una respuesta, un acto de sumisión.

<No. Lo. Hagas.>

—Haz lo que te digo —levantó una ceja con arrogancia—, rubia.

Y en ese instante, todas mis inhibiciones se rompieron. Abrí mis piernas, entregándole mis cuerdas, otorgándole el control absoluto sobre mí.

Lo siento, Luana. Pero yo quiero esto.

<No tienes remedio, ¿verdad?>

Erwan sonrió ante mi acción de obediencia y noté en sus ojos lo complacido que eso lo hacia sentir. Lo que sucedió después, provocó que me inclinara hacia atrás de forma automática. Su dedo había invadido me zona íntima, sin aviso, sin preparación, solo tomó el lugar que le pertenecía en mi interior, haciendo a un lado mi short de tela y mi ropa interior.

El sonido sordo de la tapa dura del libro al caer al suelo resonó en mis oídos, pero mi atención estaba enfocada en la presencia dominante de Erwan. Su dedo se deslizaba dentro de mí con una facilidad que me dejaba sin aliento. Su otra mano se cerró con firmeza alrededor de mi cuello, obligándome a mirarlo.

—¿Vas a hacer todo lo que te diga? —preguntó y yo asentí como si él mismo hubiera movido los hilos para que yo lo hiciera.

Entonces, su dedo pulgar presionó ese punto que tantas veces me había llevado al éxtasis.

—Erwan... —tuve que morderme el labio inferior y cerrar los ojos, para poder concentrarme en lo que se estaba formando allí abajo.

Sus movimientos se aceleraron, y una intensa quemazón recorrió mi piel. Sentía como si mi propio ser estuviera a punto de abandonarme, mientras sus dedos se movían en una danza sincronizada. La capacidad de resistencia se desvanecía, y el clímax inminente se aproximaba con una fuerza abrumadora. Anhelaba sucumbir a la explosión de placer que se avecinaba.

Erwan me atrajo hacia su cuerpo con una brusquedad que hizo que mi respiración se entrecortara. Detuvo sus toques de forma abrupta, dejando un vacío punzante en mi interior. La tensión en el aire era palpable mientras sus ojos ardían con una mezcla de ira y deseo reprimido.

—No me fuiste sincera la primera vez y yo odio que me ocultes las cosas —gruñó, su voz cargada de reproche y frustración. Sus palabras resonaron en el espacio entre nosotros, llenándolo de una electricidad intensa.

Un beso feroz y posesivo selló sus labios sobre los míos, como si buscara arrebatarme no solo el aliento, sino también mi espíritu mismo. Sentí cómo se llevaba consigo cada rastro de resistencia y autonomía que había quedado en mí. Era evidente que no me permitiría llegar al final de ese tormentoso camino hacia el clímax. Una lágrima solitaria se deslizó por mi mejilla, más por la impotencia que por cualquier otro sentimiento. Me sentía atrapada en una telaraña de deseos y juegos de poder, incapaz de escapar de su influjo letal.

<Te lo dije, hermanita. No aprendes.>

—Si ya te has dado cuenta de la situación, arrodíllate y trágate todas las mentiras que me has dicho.

Sin más opciones, mis piernas se doblaron de forma automática y me encontré de rodillas en el frío suelo. Mis manos temblorosas ajustaron mi ropa, una muestra tangible de mi vulnerabilidad en ese momento. Me sentía débil, sometida a su voluntad indomable. Desde mi posición, lo observé con una mezcla de fascinación y temor, mis ojos se desviaron hacia el abultamiento en su entrepierna, lo que me hizo tragar en seco.

Su mano acarició mi cabello, pero su mirada estaba llena de autoridad y exigencia.

—No me mires así —dijo con el ceño fruncido—. Tienes que aprender, y esta es mi forma de enseñarte.

—Es muy cruel de tu parte. —pronuncié.

Erwan se inclinó hacia delante, tomando mi mentón con firmeza.

—¿Cruel? Mírate, rubia —sus palabras eran un desafío evidente—. Esta rudeza es lo que te encanta.

Una sonrisa escapó de manera involuntaria de mis labios. Tenía razón. Lo que más me excitaba de toda esta situación era precisamente eso, el saberme poseída por él. Él era un asesino serial y yo era suya.

—Ahora —dijo mientras su mano desaparecía en su pantalón—, abre la boca y gánate ese orgasmo..

La tensión en la habitación alcanzó niveles insostenibles cuando mi mirada se encontró con su miembro erecto. Un instinto de supervivencia me hizo retroceder, pero Erwan me negó cualquier posibilidad de escape. Sin dar tiempo a que pudiera procesar lo que estaba por suceder, su mano se enredó en mi cabello, tirando de él con firmeza, impulsándome hacia su entrepierna. Mis labios se llenaron al instante, y las arcadas amenazaron con escapar mientras las lágrimas brotaban de mis ojos.

Necesitaba alejarme para respirar, pero el agarre de Erwan en mi cabeza me lo impedía. Su mano me mantenía inmovilizada, una señal clara de su dominio absoluto.

—Mueve la lengua —ordenó, y obedecí de inmediato. La presión en mi cabeza disminuyó, permitiéndome moverme con más soltura.

Un gruñido escapó de los labios de Erwan cuando una de mis manos comenzó a jugar con sus testículos. Me esforcé por abrir los ojos y observar el efecto que tenía en él. Sus dientes estaban apretados mientras luchaba por contenerse. Sabía que esa zona era uno de los puntos débiles de los hombres y no dudaba en utilizarlo a mi favor.

Saqué su miembro de mi boca y comencé a lamer la punta con movimientos suaves y superficiales. Luego levanté la mirada hacia él y empecé a descender.

—No te... —Erwan soltó un gruñido mientras mis labios atrapaban uno de sus testículos. Una sonrisa se dibujó en mi rostro, satisfecha con el resultado.

Mientras mantenía un ritmo constante con mi mano moviéndose arriba y abajo en su miembro, presioné mis piernas para contener las palpitaciones que recorrían mi cuerpo.

—Leah, detente. —Erwan pronunció mi nombre en un tono urgente y poco común. Sabía que esto era importante, que no quería llegar al clímax en ese preciso momento. Así que volví a introducir su miembro en mi boca e hice lo que mejor se me daba: Joder a Erwan.

Mi lengua se movía con destreza, alternando entre lamidas suaves y succiones intensas. Mis ojos permanecieron abiertos, fijos en los suyos, mostrando mi entrega total y desafiante.

—Joder. —un gruñido escapó de sus labios en el mismo instante en que percibí el amargo líquido deslizándose por mi garganta. Su mano se apretó aún más en mi cabello, impidiéndome separarme hasta que todo hubiera sido liberado por completo.

Me puse de pie mientras me limpiaba con el pulgar el borde de los labios, una sonrisa desafiante en mi rostro. Erwan estaba allí, respirando con pesadez desde el columpio, su mirada llena de rabia contenida pero también de una extraña rendición. Sacudí mis rodillas con desinterés, mostrándole que su derrota era insignificante para mí.

Sus ojos intentaron lanzarme una advertencia, pero yo la ignoré por completo.

—Creo que puedo encargarme de mi propio orgasmo. O tal vez... —encogí los hombros con indiferencia— Kyan está arriba, él podría ayudarme.

<¡Esa es mi hermana!>

—Leah... —susurró, tratando de advertirme una vez más.

Sonreí con malicia, saboreando la tensión en el aire. Sabía que estaba jugando con fuego, que estaba desafiando los límites de nuestra relación prohibida y peligrosa.

—Nos vemos en la cama, pelirrojo —canturreé con voz seductora mientras caminaba de regreso a la habitación.

Cerré la puerta tras de mí y me moví hacia las escaleras. Pero al dar el primer paso sobre el primer escalón, mis piernas temblaron y me vi obligada a sentarme, apoyándome en la fría pared. El pulso acelerado y el latir desbocado de mi corazón eran el eco de la tensión que había creado. Mi zona íntima ardía, necesitada de cuidado y atención después de la provocación que acababa de desatar.

Me llevé la mano a los labios, sorprendida por mi audacia y el riesgo que había asumido.

Joder, Erwan me iba a matar. Bueno, no matar de forma literal, de eso estaba segura.

Escuché el sonido del cerrojo de la puerta principal.

—Oh, mierda. —susurré para mí misma, utilizando toda la fuerza que me quedaba para ponerme de pie y salir corriendo. Di un paso en falso y mi rodilla se hincó en la escalera, pero no me detuve, continué intentándolo con desesperación.

—Rubia. —escuché su voz canturreante detrás de mí, persiguiéndome en la oscuridad. Tenía que correr, tenía que escapar— ¿A dónde crees que vas?

Sentí su mano agarrar mi muñeca con fuerza, un escalofrío de miedo recorrió mi cuerpo y un pequeño grito escapó de mis labios. Me empujó hacia él y me colocó sobre su hombro, como si fuera un simple saco de carga.

—Si gritas, puedes despertar al niño. —susurró con voz amenazante mientras bajaba las escaleras conmigo a su disposición.

—Kyan también podría despertarse. —me atreví a decir, mi voz temblorosa. La sangre se acumulaba en mi cabeza, nublando mi juicio.

—¿Y qué? —respondió con indiferencia.

—Podría enfadarse.

—Rubia. —murmuró, con un tono que revelaba su impaciencia. Me sentó sobre la encimera de la cocina, su mirada intensa fija en mí— Él sabía a lo que se exponía desde el principio. Si no puede soportar verme follando contigo, entonces no está hecho para esto.

Fruncí el ceño, confundida por sus palabras. Él se acomodó entre mis piernas, su presencia intimidante.

—¿Follar conmigo? —bajé la mirada y noté el bulto en su entrepierna— ¿Eso no debería estar muerto aún?

Sus hoyuelos se remarcaron, revelando una sonrisa siniestra. Estiró la mano y agarró un cuchillo de la cocina, su gesto me llenó de temor.

—Oh, rubia. Créeme, mi polla revive solo con verte —dijo en tono amenazante, dejando claro sus intenciones.

En un instante de pánico, intenté apartarme, pero antes de que pudiera reaccionar, él impulsó el cuchillo hacia mi zona íntima. Un grito desesperado se atascó en mi garganta, pero Erwan agarró mis manos por las muñecas, evitando que pudiera defenderme.

—Shhh. —murmuró, rozando nuestros labios con malicia, cortando cualquier posibilidad de escape.

Sentí cómo el filo del cuchillo rasgaba mi short y mi ropa interior, dejando un pequeño corte en uno de mis muslos. Me sobresalté al ver el hilo de sangre.

—¡Estás loco! —exclamé, mi voz temblorosa y llena de indignación, mientras observaba cómo él dejaba el cuchillo a un lado y se quitaba el pantalón, revelando su miembro Que parecía igual de duro que antes.

—Y a ti te encanta mi locura —respondió con voz cargada de deseo y una sonrisa retorcida.

Sin darme tiempo a procesar lo que estaba ocurriendo, me besó con fiereza, devorando mi boca mientras me daba la primera estocada. Un gemido escapó de mis labios ante la sensación abrumadora de sentirme llena. Mis manos, liberadas de su agarre, se aferraron por instinto a su cuello, buscando alguna forma de sostenerme en medio de la vorágine.

—No te muevas. —ordené y me embistió de nuevo, causándome otro gemido ahogado. Temía que Kyan pudiera escucharme y levantarse— Te odio.

—Me amas, rubia. Es hora de que lo asumas.

<Muérdelo.>

Mis dientes se hundieron en su cuello, aplicando la suficiente presión para que sintiera el mismo dolor que él me había infligido con aquella primera embestida. Un gemido de dolor escapó de sus labios, mezclándose con el placer que ambos estábamos experimentando. Él gruñó en mi oído, excitado por la intensidad y la conexión violenta que había surgido entre nosotros. Sin perder tiempo, comenzó a moverse más rápido, sus embestidas adquirieron un ritmo frenético y preciso. Entraba y salía de mí en una danza lasciva, llevándome a nuevos niveles de éxtasis.

El ardor inicial que había sentido se fue disipando, diluyéndose en la mezcla de excitación y calentura que nos envolvía. Ahora, se deslizaba en mi interior con una facilidad que me sorprendía y, en cierto sentido, me avergonzaba. Sin embargo, esa sensación de entrega y el nivel de dominio que ejercía sobre mí, me despertaban una fascinación retorcida y prohibida.

En medio del frenesí, me di cuenta de que sí, me gustaba aquello. Me gustaba permitirle tener ese nivel de control y poder sobre mi cuerpo. La mezcla de dolor y placer se entrelazaba en una sinfonía de sensaciones que me sumergían en un abismo de deseo insaciable. En ese momento, cualquier pensamiento de resistencia o miedo se desvaneció por completo, dejando solo espacio para la lujuria y la entrega total a nuestros instintos más oscuros y prohibidos.

Percibí el sabor metálico de la sangre en mi boca mientras mis dientes seguían aferrados a su cuello, dejando una marca roja y dolorida. Noté a Luana queriendo salir, pero la empujé a lo más profundo de mi ser. Este era mi momento. Cada mordisco, cada embestida, nos sumergía en un frenesí desenfrenado. Todo con Erwan siempre era así, y eso me encantaba.

—Me vuelves loco, rubia desquiciada. —masculló.

<¿Matarías por mí?>

—¿Matarías por mí? —repetí, en nombre de Luana.

—Yo haría lo que fuera por ti.

Entonces me jaló del cabello y arremetió contra mis labios. Ese beso era puro desenfreno, toda pasión, hambre. No importaba que su sangre estuviera en mis labios. Mi boca ardía y la sentía hinchada, una mezcla de dolor y excitación desatada. Estaba a punto de perder la cordura.

—Erwan. —su nombre escapó de mis labios en un susurro.

—Lo sé, rubia. Vente conmigo.

Una última estocada y mis uñas se incrustaron en su espalda, dejándome llevar de una vez por todas. Su líquido caliente llenó cada parte dentro de mí al mismo momento en que percibía sus palpitaciones en mi interior. Me dejé caer hacia atrás, devastada. Erwan colocó su cabeza sobre mi estómago. Nuestras respiraciones estaban igual de desbocadas.

—Luana fue la que preguntó eso, ¿cierto? —habló cuando ya nos habíamos estabilizado un poco.

—Ujumm. —le confirmé.

—Me acabo de dar cuenta que esto no es una relación de tres, —sonrió— es de cuatro.

—¿Podrían no ensuciar el lugar donde se cocina? —la voz de Kyan me sobresaltó. Me incorporé de inmediato y lo observé recostado a la pared de la escalera con los brazos cruzados.

—Kyan. Hey. Sí, lo siento. —murmuré y me bajé de la encimera de un salto. Está de más decir que mis piernas actuaron como gelatina.

—Ten cuidado, rubia. —el pelirrojo me sostuvo.

—Estoy bien. No pasa nada. —le resté importancia al asunto. Mis mejillas ardían— Lo siento, Kyan. Ya limpiamos la encimera, no te preocupes.

—Yo no voy a limpiar nada. —exclamó Erwan y yo lo fulminé con la mirada.Él solo se encogió de hombros.

En ese momento me di cuanto del desastre que yo era: estaba sudada y tenía el short y la ropa interior destrozada. Al menos el pelirrojo solo tenía que guardarse su miembro. Qué injusto.

Kyan pasó justo por nuestro lado y se sirvió un vaso con agua. Nos observó mientras yo intentaba ocultar mi desastre y Erwan se tronaba el cuello.

—Pueden seguir. No se preocupen por mí. —dijo de repente— Solo vine a por agua.

—¿Seguir? No, no. Nosotros ya terminamos. ¿Cierto, pelirrojo? —el chico se encogió de hombros.

—Bueno, yo voy a seguir durmiendo. —informó Kyan luego de dejar el vaso en el fregadero. Me dio un beso de repente y comenzó a caminar hacia las escaleras.

Los cables de mi cerebro se desconectaron.

—Vamos juntos. —Erwan se colocó a su lado y el pelinegro puso los ojos en blanco— Por cierto, ¿no notaste un sabor amargo en su boca?

—Vete a la mierda.

—Acabas de probar mi...

Entonces ojos grises le golpeó en la nuca. Erwan se rió por lo bajo, sabiendo que había conseguido joderlo.

—Vale, vale. No digo nada más.

Me quedé de pie, observando la situación que se desarrollaba frente a mí. ¿Kyan no se había molestado por lo que había pasado entre Erwan y yo? Y, ¿desde cuándo estos dos son amigos?

<Desde que nos desean más que nada en esta vida.>

Kyan se dio la vuelta y me hizo un gesto con la mano para que lo siguiera.

—¿Vienes Leah? —preguntó.

—Eh... si. —dije encaminándome con ellos.

Ambos me tomaron de las manos, entrelazando nuestros dedos mientras subíamos las escaleras hacia la habitación. El contacto de sus manos con la mía era cálido y reconfortante, como si juntos pudiéramos enfrentar cualquier cosa que el mundo nos arrojara.

Erwan tenía razón. Éramos cuatro personas en una relación que iba más allá de lo convencional.

Tres cuerpos, cuatro almas y un lazo irrompible.

Continuará...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro