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✘C U A R E N T A Y U N O✘

"El amor de un asesino por otro. ¿No te parece muy interesante?"

John Katzenbach

Tengo algo que confesar. Nunca le he contado esto a nadie porque me avergüenzo de ello.

Pero... tengo cierta debilidad por los hombres que cometen actos violentos.

Existe un término para definir mis predilecciones: hibristofilia. Es una parafilia según la cual una persona obtiene excitación y placer sexual, teniendo una pareja que haya cometido alguna atrocidad o crimen, como violación, asesinato o robo a mano armada. También se conoce como síndrome de Bonnie y Clyde.

Todo comenzó con Max y la pelea que presencié el día que lo conocí. Parecía una bestia arremetiendo contra un corderito. Ese día quedé flechada por él. No obstante, mi interés fue disminuyendo con el tiempo. Era un chico aburrido, siempre reprimía sus instintos violentos y evitaba pelearse desde que comenzó a salir conmigo. Podría decirse, que lo convertí en un chico aburrido. Hasta que aquel chico se me acercó en la cafetería por culpa de algo que hizo Luana, y Max le dio una paliza para defenderme.

Pero, aun así, no era suficiente y nunca lo fue. Yo quería más.

Por eso, cuando conocí a Kyan, su aura oscura me atrajo. No sabía que era un asesino, pero sabía que escondía algo y no iba a parar hasta descubrirlo. Por suerte, no me equivoqué. Su secreto valía todo el tiempo que estuve siguiéndolo y, esa noche que nuestros cuerpos se fundieron en uno en aquel probador y probé el filo de su navaja, quedé rendida a sus pies.

Luego apareció Erwan en la ecuación. Él sí que me sorprendió. Al principio me atraía por su interés en el BDSM y quería conocer hasta qué punto llegaba su sadismo. Pero entonces descubrí que era el asesino serial más buscado del momento y me cegué. Al Blonder Jager me lo imaginaba como un hombre bastante primario, si era capaz de saltarse los estándares de la sociedad, era capaz de todo y eso me ponía muchísimo.

Los hombres que cometen crímenes violentos se rinden al animal, a su yo más desinhibido. Y a mí me encanta esa crudeza.

Admito que, antes de conocer a Kyan y a Erwan, era como una fantasía falsa. Deseaba a una persona cruel en mi vida, pero era consciente que una persona cruel sería incapaz de quererme a mí.

Pero, aun así, eso no impidió que me enamorara.

—Kyan... —intento acercarme a él. Ahora mismo, no sirve de nada seguir negándome.

Antes de que pueda hacer mucho más, se da la vuelta y camina hacia la salida, dejándome con la palabra en la boca. Me muerdo el labio inferior, conteniendo las lágrimas que amenazan con salir. Estoy harta de llorar.

—¿Eso es cierto, rubia? —pregunta Erwan a mis espaldas.

—Sí, es cierto, Erwan. Me gustas. Posiblemente he desarrollado el Síndrome de Estocolmo, pero ahora mismo me importa muy poco. —me guardo lo de mi parafilia. Nadie tiene por qué saberlo.

Nos quedamos en silencio por unos pocos segundos, hasta que siento como Erwan me pasa por al lado.

—¿A dónde vas? —cuestiono.

—A por Kyan.

—No le hagas nada, por favor. —me apresuro tras él.

—No te preocupes. Quédate adentro y no salgas.

—Sabes que no puedo hacer eso. —niego con la cabeza.

—Lo sé. —sonríe levemente, justo antes de empujarme por los hombros provocando que caiga al suelo, el tiempo suficiente que él aprovecha para cerrar la puerta y cerrarla desde el otro lado.

—¡ERWAN! —vocifero, poniéndome de pie nuevamente— ¡REGRESA!

No me responde. Yo continúo gritando y gritando, hasta que mi garganta se seca. Me llevo las manos al rostro, sin saber que más hacer. Miro el cadáver de la chica en la piscina a través del cristal y palidezco. Lo último que quiero es que Kyan termine así. No me interpuse entre ambos y evité que mi vecino matara al pelirrojo, para que ahora Erwan sea quién lo asesine.

Me siento en el borde de la cama, imaginándome lo peor. Son dos asesinos con el ego por el cielo. Nada bueno puede salir de ahí.

Pasan unos pocos minutos hasta que siento alguien al otro lado de la puerta trasteando con la cerradura. Me pongo de pie y exclamo:

—¿Erwan?

No obstante, la puerta se abre de un tirón y la persona frente a mí, provoca que comience a retroceder por instinto.

—Nos vemos de nuevo, Leah.

KYAN

Eres un monstruo y los monstruos no pueden ser amados.

Las palabras en mi cabeza con la voz de mi padre, se repiten una y otra vez mientras me alejo del lugar dónde Leah estaba secuestrada en la Mansión de Erwan.

Debiste haberla matado. Ahora ama a otro asesino que no eres tú.

—¡Cállate!

Eres débil. No tuviste los cojones necesarios para cortarle la cabeza a Leah y se te fue de las manos. Nadie te amara jamás. Es hora de que te hagas la idea. Solo eres un soldado.

Me llevo la pistola a la cabeza cuando siento que no puedo pensar más. Necesito callar la voz de mi padre, necesito que me deje en paz con mis problemas, que me deje vivir. Solo debo apretar el gatillo y se habrá acabado.

No obstante, dejo caer el arma al suelo cuando una punzada de dolor me recorre la mano. Bajo la mirada y veo una navaja enterrada debajo de mis nudillos.

—No es momento para que actúes como un cobarde y te suicides. —inquiere la voz molesta de Erwan a mis espaldas.

—Déjame en paz. —mascullo entre dientes.

Sostengo la navaja por la empuñadura y tomo una respiración profunda, antes de sacarla de mi piel de un tirón. Presiono mis dientes, ahogando el grito que amenazaba con salir. Uso la navaja para cortar un pedazo de mi pulóver y amarrarlo a mi herida para detener la hemorragia.

—¿Por qué no me mataste? —pregunta cuando quedamos uno frente al otro— Pudiste haberme disparado allí dentro y no lo hiciste. ¿Por qué?

—Creo que estás muy equivocado. —sostengo la navaja por la empuñadura con la mano izquierda— Solo estaba evitando que tuvieras una muerte rápida. Las escorias como tú, merecen sentir un dolor agonizante hasta el último momento.

Elevo la mano con el arma blanca e intento atestar en su pecho. Erwan sostiene mi muñeca con sus manos. Con la mano libre y herida, golpeo sus brazos hasta que me deja libre, hago un movimiento rápido con la navaja en círculo en dirección a su estómago, pero él la esquiva, inclinándose hacia atrás, lo hago de nuevo y vuelve a esquivar. Lo sostengo de la camisa y lo estampo contra un árbol, con la navaja a mi lado, lista para clavársela en el estómago.

—Que pelea más mediocre. —inquiero negando con la cabeza— ¿Eras tan fácil de eliminar?

Se queda en silencio.

—Muere. —mascullo y empuño el arma en su dirección.

Nuestras miradas se cruzan mientras la navaja comienza a incrustarse en su piel. Él no se inmuta, no hace nada para apartarme y eso me descoloca. ¿Por qué no lucha por su vida? Una de sus comisuras se eleva cuando la sangre es visible ante mis ojos.

—Si quieres puedes hacerlo más rápido. Creo que me estoy aburriendo.

Mi mandíbula se tensa y sostengo la empuñadura de la navaja con más fuerza, pero sin moverla un centímetro más.

—Venga ya. —utiliza sus manos para apartarme de él, llevándome la navaja conmigo y dejando su herida abierta— ¿Se supone que tenía que asustarme?

—Muere.

—Ambos sabemos que no podrás matarme.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Porque si lo haces, Leah nunca te lo perdonaría.

—Leah te odia. La secuestraste, la usaste.

—Tú mismo la escuchaste allí adentro. —se encoge de hombros— Se sentía a gusto conmigo.

—Ella no sabe lo que siente.

—Sí lo sabe. Tiene sentimientos por mí. —lo fulmino con la mirada. Odio la forma en que dice la maldita frase. Odio que se crea capaz de entender a Leah. Odio que...— Y tiene sentimientos por ti.

—¿Qué?

—Aquella vez en la universidad, pudo haber tenido el mismo efecto si nos hubiera besado a uno solo de los dos. A fin de cuentas, solo quería humillar a su novio. Pero no.

—Detente. —mascullo. No quiero escucharlo.

—Ella nos quería a ambos. Nos deseaba a ambos. —su sonrisa se ensancha— Y aún lo hace.

—¡Cállate!

Me impulso hacia él y vuelvo a levantar la navaja en su dirección, inducido por la ira. Pienso que va a volver a sonreírme como minutos antes, pero ni siquiera me mira. Su rostro palidece justo antes de hablar.

—¡Espera! —exclama. Detengo la navaja a centímetros de su piel— ¿Viniste con alguien?

—¿Qué? —frunzo el ceño.

—¿De quién es el vehículo que está al lado de tu moto? —su mirada se pierde detrás de mí, provocando que la siga.

Suelto el agarre del pelirrojo cuando reconozco el auto.

Scheiẞe.

—¿De quién es? —pregunta.

—De mi padre. —confieso— ¿Dejaste a Leah sola adentro?

—No. —suspiro un poco aliviado ante sus palabras— Pero un cadáver no creo que haga mucho más que compañía.

Lo fulmino con la mirada, e inmediatamente me encamino a paso apresurado hacia la entrada de la casa debajo de la piscina. Escucho los pasos de Erwan siguiéndome de cerca, pero no le tomo importancia. Las puertas de madera se encuentran abiertas de par en par. Desciendo rápidamente por las escaleras y salto cuando me quedan pocos escalones.

—¿Dónde está? —cuestiono moviéndome por todo el lugar.

—La dejé encerrada en la habitación. —me detengo, para lanzarle una mirada de odio a Erwan— ¿Qué? —se encoje de hombros— Quería seguirme.

Corro hacia la puerta de la habitación y, ¿cómo no?, se encuentra abierta con el candado desperdigado en el suelo. Erwan se coloca a mi lado en el umbral, cuando me detengo y observo la silueta de mi padre, encima de la de la chica que me mueve el piso.

Leah gimotea sin poder hablar, ya que la bestia está usando su mano para silenciarla. Sus piernas se mueven con desespero y la ira comienza a inundar mis pulmones.

Con la navaja en mano y, a punto de enterrársela en la espalda a mi padre, Erwan se me adelanta, solando el tiro que provoca que se retuerza de dolor.

—Sí, soy un asesino. —inquiere Erwan. Ladeo la cabeza y ambos cruzamos miradas— Me gusta asesinar mujeres, pero eso no quita que sienta cierto placer en despojar a este mundo de alguien como él.

—Kyan... —masculla la chica, llevándome a correr hacia ella. Sus ojos están empañados de lágrimas y sus labios tienen la marca de la mano de mi progenitor.

Empujo al hombre de encima de ella, y soy testigo de cómo esté cae al suelo, inconsciente.

La sostengo por los hombros y dejo que su cabeza se recueste a mi pecho, mientras le sobo la espalda.

—Ya todo está bien, pequeña. —rompe en llanto al momento en que nos abrazamos.

Me parte el alma verla así. Siento que se ha convertido en una extensión de mí. Si ella llora, soy capaz de poner a arder al mundo con tal de que ella sea feliz y no derrame una lágrima más. Si la veo sonreír, no necesito matar a nadie más para satisfacer mis necesidades, con eso estoy más que lleno. Si ella me rompe el corazón... dejaré que lo haga las veces que quiera, solo a ella le permito que me haga pedazos porque todo el riesgo vale la pena, con tal de estar cerca de ella.

Detiene el llanto. Coloca su mentón encima de uno de mis hombros y masculla:

—Erwan.

—Dime. —declara al instante.

—Gracias por disparar.

Mis músculos se tensan y me separo un poco de Leah para que no note la incomodidad.

—Aún hay algo que tengo que contarte. —aclaro.

—¿Qué pasa?

—Prométeme que mantendrás la calma y evitarás que tu nivel de estrés suba, para que no aparezca Luana.

—Kyan. —la chica frunce el ceño— Me estás asustando.

Su mirada se cruza con la de Erwan.

—Yo no sé nada. —ladeo la cabeza, el tiempo suficiente para ver cómo el pelirrojo se encoje de hombros.

—Venga ya. —elevo una ceja. Erwan frunce el ceño y luego, cuando se da cuenta de lo que estoy hablando, deja escapar una "o" larga.

—¿Es sobre lo que te dije? —yo asiento— ¿Y crees que este es el momento para que ella se entere?

—Hablen de una vez. —ordena Leah en un tono de voz alto y desafiante.

—Tu padre te mintió. —inquiero.

—¿A qué te refieres?

—Él no asesinó a todas esas mujeres que salen en las noticias.

La chica se suelta de mi agarre y deja escapar una sonrisa rápida.

—No te estoy entendiendo. —niega con la cabeza.

—Tú padre no es The Bible Killer. —habla Erwan por mí, llamando la atención de la chica.

—Dejen de bromear conmigo. —la chica se levanta de la cama, alejándose de ambos.

—Leah, detente.

—Estás mintiendo. —inquiere, señalando al pelirrojo— Ambos son unos mentirosos.

—Es la verdad. Debes aceptarlo. —me pongo de pie, siguiéndola de cerca.

—¡Qué no! —vocifera— Yo sé lo que vi, mi padre mató a mi hermana, no estoy loca.

—¿A tú hermana? —Erwan frunce el ceño.

—Tengo entendido que él asesinó a una mujer llamada Tanya Reed, no a tu hermana.

—¡Ustedes no saben nada! —se lleva las manos en la cabeza, entrando el pánico— Nada...

—Leah... —murmura el pelirrojo— Escúchanos.

—¿Por qué debería hacerlo? Lo único que hacen es mentirme.

—¡LEAH! —grito, sosteniéndola por los hombros y obligándola a mirarme— Tu padre no es The Bible Killer. ¿Y sabes cómo lo sé?

Ella no responde. Cuando Erwan me lo contó a través de la grabación, inmediatamente todas las piezas del rompecabezas encajaron. Solo tuve que comprobar unos datos y todo concordaba. No tardo en responder a mi propia pregunta.

—Porque el mío lo es.

✘✘✘✘✘✘✘✘✘✘

¡Holiss!

Se vino la primera revelación fuerte. A partir de aquí todo será una montaña rusa de emociones.

Opiniones por acá de:

Enfermedad de Leah.

Erwan y Kyan.

Revelación final.

XOXO Killer Lady

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