✘C A T O R C E✘
"El asesinato no se trata de lujuria y no se trata de violencia. Se trata de posesión. Cuando sientes el último aliento de vida que sale de la mujer, te fijas en sus ojos. En algún punto, es ser Dios."
Ted Bundy
KYAN
Hoy es el día.
Después de tanto tiempo, al fin podré callar a mis demonios de nuevo.
La noche está a punto de caer en las calles de Berlín. Veo el sol esconderse detrás de uno de los edificios. Las personas caminan de vuelta a casa luego de un día de trabajo, otras, comienzan su día a esta hora. Como yo.
Me gusta el atardecer. Ese momento exacto en que el sol se esconde y comienza a reinar la penumbra. Porque la oscuridad es aquello que siempre está presente. La luz puede desaparecer, pero la sombra... eso nunca se esfuma.
Detengo mis pasos fuera del Bar que he frecuentado estos últimos días. Ella trabaja aquí. Lo sé porque la he estado vigilando.
La veo sonreírle a uno de sus clientes. Parece feliz, pero no está muy lejos de perder esa sonrisa. Sobre todo porque ella es la elegida el día de hoy.
Sigo sus pasos cuando sale del trabajo a altas horas de la noche. No me molesta haber esperado tanto tiempo. De todos modos, el final me mantiene expectante, emocionado... La veo sacar un cigarro de la cajetilla que tenía en el bolso, llevándoselo a los labios para luego encenderlo y aspirar de él, como una adicta a la nicotina.
No la juzgo por su adicción. Cada quién es devoto a aquello que le gusta.
Entra a su edificio y yo me escabullo entre la apertura antes de que las puertas se cierren por completo y refugiándome en la oscuridad para que ella no pueda verme llegar. Toma el ascensor y yo me dirijo hacia las escaleras. No tengo que seguirla todo el tiempo. Es decir, sé exactamente cuál es su apartamento.
Toco la puerta de su hogar cuando llego al piso adecuado, no sin antes ponerme mis guantes negros.
—¡Ya va! —me responde enseguida. Muy cerca de dónde yo me encuentro.
En estos momentos deberá estarse quitando los zapatos en el sofá de su salón y desechando la colilla de cigarro que queda entre sus dedos. No le debe haber dado tiempo a mucho más, solo ha llegado unos segundos antes que yo.
La puerta se abre, dejando entrever su rostro cansado. Las bolsas debajo de sus ojos, son muy visibles y el maquillaje, ha dejado una bruma en su piel que me da mucha grima. Su cerquillo oscuro está desordenado y el cintillo rojo, descansa en su mano. Pienso que se lo pudo haber quitado antes de abrir la puerta. De seguro le dolía más la cabeza con el puesto.
—¿Quién eres? —pregunta con desgano.
—Hola. —exclamo justo antes de patearla por el estómago y abrirme paso en su hogar.
—¡¿Qué carajos, tío?! —vocifera desde el suelo, con la mano sobre el estómago.
—¿Qué pasa, Lindi? ¿Te trae recuerdos? —pregunto ligeramente divertido, señalando a su barriga.
—Voy a llamar a la policía.
No sé qué tienen las personas de avisar todo el rato lo que van a hacer. Le quito el teléfono móvil de la mano, estrellándolo contra la pared.
—¡Joder, tío! Estaba pagando todavía ese teléfono. —exclama, molesta.— No sé quién eres, pero sea lo que sea, lo podemos arreglar. —logra ponerse de pie, levantando las manos como señal de rendición.
Por mi parte, estudio sus movimientos con la mirada, sin perderla ni un segundo de vista. Sus ojos viajan hacia una esquina en el techo de su habitación, y me toma medio segundo quebrar con un balazo silenciado la cámara de seguridad que había. No soy tonto, ya sabía que estaba ahí y por eso no había entrado en su campo de visión.
—¡Drex te va matar cuando sepa lo que me hiciste! —exclama, intentando asustarme.
—¿Y eso va a ser antes o después de que separe tu cuerpo por piezas?
Sus ojos se abren, asustada.
—Sí. No creo que tu... representante, si se le puede llamar así, llegue a verte viva después de este momento.
—¡Estás loco!
—Sí. Lo estoy.
Mi afirmación la descoloca. Veo el momento exacto en que se da cuenta que nadie la va a salvar a no ser que haga algo.
—Puedo hacer lo que sea por ti. —sus rodillas se hincan en el suelo, muy cerca de mí, llevando sus dedos hacia la bragueta de mi pantalón— Dicen que soy muy buena en lo que hago. Por algo soy una de las prostitutas más codiciadas de esta parte de Berlín.
Por dios, necesito que deje de hacer eso ya. No entiendo este ritual de apareamiento que tienen la personas. No le encuentro sentido, ni gracia. Dicen que causa placer, pero a mí me causa placer otra cosa muy distinta.
—Aléjate de mí. —utilizo mi mano para empujarla hacia atrás.
La tomo del pelo y la arrastro hasta quedar frente a su refrigerador en la cocina.
—¿Qué me encontraré si lo abro? —le pregunto, colocándola a ella de espaldas a mí y arrodillada en el suelo.
—Comida y... agua. —tartamudea.
—¿Estás segura?
—¡Por favor! —se gira, rogándome— Haré lo que quieras, pero no me hagas daño.
—¡MIRA! —vocifero volviendo a girarla hacia el refrigerador cuando lo abro— ¡MIRA LO QUE HAS HECHO!
—Nooooo.
El electrodoméstico se encuentra sin las parrillas, sin ninguna gaveta, y sin nada más que el cuerpo de un niño pequeño, pegado con cinta adhesiva al respaldar para que no se caiga. A pesar que el frío ha evitado que el cuerpo se descomponga con la rapidez que normalmente lo haría, no puedo evitar arrugar la nariz cuando el olor nauseabundo de días se hace presente.
La mujer se encuentra llorando en el suelo. Como si eso me fuera a dar lástima.
—Tantas deudas tenías que tuviste que matar a tu hijo para no tener otra boca que alimentar. —la pateo de nuevo en el suelo— ¿No se supone que las prostitutas cobran bien?
—No lo entiendes. —murmura entre sollozos— Drex se queda con casi todo el dinero que consigo y entre la comida para mí y los cigarros, ya no tenía dinero para alimentarlo. Era una carga y no soportaba escucharlo llorar todas las noches.
—¿Te estás escuchando? A un hijo no se le hace eso.
—Él sabía que era necesario. Estoy segura. Él no me culpa por ello. —esto último, comienza a repetirlo como una maniática en el suelo.
Saco el paño empapado de cloroformo de mi bolsillo, y lo acerco a su cara, logrando que pierda el conocimiento. Camino hasta su habitación y saco la maleta negra que ella usaba para guardar sus disfraces. La acomodo adentro, doblándola y la llevo conmigo hacia el ascensor mientras la arrastro.
Veo el auto que dejé aparcado la noche anterior para esto mismo y me aseguro que nadie me vea cuando introduzco la maleta en el maletero.
Conduzco hacia mi edificio, entrando por la puerta trasera. A estas horas, no hay nadie rondando por los pasillos, por lo que se me hace muy fácil llegar hasta mi apartamento y llevarla hasta la sala especial que utilizo para acallar a mis demonios.
En este mundo, existen muchas personas como yo, sin escrúpulos, que asesinan a diestra y siniestra por el mero placer de hacerlo. Sin embargo, yo soy algo distinto. He logrado enfocar mi oscuridad hacia esas personas. Yo me encargo de librar a la humanidad de lo malvado.
No hiero a inocentes. No está en mi ser. Saber que asesino solo a criminales, me hace estar un poco más conforme con mi oscuridad.
Ella nunca me abandona.
Coloco a la mujer sobre una camilla, luego de recubrir toda la sala con plástico. También cambio mi ropa a una que pueda desechar. He aprendido que las manchas de sangre son difíciles de quitar y me es mejor incinerar mi ropa luego de terminar.
Le corto un pedazo de cabello y lo guardo en una bolsita de plástico antes de proceder a descuartizar el cuerpo. Antes odiaba esta parte de mis rituales. Sobre todo porque no tenía la fuerza necesaria para picar la carne y los huesos. Siempre terminaba con dolores en todo el cuerpo por el esfuerzo ejercido.
Con el tiempo, cada vez se me hizo más fácil. Y me fue mejor cuando conseguí una sierra eléctrica de primera. La cuchilla se deslizaba por la piel con facilidad, la sangre salía disparada a borbotones y llegué a excitarme viendo mi cuerpo en el espejo impregnado con la sangre otro ser humano.
Sé que lo que hago no está bien y que soy una ser retorcido. Lo sé. Por eso me impuse una regla desde que comencé a asesinar bajo este ritual: justo cuando termine de separar el cuerpo en bolsas, lo llevaré hasta un contenedor de basura y lo dejaré allí hasta la noche siguiente. Si cuando regrese a buscarlo, sigue ahí, me desharé de él como siempre lo hago; si, en cambio, ya no está, dejaré que pasé lo que tenga que pasar y me lleven a la cárcel si así lo desean.
Y eso es exactamente lo que hago esta mañana. Empaqueto el cuerpo de la mujer en bolsas negras de basuras, y lo llevo hacia uno de los contenedores más cercanos.
De vuelta en casa, quemo la ropa manchada de sangre y guardo la bolsita de plástico que contiene una muestra del cabello de Lindi en la caja fuerte que escondo en el suelo debajo de mi cama, junto a las demás bolsitas de mis víctimas anteriores. Me gusta recordar la cantidad de veces que he librado al mundo de personas malvadas.
Me acuesto en la cama con la intensión de tomarme una siesta para recuperar las fuerzas que usé anoche, no obstante, el timbre suena antes de caer en los brazos de Morpheo.
—¿Qué haces aquí? —pregunto sin poder contenerme en cuanto abro la puerta de mi apartamento y veo a la persona de pie al otro lado del umbral con los ojos rojos.
—No estoy segura. —responde Leah, evitando mi mirada.— Solo necesitaba hablar con alguien que no estuviera muy implicado en mi vida, y terminé apareciendo aquí.
Me quedo un poco confuso, asimilando sus palabras. Si ella supiera que conozco más su vida personal de lo que debería, no habría dicho eso.
—Si te he pillado en un mal momento, puedo irme sin problemas... —nuestras miradas se encuentran y al ver que no le respondo, ella continúa hablando— Es mejor que me vaya. No debería haber venido.
Debería dejarla que se marche. No me conviene involucrarme demasiado con ella, más de lo debido. Sé que eso es lo que debo hacer y lo correcto, pero mi mano adquiere vida propia y la agarra del brazo antes de que se aleje lo suficiente para que no pueda alcanzarla.
—Quédate.
Me mira con indecisión y siento un retumbar en mi pecho que no comprendo.
Cállate. No digas nada más. Vete. Es lo mejor para los dos. Tu luz no puede opacar mi oscuridad.
—Está bien. —se suelta de mi agarre con un leve movimiento y pasa por mi lado, introduciéndose en mi casa. Sostengo el pomo de la puerta para cerrarla y aprovecho que le estoy dando la espalda para soltar el aire que no sabía que estaba conteniendo.
Esto está mal.
—Tengo un problema. —dice en cuento la enfrento cara a cara— Bueno, no es exactamente un problema. Es más... como un ex-novio molesto. Que por más que intente deshacerme de él, aparece cuando menos me lo espero.
Asiento para que continúe.
—El caso es que, no sé como deshacerme de él, de su recuerdo... de las cosas que vivimos. Hay cosas que no quiero recordar..., que no debo y que no necesito. Pero siguen apareciendo y jodiéndome la vida.
—¿Pero por qué no quieres recordar?
—Porque su recuerdo me duele... —se lleva la mano al pecho, y no sé si es consciente de que lo hace— Me destroza.
—No lo has superado, por lo que intuyo. —me lanza una mirada feroz.
—Si lo hice. Es más, para mí, él no existe.
—Si lo hubieras "superado" como dices, no te dolería su recuerdo.
Ella niega con la cabeza y se gira, dándome la espalda. Camina unos pasos en dirección a mi ventana.
—El caso es, que no quiero recordarlo y... creo que hay una forma de deshacerme de su recuerdo. —sus palabras provocan que mi ceño se frunza.— Pero, no sé si me vaya a arrepentir después de ello. No quiero parecer una cobarde por huir. Sé que ahora me duele, pero y ¿si el día de mañana extraño algo de eso?
—No vas a extrañar algo que no recuerdas, Leah.
Nos quedamos en silencios por unos segundos, hasta que ella habla.
—Nunca me has dicho cómo supiste mi nombre si yo nunca te lo dije. —masculla en un susurro bajo, cambiando la dirección de nuestra conversación por completo. Al parecer, ya tuvo suficiente de hablar sobre ella.
—Todos tenemos nuestros secretos.
—¿Ese secreto, me puede hacer daño? —veo como baja la cabeza, ya que aún no le puedo ver el rostro— Estoy harta de los secretos que me lastiman mi paz mental.
—Ten por segura que lo último que quiero es dañarte emocionalmente. —pero herirte físicamente, es un pensamiento que no sale de mi mente— Al contrario, es lo último que deseo y por eso estoy en la situación que estoy. Porque... tú me has complicado todo.
—¿Y eso es bueno o malo?
—Eso es... se supone que debería ser algo horrible, pero... no lo es. Y creo que eso es lo que te mantiene en mi mente desde que me levanto hasta que me acuesto. —mis pies se mueven hacia ella, como si me estuviera jalando una fuerza invisible.
Silencio. ¿Qué te sucede? Ese no eres tú. Detente.
—Y no creo que quiera que te vayas de mi cabeza.
—¿Eso fue una confesión? —masculla por sobre su hombro, mostrándome un ligero tono rojizo en una de sus mejillas.
—No lo sé. ¿Eso te parece una confesión?
—¿Quieres besarme?
Me quedo estático, sin moverme, cuando la tengo a pocos metros de distancia.
—¿Qué?
—¿Qué si quieres besarme? —repite.
¿Quiero besarla? No. Yo nunca he querido que mis labios se junten con otros. Me parece sumamente asqueroso. Aunque aquella vez que ella me besó en el callejón, experimenté un sentimiento que aún no he logrado igualar y solo le devolví el beso por un motivo investigativo.
—¿No me vas a responder?
Doy un paso en retroceso. No puedo responderle a eso. No pued-
—Qué sepas que te odio por llevarme a hacer esto. —me interrumpe, dándose la vuelta de repente y cerrando la distancia que nos separaba.
Abro los ojos cuando nuestras respiraciones se entrelazan.
—Te odio. —masculla con rabia justo antes de agarrarme del pulóver blanco que me había puesto para dormir y acercarme a ella, provocando que nuestros labios colisionen.
Siento el momento en que algo dentro de mí explota, recordándome a la forma en que los misiles hicieron caer las torres gemelas años atrás, como un atentado terrorista que desestabilizó la paz mundial.
Leah no sabe lo que acaba de hacer.
✘✘✘✘✘✘✘✘✘✘
¡Holiss! I'm back.
Oficialmente estoy de regreso. Gracias a Dios pude recuperar la mayor parte de mis archivos perdidos y estoy organizando nuevamente mis libros, completando lo que falta de lo que perdí. Pero no se preocupen, yo no me vendré abajo y lucharé porque todo vuelva a su lugar.
Como ven este es un capítulo narrado desde la perspectiva de Kyan, algo diferente a lo usual.
¿Qué les parece su cabeza? jjj
¿Quién les gusta más que narre?
Por cierto, sé que dejé el capítulo en un momento muy intenso, pero uff... si saben cómo soy para qué me leen. jajaja
Os amo Muassss
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