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Capítulo 9: Reclamos de amor

—¡¡¿Dónde diablos esta mi informe?!! ¡Hikari, trae tu trasero aquí que se hará tarde! —

Kagami corre de un lado al otro, lleva una pieza de pan de caja en la boca, el cual medio muerde, medio come, además de que medio se peina, medio se viste. El hecho de que grite con la comida en la boca no es novedad, pero les sigue causando la misma impresión debido a su rara habilidad para que se le entienda.

—¡¿Dónde está mi chaqueta?! — vuelve a gritar terminando esta vez por dejar caer la comida

Entonces es detenido por un alto moreno, con unas ojeras impresionantes; pues ha tenido el turno nocturno por ya tres semanas, un nuevo caso los ha mantenido ocupados así que no está muy bien descansado. Parece que se va levantando; algo que Kagami no quería hacer, pero era inevitable tanto por sus gritos como por su aroma lleno de nervios.

—Todo estará bien tigre, el informe está en tu camioneta, tu chaqueta también, los puse ahí ayer por la mañana— le dice

—Ah... gracias — responde, dándose la vuelta, arrastrando a uno de los trillizos por el cuello de su ropa, pues es quien está castigado.

Aomine gruñe por la sequedad de sus palabras, pero por el bien de su trasero se calla. Sabe el porqué de la molestia de su compañero, aunque le cause gracia que, después de tantos años y todos sus hijos, apenas se haya dado cuenta. No es que lo hubiera hecho de adrede, sino que amo con locura desde que vio el vientre hinchado por primera vez de su pareja, el hecho de saber de que era gracias a él y solo a él, que estuviera de esa forma, esperando a sus hijos.

El primer embarazo que tuvieron los bendijo con tres niños. Recuerda con claridad cuando se reunieron con el omega; que resulto ser alfa, que resulto ser el esposo o que iba a ser el esposo, del hombre mas importante de Japón; no tanto así, pero ser delta le daba ese estatus. Aomine si no fuera porque también era un alfa, uno muy bien entrenado, no hubiera sido capaz de esquivar el potente proyectil que resulto ser la lampara que el castaño tenia al lado, cuando Kagami le dijo que en lugar de un cachorro tendría 3.

Luego un año y meses después; cuando Kagami había ascendido a capitán de su propio camión de bomberos, celebrando hasta al anochecer, resulto en otro bebe en camino... aunque en realidad resultaron ser dos. Kagami puedo estar activo hasta los 6 meses aproximadamente, hasta que sus propios compañeros lo echaron del camión por ser tan testarudo, haciendo que hiciera tareas de oficina.

En ese momento Aomine estaba recibiendo su nueva oficina como jefe de detectives, por lo que también estaba lleno de trabajo. Aun así, jamás descuido ni a sus tres revoltosos hijos, ni a su pareja muy embarazada.

Pero dos años después, siguiendo la misma tradición de festejos; aunque esta vez fue por que Aomine había sido nombrado teniente; lo cual para un policía que había trabajado desde abajo y sin conexiones era toda una proeza. Así que ahí se concibió a su sexto hijo.

En ese momento, Kagami ya era comandante de la estación de bomberos. Activo no solo por su posición; si no por el derecho de que cada omega trabajara en lo que le viniera en gana, aceptando a muchos de estos en su estación, siendo el primero en realizar tal cosa.

Lo peor no era eso; visto desde el punto de vista externo; porque la familia Aomine era muy feliz con tanto niño; Kagami los amaba y Aomine también, sino que la mayoría eran muy parecidos a su padre. Salvo un par de los tres primeros, que eran pelirrojos y omegas, los demás eran una copia al carbón del moreno salvo los ojos.

Su vida tiene sus altos y sus bajos, momentos donde el moreno tiene tanto trabajo que no vuelve por días a casa, o donde Kagami esta tan cansado de lo hiperactivos que son sus hijos que solo quiere llorar.

O cuando Aomine tiene misiones riesgosas y al volver a casa encuentra a Kagami hecho un mar de llanto o cuando Aomine tiene que calmar su ira al ver que Kagami se puso en peligro en un gran incendio solo porque ese día no había suficiente personal.

Sin embargo, en ese momento Aomine lo único que desea es que su omega le perdone, que le vuelva a dirigir la palabra como siempre, andando como zombi por su hogar, sin inmutarse cuando uno de sus trillizos se burla de su pena o cuando uno de los gemelos le lanza papilla al pantalón.

—Demonios, el viejo sí que la metió en grande — dice uno de los gemelos alfa

—Que mamá no te escuche decir eso o te castigara — le responde la única omega que se encuentra en el pasillo

Kagami entonces se detiene dentro de su auto. Ve como su pequeño retoño le mira con interrogación, pero no le dice nada; esta castigado, no quiere embarrarla más.

—Espérame aquí, no hagas nada que resulte en más tiempo de castigo ¿Entiendes? —

El niño asiente, pues saber que su mamá esta esperando otro bebe; no solo no quiere hacerlo enojar, sino que eso lo dejaría mal como el hermano mayor alfa que es.

Kagami corre a la entra da de la casa, sabe que su alfa esta deprimido y así lo ha estado por algún tiempo, así que ya va siendo hora de quitarle un poco el castigo. Le dará un poco de amor y un incentivo para que saque lo fiera que sabe es.

—¡Mas te vale que subas de rango Ahomine, quiero que nos lleves a Hawái! — grita después de abrir la puerta. Ve como una ráfaga se mueve en el pasillo, haciendo que dos de sus retoños caigan de trasero en el piso, para ver a su moreno sonriendo casi como un animal.

—¡¡A sus órdenes mi comandante!! —

Kouki tiene esa mirada agresiva que t
anto le encanta, cada vez y siempre es una lucha de poder entre ambos. Seijuuro sabe que será el ganador indiscutible, pero disfruta de ese juego de poder que siempre hacen.

—Te ves tan hermoso cuando lloras así... — le dice mientras muerde el lóbulo de la oreja del castaño

—Y-Ya... para n-no ¡Nopares Sei!—

Seijuuro por supuesto no lo hace, se mueve con mas lentitud de la que debiera; aunque no hay una pauta para saberlo, mordisquea cada zona de piel que tiene disponible, un banquete servido a su merced del que siempre va a disfrutar.

Los murmullos de su nombre con esa cadencia tan hipnotizante, hacen que se de por vencido. Empieza a moverse con mas violencia, como si fuera a devorar cada parte del cuerpo de su pareja, le escucha gritar cuando le muerde una vez mas el cuello, una zona de la cual nunca se ira su marca. Entonces siente su miembro ser apretado en ese cálido interior con más fuerza, sintiendo el orgasmo de su Kouki llegar con fuerza, llevándolo a la misma reacción en cuestión de poco tiempo.

Seijuuro aun en medio del placer sonríe, levantándose sobre sus brazos en la cama sin dejar de moverse, aprecia el rostro de su pareja, el color que toma su piel por el calor del momento, de la forma en la que se deja someter con tal de sentir el placer que sabe le da.

Debería hablarlo en otro momento, uno cuando tengan mas lucidez, pero; una vez escucho del peor ejemplo a seguir; es decir Kuroko, que "Es mejor pedir perdón que permiso".







Kouki sabe que no tiene necesidad de trabajar, que no debe preocuparse de nada. Que su familia y él mismo es tan feliz como nunca lo estuvo antes. Tiene a su hermano mayor cerca, a sus queridos sobrinos, tanto los de su hermano como los de Kagami.

Sus bebes son unos angelitos salvo cuando se enojan o no quieren compartirlo.

Porque a pesar de que tienen mucho parecido físico con él, la verdad es que sus hijos son igualitos a Seijuuro, mismos gestos, mismas formas de mandar o pedir con ese tono que no deja nada a la discusión y te hacen parecer culpable de asesinato a pesar de que era inocente.

Su vida es plena.

O eso es hasta que es sorprendido con un nuevo embarazo, esta vez de 3 bebes, ¡3 de un solo golpe! O acostón; como quiera expresarlo, así que Kouki en un acceso de ira; más que nada porque no lo discutieron antes, ya que está más que feliz con la idea, decide enviar a Seijuuro al patio a dormir.

—¡Es la genética Kouki, no es mi culpa! ¿Niños, no me van a defender? — dice el pelirrojo, intentando evitar que Kouki se refugiara en su habitación.

—No, de hecho; habrá más espacio con mamá en la cama— dijo uno de los mellizos

—Suerte con Macc, está de malas porque vomito su comida— termino el otro

La gran puerta de cristal fue cerrada en sus narices, viendo como sus no tan pequeños hijos; de ya 7 años, corrían en dirección de la habitación que compartía con su Kouki. Bueno, ya se le pasaría.

FIN

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