Capítulo 8: Hasta que la muerte nos separe
El dolor es incomparable. Algo que nunca antes había sentido. Siente como cada musculo de su espalda, de su bajo vientre; joder, incluyendo el mover los dedos de sus pies significa que un golpe de dolor vendrá a hacerle daño.
Kouki desea quizá 3 cosas. La primera; es no volver a sentir ese dolor, la segunda es que; por favor, ya pare ese dolor y la tercera es arrancarle la cabeza a quien le provocó directamente ese dolor.
Sus bebes son inocentes, causantes directos de sus gritos cada 5 minutos, pero inocentes al final. Es Seijuuro quien se verá en la necesidad de dormir en la casa del perro por lo menos un mes; si, Kouki sonríe mientras lo piensa, pues su perro es una raza chihuahua, ya quiere ver como Seijuuro se las arregla para caber ahí.
—Vamos Kouki, no hagas esa sonrisa, es aterradora — dice el pelirrojo. Sus feromonas no han surtido el efecto deseado para calmar al pequeño alfa, Momoi se encuentra fuera de la ciudad y aunque Kuroko está de camino a ayudar, la verdad es que Kouki no quiere a nadie cerca.
Kouki gruñe, lanza una dentellada en dirección al pelirrojo, no quiere escuchar ni su voz en esa habitación. El lugar ha sido acondicionado con una enorme cama con dosel, tantas mantas como fueran necesarias para el gran nido que anteriormente Momoi y Kuroko le ayudaran a construir. Esta imbuido en su aroma; el de Seijuuro, sus sentimientos y deseos de ver pronto a su cachorro.
La labor de parto inicio iniciando la madrugada, por lo que estaban solos en la habitación donde también estaba la cuna de su cachorro, Seijuuro sintió poco a poco como un aroma que le daba un ligero sentir a molestia se iba convirtiendo en una creciente ira y sufrimiento. Por lo que despertó asustado sin saber de qué se trataba, solo para ver a su castaño hecho una adorable bolita a su lado en la cama.
Kouki; al ser alfa, no tenía la capacidad de tener un parto normal, aun así; no le harían una cesárea hasta que se dieran por lo menos 6 horas de lo que será un parto regular, para asegurar de que su bebe viniera sin complicaciones. Cosas de partos omegas y el apego habían dicho, de nuevo; complicaciones de Kouki por su casta.
—Te juro Akashi Seijuuro, que no me pondrás un dedo encima de nuevo —
Seijuuro por primera vez en su vida se estremece, no por el hecho de la promesa, sino de la forma un poco desquiciada con la que Kouki lo dijo. Con tanta violencia y convicción, que sintió algo se removía en su bajo vientre. Sin embargo, en pos de mantener sus partes bajas intactas, detuvo ese tren de pensamientos.
Otro grito del castaño hace que se levante de la silla en la que se encuentra, enviando oleadas de su aroma para tranquilizarlo un poco, entra una enfermera y Midorima, que; aunque no es su especialidad se había estado cultivando en partos delicados como el de Kouki solo para ayudarlo.
Seijuuro siente a las personas a su alrededor, sondeando sus sentimientos, sus olores para no caer en una rutina de destrucción, cosa que es impedida por la voz de Kouki que le pide se le acerque, lloriquea, suplica.
—Debes tener cuidado Seijuuro, poco a poco se volverá inestable, falta poco para la intervención — le dice Midorima, sosteniéndolo de un brazo.
No solo hay un problema por el hecho de la casta de su pareja y su bebe, el que su cuerpo no se pueda adaptar al parto. También esta las feromonas que cada omega segrega al amantar, eso del apego; por lo que se decidió tantas horas de parto. Un bebe al nacer de manera natural, al luchar por pasar en el canal de parto, genera feromonas con su madre y viceversa, estas hacen que el omega o la omega generen ese instinto protector primordial para la protección de cachorro y en su curación.
Pero Kouki al ser alfa no tenía nada de eso, por lo que, a pesar de tener un par de precedentes como su caso, nada es seguro pues cada individuo es diferente. Y Kouki no es la excepción, quien acepto sin dudar todo el proceso, por el bien de su pequeño cachorro.
Seijuuro se acerca a su castaño, viendo su rostro sonrojado, sudado, lleno de dolor. Sus colmillos ya han lastimado su piel, sus uñas ya han desgarrados las mantas, almohadas y hasta una parte del colchón de la cama. Respira con dificultad. Entonces ve como Kouki se levanta con una rapidez nada propia del volumen de su cuerpo, a pesar del dolor que pueda sentir, se acerca a la orilla de la cama y gruñe. Lanza su pesado aroma hacia la puerta, gimiendo entre el dolor, el sentimiento de ira y miedo. Kouki tenía miedo.
—Kouki-san, Kouki-san, tiene que calmarse, ya será intervenido, por favor — la enfermera, beta; se le acerca con cuidado y profesionalismo, pero Kouki no permite que le pongan ningún anestésico.
—Sea lo que sea Kouki — le dice Seijuuro — Los protegeré , Por favor... — comienza a usar su voz, pues Seijuuro se había prometido a no usarla en su contra — Sométete... —
Seijuuro no se mueve hasta ver como la beta aplica el medicamento y Midorima se acerca para hacer su trabajo de una manera coordinada y eficiente. Sale de la habitación pues tiene que preparar la llegada de Kuroko para el uso de las feromonas curativas. Ve a su mayordomo visiblemente nervioso, levanta una de sus finas cejas y con su sola presencia le ordena implícitamente que le diga lo que sea debe de decir.
—Los padres del amo Kouki están en su oficina... — dice el hombre mayor —Previne a dejar al jefe de seguridad con ellos—
—Me parece bien, es hora de dejar todo en claro... —
Seijuuro entra a su oficina. Ve a dos mujeres sentadas frente a su escritorio, solemnes y omegas. Justo detrás de ellas, de pies, está un alfa, el padre de Kouki.
No dice nada, solo se sienta en su silla viéndolos fijamente.
—Queremos que se nos entregue al recién nacido. Este sinsentido tiene que parar ahora. Estoy segura que después de todo este penoso tiempo ya ha entrado en razón, así Kouki podrá volver a tiempo para la boda, su prometida está deseando ser madre — dice sin miramientos la madre de Kouki
Seijuuro ríe, haciendo que el trio se estremezca. El jefe de seguridad sale de la habitación con una indicación de su mano; cuando por fin se calma, pone ambas manos debajo de su barbilla, mostrándoles su mirada bicolor, haciendo que su casta se haga cargo de todo.
La presión dentro del lugar es apabullante, haciendo incluso que el alfa de un par de pasaos hacia atrás en su lugar.
—Veo que no lo han entendido... — dice, dejando salir su aroma pesado y abrumador, viendo como para incluso la respiración de las omegas — Kouki es mío, él bebe es mío, me pertenecen y es algo que no pienso entregar por semejante absurda petición —
Seijuuro se levanta, viéndolos con toda la magnificencia que sabe posee, mostrando sus grandes colmillos, viendo como la jovencita cae desmayada a un lado de donde se encuentra sentada. Sin un ápice de culpa por lo que hace.
—Esta es la única y última vez que tocare este tema, jamás vuelvan a poner un solo pie cerca de mi pareja, mi hijo, mi familia... los acabare. Ustedes no tienen idea de lo mucho que puedo destruirlos antes de acabarlos completamente, no tienen derecho alguno sobre las decisiones de Kouki, solo es su hijo, no la forma de ganar un estatus que por supuesto no merecen—
El alfa como puede pues aún está bajo la influencia del miedo levanta a la joven omega, lleva a su esposa de la mano en dirección a la salida, donde el jefe de seguridad los espera para escoltarlos a la salida de los terrenos de la mansión. Ni siquiera los llevara en coche, los escoltara a pie.
—¡Seijuuro, tienes que venir! — escucha venir desde el fondo del pasillo —Es Kouki... —
El miedo se presenta como una sensación nauseabunda en la boca del estómago, el pensar que su cachorro o su pareja pudiera estar en peligro es demasiado a pesar de su poder, de su fuerza, de todo lo que significa ser un delta.
Corre, en dirección a la habitación, quedando estupefacto ante la vista.
Kouki se halla en el suelo, en la esquina de la habitación, entre sabanas manchadas de sangre, con un par de pequeños agarrados precariamente entre el brazo que no sostiene un bisturí.
Dos bebes.
Dos cachorros.
Dos hijos.
—¿Kouki...? — dice —¡Midorima ¿Qué demonios?! —
—El mayor cubría al menor dentro de vientre, Kouki ya está suturado, pero se sintió en peligro y salió de la cama para atrincherarse en esa esquina, no obedece, está a nada de caer en una rutina feral, no podemos detenerlo — dice calmadamente pero aun así preocupado.
Seijuuro ve como Kouki baja a los pequeños al suelo entre las sabanas, acunándolos entre donde no hay sangre. Supone piensa es que para la que la humedad no los incomode o ensucie. Supone también que el arrebato se debió a su aroma cuando se enfrentó a sus padres y el propio aroma de sus estos. Seijuuro se acerca con cuidado, porque sabe que Kouki se siente vulnerable, protege a sus pequeños, pero a la vez se siente reacio de tenerlos entre sus brazos.
—No los rechazo del todo, Kuroko ya está aquí pero no decidí dejarlo entrar cuando se puso así, por eso te llamé —
Seijuuro se agacha a un metro de Kouki, quedando en un nivel menos intimidante. Deja salir su aroma, intentando hacer que reconozca de quien se trata.
—¿Sei...juuro?— murmura
—Si... vamos cariño... no temas — le dice bajando el tono de su voz —Entrégame a los niños — Y ahí, comete un error
Kouki se le lanza encima, dejando a los pequeños detrás suyo, lanza una de sus manos hacia el frente, rasgándole la camisa e hiriendo un poco su piel. Sus pupilas se ven dilatadas, salvajemente hermosas pero aterradoras.
—¡Kouki, soy yo, cálmate, te harás daño! — grita Seijuuro, lanzándole al suelo por la intensidad del comando —Perdón Kouki, perdón, tienes que calmarte —
Koukigime, intentando levantarse, mas no lo hace cuando un suave aroma a menta influye en su mente, pues Kuroko ha entrado en la habitación. Seijuuro aprovecha y se levanta del suelo, tomando a Kouki entre sus brazos para ponerle en la cama, misma que para ese entonces ya estaba limpia. La enfermera toma a los pequeños, poniéndolos al lado del castaño, pero dentro de un moisés de tela.
—Son hermosos Kouki... tanto como tú lo eres — le dice, besándole la frente —Descansa un poco, te amo... —
Escucha una tonada tranquila, una sensación de mar fluyendo lentamente, olas que rompen en las rocas cerca de un acantilado, donde la piedra y el musgo se vuelven una imagen incomparable. La tonada sigue, el calor en su frente es nostálgico.
—Nii-chan... — solloza —Nii-chan...—
Kouki recuerda a su hermano mayor, a quien mas amaba. Recuerda las veces en las que escondido detrás de la puerta se asomaba para ver a un alto castaño, de sonrisa encantadora y llena de luz. Pero todo eso se iba cuando sus padres se le acercaban, cuando lo maltrataban, cuando lo lanzaban al suelo entre burlas y maldiciones.
Su hermano le daba galletas de chocolate a escondidas, contaba historias antes de dormir o lo cuidaba cuando tenia miedo de las tormentas.
—Estoy aquí Kouki... —
Kouki solloza, recuerda el día en el que despertó de su siesta y su hermano ya no estaba, recuerda que después de ese día por mas que lloro e imploro por su presencia solo recibió maltrato y dolor. Kouki debía de ser fuerte; porque un alfa lo era, Kouki no debía llorar, porque un alfa no lo hacía, Kouki debía mirar a las niñas omegas, porque cuando fuera mayor se casaría con una y será exitoso, los alfas lo son, tienen poder, fuerza y hacen lo que quieres.
Y entre todo eso, se alzaría a la cima, tal como su madre y padre querían.
Pero por mas que pidió, pregunto sobre su hermano, lo único que obtuvo fue; que nunca volvería, que un omega como el no era necesario en la familia, mas que una mancha que no llegaría a ningún lado y él; Kouki, como alfa, los llevaría a don de merecían, a la cima.
—Nii-chan... — volvió a murmurar.
Entonces una voz atravesó sus pensamientos y recuerdos, el aroma dulce del pan de melón en las tardes de invierno, el calor de una bebida en sus manos, el sentimiento del amor como se supone debía de ser de una madre. Como el de su hermano.
Kouki abrió los ojos, volviéndolos a cerrar ante el pensamiento de que lo que veía era un sueño, una idea producto de su dolor, un escenario inimaginable.
Un recuerdo irreal de su mente.
—Soy yo Kouki... soy real— volvió a escuchar —Veo que sigues pensando en voz alta cuando te sientes vulnerable. Eso es muy lindo—
Entonces Kouki se suelta en llanto, cuando un par de grandes brazos lo envuelven sin lastimarlo, cuando ese calor tan nostálgico y lleno de amor lo invaden, uno que nunca pudo a olvidar.
—Tep-pei... nii-san ¿No estoy soñando? ¿No morí, ¿Verdad? ¿Estás aquí? — pregunta entre lágrimas y sollozos
—Eres muy fuerte, nunca pensé que lo harías — le dice el castaño mayor —Te busque, ter encontré, pero solo podía mirarte de lejos, ellos no me lo permitieron, nunca, mucho menos después de que me case—
—¡¿Estas casado Teppei-nii?! — Luego Kouki sed detiene, pensando, sintiendo que hay algo que le falta —¡Mis bebes! ¡¿Dónde están mis bebes?!— grita de pronto, levantándose tambaleante de la cama, siguiendo un aroma único y nuevo en la habitación, algo que describiría como el sol
A medio camino de su objetivo, ambos se dan cuenta de que la puerta es abierta. Kouki gruñe de una manera salvaje, pero a la vez no se acerca a la cuna. Con un montón de sentimientos encontrados entre el rechazo y el querer darles protección. Con dolor por tener que sentir esos sentimientos para con sus bebes. Aunque el gruñido se dirigió mas bien al recién llegado.
—Seijuuroshw— medio dice mostrándole los colmillos
Teppei suelta a Kouki, caminando a la puerta, no sin antes darle su aprobación al pelirrojo. Sale de la habitación, pero se asegura de hacerle una seña a su hermano para seguir después con su conversación.
—¿Quieres ver a nuestros hijos? — le dice Seijuuro —Tranquilo, estaré aquí para lo que sea que necesites—
—Tu... ¿Encontraste a mi hermano? ¿Cuándo? ¿Por qué? — le dijo
—No fue difícil, no se si te lo dijo, pero se mantuvo cerca. Así que cuando mi investigador comenzó con el trabajo fue cuestión de poco tiempo para que habláramos frente a frente. Pero debido a que se encontraba fuera de la ciudad y tu parto se adelanto un poco, fue que no se vieron antes—
—Ya veo... m-me dijo que estaba casado el... el... ¿Es bueno, un buen alfa? — pregunto agarrándose del cuerpo de su pareja
—Lo es, según mi investigador es un alfa fuerte, tiene un par de restaurantes y reposterías en la ciudad, se están expandiendo por lo que monetariamente se encuentran bien. Su nombre es Murasakibara Atsushi, ya lo investigué—
Kouki sintió el cuerpo de su pareja contra el suyo, está tranquilo y feliz sobre las noticias de su amado hermano, al menos sabe que estuvo y está bien después de que sus padres lo echaran de la casa cuando se presentó como omega. Su calor y aroma en el ambiente que; aunque le costaba no agredirlo por la rebelión de feromonas en su cuerpo, la cercanía de sus cachorros y la situación en general, lo acepto. No se quejo cuando fue alzado en brazos, ni cuando fue arropado como si se tratara de un niño pequeño. Kouki vio ir y venir a Seijuuro con un pequeño bulto en sus brazos dos veces, mismos pequeños bultos que fueron acomodados con cuidado a su lado.
—¿Y si les hago daño? — le pregunta mientras descubre sus pequeñas cabezas, acariciando sus apenas crecientes cabellos
—Se que no lo harás, porque al igual que yo, los amas — le responde
Kouki siente como Seijuuro se desliza a su lado en la cama, abrazándolo desde atrás, sus aromas fluctuando, pero en general fundiéndose el uno con el otro. Kouki sigue viendo a sus pequeños, con miles de preguntas en su cabeza, con miles de sentimientos, pero; sobre todas las cosas, por amor a sus cachorros.
—Una sorpresa que fueran dos, la verdad — escucha a Seijuuro, sintiendo escalofríos por el vibrar de su voz a sus espaldas — Estoy orgulloso que se parezcan tanto a mi físicamente, pero; amo el hecho de que tengan el color de tu piel y esas pecas tuyas en el puente de la nariz —
Kouki sonríe, acariciando las pequeñas hebras de color rojo en el cabello de sus cachorros, dándose cuenta de que es abundante, notando también que al final, muy cerca de la nuca en cada lado del cuello hay un par de mechones de un castaño más oscuro que el suyo.
—El mayor; el que esta mas cerca de ti, escondía muy bien a su hermano pequeño, Shintaro cree que podría ser un Delta, al igual que yo—
Kouki asiente, besando la pequeña frente del pequeño, sabiendo que; a pesar de su casta, sin hacer diferencia por esta, lo amara incondicionalmente.
—El menor, de el se sabrá cuando se presente, pero pienso que es un omega...—
—No importa, los amare ambos por sobre todas las cosas — le responde al instante
A pesar del ambiente calmado, de la tranquilidad de sus aromas, Kouki se siente en caos, no sabe como pedir, como preguntar, que decir, ni sabe que es lo que necesita, que es lo que quiere.
—Cásate conmigo Kouki, por que te amo. Si no me amas te prometo que hare qu- —
—Te amo — le responde sin dejarle seguir hablando —No porque seas el padre de mis pequeños, no porque hayas encontrado a mi hermano, no porque me hayas librado de las cadenas que mis padres tenían sobre mí. Te amo porque fuiste leal a tu palabra, no me dejaste de buscar a pesar de no saber lo que nos depararía el destino, has sido paciente, me has mostrado lo peor y lo maravilloso de ti, no me volviste tu segunda opción... tu ¿Me amas de verdad?... —
—Lo hago — le responde Seijuuro —Te doy mi palabra de ello —
Kouki le da una ultima mirada a sus pequeños antes de dar la vuelta con cuidado en la cama para no perturbar sus sueños, abraza al pelirrojo cuidando de esconder su rostro sonrojado para que no lo vea, puesto que siempre ha pensado que esa reacción es parte de su debilidad, aunque esas palabras en realidad sean producto de tantos años de prejuicios inculcados por sus padres.
—Te amo... — le vuelve a decir —Y temo que no sea lo correcto —
—Déjame demostrarte que no estoy hablando por hablar, muérdeme —
Kouki sale de su escondite algo asustado. Seijuuro como delta, entre sus tantas habilidades bien puede borrar su marca con su ponzoña, marcar a alguien mas y enviarlo a la nada. Pero él cómo alfa al marcarlo lo volverá una realidad duradera, un para siempre que los matara si se separan.
Sus ojos se llenan de lágrimas, reprendiéndose por su poco control, ve como Seijuuro le muestra la zona que debe ser mordida y; entre lagrimas y emoción, se deja llevar, dejando una marca que sabe, nunca se borrara.
Hasta que la muerte los separe.
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