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080 - MANZANA


CAPÍTULO OCHENTA

SORAYA AGUILAR


ACTUALIDAD


Me duelen los dientes, los dedos, cada extremidad a consecuencia del frío húmedo que es capaz de filtrarse llegando a los pulmones. Los párpados me obligan a estar a oscuras en un lugar desconocido.

—¿Despertaste?

La extraña voz contiene intenciones amigables, quiero creer, porque no quiero estar en problemas. Lo último que recuerdo. Un segundo. Es... Si, ya lo tengo. Recuerdo haber llegado a casa de Máximo.

El patio estaba abarrotado, existiendo dos bandos; los nuestros y los rusos. El segundo refuerza la posibilidad de un secuestro.

¡Cuádruple estúpida! ¡He sido secuestrada!

Es mi culpa por haber decidido ir sola, aunque también digo que es culpa de la guardia Salvatore. Están muy por debajo de los vory. Asesinos letales, formados en los agujeros más siniestros de Rusia.

—Muévete, no es bueno que te quedes quieta —persiste la voz.

Falta mano firme en las filas Salvatore. Ineptos, ninguno sirve, a excepción de las cuñadas, frente a Derek cada uno de ellos empapan su ropa sin la posibilidad de esconder el miedo. Temen morir, es por eso que son inservibles, complaciendo a una organización criminal resultan un patético chiste.

Los jinetes son defendidos por payasos.

—Enfermarás.

Finalmente complazco la voz topándome con la sonrisa reconfortante de un preso aferrado a los barrotes que dividen las celdas. La mía está vacía, mientras al extraño lo acompaña otro tipo enorme como él.

Ambos mugrientos, malheridos. Se desahogan con ellos desde hace una larga temporada, no obstante, a pesar de ello, sonríe con dentadura incompleta y manchada de sangre seca. También le faltan uñas, y las que quedan es porque han empezado a nacer nuevamente desde la raíz. Por otra parte, lo que no volverá a salir es el globo ocular de la cuenca izquierda.

—Estaba asustado de que no despertarás. Aquí, normalmente cuando alguien cierra los ojos no regresa.

—¿Aquí? ¿Dónde es aquí? —pregunto a la distancia.

Mantengo la separación precavida a que pueda ser un enemigo peor al que estoy enfrentando, aunque podría ser un daño colateral, al igual que yo, pero, aún así, es de sabios desconfiar.

—¿Qué recuerdas?

—Información clasificada.

—Entiendo. Tampoco te culpo, yo también desconfiaría si conociera a alguien en la misma situación que tú —es incapaz de dejar de sonreír —Soy Skull, y mi amigo es Dumb. No lo creas borde, es que una puta le cortó la lengua, aunque, entre nosotros, es el fetiche de aquí.

—¿Y tú la conservas?

—A los gilipollas les hace gracia mi bocaza.

—¿Quiénes son ellos? ¿Los rusos? ¿Estamos en Rusia?

—España, estamos en España, Esos maricas de ahí afuera son los hombres que contrataron los Salvatore tras la muerte del anterior jefe. Inútiles —se pone a golpear los barrotes que dan al pasillo —¡Casi un año aquí y sigo como el primer día, blandos comemierdas!

Nadie viene a sus gritos. Y creo que el motivo es porque no hay ni un solo guardia que custodia el lugar. Únicamente hay presos, algunos de los cuales al descubrirlos me dejan sin palabras.

Son los abusones del instituto que a falta de lengua reemplazan los gritos por gemidos rabiosos. Trago duro, lo hago mientras sufro los escalofríos que genera el insoportable estruendo provocado por almas en pena, que si bien eran unos adolescentes malnacidos no merecían esto.

Si están aquí es por mi. Por la demencia de mi hombre, a la cual hay que graduar para bajar la intensidad. Seguramente, practicando su deporte favorito, el acoso, le desagrado algo que vio. Claro que no contra mi. Yo les ignoraba, ellos me ignoraban, el bullying era contra otros. Rectifico. Tal vez no sea por mi, cosa que no puedo averiguar por la amputación de sus lenguas.

Siguiendo el recuento de presos y con la información que me brinda Skull, averiguo que alrededor del sesenta por ciento trabajaban para Enzo, otro veinticinco eran trabajadores de la generación actual, entre ellos la loca de fin de año, y lo restante son enemigos, estudiantes y un desinteresado hombre. Habían muchos más antes de la recién limpieza, fue algo aleatorio, bizarro.

—¿Quién me encerró?

—Es complicado de explicar —responde Skull.

—Serás recompensado.

—Verás... —Dumb aplaca la respuesta dándole un puntapié a Skull. Se ríe del golpe y sigue, no como me hubiera gustado: —No es que no quiera explicarlo, es que no puedo.

Le asusta las represalias y no puedo culparlo, si me pongo pensar en el autor de mi encierro, un apellido es el primero en aparecer entre pensamientos, Salvatore. Uno de los hermanos. Si apenas los conociera culparía a Derek. Pero conocidos cada uno de ellos, unos más que otros, y sabiendo de la enfermedad de Giovanni, lo correcto es decir que ha sido alguna de sus personalidades.

Es cuestión de que aparezca un empleado para ser liberada.

Tranquilizándome, los latidos vuelven a acentuarse por segunda vez al centrarme en mi. Chillo histérica. El vestido se rompe al frotar desubicada de propia naturaleza la sangre que persevera, cuando no es la tela, es en las manos, en la piel que araño logrando que salte algo.

Mantengo un estado trastornado durante un rato. Desatendiendo la petición de Skull que dice que me calme. Imposible de contentar cuando estoy cubierta de sangre aliena a mi.

¡¿De quién es?!

Soy puro nervio desolado. Cuando la histeria se extingue aguanto abrazada, desnuda para un público incívico, consumida por lágrimas que no hacen de otra que embarrar el rostro.

Desde el otro lado, Dumb me tira su camisa.

—Póntela —habla Skull por él.

Obedezco a tropezones.

Alzo la cabeza tras otro prolongado rato. En realidad, no sé si lo sea, pero encerrada en una mazmorra el ritmo es difícil de controlar, provocando una sensación de eternidad.

Creyendo que Skulll y Dumb son potenciales aliados me pego a los barrotes que nos separan. Skull comparte la intención sentándose conmigo en el suelo mientras Dumb se mantiene alerta en la distancia.

—¿Qué no hay nadie?

—Salieron a buscarte —que irónico —Es ilógico que la mujer de Derek esté aquí, es por ello que están ahí afuera, barriendo cada centímetro con la esperanza de encontrarte ilesa.

—¿Sabes quién soy? —me sorprende el dato.

—Si, Soraya. AUn encerrados nos llegan las noticias del exterior.

—¿Quieres dañarme?

—¿Por qué quería?

—Soy la mujer de uno de los hombres que te encerraron —le respondo con obviedad.

—Yo era el segundo al mando de los hombres Salvatore, Dumb era el primero. Nuestra lealtad hacía la familia es firme y perdurará después de que nuestros cuerpos descansen cuatro metros bajo tierra.

—¿Y qué hacéis aquí? —cuestiono estupefacta, ni un resquicio de duda a su declaración —¿Cómo hombres tan leales acaban encerrados?

—Malentendidos.

—¿De qué tipo?

—A ti no te lo puedo contar —me enfado con el insolente. Cruzada de brazos y con una mueca notoria, a lo que él responde riendo alegremente, de esas alegrías que te contagian en malas épocas —Mi mayor crimen fue engañar a mi esposa con otras, nunca cometería tal atrocidad, pero, en fin, eran otros tiempos

—¿Por qué la engañaste?

—No lo hice, lo fingí. No me dieron la oportunidad para defenderme, aunque de nada hubiera servido. Hice cosas terribles en nombre del padre. Cosas que no me quitan el sueño, pero eran inadecuadas, por ende, acepto el castigo y la pena máxima que dará fin a mi vida dentro de tres años. Únicamente lamento no haber podido ser padre ni un solo día de mi hijo —afirma con pena.

—¿Tienes un hijo?

—Si, un hijo que nunca conoceré.

Han pasado muchas eternidades. Quizás segundos, minutos o tal vez unas cuántas horas.

El eco de un estómago vacío reclama por comida.

—Ya debe ser hora de comer. Con un poco de suerte aparece alguien para dar comida a los agraciados de hoy —Skull, trata de animarme, lo lleva haciendo desde el principio con esa sonrisa llena de defectos que resulta bonita.

—Hablaré con Derek de vuestro caso.

—Consíguenos un par de filetes gordos con patatas y será suficiente.

—Yo quiero una manzana.

—¿Una manzana?

—Una suculenta manzana roja —fantaseo con ella. La boca se me deshace visualizando la perfección, el manjar de dioses, el pecado del Edén, la manzana más brillante y roja que nunca haya existido. Solo para mí. Engancho la ropa de Skull —Consígueme una manzana.

—Me gustaría complacerte.

—¡Hazlo!

Los pasos de alguien bajando los escalones nos hacen girar a la vez hacía las escaleras, yo con la esperanza de ver a Derek, decepcionantemente, son un par de empleados. Los responsables de distribuir la comida. dos par de imbéciles que se burlan de los presos; jugando con dar o no la comida, tirándola al suelo, escupiendo en plato antes de la entrega... Son plásticos no reciclables, de los que no merecen recibir segundas oportunidades. Dos gallitos que en presencia de Derek caerían de rodillas con un regalito en los pantalones de color marrón.

Skull va a por ellos. Golpea en los barrotes y les grita:

—¡Dejad de ser subnormales y sacad a Soraya, es la mujer de Derek!

Ahora que me doy cuenta, Skull es el único que pronuncia el nombre de Derek sin que se le rompa la voz, tampoco lo omite por deseo del segundo, y mucho menos ha recibido mi circular.

Esta familia necesita hombres como él. Y, por supuesto, a Dumb. El que era el primero al mando.

Uno de los empleados me mira con repulsión.

—¿Cómo va a ser esa la mujer de nuestro señor?

—Directo a la guillotina —deslizo el dedo por el cuello.

—No hay guillotina —fastidia Skull.

—¿Podemos comprar una? Por fis.

—Llámame loco, pero, aunque me falte el ojo, me gustaría ir a la fosa común lo más entero posible. Mi última voluntad, aparte del filete con patatas, es ser fertilizante para plantas.

—¿Hay fosa común?

—Vertedero.

—La verdad es que si hueles un poco a basura —Skull no se ofende, sino que vuelve a reír a lo grande. Teorizo que está demente. Garantizado por mi —Iuuuuuu.

Despistados en nuestra conversación solo nos enteramos que los inútiles faltos de amor propio se marchan cuando Dumb, pasando el brazo por los barrotes, captura al que pasaba más cerca. Víctima de una bestia, la cual lo estampa reiteradamente contra los barrotes. Una y otra vez, cada vez más fuerte. Rompiéndolo. Haciendo puré sin que el compañero lo pueda socorrer.

Dumb, cubierto por sangre de la víctima, suelta el cadáver y Skull habla por él dirigido al sobreviviente:

—Serás el próximo —luce serio, aterrador —Informa que la señora está aquí.

El trabajador huye de la escena del crimen.

Skull y yo volvemos a sentarnos en el mugroso suelo. Espalda, barrote, espalda, sin barrotes sería a espaldas pegadas.

Quiero hacer berrinche por la falta de una manzana, la cuál destaca por ser mil veces más importante que salir de aquí, pero, me abstengo, por ahora, si pronto no consigo la fruta se desatará la furia. De momento aún puedo mantenerme serena conversando con mi amigo.

—¿Inventas lo que diría Dumb?

—No, exactamente digo lo que él quiere que diga.

—¡Magia! Últimamente está de moda. Creo que un mandatario de las grandes superficies la ha puesto en oferta. Dos por uno.

—Somos humanos.

—Veamos, veamos, veamos —me toco el mentón con el índice tratando de recurrir a clásicos de la mitología —Nada, que no se me ocurre nada. Tengo que informarme de estás cosas.

—Humanos.

—Silencio, no le quites la diversión.

—¿No quieres saber cómo lo hago siendo humano? —si de verdad son lo que dicen ser, claro que quiero, quien no quisiera tener en las manos el poder de leer mentes para dar patadas voladoras. Espero expectante la explicación —Siempre hemos sido muy cercanos. Con el pasar de los años, acostumbrados a nuestro comportamiento, empecemos a necesitar únicamente miradas para saber las intenciones del otro, sin el contratiempo de la palabra. Aún cuando él ya no puede hablar, aunque antes tampoco es que fuera muy parlanchín, puedo pasar horas hablando con los ojos.

—Pero a ti te falta uno.

—A veces se me escapa algo.

Fantaseo con su poder. Tiene que ser alucinante poder transmitir con una mirada aquello que en palabras queda corto, después de todo, una mirada a los ojos es una directa al alma. Me fascina, aunque muy pronto la fascinación queda en decepción recordando que cierto inepto es un paquete con el asunto.

—Derek es un patán. Se hacía el más listo de la clase creyendo que entendía perfectamente la verdad de los ojos, pero lo único que veía en ellos era el reflejo de su propio temor. Me ahorcó una vez, me pegó en otra, decenas de veces me dañó verbalmente por una falsa creencia —se me atraganta la realidad —Él fue muy malo conmigo por culpa de un error.

—La comunicación es importante.

—Él no sabe de eso.

—Lo vi crecer aislado del resto. Los únicos con los que podía comunicarse eran Máximo y Enzo, y Enzo fue un padre decepcionante. Aunque ya adolescente hizo un amigo, muy ausente-Las habilidades sociales que tiene equivalen a las de un niño no mayor a los cuatro años. Eso es muy malo, porque el día en que haya quienes no lo teman aparecerá alguien que se aprovechará de él.

—Ya llegó el momento y no controla, se hace amigo de cualquiera que no muestre signos de sumisión.

—Espero que se comporten.

—¿Y qué hay del amigo de antes?

—La última vez que escuché de él estaba cuidando algo vital. Pero ya ha pasado un año desde que fui encerrado. No sabría decir en que está metido ahora.

—¿Cómo se llamaba?

—Gu...

Dumb interrumpe haciendo temblar uno de los barrotes ubicado entre nuestras espaldas. Alzando la vista a él, me obsequia con una manzana, algo embarrada, pero, definitivamente, es una deliciosa manzana que, tras limpiar con el vestido reutilizado en trapo, le doy un muerdo. Complaciente como el paraíso, dulce como el cielo y atrevido como el infierno, la disfruto a pequeños mordiscos. Por otra parte, Dumb parece reñir a Skull empleando la mirada.

Al siguiente rato me alimento de conversaciones venales.

Considero que el día termina cuando el sueño me atrapa, aunque la idea de hacerlo me desagrada, con miedo a no despertar, se me quita confiando en la promesa de Dumb y Skull. Cuidarán mi sueño. Además, Skull también me entrega de su camisa para soportar la baja y húmeda temperatura.

Duermo con esperanza.

Muy pronto saldré.

Lloro con la intensidad de una cría abandonada. Me asfixio en propio vómito, y por más que lo he impedido, he perdido la cuenta de las veces que me he orinado a falta de alimentos que hagan algo consistente.

¿Cuánto llevo aquí?

Nadie viene, ni siquiera hay reparto de comida. Sin embargo, aunque Skull trate de negarlo han pasado eones desde la última vez que vi el sol, si han fallado los repartos es por orden.

¡¿Qué hice mal?!

¡¿Acaso Derek seguía engañando?! ¡¿Acaso es el monstruo del principio?! ¡¿Es el monstruo que golpea?! ¡¿He caído en la trampa?!

No sé qué debería creer.

Arrastrada, con las piernas en huelga, logro alcanzar los barrotes del frente, y, como si sirviera de algo, grito desesperada, con el sentimiento que tiene abatido el cuerpo sumándome a los desgraciados del lugar. Imploro perdón, imploro con falsas creencias de libertad.

—¡Sacadme de aquí! ¡Yo no hice nada! ¡Sacadme! ¡Por favor!

Maltrato el cuerpo tratando de pasar entre las barras. Insisto en quedarme sin voz, y Skull, a diferencia de otras veces que ha pedido paciencia, esta vez se une, al igual que lo hace un grupo minoritario. Dumb, de su parte, participa con golpes. Somos una orquesta estridente.

¡Alguien debe oír!

Si aquí no viene nadie haré responsable a Derek, lo proclamaré autor y a los demás sus compinches. Títeres del señor maligno, muñecos de alma diabólica con el único afán de torturarme.

Conseguimos que alguien aparezca.

—¡Derek!

La risa de hiena provoca en mí nuevas náuseas que no puedo contener en la garganta. Cada vez más deshidratada, más enferma, y el tener a Giovanni presente no me da esperanzas.

—Reconocería esa risa en cualquier cuerpo, Alexa —expresa con desagrado Skull —Sácala de aquí. Hazlo antes de que sea demasiado tarde, hazlo antes de que Derek se entere.

—Nenuco, causas migrañas. Tendría que haberte cortado la lengua a ti.

—Esto no lo perdonará.

—Ubícate. Es indispensable. Y ella lo sabe —desde lo más profundo de su zorrería saca la sonrisa. Una de esas, tan repletas de falsedad, que lo único que provoca son ganas de estrangular —Ya no eres la excepción. Hay más candidatas que no temen dispuestas a calentar su cama mientras que se da cuenta que yo siempre tuve que ser la elegida, yo seré su reina, amor.

Tremendo asco.

—Te matará. Eso es lo único que hará contigo.

<<Piensa Soraya>>, me animo. Solo estaré perdida cuando decida rendirme, mientras tanto siempre habrá salida, aún cuando todo perezca perdido seguirá estando, inamovible, para los más astutos. Y yo quiero creer que soy inteligente, que puedo ver más que la media, sorprenderme, lograr salir por mi misma, ya que parece que dependo estrictamente de mi.

Nadie buscaría en su propia casa habiendo recibido la visita de otra organización con la que tú familia ha roto importante negocio, menos piensas en la probabilidad cuando dicha organización es la mafia roja. No solo han perdido la oportunidad de incrementar poder y riqueza, sino que han atacado al honor, han humillado a los rusos al romper el enlace a dos días de la boda.

Derek no vendrá, tampoco algún otro de sus hermanos, solo tengo a Giovanni, mejor dicho, Alexa. No, estoy equivocada. No solo la tengo a ella, tengo a Giovanni y a cuarenta y dos personalidades más.

Tengo que hacerlo reaccionar.

—Giovanni.

—Desperdicias el tiempo —hace volar el largo de su melena artificial, rubia para esta personalidad que adora el maquillaje cargado, el perfume y la ropa de renombre —Giovanni es un miedica. Ninguna novedad para ti.

—No la escuches —me dice Skull.

—Oh, cielos. Sería aburrido si se lo dijera —dice entrando en mi celda sin cerrar la puerta tras de sí. Se agacha pellizcándome la mejilla hacia abajo —No, para ella hay planes mejores. Empezando con ese rostro de falso ángel.

—Eres más que ella, Giovanni.

Estira la mano hacía atrás preparando la bofetada que me acaba tumbando contra el duro pavimento. Mientras me tiembla la cabeza, sin darme el lujo de una recuperación, se posiciona sobre mí.

Escondido entre la ropa saca un cuchillo.

—Cuando acabe con tú cara seré la más hermosa.

El arma blanca recorre la distancia veloz.

—¡Giovanni!

La sangre salta dispara contra mi. Con la cara ensangrentada y los ojos bien abiertos, observo la mano que se ha interpuesto, la suya propia, atravesada por la hoja que la retuerce de dolor.

—¡No puede ser! —chilla aguda. Seguidamente, habla grave, aunque no es el tono que emplea Giovanni: —Puta, a ella no.

Intercalando las dos voces pelean. Alexa lo menciona como Jack, el carnicero, la personalidad por la que comí... Prefiero no recordarlo. Al punto, el conocido como carnicero aleja el cuchillo de ellos y pone la mano en su cuello, en un forcejeo intenso en donde ambas personalidades se mantienen fuertes.

—¡Escapa! —me grita Skull.

Reaccionando salgo por la puerta abierta, pero apenas habiendo dado tres pasos me freno visualizando el manojo de llaves que altera ligeramente los planes de escape para no hacerlo en solitario.

Intento opciones para liberar a Dumb y Skull, recibiendo el sermón del hablador y la negativa mirada del mudo:

—¡Lárgate!

Soy agarrada del cabello y tirada contra una de las jaulas, uno de los ocupantes me asfixia con el antebrazo mientras Alexa recupera las llaves.

La falta de fuerza hace el proceso más fácil, aún así, sin querer caer rendida, pongo resistencia. Ignoro las oraciones de aquellos que conservando la lengua braman deseosos de mi muerte.

Me niego a complacerlos.

Saldré de aquí, haré que cada uno de ellos se arrepienta y que el lado opositor, los que reclaman mi liberación, aunque minoritarios hay, reciban el juicio que cuestiono que recibieran.

—Calma, calma —demanda Alexa, el cabrón que me agarra afloja la sujeción permitiendo que el oxígeno alcance los pulmones —La pobre solo quiere estirar las piernas después de tres días.

—¡Bruja asquerosa! —escupo rabiosa.

—Oh, cielos. Que feo insultarse a uno mismo —llena la palma con la mejilla y clava las uñas en la mandíbula, grito enloquecida sintiendo como se abre paso por mi piel, escasamente, pronto se aparta —¿Quieres correr Sorayita? ¡Ella quiere correr! —grita para los demás —¡Corramos todos! ¡Quién me traiga su cadaver será indultado! —baja el tono para mi, sonriente: —Te doy cuatro minutos de ventaja. Yo en tú lugar aprovechaba hasta el último segundo.

Libera el paso y el preso me suelta.

Volteo hacía Dumb y Skull dejándoles una promesa al aire.

—Regresaré.

Escaleras arriba, considerando la falta de empleados, la única opción que barajo es conseguir un teléfono. La pesadilla terminará al contactar con Derek, antes no.

Exploro cada inmensa estancia.

Al encontrarlo marco de memoria, las prisas y el agobia no me dejan percatar la falta de línea hasta pulsar el último número. Siguiendo el cable llego al punto en que ha sido cortado.

La puta psicópata tenía planeado darme caza desde el principio.

Teniendo cada segundo contado no desisto en encontrar algún teléfono olvidado... Pasando por la cocina. En el centro de la isla. Dentro del frutero. Redonda, roja e impoluta, reclama siendo yo la única oyente.

Ella dice: —Soraya, ven a por mi. Un mordisco.

La fruta me embauca cayendo por ella.

Tomo la esfera con ambas manos. Sin faltar a la que me dio Dumb, esta es una joya más valiosa que el rubí. Ni el color de la piedra preciosa puede combatir con el rojo más puro.

Me obliga a crearle una religión.

Adoradores de la manzana.

Sea santificado su nombre.

Amén.

Esquivo al ataque de uno de los presos con la inmensa desgracia de perder el santo grial en el proceso, el cual rueda bajo la mesa de cocina. Juro fielmente salvarla de un trágico desenlace a la basura.

Un segundo preso se interpone entre ella y yo, sin embargo, ni un centenar de pordioseros impedirán mi cometido.

¡Salven a la manzana!

Recurriendo a las clases de boxeo, armada con los puños nudos, peleo contra ambos presos. Esquivo con ágiles reflejos. Espectaculares me atrevería a puntualizar. Contraataco con intención de lastimar, y puedo ser aplaudida, porque los hago retorcer en el suelo adoloridos.

Despejado el camino recupero la manzana apretándola contra el pecho mientras llegan más presos. Obstruyen toda salida. Considero la más fácil de cruzar, limpio el polvo de la manzana y me dirijo rápidamente a la escogida, deslizando por debajo de las piernas del preso.

Alcanzo los establos perseguida por una docena de hombres.

Los caballos están desbocados dentro de las cuadras que destruyen a mi llegada escapando y obstruyendo a los perseguidores. Gracias a su actuación consigo salir ilesa de la mansión.

Me doy un respiro admirando la manzana.

Preparo el terreno de un primer mordisco humedeciendo los labios, sin embargo, antes de clavar los dientes, aparecen más presos. Ah, eso si, lo que no llegan son empleados. Indignante.

—Lo nuestro quedará para más tarde —le digo a la manzana.

Entro al bosque teniendo a varios pisando los talones. Algunos me los quitos porque tropiezan con ramas y piedras, a otros los despisto sorteando árboles y queda una, la zorra de fin de año.

La manzana cae por culpa suya.

¡Mi manzana!

Hasta ahora había sido amable. Con ella no será igual. Insuficiente con gastarme el tiempo con celos imaginarios provocados por una perra envidiosa, ahora provoca daños a mi preciosa fruta. Tal vez, un poquito, imposible la hubiera perdonado de haberse follado a mi hombre, pero no resulta igual con mi manzana, con ella nadie se mete, solo yo y mis dientes.

Salto sobre ella, desfigurándole el rostro artificial. Nada detiene ni uno de los golpes. Ni su payasada de defensa, ni una falta de agresividad, ni siquiera los remordimientos que no siento bañada en su sangre.

Tras el último impacto letal quedo tocada sobre el cadáver.

Yo... No está bien... Yo, yo no pretendía... Yo, solo quería darle una lección por maltratar mi manzana indefensa, realmente, de verdad, no era mi intención dar fin a su insignificante existencia.

¿Qué pasa conmigo?

Los asesinos son los hermanos, no yo.

—¡Yo no he sido!

Histérica y con la manzana en mano salgo corriendo negando el suceso, perdiéndome en las profundidades del bosque, en una sección no recorrida con anterioridad, peligrosa.

Los pájaros olvidan el canto perturbados con pisadas de decenas, tal vez cientos de hombres que rompen la armonía natural. Alcanzada por uno de los acosadores escolares vuelvo a perder la manzana, segundos en que el dolor de puñetazos son una mofa al lado de la desaparición de la fruta.

Desesperada por encontrarla me enfoco más allá del atacante.

Odas chilla surcando el cielo.

Estiro la mano al visualizar la tentación cuando Dumb embiste al chico sacándolo de encima mía y lo golpea a mata. Mientras acontece una pelea a dos bandos; los que me quieren matar y los que no, me arrastro por encima de tierra, piedras y ramas con la esperanza de volver a conectar con la fruta.

Soy pisoteada, golpeada, y todavía me mantengo firme avanzando cada vez más lastimada.

Los cuervos descienden en picado contra el enemigo.

—¡Soraya! —el grito cargado de ira suena a lo lejos.

Entre la manzana y yo quedan menos de diez centímetros, ya casi la recupero cuando un trastornado la patea. Imperdonable. Le clavo los dientes al gemelo haciendo que caiga. Me golpea la cara descalzo. Mantengo los dientes profundos en la piel hasta que en el transcurso de un segundo intento por golpear llega Skull, el cual le rompe la pierna con la que trataba de joderme.

—¡Soraya! —está más cerca.

Vuelvo a reunirme con mi amiga.

Escondida y enganchada en un tronco me levanto. Ha llegado el encuentro más esperado, aun cuando la manzana interioriza el llanto y le falta un trozo por el cual habrá venganza, todavía me pide ser comida.

—No es personal, quiero vivir.

Elevo la vista a la voz demasiado tarde para esquivar la gruesa rama que se dirige contra mi. La manzana vuelve a caer, el silencio nace a la velocidad que aparece la oscuridad y mi único arrepentimiento es que ya no tendré oportunidad de saborear la fruta del pecado. 


****

¡Las manzanas son creencia, son religión! ¡Las manzanas mandan! ¡Las manzanas tienen el poder! ¡Amén! 

Estuve riendo mientras escribía por las manzana. 


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Una vez el capítulo alcance los 400 Votos y los 500 Comentarios actualizaré el siguiente capítulo como recompensa a vuestro apoyo, porque no existe nada más hermoso que poder interactuar con cada uno de vosotros. 


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