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073 - ACANTILADOS



CAPÍTULO SETENTA Y TRES

DEREK SALVATORE


En contra de todo pronóstico, después de la milagrosa recuperación de Soraya, obviamente, porque me engañó desde el primer segundo, mis huevos están cada vez más cargados. Encima el asunto está agravado, ya que la puta más grande que ha conocido el mundo ha desfilado en las últimas noches por nuestra cama con distintos conjuntos comprados expresamente para torturarme. También se restriega hasta que se aleja al primer toque mio.

Supe desde que descubrió las mentiras que iba a cobrarse venganza, al igual que sé que no follar conmigo la tortura, sin embargo, ella siempre ha sido de ignorar los contra con el único fan de fastidiarme.

Extrañará la silla de ruedas cuando la agarre. Aunque nos la hemos quedado por si acaso.

Contemplo a Soraya quitándose a matar la lencería azul, muy despacio, causando los latigazos de la polla. Maldigo el contrato, lo hago con más rabia cuando se inclina frente el cajón buscando una braguita limpia, dejando expuesto su coñito rosita que suplica por mi, lo sé por la forma en que brilla a causa de la humedad.

Tentar a la muerte le excita.

Maldita loca.

Sufro sudores cuando se pone la camiseta y se le marcan los pezones, siendo consciente la falta de sujetador. Completa el conjunto con el pantalón. El culo se le marca entero por usar un tanga de hilo.

Solo la veo desnuda a pesar de la ropa. Si yo lo hago, igual lo harán los compañeros de clase, el profesorado, los del gym, mi familia y cualquier ser que se le cruce obteniendo la imagen con la que se marturbaran.

—Cámbiate —ordeno, apretando la sábana.

—Ya lo hice, ¿qué estás ciego?

—Ni un ciego te dejaría salir así.

—¿Así cómo? Yo creo que voy bonita —la bestia interna ruge al ver como se acaricia los pezones por encima de la tela. Me planto delante de ella, pegando las manos en la pared y teniéndola arrinconada. Los ojos manifiestan el miedo, la lengua lo contradice, y yo no sé a quién creer —¿Tú no lo crees? ¿Insinúas que soy fea? ¿Si tan fea soy porque estás loquito por mi?

—Deja de jugar.

—¿De verdad crees que soy fea? —hace puchero.

—¿Necesitas escucharlo?

—Obvio que sí.

—Cuando te veo y analizo tú belleza, lo único en que mi cabeza piensa es en el documental del pez borrón que me produjo pesadillas por meses, y a pesar de eso pienso que esa cosa es más bonita que tú —se queda atónita, el bicho es conocido por ser el animal más feo —Cambiate.

—Ya no lo haré —pasa por debajo del brazo y sale con falsa indignación.

El gusto que le tengo es de masoquista. Y el calentón que me ha dejado se suma a la eterna lista que usaré a mi defensa cuando por segunda vez le destroce el coño sin remordimiento.

Al conseguir algo de tregua en mis pantalones bajo a preparar el desayuno de Alessandro y Soraya. Ambos ocupados con la tele.

Hugo llega a la hora de siempre y marcado, aunque ya he descubierto que es una condición proveniente de su nerviosismo. Muchos tienen tic, él se maltrata el cuello hasta sangrar.

Besa la coronilla de Soraya y le da un pico a su pareja, aún cuando cada mañana mi hermano se queja. He sabido que en la intimidad se dan besos largos y con lengua, y que únicamente follaron cuando regresó, difícil de creer en labios de un adicto, pero está dando guerra a su lado primitivo por amor.

Hugo quiere amar y ser amado. Ya no es el amigo que me fotografiaba agarrando un cartel con la palabra dominado, sino que también lo sujeta. El tiempo, los problemas de droga y Soraya lo han mejorado.

Chocamos los puños y se pone a cocinar conmigo, que no es lo mismo que ayudarme. Hace dos días al mofarme con ser mi ayudante, aprovechando que Soraya estaba de espaldas, me encajo la mano en la boca y me atravesó la mano con el primer cuchillo a su disposición, luego tuve que fingir ser mediocre y torpe porque el hermano de mi dulce mujer es un angelito, y como ángel que es nunca ha matado miles de seres vivos. Quien diga lo contrario miente.

—Cinco días y tenemos a los rusos aquí —anuncia y el radar de Soraya detecta el chisme desde el sofá.

—Queda un poco más para la boda —viene directa.

—Máximo rechazó en su momento el banquete para hacer oficial el compromiso, así que la rusa ahora lo ha convencido de una cena familiar. Hoy mismo se pondrá en contacto con Derek y los demás hermanos, y le han faltado huevos para decírselo a su hijo durante el desayuno.

—Siguiente fase del plan en marcha —pronuncia Soraya.

—Detonar la bomba —le sigo la frase.

—Cuenta atrás activada. Cuatro días para la explosión.

—Cuatro, tres, dos, uno. Boooom.

Nuestra actuación queda eclipsada por el gallo que provoca el despistado de Alessandro al cantar el estribillo de una de las canciones de Blue Moon, la banda italiana rompe récords desde su creación. En el noticiario están hablando de la actuación magistral de anoche en el Santiago Bernabéu, donde sesenta y cinco mil fans estuvieron desgastando las cuerdas vocales en su última noche.

—¿Te gusta ese grupo? —le pregunta Hugo.

—¡Son los mejores! —brama eufórico.

—Conseguiré un par de entradas VIP para que puedas ir con Hugo —Soraya me mira fijamente —Que sean cuatro.

—¡Al fin le podré dar las gracias por salvarme! ¡Gracias Derek!

Dichoso nombre.

—¿Salvarte?

—Si, te lo conté. Escape gracias a los licántropos. Y Dante es quien rompió mis cadenas.

Soraya no se sorprende al estar actualizada, el que sí lo hace es Hugo y ni siquiera lo logra disimular. Sin quitar el ojo de encima le pregunta:

—¿Cómo llegaste a nosotros?

—Los licántropos atacaron a los Santoro. En mitad del ataque, Dante me encontró y me liberó. Estaba malherido y no había comida. Cuando recuperé el conocimiento estaba muy lejos. Estuve muchos días caminando sin rumbo, hasta que llegué a la ciudad y acabé siendo vuestro vecino.

—¿A quién esperabas en el parque?

—A nadie.

—Parecías abandonado.

—Estaba perdido.

Hugo se presiona el tejido del cuello y le aparto la mano antes de que se lastime, a este ritmo las heridas le quedarán para lo que le queda. Tira la comida al suelo y dice:

—Se me ha caído, perdón. Iros ya y pillad algo por el camino, a nosotros ya no nos da tiempo hacer algo en condición.

—¿Estás bien? —le pregunta Soraya.

—Por supuesto, jefa.

—¿Seguro?

—Sé por dónde vas y no. Las drogas y yo rompimos en el centro de rehabilitación, y no hemos estado en contacto. Tampoco sufro ataques de abstinencia. Te falle mil veces, no habrá una más.

—Vigila a mi hermano, Derek. Nos vamos, mordisquitos.

Desde que consiguió el carnet se va al instituto sin mí, pero siempre que sale por la puerta entra tres veces más, sin embargo, cabreada y sin fiarse de nuestro Hugo no regresa ni una vez.

—¿Qué mierdas te pasa?

Hugo abandona la pent-house unos minutos. Mientras lo hace Boss viene a limpiar el desastre. Tengo que discutir con él porque el dulce es igual de perjudicial para el perro como conmigo. Puede quedar ciego, incluso causar la muerte, así que con sus dientes clavados en mi brazo procedo a limpiar. Al finalizar le doy una chuchería canina para que me libere pensando en el gran parecido con el dueño, el cual regresa sudándole los testículos lo que el perro me ha hecho.

—Me cuesta creer su historia.

—Dudo que mienta. Y tú deberías confiar más en él. Es tú pareja. En la pareja la confianza es esencial...

—Le enseñaré al perro a morder pelotas. No digo que mi cachorro mienta, lo que digo es que debe estar confundido, lo más lógico de pensar es que se transformó durante la batalla y salió solo.

—Ya lo has escuchado. Rompió las cadenas, lo ayudó. Mi hermano es incapaz de fingir sentimientos, y tú deberías saberlo mejor que yo.

—Apostaría a que él no lo salvó.

—¿Qué tan seguro estás?

—Antes lo hubiera matado. La primera cosa que odia es La Orden, la segunda los humanos y la tercera sois vosotros, los Salvatore. De tener la posibilidad de matar a uno, lo haría.

—Quizás no lo conoces lo suficiente.

—¡Conozco a mi hermano! —grita furioso —¡Solo lo salvaría para usarlo! ¡Y por más hermano no permitiré que usé a mi cachorro!

—Relaja el tono, divina. Sería una pena que tus gritos te dejaran sin voz —Damián entra con la cara embadurnada de negro. Una mascarilla —Estaba iniciando una sesión de belleza con mis esposas cuando manchaste nuestra paz.

—La culpa es suya —me acusa Hugo.

—No deberías dejar que un hombre que no es el tuyo te vuelva loca. Menos si hablamos que ese hombre es Derek.

—Hermano —le corrijo.

—Derek. Ay, por favor. ¿No leíste la circular?

—A él no se la mandó.

—Mi gobernanta siendo tan divina como siempre —se ríe, y yo no entiendo la gracia hasta que no comparte el chiste, aún después de hacerlo continuó sin poderme reír —Tras la mudanza de los nuevos inquilinos nuestra chica implantó una normativa simple. Política de puertas abiertas, obligación de compartir el chisme y de usar tú nombre quedando prohibido los apodos, a excepción suya y su bambino. En simples palabras todas vamos a llamarte Derek. Seguridad, inquilinos y visitantes, a no ser que queramos ser personas ingratas en el edificio.

—La odio —escupo.

—Estuve pensando en sacar beneficio a la política de puertas abiertas para meterme en su habitación. En tú ausencia pude leer un fragmento de lo que está escribiendo, y no podemos ignorarlo, hay que saber todo lo que ha escrito, porque lo que está escribiendo son sus recuerdos.

Hugo ya está arriba de las escaleras cuando mi hermano acaba de confesar algo que creía imposible. En su momento leí todos las historias con finales abiertos, me gustaba leer sus letras, más de una vez repetí las lecturas, hasta que con el pasó del tiempo me di cuenta que era el futuro. Los escenarios y nombres eran distintos, aún así la similitud no podía ser casualidad.

El libro que regalé a Alessando, se lo di a sabiendas que los protagonistas eran Hugo y él. No hay elementos sobrenaturales, pero el libro habla de la inseguridad de un chico al que su familia hizo mierda y que niega su atracción hacía los hombres, etiquetando de enfermedad la homosexualidad. Por otro lado, el hombre del que se enamora describe a Hugo y su lado más macabro, el asesino.

Ojalá hubiera escrito uno de su amnesia.

Solo un libro no habla del futuro. Fine, el libro que no narra una historia, sino que describe la mitad de las pautas de un plan magistral. Tenían que ser dos libros. Le faltó tiempo para escribir la segunda parte.

Entro a la habitación ignorando a los buscadores, metiéndome directo al cuarto de baño a deshacerme de la camiseta e inspecciono la herida. Cálculo que estará ahí por un mínimo de cinco horas ensuciando cualquier prenda, y tiempo hoy no tengo, así que la trato deteniendo el sangrado.

Una vez vendada limpio la sangre de mi piel con toallas blancas que quedan completamente rojas. Igual de rojo que el cristal, el lavamanos, el suelo y el toallero blanco aburrido.

Me echo colonia y regreso a la habitación a por una camisa limpia.

Damián y Hugo siguen buscando como ladrones.

—¡La tengo! —anuncia Damián.

Mi hermano se sienta en la cama sin hacer y Hugo lo acompaña expectantes por lo que están por descubrir.

Antes de que tengan la oportunidad les quito la libreta. Ignoro los reclamos que se producen saliendo de la habitación, bajo los escalones rápido y un Hugo más veloz me alcanza obstaculizando la salida.

—Dame eso —exige.

—Limpiad el desastre que habéis causado o busco la forma para que tú hermana se cabree contigo —saca el puñal y antes de ser víctima le agarro la muñeca anclando en la pared con fuerza. El arma cae al suelo entre los dos —Hay cosas por las que estoy dispuesto a enfrentarme a ti. Una es Alessandro, la otra es proteger los secretos de mi mujer.

—Conozco todos los secretos de ella.

—¿Qué sabes del ruso?

—¿Qué ruso?

—Exacto, no lo sabes.

Estoy atrapado en el atasco de primera hora.

Contesto en manos libres la esperada llamada de Máximo.

—Buenos días, hermano —a él no le ha llegado la circular —Necesito que me hagas un favor.

—Ya dije que no seré padrino en tú boda y que no iré.

—Está resuelto ese tema.

—¿Y quién es el imbécil que aceptó?

—Nuestro amigo Hugo. Se ofreció hace unos días durante el desayuno, y a mí me sirve cualquiera —aprieto el volante. Ese cabrón debería mantenerse al margen de los asuntos de mi mujer y míos —Te llamo para otro favor. De aquí a cinco días necesito que vengas a cenar con los rusos.

—¿Sabes a quién le gusta comer? A Alessandro —el hombre más hermético que existe suelta un bufido —Lo de la cucaracha roja y él parece que va muy en serio.

—Ella no sabe lo que quiere.

—Yo por lo que he visto diría lo contrario.

—¿Y qué has visto?

—A dos adolescentes hormonados comiéndose los morros en el portal como si fueran criminales. Cada vez que quedan.

Me cuelga.

El pasillo universitario queda vacío con mi presencia.

Es un fastidio estar aquí, pero la pecosa tiene por costumbre silenciar el móvil mientras está en clase. Afortunadamente, la previsión de Soraya y el hecho que yo me licenciara aquí ayuda a localizar el aula.

Los universitarios agachan la cabeza nada más entro, echo a uno con la mirada y ocupo el asiento. A mi lado tengo a mi cuñada concentrada. Es de las tomar el máximo de apuntes, de las que no se distraen y de las que hubieran sufrido bullying en el instituto si no fuera por Máximo.

La excusa hubiera sido su cabello singular.

—¿Sabes la última novedad?

—¿Derek? ¿Qué haces aquí? —musita sorprendida.

Otra loca que recibió la circular de los huevos.

—Ser el más follable del lugar —respondo imitando su divertido tono flojo —¿Te sabes o no la última de mi hermano? En cinco días hay cena con los rusos.

—Ya lo sé. Hablo con las cocineras del menú. Y me ordenó ayudarlas porque necesitarán manos extras —los dedos se le blanquecinan ejerciendo presión sobre el bolígrafo —¿Algo más?

—Nana fue a recoger tus cosas.

—¿Eh?

—Después de la universidad regresarás a casa, recogerás las maletas listas, te despedirás de mi hermano y te quedarás con nosotros.

—No quiero irme.

Sé que ningún plan y nada podría hacer cambiar esa decisión, es por eso que no pestañeo a la hora de ser cabrón.

—¿Y quedarte para qué? Estaba seguro de que él te amaba, pero he sabido de como te humilla y de su rechazó. No eres nada para él. Ni una hija. Hasta quiere hacerte cocinar en la boda con su segundo amor, porque a ella si la ama y por eso sigue adelante aún cuando los hermanos estamos en contra —rompe a llorar ignorando el lugar —Hazte un favor y amate. Estaré esperándote en casa.

Cuatro días y esas lágrimas serán pasado.

Cumplida la tarea del día me regreso al bloque de pisos que hemos bautizado como la fortaleza, específicamente a donde voy es a casa de Arturo, el cual fue dado de alta hace dos días. Desde su llegada nos reunimos por horas, considerando que Hugo no quiere ayudarme es el futuro médico el que me dispone de la información de todas las razas inhumanas, incluyendo las extintas.

Hoy la clase es de las extintas.

Los nigromantes.

Los hechiceros oscuros, los reyes de los inhumanos y eternos enemigos de los jinetes del apocalipsis. Los licántropos eran su guardía real.

Hay varias teorías de la exterminación de la raza más fuerte, la más sonada es la unión de La Orden y mis antepasados. De ahí nació un gran rencor que hubiera convertido a Hugo en un héroe para el pueblo oscuro, a pesar de que la matanza de mis tíos y primos fue por aburrimiento, sin embargo, se les cayó el mito al aceptar convertirse en mi amigo o eso supongo.

Quizás no quiere ayudarme porque no puede, porque fue repudiado al formar amistad con la familia enemiga. Pero yo no soy el enemigo, soy el futuro rey del pueblo huérfano, el que que los liderara a la victoria, ya que ganando voy a masacrar la organización que me arrebató lo más sagrado.

Sé que los necesito, al igual que ellos sabrán que me necesitan.

Esto no es como enfrentarme a la mafia, ellos tienen recursos para dar batalla, y aún cuando matarme no pueden, lo que sí pueden es encerrarme a pudrirme en un calabozo con sus cadenas especiales.

Arturo finaliza el encuentro ya que debe estudiar para los exámenes.

Al entrar a la pent-house encuentro una escena que queda retratada para la posteridad gracias a la cámara del móvil.

Alessandro está tumbado en el sofá usando de almohada el regazo de Hugo mientras este lo acaricia y Boss está a sus pies. Solo deja tocarle el pelo cuando recibe la foto y sonríe.

Sin señales de Soraya voy a la habitación para su encuentro. Lo primero que hago es besarla, lo siguiente es entregarle la libreta esperando su bronca, pero la mira con indiferencia.

—¿Ocurre algo?

—Es que esa historia ya no me apetece.

Siento un pinchazo agudo en el pecho tras su confesión. Si el pasado es lo que hay escrito me acaba de reventar el corazón.

—¿Cómo que ya no te apetece?

—Es que estoy bloqueada. Desde el día en que casi te pierdo lo único que me apetece es estar con mi gente y dejarme de estupideces.

Se deja caer en la cama abatida.

Me niego a creer lo que dice. Indiferentemente a que sufra un bloqueo y que la historia que está desechando son nuestros recuerdos, escribir era una pasión que estaba por encima de mi.

—No son estupideces. Adoras escribir.

—Tengo que pensar en mi futuro.

—¿No quieres ser autora?

—¿Sabes cuántos deben fracasar para que uno lo consiga? A largo plazo la escritura te deja en la calle y sin comida. No paga facturas. El sueño de ser escritor famoso es...

—¡Cállate! ¡Es tú sueño!

—Ya no.

Me da la espalda como si ese gesto pudiera zanjar la basura que se ha atrevido a pronunciar.

Quitándome los zapatos entro en la cama, le paso el brazo por la cadera y la pego contra mí deseando que esto sea una pésima broma. No obstante, su mirada desanimada y miedosa confirma las palabras.

Enganchándome a la mano más cercana le doy mimos con el pulgar.

—¿Cuál es ahora tú sueño?

—Aún no lo sé.

—¿Me lo dirás cuándo lo averigües?

—Tal vez.

Intercambiando los roles de nuestras manos se me acelera el cardio cuando roza la marca que dejó la Finismortis. Continuamos sin hablar de ello. Del porqué debe regresar el arma con ella.

—¿Pequitas ya llegó? —pregunta, distrayendo los pensamientos.

—No, había mucha paz en el salón.

—Pero ella salió hace horas. Capaz no te esforzaste lo suficiente, no esperaba menos de...

Tapo su boca a la vez que marco a Darley. Muy contrario a molestarse, lo que hace mi mujer es acercar la oreja y esperar. Responde al quinto toque.

—Derek —solloza.

—Vamos a tener que hablar de las mierdas de normas que hiciste —le digo a Soraya y continúo con Darley —Ya estás tardando en llegar. Te quiero aquí en media hora o voy a engancharte del pelo y te traigo a malas.

—Más tacto que está llorando.

—¿Quieres probar tú?

—Iré después de que llegué Máximo. Necesito que me diga algo más que el silencio, que lo acepte o lo rechace. No soporto que se haya ido sin más.

—Mientras tú le lloras él está recibiendo una mamada de la rusa —dice Soraya.

—De estar con esa lo sabríamos —le recuerdo.

—Se fue al bosque —nos comunica Darley.

—Habrá ido a cazar un par de conejos.

—No llevaba la escopeta.

—Te vienes a cambio de que rastree su chip.

Antes de que acepte accedo al programa de localización. Los dedos quedan bloqueados sobre la pantalla al contemplar la maldita ubicación. Inspiro pausadamente antes de saltar fuera de la cama.

Ignoro las preguntas de Soraya colocándome los zapatos y salgo corriendo esquivando a Hugo, considerando la lentitud del ascensor, me tiro al vacío desde la última planta.

El suelo aún tiembla mientras entro al garaje.

Enciendo el motor y no espero a que el garaje acabe de abrirse. Conduzco derritiendo el acelerador. Alterno la vista con la carretera y la pantalla, aún sabiendo que el punto que señaliza el paradero de mi hermano no se moverá.

Desvio las llamadas de Soraya y las de Hugo.

A causa de mi conducción temeraria ocasiono un par de accidentes que no me harían detenerme en condiciones normales, menos en estás. Mi única preocupación es Máximo.

Mi hermano me necesita.

Abandono la ciudad, rompo records llegando a casa e intercambio el coche de lujo por el todoterreno. A una velocidad moderada y con los grandes focos iluminando el camino nocturno voy hacia la zona alta.

Oigo el chillido de Odas y bajo la ventanilla.

El águila entra cubierto de sangre.

¡Mierda!

Apago el motor a cien metros de los acantilados. Máximo apenas está a diez, pegado al suelo con profundos temblores y llorando histérico.

A su altura lo empujo contra mi.

El traje rasgado y sucio de tierra más las heridas me hacen saber que se ha caído por una pendiente cercana. La peor herida es la de la cabeza. Se desangra. Sin embargo, él no es consciente. Igual que sé que no era consciente de sus actos al venir a la zona alta, la que siempre evita y por un único motivo. Los acantilados.

Nunca tuvo miedo a la muerte, pero sí a los acantilados.

Aún cuando no lo recuerda son altas las posibilidades de que siendo niño cayera por uno de ellos. De ser cierta la teoría, aquel día conoció la muerte y por eso su falta de miedo hacía mi existencia. No obstante, nadie veterano en el servicio sabe de dicha desgracia, ni siquiera Nana.

Es por esto que no he dudado en correr al saber su localización. Sabía que lo iba a encontrar desgraciado.

—Tranquilo, ya estoy aquí.

Verlo tan vulnerable me quema el alma. No pretendía que esto sucediera, sólo quería recuperar el hombre que llegó a ser, el que se perdió cuando nuestro padre asesinó a su esposa.

A diferencia de mí puede morir. Así que empiezo a moverme con cierta torpeza porque mi hermano no va a soltarme y no colabora andando por culpa de la paralización que sufre.

—Despacio.

Aunque me desespera la lentitud, al menos ya estoy aquí y no dejaré que por ningún contratiempo se muera.

Logro meterlo en los asientos de atrás.

Odas chilla y se pone en el respaldo vigilando a Máximo. En estado de guardia. Sé que lo encontró y me estuvo buscando desesperado aunque nunca me lo pueda confirmar con palabras, y lo sé porque conozco a mi hijo.

Al llegar a la mansión de mi hermano el equipo médico se hace cargo de él y lo traslada a la habitación. Los he avisado, al igual que he informado de la necesidad de nuestra sangre. Nuestros cuerpos solo aceptan nuestra sangre, hasta nos sacamos sangre cada seis meses para garantizar un banco, ya que cualquier otra sangre sería rechazada automáticamente.

Es por esa razón que nunca he dudado de la sangre de Giovanni y que aceptar que somos cinco me resultó exageradamente fácil.

Enzo tuvo a Giovanni porque no sabía que había embarazado a una de sus víctimas. Alessandro y Giovanni creo que se llevan días, tal vez horas, lo único cierto es que el mayor es Alessandro.

Sujeto de la cadera a Darley y grita:

—¡Suéltame! ¡Quiero ir con él!

—Cierra la boca y mete las maletas en el todoterreno.

—¡No haré lo que me digas! —la engancho del cabello y camino, justo el portal se abre dejando entrar el Porsche de Hugo. Se baja sin compañía —¡Suéltame, pedazo de gorila sin cerebro!

Se la tiro a mi amigo.

—¿Qué ha pasado?

—Llévatela.

—No sin respuestas.

—¡Máximo casi se muere!

Gritarlo en voz alta perfora mi garganta de dolor y amenaza en romperme ante la idea que no existiera el casi siendo una muerte real. Ya perdí a Adrián y Sara, la solo idea de imaginar que pierdo a alguien más me destruye.

—Llévatela. Quiero que se largue.

No la culpo de lo pasado, solo seguía pautas, pero es que no puedo dejar que ese calvario se convierta en un retroceso, cosa que sucederá si permito que la pelirroja se quede.

Son solo cuatro días más.

Solo cuatro.

Hugo se la lleva recibiendo los golpes desesperados de Darley. Todos ellos flojos para él. Por otro lado, ordeno al personal cargar las pertenencias en el todoterreno, ya que ganas de hacerlo yo mismo no tengo.

Aviso a Damián. Me pide que mantenga el contacto al no poder venir porque no quiere dejar sin vigilancia a Giovanni, después de todo, Nana está conmigo y es a la otra que sabe manejar el circo. Tras unos días en que prácticamente era Giovanni, tras el suceso con la Finismortis, los parásitos han vuelto a atacar, aunque a los días se calmaron tras ocasionar algunos contratiempos. Si está noche vuelven a aparecer significa que sus personalidades actúan según nuestro estado, avisaba de Alessandro y ahora de nuestro sufrimiento.

Es una gran putada porque nunca estamos de acuerdo para estar bien.

Espero alguna noticia desde el salón.

Pietro juega a la consola. El caos lo ha despertado y se ha quedado indiferente después de que le haya comunicado lo sucedido, simplemente, desprende una sensación de paz.

Me pregunto que piensa en su cabeza.

A la hora el doctor me informa de la estabilidad de Máximo y que se pondrá bien dentro de poco. Mucho reposo y evitar situaciones de estrés, aunque eso precisamente es lo que sufre actualmente.

Metería una bomba a los rusos si eso le quitará el estrés. Pero de hacerlo nada cambiará.

Tenemos permiso para pasar a verlo, pero Pietro prefiere irse a dormir y Nana lo acompaña a arropar.

Entro a la habitación iluminada con luz indirecta.

Máximo está conectado al suero.

No espera a que hable para hacerlo él:

—Soy un egoísta. Intente que me dejará de ver como un padre. Llevo semanas dándole un trato despreciable para que lo olvidará, pero sus miradas no han dejado de ser las de siempre —habla débil.

—Eres buen padre.

—Pero no quiero serlo para ella.

—¿Y qué quieres ser? —se produce el esperado silencio —El pasado no va a repetirse. Nadie te quitará a la cucaracha roja.

—Darley. Es Darley —me corrige, cada vez más apagado. Está cansado y hay que dejarlo descansar —Da igual lo que yo quiera. Ella ya ha elegido. E ignorando que lo odio sé que ha elegido a un buen chico.

—¿Y ya está?

—Voy a casarme con la rusa. Necesito que estés conmigo, por favor. Necesito a alguien conmigo. En la cena, en la boda, en todo lo que vendrá.

—Solo si por una vez eres honesto conmigo y me dices a quien amas.

—Amo a Darley. 


****

Toy llorando.

*c tira al suelo y hace berrinche*

¡Mis niños sufren mucho! ¡Muchisimo!

¡¿Quién les hizo tanto dañó?!

(SI OS ESTÁ GUSTANDO LA HISTORIA NO DEJEN DE APOYARME DEJANDO SU VOTO, ME AYUDAN MUCHO)

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