069 - LA VOZ
CAPÍTULO SESENTA Y NUEVE
SPARK
La luz de la luna en lo más alto trata de filtrarse rabiosa por las cortinas de la tenue habitación mientras soy dueña de mis gemidos. Controlo el ritmo. Un delicioso vaivén de caderas, cada vez más rápido y satisfactorio.
"¡Más!"
Cabalgo sobre la montura.
Al principio ha querido tocarme, tener el control, pero tras quitarle el cinturón he atado sus muñecas al cabezal y se ha comportado. A todo hombre le gusta ser dominado, aunque después alardean lo contrario, cosa que hará el morenazo de ojos marrones cuando ya no esté para contradecir. A espaldas de su mujer, sin considerar el bienestar de sus hijos.
"Los hombres son perversos."
Ninguno vale la pena.
Solucionan los problemas con rosas. A mi que no me den, a no ser que quieran que les meta por el pito el tajo espinoso.
Extasiada de los orgasmos me dejo caer a un lateral. Respiro agitada, sonrío a causa del subidón de hormonas, la buena sensación dura en lo que tardó en darme cuenta.
"Puta."
—Usaré la ducha.
Intento ubicarme bajo el agua. Las lágrimas aparecen a la par que un sentimiento de asco hacía mí. Tiemblo entera. Mi cuerpo es de otro. No es la primera vez, de hecho he pedido la suma, aunque siempre recordaré la primera, ya que creí haber sido violada, fue como despertar, como si hubiera sido drogada. A mí lado había un viejo repugnante que aún le quedaban ganas. Con la repetición algo quedó claro, el problema era mío y mi preferencia eran los cerdos sin escrúpulos.
No sé porqué lo hago. Lo juro.
"Excusas"
—¡Cállate!
Tengo una teoría con la puta voz que me acompaña desde que mi madre se convirtió en un monstruo despreciable, una teoría que me vincula a ella. Mi madre, antes de padecer cáncer y que mi padre no la abandonará durante la enfermedad por la secretaria, era un ser de luz. Esa parte no la conté a Death, tampoco a mis amigos. Me aterra perderlos. No quiero acabar como ella. Aunque más aterra la posibilidad de que Edgar padezca lo mismo.
"Eres una golfa. Te gusta serlo."
Solo queda fingir que nada sucede. Igual que finjo que la herida que hay bajo el vientre no es real. Antes de huir y abandonar mi hermano quise suicidarme en aquel oscuro lugar clavándome un cuchillo. Tampoco sé porqué lo hice. Conservo la teoría. De nuevo fue como despertar de un trance.
Observo mi cuerpo delgado en el espejo.
"Has cogido peso, gorda."
Ignoro la voz sin terminar postrada en la taza del váter y con los dedos metidos al fondo de la garganta, en su lugar vuelvo vestida a la habitación del hostal de mala muerte que ha pagado el cerdo por tenerme.
—Aún es temprano, nena —su mirada no mejora mi estado, si lo hace qué se le quita el calentón cuando le robo el dinero de la cartera, después de haber visto la foto que esperaba del matrimonio y sus hijos —¡Quita las manos de mi dinero, puta! —el tacaño se podía permitir algo más decente —¡Suéltame!
Tira de nuevo del amarre al sonar su móvil.
—Tú esposa —compruebo. Cancelo la llamada y abro la cámara —Da tú mejor sonrisa para ella.
—¡No lo hagas! ¡Llévate el dinero!
El flash genera chispas en la habitación.
Godzilla me recibe con un abrazo grandote. El guardián de nuestra guarida da mucho miedo a desconocidos, pero una vez conquistado su corazón es la persona más cariñosa que existe.
La voz por tiempo intentó convencerme de lo contrario y lastimarlo, igual que lo ha intentado con mis amigos, a veces persiste en la estúpida idea, menos cuando estoy cerca de Death o Soraya. Con ellos hay silencio, con ellos solo soy yo.
La chica que se sonroja por un beso robado, la chica enamorada de un caballeroso británico de sonrisa brillante como la luna de hoy en el cielo, la misma que ha iluminado mi trayecto en monopatín hasta llegar aquí.
Me gusta la luna desde niña. De pequeña fantaseaba con que era observada por ella, y que de tener un mal día enviaría a alguien para protegerme. Nunca lo hizo. La luna es un satélite, aunque aún sabiendo la verdad, a día de hoy, la sigo queriendo como en la noche de luna llena en que nací.
Accedo al club.
Los Indecisos se divierten una noche más.
Mi gente está apartada en uno de los sillones circulares, con la mesa ya saturada de copas y más que llegan. Somos un grupo de mucho beber, el único que no lo hace es Pelusa y por la fuerte medicación, una vez quitada volverá a las andadas, aunque quizás prefiere seguir teniendo la boca disponible para Honey. No han parado desde el hospital. Se podrían reservar un poco.
Por otro lado, Death y Soraya, la muerte está indicando algo en la pantalla para su novia que asiente. Soraya viene con frecuencia. Las noches en que está la pareja se va bastante temprano, ella tiene clase y no puede jugar a Control, ya que, aunque no traiga la silla de ruedas, siendo cargada en la espalda de Death, la verdad es que la inexperiencia de él pasó factura para ella. Lleva casi dos semanas pagando.
Aquí todos sabemos que era virgen. A la primera oportunidad, Soraya contó con lujo de detalles lo sucedido, burlándose de su pureza y presumiendo de los veinticuatro y medio. También supimos de la virginidad de ella a través de un grito que humillo con creces el volumen de la música.
Es preocupante sus actitudes infantiles.
—Good night —sufro un palpitar con su acento británico procedente de mi espalda. Death sonríe y comenta con Soraya al darse cuenta —Habías quedado una hora conmigo. No quiero ser yo quién lo diga, pero soy enemigo de la impuntualidad a la que pretendes acostumbrarme.
Advierto con el puño, sirve para que dé un paso atrás y recuerde como tenía su precioso ojito. Nunca quise practicarle un gancho, sin embargo, es más culpa suya que mía, el instinto violento lo tengo de natural y es para defenderme de capullos que tratan de besarme, aunque él no es capullo y yo quería ese beso. Una cartel de aviso me hubiera venido bien.
—¿Ocurrió algo? —pregunta.
Veamos. Diría que no. Únicamente he mantenido una relación casual con un hombre casado porque tengo algo como doble personalidad hereditaria genéticamente por una madre narcisista y con problemas ludópatas, sino fuera por eso, si, en serio, bastante bien por el resto.
—Me olvidé, lo siento.
—Insististe tú.
—Ya.
—He dejado en claro mi posición, Spark. No de la mejor forma, lo admito, aún así sabes que me gustas y no me das una respuesta —no sé que es más sexy, si el movimiento de sus labios hablando con determinación o su acento —¿A qué juegas?
—Mañana lo hablamos.
Quiero que se quedé conmigo, quiero que se mantenga a mi lado egoístamente porque me gusta mucho, en ese sentido soy algo tóxica, pero si algo he aprendido en mis luchas es que todos contenemos veneno, en mayor o menor grado, siempre habrá alguien a quien afectamos negativamente.
Voy a saludar y a sentarme con el grupo.
Honey se desenchufa de la Pelusa para darme dos besos y un cariñosos abrazo, Pelusa hace un juego de puños, Soraya hace una arco imaginario y dispar su beso y Death hace lo suyo, entrometerse:
—Indefendible, llegaste tarde. Encima con un inglés que tiene la puntualidad más sagrada que tú coño.
—¿Quién te deja hablar? —señala a Soraya.
—Lo mareas un poco —Pelusa, salta al ataque.
—¿Y a ti quién te deja? —imitando a Death, señala a Honey.
Suspiro exagerada.
Afortunadamente, Soraya se apiada y no permite que su ansioso cupido negro se entrometa más. Death puede llegar a ser muy cargante, principalmente, cuando se empeña en dar consejos de amor. Y, aunque nadie lo quiere reconocer, casi todos ellos son de una lógica aplastante. Otra cosa es querer escuchar. Yo no quiero.
—Quiero agua, por fi —Soraya, le hace ojitos. Muy pocos hombres se levantan tan rápido como él, por no decir ninguno, y le trae agua en un santiamén —Quiero un hielo —va a por el hielo —Otro —y vuelve a ir.
—Sádica —le digo.
—Yo no soy la culpable de mi invalidez —hace bailar sus pestañas.
—Un poco sí. Que lo buscaste tú.
Controla la velocidad en que sus labios se van separando a milímetro, pega la mano al pecho, espera a Death y me acusa:
—Me ha dicho guarra. Di algo.
—Aprobado por el revientacoños —levanta el pulgar.
Soraya reclama su ofensa mientras que Death suelta el hielo dentro del agua y deja una cubitera sobre la mesa, no le niega nada, la deja hablar mirando sus labios hasta que empieza la guerra de dominio. A mi lado, Honey y Pelusa, nuevamente, también se están comiendo.
Aquí estoy sola.
Normalmente, lidio la situación con Gentleman, experto en interrumpir los comportamientos primitivos, más los de Death, el que tiende más a olvidarse en los lugares en los que se encuentra, sin embargo, el inglés no está, al menos no en el grupo. Visualizando alrededor lo localizó en la barra. Iría corriendo a respirar aire limpio si no fuera por el malestar que se me genera, tengo el vómito en la garganta, viendo como habla con Poison mientras que la muy zorra acaricia su brazo.
—Death —chasquea la lengua al ser interrumpido y Soraya ni siquiera me mira, aunque no parece molesta, creo. No quiero ser su aguafiestas —¿Alguna novedad sobre Edgar?
—¿Quién?
—A veces creo que te haces el tonto.
—Quizás a veces sea cierto —fastidiar es la otra disciplina que domina aparte del amor —Tiempo me pidió y tiempo es lo que doy, si da tantas vueltas es porque si quiere quedar contigo. Irá de la hostia.
—¿Quién es esa puta? —cuestiona Soraya.
Death se gira a ver, Honey y Pelusa atentos a la conversación, aunque no lo parezca, también. Ahora todos saben lo que hace Gentleman y con quien, solo falta que se besen para que mis amigos sientan pena por mi, ya que gracias al bocazas todos están al tanto de mis sentimientos.
—¡La roba hombres! —exclama Death por si aún queda algún despistado —Ella es la que me quiso robar el primer día.
—Oh, ya. Nos vamos —Soraya, cierra el portátil —Mañana tengo examen.
—¿Ahora se llama así? —bromeo.
—Ojalá que sí —ruega Death.
—Aún duele.
Soraya monta la espalda de Death y le hace coger su vaso de agua sumando tres hielos más a los dos que habían. Antes de irse van a la barra para despedirse de Drinkme y dejar el portátil a su cuidado. Todo seguido, giran hacía Gentleman y Poison, Death habla con nuestro amigo ignorando a la venenosa mientras que entrega el vaso a Soraya. Bebe un sorbito, con lo demás baña a Poison. La música bloquea las maldiciones, aunque la pareja no le hace caso, ellos regresan a la mesa arrastrando a Gentleman de la oreja, el cual obligan a sentarse.
—Te lo prometo, Death. Me preguntaba por mi día —dice el inglés.
—Así empieza. Te calienta la oreja, luego la polla y cuando te das cuenta ya la cagaste. Los hombres sois débiles.
—Tú también eres hombres —le recuerda Soraya.
—Ya, pero yo solo siento atracción por ti.
—Como debe ser.
Al rato, Gentleman, Honey y Pelusa debaten las cuatro decisiones de hoy, las cuáles deben cumplir nuestra única norma, la que nos saltamos con Death, solo hasta que obtuvimos la fama que le permite estar aquí. Nuestra norma es que las decisiones deben ser reivindicativas.
Vivimos en un mundo consumista, egoísta y dominado por la corrupción, alguien debe gritar por el planeta.
Control grita.
"Eres su juguete. Te usan."
Maldita voz.
"Saben que no son nada sin ti. Cuando ya no seas útil te abandonarán. Te lo mereces, eres la golfa que abandonó a su hermano y que rompe matrimonios."
"Poison es mala. Tú no eres mejor."
Huyo de la voz. Me excuso rápida a mis amigos y acudo a la sala de billar, a solas trato de silenciar la puta. Sin embargo, me agota. A cada súplica me falta el aire. Cada vez más. Hiperventilo. Duele el pecho.
—¡Cállate!
Las lágrimas humedecen el tapiz del billar. Me estoy debilitando a pasos gigantes a la vez que la voz crece y me dejo caer al suelo. Chupa mi fuerza. Aún así, yo.... yo...
—Spark —Gentleman, me abraza.
La voz odia su interrupción, pero con el abrazo voy recuperándome como nunca considere en brazos de un hombre.
—¿Mejor? —confirmo con un leve asentimiento —¿Qué ha pasado, my lady? Si quieres hablar, escucharé.
Creerá que estoy loca, aunque es cierto, y lo es cada vez que ataca la voz provocando la pérdida del razonamiento. Necesito ayuda. Sé que sí, aún así, cuando se trata de algo personal, algo de mí, hablar es una capacidad que pierdo a una velocidad espectacular.
Más fácil es ser héroe que víctima. Cuando se niega dicha condición sacamos nuestro lado ponzoñoso.
—Mejor ve a disfrutar de Poison. Eres igual que todos.
—No inventes, my lady.
—Te faltó poco para desnudarla con los ojos.
—Mi tipo eres tú.
—Mie...
Detiene nuestra vulgar conversación declarándose oficialmente ladrón de besos después de que haya aprendido a sostenerme las manos los primeros segundos impidiendo un nuevo gancho. A pesar de su osadía inicial me respeta, espera una respuesta favorable antes de aventurarse a continuar.
Sosteniendo sus mejillas, disfruto de una buena lengua británica ignorando la voz que persiste en consumirme.
"Eres su diversión momentánea. Una vez tenga el gusto cansado se marchará con la venenosa."
Calla.
"¿Crees qué le puedes gustar a alguien?"
Calla.
"Vomitará cuando lo descubra."
Calla.
"Rompehogares."
—¡Cállate!
Empujo al británico que se golpea la cabeza con la mesa del billar, sin ser suficiente me restriego los labios y escupo:
—¡Asqueroso aprovechado, me das asco!
No dice nada mientras sangra y me siento lo más hipócrita que existe, yo que señalo de loca a Soraya soy mucho peor y sin excusa. Si descubren la clase de persona que soy, yo voy a quedarme sola con la voz y sé que no lo soportaré, sé que regresaré a mi época más oscura. Será como si nunca hubiera escapado de lo que un día fue mi hogar hasta que mi madre cambió.
Estoy muy débil.
CHEESE
Estoy sin fuerzas.
Amanezco cansado después de una mala noche de abundantes pesadillas que me acosan a medida que me debilito, aunque no son de ojos cerrados, lo sé por la nueva marca.
Otra vez ha sucedido.
Mataré a mi madre de un disgusto.
Ojalá pudiera dar una explicación a mi comportamiento. Yo no deseo morir aunque me acostumbre a la muerte en cada ocasión, hasta me hice amigo sintiéndome tranquilo a su lado y, en última instancia, es mi jefe. Tendría que estar asustado. Otro hubiera intentado escapar, pero yo me senté a escuchar y lo acepté como algo normal, como si lo que me hubiera explicado se equipará con una pequeña multa de velocidad o el pequeño hurto de un lápiz al compañero de clase. Detalles insignificantes.
Voy a preparar el desayuno. Me defiendo bastante bien para ser alguien que se crio desde el abandono. Mi padre y mi hermana me dejaron voluntariamente, por otro lado, mi madre murió a consecuencia del cáncer, postrada en la cama del hospital sin que nadie pudiera evitar el trágico desenlace, ni siquiera existió la oportunidad de regresar a casa para despedirse con la calidez de una familia.
—¿Qué familia? —pregunta mi madre.
Mi madre sobrevivió al cáncer. Nata luchador, de las que no se rinden ni en el que debía ser su final. Ella es mi fuerza. Mi apoyo. Es la mujer que se quedó cuando fui abandonado por todos. Amigos y familiares, recibí el menosprecio de aquellos que decían quererme.
—Buenos días —beso su delgada mejilla, una de las secuelas que le dejó la enfermedad fue su delgadez. Sin importar el que coma no engorda. Y eso que ella se alimenta muy bien —¿Cómo dormiste?
—Repleta de energía —sonríe con dientes podridos.
Sirvo desayuno para uno.
Hace años que no tengo a nadie con quien compartir los desayunos, aunque, últimamente, para cambiar de aires, tenía la genial idea de quedar a desayunar con mi jefe, sin embargo, considerando que es la muerte, es imposible que comer se encuentre en su listado de actividades obligatorias. También pienso en su edad. Igual que pienso en la edad de sus hermanos.
Si hiciera una comparativa como se hace con la edad de perros y gatos con los humanos, independientemente a los años de mi jefe y por su personalidad, lo posicionaría en la etapa infantil. Muy posiblemente después de que fallezca, en caso de que esta se produzca de vejez, continuará en esa fase.
Mastico la comida cada vez más despacio y perdiendo la energía con mi madre alimentándose de mí. No, perdón. Eso no es así. Ella también está comiendo del segundo desayuno que he preparado.
Malditas pesadillas que afectan la realidad generando alucinaciones demasiado reales par desmentir, sin embargo, son falsas. Estoy agotado. Solo es eso y nada más que eso.
Mi madre vive.
—¿Ya escribiste la carta de renuncia?
—No.
—¿A qué esperas?
—Tengo el trabajo soñado. Estudie para ello, ocupo un gran puesto y, aunque mi jefe a veces sobrecarga, es mi único amigo y es muy buen amigo. Se preocupa por mí.
—¿Quién se preocupa por ti?
—Mi jefe.
—¿Quién se preocupa por ti?
—Mamá.
—Exacto. Mamá cuida de ti. Escucha a mamá y haz caso. Agarra el cuchillo —complazco la suave orden y cojo el cuchillo por el mango. Ella me quiere — Ese hombre no te conviene. Te ocultó quién era. Se confesó porque te estaba perdiendo y necesita usarte.
—Él no...
—Imposible que se haya fijado en un simple y aburrido humano para darle su confianza, ¿cierto?
—Cierto.
—Vas muy bien hijo.
Corto la piel, lentamente, así como le gusta mamá para que la sangre no se desperdicie saliendo disparada a consecuencias de la rapidez. Quiere toda de ella. Hasta la última gota. Es su segundo plato favorito después del alma.
—¡Hijo! —chilla mamá, suelto el cuchillo y me alejo de la mesa. Otra vez no, por favor. Quisiera saber el porqué —¿Qué haces hijo mío? —llora desolada. Soy un mal hijo, de lo peor —¿Por qué nos haces esto?
—Lo siento... Lo siento, mamá. Por favor, perdóname —la abrazo sintiéndome el más miserable. Un buen hijo jamás haría llorar a su madre —Voy a parar, está es la última vez que lo hago.
—Es culpa de ese trabajo tuyo.
—Mamá, yo no creo que...
—Ese maldito jefe tuyo te hace la vida imposible. Te carga de trabajo y responsabilidades egoístamente, no piensa nunca en ti, no considera que la presión te agobia empujándote a hacer... —el dolor cada vez es más profundo y yo me siento horrible por hacerle esto a la única a quién le importo —Por favor, hijo. Ya perdí a tú padre y hermana, no soportaría una pérdida más, si te pierdo yo no quiero imaginar de lo que sería capaz.
—Renunciaré. Lo haré por ti.
—¿Seguro?
—¿Me ayudas a escribir la carta de renuncia?
Siempre que me alejo de mi madre hay una voz que me persigue empleando mis errores para destrozarme el ánimo, voz que muere cuando llegó a la sede donde respiro sin la correa que me ahorca.
Trabajar para mi jefe es lo mejor. La plantilla y yo compartimos el pensamiento, principalmente, por el sueldo y porque los veteranos insisten en defender a nuestro jefe a pesar de sus actitudes hostiles. Los veteranos tienen razón. Ladra por herida. Somos inocentes del efecto de la maldición, sin embargo, que no podamos evitarlos no significa que le dejé de doler, aunque yo no me había dado cuenta del rechazo que sufría Derek en forma de sumisión por parte de los empleados cuando estaba cerca de nosotros, ya que a mi nunca me doblego.
Pero hoy, quizás hoy me vuelva a desmayar cuando le entregue la carta que he escrito con mamá. Aunque, claro, eso si llegamos al punto, pues no es la primera vez que vendo con la intención y fracaso.
No quiero abandonar mi pasión. Es mi sueño, y yo no quiero echar a perder todo lo que he logrado.
Hago una bola con la carta y la lanzo en la papelera de mi despacho, estoy seguro que el trabajo no es el motivo.
Tengo una reunión con mi jefe, pero antes tengo otra con el equipo de psicológicos que tratan de ayudarme, inútilmente. Aunque estoy decidido a no rendirme, menos cuando apenas nos hemos reunido en un par de ocasiones y ansió descubrir el falló de mi cabeza para detener está locura.
No me aterra morir, pero de tener que elegir entre la vida y la muerte, me quedo con las ganas que tengo de vivir.
—¿Preparado? —pregunta William.
William, el británico, es el líder del equipo y el más audaz. El equipo es la unión de prestigiosas mentes de diversas nacionalidades, es así porque mi jefe quería lo mejor para el caso de Soraya.
Siendo la principal víctima de mis actos y con mi madre siempre presente, aún cuando hay dificultad en hablar solo con uno, desde el principio no me agobié al hacerlo con nueve psicólogos. Hubo una época en que fui un chico muy sociable, tenía amigos o eso era lo que creía, el caso es que había gente ahí, compartía con ellos, fueron mi apoyo durante la enfermedad de mamá. Al igual que no comprendo mis intentos, tampoco comprendo porque los perdí, seguía siendo el de siempre, así que no soy capaz de razonar en qué punto me equivoque.
Hablamos de mi padre un día más. Tengo buenos recuerdos con él hasta el día en que decidió abandonar a su esposa y sus hijos en mitad del tratamiento, suficiente era que estuviera enferma como para añadirle dos cargas, aunque mi hermana mayor le quitó gran peso cuidando de mí.
Beth era asombrosa. Organizaba tan minuciosamente las cosas que tenía tiempo para hacer las labores de casa, atender las necesidades de mamá y las mías y sacar sobresaliente en todas las asignaturas. Era admirable. Lo fue hasta que decidió abandonarnos después de que el cáncer desapareciera.
Siempre quise y nunca supe el porqué.
Necesito una explicación, aún cuando le guardo rencor quiero saber qué la motivó a traicionar a los suyos. Cambió tan de repente. De la noche a la mañana. Al despertar ella ya no estaba.
Claro que la busqué, claro que tampoco la encontré, se fue tan lejos que la primera vez que la mencionó el jefe me sorprendí.
—¿Qué crees que debes hacer? —pregunta William.
—No sé, dímelo tú.
—Beth es un ancla del pasado que no te permite nadar, hasta que no soluciones el problema te seguirás hundiendo —habla otro profesional cuando ya empezaba a creer que estaban de adorno —Tienes la oportunidad de navegar, y para ello antes debess soltar los nudos de las anclas.
—¿Quiero suicidarme por ella?
—Si, pero no. Es una parte —participa un tercero.
Abren debate como si no estuviera presente, aunque se podría decir que es así, ya que dejó de estar de cabeza enfocado en la idea de un reencuentro con Beth. Desde la propuesta he tenido la idea presente. Una parte lo rechaza, la otra acepta entre gritos desquiciantes que hacen temblar, y es que no tan el fondo quiero volver a abrazar a esa maldita traidora y perdonar sus errores, excusarla de todas las formas posibles para volver al tiempo en que fuimos una de las familias más felices que han existido, porque sí, nuestra felicidad era envidiada.
Me voy antes de que se acabe la sesión. He tomado una decisión en la que nadie puede interponerse, ni siquiera lo voy a permitir, porque es lo que yo he decidido aún si me equivoco.
Por la familia.
Esquivo a la nueva secretaria. La tercera desde que Soraya despidió a Charlotte, las dos siguientes también las echo ella, y eso que la mujer del jefe no ha vuelto a venir por la oficina. Una llamada y adiós.
—Malditos celos los tuyos —hablando del rey de Roma, nada más cuelgue va a efectuar el cuarto despido —Joder, a la siguiente la contratas tú. No puedes dejarme sin secretaria.
Al colgar se ríe desquiciado. Esté hombre se divierte con los celos de su mujer, si no fuera porque sé que las secretarías son auténticas apostaba mi sueldo a que contrata modelos para que la grite.
—Antes de tiempo, Cheese. Espero que no hayas escapado de tú reunión o te regreso agarrado del cabello.
—Quiero ver a Beth.
—¿Y esa quién es?
—Culpa mía. A mi hermana, quiero ver a mi hermana —sonríe triunfante, ha sido un pesado, pero lo ha logrado, voy a reunirme con mi hermana como tanto lo deseaba él y escucharé su excusa —No te prometo nada.
—No lo necesito, ya sé que la has perdonado.
—Te digo que no.
—Ya te darás cuenta.
—Yo no...
—¿Interrumpo? —pregunta el hombre que abre la puerta de una patada y sonríe más cabrón que mi jefe —He venido a joderte, Death. Tengo algo que te hará llorar como el maricón come mierda que eres.
****
Hermano favorito, ¿y por qué es Cheese?
Creo que los desoriente un pellín, creo que sí, aún así tenía intención que conocieran más a los hermanos porque son importantes, no solo son unos amigos que están ahí para que Derek pueda ser social. No, no existen solo por eso.
Entonces, ¿por qué existen?
Ah, ya. Solo Derek sabe.
Por cierto, el último que entro, si, lo confirmo, para divertirme un poco de vuestra impaciencia. El que llegó fue Hugo.
(SI OS ESTÁ GUSTANDO LA HISTORIA NO DEJEN DE APOYARME DEJANDO SU VOTO, ME AYUDAN MUCHO)
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