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068 - ICH LIEBE DICH


CAPÍTULO SESENTA Y OCHO

HUGO DE LEÓN


Me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obli...

Suelto precipitadamente la barra de doscientos kilos y voy a rendir cuentas con un saco. A nudillos descubiertos. Escapo del eco que me persigue, al menos lo intentó ignorando la migraña.

¿Cómo pudo decir eso?

He obligado en el pasado, también me he meado en sus caras después de correrme y antes de decapitarlos. No lo justifico. Mi modus operandi se caracteriza por la ausencia de empatía hacía las presas, aunque tampoco es justo decir que no merecieran dicho final.

Conozco las expresiones de quien he sometido, es por esa razón que juro no haber forzado a Alessandro, aún así, al escuchar esas palabras de sus labios, y en referencia a mí, simplemente, enloquecí.

Ya estaba rabioso al quedarme sin la cita que iba a camuflar como salida de amigos para que estuviera cómodo, pero no debía decir eso, ni siquiera por los celos que no debí dejar existir.

¿Qué culpa tengo yo del silencio?

Los celos lo hacen más adorable, aparte significa que la mierda que siento es correspondida. Ambos lo sabemos, lo que, como buen Salvatore, su cabezonería persiste en etiquetarnos de enfermedad, así que creí conveniente no desmentir sus pensamientos a causa de las marcas.

Death piensa igual, Soraya no. Ella confía en mí. Claro que juega ventajosa al saber la causa. Por otro lado, a mi no me marcan, menos el cuello, aquel que se ha acercado no ha tenido un final feliz.

Me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obli...

Scheisse!

Después de cuatro horas de intenso ejercicio acudo a la ducha a revivir la follada con mi cachorro. Sujetando la polla recupero el pasado. Mejillas rojas, respiración irregular y gemidos, exquisitos gemidos. Contabilizaba sus latidos al minutos a través de la sangre viajando por la vena de la yugular, empeorando así mi dureza mientras que me acept...

Me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obli...

La erección cae antes de finalizar.

Ignoro el acontecimiento quitándome el sudor con una ducha larga de agua fría. Estoy en mi peor momento. Es jodido. Más para un adicto. Es mi forma escapar del campo de batalla, de los cadáveres, aunque desde que conocí a Soraya la paranoia iba aflojando y no requería distraerme con sexo, hasta que se extinguieron.

Hace una semana vuelvo a tener ataques paranoicos, hace una semana las palabras me torturan y hace una semana que ocupé una de las habitaciones de la mansión de Máximo.

Ato la toalla en la cintura y reviso el móvil por primera vez a las siete de la mañana. Varias pérdidas de Death y Alessandro, el último también me ha escrito, aunque el primero no puede por bloqueo.

Lo último leído es el buenas noches de ayer. A los minutos escribió de nuevo sin que lo alcanzará a leer, y así estuvo la noche entera, escribiendo entre intervalos de veinte a cuarenta minutos.


¿Estás con alguien?

No puedo dormir. D:

¿Cuándo regresas?

¿Vienes a contarme un cuento?

Pesadilla Ú.ù

Ya puse las sábanas en la lavadora, de aquí media hora estarán limpias y como si no hubiera pasado -////-

¿Qué haces?

Tengo hambre. Quiero pastel.

¿Crees qué puedas venir a cocinar?

¿Continúas ocupado con alguien?

Voy a intentarlo yo.

¡Fuegoooo!

Derek me riñó

No me gusta el pastel que hizo, no lo hiciste tú T.T

¿Regresas ya?

¿Voy a buscarte?

Ayúdame a dormir. TT_TT

¿Cambiaste el número?

No, Soraya dijo que no.

¿Soraya miente?

Buenos días.


Leo el último cuando recibo el siguiente:


¡Te he pillado conectado! ¡Responde!

¡Dime que estás bien!


Decidí desde el primer momento no responder ningún mensaje, ahora dudo de mi fortaleza para cumplir mientras sufro picores en las yemas. La dulzura que desprende es perjudicial. Atenta contra mí.

Escribo la primera letra cuando entra la llamada de Soraya. Me libero de cagarla contestando, al igual que siempre, y si no he llegado a tiempo he devuelto la llamada en cuanto me he percatado de su existencia.

—Malos días —saluda con energía acumulada, cuando se libere de la silla existirá la mezcla de un huracán, un terremoto, un tsunami y un volcán. En otras palabras, nos iremos a la mierda —Informe.

—Igual que ayer.

—¡Inútil!

—Hablamos por la noche, jefa. Es prácticamente imposible que haya habido algún cambio mientras dormía.

Tenemos un plan, lo teníamos antes de que se produjera el incidente, de no haber sucedido Alessandro sabría que iba a quedarme unos días en casa de Máximo para sonsacar los detalles de la boda, también lo sabría Death. Queremos la información para destrozar el día.

—¿Quieres deshacerte de la pelirroja? —obvio que sí.

Acepté a Darley en su día como una más, pero desde que está cerca de mi cachorro he soñado, en alguna ocasión, casi siempre, en envolver su cuello con ambas manos y apretar.

—No tienes que manipularme.

—Ni tiinis qii minipilirmi.

—¿Qué es lo que realmente quieres, jefa?

—Tú cachorro lloró toda la noche.

—¿Y qué le hago?

—Contesta sus mensajes, al menos uno. Si no lo haces habrán consecuencias de las que no podrás escapar. Sabes de lo que soy capaz.

La cuelgo y vuelvo a leer el último mensaje:


¡Dime que estás bien!


Borro la "b" de bien y elimino la conversación al completo. Si respondo ya no podré parar y regresaré, lujo que no me permito, la prioridad es quitar de en medio a la pesadilla de Darley. Sin ella tendré mi cita. No solo eso, sino que dispondré de mi cachorro tal y como lo quiero.

Acudo al salón a desayunar con padre e hijo. La tensión de su relación se podría cortar con un cuchillo oxidado, la culpa la tiene el progenitor y su comportamiento corrompido con Darley.

Unto una tostada con mantequilla y la mojo en el café.

La función está por continuar.

Aparece la pelirroja, nuevamente. Viste con el uniforme de sirvienta, a pesar de que va tarde para llegar a primera clase, al igual que ayer, antes de ayer y desde que su relación hace aguas. Máximo es el culpable. Solo la quiere a ella sirviendo, y no precisamente para alegrarse la vista de buena mañana.

—¿Me puedo retirar, mi señor? —cierra los puños sobre la falda.

—Sírveme zumo.

Levanta la jarra que se encontraba a centímetros de él y le sirve mientras que el dueño de la mansión se la come con la mirada. Aunque alguien ajeno no lo llegaría a sospechar, vería en él un hijo de puta que trata de humillar a su empleada, pero la realidad es que es un hombre herido. Ni siquiera pensaría que se pajea con pequitas, y que en sus fantasías se corre sobre ellas. Reniego a que no lo haga. Al final, hielo o no, se debe a su polla.

Máximo humedece los labios con el líquido naranja, pasa la lengua y suelta el vaso rompiéndose en el suelo. Sin quitarle la vista, ordena;

—Recoge. Con tus manos.

Desde el ángulo en que estoy parece que al agacharse lo haya hecho para chupársela y no para recoger el cristal. Mueve la cabeza a buen ritmo, y no ayuda que el propietario de dicho rabo trague duro.

—Más lento. No desees acabar rápido.

Pietro escupe su batido y agranda los ojos. Crecen tan deprisa. Su padre no tiene tiempo a preguntar que ya se ha ido, excusándose con que llega tarde a la escuela, más de lo habitual.

Al incorporarse la gata se nota lo caliente que está con solo ver sus mejillas encendidas.

—También voy tarde —y antes de irse se follará con los dedos.

Suelta el cristal sobre la mesa y huye.

—¿Te corriste? —increpo.

—¿Disculpa?

—Conmigo no disimules. Sé muy bien lo que imaginabas porque yo también lo imaginé. Esa boca tiene pecado, pero más pecado es que no aproveches. 

—Quiero que te vayas.

—Por lo visto quieres muchas cosas y nunca consigues nada, y yo no seré la primera de tus excepciones.

Media hora más tarde camino por los pasillos de la mansión como si fuera el amo, el auténtico se ha escondido en el despacho.

—Te dije que lo mejor para ti es que te fueras. Ahora no vengas llorando porque te coloque en tú lugar —oigo a Gaspar.

—No estoy llorando —su voz apenas alcanza mis oídos, pero es audible y es Darley.

Como el buen chismoso en que me convirtió Soraya y el club de los kimonos, asomo el hocico al exterior sin ser detectado.

Gaspar asedia a la futura mujer de Máximo entre los coches. El consejero deja el maletín sobre el capo de mi coche. A continuación, sube las manos libres en los hombros de mi estúpida amiga y clava sus ojos depredadores en el escote.

Sabe lo que hace, y sabe que la ventana del despacho de su señor da vistas a la parte trasera. También ha esperado a que no hubiera nadie. Oh, pero, sorpresa, estoy yo.

—Te puedo llevar a donde quieras. Seré bueno contigo, pero antes debes ser buena conmigo.

El cuerpo de ella no responde mientras que la mano de él desfila por su brazo alcanzando la muñeca. Despacio, como si en realidad su acción no fuera asustar, empleando la mano libre, saca la salchicha. Blanda y delgaducha, ni bien usada podría dar un orgasmo.

—Po... por fa...favor...

Los pequeños dedos están por conectar con la ridiculez cuando el cabrón brinca cagado de miedo por el golpe que he dado en el coche adyacente.

Fassen Sie nichts an, was Inhen nicht gehört.

(No toques nada que no te pertenezca)

Se apresura a guardar la cosita.

—Disculpa, no hablo alemán.

De un puñetazo cae al suelo. Ejerzo fuerza con la suela metálica sobre los dedos que controlaban la mano de Darley, lo hago hasta que se rompen los cinco huesos y aguanta bien el grito. No queremos curiosos.

—Ensuciaste mi coche, cabrón —retiro el pie. Antes de coger el maletín me lo apropio —Me gusta el cuero. Considéralo una compensación por traumatizar a mi bonita bestia alemana.

—Hay documentos importantes de la organización.

—Esfúmate.

Su deber sería proteger cualquier cosa importante para la organización, pero no resulta una decepción que no luche, más después de ver el tamaño de sus canicas acorde a la realidad, pura dosis de cobardía.

—¿No deberías estar en la universidad?

Lanzo la maleta en el copiloto, me giro hacia la pelirroja y aplasto a joder sus mejillas. Paralizada y con lágrimas, no procesa lo que ocurre, esclava de un pasado que no olvidará. Igual que con mi cachorro. Ambos deben aprender a imponerse al recuerdo que les dejó sus agresores.

Me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obli...

Silencio el tormentoso eco a la vez que hago reaccionar a la pelirroja a través de un beso insípido.

—¡Hu...Hugo! —se cubre.

—Bienvenida de nuevo, gata. ¿Vas a decirme por qué no estás en la universidad o prefieres seguir el beso?

—Máximo ha prohibido a los choferes que me lleven. Si quiero ir tiene que venir Alessandro a por mi. Aunque la mejor opción es Derek. Pero. Es que. Es que no quiero molestar.

—Te contaré un secreto, rojita.

—¿Cuál?

—Siempre molestas. Ahora sube al coche, me he quedado sin tabaco y la universidad me queda de camino.

—Mentiroso.

Ocupo el asiento de cuero, enciendo uno de los últimos cigarros y hago rugir el motor. La pelirroja acaricia el cristal.

—Sube si quieres venir.

—No quiero... No quiero ensuciarlo...

—Sobreviviré.

—Seré más... más precisa... Voy a moja...

Oculta la cara y bajo la vista a sus muslos descubiertos. Recupero la primera noche en que compartí cama con mi cachorro. Nunca olvidaré la batalla que me dio cuando despertó histérico a causa de una pesadilla. Me quería lejos, y yo me moleste conmigo por no quedarme.

Cubro el asiento de atrás con mi camiseta.

—Sube, no lo volveré a repetir.

Nada más escuchar el "click" del cinturón la hago gritar manejando a velocidad de competición por la carretera de curvas extraídas del infierno. Le quito la mala manía de pensar. Asesino el fantasma del pasado.

—Afloja el ritmo —presiono el acelerador. Río a causa de las maldiciones que me acosan. Máximo se escandalizaría —¡Hijo de la gran! ¡Lunático! ¡Ojalá te amputen las piernas, malnacido!

—¿Conservaré la tercera?

—¡Será la primera!

—¡Auch!

Voy soltando la palanca hasta normalizar la velocidad dando respiro a la pelirroja que parece que está por potar. Abro su ventana, y el aire se encarga de hacer desastre en su cabello.

—Vengativo —se queja.

—Gata roba hombres —escupo.

—Esos celos me hacen daño —canturrea.

—¿Celoso? ¿De ti? Te queda mucho. Solo quería un día con él y lo jodiste —le recuerdo —Así que sí. Soy tú almorrana.

—Grotesco.

—Sincero. El término se te atraganta en la garganta, pero lo que soy es sincero sin esconderme de nada. No como otras —de lleno al centro —Eres tan egoísta que no te das cuenta del daño que haces.

—Soy buena persona.

—Máximo se repugna, Darley. Se compara con tú padre. Eres muy estúpida al no darte cuenta.

—Él no puede pensar eso —se llenan sus lagrimales.

—Claro que lo hace. Está tan desesperado para que lo veas como otra cosa que no sea una figura paternal que te trata de esclava. Soporta mejor la idea de que lo odies.

—¿Y qué hago?

—¿Te lo tengo que masticar todo? Comete a ese padre por todos los que hemos deseado pecar con el témpano de hielo.

—Derek y Soraya...

—¿Qué quieres tú?

—A Máximo.

El resto del viaje es llenado por la música de mi hermano. Dante y su grupo lideran las listas. El álbum más vendido fue con cuarenta y nueve millones de copias, y en toda su carrera ciento cincuenta millones. Actualmente están de gira.

Aparco en doble frente a la universidad, Darley baja y va al lado de mi cristal con el epicentro de sus cejas arrugado.

—¿Cómo lo harías? ¿Qué le dirías?

—Imposible hablar con la boca ocupada —se tiñe en rojo —En la polla no, gata. En los morros. Ya lo demás se lo dejas a él.

—Vale. Lo haré.

Espero que entre. Hay más de un chico que gira a verla, y es que está para estirar polla. La saludan y la tonta les corresponde con una sonrisa que causaría un paisaje helado de cadáveres de estar el que se debe aquí, aunque solo es un pensamiento porque trágicamente no habría matanza, pero sus vidas dejarían de ser buenas para lo que les queda. Máximo puede ser el perfecto torturador sin la necesidad de tener a sus presas enjauladas. Se basa en la estrategia. La única singularidad se produce con el monstruo de Darley.

Asco de aburrimiento.

He pasado el resto de la mañana rascándome los huevos sin que haya nada interesante que hacer en la mansión. Tengo prohibido practicar tiro con cualquier arma afilada a los empleados, tampoco puedo de madera o de goma. Por otro lado, no socializo con nadie humano, aunque de querer solo conseguiría que mi aburrimiento empeorará drásticamente. Tampoco está Pietro para entrenar. 

Contemplo el maletín como opción para distraerme.

Gaspar no ha mentido al decir que los documentos tenían relación con la organización. Son sus negocios ilegales. El aburrimiento provoca que lea como si me gustará la lectura. El primero, lleno de tecnicismos, se enfoca en las ganancias obtenidos del ejercicio de la prostitución mundial, con mayor influencia en territorio italiano. Maquillan la palabra puta con dama de compañía. Del documento en sí lo más destacable es el dinero que se embolsa el consejero. Casi el cincuenta. Está firmado por Máximo.

El segundo es el traspaso de un club de Chipre. Los Salvatore directamente se lo regalan a Gaspar por el buen servicio. También firmado.

Gaspar les mea.

Tengo que parar de leer el tercero.

Sufriendo temblores de manos desgasto las colillas después de vaciar el nuevo paquete batiendo los récords. Sudo, palpito a un ritmo frenético. Aparece el tic nervioso sobre el cuello. Me pellizco y rasco, la piel se adhiere por debajo de las uñas mientras que me consume la lectura.

No, ellos no pueden mentir. Ya caí en esa equivocación por culpa de Laura, no volveré a caer. Quizás es que he leído mal.

Doy una segunda oportunidad.

Apretar los lagrimales no impide las lágrimas por cada una de las palabras que leo sacadas de una pesadilla. El campo de batalla me marcó, pero no es comparable a la esclavitud que sufrí en manos de la droga.

Aceptaría que siguieran con está mierda, pero Death dijo muy claramente que se habían quitado del tráfico de narcóticos.

Contacto con él.

—Ya era hora —dice y yo no digo nada, le cuelgo antes de tener una conversación decente con él.

Los siguientes minutos no deja de sonar el aparato hasta que lo destruyó contra la pared. Caigo en la esquina. Hiperventilo. El cuello odia profundamente las uñas que no dejan de atacar.

A la miseria le doy el breve tiempo en que pienso.

Regreso los documentos manchados en sangre al maletín y salgo a por el cabrón que juega. Desea a la chica de su jefe, le roba en sus narices e incumple las órdenes pretendiendo ocupar la silla de Máximo.

Unos empleados me hacen saber que aún corre por aquí, así que lo busco caminando por encima de cadáveres, hasta que lo encuentro dando órdenes como si fuera el señor.

—Voy a por el cuello de Gaspar, así que no me responsabilizaré de los que mueran por quedarse.

A solas, tiro el maletín abierto a sus pies provocando que los documentos se desordenen por el suelo.

—He leído el contenido.

—Todo ordenado por Máximo.

—¿También el próximo intercambio de drogas?

—Si —la mentira está tan lograda que parece verdad —Salvatore ordenó a su hermano mayor la cancelación, pero nunca se efectuó, y eso fue una sabia decisión por parte de Máximo. Necesita todos los fondos posibles para la guerra. Las armas no se construirán del aire.

—Intenta de nuevo.

—Se lo puedes preguntar tú mismo.

—¿Y darte margen para escapar?

Le he ofrecido una segunda oportunidad e insiste en mearse en mi cara, al igual que hace con los hermanos. Quizás lo pensará, pero pensar no significa hacer, y de hacerlo no lo haría escondido.

Máximo es el más honesto. Siempre y cuando el asunto no haga referencia a Darley.

Sujeto con fuerza ambas hachas y procedo a realizar un decapitación al más puro estilo nórdico. Bárbaro. De corte imperfecto. La sangre de un desgraciado me baña complaciendo mi gusto por ella, a su vez el cuerpo viudo de su cabeza cae al piso ampliando el charco.

Sin canción, sin baile.

Demasiado rápido.

—Hugo.

La paranoia se disipa en el aire con mi nombramiento en boca de Máximo que me ofrece un pañuelo mientras Gaspar permanece intacto. El suceso ha sido tan creíble que no podría decir cuando empezó el delirio si no fuera porque aún estoy cogiendo el maletín cerrado.

—Debes aprender a controlar tus nervios —acepto el pañuelo limpiando la sangre del cuello sin quitar la vista a Gaspar. Máximo se percata —¿Ocurre algo?

—Nada —doy el maletín a Gaspar.

—Déjanos solos —le pide Máximo y me mantengo al margen, dejando que la rata viva un día más. Esa presa no me corresponde —Ven, te curaré la herida.

Vamos al salón donde recibo la cura. Tiene buena mano y su concentración es una desgracia para mi dureza, siempre he querido follarme a los hermanos, ellos bien lo saben, pero nunca esperé caer por uno. A mi defensa caí por el mejor. Vivo duro por él, más que con el resto.

—¿Qué te inquieta?

Alessandro.

—Mi deseo sexual —juego con su mechón. Acorto la distancia, él la recupera —Estoy hambriento. Quiero pecar, quiero pegar las rodillas al suelo y rezar con la boca abierta.

—Te buscaré a alguien.

—A Darley.

Superficialmente pierde color y voy a por él, agarrando con fuerza la nuca impido que se libre del beso. Nos hago caer al sofá. Desde la posición de dominio tiene cero posibilidades de escapar.

Los Salvatore asustados tienen un perfume excepcional que me vicia a querer hasta el último matiz.

Continúo forzando el beso. Chupo y muerdo su labio, consiguiendo una apertura suficiente para colar la lengua. En ningún momento espero ser correspondido, aún así, cuando aprieto el bulto de su pantalón, engancha mi cabello con fuerza, nos gira y me atraganta envuelto en un aura de amo.

Me cago en la puta.

Lo peor de la situación no es perder el control, lo peor es su forma de besar, la cual debería ser condenada. Soldados dando guerra. Emplea la estrategia. No da ni un segundo de tregua.

Intento sacarlo de encima.

—¡Suéltame!

—Nunca libres una guerra perdida —se aparta sereno, pero tengo la creencia de que sus pensamientos queman como las llamas de una explosión —Te conseguiré alguien antes de irme.

—Ahórratelo. Lo único que puedo usar es esta —alzo la mano.

—No parece funcionar.

—Tengo pareja.

—No lo parece —interviene Darley. Su palpable indignación impide desmentir lo sucedido —Se lo voy a decir

Desaparece rápido, pero para rápido estoy yo al ir detrás de ella lejos de la atención de Máximo. Le pego la mano con la que sostiene el móvil. Interrumpo la llamada a mi cachorro con el pie y miro fijamente a la gata, malditos ovarios que tiene cuando no se trata de su amorío.

—¿Uno a cuánto, gata?

—Sabes que es una actuación.

—Eso no significa que duela menos —agacha la cabeza, debe reflejarse en mí las ganas que tengo de ampliar la colección con su bonita cabeza. Tendría un amable lugar entre mis grandes presas —Haznos un favor. Díselo o bésalo, haz lo necesario para que se dé cuenta de tus sentimientos. En tus manos está la felicidad de los cuatro.

—A eso iba.

Observo la escena de muy cerca.

Antes ha desperdiciado una hora debatiendo la mejor manera para lanzarse a por Máximo, yo con ese tiempo ya lo hubiera follado, después de dejarle claro mis aspiraciones con una comida de morros. Cada quien lo suyo. Lo importante es que al fin no tendré que compartir a mi cachorro.

Caza a Máximo apunto de subir al coche.

—¿Tienes prisa? —pregunta lenta.

—¿Tiene prisa, mi señor? —la corrige y procede a ser más imbécil: —¿Dónde dejaste el uniforme? Te prohibí estrictamente usar la ropa de calle cuando estás en mi casa. Es desagradable.

—Discúlpame, aún no tuve la oportunidad.

—Ve a cambiarte.

—¿Me castigará si desobedezco?

Un segundo es suficiente para cantar victoria, y se necesita de otro para salir del engaño. Máximo ha perdido la postura, expresando por un breve instante el deseo sabido que existe en su ártico, enseguida ha regresado a su ser hermético, pero antes sus pupilas se han dilatado, los agujeros nasales se han contraído y sus boca ha saboreado la fantasía que perdura por cabezonería.

—Ordenaré a uno de mis hombres que lo haga —yo lo estrangulo, lo que falta es que sea Gaspar —Retírate.

La gata no se mueve ni un centímetro.

—Llega tarde, señor —Gaspar, se entromete llegando con un par de hombres más que complica la declaración.

Cuando doy por perdida la ocasión, increpando mi cuello, inicia el milagro por el cual hubiera aprendido a rezar como santo y sin pecado.

A oídos necios la pelirroja pasa a la acción. Ignorando el público que la ha visto crecer, enfocada al hombre que empapa sus bragas, sujeta la corbata y levanta los pies buscando el beso que cambia las reglas del juego.

Justo en el clímax, Máximo se encarga de dar un desenlace catastrófico al provocar una culebra por contestar al móvil. Lo peor del momento es que es la otra.

—Lamento mi demora, amor. Se ha alargado la última reunión —cuelga y mira las manos de Darley sobre su corbata —¿Ocurre algo?

¡Si, que eres imbécil!

—El nudo está mal, mi señor —aún cuando se esfuerza, el temblor de sus manos y voz no pasan inadvertidas. Máximo debería darse cuenta —Si me lo permite se lo hago de nuevo.

—No puedo tardar más.

Comete dos graves errores más. El primero es irse, el segundo es hacerlo con los hombres dejando a Gaspar, después de excusarse con el dolor de sus dedos rotos a causa de una caída que tendré el gusto de hacer repetir. De no haberme escondido para ver el bochornoso espectáculo se hubiera ido con los demás, ya que no podría creer como un tonto que la niña está sola.

Darley llora ignorando el peligro.

Gaspar avanza y yo estoy listo para jugar, pero antes de que ninguno de los dos se divierta interviene el hijo de Derek y Soraya. Odas cae en picada a su ojo. El consejero grita histérico, sangrando y con un globo menos, el cual se encuentra en el pico de la majestuosa águila.

Desprecia al ocular como manjar, lo tira al suelo y con las garras lo hace explotar impidiendo la recuperación. A continuación, despliega las alas y chilla a Gaspar que logra correr directo al bosque. El águila se convierte en su pesadilla ayudado por un grupo de cuervos que lidera.

A la vez que eso ocurre, Darley pasa deprisa por mi lado, corriendo a meterse en su habitación a llorar.

Me rindo por hoy, mañana lo intento de nuevo.

La noche es silenciosa y pacífica para aquellos que creen que romperse una uña es lo peor que existe.

Llueve sangre del techo.

Ayer ya no pude dormir, hoy no será diferente. De los siete días apenas he dormido ocho horas. Es imposible descansar si la lluvia no cesa y los cadáveres del pasado no dejan de acosar con la última expresión.

Tengo que mantener la cordura.

La lluvia cae más intensa. Muy pronto cesa, cayendo la última gota que pega en a frente y desaparece como el delirio, a causa de su voz:

—Gunther.

—Cachorro —menciono, con la garganta seca.

Cierra la puerta y enciende la luz, a su vez he salido de la cama apresurando el recorte de distancia hasta quedar a medio metro. Sé que es real. Lo sé, incluso antes de que aparezcan los celos.

—¿Qué haces aquí? Tienes que irte.

Espero que hable, que diga algo, que acepté estar celoso por las heridas del cuello y poder quitarlo de su error, pero no actúa como quisiera, en su lugar soy sorprendido con su mordisco en la yugular.

El elástico tira, la presión es insufrible mientras prosigue el ataque de mi cachorro. Expreso lo cachondo que estoy, y voy a más cuando pellizca mis pezones sin abandonar el cuello.

Compite con el resto de señales.

—Ale...Alessandro...

Maldita debilidad, tengo que detenerlo, debería hacerlo, tendría que poner distancia entre los dos, pero el intento queda en nada cuando en última instancia estoy sentado al borde de la cama y continúa provocando.

Logro quitarlo del cuello y que ocupe la boca en la mía, su predisposición provoca que sea más intenso que en la última.

Conduzco su mano al elástico. Mientras libera mi mejor arma me encargo de equilibrar nuestra desnudez quitándole la parte de arriba, lo siguiente es el pantalón que pospongo cuando su mano se divierte con mi polla.

La torpeza que desempeña burla al experimentado. Me fascina que apriete aunque duela, que olvide los huevos que le reclaman, que apresure el ritmo, me fascina cada detalle desastroso porque lo hace mío. Solo mío. A mis ojos es un cachorro puro al que perjudicar con gusto, a los suyos debería contemplar la misma visión, pero me lo dañaron demasiado.

Me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obligó, me obli...

—No —capturo su muñeca. Insiste y tengo que ser rudo: —Suelta mi polla. Ahora —la suelta despacio y, el muy cabrón, hace un puchero con lágrimas que pone a temblar mis defensas —Quita esa cara.

—¿Tan mal lo hago?

—Me gusta como lo haces.

—¿Entonces? ¿Por qué?

—¿Por qué, qué?

—¡¿Por qué vas con otros?!

Tengo dos opciones. Seguir ocultando la verdad y caer más por sus dulces celos o sincerarme, opto por una tercera más insensata que es la de tumbarlo en la cama y colocarme encima. Antes de parar con esta infernal tortura me complazco con un beso más y otro, también otro. Me pone su lado tóxico. Aún así consigo reprimirme.

—¿Haces esto para que no vaya con otros? —empeora el puchero y me hago a un lado, sino me lo follo —De lo único que debes estar celoso es de mis manos, cachorro.

—¡Mentira!

Acude al lado opuesto del colchón, se cubre con la sábana y se dispone a dormir sin quitarse los zapatos. Voy detrás de él, tumbado, comparto la sábana y peso el brazo por su cadera. No opone resistencia.

—¿Te quedarás a dormir? —pregunto lo obvio.

—Soraya dijo que Máximo no estaba. También dijo que dijera que soy la consecuencia —adoro a esa diabla —Ahora déjame dormir.

—No te engaño, cachorro.

—No me debes ninguna explicación.

Sube más la sábana y dejo que duerme, sabiendo que por los miles de mensajes que he recibido, durante la semana, ha dormido igual o menos que yo.

Las pesadillas no tardan en aparecer.

Apegado más a él, canto suave y a la altura de su oreja:

Wise men say, only fools rush in. But I can't help falling in love with you —el efecto es inmediato y los temblores disminuyen —Wise men say, only fool rush in. But I can't help falling in love with you. But I can't help falling in love with you.

Se gira buscando seguridad, colocando la cabeza en el hueco que queda entre la mía y el hombro. Acaricio la barba amablemente.

But I can't help falling in love with you. Ha llegado tú sentencia, cabrón.

—Gu... Gunther —solloza dormido.

—Ya estoy aquí, cachorro.

La pesadilla regresa a su agujero sin que haya podido despertarlo, aún así mantengo la guardia. Normalmente, duermo, ya que mi oído de soldado hace que despierte con el mínimo cambio, sin embargo, hacía tanto que no compartimos cama que me quedo en vela mimando sus rasgos.

A las horas tocan la puerta.

—¿Duermes?

Máximo no espera a que responda. De un movimiento ágil alzo la sábana cubriendo del todo a mi cachorro mientras que el imbécil de turno alcanza a sentarse en el sillón con un caminar zopenco.

Bebe de la botella.

—Estoy harto de todos —habla alto.

—Baja el volumen.

—Me la vas a chupar. Es mi casa —en otras circunstancias grabaría por la posteridad —¿Qué os creéis que sois? ¿Vuestro payaso? Siempre desafiáis a mi paciencia, y por un favor que pido, después de todos los que me debéis, ninguno tiene cojones de ayudarme.

—Si despierta no necesitarás que te hagan el favor —fuerzo los dientes para no levantar la voz.

El alcohol lo tiene tan gilipollas que no es hasta lo dicho que se percata de mi acompañante bien tapado. Entonces, baja el tono:

—¿Tú pareja?

—Si.

—Yo también quiero —hace una mueca, comparte los mismos gestos que Death en el mismo estado ebrio —¿Sabes qué? Voy a casarme con Darley. Tengo fecha, pero no padrino. Ninguno de mis hermanos quiere.

—¿Es el favor que no te hacen?

—¿Tú lo harías?

Utilizo el móvil de Alessandro para grabar y que el alcohol no sea una excusa, lo hago porque sé que muchos morirán rabiosos y la futura esposa volverá a tener energías para intentarlo de nuevo mañana. Voy a joder hasta que liberen a mi cachorro de sus estupideces.

—Pídelo perfecto.

—¿Quieres ser el padrino de mi boda?

—¿Quién es la novia?

—Darley.

—Siempre y cuando mi cachorro, mi novio, este a mi lado durante lo que duré toda la ceremonia. En primera fila. ¿Tenemos trato?

—Firmado con la palabra Salvatore.

Contento y engañado, porque se lo voy a hacer cumplir, le pique los huevos a quien le pique, abandona la habitación.

Alessandro ríe en sueños.

Le peino el cabello a un lado, le beso la frente y confieso, algo que no he querido esconder en ningún momento, que no quiero callarme como lo han hecho mis cuñados más grandes, no me considero tan imbécil:

Ich liebe dich.  


****

Me voy a disculpar como no lo han hecho ni Hugo, ni Alessandro, me doy a disculpar porque yo adoró a Hugo. Funaron al hombretón. Ni siquiera le dieron la oportunidad de defenderse que me lo creían infiel. Que sí. No está con Alessa, no de manera oficial, ya todas sabemos porque, sin embargo, Hugo tiene palabra, y él dijo que con el único que le iba a engañar era con la mano. 

Por otro lado, Hugo es muy tóxico. Eso no lo discutimos, ni siquiera él, pero Alessandro también es tóxico con sus celos y su forma de pensar, aunque culpable de sus pensamientos no es después de lo que vivió. Sin embargo, lastima. Y lastimo mucho a Hugo. 

Hugo ama a Alessandro. 

¡Alesgo es real! 

(SI OS ESTÁ GUSTANDO LA HISTORIA NO DEJEN DE APOYARME DEJANDO SU VOTO, ME AYUDAN MUCHO)


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