059 - BAUTISMO
CAPÍTULO CINCUENTA Y NUEVE
SORAYA AGUILAR
El simulador me tiene absorbida, más hoy, ya que dispongo de tiempo después de que Damián haya decidido cancelar el entreno. Tiene asuntos que atender. No ha querido entrar en detalles.
Mientras aprendo a conducir ahogando mi deseo de atropellar a los transeúntes que cruzan algún semáforo en verde, comparto el salón con Alessandro y Darley, después de recogerla en la universidad. Supuestamente, están en una cita, eso es lo que nos aseguramos que crea el glaciar, sin embargo, a la hora de la verdad, Alessandro juega a la consola que le regaló Derek y Darley estudia.
Hugo entra a casa y sin soltar las bolsas que evidencian la nueva ropa que ha comprado con la generosidad de Derek, alza la cabeza de Alessandro cogiendo su mentón por detrás y lo besa.
Reprimo el grito como fan de Alesgo. Más cuando el receptor se sonroja y bloquea. Es tan dulce que me supera.
—Jefa —Hugo, me da un beso en la mejilla.
Me incorporo y digo:
—Deja que te presente a Darley. Es...
—La gata ladrona —le presta un segundo de atención y entrecierra los ojos —Oye, gata. Ni una uña sobre mi chico o te quedas calva.
—Perdón —se disculpa la pelirroja.
—No soy tú chico —Alessandro, balbucea.
—Solo estamos jugando —digo.
—Son los niños los que juegan, los adultos hablan. Y lo que ella debería hacer es hablar con ese tal Máximo.
¡Noooo!
Los planes existen para seguirlos. Derek tuvo el detalle de hacerme compinche y decidí subir la apuesta. Vamos a llevar esto hasta el límite. Y, por el bien común, si pequitas se salta alguna regla seré yo quien le arranque la melena.
—¿Qué te has comprado? ¿Hay algo para mí? ¿Y para Alessandro?
—Solo ropa para mí. Para que dejé de lloriquear el cachorro.
—Es que es mía —se ofende.
Han pasado dos horas desde que llegó Hugo.
Continúo practicando con el simulador mientras que Hugo se ha unido a Alessandro con un segundo mando y Darley se ha convertido en su espectadora. Comentan sobre el juego.
—Ya estoy aquí, divas —llega Damián y sus chicas.
Daniela, Kora y Liang luciendo kimonos, Samiya traje con corbata. Damián entrega tres bolsas. Una para Alessandro, otra para Daniela y la última para Hugo, antes de plantarse delante de mí dándome dos besos en las mejillas y un pico.
El contenido de las bolsas son kimonos.
—Espero que hayas conservado el tuyo —me dice con una agradable sonrisa —Fue pensado especialmente para ti.
—Claro que lo tengo.
—¡A cambiarse! ¡Hoy es noche de divas!
Damián me acaba ayudando con el nudo y me planta frente al espejo arreglando mi peinado y el maquillaje. Sus manos son mágicas. Lo que manipula con ellas acaba reluciendo como el oro.
¡Estoy espectacular!
—¡Me encanta! —lo abrazo agradecida.
Sus esposas y novias son afortunadas.
Vamos al encuentro de los demás y decido marcar a Derek. La respuesta es en el acto.
—Hola, Bird.
—Hola, Bambino —se queja por lo bajo —No seas cascarrabias. Mira que te estoy llamando para que te vengas de fiesta. ¿Tengo que pedirte permiso? No, ni de broma. Soy una diva.
—¡Así se habla! —aplaude Damián.
—Ahora vengo —digo para el grupo.
—Desperdicias nuestro tiempo, diva. Ese hombre no es apto para ser una reina como nosotras.
Ignorando el aviso voy a la habitación para poder hablar con mi hombre, dispuesta a no ser rechazada. Estuvo saliendo con Alessandro. De party. Cada noche. Su motivación residía en distraer a nuestro amigo, ahora lo hace Hugo, sin embargo, anoche salió sin él y regresó a las horas perfumado en alcohol. Alguien le tiró la copa.
¿Quién?
No pregunte por falta de evidencias y su demostración de fidelidad dada con anterioridad. Finismortis me recuerda la promesa. No obstante, las zorras nocturnas desconocen el dato.
Derek debería estar obligado a presentarse con un; Tengo propietaria y mató a quién se atreve robarle lo suyo.
¡Horrible!
¡¿Qué hago yo con este pensamiento?!
Tengo que obligarme a recordar quién soy para él. El fantasma de una tragedia competitiva con los dramas de Shakespeare.
—¿Vendrás? —le pregunto.
—Tengo trabajo atrasado.
—Esa no era la respuesta. Vas a venir. Será la fiesta más divertida a la que hayas asistido.
—No dudo de ello.
—¿Entonces?
—Aprovecharé el tiempo en que no estés para trabajar —suena a excusa para no decir que estará con la otra. Me reprendo con un golpecito. No es así. Hay un motivo por el cual no quiere —Diviértete.
—Estaba pensando en tú negocio. El de mis bragas.
—Niego cualquier participación.
—Te dije que no me quedaban.
—Compraré.
—Lástima que no llegarán hoy. Mi coñito sentirá la caricia de la brisa nocturna filtrándose por la arriesgada apertura del kimono —lo oigo respirar insanamente —Ciao.
Cuelgo precipitadamente y corro a reunirme con el grupo. Me reservo la sospecha generada con chantaje sobre que Derek vendrá, mejor aún, hago creer el rechazo dando la razón a Damián. Claro que puede ser así. Al igual que puedo arrebatar la llave al niño y no dejarlo entrar, también lo puedo hacer dormir en el sofá, después de una intensa sesión que me calmara, más no demostrare.
—¿Cuál será la primera parada?
—Considerando que hay nuevos ingresos, toca bautizo y el primer paso es comer a lo espectacular —contesta Damián.
El restaurante ha sido reservado para nosotros y el disfrute de un servicio completo en el banquete de más de un centenar de platos. En la suma no cuento los platos de Alessandro.
La gastronomía principal y única son los insectos.
Alessandro, Damián, Hugo, las esposas y la novia de Damián comen sin poner la cara de asco de Darley. La pelirroja ni un bocado ha dado. Igual que yo.
—Coman, divas —dice Damián.
—Ya pase por esto —se queja la roja.
—Oye, ¿por qué Samiya no lleva kimono y cena en nuestra mesa? —pregunto.
—Creo que ya no me ama —la mira y se lleva las manos al pecho —Ay, duele. Mi pobrecito corazoncito ya no puede soportar más de tú seriedad.
Samiya lo ignora. Damián no se rinde y va a hacerle drama de más acerca, hasta que todos se voltean al escuchar la bofetada que sorprende al marido.
—¿Quieres divorciarte? —le pregunta serio.
Kora y Liang se interponen defendiendo a Samiya. De mientras, la novia continúa cenando.
Digan lo que digan parece que Damián no las escucha. Mantiene los ojos sobre Samiya, y ella a él.
—Vale —dice, el Salvatore.
Las esposas parecen creer que se lo ha dicho a ellas, sin embargo, estoy convencida que es la respuesta formalizada verbalmente a Samiya después de comunicarse a través de la mirada. Me gustaría estar con alguien a ese nivel. Una relación real y con una intimidad tan elevada que las palabras sobrarían.
Derek no me lo puede ofrecer.
Somos un engaño. Ni deja que lo conozca, ni ve más allá del pasado.
—Mi diva no creas que puedas distraerme con mi esposa —parpadeo, yo creía que si —Darley y tú tenéis que comer o no me rendireís.
—Una ensalada y pasta fresca sin carne, ni bichitos, gracias. ¿Tú qué quieres, pequitas?
—Lo mismo.
Suspiramos aliviadas cuando cede a la petición excusándonos con un nosotros ya comimos insectos antes. Además, Darley ya es vieja socia.
Acabamos de llegar al Apocalypse.
Directos a la zona vip formamos un círculo. Damián se encuentra en el centro. Sostiene con el puño cerrado ocho palillos chinos. Explica las bases del juego, quien saque el pintado en azul le toca preparar los tragos, ya que en nuestra noche no se permite a terceros chismosos.
—Soraya, la gobernanta primero.
El azar me odia. Saco el azul.
—¡Tramposo! ¡Seguro que todos son azules!
—¿Haciendo trampas a mi hermana? —salta Hugo en mi defensa. Damián le ofrece elegir y saca uno normal —Estás sola en esto, jefa. Espero que no se te dé igual que la cocina.
—Hazlo tú —protesto.
—Estaré ocupado en las próximas horas, lo siento —ese perdón no se lo cree ni la más ingenua.
—¿Mirando el culo de mordisquitos?
—Exacto.
Tras una explicación inútil acerca de la organización de la barra, inútil porque mis neuronas ya se han encargado de exterminar la información, tengo a un público ansioso para que les sirva. Los únicos que no están por la labor son Alessandro y Darley. Rechazan el consumo de alcohol. Por otro lado, los más intensos son Damián y Hugo, picando mi paciencia con los golpes en la barra y su canto a coro:
—¡Trago! ¡Trago! ¡Trago! ¡Trago!
Mezclo sin mirar las botellas. Ni les pongo hielo. En una acción suficientemente malvada. Eso me convenzo, ya que sino soy capaz de servirles los tragos después de escupir en estos.
Brindan antes de arrasar el contenido.
—¡Horrible! —gritan felices.
Comparten la única neurona que les queda.
Daniela, Kora y Liang reciben las copas sin ruido. Sus expresiones son puro asco al primer trago. A pesar del detalle siguen tomando mientras que el dúo unineuronal se comportan groseros. Exigen más. Si, exigen.
A la santidad me la devoró y les sirvo con escupitajo, sin esconderme a la hora de escupir. Lo hago en sus narices. Lentamente. Acumuló la carga antes de liberarla en las respectivas copas a través de un hilo de baba y mucosidad.
—Especialidad de la casa. Salud.
En una penosa demostración, procedente de dos estúpidos, se contempla como beben y presumen de ser el que tiene más babas. Supuestamente la acción debería haber resultado repugnante, no una disputa. Menos que el triunfo fuera el que más esencia tuviera como si se tratará de una competición mundial de cualquier disciplina.
Soportaré por mi cordura.
A los chicos sanos les doy agua embotellada, también es la bebida que escojo para mí. El juicio lo tengo sano. No beberé mierda.
—Bailemos —Darley, me agarra de la muñeca y me arrastra.
—¡No puedes llevarte la camarera! —protestan, Damián y Hugo.
Son tan coordinados y cercanos que nadie cree que lo suyo sea solo una noche de borrachera. Etiquetados de amigos. Yo los etiqueto así. Eso me hace pensar hasta qué punto conoce mi hermano los negocios Salvatore y sus crímenes. Me pregunto si conoció a la mujer de Derek, aunque no lo conociera a él, puede que se conocieran a través del tercer hermano.
Hugo puede darme luz.
Alessandro y las chicas bailamos. Lo hemos arrastrado a la pista exclusiva y Hugo fiel a su palabra le mira el culo, el buen culo que no desperdicio en manosear para provocar a mi querido hermano.
—¡Ey! —Alessandro, se queja sonrojado.
—Antes me besabas y ahora te quejas, yo creía que lo nuestro era algo hermoso que ningún hombre iba a poder romper —sus manos se acogen a la tela de mi kimono y de un tirón me besa. Correspondo maligna —Sabroso.
—Eres un peligro...
—Mio —interrumpe Hugo.
Arrastra a la pobre criatura indefensa a la oscuridad mientras que lo despido con la mano. Después de la mala suerte con Laura y su conocida cornamenta, era de suponer una reacción posesiva.
Continúo bailando hasta quedarnos sin música.
El DJ ha detenido la sesión, a la vez que no hay nadie en la planta baja comentando la extrañez. Silencio fúnebre. Solo puede significar una cosa que compruebo asomándome a las vistas.
Está aquí.
Acompañado del hermano más pequeño y usando ambos kimono, Derek camina por un pasillo humano de reverencias forzadas.
Antes de bajar el último escalón se produce el encuentro. A través de los ojos trató de usar un lenguaje no verbal, aunque no soy buena, ya que en la profundidad de su negro solo interpretó miedo. Imposible. Ni un milagro podría provocar ese sentimiento en alguien de su reputación. Existe para infundir, no para procesar.
Olvidando los iris su respiración intensa, los labios apretados y su ligero gruñido manifiestan cabreo.
Mejor dejo la traducción para los profesionales y me desvivo por su atractivo regalado en kimono.
Que alguien se ocupe de mi charco antes de que provoque un accidente resbaloso, por favor y gracias.
—¿Qué haces aquí? —le pregunta, Damián.
Derek no le responde. Aunque es tan simple como decir que yo le invité, sin embargo, yo tampoco digo nada. Por otro lado, me siento estúpida cuando me doy cuenta que la pregunta ha sido para Giovanni.
—Soy Giovanni. Derek me arrastró a venir —dice intranquilo —Ya le dije que lo mejor era que no.
—Estupideces. Vamos, sube.
Me aparto para que Giovanni siga a su hermano y corto el paso a Derek.
—Peaje.
Inspira profundamente. Soy cargada en su hombro y sube las escaleras. Un breve viaje que dura lo que tarda en llegar al primer piso.
Tras abandonarme se dirige al sofá donde están Alessandro y Hugo. No saluda. Se pone a fumar como si le urgiera la necesidad de pudrir hoy mismo los pulmones. Irónicamente, gracias a la regeneración, sus órganos deben conservarse como si jamás hubiera tenido ninguna clase de vicio.
—¿Quieres algo para beber? Gracias a un tonto juego de azar me ha tocado ser la camarera.
—Hoy no bebo. Creía que se tenía que venir obligatoriamente en kimono —libera el humo enfocado en Samiya.
—Está trabajando.
—Estoy aquí, soy suficiente para proteger a mi mujer. Se debería divertir y dejarse de gilipolleces.
—Tienes vía para decírselo —comenta Damián.
—Bird, diviértete también.
Después de regresar con las chicas y que el DJ haya sido sustituido por Damián por indisponibilidad, prosigue la noche de alcohol y música.
Tendría que ser divertido para todos. Desgraciadamente, como en toda buena fiesta existen los aguafiestas. Samiya y Derek, a la primera nadie le quita estar en guardia, al segundo, en fin, es Derek. El carácter amargo lo tiene arraigado como el café de los cultivos vietnamitas.
Tenso, a punto de romperse. Su única función es la de mirarme el trasero que sacudo al ritmo de Mayores, de Becky G y Bad Bunny.
—A mi me gustan mayores. De esos que llaman señores. De los que te abren la puerta y te mandan flores. A mi me gustan más grandes. Que no me quepa en la boca. Los besos que quiera darme y que me vuelva loca —cantamos, Daniela, Darley y yo.
Voy en búsqueda del gruñón.
—Baila conmigo.
Agarro su brazo, tira para romper la conexión y quedo tumbada encima de su regazo. Una buena postura para recibir azotes, aunque lo único que recibo es su lejanía después de deshacerse de mí.
El niño se ha refugiado en la esquina.
Esto no queda así.
Considerando que su compañero de salidas es Alessandro, lo usurpo de Hugo y salimos por la salida de emergencias. Afuera, sin música, nada me impide buscar algo de claridad.
—¿También es un amargado contigo?
—¿Eh?
—Cuando salís.
—Es incomparable. Él, bueno, la sociedad le tiene fobia, porque... —porque no es humano y afecta a los que sí —Eso que te lo diga él. El caso es que aquí no se siente bien por eso.
—Entiendo, hay demasiado público.
—Tampoco es...
No le doy tiempo a hablar que he regresado al interior y pulsado el botón de incendio activando los rociadores. También el caos abajo. Los perdedores se acumulan en la salida.
Gritos, atropellos. Acobardados por el fuego invisible. Si se detuvieran un segundo a procesar se darían cuenta de la chiquillada.
Disfruto del empape alzando la cabeza.
Maravilloso desastre.
—Bonito concepto de la diversión —Derek aborda mi cintura y me da un besito dulce en la coronilla. Se ha disipado su tensión. Lo expresa con la relajación de los músculos, la sonrisa que no esconde y su perversión: —Comprobemos que tan cierto es tú falta de lencería —palpa mi nalga.
—Aún hay público —digo en referencia a su familia y mis amigos.
—Démosles un buen espectáculo —sin pudor, ni intencionado a esconderse, pega la pronunciada erección en mi culo —No puedes actuar e impedir las consecuencias. Te necesito, Bird. Aquí y ahora.
—No es por demasiado —corta, Alessandro.
—¿Qué te pasa a tí? —gruñe el gran pitbull.
—Nosotros vamos a un lugar especial. Te puedo llevar —pongo espacio entre Derek y yo.
Estoy más interesada en la información que en generar una porno presencial para los nuestros. Tampoco es que sea la única. Evidentemente, ante mi supuesta ignorancia, los demás saben, exceptuando a Hugo, que no estoy muy segura, pero de ser ignorante pronto pondré sus conocimientos al mismo nivel.
Alessandro guarda el misterio.
Antes de bajar a la boca del metro cerrada a estás horas, Derek es forzado a detenerse y responder a una llamada corta.
—¿Apunto de cagarla? —le pregunto.
—Apunto de cagarla —confirma.
Marco a Máximo.
Desde que subí el voltaje del plan, pusimos tantos observadores al hermano que podrían contabilizar sus visitas al servicio. Claro que eso sería si estuvieran las veinticuatro horas pendientes. Mi propuesta inicial. No obstante, Derek que conoce más a su hermano, dijo que de hacerlo se daría cuenta demasiado rápido, así que finalmente optamos en mover al personal cuando nos llevamos a Darley. Justo cuando está picado por las provocaciones de Alessandro y cometería locura, locura que no dejamos que pase mientras cargamos el punto de quiebra.
—Buenas noches, glaciar —saludo casual.
—Buenas noches, pequeña. ¿En qué te puedo ayudar?
No sé si se da cuenta, pero soy oyente de su brusquedad al cerrar la puerta en su segunda huída desde que iniciamos. Además, la respiración lo culpabiliza. Iba a hacer cosas de mal hombre.
—Vengo a presumir de tener a toda la familia reunida en nuestro espectacular bautismo del club de los kimonos. Hasta tengo a Derek.
—No toda, yo no estoy.
—Tampoco lo estarás.
—¿Que hice que te molestará, pequeña? —varias cosas, como tener cara de hielo o ignorar sentimientos —No pretendo tener una mala relación, así que si tuvieras la gentileza me gustará que señales el error para corregirlo y podamos tener una cordial situación.
—Los papis buenos deben ir a casa.
—Estaba reunido...
—Y dar un besito a su hijo de buenas noches de parte de tía Soraya.
Cuelgo y choco los cinco con Derek, después de que haya verificado que el señor se ha retirado a su hogar. Otra carga subida. Estoy disfrutando del proceso.
—Ya lo entendí. De verdad, ya lo entendí. Fue culpa mía —habla Darley —Me quiere y le fallé. Se abrió y fui estúpida, así que es mi turno de arreglar el estropicio que cause.
—Te llevo a que se lo digas —se ofrece Hugo.
—Ay, qué equivocada estás. Lo tuyo ya caducó —niego con la mano apoyada en la mejilla, aportando tragedia.
—Dejaste de interesar —corrobora Derek.
—Aspiramos a más.
—Exacto.
—Cabrones, nunca nadie se atrevió a tanto —interviene, nuevamente, mi hermano subido de tono.
—Gracias por defenderme, Hugo.
—Calla, pelirroja. Esto no va contigo —le planta cara Derek a causa del alcohol y el desconocimiento —¿Qué harías si Soraya tuviera que fingir ser pareja de otro? ¿Qué pasaría si le besará?
—Ya lo hacéis.
—¿Y qué piensas?
—Que mi polla estuvo ahí —responde, compartiendo la mirada entre Alessandro, Damián y Hugo —Comprendo que os déis el gusto. El sabor de mi semén es sabroso y único, igual que mi atractivo.
No debería gustarme, pero lo hace.
—Hijo de puta.
—No te queda lloriquear, cuñado —se mofa, Derek —En otro tiempo dejaría que la pecosa fuera tras mi hermano, pero ahora tengo socia. Tú buena hermana es quien provocó mi ambición.
Si, si fuí.
—A mi no me metas —digo.
—Seremos lo más cabrones con mi hermano mayor. Cargaremos su paciencia hasta desgastarla, hasta el punto de no retorno. Su explosión será peor que la bomba atómica.
—¡Boooom!
—Exacto, boooom.
—Al pasar los efectos agresivos se producirá el deshielo y tendremos a nuestro querido glaciar sonriente —atrapo los manos de Hugo y le doy la sonrisa más angelical —Aguanta por mí, por favor.
—Yo acepté —dice Alessandro y Hugo le mira —Y tú no puedes cambiar lo que yo acepté. No eres mi dueño, ni mi pareja, y aún si lo fueras no soportaría estar con alguien que no respeta mis decisiones.
—¿Dónde está el antro que vamos? —le pregunta Hugo.
Después de no poder ignorar el paseo de varias ratas por los túneles inoperativos y haber saltado a la espalda de Derek, donde he permanecido durante el resto de trayecto, llegamos al destino.
Un hombre custodia la entrada.
—Godzilla —lo saluda, Derek.
—¿A dónde crees que vas? Sabes como funciona, Death.
—Estoy seguro que mi mujer es apta.
—Anaideia si, los demás no.
Me sorprende escuchar el apodo que me quedó en Control después de que me hackeara el niño solo yo puedo llamarte Bird.
—Enróllate y deja que pase también la pareja de Hungry. El rey tiene su rey a presumir —se apoya en Hugo para molestar —Sería un buen jugador. Además, también es hermano de Anaideia y mi cuñado.
—¿Qué pasa con los demás? —cuestiona Damián.
—Cierto —hace el que se lo piensa y responde; —Que os jodan.
Una chica sale del anterior. Una chica demasiado guapa que saluda a mi hombre antes de susurrar algo al Godzilla. Tiene una buena actitud y una sonrisa que si se despista romperé con su propio skater.
Agacha la cabeza, zorra. Deja de desgastar al hombre que me pertenece o te arrepentirás.
—Será vuestra noche de suerte, chicos. Control os deja pasar —sus dientes deslumbran en la oscuridad del túnel. Nota mental; buscar método para arrancar dientes —Un gusto conocerte, Bird.
—Anaideia. Y también sería un gusto si mi hombre hubiera hablado algún momento de ti. ¿Cómo dices que te llamas?
—Spark —responde Derek por ella.
¡¿Quién le manda a recordar?!
—¡¿Dijiste que conoces a Control?! —se emociona Alessandro cuando no debería hacerlo. Zorra, zorra, zorra, zorra. Son míos. Todos ellos, hasta las esposas y proyectos me pertenecen primero a mi —Quiero conocerlo. Anda, no te hagas rogar. Tendrías que habérmelo dicho mucho antes.
—O conocerla. ¿Qué te hace pensar que sea chico? —se cruza de brazos.
—O conocerla —se corrige.
—Creía que Control era el señor tiniebla —Daniela, toquetea la mejilla de Derek —¿No eres tú? Claro que eres tú.
Spark se ríe y la mano de Derek me impide avanzar. Solo necesito un momento con ella para aclarar su posición de doña nadie. No es que vaya a dejarla calva como haría con Darley. Simplemente, la borraré del mapa.
¡Stop! Así no... Así es, así sí.
—Todos sabemos que es él —dice Damián.
—Soy malditamente genial, lo sé. Pero no. Está vez no soy yo.
—¿A quién le importa ese tipejo? —participa Hugo, malhumorado. Huelo a deliciosos celos compartidos. No, los celos son malignos. Ninguno debería estar sufriendo esa pesadilla. Vamos a compartir como buenos niños —Entramos o nos vamos, que la fiesta siga, joder.
Las teorías se destruyen al entrar.
Más molesta que nunca. Y, de verdad, he llegado a estar muy molesto a lo largo de mi humilde existencia, pero no como ahora.
Enganchada al brazo de Derek, ni un segundo lo suelto, ni uno, sufro el reinado subtérraneo que parece haber sido creado para su bien. Mentones levantados, sonrisas amigables. Los nombres aquí son recordados. Mejor dicho, apodos.
Aún cuando Derek no me olvida presentándome a la comunidad, me molesta. Hasta ahora mi competencia se limitaba a mi imaginación, sin embargo, con el miedo erradicado son altas las posibilidades de un robo.
Mi hombre lo quiere cualquier babosa.
—Drinkme, uno de los tuyos —el bartender se pone a preparar un trago.
—Supuestamente hoy no bebías —musito, ni se entera, ya que viene un desinteresante trío con la puñetera Spark a la que presta más atención —Derek —le doy tirones, estúpidamente.
—Estos son los que nos interesan —me susurra, antes de presentarlos.
Honey, Pelusa y Gentleman. Una puberta, un afro y un inglés que besa gentilmente mi mano.
—Un placer conocer a la dama de Death —destaca su acento. Limpió la mano en el kimono de Derek, el gesto no pasa desapercibido, aunque no se comenta —Con todas las noches escuchando hablar de tí podría hacer varías películas, lastimosamente, yo no me dedico al cine.
Spark lo codea.
—Son muy bonitos los kimonos —comenta Honey, como si su comentario pudiera importar —¿Es algún tipo de evento? Me gustaría participar.
—Me gustaría participar —imita Hugo con vocecilla hiriente. La chica mira a un lado afligida y Pelusa mira mal a Hugo, no más que mi hermano al grupito —Eres muy delicada para ser jugadora popular.
—Oye, bro. Ella no dijo nada malo —dice Pelusa.
—Expreso el que lleva los pelos testiculares en la cabeza —no disimulo la carcajada.
Alessandro trata de hacerse escuchar, inútilmente.
A los comentarios pasivo-agresivos participan también Damián y Daniela, Kora y Liang esperan su trago, luego de que Derek reciba el suyo mientras se desentiende la pelea verbal, aunque para desatenderse están Darley y Giovanni. Están conversando en la lejanía. Samiya es incontable.
—Hungry encontrará a alguien mejor —ataca Pelusa.
Cuatro, tres, dos, uno...
Lo verbal se convierte en físico. Nadie se presta voluntario a detener la pelea, es más, dibujamos un círculo alrededor y cantamos a coro:
—¡Pelea! ¡Pelea! ¡Pelea! ¡Pelea!
El peludo no es rival. Hugo clava los puños con certeza. Si no fuera por la música sobrepasando el límite de volumen se escucharía el ruido de huesos rompiéndose al impacto de los puñetazos. Yo fuera el Pelusa y me rendiría, eso si no me hubiera desmayado antes, sin embargo, a él le aplaudo el aguante.
Se me ocurre un comentario que compartir y alzo la vista para hacerlo con Derek, pero no es él a quien estoy abrazando el brazo, es Damián. Él me mira y muestra confusión por la unión.
¿En qué momento se evaporó mi hombre?
Temo lo peor.
Abriéndome paso entre la multitud avivada logró salir. No hay rastro del hombre al que doy caza, tampoco de la viperina. Sofás vacíos, máquinas abandonadas por la pelea clandestina, lo único presente son las botellas vacías, las cuales ni siquiera un camarero se encarga de recoger.
Alguien grita. Voz femenina, de bruja. Se me ha quedado grabada desde el primer momento.
Descubro que la vieja estación es más grande de lo que aparenta.
Caminando por un pasillo, siguiendo los quejidos, encuentro una bifurcación, uno de los caminos lleva a los servicios y otro tiene varias puertas, una de ellas abierta. Una gran sala ocupada por dos.
Desde el marco atiendo la reunión de Derek y su puta.
Derek está apoyado en la mesa de billar y con el kimono arremangado, en una posición antojable, por otro lado, la putita no está sacándole la leche. Otro diría que es inmune al semental. Claramente, un ingenuo.
Juro haber escuchado quejidos de placer. Es más, los continuo escuchando en la continuación del pasillo.
Ah, pero el grito si era de Spark.
Imagino el contexto. Está furiosa porque ha traído a la oficial, porque la amante debe aguantar ser una secundona. Su función es abrirse, no sirve más que para ser un juguete de placer.
—Estuve ocupado, Spark.
—Mejor di que lo volviste a olvidar. Tú memoria es pésima, joder. Y te recuerdo que lo prometiste.
—Ya.
¡¿A razón de qué promete a fulanas?!
—Edgar. Se llama Edgar.
¿Quién es Edgar?
—Edgar. Vale, bien. Mañana lo hago. Ahora estoy con mi mujer.
Retrocedo antes de ser descubierta, no hay mucho donde esconderse, solo me queda rezar y esperar que no se dé cuenta. Antes pero de que salga la puta tiene que tener la última palabra;
—Tú novia está celosa de mí —la odio.
—Mujer. Mi mujer. Y ella está celosa del aire. Tendrás que cuidarte, pero no me la toques ni en defensa o te mataré.
Meditando las palabras no me percato cuando sale, aunque él tampoco se percata de mi presencia. Tiene prisa por regresar a mí. Dispongo de varios minutos antes de que desespere al no encontrarme.
Entro al espacio.
Spark está preparando un palo de billar.
Ordeno las bolas en el triángulo, hago girar la negra y alzo la vista hacía la molestia de chica. Ojalá poder hacer desaparecer a alguien con la mirada.
—¿Puedo? —le pregunto.
—Claro que sí —responde complaciente, y no me gusta.
Coloco la bola blanca en su línea de salida. Ignorando su absurdo juego para elegir quien efectúa el saque, saco. Primero estoy yo. Siempre yo. Donde existo que se aparten las sobras.
El tiro resulta desastroso. No para Spark. La arpía cuela dos tan planas como sus tetas. En la segunda jugada vuelve a meter. Y en la tercera. He elegido un combate perdido desde el inicio.
—Fallaré por ti, cariño —me guiña y falla.
¡Zorraaaa!
Para más humillación, fallo. No hay una triste rayada que se compadezca y se meta en el agujero. Porque bueno. Meterla no es mi rol.
—Soy más de que me la metan —digo.
—Si es todo lo que aspiras, bien por ti —vuelve a clavar las bolas después de haberse estirado sobre la mesa y apoyado su pecho invisible —Aunque tienes talento para más.
—No me conoces.
—Gentleman fue honesto. Cada noche escuchamos a Death hablar de tí como si le fuera la vida en ello. Si no habla de tí por un minuto se envenena.
—Es su obligación.
Aunque lo hace mal, porque sino la zorra no tendría ovarios para respirar cerca de él.
Abandono el palo y camino por la sala, inspeccionó los viejos elementos, porque si algo tiene el lugar es vejez, aparte de dimensión. Los de la superficie me tomarían por loca si hablará de su existencia.
Lo que más me gusta es un botellín abandonado.
Repaso el cuello de cristal.
—Hablemos claro, Spark. Romperás conexiones con mi hombre. Te alejarás de él, lo olvidarás.
—No pasará.
—Como si nunca lo hubieras conocido —rompo la botella y me quedo con el trozo más puntiagudo. Agarro fuerte el cristal. Ignoro el sangrado mientras sus ojos miran horrorizados —Verás, cielo. Lo de compartir no me va. O te quitas por las buenas o te quitas por las malas, y el tiempo bueno ya pasó.
—Ni siquiera es mi tipo.
—Es el tipo de todas.
El suelo se maquilla con el goteo de mi sangre a la vez que doy cuatro pasos hacía ella. Respeto una pequeña distancia. Estoy segura de sus pensamientos respecto a lo que tengo planeado, lastimosamente, se equivoca. No soy una vulgar que degolle cuellos, a ser posible ni me gusta mancharme las manos, para eso están otros, y si de degollamientos hablamos el indicado para la labor es el jinete sin cabeza. El buen amigo de Derek. Tengo que conocerlo.
¿A quién?
Mi cabeza. Mi pobre cabeza. Me duele a tropezones.
Concentrémonos en la exterminación de la roba hombres. Obviamente, no soy de las que se manchan, menos cuando dispone de terceros que harían cualquier cosa con tal de obtener migajas de mi atención.
Deslizo el fragmento sobre mi piel.
—Espera, detente...
Su voz, sus expresiones y los elementos que nos rodean desaparecen en el instante en que atravieso el tejido. Subo por mi brazo dividiendo la piel, formando un río rojo e hipnotizante.
—¡Derek! ¡Derek! —grito desesperada, vertiendo lágrimas —¡Socorro, Derek! ¡Quitámela de encima, por favor!
—¡Estás loca!
—¡Ayudaaaa! —gasto los dos pulmones.
—¡Soraya! —al fin llega Derek.
—¡E...ella, ella m...me atacó! —balbuceo y aumento el llanto.
—Soraya, tranquila. Ya estoy aquí —habla pausado y se mueve al ritmo de las palabras —No dejaré que nadie te lastime, ni Spark. Ella tendrá que pagar por atacarte.
—¿Ella pagará? —me ilusiono.
Alcanza mi muñeca y suelto el cristal. Lo siguiente se traduce con un fotograma en negro.
Derek parece obsesionado con mi brazo mientras que le grita a una chica que no se quedé quieta y que le traiga algo con que curarme.
¿Curarme?
Busco la fuente de su obsesión. Chillo al ver la herida. No, no puede considerarse herida. Es más que eso. El corte es profundo, muy posiblemente ha afectado alguna vena importante y me quedará el brazo tocado. Voy a perder la agilidad en la mano. Gracias a Dios que fue el brazo izquierdo y no tendré que despedirme de la escritura.
¿Cómo pasó?
—¿Has sido tú? —le cuestiono.
Solo de imaginar que Derek haya sido capaz de volver a extralimitarse hace que el mundo se me caiga. Un agresor no deja de serlo. Diga lo que diga. Aunque le suministren ayuda.
—¿Crees que yo haría algo así? —nos miramos y creo que algo se acaba de romper dentro de él —Yo no podría. Sé lo que hice, pero nunca jugaría con la fragilidad de tus manos.
—¿Entonces? ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no...? —me toco la cabeza odiando el punzante dolor —¿Cómo llegué aquí? ¡¿Cómo?! —lloriqueo.
—Tropezaste —explica la chica, entrega el botiquín a Derek y este se pone de inmediato con la cura. También entrega alcohol para que soporte —Al caerte te cortaste con el cristal de un botellín. Son unos guarros.
—Te dije que debías solucionar eso —la reprende Derek.
—¿A razón de qué?
—Eres la encargada.
—Control no me paga lo suficiente para tantas gilipolleces. Directamente, ni me paga.
—Algo debe pagarte para que no me lo presentes.
—Es que me caes del culo.
Derek blanquea la mirada y decide pasar de contestar, centrado en realizar los puntos que sufro. Intento distraerme. Repaso a la chica. Ahora que lo recuerdo se apoda Spark y la conocí en la entrada, el sitio donde las memorias se han bloqueado, ya que, repito, no sé cómo he quedado aquí.
Levanto la copa y la suelto al quemazón de la mano.
Palidezco al ver la segunda herida.
Es la buena.
Sujeto la cabeza mareada. Mi cuerpo reacciona de un bote rompiendo el hilo de los puntos y vómito al lado. Derek se encarga de sostener mi cabello. Spark también quiere aportar su granito, pero Derek no la deja, ordenado que traiga algo dulce y en consecuencia nos quedamos solos.
Encaja las manos en mis mejillas y susurra:
—Voy a solucionarlo.
Usa la manga para limpiarme los labios. Quiere seguir curándome, de verdad que lo quiere, pero yo tengo planes distintos.
Tiro de su barba y lo beso.
La contestación es en el acto, seguido de un gruñido, aún así las protestan mueren antes de que toquen la lengua. El músculo que ayuda a hablar, entre otras cosas, está ocupado dentro de mi boca.
Mancho su kimono de rojo deshaciendo el nudo. Saboreo su cuerpo con las palmas dejando sangre al paso.
—Tengo que curarte —ruge.
Tiene más trabajo que yo quitando el nudo, pero una vez cae el enemigo, también lo hace su mirada en la mata pasiones. Tira del elástico de la braga.
—¿Te las firmo para la colección?
—Mentirosa.
—Me voy a ofender, primer aviso.
—Mi coñito sentirá la caricia de la brisa nocturna filtrándose por la arriesgada apertura del kimono —cita mi manipulación —He sabido que mentías desde que nos hemos reunido. Joder, que puta desilusión.
Retrocedo, subo de espaldas al billar y sigo retrocediendo hasta llegar al centro rodeada de bolas. Media tumbada. Con los pies juntos. Rodillas pegadas y flexionadas.
Hago deslizar las bragas al exterior.
Asciendo con los dedos desde los tobillos. Suavemente. Despacio. Al ritmo que emplea el cazador para subir y relamerse. Esa lengua es un pecado. Un poema. Moverla es un verso que agita el corazón.
—Tengo que curarte —insiste, ambos no vivimos para la lógica.
Acomodando las manos a las rodillas despejo el paso. Las bolas ocho y diez se meten empujadas de mis pies. Igual que empuja a Derek. La delicadeza y lentitud se las ha dejado en casa.
Duro y profundo. No queda nada en privado.
Abro su espalda con las uñas de la mano izquierda, la derecha la dejo quieta en la bola blanca convertida en rojo.
El espíritu me abandona gritando lo más caliente.
¡Derek! ¡Derek! ¡Derek! ¡Derek!
¡Derek Salvatore!
Maldita máquina del sexo, maldito dios. Disponible, duradero y con empuje sobrehumano.
—Atiende, Hund. Dos primitivos follando —se burla Hugo.
—Bozzolo! —grita Alessandro.
Mi hombre maldice el mundo. Mejor no le digo que a mi la situación me divierte como lo hacen los malos chistes.
Ha llegado la hora de desconectar nuestros cuerpos. Derek da marcha atrás sin mucha prisa. Siento el retroceso y el abandono, si supiera la medida podría hacer un cálculo aproximado de los centímetros que salen por segundo, cada centímetro que vuelvo a sentir cuando en la salida del último regresa adentro.
¿Quién soy para rechazar el placer?
El recordatorio de mis uñas alcanzan sus glúteos después de haber recorrido toda la espalda. Se quedan pegadas y balanceándose al ritmo de sus arremetidas cada vez más crudas.
Estoy lista, él parece que también.
Aprendo de sus expresiones.
Antes del último embate, el orgasmo queda dolorosamente irrealizado cuando Hugo, no muy inteligente, rompe una silla en la espalda de Derek. El criminal y criatura sobrenatural queda quieto.
Una gota de sangre me salpica caída de su cabeza.
—Espero que no quieras mucho a tú hermanito, de está no sale —esboza una escalofriante sonrisa.
Salta a por él, pero mi inofensivo hermanito, más que escapar lo enfrenta.
Subrayo la nota mental. Añado un urgente, en mayúsculas.
HABLAR CON HUGO
Mientras se produce la pelea y con la insatisfacción, el dolor de los cortes me regresan a la realidad. Acto seguido, me desvanezco.
****
Oficialmente estoy gafada. En diciembre no pude escribir durante un tiempo porque me quede sin teclado, luego me quede sin móvil en enero, en febrero me caí y ahora me quede sin ordenador... Afortunadamente, me han dejado un portátil temporalmente para poder seguir escribiendo.
Caso aparte. Dejen de pedir maratón, no voy a hacer maratón. El estándar de un capítulo en Wattpad son 2.000 palabras, solo este capítulo tiene +6.000. En otras palabras, son tres capítulos en uno. Lo que significa que siempre que actualizo os estoy dando una maratón sin interrupción.
Antes de despedirme. Amor eterno a las niñas que están haciendo vídeos de Control, aunque más agradecimiento habrá si me etiquetáis. No saben lo que ver esos vídeos significa para mí. Me animan a mil. Enloquezco. Hasta me roban más de una lágrimas de emoción.
Gracias, gracias, gracias, gracias.
También quiero agradecer a todos los lectores nuevos que se han tomado un momento para votar en todos los capítulos de Control, no solo el último. Cada voto, cada comentario cuenta.
Son las pequeñas acciones que nos engrandecen.
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