054 - ESCALERA REAL
CAPÍTULO CINCUENTA Y CUATRO
DAMIÁN SALVATORE
Estoy inmerso en mi rutina matutina con los bonsáis alambrando un ejemplar de Acer Palmatum, después de haber practicado media hora de meditación y haberme sumergido en la bañera con hielo.
Estudio las ramas, imagino el diseño, lo boceto y lo pongo en prácticas, sin no antes quitar un par de hierbajos. Entre ramas doy con una telaraña, la cual quito cabreando a la autora, una pequeña araña, peleona, que juraría que maldice, aunque el malestar se le disminuye cuando le doy un nuevo hogar en el invernadero.
Soy de gustos peculiares, hobbies extraños. Lo que más me atrae es la cultura oriental. Amo los kimonos. Son seña mía. Aún así, en mi armario, también hay yukata, hakama, hanfu, tang, hanbok... Y, para dormir, uso jinbei, al menos los días que no tengo la inspiración de dormir libre, adelanto que son pocos, no obstante, durmiendo con Daniela empleo el pijama japonés.
Mantengo un estilo de vida relajado, a excepción de las fiestas, las relaciones sexuales y los castigos. No doy asco a un baño de sangre. Sobre todo cuando el motivo es imponer mi justicia, la ley Salvatore, O mejor aún, cuando el motivo por el que vierto sangre es por mi gobernanta.
Soy lo que soy. Exótico, exquisito. Lo nunca visto, Por eso se me ama, aunque soy consciente que también generó mucha envidia, pues mientras gran parte de la población se mantiene escondida en la rutina, fingiendo sonrisas, sin expresar sus gustos, con miedo del qué dirán, yo soy lo más honesto conmigo y el mundo.
Inicio el alambrado para bajar levemente una rama cuando un grito proveniente de la mansión levanta mi vello. Accidentalmente, empujo el bonsái al suelo, saliendo corriendo de regreso a la edificación.
Subo los escalones de a cuatro.
Recorro el pasillo hasta alcanzar el final y acceder a mi habitación.
Daniela, mi chiquita, está histérica después de que la había dejado durmiendo plácidamente. Llora desconsolada. Y, por el escenario, sé que su estado no está vinculado a su bipolaridad, sino a las pastillas que, un hijo de puta, ha esparcido por el sueldo, no habló de las pastillas de una caja, sino de muchas. Convirtiendo sus "buenos días" en un auténtico infierno.
La rabia me calienta la sangre aproximándome a mi dulce chica, a mi futura prometida y esposa. Estoy deseando que llegue su cumpleaños.
Intento alcanzarla para un abrazo y me esquiva.
—Chiquita.
—¡No quiero! —grita amargada por su mayor tormento —¡Dijiste qué no me las tenía que tomar! ¡Lo dijiste! ¡Mentiroso! ¡Eres un mentiroso! ¡Te odio!
¡¿Quién sabe de su trastorno?! ¡¿Quién?!
Aparte de Samiya, Nana y yo.
—Y no quiero que lo hagas.
—¡Traidor!
La retengo en los brazos, aún así da pelea y acabo sangrando con uno de sus violentos golpes. Sacado un par de esposas de la cajonera. Vuelvo a por ella, forcejeamos y logro esposarla con el cabezal, solo por un segundo me libro de los golpes, ya que los puños son sustituidos por las patadas. La primera casi pone en riesgo mi descendencia, afortunadamente, estoy entrenando.
Inmovilizada del todo tengo que hacerle daño en la zona del mentón porque se niega a darme los ojos. Peor sería la autolesión. Lo sé. Ya hemos pasado por esa fase. Y, mientras que yo la lastimó con el resultado de diminutos moratones, si ella se agrediera acabaríamos en sangre.
Rechazó usar el don con la familia, pero odio que sufra, además, lo tenemos pactado.
—Chiquita —bajo la voz a un susurro, le doy el toque de un conquista y prosigo: —Eres una mujer fuerte e independiente. Has sufrido mucho hasta alcanzar el punto en que te encuentras. Eres orgullosa de tú guerra personal. Eres feliz. Feliz con la familia, con tus hermanas, conmigo, principalmente, lo eres contigo. ¿Cómo estás?
—Feliz —sonríe.
—¿Eres una feliz con hambre? —asiente y ríe risueña.
Limpió sus lágrimas con la lengua, le quito las esposas y la subo a mis brazos saliendo de la habitación. A la primera empleada que encuentro ordeno que forme un equipo y que limpien la habitación, prestando absoluta atención, pues si después encuentro ni aunque sea una pastillas van a sufrir una drástica reducción a su abono como trabajadores Salvatore.
Entro a la cocina y grito, malhumorado, sabiendo que es mejor no debatir mis órdenes cuando estoy así:
—¡Fuera! —a solas, dejo a Daniela en el taburete, frotamos nuestras narices y le doy un beso en la frente —¿Sabes qué necesita mi chiquita?
—¿Chocolate caliente con churros?
—Exacto.
Elaboro el mejor desayuno del mundo manteniendo un ojo encima de Daniela y pensando en quien la ha hecho llorar, el tiempo suficiente para que pueda considerar su muerte, aunque, en el fondo, no muy profundamente, sé que solo tengo una respuesta obvia. La misma que tengo con el incidente de la yegua. A día de hoy, dentro de nuestros terrenos, solo podría haber un culpable, sin embargo, quiero creer que hay un espacio para que empleados que ya trabajaban para Enzo puedan estar rencorosos.
Sirvo el desayuno. Baño en chocolate uno de los churros y se lo acerco a su labio, desviándolo a su nariz cuando lo iba a morder. Sé que su risa sigue debiéndose por mi poder, aunque no será eterno. Y, para cuando pase el efecto, espero que no haya una segunda contienda, sino un ánimo flojo. Aún sin más lágrimas será una jornada triste.
—Dos payasos —la que me faltaba, Alexa.
Soy el que más la maldice. Un día de estos no aguantaré, olvidaré de quién es el cuerpo que usar y la mataré, luego recuperaré el sentido común y viviré una vida desoladora por matar a Giovanni.
Dos años. Dos malditos años han pasado desde la última vez que estuvo presente mi hermano y, durante este tiempo, no ha habido pistas de que siga vivo. Literalmente, la última aparición de Giovanni fue en la noche de la tragedia, como si de alguna forma que desconocemos, nuestra conexión fuera, no sé, ¿predestinada? Sé que es humana, pero nunca hemos hablado de posible reencarnación, quizás en una anterior vida, muy anterior, ella fuera leyenda. Y, puede qué, no sé, aunque sea humana, haya residuos de esa anterior vida que nos afecta. Como un eco.
Esperaba que Giovanni apareciera tras su reencuentro. No ha sido el caso.
—Chiquita, cariño. Ve al salón a desayunar, enciende la chimenea y acuéstate con una mantita, bien calentita para cuando yo vaya —Daniela, por suerte, obedece porque sigue afectada por mi.
—Con una mantita —se burla Alexa.
—¿Cómo averiguaste su enfermedad?
—Casualidades —y una mierda.
—Que no se repita.
—¿O qué? —corta la distancia con intenciones repugnantes. Es consciente que soy incapaz de hacerle algo, es por eso mismo que, no tiene escrúpulos al lamer mi labio y chupar —Cierto, No harás nada. Me amas más que a tus esposas, mi dulce y benevolente hermano. Ambos lo sabemos. De lo contrario me hubieras delatado. Ya sabes. Por lo de esa yegua.
Odio tener razón.
Correspondo su beso. Entrego la lengua cuando la reclama y dejo que toque con su roce tóxico. Es más venenoso que cualquier veneno que pueda ordeñar de mi colección de insectos. Es decir mucho, considerando que hay de letales.
Su obsesión me convierte en un desagraciado.
Pierdo valor cada vez que soy suyo, cada vez que accedo a los chantajes emocionales que tanto me enferma.
Siempre tengo un verdugo a quien doblegarme. Primero fue Enzo, ahora es Alexa. Nunca puedo acabar de ser libre.
—Ho... —Alessandro, se ancla saludando. Pasan unos segundos antes de que lo pueda concluir —Hola. No esperaba interrumpir. Mmmmh. Creía que tenías solo tres esposas y una novia.
Llega inoportuno... Oportuno. Me corrijo al ver la reacción de Alexa, aunque no lo comprenda. Hay algo en él que esa puta ve. Algo que la aterroriza. Si, exacto, esa es la palabra a su reacción que la aleja de mí mientras que su atención está para el nuevo amigo de la familia,
Incluso tropieza en su huida.
—¿La conoces? —pregunto cuando ya no está.
—Que yo sepa no.
—Es el hermano que aún no conocías, Giovanni. Más o menos. Era una de sus personalidades causadas por el trastorno de identidad disociativa que sufre —intento buscar una explicación al suceso. Lo que sé de Alessandro es su transformación y su feroz apetito —¿Quieres galletas?
—¿Te follas a tú hermano?
—¿Galletas?
—No, gracias.
Señala la dirección por donde se ha ido Alexa mientras voy por las galletas, tiene que comer, quiera o no. Cuando no lo hace se debilita, pierde la cabeza y aparece el monstruo, aunque no lo llamaremos así, es feo, mejor decir que se transforma en una bonita criatura sangrienta y descontrolada.
A nadie le conviene que aparezca, aún así yo lo quiero alimentar porque es mi alumno y amigo. Lo quise matar. Si, al igual que he querido matar a mi hermano, cuando ha pecado de idiota.
Mi cambió no se dio por la petición de Soraya. en serio, lo hubiera intentado por ella, si no que el giro es atribuido a los sucesos de Italia. Conozco su historia en mi piel. Abusos y torturas por parte de un familiar. Además, no puedo negarme a darle un puesto cuando, a cambio de nada, ha cedido ayudar a un miembro de la familia como lo es Máximo.
—Esfuérzate en comer —le pide. Como un poco por cortesía —Supongo que se lo tendré que decir a mi hermano. ¿Qué haces por aquí?
—¿Por qué te follas a tú hermano?
—No es asunto tuyo.
—Quizás lo sea de Derek.
Oh, cabrón. Uno quiere ser bueno y lo amenazan, que desgracia que compartamos el mismo tipo de pasado.
—Esto no puede salir de aquí.
—Tranquilo. Él te creería antes que a mí —lo pongo en duda.
—Dame tú palabra.
—Palabra.
Juro que me contengo.
—Como te he mencionado mi hermano, Giovanni, está enfermo. Dentro de él conviven un sinfín de personalidades. La que acabas de ver es Alexa. Chantajista, manipuladora y obsesiva. Yo soy su mayor obsesión. Y no puedo decir que no. Igual que hacía tú primo aunque los métodos sean distintos, es violación —se le apaga la mirada dolido —espero que vuelza a alzar la mirada y abro el kimono, enseñando la impactante quemadura que mantiene desfigurada mi piel —También fui torturado y encerrado por mi padre, aunque yo tuviera días de libertad, somos un reflejo, uno peor que el otro. Así que no dejes que el pasado de mierda te joda el presente. Solo por estar aquí ya eres un ganador. Te lo garantizo —le abordan las lágrimas —Si quieres hablar de ello yo te escucharé y comprenderé como nadie. Aunque también tienes a los demás miembros de esta familia a tu disposición. Hasta Máximo te llegará a querer. No tendrás nuestro apellido, ni nuestra sangre, pero eres un hermano más. Al igual que lo son Hugo y Soraya.
—Tendrías que hablar de esto con un hermano de verdad. Al menos deberías hacerlo con Derek.
Y dale con usar su nombre.
—No quiero saber qué haría.
—Pues no dejes que te toque.
—Visítame más. No sé que ha sido, quizás huele la criatura que hay en ti, pero es evidente que se ha asustado —arreglo el kimono. Cambio el rumbo de la conversación preguntando nuevamente por la visita —¿Qué haces aquí en tú día libre?
—Derek y Soraya se ocuparon en pareja. Mañana sube al teórico y están repasando —hace comillas y no le falta razón, lo último que harán es repasar otra cosa que no sean sus cuerpos —Así que me dije a mi mismo. Estoy preparado para verlo.
—¿A mí? —bromeo. .
—A Hugo.
—No.
Estos dos tienen algo. Solo pronunciar su nombre, Hugo enfurece, pierde el mundo de vista, tanto que aún no está al corriente de los últimos acontecimientos. Por otro lado, Alessandro, su mirada se ha roto con la negativa, aunque más pareciera que lo que se ha quebrado es su corazón.
—Por favor...
—Está fuera de mi alcance. A pesar de que la droga ha empezado a salir de su sangre sus condiciones no mejoran. Va a matarnos como te deje bajar.
—Correré el riesgo.
—Si lo quieres un mínimo seguirás esperando. Él quiere recuperarse, por eso sigue aquí, ya que de otra forma hubiera escapado —sus ojos recuperan algo de brillo —Solo aguanta un poco más.
—De acuerdo.
—Perfecto. Pero ya que te molestaste a venir hasta aquí no desaprovechemos del todo el viaje. Entrenemos. Va bien para liberar tensión.
—¿Tú y yo?
Entiendo la duda. No ha habido clase en que su combatiente no fuera otra que Daniela. Sin embargo, dado que su contrincante ha sufrido un percance, no veo mal estirar un poco los músculos y subamos al ring.
Después de que acepté, visito fugazmente a mi novia, la cual se ha dormido en el sofá. Sin intenciones de estorbar le pongo seguridad. Dado que no entiendo la reacción de Alexa con Alessandro
Ingreso en las instalaciones deportivas de la mansión.
Durante sus previos entrenamientos me he dado cuenta de un detalle, a pesar de no ser tan veloz como en mi hermano, la realidad es que su nivel de aprendizaje es veloz. Sé que es cosa de su leyenda y apetito.
Ha aprendido a esquivar con eficiencia en cuatro partes de tiempo del que necesitaron mis esposas, una tercera si lo comparo con Daniela.
Alessandro es un gran diamante a pulir. Y yo me encargaré de ello, hasta que brille más que el sol. Si logra superar sus traumas será un gran combatiente. Tendrá los recursos para erradicar a los propietarios de sus pesadillas, porque aunque nadie me lo haya comunicado, yo más que ningún otro, sé que las sufre.
Lo barro al suelo, le pongo el pie en la garganta y sonrió:
—Nada mal para un novato.
Estoy orgulloso de que empiece a ser algo.
Trata de deshacerse de la pisada superficial, le hago creer que puede, pero no dejo que se cumpla su intención de tumbarme. Iniciamos nuevos golpes. Bloquea, bloquea y al suelo que va.
—¡Señor Salvatore! —un empleado interrumpe brusco y alarmado.
—Espero que no sea por mi chiquita —Alessandro intenta sacar provecho del hecho que me he volteado para el empleado, aunque su golpe no llega, en cambio de eso lo que logra es ser recibido nuevamente por la tarima —Bueno intento. Pero ahora no —bajo del ring —Habla.
—Tenemos problemas en los establos.
—¿Chaos?
—La problemática.
Acudo de inmediato a los establos. La problemática es la que más dolores de cabeza me causa. O mejor dicho, la única. Desde que nació ha tenido un afán irreparable por escapar cada dos por tres. Su cuadra ha sido reparada tanto que muchos dirían que el precio es desorbitado para seguir manteniéndola, también por el precio de los refuerzos, los que únicamente han servido para sacarnos caras de payaso.
Varios hombres se interponen en su huida. No será por mucho, ya que extrañamente obedecerán a un humano, a no ser que haya sido elegido por nuestra unión con alguno de ellos.
Ordeno que se alejen mientras avanzo hacia la yegua. Mantengo una postura firma y un tono suave.
—Vamos, amiga. Sé buena.
La yegua relincha con carácter. Es terca. Muy terca, En ocasiones, hemos estado dialogando por horas. Algunas ha cedido, otras, la gran mayoría, he tenido que cabalgar con mi caballo hasta capturarla.
Antes que yo me encargará, lo hacía Enzo.
Recuerdo una vez de niño una escena de la cual hoy en día sigo dudando su veracidad, más bien creo que soñé. Encontré, en mitad de una noche tormentosa, a Enzo tumbado de la paja contando cuentos a los caballos, especialmente, enfocado a la problemática.
También hay la posibilidad de que fuera Derek. Aquel entonces agachaba la cabeza. Y quizás, gracias a los truenos, confundí las voces.
Aparcando el pasado.
Hoy la problemática no parece querer escapar. Consigo que se calme en tiempo record.
—Muy bien, bonita —acaricio su lomo, aunque pienso a considerar que no soy yo quien la está calmando cuando veo su obsesión con el invitado. Mira fijamente a Alessandro —¿Qué pasa con él? ¿Quieres qué se acerque? —relincha y mueve la pata coqueta —Alessandro, acercate. Aquí quieren conocerte.
Cojo su mano y la guío al lomo de la yegua, le enseñó a tratar a una hembra con carácter antes de darle espacio. A la distancia soy espectador de un hermoso y escaso espectáculo.
Teniendo una conexión sigilosa a través de los ojos negros de la yagua y los pardos de Alessandro, el fabuloso ejemplar le hace una reverencia. Con cero palabras y un cortés gesto solo hay una verdad.
—Te acaba de elegir.
—¿Qué?
—Eres de ella, así como ella es de tí. En alma y corazón, hasta el día en que tú muerta la reduzca en cenizas —los demás caballos están atentos, a excepción de Chaos y Morte. El macho de mi hermano está custodiando a su hembra completamente a la defensiva mientras se recupera —El origen de nuestros caballos reside en nuestra leyenda, al igual que nosotros descendemos de los jinetes del apocalipsis, ellos deciden de sus majestuosas monturas. Se dice que nacen para los nuevos jinetes y sus seres queridos, y tú eres querido.
—Me sacaste una escopeta.
—Tienes que superar el pasado.
—Fue hace tres semanas.
—Detalles.
—Igual no creo que tenga que elegirme. Debe tener algún defecto —la problemática, le muerde el cabello.
—Dale un nombre.
—Hungry.
—¿Ese no es tú apodo en Control?
—¿Quién dijo que fuera bueno dando nombres?
Paciencia. Damián, paciencia.
—Haremos una cosa. No hay cabello que su nombre no sea en latín, así que vamos a traducir Hungry. A partir de hoy, Alessandro Santoro, Esuriens te concede el honor de ser su jinete. Hasta que la muerte os separe, Oficialmente, eres uno de los nuestros.
—Tanta seriedad es aburrida —lo de provocar no se le quita.
—Mantengamos el secreto lejos de los oídos de Máximo.
Le doy un manojo de zanahorias para que se las dé a Esuriens como golosinas, aunque las acaban compartiendo.
Aprovechando que se están conociendo les doy espacio y me mensajeo con mi hermano, explicando el acontecimiento. Su respuesta son dos emoticones: la cara sonriente y el pulgar hacía arriba. Me da que ya sabía que ocurriría, después de todo, lo lleva defendiendo, prácticamente, desde el principio. Es un hombre de escasas amistades, aún así las pocas que ha tenido siempre han significado mucho para la familia; primero Hugo, luego Soraya y, ahora, Alessandro.
Ningún hermano debería contradecir su intuición.
—¿Te enseño a montar?
—Bueno.
Un poco más de entusiasmo no lo mataría. Y, Esuriens, opina igual a través del mordisco que le da al hombro.
Me despido de Alessandro con un efusivo abrazo que no espera, pero como no hacerlo cuando es uno más, como no hacerlo cuando he disfrutado de su compañía, como no hacerlo cuando lo quiero como un hermano.
Considero tanto en él que no me importaría que fuera el quinto miembro del club de los kimonos.
A falta de compañía considero oportuno molestar a mi chiquita, más me informan que ha bajado a las mazmorras, así que voy a por ella. Al final la encuentro jugando a cartas con Hugo. No es la primera vez, suelen interactuar con frecuencia cuando ella se ofrece voluntaria a traer la comida.
—Chiquita.
Al girarse hacía mí, Hugo aprovecha para espiar sus cartas, cosa que tampoco me sorprende. Cualquier cosa que signifique rentabilidad para él, lo aprovecharé. De ahí que en muchas ocasiones gane, al menos lo era antes de meterse con las drogas, a las cuales no llegó por él.
El asesinato de Laura es una tragedia.
Merecía más.
A mi amor le pregunta cómo se encuentra obteniendo un sonriente y efusivo bien. Antes de pedirle que me dejé solo con mi amigo, le doy un beso, pues ya que he bajado hablaré de lo callado.
Hugo tira las cartas encima de la mesa.
—Iba a ganarme —se queja.
—Es muy buena con estos juegos.
—Y tú terrible eligiendo —ocupo el puesto que ha quedado libre y barajo las cartas —O mejor dicho, avaricioso. El caso es que no puedo quejarme del mal gusto que tenéis con las humanas.
—Darley y Soraya son humanas.
—Mis excepciones.
—Mis mujeres te conquistarán.
—A los estúpidos se les tiene que dejar creer que sus sueños se cumplirán —veamos, dijo el ciego al sordo. Reparto las cartas —¿A qué jugamos?
—Al póker.
—¿Qué ganaré?
—Preguntas. Quien gane puede preguntar al otro.
La primera partida me gana con un trío de reinas.
—¿Por qué cuatro esposas?
—Es el número perfecto.
—Idioteces.
—¿Cuál es el problema?
—Ninguno. Tiene que ser placentero tener una distinta para cada día de la semana. Tú antecesor tenía siete. Su inmensa rama de la familia me hizo desperdiciar una buena cantidad de horas. Pero. En serio. Quitando el sexo tener tantas no puede ser rentable. Si uno ya da problemas, no imagino más.
¿Uno? ¿Dijo uno?
El que hable de un chico no es sorprendente por el género, sino el que lo haya dicho hablando de mis mujeres, haciendo alusión de que alguien atormenta su cabeza en el estricto sentido del romanticismo. Y, por supuesto, ya sé de quién se trata. Es el chico que casi, casi disparo. Menos mal que fue casi.
Vuelvo a barajar y repartir cartas.
—Durante tú ausencia aparte de casarme tres veces y ser novio, conocí mucha diversidad mientras viajaba por el mundo. A muchos los hice mis conocidos, otros tantos contactos y, por último, hice un amigo.
—¿Otro humano de mierda?
—No —capto su interés.
—Algo que haces bien.
—Por favor, Hugo. Me ofendes. Yo lo hago todo bien.
Su risa se me pega. Reímos como antes de la desgracia, como si dos años no se hubieran metido de por medio. Honestamente, desde su encierro, nunca me ha maldecido, ya que la disputa es con mi hermano.
—¿Y qué es tú amigo? Me lo tienes que presentar.
—Gáname y te responderé —dicho y hecho, vuelvo a perder contra un full —No tengo ni la menor idea. Tú eres el experto.
—Eso no es una respuesta.
Hacemos otra partida.
—Como te iba diciendo tengo un amigo. Desgraciadamente, hay una organización que intenta eliminarnos. La Orden.
—Entiendo.
—Su familia es uno de los manda más.
—Hay la cosa no cuadra —así que él ya sabía de los cabrones —La Orden jamás aceptaría a un inhumano. Oh, por cierto. Que putada que sepais de ellos.
—Muchas gracias por habernos hablado de ellos —agradezco con ironía.
—¿Toda la familia sabe de ellos?
—Son los que atacaron a Soraya.
Tras las confesión necesita de un largo rato para asimilar la confesión. No le da crédito. Según él. La Orden no ataca humanos. Claro que luego razona cuando le digo que el motivo era su cercanía con nosotros, sin embargo, no acaba de estar convencido. Si quisieran putear a mi hermano, ya que la gobernanta representa la debilidad de mi hermano, la hubieran secuestrado.
—Regresando al tema de mi amigo. Como bien dices esos cabrones nunca aceptarían a un inhumano, es más, tratarían de ocultarlo, yo hubiera optado por matar a mi amigo. Sin embargo, los Santoro...
—Gustos macabros. Los Santoro tienen gustos macabros.
—Fueron veintidós años de torturas y violaciones.
—Compadezco a tú amigo.
—Consiguió escapar.
—¿Y sé suicidó?
—No, va al colegio. Y yo lo entreno. Aunque en el colegio hay unos abusones que no le dejan en paz.
—Hay quienes no nacen afortunados.
Gano la partida con escalera real. Es mi momento de preguntar, he preparado el terreno y espero que, al fin y al cabo, le importe como parece.
—¿Qué dirías si te dijera que ese amigo es Alessandro?
Estampa la mesa contra la pared. Sin obstáculo se abalanza sobre mí, me agarra del cuello del kimono y me sacude. Se le marcan las venas en los puños cerrados, también la del cuello y la frente. Refleja furia.
—¡¿Qué dijiste? —grita en cólera
—Tú lo conociste antes que...
—¡¿Qué dijiste que le hicieron a mi cachorro?! ¡Joder! —opta por soltarme y estallar el puño en el muro. Ignora el sangrado de los nudillos —Tengo un mensaje para Death. Dispone de cuarenta y ocho horas para venir o me iré, y puede que no volváis a saber de mí.
—Se lo haré saber. Pero. Si por algún motivo no pudiera acudir, antes de desaparecer, considera salir de fiesta conmigo una última vez. Extraño el club.
Creo en milagros. Al igual que el destino. Milagro y destino fue conocer a Soraya. Claro que en muchas ocasiones los conceptos parecen divididos, como ahora, que, con intención de seguir el alambrado del bonsái, he acudido al invernadero para encontrarme la agradable sorpresa de Giovanni.
Solo por su vestimenta sé que es él.
Giovanni usa exclusivamente blanco.
—Giovanni...
—Dos años y dos meses. He vivido encerrado, pero consciente de los sucesos sin poder hacer nada.
Aparte de la vestimenta, otras cosas que identifican a Giovanni son la forma calmada de hablar y saber lo ocurrido. Para hacerse entender, una vez comparó su estado ausente como estar en una habitación sin puerta y con una ventana, no para escapar, sino para observar los eventos. Es consciente de sus personalidades. De lo que hace cada una sin poder evitarlo.
—Te he extrañado mucho, Giovanni.
—Ojalá pudiera decir lo mismo.
—No te preocupes.
—¿Cómo están las cosas por aquí? Y, por Dios. No hablemos de Alexa. A esa mujer la deberías ignorar. Mejor aún, la debería finalizar.
—Matarla a ella significa matarte a ti.
—Quizás estaría mejor.
—¡Ni de broma!
Sé que es complicado, que es una mierda, aún así no quiero, ni por un segundo, la muerte de mi hermano pequeño. Ojalá Soraya lo pudiera arreglar. Igual que hizo con nosotros. Aunque no es lo mismo.
Nosotros no teníamos una enfermedad mental tan grave.
Antes de discutir con Giovanni, aunque es imposible discutir con él, elijo ponerle al corriente del presente. Obviamente, sabe de la amnesia de Soraya, pero no las gilipolleces que ha realizado nuestro hermano. Además, a ninguna personalidad se le informó de La Orden. Ni siquiera a Jack.
—No debería haber sucedido.
—Tienes que saber que La Orden es peligrosa.
—Eso ya lo sabía.
—¿Cómo?
—Digo. Eso ya lo sé. Me lo acabas de explicar —masajea la sien con los nudillos —Dos años y dos meses. Tengo derecho a confundirme, perdón.
—Giovanni, ¿qué sabes que yo no?
—Nuestro padre nos protege de ellos.
—Protegía —le corrijo —Y, en cualquier caso, es imposible que lo hiciera. Nunca le importamos. Ni lo más mínimo.
—Cierto. Era una mala persona.
—De lo peor.
****
¡ALESSANDRO TIENE MONTURA! ¡ESURIENS!
Ah, pero. Nosotras, al menos yo, estoy loquita con las respuesta que ha tenido Huguito cuando se ha enterado de lo que hicieron a su cachorrito.
¡Derek te reclaman!
Tik, tok, tik, tok...
¡Reunión de amigos!
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