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052 - EL NIÑO SOLDADO (Parte 2)



CAPÍTULO CINCUENTA Y DOS

HUGO DE LEÓN


TRES AÑOS ATRÁS

MARZO


A pie de los Alpes, a cincuenta kilómetros de la villa italiana de mi manada, sin ser Italia, dentro de lo que para los humanos es una gruta sin más, se encuentra la guarida Sanguis Lunae.

Solo los inhumanos pueden acceder, ya que a ojos de los humanos el camino queda bloqueado por piedras.

El lugar fue un regalo de los difuntos reyes hacía los licántropos. Era la necesidad de ofrecer un refugio que usar en caso de emergencia, no obstante, en la última década, tras la muerte del alfa de nuestra manada, el cual era el alfa supremo que ordenaba encima de todas las manadas existentes, hubo un cambio de gestión. El nuevo e invictos alfa supremo lo convirtió en un antro de pecado donde las especies conviven en una orgia eterna.

También se puede beber y escuchar buena música, pero quién viene aquí es por la necesidad física.

Es mi lugar favorito. Mi santuario.

A Dante no le hace gracia.

Nunca hemos hablado del tema, ya que la simple mención de que no supo preservar el liderazgo de nuestro padre, mi padre por acogida, lo enfurece. No obstante, está decidido a recuperar el puesto dentro de tres años, en el torneo más sanguinario y fascinante que existe, celebrado cada cuatro años, donde el vencedor se convierte en el nuevo alfa supremo.

Mientras no cancele el antro estaré más que feliz de que lo logre. Mentira, lo estaría de igual forma. Hay incontables lugares para follar, pero de hermano siendo el alfa supremo solo uno.

Ordeno un trago de Jagger tras chocar los puños con el cíclope y pedir que me guarde la mochila de ojos y manos curiosas.

No he llegado a casa, aún así ya me siento como si estuviera en mi hogar socializando con las especies. Mi nombre está en boca de todos.

Gunther Meyer, el mejor soldado.

Mi fama me hace justicia, a pesar del detalle, no estoy en la lista de los más buscados por La Orden, ya que no soy nadie para ellos. No por falta de testimonios en mis ataques, sino porque mi ser me permite elegir a quien le dejó recordar mi rostro, para los demás soy solo un cuerpo.

Soy el puto jinete sin cabeza.

Anteriormente, un humano.

A diferencia de Death y sus hermanos, lo mío sí que es una maldición a la que desconozco como sucedió. Apenas abandonaba los pañales cuando me maldije. Tuve suerte de la manada.

Estudio los huéspedes de hoy.

Entre ellos hay un miembro de la manada esnifando coca. Sé lo que significa, sé lo que pasará y sé que es imposible cambiar el trágico destino.

Una vez que la bala de La Orden atraviesa a un inhumano lo perfecto es que dicho proyectil mate en el acto.

Las especies evolucionan, así como lo hacen las armas, una vez que las balas de plata quedaron obsoletas, aparecieron las químicas. Su composición es similar al de las drogas. Y, para que la evolución no nos proteja, los de La Orden crearon múltiples fórmulas para no adaptarnos.

Una bala es muerte.

Aunque, en algunos casos, como el de Marco, un adolescente de catorce años, tratan de alargarlo un poco más recurriendo a las drogas.

Me siento a su lado.

Guardo silencio mientras se coloca. Al limpiarse la nariz, pregunto:

—¿Cómo sucedió? —da un pequeño brinco.

Anteriormente me hubiera detectado antes incluso de entrar a la guarida, aún así la cocaína ya le ha quemado el sentido del olfato.

—Homeless —dice apenas levantando sus apagados ojos.

Homeless es el apodo que me dio el cabrón de Dante y que ha quedado en lengua de los de la manada. Significa sin hogar. Debería joderme. Pero no lo hace porque solo es un calificativo de mi origen, no de mi presente.

Mi hogar es la manada.

—¿Cómo sucedió? —vuelvo a preguntar.

—¿Importa? Mamá y mis hermanas no paran de llorar, papá ni puede mirarme a la cara y los demás solo se compadecen —moja la yema, la pasa por la bandeja de la coca y lo chupa —Voy a morir.

—Dame un nombre, una descripción, un algo con el que pueda equilibrar la balanza.

Tarda diez minutos en organizar los pensamientos y darme la información con la que identifico a Gina Santoro. Hubiera sido simple de matar de haber sido un soldado sin más de La Orden, sin embargo, tenía que ser una apestosa Santoro, la familia que lidera en Italia y enemigo principal de mi manada, al coexistir en el mismo territorio.

Después de siglos de conflictos ellos van ganando.

El Comandante Raffaello asesinó a nuestro padre después de que éste matará a su esposa, Dianora. Al presente Dante desea cubrir esa venganza. Y, lo más probable, es que después alguno de los hijos maté a mi hermano, después iría yo... Un círculo vicioso de venganza.

Así nunca hay final. Bueno, hay uno que se resiste, la exterminación completa de la manada o el de la rama italiana de La Orden.

—Hay tantas cosas que no podré hacer —se lamenta, Marco.

—Dime una y te la cumplo.

—Me gustaría saber qué se siente al besar.

Dicho y hecho. Tiro de sus mofletes hacía mi boca. Las intenciones están, aún así se interpone la mano de Kaia, la oréade, ninfa de la montaña, que se apodera de mi propósito besando a Marco.

Un simple beso que lo tiñe en rojo.

—Terrible —digo amistoso.

—Más lo sería que tú lo besaras —su voz melodiosa no acompaña su típico carácter guerrero —Esa boca tuya contiene muchos gérmenes.

—¿Celosa?

—Solo eres uno más.

Como digna ninfa, Kaia posee una gran belleza que pone a palpitar mi polla cada vez que nos encontramos.

Morena y trigueña. Los profundos ojos verdes, propios de las copas de los olmos, generan una adicción que impide retirar la mirada. Más aún cuando sus carnosos labios envuelven mi erección.

Sabe chuparla.

Le descubrí el don la primera vez que nos conocimos. En este mismo lugar, siendo la líder de las ninfas que habitan los alrededores con el propósito de proteger y guiar a los perdidos al refugio. Así como cuidar el lugar de ojos curiosos de La Orden.

El propósito fue dado por el último nigromante a la abuela de Kaia hace más de trescientos años, luego fue pasado a su madre y de últimas a la ninfa presente, la cual tiene setenta cinco años a pesar de aparentar veinte.

—Y aún teniendo a tantos siempre me buscas.

—Engreído —balancea las caderas hacía el pasillo que conduce a un lugar más reservado mientras que le miro el culo. De últimas, dice: —Solo busco un gran detalle que tienes.

Entrego el vaso medio lleno a Marco y le digo:

—Si te gusto el beso hay otra cosa más interesante que aún te queda por descubrir y en la que te ayudaré.

—Me gustan las chicas.

—Te conseguiré una digna.

Me escabullo por el mismo pasillo de Kaia. Mientras avanzo es imposible no escuchar los jadeos y gemidos provenientes de detrás de las puertas que voy dejando atrás. Un par de dúos, tríos, pero mayoritariamente hay más de cuatro follando en las distintas habitaciones. Las orgías son el cliché.

Cubren mis ojos por detrás y sonrío.

—¿Tratando de cazar al cazador?

Volteo anulando su respuesta con un beso ardiente a la vez que la arrastro por la puerta de la habitación libre. Quizás sea por los años que nos conocemos, el que nuestros cuerpos se han adaptado a nuestras calenturas, pero sus besos siempre contienen un sabor único y de categoría.

Sabemos cubrirnos las necesidades con un ritmo pactado sin haber sido manifestado verbalmente. Sabemos mover los labios para que el contacto no sea escaso, ni excesivo. También hemos aprendido cuando las lenguas deben actuar, cuando hay que pausar insignificativamente para recuperar el aliento y cuando la ropa estorba, aunque en ocasiones no nos los planteamos hasta después de las primeras penetraciones a causa de la subida de temperatura.

—Estoy convencida que sufre mis ausencias —dice, presionando la polla por encima del tejido.

La tengo tan dura que podría partir varios ladrillos.

—Si vas a emplear tú boca para estupideces mejor me la chupas.

—Más te gustar...

Le atraganto las tonterías metiendo la lengua hasta el fondo antes de empujarla en la cama y quitarme la camisa. Aflojo el cierre del pantalón a la vez que ella se expone de cintura para abajo.

La primera es suave, la segunda ya no.

Follo el gustoso coño empapado de pie, colocándola a cuatro y al borde de la cama a la par que jadeo libre. Culpa de la crianza. Crecido entre licántropos adopte alguna de sus manías. Entre ellas está la búsqueda de una sola satisfacción. Sin embargo, ante costumbres incorregibles, Kaia sabe como encontrar la suya, cabalgando después de mi primera corrida.

Digamos que la ninfa me enseñó a follar por horas. Aunque es algo que solo aplico a ella, ya que mientras con Kaia no quiero abandonar la cama con todos los demás sigue siendo lo de siempre.

Coquetear con dos frases absurdas, buscar el primer rincón, penetrar hasta saciar mi placer y, si se puede, matar. De esto último culparemos a mi cabeza estropeada que a veces trata de joderme los polvos alucinando con que folló con algún cadáver, aunque posiblemente lo haya hecho, a pesar de que no le tengo gusto a follar muertos, pero no estoy muy fino.

Estoy más tiempo entre muertos que vivos.

Soy soldado.

"Si tan solo pudiera llegar a uno de ellos, si tan solo se me diera la oportunidad de sanar a uno de esos niños, lo haría."

El recuerdo de la voz de Soraya es suficiente para apaciguar las heridas que sangraban desde el primer cadáver.

—¿Gunther?

Caigo en cuenta que me he quedado bloqueado con la polla dentro de Kaia y que sus ojos indagan por una explicación, la cual ni siquiera puedo ofrecer porque soy incapaz de entender la influencia de Soraya. Al igual que tampoco puedo argumentar el que me haga sentir bien.

—Alucinaciones —me excuso.

Doy un par de embestidas y suelto la carga, aunque esta vez no desconecto del mundo tangible.

Soy consciente de que algo se ha movido en mí, también puedo decir quien lo ha provocado, no obstante, no puedo dar una razón.

Tumbándome en el colchón Kaia se posiciona encima.

Sus tetas botan al ritmo de sus caderas balanceándose aprovechando la erección latente.

—Death tiene novia. Aunque él aún no procesa bien que su sentimiento es amor y no amistad —anuncio y detiene su placer.

—¿Acaso tú diferencias la amistad del amor? —pregunta burlona.

—El caso es que me ha pedido que cuide su espalda. De ahí que me haya ausentado un mes —abandona mi polla sentándose al lado con las piernas cruzadas y expectantes de la explicación. Le hago un buen resumen escondiendo mi intención de quedarme con Soraya —Su familia y entorno me hacen creer que es humana, aún así no soy capaz de aceptarlo.

—Claro que no puedes aceptarlo. Tú mejor amigo es feliz con alguien de la raza que por crianza y hechos odias, sin embargo, por esa mismo razonamiento también deberías odiar a los Salvatore.

—Mate a sus tíos y primos. Me falta el padre.

—Y sus hijos y nieto. Pero jamás irías por ellos porque los adoras como una segunda familia, aún cuando la crianza te dijo que los odiaras, los quieres. E igual te puede pasar con una humana. O mejor dicho, con humanos —la miro perplejo —Al igual que hay licántropos bueno y malos, todas las razas tienen ambos lados sin que haya excepción con los huma...

Cubro su boca antes de que termine la oración.

Entiendo lo que quiere decir. A pesar de ello, la comparación entre licántropos y humanos podría aportar problemas innecesarios. Tendría que contener los pensamientos al menos en terreno de lobos, ya que aún estando a solas en una habitación pueden escuchar gracias a sus sentidos superiores.

—Estoy seguro que no es humana —sentencio, afirmo, casi que lo ruego.

Aparto la mano.

—Hay una forma de saberlo.

—Vengo preparado.

Después de desahogarme verbalmente decido retomar la sesión por donde lo hemos dejado. Un poco más adelantado. La parte en que ella se ha proporcionado un orgasmo con mi polla y baja a obsequiarla con una magistral mamada, no obstante, parece que hoy es el día del puritano, pues en la primera pasada de su lengua nos interrumpe un revuelo externo.

Voy detrás de una apresurada Kaia que con mucho esfuerzo apenas ha salido con mi jersey y calzoncillos, dejándome el pantalón.

A mitad del pasillo escuchamos los disparos procedentes de la zona principal que hacen acelerar nuestro paso, no lo suficiente para que al cruzar la puerta pueda evitar la muerte de Marco.

Por un segundo, por un segundo no he podido impedir la bala que ha atravesado el cráneo del pequeño lobo que yace muerto en el suelo frío. Su muerte era anunciada, aún así todavía le quedaba un poco de tiempo para un par de primeras veces que ya no podrá disfrutar por la desagracia de Magnus.

Magnus Ragnarsson, alfa de la manada de Noruega y alfa supremo.

Me dobla en altura y músculos, realidad insuficiente cuando me lanzo por el hijo de perra sin que logre alcanzarlo. Los míos se interponen bloqueándome el suelo mientras el supremo me mira creyéndose superior, aunque no es que no lo sea, como hijo adoptivo de los lobos me debo a las leyes, no obstante, juro que su reinado terminará de aquí tres años en manos de mi hermano mayor.

—Vaya mierda más resistente —nadie impide la sola de su bota restregándose sobre mi cara y yo no puedo moverme —Apestas a humanos, Gunther. Muy propio de alguien que lo fue.

—¡Qué te jodan! —recibo su puntapié. Más la sangre en mi boca provoca que continúe: —¡¿Qué líder mata a los suyos?! ¡Solo era un niño!

—Era una boca muerta que alimentar —ordena mi liberación y me incorporo sin acobardarme ante su mirada —¿Tengo que recordarte que estamos en guerra? ¿Tengo que recordarte que por cada protegido por la fama hay cinco desprotegidos? Cada vez que salimos por alimentos en un gran riesgo y, si puedo alargar los plazos, sentenciando los que ya han sido marcados, lo haré.

Tiene razón.

Aunque me quemé por dentro, aunque sea injusto, más lo sería que por una vida pagarán otros. Ni siquiera lo puedo defender con un: podía ser salvado; ya que no había más opciones. Y, honestamente, si me alcanzará una bala, preferiría una muerte rápida antes de ser esclavo de las drogas.

—Te irá mejor si congelas el corazón.

—Dijo el licántropo.

Se le dibuja una sonrisa torcida.

Ordena a los licántropos presentes que se unan para cuidar a los muertos y los devuelven a las manadas a que pertenecen para poder recibir el digno funeral que merecen los caídos en batalla. Incluso ha finalizado un par de los suyos dando veracidad a su argumento.

Lo hizo por el bien conjunto.

—¿Quieres un trago? —me ofrece jagger.

Escupo el excedente de sangre, me limpió la cara ensuciada por su bota y acepto el trago. A pesar de lo ocurrido y mi cabreo inicial somos capaces de mantener una conversación civilizada que no termina a golpes. Un clásico entre licántropos.

Hablamos de la guerra.

Al paso de los minutos, el juramento de la victoria de Dante, dentro de tres años, queda en el olvido. Magnus funciona como supremo. Ceñido a las obligaciones y considerando las vidas por igual, la de los lobos, sin que dentro de su mandato se perciba abuso de poder.

—Quiero que acabe con el menor número de bajas posible —su deseo es compartido. Acabarían los asesinatos, las lágrimas por pérdidas y respiraríamos sin pensar que pueda ser la última bocanada de aire —Tengo entendido que te relacionas con la nueva generación de los Salvatore.

El alcohol baja lento por la garganta.

—Al menos con dos. La historia nunca ha hablado bien de ellos. Así que no puedo evitar tener cierta curiosidad.

—¿A quién quieres?

—A guerra —obviamente, no podía ser otro. Y ni siquiera requiero de explicaciones para comprender la elección: —Con él ganaríamos.

—¿Crees que no se lo he pedido? —nunca lo haré.

Es guerra. Siempre ha sido bueno en juegos de estrategia, sin embargo, eso no es garantía de victoria. Además, podría perder a los suyos. A su hijo. En su actual posición neutral, aunque sea por ignorancia, está perfecto.

—Vuelve a intentarlo. Estoy convencido que nuestro mejor soldado será capaz de convencer a su amigo.

—Los de tú manda te están esperando —agradezco en silencio la intervención de Kaia —Sabes como se ponen cuando les das larga.

—Oh, Kaia. Está mal interrumpir.

Conociendo como conozco a la oréade sé que está tragando mientras que sonríe simpática para Magnus. Algo común para Kaia. Igual sería con Dante. Lo de tener que someterse no es lo suyo. Y, por posiciones, es su obligación ser sumisa a cualquier indicación que haga el supremo.

—Disculpadme, señor.

—Igual es cierto que debo irme —digo

Solicito al cíclope la mochila que intercede Magnus. Cada uno la sostenemos de un lado. Considerando que he pedido la custodia expresamente sería un inconveniente que descubriera su contenido. Igual lo pienso por su insistencia con el jinete de la guerra que me hace entender que no le gustará mi dimisión, cosa que me la trae floja, sin embargo, lo que hay en la mochila y el cabreo de un licántropo aportarían inconvenientes a mis amigos que me harían quedar.

Death abandonaría su soñada vida.

Sería capaz de repetir la conducta de sus antepasados aliándose con el enemigo, lo haría con motivo, a su vez yo estaría obligado a elegir bando, encrucijada que prefería no tener.

Voy a corregirme de nuevo con el resultado.

Dante debe aplastarlo.

Independientemente de las intenciones de cada uno, de quien sea mejor o peor líder, aquí voy a ser egoísta, ya que mi hermano sería incapaz de convertirse en un obstáculo.

—Convenceré a Máximo —afloja el agarre.

—Haces lo correcto.

En la guerra se experimentan acontecimientos que se desea al enemigo, más cuando eso significa un buen día para nosotros, sufriendo un menor número de bajas, las cuales nunca dejan de existir. Los que estamos en campo de batalla somos conocedor del infierno físico, sin embargo, no hay que estar al frente para ello, pues a distancia, familiares y amigos sufren el infierno espiritual.

Insoportable. A tal punto que hay quienes agradecen cuando les llegan noticias de la muerte de sus seres queridos. Lloran. Se desgarran. No obstante, dan las gracias porque el muerto al fin tendrá paz en este plano de la existencia.

Sé de lo que habló porque al principio también era así conmigo, antes de que perdiera la estabilidad mental e iniciará la psicosis. Las putas alucinaciones que jamás se detienen, las que me hacen matar cuando no lo busco, cuando lo único que pretendo es tener un día sin sangre.

Al comunicar la muerte de Marco a su padres, al padre no le cambió la expresión, ni siquiera lo hizo con el llanto de su esposa, tampoco busco palabras de consolación, simplemente, dijo: Al fin.

Estamos a escasos minutos de iniciar la ceremonia de entierro de los tres miembros caídos y no hay rastro de Dante. Siempre se desea la presencia del alfa, más no siempre puede ser, así que nadie se queja, aunque hay libertad de hacerlo, al igual que hay libertad de desafiarlo para su puesto. Al menos, a pesar de no conservar el puesto de supremo de su padre, sigue siendo alfa sin mucha complicaciones, ya que los miembros de la manada lo respetábamos de antes.

Los familiares realizan los últimos preparativos entregando a sus fallecidos elementos vinculados al recuerdo para que los puedan llevar en la siguiente vida, ya que para los licántropos la muerte terrenal es solo el final del primer capítulo, el segundo inicia en un lugar que, por falta de interés, nunca he prestado atención ak nombre. Tampoco a lo que sigue. Yo, a diferencia de ellos, creo que la muerte es el final, que no hay segunda parte, lo quiero así por todos los que he matado con conciencia, ya que no merecen otra oportunidad.

Que se pudran con los gusanos.

A los míos no se les comerán, al menos en referencia a los licántropos, ya que sus cuerpos son llevados por la corriente del río sobre las embarcaciones que acaban incineradas por flechas de fuego. Otra de las características de la ceremonia es que transcurre en completo silencio con cuatro dedos sobre el pecho izquierdo y el pulgar escondido.

Al finalizar el evento me reúno con Nicolás, el mano derecha de Dante.

Chocamos los puños con estilo y le pregunto:

—¿Dónde está el cabrón?

—En la cabaña.

La cabaña se ubica ligeramente retirada al pueblo. Conocida como la segunda casa de Dante, es en realidad un puesto de vigilancia que queda vacío para el alfa cuando regresa al hogar.

El silencio del lugar le ofrece concentración. Mientras que a mi, lo que me provoca es un profundo aburrimiento.

Escuchando el hacha voy a la parte trasera localizando a mi hermano partiendo troncos. Más que una necesidad por el frío es un hobby. Le relaja, al mismo nivel que yo al decapitar.

—Hace mucho que no te pasabas —dice sin necesidad de voltear a comprobar si sus sentidos le engañen con mi presencia —Hueles a ellos. A los hermanos Salvatore —hace los mismos años que los conozco que tiene identificados sus olores en mí —Y a mucha basura.

—¿Algo más?

—A nuestra hembra. Kaia —clava el hacha. No vamos a discutir por el detalle. Ni es la primera, ni la última con la que compartiremos el gusto. Es por él que no hemos llegado a los tríos.

—Tiene que haber algo más —insisto.

—Es todo.

No quiero que sea todo. Abro la mochila sacando el paquete envasado al vacío, exactamente, es una camiseta de Soraya, la cual cogí prestada y sin aviso.

Se la doy con la certeza que tendré la información correcta.

—Háblame de ella —le pido.

Rasga el envoltorio, pega la tela a su nariz e inhala. Absorbe los olores a medida que informa de su propietaria:

—Es pequeña, muy pequeña. Tanto en edad como altura y complexión. Insignificante. Tan diminuta que mi pulgar la aplastaria. Por si te lo preguntas. Tiene quince años —sin error y continúa acertado, cuando empieza a describir su físico como si estuviera presente —Castaña, suele llevar el cabello suelto. De piel blanca. Viste con tejidos de procedencia natural, nada artificial. Igual que su perfume. Usa bálsamo caro por una enfermedad labial —vale, algo nuevo, eso no lo sabe ni Death —Y lo que más destaca son sus ojos. Azules. Azules eléctricos.

—Nada de eso es lo que me interesa saber.

—¿Qué necesitas de la hembra de Death?

—Saber que es.

—Humana —desprecia la camisa al suelo —Y tú hueles a ella. ¿Es por esa puta que te desapareciste? ¿O es por la otra que huelo en tus labios con más presencia que ninguna otra? Aunque aún no te la follas.

—No es puta —me cae mal.

—¿Cuál de las dos?

—He venido a despedirme por una larga temporada, no que me jodas. No quiero irme con mal sabor de boca —alza una ceja —También los odio. Odio a los humanos. Pero ella es distinta. Y necesita ser protegida.

—¿De quién?

—Enzo Salvatore. Ese hijo de puta quiere lo de su engendro —se le escapa una pequeña carcajada cabrona —Lo merece, joder. Merece ser cuidada. Si tan solo tuvieras la oportunidad de conocerla, en un cara a cara, probablemente compartiremos opinión.

—No, no pasaría. No soy tú. Yo no tengo pasado humano.

—Ni siquiera recuerdo ese pasado.

—Aún así está en ti.

—Soraya es especial —insisto terco.

—Si, lo que digas. Tampoco es necesario que hagas berrinche —camina hacía la cabaña pasando por mi izquierda —Cualquier cosa siempre te apoyaré. Aunque embarres los dos pies hasta el fondo del lodo. Es lo que hacen los buenos hermanos, ¿no?

—Esto significa que abandonó la guerra.

—Abandonas el campo —me corrige y añade: —Si pudiéramos decidir tras siglos de conflictos la gran mayoría abandonaríamos, pero mientras quieren exterminarnos no tendremos elección. Siempre mantén un ojo abierto.

—Y tú cuida de Kaia.

—Esa hembra te cortaría la polla si escuchará tu petición. Es autosuficiente —entramos en la cabaña. Pide que espere mientras que va a por una estuche viejo de madera —La manada por tres siglos estuvo detrás de ella y por fin conseguimos dar con ella.

—¿De qué hablas?

—Había rumores y nada confirmado. Los antiguos reyes forjaron una arma capaz de matar a cualquier ser. Incluyendo a la muerte. Está en tus manos comprobarlo —abre la tapa descubriendo lo que resulta para mi, siendo experto en armas blancas, la más preciosa que haya conocido con anterioridad. Una daga igual de exclusiva que antigua —Te presento a tu nueva amiga, hermano. Finismortis. 


****

Agradezco profundamente que hayan sido pacientes mientras que no tenía teclado. Afortunadamente, algo más tarde, Santa llegó un poquito más tarde, pero llego y yo puedo seguir escribiendo. 

Espero que entiendan como funcionan los licántropos. He tratado de ser lo más explicativa que he podido. 

Ah, y ya saben

Hugo/Gunther es el puto jinete sin cabeza. 


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