Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

043 - EL HOMBRE DE TODAS


 CAPÍTULO CUARENTA Y TRES

SORAYA AGUILAR


Sufro dificultades para despertar. Además, la cama es una nube, y nadie quiere levantarse de una nube super blanda que ofrece comodidad digna de reyes.

Tocan el timbre. Hora de desayunar. No quiero. Nadie morirá si decido dormir por cinco minutos de más.

Estiro la sábana escondiendo hasta la cabeza. Abrazo la almohada más grande con brazos y piernas.

Paraíso.

—¡Sin permiso! —invaden mi espacio y no es Hugo —Me habían dicho que despiertas temprano, bella durmiente. Tendré que castigar a mis esposas.

Soy violentamente desarropa por el hombre que luce kimono y una sonrisa rebosante de energía. Hundo la cara en la almohada. Solo quiero dormir. Dormir por minutos, por horas. Vaguear.

Toca gentilmente mi cabello.

—He interceptado tú desayuno. Apresura o me lo como.

—Es mi desayuno, Damián —no puedo quedarme sin él, no tendría fuerzas para soportar el gym.

—A mi no me digas Damián.

—¿Bichito?

—¡Esa es mi diva! —azota mi trasero y brinco, me incorporo mirando al terremoto de hombre —Te espero abajo, amor. No me hagas esperar o te quedas sin desayuno. Y luego no me digas que no he avisado.

Me hago con el primer conjunto, recojo el cabello, aplico el bálsamo y corro en un intento de salvar el desayuno.

Boss está siendo comprado por el intruso con golosinas caninas.

—Tiempo récord, fabulosa —ataca con un abrazo. Damián tiene el cariño que le falta a Derek —¿Has dormido bien? Espero que sí. Tenemos grandes planes.

—Tengo cosas que hacer —horarios diabólicos.

—Discutiremos eso desayunando —me besa la frente e investiga la bolsa de The Raven. Saca el contenido perplejo —¿Qué es esto?

—Mi desayuno sin bichos —lo lanza a la basura —¡Ey!

—Mejor hago mi desayuno favorito.

—A diferencia de ti yo no tengo por costumbre comer insectos —voy a recuperar la comida en su envase, pero bloquea la tapa con una mano y con la otra me para de la cabeza —No quiero bichitos.

—¿A mí no me quieres?

—A ti sí.

—Gran respuesta. Ahora deja de comportarte como una bruja aburrida y deja que tú diva favorita te haga su desayuno favorito.

Aguanto su mirada. Apenas lo conozco de una bizarra noche. Tengo la leve preocupación de que si le dejo ser, salga tan maniático bipolar como Derek, aunque considerando lo respetuoso que es Máximo tampoco debería pensar así.

Decido darle espacio.

Usa ingredientes de los armarios sin rastro de bichos. Nada destaca fuera de lo normal. ¿A quién pretendo engañar? Él no tiene nada de normal. Es pintoresco. Un mafioso italiano que usa kimonos. Le gustan los bichos. Tiene tres esposas y una novia. Y su forma de hablar es feminista. Ah. También cocina chocolates con churros.

—Chocolate con churros. El mejor desayuno del mundo —sirve dos tazas y un generoso plato de churros para compartir —Nada de porquería saludable.

—¿Es una prueba?

—¿Por qué sería una prueba?

—Derek...

—Oh, él. No hablemos de él. No estamos bien —expresa con cierta irritación en la voz acompañada con una mirada disgustada.

—¿Qué ha pasado?

—Tú. Nos has pasado tú —espero el peor escenario. Dos hermanos compartiendo el mismo interés en mi. Uno por ser la sustituta de su mujer, el otro por la posibilidad de un amor no cumplido. Aunque tiene tres esposas y una novia. No debería ser así —Antes que nada quiero pedir disculpas. Tendría que haber estado contigo antes. Será mi hermano, pero ningún hombre tiene derecho a golpear a una mujer, menos si esa mujer eres tú, mi gobernanta.

Impactada, es como me siento tras sus palabras. Máximo dijo que nadie me defendería si Derek se ponía violento conmigo, que debía ser cuidadosa con la elección de palabras y aceptar a buenas los buenos y malos momentos. Sin embargo, ahora, Damián ha peleado con su hermano por mi.

—Estoy avergonzado y decepcionado —le molestia se mezcla con tristeza —Tengo muchas obligaciones con el pasado, pero tú eres el presente, deberías ser la primera cosa a la que me debería centrar.

—¿Es por el recuerdo de ella?

—Es por ti. No sé del todo lo que pasó, pero mi filosofía me impide compararte con otras. Aún si compartís belleza cada mujer es un mundo.

Hermosas palabras de un criminal. Es un seductor.

—Quiero conocerte más —le confieso.

Acompaña el desayuno con sus aventuras, gustos y amor hacía los bichos. Adoro la forma que tiene de relatar. También el respeto que muestra cuando hace mención al sexo opuesto.

Habla de sus tres esposas y novia. Nunca ha sentido celos con ellas. Les deja ser. Hacen lo que quieran y van con quien quieran, no sexualmente, sino en terreno de amistades. No es alguien que pudiera perdonar una infidelidad. Si una de sus chicas se cansará de él firmaría el divorcio sin inconvenientes, pero no toleraría que lo engañarán, porque eso significaría quererle un mal. Y él, aún siendo hijo de la mafia, no considera que sea malvado para merecer semejante traición, aunque tampoco es santo. 

—Ya he hablado mucho de nosotros. Cuéntame algo tuyo. ¿Qué te gusta hacer?

—Escribir.

—¿En libretas como esa? —la señala, anoche la deje encima de la mesa cuando el sueño me atacó sin aviso.

—Si, pero no me gusta enseñar.

—Comprendo y te respeto.

Sonríe cordialmente, antes de saltar e iniciar la persecución después de que se haya adueñado de la libreta. Nadie puede leer. Es privado, al igual que un diario secreto.

Es más ágil y veloz sorteando los objetos. Sube al sofá con zapatos, abusa de la diferencia de altura frenándome con una mano en la cabeza, la otra la usa para abrir la libreta, y lee.

Su timbre es idílico para una lectura en voz alta:


Mantenía las dos manos sujetando la pistola en contacto con la espalda del hermano de Dietrich, Daemon. Sumergidos de lleno en aquel callejón en lo que había estado guiando desde su ignorancia, desde que había bajado del Alfa Romeo.

Respiraba tenso. Comprendía que aquello era por su padre. Si, lo sabía. Estaba enterada de lo que hacía Ezio. En silencio siempre presumía saber más de lo que esperaban de mí. Culpa de todos. A través de mi rostro angelical ninguno se percataba de mi falta de inocencia, nadie se percataba de mi maldad, cosa que aprovechaba para conseguir lo que quería.

Dietrich estaba a mis pies. Sería mi hombre, aún si ellos lo descubrían y trataban de interponerse entre la unión del rey del inframundo y una humana. Además, Massimo y su hijo también habían caído. Daemon sería igual.

—Manos arriba —Daemon, era muy complaciente.

Camine en arco sin prisa. Disfrutaba del deseo que podía ocasionar en amigos y enemigos, me gustaba increpar con mi actitud.

—Soy el hermano de tú novio.

Extrañamente, que alguien dijera que nos veíamos así removió el corazón. No era cuestión de amor, sino de posesión.

—Respuesta incorrecta. ¡Bang! —dispare, lo moje de mermelada frambuesa que había comprado días antes.

—¿Qué ha sido eso? —cuestionó perplejo.

Esperaba su confusión.

—No soy su novia, soy su mujer. Claro que él ignora eso —le corregí. Y lamí la pistola —Mmmmh. Rico.

Dietrich era un niño grande e inexperto. Tenía mucho que aprender y yo no le iba a exigir, sino que lo iba a acompañar. Se sorprendería con la identificación de cada sentimiento, hasta llegar un punto en que se daría cuenta que no podía continuar existiendo si no era conmigo. Nacería una completa dependencia por mí. Así lo quería. Que me entregará cada aliento.

—¿Cómo?

—Es un niño descubriendo el amplio mundo de los sentimientos, así que no se lo puedo exigir todo de golpe —dudaba de mis palabras, aún siendo una de las más honestas en las últimas semanas —¿Qué quieres? No respondas, ya lo sé. Soy adivina. Aunque tú cara de amargado ayuda.

—No estoy a...

—Si estás —no quería excusas. Guarde el arma de juguete, le quita la corbata y la lance. Odiaba los trajes, odiaba que los hermanos lo usarán como si fuera el uniforme naranja de un prisionero. Aunque, Massimo los sabía lucir —Correa fuera, perrito. Ahora solucionemos lo de tú espantoso traje. ¿Qué manía tiene tú familia con ellos? Tanto uniformito os quita estilo. no hay glamour.

—Estilo...

—¡Vamos de compras! —aborde su brazo en un abrazo y tire.

—Espera. No tengo dinero y no estoy seguro de...

—Bla, bla, bla. Mi, mi, mi. Bua, bua, bua —saque triunfante la cartera como si levantará la copa del mundial —Yo si tengo. Antes he robado la cartera a mi bambino.

—¿Le has robado a mi...?

—Algo tenía que hacer para que esté todo el día maldiciendo y pensando en su hermoso pájaro —si quería ser dueña de cada pensamiento de Dietrich, primero lo tenía que acostumbrar —En fin. Adiós excusitas. ¡A gastar!


Silencio.

—Sé que es horrible —recupero la libreta.

—¿De qué va?

—Trata la historia de amor de una chica desequilibrada, un empresario muy idiota y su especial familia.

—¿Cuándo empezaste a escribirla?

—Unos meses después de perder a mis padres —voy preparando la huida. No seguirá leyendo —No le digas a Derek. Se pondría celoso de mi bebé Dietrich. Es muy pequeño y adorable.

Tras esconder la libreta en un lugar imposible de encontrar, regreso al salón. Damián sigue subido al sofá.

—¿Bichito?

—¿Qué te apetece hacer? —se voltea curioso.

—Tengo que ir a entrenar.

—Olvida el gym. Es día de chicas.

—Me gusta ir —a pesar de ser una imposición y mis quejas —Aunque podría estar mejor. Adoro a Abel. Sin embargo, Diana es una arpía. Entiendo que hace su trabajo, pero no la aguanto.

—¿Me dejas llevarte?

Damián me ha llevado al gimnasio y Kora se encuentra de guardia, aunque a veces pierda la atención en los cuerpos machos. Sudados y con el tejido pegado. Menos mal que no hay celos en su relación de cinco, si yo tuviera la especial ocurrencia de mirar a uno, estoy casi convencida que mi celoso los mataba.

Abel aumenta la sesión. Aplica nuevas rutinas, felicitándome cada vez que me supero. Y, al terminar, celebramos con bebida energética.

Voy al desagradable encuentro Diana.

—Impuntual como siempre —ya empieza.

—¿Te busco novio? —cruza los brazos encima del pecho —No quiero tener malas vibras contigo. Diana. Eres buena persona, sé que es así, pero es que te falta un buen polvo quita telarañas.

—Suba al ring, señora Salvatore. No me pagan para aguantar su falta de disciplina y su lengua viperina.

—¿Y si te despido?

Tuerce los labios con una sonrisa soberbia.

—No hay nadie más preparada que yo.

—Yo conozco a alguien que sí —dice Damián apoyado en la pared. No lo vi entrar —Casualmente está presente. Así que recoge tus cosas que no hay error más grave que el de incumplir las ordenes de mi gobernanta.

—¿He dado una orden?

—Yo la he escuchado.

Corro a su encuentro, me quedo muy quieta mirando sus ojos y él se inclina ofreciendo su oreja para que hable, como si fuéramos a compartir un secreto, así que le susurro

—¿Se puede despedir?

—Si es lo que deseas, si.

—¡Despedida! —le señalo en la lejanía.

—Usted no lo decide, señora. Si tantas ganas tiene de que no sea su instructora deberá hablar con el señor...

—Uy. Eso sí que no, hermosa —le interrumpe Damián —A mi hermano no le gustará saber que desobedeciste a su mujer. Él sabe perfectamente que no es quien manda, ya que es cosa de Soraya. Así que yo no me quejaría, no cuando ha llegado a matar por menos.

—Adiós —le agito la mano.

—Ustedes lo decidieron así.

Se va indignada. A pesar de terminar mal entre nosotras le deseo que pronto encuentre un hombre, y quien dice hombre también dice mujer, que se la folle, ya que no de ser así le irá mal.

—Ah. Ya no tengo instructor, que triste.

—Contrátame. Soy el mejor. Aunque mis métodos son tachados de sádicos y no admito despidos. Ni dejaré que te distraigas babeando por mi físico.

—¿Serías un desalmado conmigo, bichito? —le doy mi mirada más trágica.

—Tal vez.

—¿Tal vez?

—Nunca.

—Contratado —alargo la mano sellando el negocio —Cobros y quejas a Derek. A mi mucho amor.

Inicia la primera clara con mi instructor más caliente. Aún cuando vengo de hacer cardio con Abel, empezamos por un intenso trote sin movernos del sitio, continúan sentadillas y saltos de cuerda. Cuatrocientos saltos. Y, cuando paro, antes del cuarto segundo me castiga con un azote.

—¡Manos largas!

—¿Qué culpa tengo si tú trasero es antojable?

—Te acusaré a tus chicas.

—Cariño, ellas saben como soy.

Me hace estirar con músculos que aún no había conocido con Abel. A continuación, me enseña los primeros golpes desde cero, como si nunca hubiera existido una Diana o un Derek.

Durante una hora soy sometida a sus regañas. Es rudo, sin necesidad de rebajarme para animarme a mejorar. Cuando hago algo mal usa un tono severo, pero cuando lo hago bien me regala una radiante sonrisa que no trata de disimular. Y, sus sonrisas, como buen Salvatore, matan. Malditos sementales. Solo me falta que Máximo sonría.

Los últimos diez minutos subimos al ring. Soy tumbada al primer intercambio, me habla de fallas y las correcciones. Se repite un nuevo intercambio con similares resultados y más correcciones. A la tercera no es mejor. Y, la cuarta, por un segundo, quedo sin aire.

—Esa mujer me decepciona —se preocupa, lleva la mano al pecho y cuenta para que logra controlar mi respiración —¿Tienes problemas de respiración?

—Derek dice que tengo honguitos. Es que mi apartamento era algo viejo y tenía humedades.

—Es una dramática. Yo creo que no sabes respirar.

—Si no supiera estaría muerta.

—Hablo de respirar bien.

Continuamos. Aparca las explicaciones de golpeo para dar paso a las de respiración. Ni siquiera ataca. Aunque me anima a que yo sí.

El horario de Derek se arruina cuando nos pasamos del tiempo establecido en el gym. Ya debería estar en el restaurante de hoy. Comiendo, para después tener la tarde libre, por ahora.

Me grita en el nuevo error. A continuación, me lanza un beso al aire, se hace la diva y me despisto riendo. Acabo en el suelo.

—¡Tramposo!

—Uy, cariño. El juego de la vida se gana con trampas.

Estoy tumbada en la tarima cuando se produce un segundo silencioso y me levanto del suelo con un salto. Las luces parpadean. Hay un cambio de aires. La guerrera se adueña del combate, la misma que derribo a Diana, la misma que lo repitió con Derek y que complica la situación para Damián. Cosa seria. Mi enemigo se ve obligado a esquivar mi agresividad expuesto en cada directo y crochet.

Giro sobre mi misma tocando brevemente el ring con las palmas y pateando la barbilla del contrincante. Cae en seco. Se convierte en el segundo Salvatore derrotado, el primero fue Derek. Que se preparen Giovanni y Máximo.

—¡¿Es todo lo que tienes?! —tengo motivación extra.

Damián se incorpora sentado. Se frota el cabello, mientras yo estoy recorriendo la piel que ha dejado a la vista el kimono medio abierto. Saco los guantes y subo a sus piernas sin ser capaz de retirar la vista de lo inhumano.

Su cuerpo, su hermoso cuerpo, más de la mitad está desfigurado por quemaduras de tercer grado.

Creí...

Creí que... Las heridas de Derek se curren demasiado rápido, igual que las de Alessandro, a pesar de no ser hermanos, los etiquete de sobrenatural, pero tal vez sea alguna clase de mutación genética.

—No llores, preciosa —Damián, frena una de mis lágrimas —A veces aún tengo pesadillas de aquel día. Pero. Lo bueno. Es que aquel día supe lo importante que era para Derek.

—¿Quién fue? ¿Por qué lo hizo?

—El mundo es agresivo con los débiles. Yo lo fui por demasiado tiempo, el más débil. Y pague por ello. Sin embargo, alguien me enseñó a ser fuerte. Ella, la difunta de mi hermano, y él me salvaron. Cada día les doy las gracias.

—Eres un guerrero.

Se roba un beso fugaz y llevo las manos a la boca, sonríe malicioso.

—Ese es el mío.

—¿El tuyo?

Me hace su presa. Echada a un lado, sube encima y rompe cualquier barrera que trato de crear con las manos. Encaja una mano en mi cabeza, otra en el mentón y presiona en medio de mis piernas con la rodilla. Soy besada con suciedad por un puerco lujurioso. Con toques de posesión y agresividad propias de Derek. Calienta más que el sol y moja más que la lluvia. Necesito... Tocarme.

—Este el de mi hermano —lame la punta de mi nariz —Si tus pezones se tensaron y tú maravilla se encharco significa que lo supe imitar bien.

—¿Qué clase de loco eres? —me aparto cuando me lo permite. Excitada, muy excitada. Derek dijo que podíamos hacer cochinadas telefónicas, quizás deba aceptar la oferta —¿Qué dirán tus mujeres?

—Ellas preguntaran. ¿A qué sabe? Y yo responderé. A gloria.

—Que no vuelva a suceder.

—Será complicado.

—Que no vuelva a suceder —lo amenazo con la mirada y huyo a enfriarme a la ducha.

Damián me espera duchado y con nuevo kimono. Está decidido a pasar el día conmigo. Y, antes de poder contradecir, ya estamos en un restaurante. No es el que tenía programado, tampoco uno que ofrezca insectos, realmente, si hubiera ni aunque fuera una cucaracha sería motivo de inspección sanitaria y posible cierre.

Por otro lado, le vuelvo a decir que este no es el restaurante que su hermano había elegido para hoy. No obstante, él dice que haga lo que quiera. A mi no se me ordena, yo soy quien ordena. Incluso me lo hace decir en voz alta y clara.

—Es muy complicado tratar a Derek —me sincero.

—Es la cosa más simple —contradice, cortando el bistec. Yo me he pedido una ensalada simple.

—Ni siquiera tiene instrucciones. 

—Tú desconocimiento no significa que no existan —pincha la carne y me la cierra provocando el cierre automático de mis labios. No he vuelto a comer carne desde el incidente. Además, Liang nos vigila en una mesa aparte —Si quieres te explico su funcionamiento.

—Antes invita a tú esposa a sentarse con nosotros.

—Está trabajando.

—Ya lo sé. Soy su maldito trabajo. Y saberlo no hace que sea menos violenta la situación.

—Si quieres puedo llamar a Samiya, Kora y Daniela. Mi chiquita ya debe haber salido de clase, aunque no creo que pueda, ya me avisó que tendría un trabajo y supongo que eso uno de esos en grupo.

—¿Supones?

—No controlo lo que hacen. Si me necesitan ya me llamaran.

—Eres un buen hombre. Aunque no entiendo la necesidad de tener cuatro mujeres, ni la inexistencia de vuestros celos, yo no podría —hasta celosa de putas imaginarias me pongo.

—Tengo demasiado amor para una sola. Eso dijo Samiya. Así que cuando me di cuenta estaba casado con tres maravillosas mujeres y tenía una novia —al ver que no como la carne que ofrece, come él. Yo inicio con la ensalada —Volvamos a mi hermano. Te asombrará lo simple que es.

Empieza con un: "Mi hermano es estúpido. Detalla las cosas que le gustan y las que le disgustan, mayoritariamente, por no decir todo, lo que le gusta está relacionada con su mujer, es decir, yo. Siempre dispuesto a mi felicidad, siendo capaz de cumplir hasta la orden más ridícula para obtener una sonrisa mía.

Es polímata. Tiene conocimientos en muchos campos, aunque sus favoritos son la gastronomía, la fotografía, la informática y la pesca. Incluso tiene un barco para realizar esta última. Además, es experto en ornitología, la rama de la ciencia encargada de estudiar a los pájaros.

Aburre el mundo criminal. No obstante, si alguien viene a molestar siempre se manchará de sangre.

Y, lo que más odia, es que le teman. Así que el mejor consejo que recibo es el de no tener miedo, jamás. Aún si me grita, aún si me empuja, aún si levanta la mano, lo que debo hacer es enfrentarlo.

—Si eres capaz de superar el temor vas a tener a tus pies a mi verdadero hermano —concluye en el postre.

—¿Dices que no está loco?

—Digo que es estúpido.

—¿Es una prueba?

—Creo que no. No he tratado el tema con él por falta de tiempo, pero creo que de vosotros dos, él es quien tiene más miedo. No soportaría la idea de perderte.

—Soy el recuerdo de su difunta.

—Dudo que piense así. Tú sigue mis consejos y descubre el niño que se esconde dentro del hombre. Si después de eso no te convence me encargaré personalmente de que se vaya.

—¿Harías eso?

—Si. Pero antes dale una oportunidad, por favor.

A la tarde, Kora y Liang se unen a mi día con Damián, después de que Samiya haya insistido para sustituir a Liang,

Visitamos el zoo. No es necesario decirlo, pero la zona favorita del tercer Salvatore es el insectario, aunque también le encantan los reptiles, para más precisión, las serpientes de gran tamaño como Apofis.

Antes de salir pasamos por la tienda. Damián compra un peluche para cada una de sus mujeres. Una leona para Samiya, un canguro para Kora, un suricato para la ausente Daniela y un panda rojo para Liang.

Damián se centra en su esposa vigilante. Hace pucheros sujetando la leona para que se acerque, dedica más de quince minutos, hasta que Samiya cede a sus encantos y recoge el peluche.

—¿Me das un besito? —Damián, pone morritos.

—Estoy trabajando.

—Y yo soy tu jefe precioso necesitado de un beso tuyo —sigue esperando el beso lanzando besitos al aire, sin embargo, Samiya ya ha decidido regresando a su posición de vigilancia —Gruñona.

—No es gruñona, está trabajando —defiende Liang.

—Sinvergüenza —apoya Kora.

Damián las mira, una por una, desde la más mayor hasta la más joven, lo hace hasta tomar la decisión de darles la espalda. Va a por mi peluche. Un águila. 

—Igualito a Odas —me lo entrega.

—¿Estás huyendo de tus esposas?

—Si doy un paso en falso estoy muerto. Si una de mis mujeres es peligrosa, imagínate a las tres.

—Cobarde.

Se gira hacía ellas.

—¡Este ser maravilloso os ama! ¡Idolatradme! —le lanzan los peluches en la cara y salen —Menos mal que están durmiendo fuera de casa por trabajo y solo está chiquita. De lo contrario sería uno de esos días para no regresar.

Paga por los peluches y salimos del zoo, momento en el que me hielo sufriendo repentinos sudores fríos. Sufro vértigo.

—¿Soraya?

—Estoy bien —no es cierto. Soy incapaz de recuperarme —¿Alguna vez has sentido que las cosas no iban bien? Es como me siento ahora.

—Sigue mis consejos y estarás bien con mi hermano.

—Quiero ir a casa.

Una de las cosas que más me gusta de Damián es que no debo repetir dos veces las cosas. Regresamos a casa donde siento mi integridad amenazada, destruyéndose lentamente.

La sensación ha venido sin aviso, como ayer cuando me dormí cuando lo que quería era seguir escribiendo. En está ocasión, estaba disfrutando. No había motivo para sentirme mal. Al punto en que quiero que paren. Pero, no hay nadie haciendo nada malo como para querer algo así. Solo estamos Damián y yo.

Recibo una taza de chocolate calentada.

—Gracias —doy un trago. Rompo a llorar con fuerza y me lleva a sus brazos —Tengo tanta rabia. Yo. No sé qué me pasa. Me siento inútil y muy sola.

—Estoy aquí.

—Pero faltan muchos. Hugo, Derek, Alessandro...

—¿Qué tiene de especial ese crío? Tengo entendido que no sabes nada de él, que solo era tú vecino.

—El que haya tenido un pasado complicado no lo hace malo. Sé desde sus silencios que su familia era horrible...

—No escucharé como lo defiendes.

—¿Por qué?

—Creo que estoy conociendo los celos y no me gusta —con tremenda confesión tengo que tener cara de estúpida —Apareció de la nada y se cree el mejor, teniendo el tiempo contigo que a mi no se me ofreció. Mi hermano lo dejó a él, a mí no. A mi no me dejó conocerte antes aunque lo deseaba. Intuía que eras algo bueno. No es justo.

—Ya estás aquí.

—Aún así lo prefieres a él cuando yo soy el que te antepondría. A mi familia y principios —hay algo de obsesión en su confesión —No busco a cualquier amigo, busco a mi mejor amiga.

—No puedo ser tú mejor amiga si no aceptas mis amistades.

—Pero es que también quiero ser tú mejor amigo.

—Apenas te conozco. Sin embargo, quizás sí estoy hablando con mi futuro mejor amigo y no soy consciente. Y, de ser así, de ser tú mi mejor amigo, debes aprender a convivir con mis otros amigos.

—Pero...

—Me pides una oportunidad con tú hermano, yo pido lo mismo para Alessandro. Él no va a irse. Acéptalo. Así son las cosas.

Se separa yendo a la cocina a meditar, a pesar de no haber nada que pensar. Si quiere más de mí, debe cumplir.

Los Salvatore son peligrosos. Muy pocos tendrían la osadía para exigir a uno de los cuatro hermanos. No obstante, él me da esa confianza.

Cuarenta minutos después regresa aceptando, le dará una oportunidad a Alessandro aguantando sus celos, pero deja muy, pero muy claro que esto lo hace por mí y nuestra futura amistad. Estoy segura que serán amigos.

Lo que nos queda de tarde lo gastamos en una sesión de películas con temática de bichos. Y, llegados a la cena, agradezco que estos no entren en el menú. Él no va a insistir, igual que no insiste en la carne, a pesar de que me mira preocupado.

—Es hora de que me vaya. Mi chiquita estará esperando —se levanta, mientras estoy buscando el mensaje que debería haber mandado Derek. Ni en la bandeja de entrada, ni en el spam. Es imposible que se haya olvidado —Ha sido un gran día. A partir de hoy nos veremos todos los días en el gym, preciosa. Hay que fortalecer los glúteos.

—Un segundo.

Me pica el anular llamando a Derek. No responde.

Dijo que no fallaría. Dijo que en caso de fallar sería un mal indicio de que algo estaba sucediendo. Siendo fría. Ni siquiera tiene sentido que no haya llamado. Ni por un saludo. No actúa así. Él no.

—¿Segura qué estás bien?

—Ellos... Se los han llevado. Ellos, han sido ellos.

—¿Cómo?

—¡Salva a mis hombres!


****

Amo a la divina de Damián. Tiene lo que no tiene ningún otro Salvatore, sabe tratar a sus mujeres. Les debería compartir de esa sabiduría. 

Por otro lado....

¡Se Viene! 

¡Caos! ¡Sangre! ¡Muerte!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro