033 - PRESPECTIVAS
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
DEREK SALVATORE
UN RATO ANTES
Tengo un problema.
Tenía planeado un gran día. Con cosas buenas y malas, de las que he tenido que suprimir todas las buenas. Alguien se cree con derecho de mearse en mi cara, pero no le durará. De mi no se esconden eternamente. Además, sea quien sea, le conviene mostrarse antes de que tenga tiempo a planear cada una de las torturas que ya estoy pensando que recibirá durante los próximos cuatro años.
—¿Qué ocurre? —me reclama Soraya.
—Nada.
Quiero destripar a la primera cucaracha que se me crucé, arrancarle los instintos y secarlo sin sangre. Venganza, exijo venganza.
—¿Y por qué no comes?
—Tuve un día complicado.
Mejor dicho, un puto día de mierda pasado por el sinsabor del infierno que exijo que acabe. El fin de año es una pesadilla, el principio será un baño de sangre y nadie será capaz de evitarlo.
—¿No son todos tus días complicados? —trata de darme de comer.
—¿Cuántos años crees que tengo?
—Di. Aaaah.
Separo los labios para recibir la comida, atrapando su muñeca cuando mi hermano mayor, habla:
—¿Quién hizo la cena? Tiene un gusto raro.
—Jack Salvatore. Nos quería sorprender.
¿Y ese quién es?
—El Carnicero, hermano.
Tengo dos problemas.
Mi mujer acaba de ingerir carne de cucarachas.
La temperatura de mi sangre asciende más de lo que ya estaba, la rabia se apodera de mi cuando hago soltar el tenedor a mi mujer y lanzo el plato con esa asquerosidad lejos de ella.
Sucede rápido. Lo quiero matar. No obstante, Damián se interpone entre Giovanni y yo.
—¡Yo lo mato!
—Calma, está enfermo.
—¡Ni enfermo, ni mierdas! ¡Nadie da de comer a mi mujer carne de cucarachas!
Su enfermedad me asquea. Quiero a mi hermano, el auténtico, Giovanni, las veinticuatro horas, sin tener que soportar el circo que tienen montado cuarenta y tres cucarachas. A pesar de ello, los tratamientos no funcionan y la situación empeora desde que Soraya fue atacada.
—¿He comido carne humana? —la miro, al igual que mis hermanos que me contienen de matar a Giovanni —¡Santa mierda! ¡Estáis locos!
Huye y regreso la atención en Giovanni, el cual con su patética pose emo no se da cuenta de la gravedad del asunto. Una cosa es que coma un par de insectos, algo que ya hacía con Damián, otra es que le den carne de cucarachas, menos sin aviso. Joder, me la han envenenado. También a mis hermanos. Ya suficiente tenía con un envenenamiento en el día de hoy.
—¿Por qué vivimos esclavos de la tristeza? —Giovanni, suspira.
—¡Te sacaré la tristeza a golpes!
—Suficiente, hermano —habla Máximo y me recuerda: —Tienes otro asunto que encargarte, así que dejémoslo pasar por hoy.
—¿Qué te hace pensar que no puedo con todo? —los aparto y miro por última vez a Giovanni —Iré a por mi mujer. Os la traigo y vais al hospital a por un lavado gástrico. No quiero esa mierda dentro de vosotros.
—Prometo que no le harás nada en nuestra ausencia —pide Damián.
—No puedo prometerlo.
Voy a por mi mujer. Necesito hablar con ella y asegurarme que está bien antes de que se vayan, ya que no los puedo acompañar hasta más tarde. Tengo prioridades. El primer puesto es para mi mujer, el segundo para mi mujer, el tercero también para mi mujer y el cuarto para mi familia. Suena a que debería ir con ella, aún así no puedo cuando este es el segundo ataque que recibe hoy y dividirme no sé.
—Suerte con Derek, la vas a necesitar.
—¿Te crees mejor por ser su consentida? Te diré algo del señor. Ni eres la primera, ni serás la última. Eres algo pasajero.
Tengo tres problemas.
Una cucaracha del personal hablando con mi mujer.
—¿Algo pasajero?
—No es hombre de una sola mujer.
Interesante, acabo de saber algo de mi. Soy un imbécil que vive por una, pero me han añadido a más.
Estoy por interrumpir la farsa cuando decido quedarme en la sombra espiando la conversación tras escuchar a mi mujer. No a la actual, sino a la antigua. La manipuladora, lunática y sarcástica chica empoderada, la que pisa cucarachas, la que incluso me puede pisotear a mi.
—¿Así que dices que soy pasajero? ¿Cuánto le dura el efecto? Tengo que organizarme para celebrar la fiesta del siglo, no todos los días una se libra de su acosador personal. ¿A ti también te acosa? Te compadezco.
—Estás loca.
—Esa pregunta se responde sola. Soy la mujer de Derek Salvatore, el hombre más peligroso del mundo. Me pertenece.
El poder de sus palabras se traduce en el bulto apretado de mi pantalón.
—Estuve en esa posición.
Segunda cosa que no sabía. Ya tuve una mujer antes de Soraya. Grandes chistes. Si no fuera porque lanzaré su cadáver en la fosa común, encargaría una lápida con un corto escrito muy claro para quienes creen ser iguales a mi pájaro.
"Murió por estúpida. Por hablar con la diosa Salvatore y mentir"
—¿Dices que eras su puta?
Nunca he tratado con putas, no en términos sexuales. Soy un hombre rechazado hasta por ellas. Y violar no me apetecía. Ni siquiera tenía interés en el sexo hasta Soraya.
—Estás en esa posición.
—Bueno, querida. Cualquier mujer se volvería puta en su cama. La diferencia es que tú eras su puta y yo soy su puta mujer.
Ella va ganando, aún así intercedo refugiando la erección en su culo y provocando que la cucaracha se acobarde. Tiene que ser consciente de lo que provoca, de lo mucho que la deseo y que me gustaría arrancarle la ropa y follarme delante de esta puta, demostrando a quien pertenezco.
—¿Qué ha dicho esa cucaracha?
—Está celosa de que me folles a mí y no a ella, así que la deberías contentar con eso que me golpea.
No sé cuál de las dos versiones habla, si la que se quiere deshacer de mí o la sarcástica. Aunque eso no cambia nada. No soy algo que ofrecer, soy exclusivo, objeto de edición limitada.
—¿Así que quieres que la contente? —le muerdo la oreja ofendido —Si es lo que quieres, es lo que haré. Desaparece.
Si es la versión sarcástica, me acabo de quedar sin testículos, aunque antes de castrar espero que piense en nuestros cuatro futuros hijos.
—No iba en serio.
Se voltea y miro hacía la cucaracha, porque de otra forma, la acabaría abriendo el kimono y reventando el coño.
—Ha sido suficiente, Bird. Tengo las pelotas cargadas y me desahogare con mi antigua puta. Siempre son bien recibidas buenas folladas cuando la nueva es una inexperta. Déjanos solos.
Espero que me dé una cachetada, sin embargo, su falta de reacción indica que acabará obedeciendo.
El maldito, puto y desesperante miedo. Me chillo en el auto, lo volvió hacer para que el espectáculo de la cena parase, me ha marcado frente a la puta. Y, ahora... ¿Nada?
—¡Derek!
—¡Ahora!
Se va convertida en sumisa. Espero paciente, largos minutos, todo para que no ande de espectadora en la siguiente función. Hay cosas que todavía no puede presenciar, hasta que no recuperé su lado malvado, porque una cosa es temer por mí, otra es hacerlo por mi justicia.
—Nombre.
—Galilea, Señor —sus ojos están bajos, pero mira mi paquete.
—Arrodíllate —obedece, me acerco y la pateo derribando al suelo —Arrodíllate —vuelvo a demandar. Sus ojos ya no me reparan —Mejor. No me gusta que miren las posesiones de mi mujer —me agacho retirando su cabello, ejerco presión en su barbilla y la subo a mis ojos —Ya que tienes ovarios para mentir a mi mujer, ten los mismos para darme la cara, puta.
—N... No me...mentí...
—No es hombre de una sola mujer. Estuve en tú misma posición —uso sus palabras, espero una excusa de lo indefinible —¿Dirás que esa porquería no salió de ti? ¿Qué estoy loco?
—Y...yo...
—Te estoy esperando.
—¿Qué tiene ella que no tenga yo?
Honestamente, no sabía que había cucarachas que me desearan, aún así me da igual. De nada sirve ser deseado si ni una se ha acercado, si todas se han mantenido alejadas fantaseando con follarse a la puta pesadilla. Tampoco importa cuando con la única que he sentido lujuria es con mi mujer, mucho antes de tocarla, cuando era una adolescente prohibida. Fue su culpa. Pero yo la respete.
—¿Es necesario responder? Es mi mujer. Suficiente motivo para que le haga un altar, me arrodillé, la venera y le chupe los pies.
Aviso a dos cucarachas, me entregan unos guantes de látex y un cuchillo. Con las manos cubiertas, le rompo el uniforme a cuchilladas, sin importar los cortes que le provoco en su repugnante cuerpo.
La expongo, sangrando y sin que me enfrente. Voy a los pliegues de su coño, los separo y estímulo el clítoris. Jadea y gime temerosa. Disfruta y sufre. Estás cucarachas han vivido de todo, adiestradas para satisfacer, principalmente, a mi padre y sus hombres. Algunos de ellos eran casados y hoy se encuentran en la mazmorra, a los otros anulamos sus contratos por ya no requerir sus servicios.
—Fuego.
Estímulo más esperando el soplete encendido, caliento la hoja del cuchillo y le paro el orgasmo antes de que se produzca, sustituyendo los dedos por la hoja ardiente presionada en su punto erógeno. Quería placer, aquí hay placer, entre sus gritos y mi satisfacción.
A continuación, le corto la lengua y digo:
—De mí no mientes, pero menos insultas a mi mujer —volteo hacía los hombres sosteniendo la lengua y ordenando: —Encerrarla. Elegid las torturas, pero que se mantenga viva. Vuestra ama y señora dictaminará su sentencia.
Voy a por Giovanni. Sigue en el salón ocupando el mismo sitio con su aspecto circense. Lo agarro por detrás, le meto la lengua y se la hago masticar a la fuerza.
—¡¿No querías carne de cucaracha?! ¡Este es el postre!
Rompe uno de los guantes de un mordisco, aparto las manos y la escupe. Arranco su peluca, lo encajo en la mesa y lo golpeo, una única vez, ya que, lamentablemente, detrás de tanto circo en marcha, sigue habiendo un hermano.
—¡Devolvedme a mi hermano, parásitos! ¡Salid de su cabeza!
—Eso no lo solucionará, señor —interrumpe el consejero.
—Nombre.
—Gaspar, señor.
—¿Están todos los que pedí?
—Si.
—Si descubro que es cosa de uno de los parásitos, ni Damián te podrá defender —suelto a Giovanni.
Sigo al consejero que me entrega dos guantes nuevos y una pistola, cuento las balas entrando al establo. Un centenar de cucarachas ocupan el espacio: seguratas, cuidadores, veterinarios, familiares... Todos con la cabeza cabizbaja, a excepción del personal del establo y sus familiares, arrodillados y apuntados. He ordenado que los trajeran sin importar que tan lejos estuvieran, algunos lo estaban bastante, es por ello, que he esperado pacientemente, por horas.
Me centro en lo que importa. Chaos, la yegua de mi mujer, tendida en el sueldo con dificultades respiratorias, apagándose por momentos, aunque no consentiré que muera.
A primera hora del mediodía, Damián llamó informando de su estado, jodiendo los planes del paseo con mi mujer a lomos de nuestros caballos. Hemos localizado la causa a los minutos, envenenamiento. Y luego, he ordenado la presencia de todas los miserables que deben asegurar sus cuidados.
Mortem, mi semental, le da pequeños golpes con el morro manteniendo las orejas caídas. Está triste por su hembra, y yo, mejor que nadie, lo comprendo. Acaricio su pelaje para captar su atención, levanta la cabeza y compartimos la misma mirada de desesperación por nuestras chicas.
Aparte de ser un ataque a su hembra, es un mensaje. Alguien quiere mal a mi mujer. Tal vez, el atacante a mi mujer, el de hace dos años, se encuentra escondidos entre nuestros mismos trabajadores.
—Se pondrá bien. Palabra Salvatore, Mortem —mira a los indeseables, relincha y muestra los dientes —Yo me encargo.
Me posiciona frente a todos.
—Seré breve. Nuestros caballos son parte de nosotros. A los primeros jinetes se les conoce por sus monturas. Al nacer y conocernos, es el mismo animal quién nos elige, quedando ligados a nosotros hasta nuestra muerte. Atentar contra ellos equivale hacerlo con nosotros, atentar contra Chaos embarazada, equivale a atentar contra mi mujer y al que será nuestro primer hijo —aún no tocamos el tema, queda mucho para eso, incluso puede que no haya la posibilidad, pero sin haber llegado a ello, ya me lo quieren matar junto a su madre —La mierda a vuestro lado tiene más valor. Aún así, os damos nuestros valiosos compañeros para que estén en perfectas condiciones. Y me falláis. ¿Quién os creéis que sois?
Nadie responde, nunca lo harán. Cobardes.
—¿Quién es el más nuevo? —a falta de respuesta disparo al aire —¿Quién en el más nuevo? —venden al nuevo como las repugnantes cucarachas que son y lo agarro, rozando su frente con el arma —Nombre.
—Agu... —le disparo antes de que acabe.
—¡Matad a su familia!
Suplican a la vez que finalizan con su vida. Entro a la cuadra de Chaos y agarro un puñado de su comida envenenada, la ofrezco a otro de los trabajadores mientras lo engancho del cabello.
—¡Come!
Desobediente, se la hago engullir, teniendo otro cadáver en cuestión de minutos. Si no fuera porque nuestros caballos están malditos, Chaos y el bebé estarían muertos.
Ordeno que maten a sus familiares y prosigo. Algunos los mato de un disparo limpió, a otros los envenenó y el resto es cosa de los hombres leales a la familia. Ni siquiera quiero que ocupen lugar a las mazmorras.
Acaba la función sangrienta y me paro enfrente de los veterinarios, los cuales tiemblan con el deseo de huir. Imposible, de aquí no sale nadie hasta que la yegua esté recuperada.
—Si la yegua muere, morís. Si el bebé muere, morís. Vosotros y vuestros seres queridos —voy hacia el consejero —Nombre.
—Gaspar, Señor.
—Controla mi orden o te mato.
—Sabes que no te temo.
—Eso no impide que te pueda volar los sesos.
Entro al hospital cambiado y oliendo a loción cara, después de haberme duchado para que no se me pegue el hedor de las cucarachas. Se que habitación ocupan los míos, así que voy sin tener que preguntar y sin que nadie me estorbe, lastimosamente, por aquí ya me conocen.
—En mi defensa diré que no es un día productivo si durante el transcurso de este no he desafiado cuatro veces a la muerte. Dicho esto. Hugo me ha apuñalado.
—¡¿Qué?!
—No te enfades.
—¡¿Dónde está?!
—No lo sé. Habían espectadores, así que me han traído y no lo he podido perseguir. Se le pasará, no te preocupes. ¿Y tú qué tal? ¿Qué haces aquí?
—¿Por qué te ha apuñalado?
—Sin importancia.
—¡Alessandro!
—Responde —interrumpo, centrado en el vecino —Que todos sepan que ese hijo de puta se droga. Dame la razón y terminemos con esta porquería.
Tengo cuatro problemas.
Las drogas y Hugo.
—¡Y se apareció el bozzolo! —me intenta golpear con una braga de mi mujer que acabo guardando en el bolsillo —De tu mujer. Capullo.
—Responde.
—Mi hermano no se droga.
—Ya no puedes engañarme y estoy harto de que lo hagas.
—Ya no se droga. Se drogaba, pero ya no.
—Soraya...
—Además, no he mentido —ella no, pero él si miente —La adicción es una enfermedad. Durante todo este tiempo, lo hemos estado ayudando y está limpió, no consume. Ha sido menos duro de lo que creía, hemos tenido suerte.
—Soraya...
—Cállate, Alessandro. Me estoy explicando.
—Haz caso a tú vecino —le recomiendo —Se desangra y necesitamos saber, ya luego si quiere que cumpla con su sueño de morir.
—Al fin —devora chocolatinas, parece que le importa más comer que el tema —Me ha apuñalado porque lo he pillado drogándose. Sé sincero diciendo que nos ha estado mintiendo, hemos forcejeado para que no se inyectara y me ha apuñalado.
—¡Mientes! —llora.
Voy a golpear a ese imbécil por tener así a mi mujer. Nadie se merece sus lágrimas, ni mi mejor amigo.
—Si. Y está herida también es mentira —enseña su herida —Como es de mentira, los médicos pasan de mi. Algo lógico. ¿Será que solo la veo yo?
—No, no, no.
—Suficiente —me llevo a arrastras al vecino y grito: —¡Un puto médico! ¡Ahora!
Nos dan una habitación alejada por orden mía y atienden su herida, a la vez que no deja de engullir. Se acaba el último chocolate, mira el médico y luego a mi, como si esperara que reaccionara con su queja.
—Tengo hambre.
—¿A mí no te me quejas? Dame respuestas.
—Eres odioso, bozzolo. Monstruo sin corazón —hace drama y quiero meterle un tiro de la polla, pero aparte de ser amigo de mi mujer, sospecho cosas. Cabrón con suerte —Efectivo, comida o algo.
—¡Deja de lloriquear!
—Tú no lo entiendes —aparta al médico, antes de que terminen de atender la herida —Me voy. Tengo que comer. Alguien cómo tú no lo entendería.
—Deja que te curen.
—¡Así no funciona! —su voz se vuelve grave.
—¡Traed de comer a este imbécil!
Enseguida el vecino tiene la comida y permite que el médico le cure, aunque ha dicho que no funciona así. Supongo que no es humano. No lo sé. Esas cosas no van conmigo. Nunca me ha fascinado descubrir la naturaleza maldita, suficiente tengo con la que me ha tocado a mí y a los míos.
Sé que licántropos, vampiros y demás son reales, pero nunca he estado enfrente de ellos. Ni los he buscado, al igual que ellos tampoco me buscan a mí. Seguramente, también me rechazan.
—Sé que eres malo. Bueno, algo así. A veces me confundes, así que no voy a responder —habla mucho, conoce poco.
—Tomaré las medidas necesarias.
—No es su culpa. Fue Laura, estoy seguro.
—¿Quién es Laura?
—La ex de Hugo —cierto, la puta cucaracha —Hugo no sabe cómo acabó así, pero yo creo que fue ella, porque me dijo que empezó al poco de acogerlas —dicho de otra forma, lo drogó para quedarse mi dinero, sin saber que lo estaba matando, ya que ella si lo amaba, aún así el lujo le pudo —Es un buen chico. Solo que no se puede controlar.
—Haré lo necesario.
—No lastimes a mis amigos.
—Hay cosas que ignoras.
—No te creo.
—Necesito que me hagas un favor. Considera que hacerme uno, representa hacer uno a Hugo.
—Mentira.
—Es la primera vez que haré esto. Te doy mi palabra, desconocido. Si me ayudas, lo ayudo —se me queda mirando con una efímera esperanza —Dile. Dier tod ist zurückgekehrt, er hat Soraya gefickt. Narr.
—¿Qué significa?
—Él lo sabrá. Y un consejo. Ponte hielo.
Regreso con los míos. Doy el número de habitación a Soraya y se va con su vecino.
—¿Cómo pudo fallar? Hugo, imbécil —dice Damián.
—Si no fuera por las drogas tendríamos el placer de su muerte —apoya Máximo.
—¿Celosos?
—¿Tú, no? Hugo y Soraya son nuestros.
—No. Son míos y os los comparto.
—¡Qué te jodan! ¡¿Al menos sabes algo de él?! —grita mi tercer hermano.
—Es la vida privada de mi mujer.
—¡Imbécil! ¡Seguro que forma parte del ataque! —yo lo pensé, pero no. Más bien es alguien con problemas —¡Seguro que el enemigo nos lo ha metido!
A decir la verdad, tengo una lista interminable de problemas; la amnesia y miedo de mi mujer, el envenenamiento de Chaos y su cría, el circo de Giovanni, las drogas de Hugo, las putas que se creen algo, la desastrosa relación de Darley y Máximo, no tener respuestas del ataque a Soraya y mis suegros, el Ruso... Una gran lista y nada se resuelve, solo se amplía.
¿Una vida tranquila? Ja, me burlo de mi sueño.
—Ve preparando a tus cucarachas, Máximo. Es hora de preparar un comité de bienvenida.
****
Problemas, siempre hay problemas.
Como me considero un ser de justicia, los votos para adelantar la actualización del capítulo, ahorrando la espera de los siete días, regresan. Así que... Ceros quejas. Tanto lo doy, tanto lo puedo quitar.
¿Soy malvada? Yes. Solo hay que ver a mis hijos.
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