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032 - UN MAL FINAL, UN CATASTRÓFICO PRINCIPIO


CAPÍTULO TREINTA Y DOS

SORAYA AGUILAR


—Yo digo que el rojo te queda mejor —expresa Hugo.

—Mejor el azul —dice Alessandro, mordisqueando una galleta hasta que Hugo le da una fuerte palmada en la espalda que se la hace escupir —¿A qué ha venido eso?

—Por llevarme la contraria.

Se desafían mientras estoy pendiente de cuál de los dos jerséis me quedará mejor. Al principio, le dije a Derek que no, pero la curiosidad por conocer a los hermanos restantes me venció y ahora estoy sumergida en un dilema para averiguar qué prenda me quedará mejor para la ocasión. Además, creo que me conviene conocerlos, si lo hago cabe la posibilidad que comprenda mayor a la bestia.

—¿Sabes cuál es el verdadero problema? —pregunta Alessandro.

—¿Cuál?

—Tienes mucha ropa.

Cierto, tengo exceso de vestuario. La primera vez que me compraron ropa ya hice limpieza, pero ahora lo han vuelto hacer. Es complicado andar por la habitación.

—Si. Es un gran problema.

—A mi me parece bien que tengas tanta. El primer paso para estar con la jefa es llenarla de caprichos, ya luego confirmo si vale como persona. Si no vale, seguirás teniendo cientos de modelitos para conquistar a otros —trato de no darle la cara por la intensidad que desprende, esperando que no haga la pregunta, más la hace: —¿Cuándo lo conoceré?

—Tiene una agenda ocupada.

—Que la desocupe. Si no lo conozco, se acabó. Tiene que tener huevos para presentarse a tú hermano, maldito cobarde. 

—Se lo mencionaré.

—No. Se lo dejarás en claro.

Al salir llevo puesto un conjunto de marca italiana. Muy difícil no era, ya que todo lo que he recibido es italiano. Igual que la ropa y el maquillaje.

—¡Si no se presenta, lo mato! —grita Hugo, desde el balcón.

Esto empieza a complicarse. Tengo que presentarlo, pero con esa bocaza no saldrá vivo del encuentro.

—¡Compórtate! ¡Mejor dicho, comportaros!

—¡Siempre nos portamos bien! —grita Alessandro.

—¡¿Y Nochebuena?!

—¡Yo no le veo lo malo!

Los dejo por imposible. Voy a la dirección de recogida donde me espera el hombre de graves problemas mentales. Después del sexo, algo cambió y ha estado citándome en calles UN POCO apartadas de mi hogar. Sé que es por Alessandro, ya que sus encuentros no han sido muy pacíficos.

Derek está apoyado en el Ferrari negro, fumando poseso mientras parece mantener una charla desagradable por el móvil. Espero un saludo, un beso quizás. Sin embargo, parece que soy inexistente delante de sus ojos ennegrecidos.

—Derek.

—¡¿Esperas una invitación formal?! ¡Sube al puñetero coche!

Que Dios se apiade de mi alma por pecar con un monstruo. El Derek romántico se ha vaporizado, ha llegado el sádico. El indomable, el que no dudaría en quebrarme la mandíbula si me revelo.

Conduce con una mano pegada al volante y otra al teléfono, sin prestar atención en lo que hace. Una pareja debe esquivar el coche porque casi los atropella.

—¡A todos! ¡Tráeme a todos! ¡A ellos y a sus familiares!

Me mantengo en silencio mientras solo oigo exigencias y acarició el corazón, el del colgante, puesto que él no tiene. 

—¡¿Es qué lo tengo que decir todo?!

Salimos de la ciudad sin que haya disminuido ni la velocidad, ni el carácter, yendo a más. No sé qué pasa, pero no está prestando atención y me siento amenazada sufriendo un dolor agudo de cabeza.

El accidente. Un golpe por el lateral, los gritos, las ruedas de campana, boca abajo, las botas militares, cuervos y... La sangre se desliza lentamente por mi brazo derecho, en el techo se forma un lago rojo, afuera hay mucho movimiento a la vez que hay miles de cuervos que rodean las botas de quien apuntan. Un par de cuervos se cuelan por el ventanal observándome, ladean la cabeza y se fijan en el cinturón, lo picotean sin que logre entender a los de afuera.

¡Disparos! ¡Sangre!

—Baja la velocidad, por favor —suplico, en un hilo de voz.

—¡Espabila o te meto un tiro a ti! ¡A tus antecesores y descendientes!

"Qué triste. En fin, hay que sacarte de ahí, ragazza"

La memoria se descompone en fragmentos confusos. Alguien llega, otro hombre, él grita por mí.

Zumbidos atacan. Ante la ignorancia de Derek, llevo dos dedos en la nariz y estoy sangrando. El dolor se vuelve el peor enemigo, la visión me falla y me vuelvo en alguien muy pequeña. Estoy fuera de lugar. Es como si alguien se hubiera encargado de removerme del sitio y no me gusta. Nada lo hace.

—¡Ya basta! ¡Detén el puto coche o te arranco los huevos!

Al fin, Derek reacciona lanzando el móvil atrás y pisando el freno, hace una maniobra que nos deja parados en mitad de la carretera montañosa, tras un giro de ciento ochenta grados.

Se baja con prisas sin darme la cara, va al primer tronco y lo empieza a golpear como un poseso. Se destroza los puños, grita endemoniado en italiano. 

No se detiene cuando salgo del coche y le grito que pare. No quiero que se lastime. Intento agarrar uno de sus brazos cuando recibo un codazo que me hace volar al suelo. La boca se me llena de sangre y tiemblo, recordando las dos veces que me lastimó. Esto está mal.

—Bird. Yo no quería...

—¡Tú nunca quieres! —lloro.

—Yo... —me levanta del mentón, veo su suplica y un sentimiento que efectivamente no quería, pero lo ha hecho —Yo no quería esto. Nunca pedí está pesadilla, pero ahora, es lo que nos toca, porque tú eres lo más parecido que tengo de ella. Eso no cambiará.

—Otro discurso. Dime otra cosa.

—¿Cómo qué?

—La verdad.

—Quería pasar un día especial contigo y mis hermanos. Estaba todo organizado, hasta en el último detalle, pero... ¿Por qué te cuento esto? Sube al coche. Nos esperan.

—¡Así no subiré!

Va al coche y me quedo en el lugar. Son interminables los minutos antes de que vuelva a venir. Me agarra en brazos y me sube al Ferrari, cruzo los brazos mientras asegura el cinturón.

Llegamos a una inmensa mansión, la central que vi desde la casa de Derek y que le cuadriplica en dimensiones. Hombres cuestionan el perímetro, la seguridad se sale de lo normal con ellos, hay más que en casa de Máximo.

A la entrada, esperan Máximo y Damián, el segundo lo sé porque justo lleva el kimono que le regale para Navidad. También porque ya lo había visto en llamada. A su lado hay una sirvienta de cabello rosa y, más que uniforme, lleva un vestido propio de las muñecas de porcelana.

—No sé qué ha pasado —habla Damián para Derek.

—Mi mujer está aquí —agranda los ojos alarmado cuando me ve.

—¡¿Y esa sangre?!

—Me tropecé. Soy algo torpe, lo siento.

Mira a Derek impresionado. Creo que exagera, no creo verme tan horrible, aunque ha sido un buen golpe, no es de los peores.

—Se supone que la debes cuidar, imbécil —Derek, rueda los ojos —Para traerla con estás condiciones, mejor hubieras dejado que fuera yo quien la hubiera ido a buscar y no un orangután.

Dios, lo adoro. Me abraza energético mientras que no retira la vista del orangután de su hermano, el cual no dice nada, es más, por un segundo, ante la acción de su hermano pequeño juraría que sonríe.

—Soy Damián, mi querida diva. El más atractivo, sexy y ardiente de los hermanos Salvatore. El conquistador.

—Espero que te gustará mi regalo.

—¿Qué lo llevé puesto no lo evidencia? —se retira presumiendo del kimono —Tienes muy buen gusto. Aunque no era necesario, porque el que estés aquí ya es suficiente.

—Me alegro conocerte. Aunque esperaba conocer el cuarto hermano.

—Estoy aquí —dice la sirvienta no tan chica, de cerca es un chico.

—No, tú eres el quinto.

Damián, Derek y Máximo comparten la mirada cuando el chico alarga la mano y queda suspendida en el aire, sin que se la acepte.

—Soy Emma Salvatore, la cuarta hermana.

—Mentira. Eres la quinta.

—Giovanni Salvatore —Derek, interrumpe con tono aspro —Deja el circo de mierda y quítate el puto vestido, no necesitamos tus payasadas.

—¿Por qué eres tan malo? —le hace un puchero.

—Tengo asuntos que atender. Damián, encárgate de mi mujer.

Entra a la mansión acompañado de Máximo tras que me dé un pequeño saludo cordial.

—¿Por qué nadie me quiere? No hice nada malo —lloriquea.

—Yo si te quiero, Emma. Y nuestro hermano también, solo que no está de humor, así que cámbiate.

—Odio la ropa de chico.

—Sé que no, pero no tiene porque ser de chico. Mira a Soraya, no usa vestido y está preciosa —le masajea las mejillas —Hazlo por tu hermano favorito, por favor. Ya verás que te verás bonita.

—¡Tendrás que recompensarme!

—Manta, película y palomitas. Sacaron una nueva de dibujos. Te encantará —asiente y corre adentro emocionada, como una niña de cuatro años a la que le acaban de prometer la mejor golosina.

—Derek no debería ser tan cruel. Si es transexual, debería aceptar su condición y dejarlo ser como quiera ser.

—Está enfermo.

—Claro que no. Ser trans, gay o similar no te convierte en enfermo. Esa mentalidad es horrible.

—Sufre trastorno de identidad disociativa. No es gay, ni trans y te aseguro que a nadie le importaría si fuera el caso. Es nuestro hermano y lo queremos, pero que tenga una enfermedad tan grave es complicado. A veces es Jack, Emma, Alexa o alguna de sus cuarenta y tres personalidades extras, pero raramente es Giovanni, realmente, no he vuelto a saber de él desde hace dos años —se pellizca el entrecejo —Así que tienes razón al decir que es el quinto. Tenemos cuarenta y tres hermanos extras a causa de su enfermedad.

—¿Cuándo he dicho yo que fuera el quinto?

Se me queda mirando pensativo y responde:

—Nunca.

—¿Hay alguien normal en vuestra familia?

—No. Entremos. Hay que curar esa herida tuya.

Me ofrece gentilmente el brazo y lo acepto.

El recibidor se podría describir como la suma de todos los apartamentos de mi bloque puestos en fila recta. Aparte de destacar en dimensiones, lo que más destaca son estatuas femeninas y de oro, ocupando ambos laterales durante el largo recorrido. Son preciosas. Quien las esculpió, lo hizo sin olvidarse de ningún detalle para que demuestren toda su feminidad.

Una de las estatuas parpadea y aprieto el brazo de Damián, creo que me acaba de deslumbrar tanto perfeccionismo.

—Ignóralas.

—Pero una ha parpadeo.

—¿Cuál? —señalo la estatua y niega —Que alguien la llevé y que aprenda que ocurre cuando incumplen las normas Salvatore.

Unos hombres agarran la estatua que ruega perdón mientras que es llevada a no sé donde. No son mujeres esculpidas, sino que son mujeres reales. Desnudas, bañadas en oro y ordenadas a que se mantengan quietas decorando el recibidor.

Giovanni está enfermo, Derek también y asumo que Máximo y Damián a su manera se suman.

—Esto no está bien —susurro.

—Exigencias impuestas en la decoración por mi hermano. No lo comprendo, y prefiero no hacerlo. Nunca pidió algo tan exagerado.

—¿Me quiere intimidar?

—¿Por qué haría algo tan absurdo?

—Está loco—se ríe y digo: —No tiene gracia.

—Él no está loco, es estúpido.

—Dime que no le harán nada malo por chivarme.

—Yo te lo digo si no le dices a mi hermano que yo te lo he dicho —asiento —Termino el turno antes de tiempo, así que se ira a bañar sin recibir el extra por fallar. Seguramente, aproveche para ir con la familia considerando que es final de año. Hay que comer las uvas.

—¿Cuánto le pagáis?

—Soraya, no. Deja que trabajen y no las obligues a fallar, está en riesgo sus próximas vacaciones paradisiacas.

Me señalo los ojos y las señalo, advirtiendo:

—Os vigilo.

Entramos a una habitación de gigantesca cama. Me pide educadamente que tome asiento, recibo sus curas. Su delicadeza me embauca, hace que me sienta a gusto y segura. Sopla la herida del labio tras echar alcohol, en ese momento, algo se enrosca en mi brazo. Trago con fuerza, sé que está subiendo sin conocer sus intenciones, a pesar de que nunca he sentido rechazo con las serpiente, no sé qué esperar de una que pertenece a un Salvatore.

—¿Te asusta Apofis? —acaricia la cabeza de la anaconda que ya ha alcanzado mi hombro —Es un bebé. De cuatro metros, pero un bebé —la saca y lleva detrás de su cuello tratando de enseñar que es inofensiva —Regalo de la mujer más impresionante.

—¿La difunta de Derek?

—Algo así.

Lleva la anaconda al terrario que ocupa el mismo tamaño que la pared más grande de la estancia, la alimenta con un ratón.

—¿Cómo era ella?

—Alocada, empoderada y temeraria. No era bueno salir de fiesta con ella, pero una vez lo hacía era imposible no volver a hacerlo, contagiado de su locura —explica con añoranza —Y ya está. Hablemos mejor de ti. Dicen que eres una niña buena.

—Si me comparas con tú familia, si.

—Hay que corregir eso. Iremos de fiesta y sacará tú versión más gamberra, luego veremos si sigues siendo más buena que nosotros —saca un kimono azul y negro del armario, de detalles femeninos —Usa este. Tú ropa se ensució. Y como el mejor cuñado no puedo permitir que vayas así.

Voy a su baño privado. Me desnudo y pongo el kimono, tratando de cerrarlo con dificultad para hacer el nudo, así que lo trato de averiguar con un tutorial random de internet.

—¡Entraré! —el grito de Damián me altera.

—¡No!

—¡Si!

—¡Entrando!

—¡Un segundo! —maldito nudo.

—¡Ya metí una mano! —abre la puerta metiendo una mano, me vuelvo para impedir su objetivo, pero ya está adentro. Alza las cejas sucesivamente viajando por mi cuerpo y sonríe cochino —¡Potente! ¡A mi hermano lo tienes que tener contento!

—¡Pervertido!

—Bienvenida al club de los folladores vividores. Más conocido como el club de los kimonos.

Atrevido, me ajusta el kimono y hace el nudo, sin considerar que su hermano lo cortaría las manos. A continuación, me pone frente al espejo realizando un moño oriental y un suave maquillaje natural.

—Divina. De infarto —me da un pico.

Sin dudas, no le teme a Derek.

Me enseña parte de la mansión. Vamos a una sala donde guarda una colección de insectos vivos, los cuales algunos contienen las toxinas más mortíferas, y no me esconde que a veces los use para alguna clase de tortura.

Finalizamos la visita al comedor principal, diciéndome que para que pueda llegar a conocer todo el lugar, debería venir sin prisas y un par de días, creo que lo dice con la esperanza de que me quedé a dormir, aunque no confirmo, ya que todo depende de los planes de Derek.

Giovanni viste emo, cabello negro con flequillo tapando uno de sus ojos azules y vistiendo ropa depresiva. Nos recibe apagado. Sin brillo y mirando hacía un punto fijo, sin participar en la conversación que mantengo con Damián. El tercero tiene un amplío historial de travesuras, mayoritariamente, en fiestas.

Derek y Máximo aparecen. La bestia se sienta a mi lado sin que la expresión le haya cambiado y sin estar muy presente. Participa en las conversaciones con monosílabas y asentimientos de cabeza. A Máximo, le pregunto por Pietro, está en su mansión, ya que Derek quería una cena de hermanos y yo. El pequeño se ha indignado, aún así ha grabado un vídeo felicitándome por el año nuevo.

Cuatro de las chicas estatuas llegan ubicándose encima de la mesa, otras la siguen con hilo de tanga y antifaces. Manteniendo las cabezas agachadas sirven los platos en los cuerpos desnudos.

Máximo ignora el circo usando el móvil, Damián continúa hablando de sus aventuras, Giovanni sigue obsesionado con la misma vista y Derek se mantiene en un silencio trágico. Ninguno se percata de la mala mirada con aires superiores que me dedica una de las chicas usada como bandeja. 

Dejan cinco platos costosos delante nuestro y bastones chinos, llenan nuestras copas con vino y se hacen a un lado, rodeando la mesa, pendientes a nuestras necesidades, de pie y con la cabeza agachada. Un exhibicionismo de sumisión. Repugnante. 

Los Salvatore empiezan a comer, a excepción de Derek estancado en su viaje astral.

Incomoda, es poco para describir el momento. Trato de evitar pensar donde está ubicada la comida, antes de que llegue a mi plato vacío, tengo que engañarme y creer que las mujeres son bandejas y ya.

Me cuesta adaptarme a los bastones. Intento agarrar un tentempié que acaba cayendo en la entrepierna de una de las chicas. Tierra trágame.

Damián dice que coge otro del montón, Derek habla con un no. Los nervios me dominan intentando recuperar la pieza, uno de los bastones rozan con el clítoris de la mujer y no hay ningún ruido. Al fin, logro hacerme con la pieza, sin embargo, antes de arrastrarlo a la boca, Derek me lo tira e indica que vaya a por otro, en un cambio drástico de sus personalidades.

Voy a por un nuevo tentempié situado en el ombligo. Una vez más, me quedo sin probar, ya que Derek me agarra de la muñeca y se lo come él.

—Era mío.

—Antes de comer, pregunta qué es. Quizás no te guste la respuesta.

—¡Me importa una mierda! —grito hambrienta, voy a por el siguiente tentempié y este acaba en la boca —Ya ves. Lo he comido.

—Sorprendente, Bird. Acabas de comer gusanos.

—¿Gusa... Qué?

—Gusanos. De los que se arrastran por el suelo —se carcajea Damián, señala los distintos platos indicando cuales contienen insectos y cuales son normales —¿Te ha gustado?

—Bueno. No estaba mal.

No sabía lo que era y tengo cierto asco, pero ante el desconocimiento tenía buen gusto. Continúo comiendo. Me decanto por la comida tradicional, ignorando los que contienen insectos y que come Damián sin muecas de asco.

La función prosigue. Entran hombres trajeados ubicándose detrás de las empleadas de a pie, ejerciendo un espectáculo de sumisión; las azotan, humillan y llenan las bocas con sus pollas. Se las follan en mayúsculas. Sin embargo, ellas parecen felices con el trato de putas que reciben. Todo sea por las vacaciones al paraíso, aunque yo no iría tan lejos, antes me voy a la playa de aquí, la cual tampoco está tan mal, principalmente, cuando no es temporada de turistas.

—¿Cuándo se acaba esto? —pregunta Máximo.

—Calla y come.

Máximo incumple la orden de su hermano levantándose, Derek lo detiene, ejerce fuerza en su brazo para que vuelva a sentarse, a la vez que los gemidos se agravan. Intento ignorarlo. Aún así, ante el nivel denigrante, me cuestiono si Derek sería capaz de llevarme a la misma humillación, principalmente, si no encuentra en mí a la mujer que perdió. No, por ahí no pasaré. Me ha amenazado incontables veces, golpeado, pisoteado, pero no voy a consentir que siga. No me apetece al sádico, me apetece el bueno.

—¡Tienes cuatro segundos para parar esto! ¡He venido a cenar, no a qué me jodas con tú yo enfermizo!

El silencio es absoluto. Los hombres se detiene, las mujeres se incorporan. Derek me besa en la frente con dulzura. 

—¡¿Por qué seguís aquí?! ¡Acaso ignoráis a mi mujer!

Las sirvientas corren a recoger la comida, las bandejas humanas salen de la mesa y se retiran con los hombres.

—Gracias, pequeña —me agradece Máximo.

—¡Eres un puto imbécil! —se ríe Damián y lo señala, mirándome —Alguien, no diré nombres, te quería enseñar que puedes pedir cualquiera cosa, que se te concederá al mismo segundo que lo solicites.

—¿Denigrando mujeres?

—Cucarachas. Si se dejan pisotear, son cucarachas. Nunca me cansaré de decirlo.

—Depresivo —suspira Giovanni con su aura desolada —El mundo llora con constancia. Culpa de la plaga humana que lo habita. Esos que hacen su voluntad sin considerar las consecuencias de sus actos. No deberíamos existir. Nadie.

Las sirvientas regresan vestidas con un conjunto que deja en el olvido lo ocurrido, cubiertas hasta en los talones. Sirven el plato principal; carne y verduras. Nos vuelven a llenar las copas, recibimos cubiertos y se retiran.

Comemos sin que Derek nos acompañe. Nuevamente, viaje a confines que solo él conoce.

—¿Qué ocurre? —le pregunto.

—Nada.

—¿Y por qué no comes?

—Tuve un día complicado.

—¿No son todos tus días complicados? —corto un trozo de carne y se lo acerco con el tenedor.

—¿Cuántos años crees que tengo?

—Di. Aaaah...

Sostiene mi muñeca apunto de abrir la boca cuando Máximo pregunta:

—¿Quién hizo la cena? Tiene un gusto raro.

—Jack Salvatore. Nos quería sorprender —responde el emo.

Damián y Máximo palidecen dejando caer los cubiertos, y Damián informa:

—El Carnicero, hermano.

Derek me tira el tenedor al suelo y estampa mi plato contra la pared. Acto seguido, se abalanza con su hermano pequeño, siendo detenido por Damián antes de que logre golpearlo.

—¡Yo lo mato!

—Calma, está enfermo.

—¡Ni enfermo, ni mierdas! ¡Nadie da de comer a mi mujer carne de cucarachas!

Las cucarachas no son tan grandes. Asimilo que el término lo usa para referirse a humanos y el mundo me aplasta, a su vez Máximo tiene que ayudar a Damián para retener a Derek.

—¿He comido carne humana? —preguntó débilmente. No necesito de un sí, solo una mirada —¡Santa mierda! ¡Estáis locos!

Huyo a uno de los servicios, me meto los dedos y me obligo a vomitar sin parar, vaciando todo.

Carne humana, carne humana, carne humana, carne humana...

De todas las locuras de hoy, está se lleva el premio grande. A mí que me den un poco de insectos, pero no humanos. No soy caníbal.

Con los dedos voy más allá de la campanilla generando más vómito. Quiero mantenerme racional, no que me acaben de destruir la poca estabilidad mental que me queda.

Me mojo la cara, el cuello. Libero el moño y hundo la cabeza bajo la pica tratando de olvidarlo. Que bien me vendría golpearme y perder la memoria, ya que esto no es algo que se olvide con simpleza.

Carne humana, carne humana, carne humana, carne humana...

¡Quiero irme a casa!

Ligeramente recuperada, salgo en búsqueda de Derek para que me lleve de vuelta a mi lugar, lejos de está mansión y sus tierras.

Una sirvienta con rastros de pintura dorada se cruza en mi camino. Es la misma chica que me ha mirado con aires de superioridad, la misma con la que he tenido el pequeño desliz con el tentempié.

—¿Quién te crees? —extraño, el personal no habla cerca de mí, y no hay nadie más.

—¿Hablas conmigo?

—No, princesa. Con la puta del lado —reviso si hay alguien, pero, efectivamente, solo estamos nosotras —Maldita estúpida. Claro que hablo contigo.

—Suerte con Derek, la vas a necesitar —le hago una cruz.

—¿Te crees mejor por ser su consentida? —niega con una negligente sonrisa —Te diré algo del señor. Ni eres la primera, ni serás la última. Eres algo pasajero.

—¿Algo pasajero?

—No es hombre de una sola mujer —bueno, eso ya lo intuía.

—¿Así que dices que soy pasajero? ¿Cuánto le dura el efecto? Tengo que organizarme para celebrar la fiesta del siglo, no todos los días una se libra de su acosador personal —la repaso, no se parece a mí, ni a la difunta, así que debe ser una de sus diversiones cuando no está agobiándome —¿A ti también te acosa? Te compadezco.

—¿Estás loca?

—Esa pregunta se responde sola. Soy la mujer de Derek Salvatore, el hombre más peligroso del mundo me pertenece.

—Estuve en esa posición.

—¿Dices que eras su puta?

—Estás en esa posición.

—Bueno, querida. Cualquier mujer se volvería puta en su cama. La diferencia es que tú eras su puta y yo soy su puta mujer. 

La sirvienta agachada la cabeza y los brazos de Derek me envuelven, clavando su erección en mi trasero. Huele mi cabello, recibo un beso en la coronilla y se queda mirando a su amiguita.

—¿Qué ha dicho esa cucaracha?

—Está celosa de que me folles a mí y no a ella, así que la deberías contentar con eso que me golpea.

—¿Así que quieres que la contente? —me muerde el lóbulo, aún sin soltarme —Si es lo que quieres, es lo que haré. Desaparece.

—No iba en serio —me giro contra él, y él la mira solo a ella.

—Ha sido suficiente, Bird. Tengo las pelotas cargadas y me desahogarse con mi antigua puta. Siempre son bien recibidas buenas folladas cuando la nueva es una inexperta —me duele, y no es físico —Déjanos solos.

—¡Derek!

—¡Ahora!

Cumplo, siendo humillada. No era suficiente con tener que lidiar con él, ahora también tengo que aguantar los cuernos de un hombre que ni siquiera quiero en mi vida, no obstante, quema.

Lloro buscando la salida. Me pesa porque en realidad no soy nadie, me pesa porque solo quieren una copia a causa de mi físico, me pesa porque he de tragar la mierda de un desgraciado que abusa de mi.

—Nos vamos.

Damián me limpia las lágrimas, me agarra de un brazo y Máximo del otro, literalmente, soy arrastrada.

—¿A dónde?

—Al hospital. A por un lavado de estómago —responde Máximo.

Estoy bebiendo zumo de naranja después de que hace un rato tuviera que pasar por un lavado gástrico, al igual que Damián y Máximo. Estamos esperando en una habitación de lujo, esperando que el médico nos vuelva a visitar, el mismo que nos estaba esperando al llegar.

El último acontecimiento me tiene triste, negada a la realidad, sabiendo que mientras estoy en el hospital, Derek está follando con una experimentada, la cual está muy por encima a lo que yo ofrezco.

—Soraya, sonríe —dice Damián y suspiro —Comer carne humana no es lo pero que te ha pasa... —Máximo lo codea —Vale. Es raro de cojones.

—Lo peor es estar involucrada con vuestra familia, es aguantar que vuestro hermano me sea infiel —Damián se ríe y Máximo me contempla con su mirada de hielo —No te rías de mis desgracias.

—Oye, él no te es infiel.

—¿Y debo creerte? Te acabo de conocer.

—Si el capullo te es infiel, lo quemo —volteo encontrando la grata sorpresa de Alessandro, por un segundo, ya que mi vista cae en su mano llena de sangre, apoyada en su abdomen —¿Mal momento, preciosa?

—¿Qué ha pasado? ¿Y Hugo?

—¿Tienes efectivo? Te lo devuelvo, palabra de sexy y ardiente vecino.

—Pero...

—Es urgente.

Tiene suerte. Le doy las pocas monedas que cargo y sale apurado, para terminar regresando con una colección de chocolatinas de la máquina expendedora, sentándose ante las miradas de Damián y Máximo. Devora uno de los chocolates muerto de hambre.

—¿Queréis?

—¿Quién mierda te crees? —Damián, se incorpora de la camilla.

—Depende del capullo con quien hable. Supongo que con hermanos del gran capullo.

—Glaciar y Bichito. Os presento a Mordisquitos. ¿Me dirás que te ha pasado? ¿Y por qué no te están atendiendo?

—Alguien me trajo, cuando dije que no, y estoy esperando inútilmente a que me atiendan. He intentado irme, pero para eso si que están, para que no huya porque sangro mucho. Solo es una heridita —abre otra chocolatina, ignorando la primera pregunta —¿Segura qué no quieres?

—Contesta a Soraya —le exige Damián.

—En mi defensa diré que no es un día productivo si durante el transcurso de este no he desafiado cuatro veces a la muerte —otra vez, Control. No los puedo dejar solos —Dicho esto. Hugo me ha apuñalado.

—¡¿Qué?!

—No te enfades.

—¡¿Dónde está?! —me agarro la cintura.

—No lo sé. Habían espectadores, así que me han traído y no lo he podido perseguir —ni un día de paz —Se le pasará, no te preocupes. ¿Y tú qué tal? ¿Qué haces aquí?

—¿Por qué te ha apuñalado?

—Sin importancia.

—¡Alessandro!

—Responde —entra Derek centrado en Alessandro —Que todos sepan que ese hijo de puta se droga. Dame la razón y terminemos con esta porquería.

—¡Y se apareció el bozzolo! —saca del bolsillo una de mis bragas. Emplea la técnica tirachinas para golpear la cara de Derek, aunque este las atrapa antes de que impacten —De tu mujer, capullo.

—Responde.

—Mi hermano no se droga.

—Ya no puedes engañarme. Y estoy harto de que lo hagas.

—Ya no se droga. Se drogaba, pero ya no.

—Soraya... —ignoro a Alessandro.

—Además, no he mentido. La adicción es una enfermedad. Durante todo este tiempo, lo hemos estado ayudando y está limpió, no consume. Ha sido menos duro de lo que creía, hemos tenido suerte.

—Soraya...

—Cállate, Alessandro. Me estoy explicando.

—Haz caso a tú vecino —me recomiendo, Derek —Se desangra y necesitamos saber, ya luego si quiere que cumpla con su sueño de morir.

Volteo hacía Alessandro.

—Al fin —sigue comiendo chocolatinas —Me ha apuñalado porque lo he pillado drogándose. Sé sincero diciendo que nos ha estado mintiendo, hemos forcejeado para que no se inyectara y me ha apuñalado.

—¡Mientes! —me saltan las lágrimas.

—Si. Y está herida también es mentira —se quita la camiseta descubriendo la gravedad de su herida —Como es de mentira, los médicos pasan de mi. Algo lógico. ¿Será que solo la veo yo?

—No, no, no —me derrumbo.

—Suficiente —dice Derek, agarra a Alessandro y se lo lleva del brazo, gritando: —¡Un puto médico! ¡Ahora!

—¡Esto es una pesadilla! —Damián me sujeta para que no me venga abajo —¡¿Por qué?! ¡¿Por qué hace esto?! ¡Me lo prometió!

—Tranquila. Mi hermano lo arreglará.

Arrastro los pies entrando a casa con Alessandro, después de que lo hayan curado y Derek nos haya traído, puntualizando que si necesito ayuda, estará disponible, las veinticuatro horas.

Alessandro se lanza a la nevera. Busco a Hugo sin éxito, tampoco está Boss.

—¿Puedes dejar de comer? No están.

—Necesito recuperarme. Te recuerdo que he sido herido.

—¿Qué tiene que ver la comida con tus heridas?

—Pues... —medita la respuesta —Que me da hambre —no es momento de comer, es hora de ir a por Hugo —De volver, volverá. Así que piensa en aceptar la ayuda del capullo de tú novio.

—¡Nunca!

—Mira, yo no sé ubicarlo, pero cada vez me parece menos capullo. Él te pegó, pero no he visto más señales de maltrato como ese día. Además, te apoya. Debió ser cosa del momento o que se yo. Aceptó hacerse a un lado cuando se lo pediste, intervino con Boss, ayudó en los laboratorios, te dio una buena Navidad, a pesar de que yo te había besado, y le preocupa tú hermano. ¿Cuántas señales más necesitas? 

—Es malo.

—Yo soy peor que él.

—Que yo sepa tú peor crimen es robar comida y haber liberado animales de un laboratorio porque los usaban de experimento —se lame un dedo manchado en chocolate —No eres malo, pero él sí.

—No me conoces tanto.

—Cuéntamelo.

—No quiero perderte.

Estoy por exigir cuando la puerta se abre. Boss corre a mis pies buscando las caricias que entrego a su panza.

—Feliz año nuevo —detallo a Hugo, molesta. 

—¡¿Cómo que feliz año nuevo?! —Boss se escapa de mi mano y enfrento a su amo —¿Cómo te atreves a decir eso después de lo que hiciste? Mentiroso. Podrías haber matado Alessandro. Además, sigues con las putas drogas, riéndote en mi puñetera cara cada vez que no estoy.

—No sé de qué hablas, jefa.

—¡No finjas demencia conmigo!

—No finjo nada. No he apuñalado a nadie y dejé las drogas. Así que no te dejes engañar por el mete mierda. ¿A quién le vas a creer? ¿Al hermano que lleva años cuidándote o a un desconocido?

—Al desconocido —respondo —Él fue quien me advirtió de tú gravedad. Destruyes y apuñalas. ¿Qué será lo siguiente? ¡¿Matarme?!

—Ridícula.

—Si, lo sé. Soy ridícula. Lo soy por confiar en ti.

—Jefa...

—Estoy muy decepcionada.

—¿No te podías callar? —le pregunta a Alessandro.

—A él lo dejas en paz. Acepta que has cometido un error, trabajemos en ello y arreglemos esta mierda, porque yo no puedo seguir así, yo ya no puedo creer en ti.

—Mi dinero sigue disponible para el centro —dice Alessandro.

—¿Creéis que me podéis encerrar?

—Es lo que has buscado.

Hugo estalla en una contundente carcajada.

—Mejor vuelvo en un rato.

Voltea hacía la salida y Alessandro se interpone.

—Muévete. Escuchar tonterías no es lo mío.

—No quiero que te destruyas, por favor.

—Hablo el de los pensamientos suicidas. No fastidies, tú eres más destructivo que yo.

—Hazlo por tú hermano.

—Apártate.

—Por favor.

—¡Que salgas, joder!

—Der tod ist zurückgekehrt, er hat Soraya gefickt. Narr —Alessandro, pronuncia un alemán horrible.

(Ha vuelto la muerte, se ha follado a Soraya, tonto)

La calma llega al departamento antes de que se desate la tormenta. Hugo cierra los nudillos hasta blanquearlos, repara en Alessandro y sonríe escalofriante. Se lanza a por él fuera de sí. Lo domina al suelo a través de puñetazos sin ofrecer escapatoria, sin que pueda defenderse.

—¡Tendría que haberte apuñalado el corazón, hijo de puta!

Alessandro suplica que se detenga, que estoy yo, y yo fracaso al tratar de separarlos, aún así insisto, tratando de realizar una de las llaves que aprendí en mi breve entrenamiento. Y lo logro, escasamente, porque enseguida vuelve estar encima de nuestro amigo sin piedad.

—¡Para! ¡Para! ¡Para! —soy una fuente de lágrimas y Boss le ladra —¡No eres así! ¡Tú no eres así! ¡Mi hermano no daña! ¡Él nunca lo haría! ¡Dejad de enloquecer!

Los gritos le llegan, se aparta de Alessandro y trata de tocarme con la mano cubierta de sangre, haciendo que retroceda, pegándome contra la pared, poniendo las manos enfrente como un escudo.

—Tengo que solucionaré algo, no tardaré. Hablaremos de qué tan lejos nos podemos ir y dejaré las drogas, lo prometo. No aguantaremos esto.

Llama a Boss y se van. Voy corriendo con Alessandro, retiro la sangre de la cara con la manga del kimono y descubro su sonrisa, junto a una burla:

—Es un flojo.

—Idiota —realiza el símbolo de la victoria. 



****

*c pone a bailar la danza del caos, la danza del caos*

¡CAOS!

No sé es un buen año si se empieza con buen pie... Sé que no iba así, pero si nos sujetamos a la tradición la cosa acabará mal. Así que... ¡Caos! ¡Amamos el caos!

Muy pronto... Ya queda poco...

¡SANGRE!

Digo...

Se viene.


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