
010 - PADRE, HIJO Y TÍO
CAPÍTULO DIEZ
SORAYA AGUILAR
Soy incapaz de escapar de la mirada de Derek. Sé que acaba de ocurrir, que me acaba de devorar lo prohibido y lo he disfrutado, sin embargo, su personalidad es tan cambiante que aterra.
Acosador, chantajista, esquizofrénico, maltratador... Tiene todas las malas medallas. Tiene que desaparecer. De alguna manera lo conseguiré, aunque muy bien no lo estoy haciendo. Culpa suya, de su boca y lengua. De su enfermiza forma de chupar, la cual no descarto volver a querer. Sin embargo, tengo que mentalizarme. Su pasión nace por mi semejanza con su difunta mujer.
A este ritmo muero entre orgasmos.
Otra cosa que me preocupa es su presencia. La lógica ya me lo había adelantado, pero no hice mucho caso, y ahora lo repite. Derek y Máximo se conocen. Muy posiblemente sean aliados en negocios turbios.
—¿Asustada? —pregunta ronco.
—¿De qué conoces a Máximo? —susurro.
—Hay preguntas que no deberías hacer —me muerde el lóbulo con un punto sádico y susurra escalofriante, a la misma altura que mi voz —Ha sufrido las consecuencias de tocar a mi mujer. Muerto, de un disparo.
—N...No... N...No...
—Nadie toca a mi pájaro y vive —entierra las uñas en mi muslo, grito afónica mientras se dibujan cinco líneas —Tendrías que haberlo comprendido antes. Ahora tendrás que cargar la responsabilidad de un niño huérfano.
—N...no... No hicimos na...nada... —sollozo —Co...Continúo virgen... Tu... Tuya... Tuya...
—Lo sé —pega los labios a mi cabeza.
—Mo... Monstruo...
—Gracias.
Amplia las cinco líneas sobre el muslo. Duele, aún así arqueo la espalda y jadeo. No paro de enloquecer bajo su dominio agresivo, oscuro. Soy masoquista.
—Bird —me obliga a cruzar miradas —Eres fácil de asustar. Molesta, más con una mentira tan poco elaborada.
—¿Me... Mentira? ¿Cómo que mentira?
—Máximo respira —encoge los hombros —Tampoco tengo intención de provocar lo contrario. Es mi hermano mayor.
—¿Hermano mayor?
—Comprendo tú confusión. Soy el follable, pero partimos de la misma base. Cabello y ojos oscuros, cejas gruesas, complexión idéntica... Hay muchas cosas que compartimos. Si no fuera porque es cuatro años mayor y un aburrido de los sentimientos, podría ser mi mellizo.
—Él es bueno, tú no.
—Ambos sabemos que mató frente a tí.
—Me protegió.
—Yo también te protegí de una cucaracha.
—Tú hiciste esto —me señalo el collarín.
—Máximo lidera la peor familia. Asesinato, extorsión. juego, prostitución, tráfico... Te podría dar una lista de cada uno de sus negocios, pero eso no nos interesa, ya que lo quieres de bueno. ¿Cierto?
—También participas.
—Error —se levanta con energía. Camina a grandes zancadas antes de venir a alzarme por encima del suelo. Ni siquiera toco con el dedo gordo —Que sea el segundo no significa estar implicado.
—Entonces. ¿A qué te dedicas?
—Hackeo —responde orgulloso.
—¿Hackeas cuentas bancarias para ampliar tú riqueza?
—Oh, joder. Pajarraco. Deja de adjudicarme cosas aburridas.
—Si fueras más útil explicando no debería imaginar.
—Cállate —me regresa a la cama tras el paseo por la habitación. Quiero levantarme, pero no me deja —Sigue así y te ganarás unos buenos azotes.
—¿Y si quiero esos azotes? —se le dilatan las pupilas y jadea, respira con dificultad —¿Obtendré buenos azotes por niña mala? ¿En el pompi? ¿Quieres? Puedo cumplir tus perversiones.
—¡Bird! —me sacude del cabello —Mierda de pájaro. Si no fuera por el collarín estaría embistiendo hasta el final de tú garganta. Cosa que queremos. Pero no estamos para lujos sucios.
Trato de huir de su sofocante mirada. Entre palabras y acciones, estoy que olvido quien es. Sin embargo, Derek me retiene por cuatro segundos más, antes de liberarme y caminar a la ventana. Su polla hará un agujero en el pantalón. Hay demasiada presión.
—Tienes que descansar —dice media hora más tarde, con el ambiente más calmado y observando el paisaje —Cuando recuperes las fuerzas iniciarás una nueva vida a través de mis horarios. Te permitiré seguir viviendo en el basurero, incluso que juegues a Control. Aunque dinero no necesitas —se acerca recuperando la americana del suelo y me entrega una tarjeta —Trece, once. Mi fortuna es tuya.
—No la quiero.
—Mejor te callas —saca el bálsamo y perfila mis labios, sin que me oponga. Es agradable —Aprovecha el tiempo libre que recibirás. Acude a salones de belleza, a balnearios, galerías de ropa, restaurantes exclusivos... Tienes una vida que vivir, de lujos y poder. Solo haz lo tuyo.
—Gastar tú dinero tiene un precio humillante.
—No menciones lo que creo.
Advierte, pero no me contengo:
—Soy tú puta.
Un fuerte zumbido se instala en mi oreja derecha, después de recibir el impacto contra la mejilla, el cual me deja postrada en la cama. A través de mechones alborotados veo al demonio desquiciado, dando vueltas por el dormitorio, balbuceando en italiano.
—Ucciderò tutti! Fino all'ultimo di quei figli di puttana!
(¡Mataré a todos! ¡Hasta el último de esos hijos de puta!)
—Bambino.
Interrumpe su nefasta actuación con la primera ocurrencia italiana que suelto. Quizás mi acento es horrible. Tiene que ser eso. Aquí vendrá a por el segundo golpe por avergonzar la lengua de sus raíces. Estoy esperando. Tristemente, lo hago. No obstante, lo que ocurre es que se va tras vestirse. Más asustado que yo, huyendo del padre de los demonios.
Suspiro aliviada, también adolorida.
Sin la bestia me doy permiso para descansar.
—Despierta, pequeña —Máximo, me retira el cabello pegado y aplica una bolsa de frío en el hinchazón —No hace falta que lo digas. Una persona no grata —suaviza el insulto al máximo. Yo diría; cabrón de mierda —Perdóname, por favor.
—Siempre supiste quien era mi agresor —afirmo desanimada.
—No quería asustarte.
Ahora puedo saber a quien recuerdo para todos. A la difunta de Derek, cuñada de Máximo y tía de Pietro. El pequeño, al igual que le pasa a su tío, no me ve, sino que ve el recuerdo de lo perdido.
—Aclara quién soy para Pietro. No soy su tía, soy una extraña que se le parece.
—He llegado a un acuerdo con él, pero no esperes lo mismo de mi hermano. Él no te dejará ir.
—¿No puedes hacer algo? Eres el jefe.
—No iniciare una guerra por una desconocida —al menos uno tiene claro que no soy la difunta —Solo puedo darte un consejo. No lo alteres, de lo contrario la próxima vez se podría poner demasiado peligroso para ti.
—Moriré —pronunció rendida.
—Nunca por él. Sin embargo, podría quitarte la libertad que te ofrece. Llegados a ese punto nadie lograría que razonara. Te secuestraría, ya no habría días de sol y aire puro. Solo él.
—Enloquecería a Hugo.
—¿Y tú hermana?
—Haría una fiesta —hago un puchero.
—¿Una fiesta? ¿Acaso te odia, pequeña? —me quita la bolsa, luce confundido.
—Complicado. Hace dos años murieron mis padres en un accidente de coche, yo sobreviví. No recuerdo mucho del momento. Desperté en el hospital, a partir de ese momento Laura empezó a odiarme —me incorpora arrastrada por un sentimiento destructivo —Ojalá hubiera muerto yo.
Máximo me sorprende con un abrazo.
—No vuelvas a decir eso, pequeña.
—Yo...
—¿Qué pasa con los que quedamos atrás? Si las que amamos desaparecen, nosotros que hemos amado y perdido, quedamos vacíos. Vosotras que desaparecéis nos condenáis a la soledad, ya que tras nuestra oscuridad también tenemos un corazón que siente como el de cualquier mortal.
—Lamento la muerte de tú esposa. Sin embargo, no te condenó a la soledad. Te bendijo con un gran hijo.
—Se parece a ella.
—A ti poco, Glaciar. Te falta sonreír —tiro de los finales de su comisura, dibujando una sonrisa en el rostro helado —Sé feliz por él.
Setenta y dos horas sin rastro de la bestia.
Tengo que acordarme de la palabra "Bambino" que parece su debilidad. Respiro tanta paz. Además, es refrescante jugar con Pietro y conversar con Máximo. Aunque volverá.
Tarde o temprano. En alguna hora, de algún día, de algún mes de algún año, regresará para ensuciarme con su oscuridad. Seré esclavizada. Obedeceré a cada capricho. Irónicamente, lo haré mientras me llamara su pájaro y me enjaula, sin volver a tocar la libertad.
Voy a ducharme con el corazón afligido por el futuro. Ante el reflejo me desnudo y quito el collarín, comprobando como las marcas van desaparecieron, a pesar de ello, siempre sabré que estuvieron.
Bajo la ducha lloro, derramo lágrimas que se camuflan con la lluvia artificial. Estoy asustada, también bipolar. No quiero enjabonarme, aún cuando me he metido por voluntad, solo pretendo abrazarme y gritar en silencio.
¡Monstruo!
Me recogen el cabello para que caiga por delante, ocultando un pecho. Sus manos grandes se apoyan en los hombros y deja caer un beso en la nuca. Sin que las lágrimas paren, recibo un ligero masaje descendente, recorriendo los brazos hasta ser uno en la unión de nuestras manos. Acaricia la piel del cuello con los labios, raspando superficialmente con la barba. Estoy cogiendo el gusto cuando desaparece el toque mágico
Antes de girarme a descubrir su identidad, frena el impulso, apaga la ducha y me venda los ojos con una venda aterciopelada.
Ante la ceguera me dejo llevar por los demás sentidos. Su respiración es profunda, al ritmo de un oleaje golpeando las rocas, pero suavemente. Juega con mi olfato acercando el gel de baño. Aroma masculino. Amaderado. Una mezcla de naranja, enebro, salvia, geranio... También lavanda, cedro y pachulí. En algún punto he usado este gel, seguramente, en cada desmayo.
En círculos ligeros soy enjabonada. Primero el cabello, demostrando experiencia con el inicio en las sienes. Cubre cada mechón, reparte equilibrado. Hay una parte que descuida a propósito, seguramente, sea por la herida.
Continúa bajando hasta los hombros que abraza. Me pega a su cuerpo, provoca pequeñas cosquillas en la espalda a través de su pecho peludo. A su vez, posiciona el miembro en mis nalgas y jadea, provocando el alzamiento de mis pezones.
Cubre mi piel en besos, continúa enjabonando. Entre deslices se llena las manos con mis pechos, masajea liberando mis suspiros. Manipula habilidoso, tira de los pezones con crueldad aprobada, hasta conseguir los gemidos y la corriente del deseo en la zona inferior.
—Más.
Una mano se queda atendiendo las tetas, la otra va directa a la feminidad, pellizcando y dando un leve golpe al clítoris.
Vuelve a encender la ducha.
Mueve una de mis piernas hacia delante, me arrastra al manicomio juguetón con los dedos hasta penetrarme con dos. Enloquezco, por las penetraciones, los masajes, los besos y los mordiscos.
Busco más de él, eliminando cualquier distancia, por más ridícula que se vea. Levanto cabeza y el agua castiga los pezones endurecidos, los cuales arden bajo la mano del demonio.
—¡Más, Derek! ¡Más! ¡Dame todo!
Se adentra más a fondo, siento un pinchazo, nada importante, estoy demasiado perdida en gemidos como para preocuparme.
El demonio abandona mis senos metiendo dos dedos en la boca, presionando la lengua hacía abajo, me siento zorra. Me gusta serlo así. Comprendo que el placer puede tener gentileza y suciedad, ser una combinación dinamita, la cual me hace explotar alcanzando la gloria.
Todo queda en nada. Insuficiente, quiero más.
Me gira hacía él, cuidando que la venda se mantenga en mis ojos. El beso que recibo contiene demasiada amabilidad como para ser de Derek, más bien recuerda el fugaz contacto que tuve con Máximo. Aún así, el gesto cordial va desapareciendo, hasta ser amargo y reclamante. Quiere acceso al interior, se lo doy. Enredamos las lenguas. Nos desvivimos por el ahora.
Al romper la conexión, quiero entender quien es, pero me detiene sin que pueda retirar el vendaje. Comprendo sus intenciones cuando dibuja un cuatro en la palma, seguido de un tres.
—Cuatro —lo ayudo a desaparecer —Tres, dos...
Dejo la cuenta al cerrarse la puerta. Libero los ojos y repaso el evento, buscando la marcada agresividad de Derek. Ha habido un poco de dolor, pero no con la fuerza que caracteriza a mi acosador, cosa que me conlleva a pensar en Máximo. El hermano mayor acaba de follarme descaradamente con los dedos y he disfrutado, demostrando que puedo estar al nivel de Laura. Lo único que nos diferencia es que yo como bombones, no pasas caducadas.
Ese no es el punto. Este encuentro no puede salir de aquí, que su padre esté demente no significa que deba quedarse sin él.
Temeroso por un panorama cada vez más oscuro, salgo y corro al albornoz. A continuación, voy a vestirme con la ropa recibida por Máximo, el cual se ha encargado que tenga un amplio vestuario. Tan gentil, solo él puede haberme tocado así.
¡Jodida mierda!
Encuentro una nota en mitad de la desesperación.
COMEDOR
Uso las zapatillas y voy directa, pensando en como llegar a un acuerdo para no enfurecer a la bestia. No obstante, se me atascan las palabras, visualizando a Derek, Máximo y Pietro. Están disfrutando de un banquete real, demasiado para tres, una ofensa para los que no tenemos de comer.
—¡¿Desayunas con nosotros, Soraya?! —Pietro, pregunta eufórico.
—S... Si... Si... —tierra trágame.
—¿Estás bien, pequeña? —ay, Dios.
—Claro que sí....
Voy al sitio vacío antes de que se pronuncie Derek. Soy un manojo de nervios. Mantengo la cabeza agachada, incapaz de dar la cara y que descubra la verdad en los ojos, antes incluso de tener una excusa para huir. Se avecina el fin.
—Tío, Soraya agacha la cabeza.
—Ya veo —percibo el peligro. Su mirada es tan intensa que atraviesa el alma y la quiebra —Das mal ejemplo al enano. Alza mentón o tendremos que discutir tú comportamiento más tarde.
Con el corazón en un puño, levanto la cabeza hasta chocar con la mirada de la muerte. Una gota se desliza por el lateral de su rostro. Está mojado, apenas ha tenido tiempo para usar la toalla. Por otra parte, Máximo está seco.
—¡Idiota!
Le lanzo una manzana que con tan mala suerte captura sin problemas, dándole un mordisco sugerente, y sonríe. Sabe lo que causa, la necesidad de reemplazar mis bragas por un nuevo charco.
—¿Soraya está enfadada contigo? —le pregunta Pietro.
—Siempre. Es una gruñona.
—Seguro que algo has hecho —me vuelvo fan del pequeño.
—Meterse conmigo. Me castiga, pero soy inocente. Nada que ver con él, el cual daña mis oído con un vocabulario inadecuado, nada que ver con el de tú padre —omito los malos tratos. Y sintiéndome valiente, afirmo: —Merece un castigo. ¿Me ayudas?
—¡Si!
—¿De qué clase de castigo hablamos? —se muestra interesado Derek.
—Cállate —se humedece los labios con mi orden. Ignoro lo sexy que le hace el gesto y busco un espacio para él —Aquí, ahora —cumple sin quejas —De rodillas —vuelve a obedecer. Regreso a la mesa para cargar fruta y pidiendo ayuda a Pietro —Brazos extendidos, palmas alzadas —descargo la fruta como si fuera una balanza, más de un lado que el otro —Mantén los brazos alineados y quietos.
Doy un beso a su mejilla y regreso a la mesa. Teniendo a Derek cumpliendo penitencia me relajo, disfruto de la comida y las ocurrencias de Pietro. Sin embargo, el pequeño peca de travieso. En un descuido me tira un trozo de kiwi que se pierde en el interior de mi camiseta, lo recupero y se lo devuelvo. Convertimos el salón en un campo de guerra.
Lanzamiento de comida suceden por ambas partes. Pietro es un digno rival. Sin retroceder, solo avanza. Intenta acorralarme mientras me escondo detrás de la silla y Máximo disfruta del café y el periódico.
Se lanza sobre mí cuando me tiene al punto. Batallamos en una guerra de cosquillas y compartimos muecas. Nos portamos mal hasta que hace acto de presencia la sirviente pelirroja.
Cuidando del silencio que hay contra mí, susurra a Máximo, muy cerca, tanto que juraría que el glaciar se derrite.
—¿Segura? —ella le asiente —Ya podría venir Gaspar a informar. Voy enseguida —la sirvienta se va y regresamos a nuestros puestos —Tendrás que disculparme, pequeña. Hay asuntos que reclaman —despeina a su hijo y, antes de irse, le recuerda: —No te entretengas mucho, pequeño diablillo. Tienes clase.
—¿Vas al colegio? —pregunto, a lo que mira el reloj.
—Voy a un colegio de malos para malos —sonríe radiante y viene a darme un beso de despedida —Tengo que llegar cuatro minutos tarde, pero no cinco.
Se va corriendo y sigo desayunando, llenando el vaso con zumo.
—Te has quedado sola.
Corto un pedazo de melocotón, voy frente a Derek acercando la fruta a sus labios y la alejo antes de que coma. Tiento a la bestia comiendo su recompensa, lamiendo los dedos con el recuerdo que dejó su polla, lentamente hasta que la fruta que sostenía es presionada hasta estallar. Me agarra de la cintura, tras levantarse, y pasa la lengua por la zona en que anteriormente había resbalado el kiwi. Lame desde el cuello de la camisa, transformado en deseo en su ascenso y saciando con el beso.
Soy arrastrada sobre la mesa.
Apresada por el instinto me enredo con su lengua. Ocupa las manos en mi trasero, clavo las uñas a su piel. Nos empujamos mutuamente. En los momentos en que no es un cabrón insensible nuestra atracción está al nivel de los imanes, complicando esquivar lo inevitable, aunque me esfuerzo.
—No vuelvas entrar sin mi permiso —digo con dosis de valor, frenando su manoseo y consiguiendo su repaso —Lo de antes...
—Mi mujer, mis normas —entona amenazante.
—Pero...
—Mi mujer, mis normas —lo alejo de un empujón —¿De que te quejas, Bird? Haz gozado y lloriqueado, suplicante y jadeante, fantasiosa de mi polla. Aunque no siempre seré amable.
—No sabía que eres tú.
—Tú cuerpo es más inteligente reconociendo a su dueño —sus palabras son un autoengaño para él, así lo creo, al menos hasta que profundiza: —Tú mente es ligeramente más lenta, pero también lo sabe. Gemiste mi nombre, no el de otro.
—Podría decir tú nombre y ser otro.
—Imposible. Nadie puede estar a mi nivel, ni siquiera al de mi sombra —su ego es tan grande que ni la Tierra podría aplastarlo —Hablemos de temas más preocupantes. Voy a ausentarme por unos días. Si, lo sé, una putada —mejor dicho, una alegría —Pero no puedo irme sin más.
—¿Quieres despedirte? Adiós, no regreses.
—Tan sádica —tuerce los labios y va a lo suyo: —Necesito saber porque lo dijiste, porque usaste esa palabra.
—¿Cuál?
—Bambino —pronuncia, raspando su voz.
—Solo pasó por mi cabeza.
—Entonces, no vuelvas a usar ese término enfermizo. Si vuelvo a escuchar una bola de basura como esa, te cortaré la lengua y se la daré de comer a Odas.
Dejé de contar los días a partir del cuarto en que no apareció Derek. Se fue sin pistas. No tengo ni idea de si está cerca o lejos, aunque lo siento cercano por las señales de la piel.
Aprovecho el buen tiempo para escribir. Una de las cosas que pedí a Máximo fue una libreta, propuso un portátil, pero mantuve mi petición. Continúo la historia que ya escribía, párrafos desordenados, los cuáles transcribiré a la libreta de siempre cuando regrese a casa. Sé que la historia es caótica, sin sentido, aún así todas las partes tienen que permanecer juntas. Como las piezas de un puzle dentro de la caja.
—S-O-R-A-Y-A —llega Pietro, sonriente y juguetón.
—P-I-E-T-R-O.
El heredero corre en búsqueda de su abrazo, suelto la libreta y lo abrazo. Es mi pequeño favorito. Los mejores momentos en está mansión son con él, realizando inofensivas decisiones en Control. Mantengo un público aceptable, administrado por Death y sus sutiles amenazas.
—¿Qué escribes? —pegunta Pietro, tratando de ver el escrito.
—Escribo.
—¿Acción? ¿Fantasía? ¿Suspenso? ¿Terror?
—Amor —dibuja un puchero decepcionado y contengo la risa —Eres muy pequeño para estos temas. En la próxima escribo algo adaptado a ti. De acción, fantasía y suspenso.
—¿Con mucha sangre? —le brillan las pupilas.
—Sin exceso —niega, aprieta los labios y arruga el entrecejo, le masajeo la unión de las cejas —No quiero corromper tú inocencia, ya tienes a tu tío.
—¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre! —se manifiesta alzando los puños.
—Subiré la dosis un cuatro por ciento.
—¡Juguemos! —soy arrastrada al jardín, invadido por los hombre de Máximo, vestidos de negro y con armas enfudadas, mantienen la vista al exterior sin que nuestra intrusión les despiste —¿A qué podemos jugar? ¡Ya! ¡A los muertos!
No me extraña, ni me perturba. Al final, comparte sangre con un enfermizo y obsesivo acosador.
—¿Cómo se juega?
—Tenemos que tirarnos al suelo —se lanza al césped y yo me tumbo —Ahora debemos quedarnos quietos, muy quietos, controlando la respiración para que parezca que no respiramos.
Más que un juego, parece meditación. Controlando la respiración observo el cielo de nubes creativas. Los pájaros silvestres llenan el silencio, siguen los sonidos clásicos de las montañas propiedad de los Salvatore. Es relajante, purificante. Estoy segura.
—Me gusta.
—Ssssht... Los muertos no hablan, ti... Soraya...
Aprieto los labios para jugar bien.
—¿Jugando a los muertos? —pregunta Máximo.
—¡Si! —grita Pietro.
—Ssssht... Los muertos no hablan, Pietro —nos miramos aguantando las risas, pero acabamos cediendo —Estamos faltando a la muerte, Pietro. Ahora tendremos que volver a morir.
Pietro se levanta y se vuelve a tirar. rodando teatralmente hasta que queda pegado a mi.
—Con vuestro permiso, participo —Máximo, se une.
Disfrutamos del juego cumpliendo cada regla. Estamos en paz cuando interrumpen unos pasos femeninos.
La sirvienta pelirroja.
Máximo rompe una hierba mientras la mira, son segundos claves, cada vez más fáciles de interpretar. Hace un gesto y se une a nuestro trío, tumbado al lado de su jefe, al lado del hombre que desea. Quizás ella ya lo sabe, quizás no, muy posiblemente que sí con lo fácil que se le acerca. Una vez más el deshielo a través de un susurro.
—¿Aún no haces los deberes, Pietro? —pregunta el padre a su hijo.
—Los malos no hacen deberes.
—Los malos también hacen los deberes por el bien de sus malignas inteligencias —Máximo se incorpora y la sirvienta se levanta, limpiando la larga falda con una torpeza que trata de disimular —Tú tío y yo estamos licenciados, no espero menos de ti.
—Sólo haré la mitad de los deberes.
Pietro se va sujetando la mano de la sirvienta.
Sé que hay historia, quiero saber el cotilleo al completo, pero mantengo el ansia de un interrogatorio por el comportamiento ejemplar de Máximo. Exigiré los detalles a Derek.
—Tú pequeño es un delincuente —digo, a lo seguro.
—Así lo quiero.
—¿A quién se le ocurrió el juego de los muertos?
—A mi hermano.
—¿Y no había un mejor nombre? —que sea cosa de Derek no me extraña, aún así podría haberle llamado de una forma más normal.
—No es un juego, sino una enseñanza. Considerando nuestra posición tenemos muchos enemigos, así que mi hermano se ha preocupado de la seguridad de Pietro desde su nacimiento. Siempre a través de juegos.
—Por un segundo creo que tiene corazón.
—Y tiene corazón.
—Un hombre con corazón no ataca a una mujer indefensa, no ataca a ninguna mujer.
—Soy consciente, pero... —se levanta y me ofrece la mano para que continuemos la conversación a la misma altura —Quiero que te visite el doctor.
—¿Pero? A mi no me dejas con el suspense.
—Su situación es delicada, pequeña. Sé que no es excusa el pasado, que no debería usarlo, no obstante, es la fuente —mantengo la mirada en la suya. Es fácil con Máximo y funciona —Vivía para su mujer. Sería más fácil que no hubiera sucedido, pero sucedió y ninguno pudo hacer nada. No sólo perdí a mi cuñada, también perdí a mi hermano. Ahora espero que tú hagas algo.
—No soy ella.
—No, no lo eres. Pero eres un principio. Y sé que aportarás la esperanza que necesita mi familia.
—No me complace la idea de unirme a la familia de la masacre.
—A pesar de tus deseos, si no se detiene contigo, un día despertarás convertida en su esposa.
—No puede obligarme.
—Y no lo hará, pequeña. Pero hay aspectos que no puedes ignorar.
—¿Cómo cuál?
—Tú corazón.
El doctor cumple su trabajo compartiendo el silencio generalizado contra mí. Masajea el cuello desinflamado, comprueba cada punto y repite, un total de cuatro veces y bajo la supervisión de Máximo. Aparte del silencio, otra cosa a cumplir es la lejanía conmigo, a no ser que haya vigilancia o sean Derek, Máximo, Pietro o la sirvienta.
Recibo el alta y unas pastillas auxiliares, por si en los siguientes días el dolor volviera.
Máximo y el doctor salen.
Ahora que tengo el alta regresaré a casa. Confío en la palabra de Máximo, no de Derek. Sueño con el reencuentro de Hugo. Hemos estado hablando por móvil, pero estoy necesitado de sus brazos, de un abrazo. Además, me preocupa su historia con Laura, aún cuando insiste que su distracción reside en Alessandro.
—Eres libre, pequeña. Avisaré a los escoltas y chófer —regresa Máximo.
—¿Tendré vigilancia?
—No.
—Estoy confiando en ti, Glaciar.
—Si fuera de mi parte impondría vigilancia, pero es mi hermano el que decide sobre tí. No quiere que te sientas acosada.
—Muy hipócrita de su parte.
—Solo él puede ser tú acosador.
Estoy lista para irme. Con el equipaje de todo el vestuario nuevo y que Máximo ha insistido que me llevará, más cuando se ha comprado expresamente para mí.
Salgo visualizando los coches de alta gama italiana; uno para mí y otros cuatro para los escoltas. Muy exagerado.
Antes de avanzar demasiado soy atacada por Pietro. Se engancha como una vil garrapata a mis piernas.
—¡No te vayas! —suplica con ojos llorosos.
Me agacho buscando su calma:
—Tengo una vida a la que regresar.
—¡Quédate conmigo!
—Hay más personas que esperan por mí.
—¡Ninguna como yo! ¡Te amo! ¡También te ama mi tío, pero yo te amo infinito veces más!
¿Amor?
¿Derek Salvatore?
No, me niego. Al menos conmigo. Él puede que amará en el pasado, pero no en presente. Simplemente, soy su obsesión. Me estoy haciendo a la idea. Y, lo que no puede pasar, es destruirme por él.
—No puedo quedarme.
—¡¿Por qué?!
—Pietro, disciplina. Sabías que llegaría este día —Máximo, trata de ayudarme.
—No es un adiós, es un hasta luego —digo.
—¿Volverás?
—Muy pronto —le miento.
—¡¿Promesa de meñique?!
—Promesa de meñique.
Cerramos el trato y regresa adentro, mientras Máximo sube el equipaje en el maletero del Alfa Romeo.
—Ahora tendrás que regresar, pequeña. Los Salvatore nunca faltamos a nuestras promesas.
—Afortunadamente, soy Aguilar —abre mi puerta y me apoyo en esta —Una última pregunta antes de irme. ¿Quién es la pelirroja?
—Mi segunda hija, Darley.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro