006 - FINE
CAPÍTULO SEIS
SORAYA AGUILAR
Espero en el portal acompañada de las doce campanadas que marcan la medianoche. Derek aparece puntual. Estacionando el Ferrari azul mientras inicio la grabación.
Baja trajeado. Un simple gesto con su índice y me acerco. Captura mi barbilla sacando el labial que no acepte y me lo aplica.
—Tengo condiciones —digo al ser liberada.
—No estás para exigir.
—No te quiero en mis problemas.
—Sube.
Obedezco. Tristemente obedezco.
Me pongo el cinturón antes que lo haga él, mantengo silencio y observo el paisaje mientras recorremos la ciudad nocturna. Intento aparentar tranquilidad, pero muero de los nervios.
—¿Por qué yo?
—Ya lo sabes.
—Ella... —tengo una espeluznante idea —¿Me parezco a tú difunta mujer? ¿Es eso? ¿Es por eso tú obsesión conmigo?
—Cállate.
La falta de respuesta es una confirmación.
Sigue conduciendo saliendo de Barcelona rumbo a las montañas donde se ubica su mansión.
—Lamento lo que te pasó. Aunque no fue mi culpa —pisa el freno de golpe en mitad de los bosques —Eres injusto, Derek. No puedes hacer esto porque te recuerde lo que perdiste.
—Baja del coche.
—Pero...
—¡Qué bajes! —enfurece.
Al bajar me congelo por el frío. Odio el clima, más a Derek. Es capaz de dejarme abandonada. Sin embargo, acaba bajando con brevedad. Encaja nuestras manos encendiendo una linterna.
Iniciamos un camino de desconocimiento. A medida que avanzamos a la profundidad de los bosques, las temperaturas empeoran provocando el chirrido de mis dientes.
Quiero gritarle el odio que le proceso. Consigue que se me pase cuando me abriga con su americana. A continuación, me pone la linterna en las manos y me levanta entre las suyas para continuar. Ahora no le temo, me siento protegida, aún cuando los lobos aúllan en la lejanía.
Tras media hora Derek se detiene y me regresa al suelo.
Observa el frente con determinación, obligando a que sin órdenes haga los mismo, descubriendo un punto atractivo entre árboles. Una cabaña que invita a entrar con su simple existencia.
Derek abre dejándome pasar primero. Enciende la luz y soy abrazada por un ambiente hogareño. Una sensación que mejora cuando se agacha a encender la chimenea de leña.
Inspecciono el lugar abierto y amplio. Al fondo hay unas escaleras que parecen llevar a una supuesta habitación. No hay televisión, pero sí hay estantes repletos de libros. Algunos autores los reconozco. Sin embargo, lo que más llama mi atención es un grupo en el que no figura ningún nombre. Atrapo uno de ellos. De tapa negra y un título de color azul metalizado;
FINE
En inglés, bien. En italiano, fin.
Antes de abrirlo Derek me lo quita y lo regresa a su lugar.
—No toques.
—Me ha llamado la atención la falta de un autor.
—La próxima te rompo la mano —no doy crédito, aunque no hay indicio de que sea una broma. Son libros, no un crimen atroz para que ande con amenazas —Si quieres leer te vas a una puta biblioteca. Aquí vienes a follar.
—Sé porque estamos aquí —busco sus ojos criminales y ofresco mis pensamientos: —Vas a violarme. A pesar de que haya aceptado, lo he hecho por chantaje, sin que tengas mi consentimiento real.
—Vamos a follar porque lo deseas.
—¿Estás sordo? —me señalo la boca —Lee mis labios, puto enfermo. Vas a tocarme en mi contra, vas a follarme y será una vi...
Sujetando mis mejillas me devora la boca sin piedad. Bruto, dominante y oscuro. Le correspondo ansiosa y torpe.
Nos busca un sitio en el sofá sin romper la unión. Soy subida en sus piernas mientras entro en calor. Trata de abrirme los labios con los suyos, aunque me opongo peleona y acabo gimiendo con el estallido de su mano en mi trasero. Aprovecha para entrar y enredar nuestras lenguas.
El corazón está a un segundo del ataque cardíaco.
No entiendo porque deseo al monstruo, pero lo hago. Me gustan sus reclamos cuando lo hace a través de besos.
Me sujeta de la muñeca haciéndola deslizar por su traje hasta alcanzar el paquete abultado en mitad de sus piernas. Seguimos la largura, se inclina hacía atrás y jadea necesitado. Repetimos una vez, dos, tres, cuatro. Los jadeos se vuelven más profundos, las caricias sobre la tela le queman y es excitante.
—No digas que no me deseas o muero.
—¿Te mueres por esto? —le pregunto presionando la erección y mordiéndome el labio.
—Tienes el control, Bird —retiro la mano, pero la vuelve a llevar contra la bestia hambrienta —Necesito que lo hagas. Tienes que hacerlo para que pueda follarte en condiciones.
—¿Follarme en condiciones?
—Estoy algo desentrenado.
—Sé más específico.
—Más de tres años sin follar —de nuevo me sorprende. No puede ser tan malo si le ha guardado el luto a su difunta por tanto —¿Algún problema?
—¿Así que no harás nada si no hago esto?
—Follarte, te follare. Pero tú decides si soy un animal sin consideraciones o soy ligeramente amable —se me mojan las bragas con la ronquedad de su voz prendida—¿Quieres caminar mañana? ¿O quieres permanecer en la cama? Decisiones y más decisiones. Elije.
—No sé hacerlo.
—Usa mis órdenes en tú beneficio.
—No es simple —me acaricia la mejilla.
—Me la chupas o hago un atentado en tú coño, pájaro de mierda.
Antes de que pierda la paciencia vuelvo a viajar por la largura oculta y jadea. Afloja el cierre, se mueve brevemente y libera el pene que saboree. Estuvo mal, pero no tan mal. Al igual que rozar su carne con los nudillos. Arde, simplemente arde.
Ayuda a mis dedos a encajarse. Soy incapaz de tocar el pulgar con el resto de dedos gracias a su grosor. Es una gloriosa bestia. Apetecible. Estoy que babeo por ella. Sin sentido. Siempre bipolar.
Soy complacida con mi poder. Incluso realizada.
—Joder —brama.
Se entretiene con el contorno de mis labios antes de introducir dos dedos, presionar la lengua hacía abajo y provocar la caída excesiva de mi saliva, la cual salpica su pene mejorando los deslices.
Jugando con mi nuevo juguete favorito, las cosquillas en mi entrepierna me invitan a bajar los dedos y Derek se apresura a detenerme. Ata la mano traviesa con el cinturón alejándola de su objetivo.
—No toques lo mío.
—Si, señor.
—No soy el señor de nadie aquí presente, soy el hombre.
—¿Amo? —canturreo.
—Derek.
Me besa posesivo, reclamante. Continúo con los toques torpes, hasta que me doy cuenta que llevó demasiado haciendo lo mismo. Únicamente, no era suficiente ser inexperta que el instinto lo tengo defectuoso.
—No sé.
—¿Sabes lo placentero que resulta eso? Saber que solo eres mía, que tú mano se mantiene limpia, es tan malditamente excitante que podría correrme del simple conocimiento.
Cada vez besa más agresivamente, mordiendo el labio inferior y chupando. Se quita los zapatos junto a los calcetines mientras no detiene la acción, haciendo un pequeño balanceo en el suelo con los pies.
Los besos terminan, llega el agarre a mi trenza despeinada y ordena:
—De rodillas al suelo.
Cumplo encontrando un suelo cálido, considero su gesto anterior, creo que lo ha hecho para comprobar la temperatura. Es maligno, pero tiene un lado encantador que celebro. Convierte la situación ligeramente tolerable. Un poco. Apenas notable. Tengo que no dejarme engañar.
Derek se cómoda en el borde del sofá y su amigo me señala con grandeza, literalmente. Aún cuando ya estuvo en mi boca, cuestiono que pueda entrar está vez sin que no me ahogue. Era grande, ahora descomunal. La otra vez fueron cuatro segundos, ahora esperará más.
—Saca esa sucia lengua para mi.
Tirada de la trenza, saco la lengua y saboreo el gusto salado, lo sigo degustando mientras que me exige un seguido de lamidas por el tronco. El primer contacto fue un simple "hola", esta ocasión tenemos una conversación más extensa, más apetecible, babosa y censurable.
Acelero el momento introduciendo el capullo sin una orden exprés de Derek, el cual gruñe sin intervenir, provocando que devore más centímetros, hasta que notó las arcadas y no permite que huya. Arremete con violencia. Entra y sale, y mis lágrimas se prestan voluntarias para escapar. No es por un mal momento, es por un esfuerzo al que no estoy habituada.
Tras bruscos movimientos recibo el regalo de su placer.
—¿A qué sabe mi sémen, sucio pájaro?
Amargo, dulce y salado.
—A ti.
Soy premiada con un beso insuficiente. Se abrocha el pantalón y me libra de cualquier agarre. A continuación, saca la cajetilla de tabaco y enciende un cigarro, dando una calada profunda y pausada.
Con un gesto, por su parte, regreso a su regazo y me envuelve con un brazo que me empuja contra sus fuertes pectorales.
—¿Fumas?
—Una pregunta muy rara para ser mi acosador.
—Intento ser aprobado —permanezco anclada en su mirada intimidante hasta que sonríe agradable. Esquizofrénico de mierda, así no se puede —Fuma, Bird. Fuma para tú hombre. El mundo es una bola de mierda como para que la sociedad vaya de santos e inocentes.
—Tú no eres muy santo.
—Soy el más santo de aquí.
Prefiero no discutir, así que doy una calada. El cuello me quema, los pulmones se intoxican hasta toser y las lágrimas empapan las mejillas. Salgo corriendo a la nevera, a algo que me libere del mal trago, y acabo bebiendo del grifo.
—Impulsiva —dice Derek tras de mí. Espera a que me gire y balancea el cigarrillo —No atacas lo malo, lo respetas. Cuidas de cada detalle, de cada paso. Lo acechas hasta conocer su terreno. Fuma despacio, Bird.
Vuelvo a intentarlo. En está ocasión, observo el humo saliente antes de absorber el veneno. La calada es amable, familiar. Y, cuanto más consumo, más se amplifican estos atributos.
—¿Preparada?
—No.
—Una lástima por ti. No por mí. Voy a follarte tanto que mañana serás incapaz de reconocer tú reflejo en el espejo. Y, bueno, tú coño necesitará terapia.
Da un pequeño paso hacía mí, aunque lo percibo como algo gigantesco y retrocedo. Pego el trasero en la encimera. No hay escapatoria mientras que el depredador se acerca pausadamente.
Estudio sus ojos y experimento miedo. Un profundo temor que se intensifica cuando encaja los dedos en mi mandíbula. Con la otra me quita el cigarro que apaga en el suelo con el pie descalzo. Ni siquiera hay una mueca de dolor, demasiado centrado en lo que tiene delante.
—Bird.
—No —de nuevo, estoy en fase de negación.
—Tus cambios de humor no te salvarán —alza mi vista hacía el techo y roza mi cuello con la nariz, emborrachándose de mí —Ese estúpido no del que presumes volverá a ser un sí. Solo es cuestión de estar en la cama, desnuda y teniendo el privilegio de ver mi cuerpo expuesto para ti. Desearás quemarte.
—¿Qué hay de la lógica? ¿De lo correcto?
—A esas también me las follaré —busca el final de la chaqueta —Tienes muchas inutilidades pegadas en tú cuerpo, pequeño pájaro. Hora de despedirse de ellas.
Opongo cero resistencia. Se deshace de la americana, de la chaqueta. Busca el encaje del tejano, lo abre y cuela los dedos, acariciando la tela de la braga que rezo por que no vea. Sería humillante. En mayúsculas. Además, mataría su erección al segundo.
Sus dedos hacen travesuras mayores, provocando el jadeo y su alejamiento de cabeza para repasarme. Si los toques no fueran suficientes, las miradas que hace al buscar mis expresiones me derriten como el cambio climático sobre los casquetes polares. Ambos son reales y peligrosos para la sociedad, para mí.
—Estás chorreando —dice a mi oreja antes de morderla.
—No lo hagas.
Acaba de eliminar la molestia del tejano, omite cualquier comentario de la braga rompiéndola y moja los dedos con la saliva. Se mueve como quiere. Juega con los pliegues y tortura el clitorís. Soy una máquina de jadeos. De pequeños temblores. Arqueo la espalda perdiendo la resistencia, siendo capturada, viviendo una experiencia sin precedentes del cual no deseo final.
—Derek —gimo natural.
Abrazo su cuello, busco un beso para silenciarme, pero Derek es cruel manteniendo la distancia mientras sigue atormentando con puro goce. A medida que intensifica el juego obsceno, mis temblores empeoran, percibiendo cierta rigidez en los músculos hasta que colapsan y... El hombre que me somete extingue los toques, exterminando con las sensaciones novedosas y satisfactorias.
No lo comprendo, desde el principio, no comprendo nada de él y su enfermiza voluntad.
Estoy por reclamar cuando se produce un pinchazo en el clítoris. Se repite una vez más. Y otra. Bajo las manos en búsqueda del origen. De una paz. Sin embargo, Derek las envía detrás de mi cabeza. Manteniéndolas ahí con fuerza mientras me retuerzo con las sensaciones de insatisfacción.
—Ya te lo he dicho. No toques lo mío —me recuerda.
—¿Por qué eres así?
—Se llama castigo. Por ofenderme con cada no, aunque ambos sabemos que es un sí, me quema —acaricia mi mejilla con los nudillos —Sé buena contigo de una vez, Bird. Encapricha tus deseos y abre tus piernas como una puta vulgar.
Contesto con un escupitajo directo a su cara y tiemblo, esperando una reacción negativa por su parte, más no llega. A cambio de eso, lo que hace es levantarme sobre su hombro y caminar ignorando mi berrinche.
Sube las escaleras mientras golpeo su espalda.
Al poner un pie en la habitación soy lanzada en la cama y me apresuro a poner distancias entre los dos, hasta que pego la espalda en el cabecero haciéndome bolita con las piernas flexionadas.
Evito cualquier contacto visual con el monstruo.
—Mírame.
Escucho el hundimiento de los muelles cuando Derek se sube, huelo su aroma salvaje mientras se acerca y reprimo el grito cuando me tira de la trenza. Nuestras miradas chocan. No encuentro amenaza, aunque su actitud sea contradictoria, en la oscuridad de sus iris hay un sentimiento bueno.
—No te atrevas a mirar hacía otro lado.
Cuento los botones que desabrocha. Tengo que esforzarme para que no me caiga la baba al ver su templo de puro músculo, así que me esfuerzo en la ausencia, ya que no lleva el colgante de placas. Casi me ofende. Casi. Y digo casi porque no me da tiempo a procesar cuando me captura la mano, arrastrándola encima del pectoral, disfrutando del ligero cosquilleo en la palma a causa del vello corporal. Aunque peores son las que se producen en mi zona censurable mientras exploramos su cuerpo.
Viajamos por su brazo hasta alcanzar el primer tatuaje. Una frase italiana que inevitablemente leo en susurro:
—Le migliore decisioni vengono prese dagli altri.
—Las mejores decisiones las toman otros —traduce Derek.
Seguimos volando por su piel, saludando un par de pájaros, alcanzando la próxima frase tatuada. Y otro.
—Ho incontrato uno sconosciuto in me grazie a te.
—Conocí un extraño en mí gracias a ti.
—Al tuo fianco fino alla fine.
—A tú lado hasta el final.
—Mentiroso —rompo el contacto y lo acuso, desafiando a la advertencia de sus ojos —No estuviste hasta el final. Si hubieras estado ahí, si hubieras cumplido tú promesa, estarías tan muerto como ella. Eres un farsante. Un farsante del amor.
No hay una palabra de respuesta, sino un ataque.
Derek es el padre de los monstruos. El rey de la oscuridad, del peligro y la toxicidad. No tiene paciencia, tampoco es que la necesita, es malvado y no contiene sus ganas de ahogarme tras mis palabras.
Soy presa de garras afiladas. Se clavan en la piel del cuello sin intención de aflojar mientras me contemplan ojos negros, ojos rabiosos. Estoy muriendo. Y no peleo.
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