005 - ALESSANDRO
CAPÍTULO CINCO
SORAYA AGUILAR
La luz me recibe nada más entrar.
—Ya he llegado.
—Jefa —Hugo aparece al encuentro y me inspecciona hasta que se centra en el cuello que termino frotando incómoda —Sabía que nada bueno podía estar pasando cuando no atendias mis llamadas.
—Estoy bien.
—¿Sabes su nombre?
—¿Cómo?
—Esa sudadera no es tuya. Tampoco creo que te hayas hecho esas marcas en el cuello.
—¡Bienvenido a las evidencias! —intento exagerar el tono y los gestos para que relaje su entrecejo. No obstante, consigo el efecto contrario —Conocí a alguien. Tuvimos un par de besos y ya. No tuvimos sexo, aunque podría haber pasado y tú no podrías reclamarme. Soy mayor.
—Su nombre, jefa.
—Dietrich.
—Un nombre muy repugnante.
Estoy para reclamar la originalidad del nombre, ya que le pertenece al protagonista masculino de mi actual escrito, pero callo. Quejarse significaría delatar la mentira piadosa que he dicho sin pensar. Aunque sea mediante el engaño pretendo proteger a mi cuñado.
—¿Por qué no contestaste?
—Estoy diciendo que nos dimos besitos —aprieto los labios mientras compruebo el registro de llamadas. No hay nada. Obviamente, cosa del maligno —Sé que no lo hice bien. Tendría que haber estado contigo, pero no te encontraba. Chocamos y... ¿Cómo fueron las cosas?
—Pues...
—Vaya. Está aquí —se asoma Laura luciendo una camiseta de Hugo y el cabello alborotado. Estoy decepcionada —¿Regresando a viejas costumbres? ¿Un nuevo viejo adinerado? Mejor así. Abre esas piernas y lárgate.
—Habla de putas la más puta —expresa Hugo.
—Mejor puta que mentiroso —me sorprende agarrándome las tetas —Ya que naciste dotada que te sirvan, maldita...
Hugo la aleja de un empujón y grita:
—¡No la toques!
—¡Estoy harta de que la defiendas!
—¡Y yo de ti! ¡De tus celos! ¡De tus reclamos! ¡De un nosotros!
Los gritos se acentúan y la discusión evoluciona a grandes zancadas hacia el desastre. Mientras yo estoy estancada. No hablo, no escucho. Ante las cuestiones de Laura el mundo se ha detenido. Sufro migraña, desorientación. Experimento algo desagradable. Inexplicable.
Soy prisionera de una jaula de cristal.
Intento pedir ayuda desde lo más profundo. Grito, grito y grito, sin provocar ningún ruido. Ni siquiera uno desgarrador.
¡Sálvame!
—¡Terminamos! —siguen los gritos por parte de Hugo.
—¡¿Bromeas?!
—¡Suerte con tus amantes!
—¡Patético!
La arrastra fuera del apartamento y da un portazo. A continuación, se voltea hacía mí poniendo las manos sobre las mías temblorosas.
—¿Jefa?
—Duele —gimo adolorida.
—¿Qué cosa?
—La cabeza. Me duele la cabeza —puntualizo y va a por una pastilla que no dudo en ingerir —No comprendo la locura de Laura. Me culpa de ser igual. ¿Sabes? Sigo virgen.
—Ignoralo. Jamás te has metido con un ricachón —hasta hoy —En caso contrario muy bien no lo has hecho. Estamos ahogados en las deudas.
Laura aporrea la puerta con exigencias de que abramos. Usando de excusa el que viste la camiseta de un yonqui y necesita cambiarse. Y, a consecuencia, mi empatía brilla por su ausencia.
—Abriré —se lo impido atrapando su brazo —Jefa...
—Mereces algo mejor.
—Pero...
—Hasta aquí hemos llegado. Se acabaron sus caprichos, gritos y rabietas.
—Al menos démosle sus cosas. Acabamos de echarla, no necesita sentirse más humillada llevando una simple camiseta.
—De acuerdo.
—Gracias por no ser cru...
—Las lanzaré por el balcón.
—Retiro lo dicho, sádica.
—No soy la bruja de esta trágica historia —realizo la encuesta rápida en Control y la enseño —Son ellos. Una formulación, dos opciones. Mis nuevos amigos son los desalmados sin corazón.
¿Cómo le damos las pertenencias a mi ex querida hermana?
En las manos / Lanzamiento desde el balcón
Una sonrisa maliciosa se dibuja en mis labios, producto del resultado, habiendo llegado el turno de la dulce venganza. Es hora de que Laura se arrepienta. Empujó a Hugo a las drogas, también me atacó verbalmente en múltiples ocasiones y se burló en cada ausencia del amor. Si quería quedarse sola... Felicidades. Se ha quedado sin las dos únicas personas que la aguantábamos.
—Sujeta el móvil —ordeno a Hugo.
—¿Tienes claro lo que harás? Sé que es horrible, pero es tú hermana... —le pellizco los labios para que calle.
—Los Controladores han elegido. Así que ayúdame o apártate —inicia el directo y vuelvo a sonreír —¡Capullos, os amo! ¡A partir de hoy en mi corazón! —uno las manos formando un corazón, lo deshago y muestro dos peinetas —¡A divertirnos!
—¡Abrid! ¡Cambiaré!
—Esa que escucháis es la zumbada de Laura. Gritona, superficial e insoportable.
—¡No me hagáis esto!
Pongo el dedo frente a los labios y el chat se llena de emoticonos con el mismo gesto. A callar. Aunque Laura sigue con su drama.
Usando pasos danzarines voy a la puerta, paseo las yemas por el desgaste y observo a través de la mirilla.
—Laura. Mi hermosísima y queridísima, Laura. ¿Todo bien? ¿No? ¡Y yo que me alegro!
—¡Abre!
—Tengo una pregunta para tú escaso intelecto. ¿Sabes qué pasa con las zorras que juegan mal?
—¿Acaso nunca tienes suficiente? ¿Qué más quieres? ¿Qué más daño me harás?
—¿Daño? ¿Yo? ¿A ti? Espera que me río.
—¡Hugo, amor! ¡Ignorala! ¡Es una manipuladora! ¡Lo de ayer fue cosa suya! ¡Y todas mis ausencias! ¡Confía en mí!
Hugo se acerca a la puerta y lo detengo.
—Te quiero a cuatro pasos de la puerta. Nunca me cabreo dada mi paciencia, así que me figuro que si la pierdo exploto. Peor que una bomba nuclear. ¡Bom! —abro los brazos cuantificando la explosión y retrocede con cinco pasos. Me doy por satisfecha. A veces cinco es mejor que cuatro.
—Nos estamos extralimitando.
—¿Te recuerdo qué hacía anoche?
Sé que después de esto vivirá una fase dramática. El corazón dolerá. Y, tal vez, me culpe por lo que estoy haciendo. Sin embargo, he tomado una decisión. Nadie nos seguirá pisoteando. Si he de meterme a Tinder para buscarle pareja, lo haré. Tampoco es complicado ser mejor que Laura.
—Hermanita —canturreo devolviendo mi atención a ella y repitiendo —¿Sabes qué pasa con las zorras que juegan mal? Sus cosas vuelan.
Invado su ex habitación directa al armario. Recojo cada pertenencia y salgo al balcón, haciendo una reverencia al cuervo de la barandilla, antes de hacer volar las cosas. Repito la acción sin remordimiento. Incluso ante los transeúntes que se detienen al contemplar la escena. Soy tan escándalo que hasta el vecino tímido se asoma acompañado de palomitas.
—¿Un mal día? —pregunta, su voz es electrificante.
—¡Milagro! ¡Hablas! —le sonrío robándole una palomita —Perdón el ruido, vecinito. Hoy hemos despertado con ganas de reformas. Y, para empezar con ellas, lo primero es tirar la basura.
Continúo con la lencería. Entre viajes percibo a Hugo mirando el vecino fugazmente mientras declina su invitación a palomitas. Momentáneamente, los ojos atigrados lucen afligidos, antes de que le robe otra y una sonrisa con lo siguiente:
—¿Quieres? Están de oferta —sacudo las bragas.
—Me interesan las tuyas —me sorprende su atrevimiento considerando su timidez.
—¡Basta! —grita Laura en mitad de la calle.
—¡Vecinos y vecinas! ¡Hoy tenemos en oferta toda la lencería usada por la más puta de la ciudad! —lanzo las bragas, algunas siendo arrastradas por el viento —¡Háganse con un par!
Mi comportamiento malvado lo atribuyo a Derek. Sin él esto no sería posible.
—¡Avisaré a la policía!
Freno los impulsos de seguir lanzando objetos sin valor. Un enfrentamiento con la ley no es apetecible, pero es una ocasión especial. Además, se lo merece. Hugo y yo luchando para llegar a fin del mes, más desde que perdió el último trabajo, y ella disfrutando de los más top del mercado.
Sigo con el desfile de prendas, maquillaje, perfume, móvil...
—¡Qué te cuiden los viejos, puta!
—¡Hugo, por favor! ¡Reacciona! ¡Nos la está jugando!
Hugo entrega el móvil al vecino para seguir el directo y entra apurado. Voy tras él, aunque no lo alcanzo hasta que ya es tarde. Se ha encerrado en el lavabo. Golpeando la pared y gritando a voz quemada.
—Hugo, por favor —ruego conociéndolo —No hagas nada lo suficientemente estúpido para que te odie. Eres lo que me queda. No puedo perderte.
—Concédeme un respiro, jefa —los segundos se vuelven eternos antes de que vuelva a hablar —Te quiero... Sé que haces esto por mi bien. Así que... No dejes que vaya por ella. Termina la locura.
—Siempre estaré contigo.
—Y yo contigo.
Termino de vaciar el armario. Me aseguro que no quede nada. No hay remordimientos. A pesar de compartir la misma sangre, estos últimos dos años, ella es la primera que ha ignorado ese vínculo. Donde nos tendríamos que haber estado apoyando, ella se ha encargado de atacarme.
—¡No te atrevas a regresar! —recupero el móvil en manos del vecino y finalizo el directo —Gracias.
—¿Otra? —ofrece las palomitas.
—Mejor más tarde.
Regreso de nuevo a la puerta que me separa de Hugo.
—Terminó.
—¿Ya? —sale sin camiseta.
Los ojos se me van al admirable físico. Tiene cuerpo de gimnasio, a pesar de no haber pisado alguno en estos últimos tiempos. Además, tiene gusto por los tatuajes. Siempre me han gustado.
—¿Babeando?
—¿Drogado? —lo acuso por su irritación —¿Sería pedir demasiado que abandonaras las drogas? Sé que...
—Ssssht —me pellizca los labios —Mejor no calles. Eres fea cuando no hablas. Aunque no estoy para charlas de anónimos drogadictas. Mejor voy a la habitación. O podríamos hablar de anoche.
—Te estuve buscando.
—Háblame del señor nombre feito.
—Él no importa.
—¿Secretos?
—Solo fueron dos besos miserables —juego con un mechón. Fueron dos besos, pero dos besos para confesar a un sacerdote y rezar —No hay más historia.
—Te gusta.
—No. Claro que no.
—Me alegro que te guste —molesta, aplasta nuestras mejillas —Mereces un buen chico —más que chico, es hombre —Te llenaré de sabiduría para que seas una buena chica. También resolveré tus dudas.
—¿Eres capaz de hacer eso?
—Pues... Soy buen follador —recuerdo la promesa sobre la pérdida de mi virginidad. Antes de acabar la semana. Considerando que es viernes quedan horas —El primer consejo que te dará este espectacular espécimen aquí presente es que uses condones. Eres joven para ser madre. Y yo un desastre para padre. Si el cabrón huyera con el rabo entre piernas tendríamos un problema.
—Siempre condones —levanto los pulgares.
Suena mi móvil y maldigo a mi acosador. No podría ser feliz habiendo conseguido mi número, sino que también ha tenido la osadía de agendarse como <<MI HOMBRE>>
—Será un segundo.
Acudo a la privacidad de mi habitación y doy uso al cerrojo. Ser sorprendida por Hugo podría levantar sospechas preocupantes. Derek no es cosa buena. Mi cuñado debe permanecer en la ignorancia.
—¡Tengo que darle el aprobado!
Salto a la cama, pulso el botón verde y no hay tiempo para saludos, ya que se pone a exigir.
—Quiero una explicación.
—¿Una qué?
—No te queda bien fingir ignorancia, Bird. Te ví en Control.
—¿Cómo me ha ido con tú cursito de maldad exprés? ¿Aprobado? ¿Suspendido? Voy a respetar tú evaluación.
—Eres peor que yo.
—La alumna supera al maestro.
—El maestro jamás estuvo a la altura de la alumna —río rodando por la cama como una quinceañera —Explícame lo que ha pasado. Ahora.
—¿Te estás enfadando?
—Si.
—¿Y esto te excita?
—Hacer una lista de las cosas que me excitan de ti sería eterno —noto como el color rojo se me pega en las mejillas —Centrémonos. No hay nada de malo en que quiera saber.
—Son problemas familiares.
—Tienes mi atención.
—Ni eres parte de mi familia, ni lo serás. Así que no es asunto tuyo.
Se escucha un fuerte impacto tras las línea antes de que brame:
—¡Seré tú esposo! —nunca me he planteado la idea de una boda, menos la de un acosador —Si... Tan solo... ¡Joder! —se le escapan más maldiciones hasta que se normaliza —Empecemos por algo más simple. ¿Sábado o domingo? ¿Cuándo quieres que te folle?
—Mi agenda está llena esos días.
—No captas las consecuencias de tus no. Si no me das lo que por derecho es mío, entonces iré por lo que te importa. Hugo de León.
—Hu... Hugo... —balbuceo. La diversión se acaba de despedir precipitadamente y con las lágrimas nacientes. Un fuerte golpe de realidad. Estoy cogiendo el tema mal. Es mi acosador —No es correcto... No así...
—Estás en una contrarreloj —cuelga.
Ahogo el llanto contra la almohada. Derek quiere ser mi dueño sin importar la crueldad de sus métodos. Amenazas y chantajes. Sabe cómo enjaularme. Y, la peor parte, es no comprender porque yo.
No niego ser bonita. Pero no salgo de fiesta. Tampoco destaco en otros ambientes. Más allá de una cara no tengo que ofrecer. Así que no hay razonamiento para la obsesión que ha contraído un criminal conmigo. Él fotografiaba, yo escribía.
Sin ser capaz de elegir el día lo dejo en mano de los Controladores.
¿Cuándo debería quedar con el estúpido de esta mañana?
Sábado / Domingo
El sábado gana aplastando el domingo. Sé ha decidido el día para un antes y después. Una marca imborrable. Será un recuerdo que acompañe una existencia amarga, pero he de hacerlo por Hugo. Además, posible solución podría ser perjudicial. La policía queda descartada. Derek los podría tener comprados. No soy estúpida como para confiar en los cuentos de hadas. No hay un final feliz.
Me pongo a escribir distrayendo la cabeza.
Novela romántica, surrealista. Los personajes me hablan desorganizados. Sin principio, sin final. Algunas veces enloquece. A pesar de todo, hay amor. Uno agradable, pero con cierto sentimiento de vacío.
Estoy entretenida el resto del día hasta que interrumpe Control.
Transacción Realizada
400,00€
Tengo un escalofrío con la considerable suma. Incrédula verifico que se ha ingresado el dinero al banco. Soy feliz por un segundo, en el otro, pienso en la luz recuperada desde primera hora.
Salgo a por Hugo. Sin camiseta, tumbado en el sofá y mirando una película de terror.
—Hugo...
—¿Acaso has visto un fantasma? —debo estar muy pálida.
—¿Cómo has pagado la luz?
—¿Qué no has sido tú?
Sino ha sido él, menos Laura, solo queda una opción. Derek y su control. Si cree que voy a estar agradecida es que no me conoce. No pedí ser salvada, así que no tiene derecho a entrometerse. No puede adueñarse de mis problemas. No lo quiero en mi vida.
—Claro que lo hice —trato de evadir las sospechas —Es que estoy indignada. Después que me dejarás tuve que lidiar con la aplicación solita, así que lo menos es que me dieras un gracias.
—Gracias es una palabra que aborrezco —viene a darme un fuerte abrazo y un aluvión de besos —¿Qué haría sin ti? Tenerte es mejor que cualquier fortuna. Es haber ganado la lotería sin comprar el número.
—Soy lo mejor que te ha pasado.
Me gustaría seguir con la conversación. Cada minuto es oro con Hugo. Ni comparación con el acosador que interrumpe por segunda vez.
—Te solicita mucho.
—Otro segundo.
Regreso a la habitación.
—¿Qué? —contengo el grito reclamante.
—Hola, Bird.
—¿Ahora si saludas?
—Tengamos una relación aceptable.
—¿Hasta qué punto alcanza tú demencia?
—No conoce límites. Algo que ya apreciarás —a la mierda —Así que no abramos un debate acerca de mis daños mentales y vayamos a nuestro apetecible negocio.
—Aún queda para el sábado.
—El día cambia a medianoche. A medianoche estarás en tú portal esperando por tú hombre.
—Espera...
—Tengo el control, pequeño pájaro.
—S...si... —bajo la cabeza en evidente signo de sumisión —Estaré ahí.
—No tengas miedo.
Imposible.
Aprovecho el dinero para pedir a domicilio comida oriental. Disfruto del sabor olvidado, de las payasadas de Hugo y nuestras conversaciones. Vivo feliz por un rato mediante pequeños detalles.
—Tengo una cita —anuncio de sorpresa. Justo cuando usaba los palillos chinos como colmillos —Estoy nerviosa. No esperaba que fuera tan repentino, pero no he sabido decir que no.
—Si quieres se lo digo yo.
—Verás...
Soy salvada por el timbre. Corro a abrir la puerta y sonrío con el vecino presente. Estoy en una mala racha. No obstante, se lleva mejor rodeada con ejemplares como lo son él y Hugo. Algo me dice que seremos amigos.
—Mi salvador —lo abrazo del cuello.
—Ho... hola... —le falta corresponderme, aunque lleva la manos ocupadas con cervezas y una bolsa de picoteo —Venía a preocuparme por el soldado caído. Todos estamos con él.
—¿Quién son todos?
—Las doce cervezas y yo.
—Insuficiente.
—Siempre podemos sacarlo a beber. He escuchado que el alcohol es bueno para acompañar las penas —no es así la frase. Aunque, soy incapaz de llevarle la contra con las buenas intenciones que lo acompañan.
—Eres perfecto. Tengo una cita. Así que me lo vigilas.
Abandono a los dos hombres en el sofá mientras voy a prepararme para la desgracia. Exploro las opciones. Una vez más son posibilidades que reduzco a dos. El primero, un jersey casual de corte largo, vaqueros y botines; el segundo, un vestido de estampado de leopardo. Un error de compra online.
Decisiones y decisiones.
¡Qué decidan otros!
¿Cómo voy a mi cita?
Casual / Sexy
Me ducho rápidamente mientras espero la respuesta. Afortunadamente, sale casual. Recordando las trenzas que me hizo Derek, las vuelvo a realizar. Verifico en la aplicación con un corto vídeo y salgo a despedirme.
—Hora de irme.
—¿Cómo te quedaste con la otra? —pregunta el vecino a Hugo.
—El corazón es estúpido —Hugo, me da un repasado completo —Muy estúpido.
—Cuídamelo que es estúpido, vecino.
—Tengo nombre.
—¿Y cuál es?
—Alessandro.
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