Taehyung.

Guardé la última prenda de ropa en mi maleta y suspiré con pesadez.

¿En serio Jungkook me había despedido luego de años trabajando para él? ¿Cómo podía hacerme esto?

Aunque la verdadera pregunta era porque me sorprendía tanto si la palabra demonio le quedaba corta a alguien como Jeon Jungkook.

Creía que lo único bueno que sacaba de la situación que estaba viviendo era que ya no tendría que soportarlo más, ni a él ni a sus jueguitos estúpidos.

Todavía me resultaba increíble la propuesta indecorosa que me había hecho pues no imaginaba que él pensara algo tan bajo de mí. Pero luego de pensarlo me agradó haberle dicho que no, ya que apesar de mi desesperacion por el dinero, yo jamás me rebajaría de esa forma.

Sin embargo, esa decisión de la que me sentía tan seguro pareció tambalear cuando al tomar mi teléfono ubicado en mi cama, leí un mensaje de mi tía.

Si no me pagas lo de este mes, juro que dejaré a Soobin dormir afuera.

Mi corazón se agitó desesperado al imaginar aquello. ¿De qué hablaba?

Te pasé lo de este mes e incluso más, respondí.

Mordí mi uña ansioso por su respuesta.

Eso no es suficiente, niño tonto. Necesito también lo de la matrícula.

Maldecí una y otra vez. Si mi tía no fuera la única persona que pudiera hacerse cargo de mi hermano menor, jamás le permitiría a mi Sobinnie estar cerca de alguien tan cruel como ella.

Y ahora me encontraba en aprietos. Imaginé miles de escenarios posibles y en cada uno Soobin y yo terminábamos durmiendo en un banco en el parque.

No, no podía hacerle eso. No a mi pequeño hermano que ya tenía que lidiar suficiente con su enfermedad, la medicación y los doctores.

Miré la puerta y luego mi maleta. La idea de sacrificarme por nuestro futuro pasó por mi mente, ¿pues qué otra opción tenía?

En una vida sin oportunidades, sin ahorros, sin hogar era mi único camino.

Tomé una respiración profunda y decidido abrí la puerta. Conduje mis pasos a la sala donde Jungkook se encontraba rescostado en el sofá revisando fotos que habían subido sus amigos. Todas en donde elogiaban su fiesta y, por supuesto, a él.

Como siempre, lucía igual de impecable con una camisa color amarilla que se amoldaba a su cuerpo y anteojos a juego.

Al notar mi presencia, enseguida dejó su teléfono sobre la mesa y alzó una ceja para luego formar una sonrisa que demostraba la arrogancia que lo caracterizaba.

–Si aún no te has ido, eso significa una sola cosa –aseguró uniendo las manos detrás de su cabeza y estirando sus piernas.

La tranquilidad que transmitía me volvía agresivo.

–Sí, acepto el trato –expresé en voz baja.

Jungkook asintió y se levantó de en un salto. Dió unos pasos hacía mí para luego tomarme del mentón obligándome a mirarlo. Los ojos de Jungkook a pesar de lucir tan brillantes sabía que transmitían todo menos inocencia.

–Ahora me perteneces, Taehyung. Todo de ti.

Temblé en mi lugar por su afirmación y me arrepentí un poco de haber aceptado pues sabía que ahora no tendría escapatoria.