O9.5 ;; La caperucita roja
Emily salió del baño con pasos lentos y ligeramente temblorosos, sintiendo aún el calor del agua sobre su piel mientras se ajustaba el traje rojo que Alastor le había regalado.
La textura suave del traje abrazaba su figura de una manera que, para su sorpresa, la hacía sentir segura. Se miró en el pequeño espejo de la habitación de Alastor, tocando con nerviosismo las telas perfectamente ajustadas a su cuerpo.
Sabía que había tardado más de lo necesario, pero quería sentirse cómoda. Era un paso importante, aunque no lo admitiera en voz alta.
Finalmente, tomó aire, abrió la puerta y dio un paso hacia el interior de la habitación, encontrándose de nuevo con la penetrante mirada de Alastor.
Su corazón se aceleró un poco. No sabía por qué le importaba tanto su opinión, pero la esperaba.
-¿Y qué tal me veo? -preguntó Emily, intentando sonar segura, aunque su voz temblaba ligeramente, traicionando su vergüenza.
Alastor permaneció inmóvil, sus ojos fijos en ella. Por primera vez, el demonio parecía sorprendido, como si estuviera contemplando a alguien que no reconocía del todo.
Esa serafín que había encontrado semanas atrás, maltrecha y perdida, ahora se presentaba ante él de una forma completamente diferente. No era solo la ropa, era su aura, su postura... todo en ella parecía haber cambiado, evolucionado. En ese momento, la arrogante y fría compostura de Alastor flaqueó, aunque solo por un instante.
Sus ojos recorrieron cada detalle con fascinación. Emily ya no era la criatura indefensa que había arrastrado al infierno. Tampoco parecía la misma serafín que solía mostrar resistencia. Había algo más, algo que no podía definir fácilmente, pero que lo mantenía cautivo. Era como si hubiera dejado de ser su presa, aunque solo fuera por un momento.
Perdido en sus pensamientos, Alastor apenas notó que Emily volvía a llamarlo.
-Alastor, ¿estás-?
Antes de que pudiera terminar, el sonido de un chasquido la interrumpió. Sin moverse de su lugar, Alastor había levantado una mano, y con un simple chasquido de dedos, el cabello mojado de Emily se recogió en una elegante coleta baja, cayendo hacia adelante con una precisión casi mágica.
-Te ves espléndida, mi querida angelita -dijo Alastor, su tono lleno de esa mezcla usual entre dulzura y crueldad que lo caracterizaba. Sin embargo, algo había cambiado en su voz. Había una leve sinceridad que no podía ocultar, aunque quizá no lo admitiera ni siquiera a sí mismo.
Emily, sorprendida por el gesto, se tocó la coleta, sintiendo el cabello caer suavemente sobre su hombro. Nunca habría imaginado que él hiciera algo así por ella.
El ambiente en la habitación era tenso, pero no de la forma a la que Emily se había acostumbrado. El aire estaba cargado de una calma extraña, como si ambos estuvieran caminando sobre un terreno desconocido.
Alastor, mientras tanto, la observaba con una mezcla de satisfacción y algo que no podía identificar. ¿Acaso esa luz, esa chispa de esperanza que Emily mantenía viva a pesar de todo, empezaba a afectarlo? Era ridículo, pensó. Él era un depredador, y ella su presa. Ese era el juego.
Y sin embargo... esa presa estaba cambiando.
Emily había estado en su habitación desde el primer día que la encontró en el infierno. No la había dejado ir, ni siquiera al pasillo de afuera de la habitación.
Al principio, fue por diversión, por el control que le daba tenerla tan cerca. Pero con el tiempo, había empezado a acostumbrarse a su presencia... Y ahora, mientras la veía vestida con ese traje rojo que él mismo le había mandado a confeccionar, algo en su interior titubeó. No se podía negar: le agradaba verla así.
-Sabes que no tienes que hacerlo, ¿verdad? -dijo Alastor de repente, su tono más suave de lo habitual.
Emily levantó la vista, sorprendida por el comentario.
-¿Hacer qué? -preguntó, confundida.
-Confiar en mí -dijo él, su sonrisa volviendo a esa familiar mezcla de burla y misterio- Sé lo que soy... y sé lo que tú eres.
Emily sintió un nudo en el estómago, pero no apartó la mirada. Lo sabía. Sabía que él era peligroso, que su naturaleza era retorcida, ruin, y que su lugar en este juego no era uno seguro. Pero también sabía que algo había cambiado. Ya no podía verlo solo como el monstruo que se suponía que era.
-Lo sé -respondió ella finalmente, su voz más firme- Pero eso no cambia lo que quiero.
Alastor inclinó ligeramente la cabeza, intrigado.
Sus ojos, a pesar de la tenue luz, brillaban con una determinación que lo descolocó.
-¿Y qué es lo que quieres, angelita? -preguntó él, con una voz teñida de curiosidad maliciosa.
Emily no titubeó. Sus pasos fueron directo hacia él, la distancia entre ambos cada vez más pequeña.
-Conocerte... No al monstruo que todos ven en ti. Quiero conocer al hombre tras ese filtro de radio -dijo ella con una convicción que no había mostrado antes.
El silencio que siguió fue profundo y cargado de tensión. Alastor, por primera vez en mucho tiempo, se quedó sin respuesta inmediata. Sus ojos rojos brillaron con una intensidad diferente en la penumbra, una mezcla de sorpresa y algo más, algo que no solía permitirse sentir. Su sonrisa característica vaciló por un segundo, antes de volver a dibujarse en su rostro, más firme y segura, pero menos mordaz que de costumbre.
-Tal vez... algún día -murmuró finalmente, su tono más bajo, como si se hablara a sí mismo más que a ella.
Giró lentamente la cabeza, desviando la mirada mientras una sonrisa melancólica se formaba en sus labios.
-Pero no te hagas ilusiones, querida... Un monstruo como yo jamás dejará de serlo.
Emily lo observó en silencio mientras se acomodaba de nuevo, dejando que las palabras flotaran entre ellos. Sabía que, aunque él intentara ocultarlo, el cambio ya había comenzado. Y aunque el riesgo seguía siendo real, algo en su interior le decía que valía la pena intentarlo.
La oscuridad en la habitación parecía envolverlos, pero dentro de ella, una chispa había comenzado a arder. Esa chispa que, para su sorpresa, no la llenaba de miedo.
-Ya lo sé -respondió Emily en un susurro firme, antes de dar otro paso adelante.
Ahora estaba frente a él, lo suficientemente cerca como para sentir su presencia envolvente. Lentamente, levantó su mano y, con delicadeza, tomó la de Alastor. Para su sorpresa, él no la apartó como lo había hecho en tantas ocasiones anteriores. Sus ojos se entrecerraron, confusos, pero no mostró resistencia.
-Pero estoy dispuesta a conocer a ese monstruo -añadió ella, su voz suave pero cargada de resolución.
Con una suavidad que ella misma no esperaba, tomó la mano de Alastor y la sostuvo entre las suyas, como un gesto de agradecimiento. Su tacto era firme, pero también tranquilo, casi como si estuviera tratando de transmitirle algo a través de ese simple contacto.
Alastor la observó en silencio, sus ojos rojos buscando alguna pista, alguna razón para este cambio. Estaba sorprendido, pero no hizo nada para detenerla. Había algo en ella que lo mantenía inmóvil, algo que hacía que, por primera vez, no apartara su mano de inmediato. El contacto, aunque inesperado, no le resultó tan desagradable como hubiera imaginado.
Durante unos instantes que parecieron eternos, Alastor simplemente la dejó hacer. Sintió la calidez de sus manos rodeando la suya, una sensación que le resultaba tan extraña como incomprensible. Su corazón, si es que todavía tenía uno, no latía con la regularidad habitual. ¿Era posible que esa luz que ella portaba empezara a afectarlo?
Cuando Emily terminó de hablar, él retiró lentamente su mano, pero no con la brusquedad de siempre. La dejó ir con una calma que lo desconcertó incluso a él.
-No te confundas, angelita... -murmuró Alastor, volviendo a esbozar una sonrisa, aunque esta vez no era la misma sonrisa arrogante de antes. Era más tenue, casi cansada- Conocer a un monstruo no significa que puedas cambiarlo.
Emily lo miró, una pequeña sonrisa asomándose en sus labios.
-Tal vez no... -respondió ella, con esa misma calma que ahora los envolvía a ambos-Pero si no lo intento, nunca lo sabré.
Alastor la observó por un momento más, antes de girarse completamente, dejando que la oscuridad de la habitación lo ocultara una vez más. Pero esta vez, algo había quedado en el aire. Algo que ni siquiera él podría negar.
Mientras Emily lo observaba retirarse hacia las sombras, no pudo evitar sentir que, de alguna manera, había logrado atravesar una pequeña barrera. Era solo un paso, pero para ella, ese paso lo cambiaba todo.
Se quedó quieta, mirando hacia donde él había estado unos segundos antes, y una sensación inesperada la envolvió.
Por primera vez desde que llegó al infierno, no sintió temor ni la constante necesidad de estar alerta. Lo único que brotó de sus labios fue una despedida, casi involuntaria, pero llena de una dulzura que ella misma no había sentido en mucho tiempo.
-Buenas noches, Alastor -murmuró, su voz suave y serena, como una caricia en la oscuridad.
El tono que usó la sorprendió. Hacía tanto que no se escuchaba así, ni siquiera recordaba la última vez que había hablado con tal calidez. No desde el cielo, no desde que la luz la envolvía y la paz era algo natural, no algo que tuviera que luchar por conseguir.
Mientras las palabras se desvanecían en el aire, Emily notó cómo su corazón, que siempre latía rápido en presencia del demonio, ahora mantenía un ritmo calmado. No era la usual inquietud que la invadía cada vez que él estaba cerca, ese miedo latente de que en cualquier momento todo podría cambiar y ella terminaría siendo su próxima presa. Esta vez, solo había paz.
Se dejó caer suavemente en el borde de la cama, sus pensamientos arremolinándose, pero sin la ansiedad habitual que solían traer. Recordó la forma en que había sostenido la mano de Alastor, y cómo, contra todo pronóstico, él no la había apartado.
Algo había cambiado, aunque fuera pequeño, y por primera vez desde que había llegado al infierno, sintió que no estaba completamente sola.
La habitación de Alastor, siempre estaba fría y llena de sombras danzantes, ahora se sentía distinta. Aunque seguía siendo el mismo lugar "tétrico", en esta ocasión no le resultaba tan opresivo. Podía respirar. Podía sentir un extraño consuelo, algo que jamás pensó que encontraría en un lugar como ese.
Mientras sus pensamientos la envolvían, una suave sonrisa asomó en sus labios. Era sutil, apenas visible, pero era genuina. Algo en su interior comenzaba a cambiar, como si las pequeñas chispas de luz que aún guardaba en su alma empezaran a brillar de nuevo, aunque fuera un destello leve.
El infierno seguía siendo peligroso, y Alastor, a pesar de todo, seguía siendo un monstruo. Emily no lo olvidaba. Pero esta noche, mientras la oscuridad la rodeaba, no tenía miedo. En su mente, no pensaba en cómo sobrevivir al siguiente día ni en la constante amenaza que Alastor representaba. Por primera vez, se permitió sentirse en paz, aunque fuera solo por un instante.
Apoyó la cabeza en la almohada, dejando que sus pensamientos flotaran suavemente en la serenidad del momento. Estaba lista para el día siguiente, lo que fuera que eso trajera. Y por ahora, solo quería descansar. Mientras cerraba los ojos, su último pensamiento fue para él, para ese demonio que, sin saberlo, le había dado una pequeña razón para sentir algo que no sentía desde que cayó.
"Buenas noches, Alastor"
Repitió en su mente, mientras el sueño la envolvía con la misma suavidad que su voz había acariciado las sombras minutos antes.
Y ella sin saberlo, había hecho que, en el corazón de la oscuridad, una chispa que parecía muerta por nunca haber nacido, empezara a arder.
A mi me gusta y nadie me hará pensar lo contrario!!
Gracias si llegaron hasta aqui (deja el fic para actualizar otra cosa XD) okno-
Si alguien comenta que les parece la obra me harian bastante feliz y asi... :3
Bueeeno la verdad es que ando en busca de un beta, alguien que lea mis escritos antes de que los publique y me ayude con la ORTOgrafía que tengo y me apoye con ideas :'D
Igual siempre acepto sugerencias para el libro , casi todos mis fics se basan en los comentarios de los lecotres , asi que con unos cuantos comentarios, me apoyan un montón .
Ahora si! Cuidense ;3
*SPOILER: Se acerca el porque la caída de Emily*
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