O8 ;; Un día del ciervo
Una semana había pasado desde que Emily perdió sus alas, y en ese tiempo, Alastor había sido testigo de una transformación tanto física como emocional en ella. Sir Pentious también llevaba ese mismo tiempo alojado en el hotel, pero su presencia apenas era relevante en comparación con lo que ocurría con Emily.
A medida que los días avanzaban, la recuperación de Emily era notable. Lo que en un principio parecía ser un proceso largo y doloroso, se había acelerado de manera sorprendente desde que las alas, que tanto habían sufrido, finalmente desaparecieron. Cada día, Emily mostraba signos de mejora: su energía regresaba, su piel recuperaba el brillo perdido, y su magia, esa esencia angelical, comenzaba a fluir de nuevo. Para cualquiera, esto sería un motivo de alegría, pero para Alastor, traía consigo una preocupación creciente.
Aunque Emily no parecía tener mucha experiencia en combate, Alastor no era ajeno a la verdadera naturaleza de los serafines. Su rango celestial no era algo que pudiera ignorar. Sabía que dentro de ella existía un poder inmenso, uno que podría desatarse si era provocado. Y ahora que estaba recuperando sus habilidades mágicas, ese poder, aunque descontrolado y sin dirección clara, representaba un posible problema en el futuro.
Emily, con su delicadeza y fragilidad, no parecía ser una amenaza evidente, pero Alastor entendía que la fachada de inocencia no siempre coincidía con la verdadera capacidad de un ser. No dejaba de observarla, notando cómo su poder crecía día a día, preguntándose qué haría ella con él, si acaso llegaba a comprender la magnitud de lo que llevaba dentro.
Pero por ahora, la dejaba recuperarse, observando de cerca, mientras aquel serafín sin alas comenzaba a redescubrir lo que era capaz de hacer sin las cadenas que alguna vez la ataron a los cielos.
Esa misma tarde, en el séptimo día desde la llegada de Sir Pentious al hotel, Alastor y Emily almorzaban juntos en una tranquila pero peculiar escena. Emily, como de costumbre, comía su jambalaya, una comida que Alastor había preparado previamente para ella, mientras él disfrutaba de un ciervo crudo.
Cada vez que ella miraba de reojo su comida, su rostro se contraía con asco y rápidamente desviaba la mirada. La albina luchaba por mantener la compostura, pero era evidente que la dieta carnívora y salvaje de Alastor no era algo a lo que se acostumbraría fácil.
En medio de ese incómodo silencio, ambos escucharon pasos que resonaban en el pasillo, acercándose con rapidez. Alastor, sin cambiar su expresión despreocupada, chasqueó los dedos. En un instante, la sombra que le acompañaba se levantó como una ola oscura y envolvió a Emily, transportándola sin previo aviso hacia un rincón encantado de su habitación: una especie de pantano oculto en el bosque, hechizado por el mismo Alastor. Aunque no era particularmente espantoso, la transición fue abrupta para Emily. Por suerte, su comida viajó con ella, aunque la sorpresa en su rostro dejaba claro que no estaba preparada para tal maniobra.
-Otra vez esto... -murmuró Emily, suspirando mientras miraba el paisaje pantanoso a su alrededor.
Sabía que, si Alastor había hecho aquello, debía esperar. Y aunque en el fondo deseaba salir de la habitación en algunas ocasiones, entendía que esa era su manera de protegerla.
Pero no pudo evitar que una punzada de incomodidad se instalara en su pecho. Sabía que su naturaleza celestial era la razón por la que Alastor la escondía, que probablemente lo hacía para protegerla de algo, pero aquello no evitaba que se sintiera rechazada. La forma en que la envolvía su sombra, por más conocida que fuese, le recordaba que no pertenecía del todo a ese lugar.
Mientras observaba el pantano, una sensación de soledad la embargó. El ambiente húmedo y sombrío del lugar, aunque no aterrador, aumentaba esa sensación de aislamiento que se formaba lentamente en su interior. Emily se encontraba sola, rodeada de árboles retorcidos y el eco lejano de criaturas del pantano. Su magia comenzaba a regresar poco a poco tras la pérdida de sus alas, pero sentía que eso también la distanciaba de los demás.
Aunque apreciaba el gesto protector de Alastor, una parte de ella no podía evitar sentir que estaba siendo alejada de los problemas que enfrentaban, como si fuese una molestia más que alguien capaz de ayudar. A pesar de su rango como serafín, esa sensación de inutilidad la desgastaba, llevándola a preguntarse si su presencia realmente importaba en ese nuevo mundo infernal donde ahora se encontraba. El aislamiento de esa tarde solo reforzaba esa duda.
Mientras tanto, Alastor permanecía sentado, sereno, observando la puerta con una sonrisa de medio lado. Poco después, la puerta se abrió y Vaggie entró con paso firme y una expresión de evidente molestia.
-Alastor, tenemos un problema -dijo ella de manera directa, sin rodeos-. Tienes que deshacerte de los huevos de Sir Pentious.
Alastor levantó una ceja, su interés despertándose.
-¿Deshacerme de ellos? -preguntó, con su característico tono divertido, como si ya imaginara maneras de disfrutar la tarea-. Me encantaría, querida. -Una sonrisa maquiavélica se dibujó en su rostro, pero antes de que pudiera planear algo, Vaggie agregó:
-Sin romperlos.
La sonrisa de Alastor se desvaneció al instante, sus ojos brillaron con incredulidad, y su rostro, normalmente imperturbable, mostró una pizca de molestia.
-Eso no sería tan divertido, querida -respondió, con un tono sombrío y claramente decepcionado.
-No me importa -replicó Vaggie con firmeza-. Esos huevos son una plaga, pero no puedes romperlos. Solo quiero que desaparezcan.
Alastor suspiró, su diversión apagada momentáneamente, pero aún con esa chispa de travesura en los ojos.
-Bien, querida -dijo, invocando su bastón, que apareció en su mano como si siempre hubiera estado ahí-. Supongo que tendré que divertirme a mi manera.
Se levantó lentamente de la mesa, caminando con elegancia hacia la puerta mientras Vaggie lo observaba con desconfianza. Al pasar junto a ella, le dedicó una última mirada socarrona antes de salir de la habitación. Vaggie, ahora sola, dejó escapar un suspiro de frustración, su atención siendo captada de inmediato por el venado semi putrefacto en la mesa.
-¡Qué asco! -exclamó, horrorizada.
Sin pensarlo dos veces, Vaggie salió rápidamente de la habitación, cerrando la puerta tras de sí, mientras el eco de los pasos de Alastor resonaba por los pasillos del hotel. Él, por su parte, estaba más que preparado para encargarse de los pequeños problemas de Sir Pentious, a su manera, claro está.
El aire en el Pentagrama, cargado con ese inconfundible hedor a azufre y decadencia, parecía aún más denso mientras Alastor caminaba con su habitual sonrisa perversa, aunque esa tarde en particular, los persistentes parloteos de los huevecillos de Sir Pentious le estaban probando la paciencia.
-¿A dónde vamos, patroncito? -preguntó uno de los huevos, rebotando entusiasmado a su lado.
-¿Vamos por cariñosas? -intervino otro, con una voz molesta.
El tic en el ojo de Alastor comenzó a manifestarse, su sonrisa tensa mientras el tercer huevo añadía una pregunta absurdamente ignorante.
-¿Usted era el Doctor House? ¡Es que usan báculo! Pensé que eran lo mismo.
El demonio de la radio respiró hondo, tratando de mantener la compostura mientras las preguntas se apilaban sin tregua.
-¿Por qué no deja de sonreír? -preguntó uno.
-¿No le duelen mucho los cachetes? -preguntó otro, con una curiosidad irritante.
Finalmente, los pasos suaves de otro pecador resonaron en la distancia, interrumpiendo el coro de preguntas que lo estaba volviendo loco. Alastor levantó la vista y divisó a una figura que emergía de la niebla. Era un demonio de aspecto imponente, vestido con vestimentas elegantes y una presencia innegablemente antigua. Una figura con la que compartía una historia compleja.
-Es fantástico verte, Alastor -dijo la figura con una voz grave y misteriosa-. Ha pasado un buen tiempo, amigo.
Los huevecillos, alarmados por la nueva presencia, reaccionaron de inmediato.
-¿Quién es ese, patrón? ¡¿Acaso lo está molestando?! -exclamó uno de ellos, levantando sus pequeños puños como si estuviera dispuesto a pelear.
Alastor sonrió, bajándose a su nivel mientras le acariciaba la cabeza con su báculo, la sombra oscura de su bastón reflejando una amenaza contenida.
-Síganme en silencio -susurró, con una calma mortal-, si no quieren que los haga panqueques.
Los huevos se quedaron quietos de inmediato, su temblor era evidente. Alastor se incorporó y dirigió su mirada al recién llegado.
-Saludos, Zestial -dijo Alastor, y por primera vez en mucho tiempo, mostró una genuina sensación de agrado.
Zestial inclinó ligeramente la cabeza, como si otorgara una reverencia respetuosa pero velada por una leve ironía. Su rostro, elegante pero sombrío, reflejaba la longevidad de alguien que había visto muchas eras en el infierno.
-El clima se nota apacible en esta tarde -comentó Zestial, su voz resonando con esa formalidad que solo los más antiguos Overlords del infierno aún preservaban.
En ese instante, un demonio que caminaba cerca gritó de repente, aterrado.
-¡PUTA MADRE! -y se suicidó allí mismo, lanzándose hacia el suelo con una violencia grotesca.
Alastor esbozó una risa divertida, observando la escena sin parpadear.
-En efecto, amigo. Me encanta cuando por fin el infierno se adapta a un tono cálido -dijo Alastor, con un brillo de macabra satisfacción en los ojos.
Otro demonio, a una distancia prudente, lo vio y, presa del miedo, se empapó de gasolina y se prendió fuego, envolviéndose en llamas mientras sus gritos resonaban por el lugar.
-La rutina no cambia, querido Zestial. Y debo decir que me encanta escuchar los gritos de los condenados -comentó Alastor con deleite, mientras ambos continuaban su camino.
Zestial, impasible ante los eventos a su alrededor, esbozó una sonrisa fría.
-Como siempre, tu presencia altera el equilibrio del lugar, Alastor. Dime, ¿cómo has estado? Ha pasado una eternidad desde que nos deleitaste con tu sombría presencia -dijo, su tono cortesano haciendo eco de una era olvidada.
-Simplemente me tomé un descanso de siete años -respondió Alastor, con una risa ligera-. Nada serio, entiendes. Aunque debo admitir que es divertido escuchar los chismes que corren por ahí.
Zestial, más alto y esbelto que Alastor, inclinó la cabeza ligeramente hacia adelante, acercándose de manera inquietante.
-Hay rumores, querido amigo, sobre tu... cooperación con la princesa. ¿De verdad caíste en semejante barbaridad? -preguntó, su voz impregnada de un tono de incredulidad refinada.
Alastor sonrió con picardía, girando su báculo y apoyándolo en el suelo con teatralidad.
-No creí que fueses aficionado a los rumores, Zestial -respondió con una sonrisa amplia y juguetona-. Pero, por favor, que sigan hablando. Me encanta estar en boca de todos.
Zestial entrecerró los ojos, su expresión se volvió más inquisitiva.
-Sería interesante saber qué planeas realmente, Alastor. Has sido todo un enigma desde tu manifestación en este reino. Tal vez esas... aventuras con la princesa tengan más trasfondo de lo que aparentas.
-Si lo dice un caballero como tú, me siento halagado -respondió Alastor con una ligera inclinación, su tono cargado de burla.
Finalmente, ambos llegaron a los territorios Carmine, un sector opulento y antiguo del Pentagrama. Al entrar al ascensor, los huevecillos intentaron seguirlos, pero Alastor les detuvo antes de que pudieran entrar.
-No -dijo con firmeza, sin perder la sonrisa-. Tengo una tarea importante para vosotros. Quedaos aquí y vigilad la puerta mientras no estoy.
Los huevos respondieron al unísono.
-¡Sí, patrón!
Pero antes de que el ascensor comenzara a cerrarse, uno de ellos exclamó.
-¡Oigan, miren! ¡Kevin se coló con ellos! -dijo, señalando a uno de sus compañeros que había logrado deslizarse dentro del ascensor.
-¿Tenemos nombres? -respondió otro huevecillo desde afuera, perplejo.
Los Overlords presentes, figuras sombrías y poderosas que gobernaban distintos sectores del infierno, se encontraban reunidos, convocados por Carmilla Carmine para discutir los recientes sucesos que sacudían los cimientos del inframundo, tras la última masacre del exterminio que sucedió días atrás.
Entre esto seres, Alastor con su mirada fija en la mesa, observando con hambre mal disimulada el último "regalo" que Velvette, una de las más jóvenes y temerarias Overlords, acababa de arrojar ante ellos: la cabeza de un ángel exorcista.
-Oh~ me dio hambre -murmuró Alastor, inclinándose levemente hacia la cabeza cercenada, sus ojos brillando con un oscuro deleite.
Su lengua se deslizó entre sus labios, casi saboreando el aire mientras su hambre se avivaba con el aroma etéreo de la carne celestial.
Velvette, con su usual despreocupación, guardó su celular después de soltar la cabeza sobre la mesa y sonrió ampliamente, como si el macabro trofeo fuese nada más que un nuevo accesorio.
-¿Dónde la encontraste? -preguntó Carmilla Carmine, sonó firme y autoritaria, observando la cabeza con una mezcla de curiosidad y desdén.
-La encontramos durante el Día del Exterminio -respondió Velvette, cruzando los brazos con aire de superioridad-. Si estos santurrones pueden ser asesinados, las reglas del juego cambian. Significa que podemos hacerles la guerra -añadió, refiriéndose a los ángeles, su tono rebosante de confianza y emoción.
Alastor siguió observando la cabeza sin apartar la mirada, mientras sus dedos tamborileaban sobre el bastón, como si estuviera evaluando la posibilidad de un nuevo y delicioso banquete.
La conversación, sin embargo, fue interrumpida por el suave pero claramente audible sorbo de té de Zestial, quien observaba la situación desde su asiento con una calma enigmática.
Todos en la sala giraron la cabeza para mirarlo, expectantes ante lo que podría decir. Con su tono neutral y su porte regio. Optó por hablar con serenidad.
-Si tú y tus colegas desean batallar con tan escasas pruebas -dijo Zestial- significa que sois más tontos de lo que pensé.
Velvette se levantó de inmediato, indignada. Golpeó la mesa con ambas manos y señaló la cabeza del exorcista con desdén.
-¿Escasas pruebas? ¡Es un puto exorcista muerto! -gritó, exigiendo atención- Yo diría que es una prueba contundente -añadió, con una sonrisa burlona- ¿Te estás quedando ciego, abuelo?
Zestial no perdió su porte estoico, inclinándose levemente hacia adelante mientras mantenía su mirada fija en Velvette.
-No sabemos cómo apareció -dijo con un tono que contenía la sabiduría de siglos-. Tal vez no fue a manos de un demonio.
La sala se llenó de murmullos, pero Velvette no se dejó intimidar. Su joven arrogancia y ansias de poder la impulsaron a hablar con aún más desprecio.
-¡Oh, ya veo! El vejete es demasiado cagón para pelear -dijo con una sonrisa despectiva, claramente disfrutando del enfrentamiento.
Luego se inclinó hacia adelante, jugueteando con su cabello mientras adoptaba un tono burlón.
- Oww, ¿cuál es el problema, bolas arrugadas? ¿Demasiado senil para ansiar más poder?
La sala entera quedó en silencio, y Carmilla Carmine, la anfitriona de la reunión, se levantó lentamente. Sus ojos fulguraban con ira contenida mientras observaba la osadía de Velvette.
Niñata pórtate bien
Sé respetuosa, no has de criticar a lord Zestial.
Velvette rió entre dientes, sin mostrar el más mínimo arrepentimiento.
No nos agrada tu parloteo
Es momento de mejor callar...
Dijo tratando de parecer severa ante Velvette. Pero la mocosa, solo parecía aceptar sus comentarios y querer romperle las bolas
Jaja, te confundiste
No soy yo quien debería de callar
Quizás no lo visteis, pero tu palabra ya no da más
Hace tiempo se dijo así... ¡Ouu!
La que comanda a los Vees
¿Yo voy a darte respeto?
¿Aquí aún alguien respeta esto?
Los ojos de Carmilla se entrecerraron, pero antes de que pudiera replicar, Velvette continuó con una sonrisa insolente.
Mil perdones, plebe
Nunca vi a un monarca que se eche hacia atrás.
Su mando no existe, olviden que en la cima aún están,
Perdieron su rango.
Continuó Velvette, girando sobre sus talones y lanzando una mirada de desafío a los demás.
Criticar sin más es un gran fallo.
Velvette lo miró de reojo, lanzándole una mirada burlona antes de dirigirse a él directamente.
No os mostraré yo respeto,
Si quiero os desaparezco.
Carmilla frunció el ceño, su paciencia claramente llegando a su límite.
Quien manda aquí, aún no eres tú,
Y junto a los Vees, no captas información
Velvette, con un brillo travieso en los ojos, saltó sobre la mesa, acercándose a la cabeza del exorcista.
Oups! Creo que un nervio toqué,
Cuando la información yo dije,
Dijo con burla, alzando la cabeza muerta y agitando los cabellos desordenados del ángel.
Carmilla cerró los puños, sus ojos llenos de furia contenida.
Muy fácil observé
Cómo irradia la rabia de la jefe.
Siguió Velvette, sonriendo como si estuviera ganando un juego.
"Da la cara por favor"
De qué sirve Zestial aquí, ¿no?
La tensión aumentaba a cada segundo, y la sala parecía a punto de estallar cuando Velvette hizo una última burla en dirección a Zestial.
Por criticar a este mendigo,
Es que ahorita mismo te digo,
El ser celestial ha caído.
¡Estás en la cuerda floja!
La tensión en la sala alcanzó su punto álgido, y Carmilla levantó la mano en un gesto autoritario, dispuesta a poner fin a la insolencia de Velvette.
-¿¡Eso te importa!? -exclamó, haciendo vibrar la sala con su voz.
Pero Velvette no parecía dispuesta a ceder, y Alastor, siempre amante del caos, se limitó a sonreír. Iban a seguir de no ser porque Clara intervino, levantándose rápidamente de su asiento.
¡Má!
No hay que seguir aquí más
O no lo notas, ella solo te quiere provocar.
Vamos ya...
Clara intentaba mediar, consciente de que la situación podría salirse de control en cualquier momento. Pero antes de que pudiera continuar, Odette intervino también.
No ata cabos,
Y no lo comprende,
No sabe nada de lo que ella ve...
Velvette arqueó una ceja, dirigiendo una mirada desafiante a Odette, no se había dado cuenta de que su ex estaba presente.
¿Quién te creíste?
Insinuó la de rojo.
¿Yo?
Alguien que sí tiene más que dar.
Respondió la rubia, mostrándose superior ante la V. Notando como Athena, intervino desde su lugar, su tono era sereno pero cargado de una verdad que Velvette no quería escuchar.
Todos insisten en que tienes hueco argumental.
Luego Odette volvió a hablar, con una mirada algo triunfante.
No hay fuente de información
Y tú parloteo ya cesó.
Si sigues de insolente,
Tal vez se me antoje comerte~
Clara miró a su hermana mayor con preocupación, y luego intentó suavizar la situación, pero su voz se quebró al revelar lo que todos temían.
Información reciente,
Confirma que algo anda muy mal,
El problema excede
En lo que los Vees pueden aguantar.
Athena, imperturbable, continuó con su análisis, ignorando el creciente enojo de Velvette, quien la fulminaba con la mirada.
Su medio ya aburrió,
Las ventas caen, en perdición.
Dicen estar a la moda,
Pues yo ya los veo en la otra
Velvette apretó los dientes, su rostro se tensaba con cada palabra de Athena.
¿Qué puede decir... alguien como vos?
Regañarme a mí, no es más que un farol.
¿Celos? Uff si que se notaban Velvette estaba ardida en celos al ver a Athena y Odette juntas.
¿Te chocó o qué?
¿Ya te arrepientes de la verdad?
¿O te importa lo que la plebe llegue a opinar?
Odette, con una sonrisa sutil y sin perder su compostura, arrojó la última pieza del rompecabezas.
Vamos, di lo que se observó,
Lo que en la cámara de Vox se vio.
Esta cabeza no importa,
Ustedes quieren a la otra,
Y sus alas se encuentran rotas.
El aire en la sala cambió de golpe. Alastor, hasta entonces un mero espectador divertido, dejó de sonreír. La mención de las alas rotas resonó profundamente en su mente. Una sensación de impaciencia se apoderó de él, y por un momento, su hambre fue reemplazada por una ansiedad contenida.
Sabía de quién hablaban, Emily.
¡¿Dónde la escondisteis?!
Velvette se volvió bruscamente hacia Odette, con los ojos encendidos de furia y desconcierto.
¡¿Vos qué dijisteis?!
La habitación quedó en silencio, con todos los Overlords tensos, pendientes de las próximas palabras.
Alastor cerró los ojos por un segundo, recuperando la compostura, pero la inquietud persistía en su interior.
Velvette había cometido un error, y ahora todos lo sabían.
Esa entretenida situación, había escalado a algo mucho más serio. No se trataba solo de una cabeza de ángel, sino de algo mucho más valioso, un ángel caído... En el proyector de Carmilla se mostró, como del portal por el que bajaban los ángeles exterminadores, caía uno, con sangre dorada en sus alas...
Solo se veía eso ya que la grabación se cortaba
Y Alastor no tenía ninguna intención de dejar que eso pasara a mayores, a punto de intervenir, pero Carmilla fue más rápida.
Definitivamente debía de estar mucho más a la defensiva.
Alastor se quedó observando el lugar por un momento, viendo cómo la sala se vaciaba tras la abrupta conclusión de la reunión.
La cabeza decapitada del ángel exorcista aún estaba sobre la mesa, pero para él, no era más que un recordatorio de que su verdadero objetivo seguía segura en sus sombras.
Emily... Era su presa, y la idea de que cualquier otro demonio intentara interferir con eso le resultaba intolerable. La única persona que tendría el privilegio de desentrañar sus secretos y, al final, acabar con su vida, sería él. Nadie más.
Mientras bajaba por el ascensor, las palabras de la joven hija mayor de Carmilla resonaban en su mente.
"Ustedes quieren a la otra y sus alas se encuentran rotas."
Sabía perfectamente a quién se referían. Y se lo dejo claro cuando vio aquel video, era Emily quien caía, un enigma celestial, algo raro y valioso, y si los Vees estaban buscando a alguien como ella, tendría que proteger su "interés" con más cautela.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, Rosie estaba allí, esperándolo con su habitual aire encantador. La poderosa demonio le sonrió, sosteniendo un paquete rojo entre sus manos.
-Alastor, querido -dijo con suavidad, pero con ese tono juguetón que siempre le dirigía- tu pedido está listo. Espero que tengas tiempo para contármelo todo la próxima vez que nos veamos. Me muero por saber qué has estado haciendo desde que volviste.
Alastor aceptó el paquete con una ligera inclinación de cabeza. Sabía que no era prudente quedarse mucho más tiempo; Carmilla, sus hijas y Zestial aún estaban en la sala, probablemente discutiendo algo más relevante, y él no podía permitirse perder ningún detalle. Sin embargo, no pudo evitar devolverle una sonrisa juguetona a Rosie antes de seguir su camino.
-Ah, mi querida Rosie, será un placer. Siempre es un deleite compartir historias contigo -respondió mientras guardaba el paquete bajo su brazo.
Rosie lo observó mientras se alejaba, sabiendo que Alastor era un maestro del misterio, pero también sabiendo que cuando lo deseara, él mismo se encargaría de contarle sus planes.
Después de todo, era solo cuestión de tiempo.
Ordenó a Kevin, el huevo que se había colado en la reunión, que permaneciera atento.
-Escucha todo lo que puedan decir -le indicó Alastor, inclinándose ligeramente hacia el pequeño ser- No dejes pasar ningún detalle. Si alguien menciona algo relacionado con... alas rotas, me lo haces saber de inmediato.
Kevin asintió enérgicamente, nervioso por la tarea encomendada. Alastor, por su parte, no esperaba menos de sus "pequeños asistentes".
Emily debía ser vigilada más de cerca, no podía permitirse que los demás demonios se entrometieran en su relación con ella.
Se quedo esperando a que este huevecillo saliera de las oficinas Carmine, se quedo viendo como los otros jugaban entre si... No era divertido esperar, pero ansiaba saber si tenían alguna clase de información con respecto a su angelita... No... Con respecto a su comida, si eso era.
Emily era solo una pieza en su juego, pero sin duda, una de las más importantes. Alastor sería quien determine su destino final. Nadie más.
Era su presa, y así se mantendría.
Tras esperar unos minutos, aquel huevecillo llego saltando hasta su lado emocionado tras haber salido del edificio. No podía esperar a contarle todo a sus hermanos, pero justo antes de avanzar más, Alastor lo detuvo con su bastón. El huevo lo miró con curiosidad, pero también con nerviosismo.
-Cuéntame, ¿qué fue lo que oíste? -preguntó Alastor, su tono suave, pero peligroso.
-Ah-ha! Oí cosas, primero el anciano decía... -comenzó el huevecillo, claramente refiriéndose a Zestial. Alastor asintió para que continuara- "¡Hay algo que te pesa, eres quien mató al ángel caído!" Y luego ella le decía "¡Haré lo que cueste!!" -canturreó el huevo, imitando la voz de Carmilla en un tono "melodioso".
Alastor lo interrumpió rápidamente, su sonrisa titubeando apenas por un segundo.
-¿Mató a quién? Repite esa parte -demandó, su voz ahora con un toque más oscuro, su tono acelerado.
El huevecillo lo miró confundido, pero repitió obedientemente:
-Ella mató al ángel
Alastor se quedó en silencio un momento, procesando la información. Después de todo... Esta misma podría ser de mucha importancia, una pieza de cambio única.
-Interesante... Que esto quede entre nosotros -dijo Alastor, su sonrisa volviendo a afilarse, pero su voz adquirió un tono estático cuando añadió- ¿Entendiste?
El huevecillo tembló al escuchar la palabra cargada de estática, asintiendo rápidamente.
-¡Como diga, patrón! -exclamó, haciendo un saludo militar.
Luego, continuó caminando hacia el hotel, su mente girando con posibilidades. Entre una de ellas, la que más rondaba... Emily.
Ningún personaje es OC mío, todos son de algún borrador de la misma historia de Hazbin Hotel.
A mi... me gusta mucho el ship de Velvette y Odette y trate de incluirlo un poquito jsjs me gusto como quedo :3
Y si se preguntan quien es Athena, es la que en un principio era la hermana de Odette (yo no sabia eso , pero me gustaba como se veian juntas y pues... quedo :V) Pero la puse como su pareja por la estética :3
Les gusto la reescritura de la canción? A mi si la verdad... Solo digo que se acerca fuerte momento de Angelicsmile , un acercamiento que podria cambiar algunas cosas jsjs...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro