2O ;; Como el conejo blanco
Con el corazón palpitando en su pecho, Emily no pudo más. En el último segundo, cuando la duda la había dejado congelada, algo dentro de ella se quebró. Sin pensarlo más, comenzó a bajar las escaleras rápidamente, casi volando, como si sus piernas fueran impulsadas por la urgencia de escapar. No tenía sus alas, pero el deseo de moverse, de cambiar, era más fuerte que todo. El portal al cielo seguía ahí, reluciente, llamándola con promesas que no podía ignorar.
Sin mirar atrás, con la adrenalina a flor de piel, Emily dio un salto hacia el portal, atravesando su brillo como si fuera agua. Apenas sintió el roce del aire en su piel antes de que el portal se cerrara tras ella con un estruendo suave, dejando atrás el mundo del infierno.
Se encontró rodeada por las nubes, la blancura cegadora de aquel lugar la envolvía mientras su corazón seguía acelerado. Podía sentir la presión del cielo sobre ella, ese espacio inmenso que nunca había tenido la oportunidad de explorar de cerca. No había tiempo para detenerse. A lo lejos, vio las sombras de Charlie y Vaggie cruzando el portal también, pero ellas aún no se habían recompuesto por completo del viaje. Emily, sin pensarlo, se ocultó rápidamente entre las nubes, manteniéndose fuera de su vista.
"No puedo permitir que me vean," pensó, respirando hondo.
Charlie nunca había estado en el cielo, y Emily no sabía cómo reaccionarían si la encontraban. Debía actuar rápido y asegurarse de que su presencia no fuera descubierta. Se agachó, tomando un poco de distancia, observando desde el manto de nubes como la entrada al portal comenzaba a desvanecerse detrás de ellas.
Lo que había hecho ahora era irreversible. Ya no podía regresar, no sin consecuencias. Pero, al mismo tiempo, la sensación de estar allí, en el cielo, le dio una extraña calma. La oportunidad de hacer frente a lo que había dejado atrás era algo que nunca podría dejar de lado.
"Este es mi momento," pensó, apretando los dientes mientras observaba a lo lejos.
Aún así, una sombra de duda persistía en su mente. "¿Qué pensará Alastor cuando se dé cuenta de que no estoy?"
Trato dejar de pensar en eso cuando las vio avanzar a las puertas del cielo.
Emily observó desde las alturas, oculta entre las nubes, cómo la escena se desarrollaba ante sus ojos. Charlie y Vaggie se habían acercado a las imponentes puertas del cielo, donde San Pedro las recibía con su habitual entusiasmo.
—¡Hola! —exclamó el guardián celestial con una sonrisa amplia, de pie sobre una pequeña tarima—. Bienvenidas al cielo. Por favor, díganme sus nombres.
Emily pudo distinguir claramente la voz alegre de Charlie.
—Charlie Morningstar —respondió con naturalidad.
San Pedro, al escuchar el apellido, comenzó a revisar su lista con rapidez, aunque su rostro pronto mostró un dejo de incomodidad.
—Mmm... No te encuentro en mi lista... —murmuró mientras repasaba los nombres una y otra vez—. Qué extraño... déjame buscar otra vez.
Charlie, con una mezcla de confusión y cortesía, añadió:
—Es que... mi papá coordinó esta reunión, y sí... quizás deberías buscar por "Lucifer Morningstar" —murmuró las últimas palabras con algo de vergüenza.
La reacción de San Pedro fue inmediata y nada discreta.
—¡PUTA MADRE! —exclamó, llevándose las manos a la cabeza antes de reaccionar—. Digo... sí, sí, claro, una reunión dices. Ehhh... ¿segura que es aquí? —preguntó mientras volaba cerca de Charlie, bajando la voz como si quisiera confirmar algo en privado—. Tal vez te equivocaste de lugar.
Desde el lado, Vaggie dejó escapar un suspiro exasperado, cruzando los brazos con impaciencia.
—Agh... ya empezamos... —murmuró en voz baja.
—No, no, yo vine aquí por una reunión —respondió Charlie, aunque ahora parecía un poco confundida por la reacción del guardián celestial.
Fue entonces cuando un brillo celestial iluminó las enormes puertas del cielo, y una figura alta y majestuosa hizo su entrada. Emily, que seguía observando desde lejos, sintió cómo su corazón daba un vuelco. Aquella figura no le era desconocida; de hecho, la reconoció al instante.
—Sera... —susurró Emily, con una mezcla de temor y resentimiento.
Era su hermana mayor, la misma que había permitido que la desterraran del cielo. Sera, en su forma imponente de serafín, descendió con gracia, sus alas brillando con la luz pura del cielo. San Pedro se apartó de inmediato, cediéndole el control de la situación.
—San Pedro, yo me encargo —dijo Sera, con una voz calmada y serena, que parecía resonar en todo el lugar.
Emily no pudo apartar la vista mientras Sera adoptaba una apariencia más humana. Ya no parecía un ave celestial, sino una mujer alta y elegante, con un aire de autoridad que irradiaba confianza.
—Saludos, hija de Morningstar —dijo Sera, inclinándose ligeramente ante Charlie, como muestra de respeto—. Soy Sera, la serafín mayor del cielo. Bendigo sus presencias.
Sus palabras eran formales, pero Emily pudo notar algo más en su tono: una cautela que no podía ignorar. Mientras observaba la escena, Emily se estremeció al recordar el último encuentro con su hermana, el momento en que Sera había decidido no interceder por ella, condenándola al exilio.
Charlie parecía fascinada y al mismo tiempo un poco abrumada por la presencia de Sera. A su lado, Vaggie mantenía una postura tensa, mirando con desconfianza a la serafín.
Emily, escondida, apretó los puños mientras su mente se llenaba de preguntas. ¿Debería quedarse para escuchar lo que Sera diría? ¿O acaso era hora de confrontar a su hermana, de exigir respuestas? Por más que lo intentara, no podía apartar la vista de la escena.
Emily observó con atención desde su escondite mientras las enormes puertas doradas del cielo se abrían lentamente. Sera, con su porte elegante, lideraba el grupo con una calma que parecía envolver todo a su alrededor. A su lado, San Pedro parecía haber recuperado su energía habitual, ahora trotando animadamente mientras guiaba a Charlie y Vaggie al interior.
El brillo celestial que emanaba del cielo más allá de las puertas hacía que todo pareciera un espectáculo irreal. Emily se quedó inmóvil, maravillada y al mismo tiempo en conflicto, mientras observaba a su hermana desaparecer al cruzar las puertas junto con las visitantes del Infierno.
De repente, el ambiente cambió. San Pedro, con una sonrisa amplia y ojos chispeantes, giró sobre sus talones, extendiendo los brazos.
Es un placer para mí, feligresas amadas, decirles que
Sean bienvenidas, oh~
Entonó San Pedro con entusiasmo, marcando el inicio de un extravagante número musical.
Dónde virtuosos hay
Esto es el cielo, oh
La gente se muere por venir
Emily, aún oculta a la distancia, observaba maravillada. La escena era deslumbrante, pero su atención estaba dividida. Algo en ella no podía relajarse del todo. Subió un poco más por las rejas, tratando de ver mejor, sus dedos firmemente aferrados al metal brillante mientras el espectáculo seguía desarrollándose.
Aquí no hay penurias
Solo mucho amor y paz
El perfecto, más allá
Los ángeles se desplazaban en perfecta sincronía, formando figuras en el aire y lanzando destellos dorados que parecían chispas divinas.
San Pedro, con su tono alegre y lleno de energía, cantaba versos que parecían mezclar la bienvenida a Charlie y Vaggie con una celebración del cielo mismo.
¡Esto es el cielo, o-oh!
Una gran decoración
¡Y yo me elevo, oh!
Limpiad el suelo por favor
Emily observó cada detalle. Era impresionante, por supuesto, pero también surrealista. Todo parecía demasiado perfecto, demasiado ensayado, y no podía dejar de sentir un leve escalofrío al verlo.
Aquí están los más listos, seres de la creación
¡Son todos, un bombón!
Emily no pudo evitar una sonrisa ligera. A pesar de todo, el cielo nunca dejaba de ser... celestial.
Sera un placer para mí darles un pequeño tour
Dijo una voz que hizo que Emily se tensara de inmediato. La conocía demasiado bien. Azrael.
Por un lugar del cielo que emocionante es, yuju
Cantaba Azrael con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
Emily sintió cómo su corazón se aceleraba. Desde su posición, vio aparecer al imponente ángel de la muerte, su figura envuelta en una luz sombría y majestuosa. Notó que Azrael no había cambiado nada desde la última vez que lo vio, cuando fue él quien, sin piedad, la arrancó de todo lo que conocía y la desterró.
Aunque claro, es pasajero
Pues no os podéis quedar
Tarareo Sera.
Aquí en el cielo cada día, ¡es felicidad!
¡Esto es el cielo! ¡Sí!
Su voz se unió a la de San Pedro, creando un contraste inquietante entre la alegría del primero y la gravedad del segundo. Concluyeron San Pedro y Azrael para luego chocar puños.
La perfección del espectáculo era abrumadora, pero para Emily, aquella representación sólo servía para recordar lo lejos que estaba de todo aquello. Y aún así, no podía apartar la mirada.
Cuando alcanzó la cima, se detuvo un momento, contemplando el otro lado. Era como lo recordaba: un paraíso de perfección, pero para ella ahora inalcanzable. Sin pensarlo más, bajó con cuidado, sus pies tocando finalmente el suelo celestial. Estaba dentro, aunque sabía que su presencia era un acto de rebeldía que no quedaría sin consecuencias.
Había vuelto al cielo, el lugar que una vez llamó hogar, pero no estaba allí para quedarse. Tenía una misión. Su mirada se dirigió instintivamente hacia la lejana estructura que se alzaba majestuosa en el horizonte: la sala de juicios.
—Charlie estará ahí... lo sé —murmuró para sí misma, sintiendo una mezcla de urgencia y determinación.
Aunque no estaba completamente segura de que ese fuera el lugar donde Charlie daría su discurso, algo en su interior le decía que debía llegar. Allí podría hablar con los altos mandos, revelarles la verdad de lo que sucedía tras las puertas del cielo, esa realidad oculta que nadie quería admitir. Emily no podía permitir que las mentiras continuaran. Los pecadores merecían saber la verdad, y los ángeles también.
Pero antes de enfrentar esa batalla, había algo más que necesitaba. Sus ojos se desviaron hacia otro lugar familiar: la biblioteca celestial.
—Primero debo ir allí —se dijo mientras empezaba a moverse con rapidez pero cautela.
Había algo en ese lugar, algo que debía encontrar antes de presentarse en la sala de juicios. Información, respuestas... quizás incluso pruebas que respaldaran sus palabras. No podía permitirse fallar, no esta vez.
Por otro lado Charlie caminaba entre los brillantes pasillos del cielo, maravillada por la calma y la felicidad que parecía envolverlo todo. Ángeles de todas las jerarquías pasaban, algunos con expresiones serenas y otros con risas suaves que llenaban el aire. Los colores eran más vivos, el aire más limpio, y la energía que irradiaba todo a su alrededor era casi palpable. A Charlie le dolía pensar en el contraste con el caos y la desesperación que reinaban en el infierno.
—Esto es lo que quiero para ellos... —murmuró para sí misma mientras apretaba sus manos con determinación.
Perdida en sus pensamientos, no se dio cuenta de que un joven ángel se acercaba hasta que su voz resonó cerca de ella.
—Oh, disculpa, ¿te encuentras bien? —dijo el ángel, inclinando la cabeza con una sonrisa amable.
Charlie se giró rápidamente, algo sorprendida. El ángel era alto, con una apariencia cálida y juvenil. Tenía cabello castaño claro, ojos verdes llenos de curiosidad y vestía una armadura ligera que sugería que estaba de servicio.
—Ah, sí... estoy bien, gracias —respondió Charlie, sonriendo.
—Eres nueva por aquí, ¿verdad? —preguntó el ángel, examinándola con interés.
Charlie asintió lentamente.
—Se podría decir que sí. Mi nombre es Charlie.
—Un placer, Charlie. Yo soy Abel.
El nombre hizo que Charlie se detuviera por un momento.
—¿Abel? Como el hijo de Adán y Eva... Abel.
Abel rió suavemente.
—El mismo. Aunque no soy el único Abel, pero sí, soy ese.
Charlie no pudo evitar mirarlo con curiosidad. Había oído historias sobre Abel, el hermano bueno, la víctima del primer asesinato. Pero verlo en persona era completamente diferente. Había algo en su presencia que irradiaba bondad genuina.
—Es increíble conocerte... —dijo ella, sin poder contener su entusiasmo.
—¿Increíble? —preguntó Abel con una ceja levantada, claramente divertido. —No soy nada especial. Solo soy uno más aquí en el cielo.
Charlie negó rápidamente con la cabeza.
—¡Claro que lo eres! Eres la prueba viviente de que la bondad puede persistir incluso en las peores circunstancias. Si alguien como tú puede estar aquí, entonces eso significa que hay esperanza para otros también.
Abel inclinó la cabeza, intrigado.
—Parece que tienes un interés muy particular en la redención. ¿Eres alguna especie de defensora de los pecadores?
Charlie vaciló por un momento.
—Algo así. Creo firmemente que todos merecen una segunda oportunidad, sin importar lo que hayan hecho.
Abel la observó por un momento, como evaluándola.
—Es una forma noble de pensar. Pero aquí en el cielo, no todos ven las cosas de esa manera.
—¿Por qué no? —preguntó Charlie, dando un paso más cerca de él. —Si el cielo es el lugar de la bondad y el perdón, entonces, ¿por qué no hacer algo para detener los exterminios?
La pregunta pareció sorprender a Abel.
—¿Exterminios? —repitió con un tono cauteloso. —Eso no es algo que se hable aquí. De hecho, muy pocos lo saben... ¿Cómo es que tú sabes sobre eso?
Charlie retrocedió un paso, tambaleándose ligeramente bajo su mirada inquisitiva. Había revelado más de lo que pretendía.
—Yo... bueno... —balbuceó, tratando de encontrar las palabras correctas.
Los ojos de Abel se entrecerraron más, ahora con un atisbo de sospecha.
—Tú no eres de aquí, ¿verdad?
Hola holaaaa
En el proxmo cap habra dbujto :3
Estara en blanco y negro pq no hay tiempo, asi que... Preparense mentalmente(?) pq se acerca uno de los capitulos más potentes que creo que escribire :3
El cap 22 , sera el capitulo donde se vera el ¿juicio? ¿discurso? la wea de Charlie ya saben , se me fue el nombre qwq
Okey... Tratare de publicar el cap 21 hoy tambien :3
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