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22 ;; La Reina blanca


Emily respiró hondo frente a la imponente puerta, sintiendo su corazón martillear con fuerza. Detrás de ella se desarrollaba una discusión que no solo decidiría el futuro de Charlie y su causa, sino que también representaba una oportunidad para hacer justicia contra los exterminios.

—Gracias, serafín. —la voz de Charlie resonó al otro lado.

Emily apretó los puños con nerviosismo, su respiración agitada. "Vamos, Emily. Puedes hacerlo." Pero aún no se atrevía a abrir la puerta.

—El diccionario de la Real Academia define la redención como... —Charlie comenzó su discurso, su tono decidido pero cargado de nervios.

La interrupción no tardó en llegar.

—¡Objeción! ¡Patético y muy aburrido! —exclamó una voz masculina cargada de sarcasmo.

Emily reconoció de inmediato a Adam, su tono altanero y despectivo atravesando las puertas.

—Se acepta. No más referencias al diccionario, por favor. —dijo Sera con un tono severo pero calmado, mirando a Charlie.

—Claro, okey... —respondió Charlie, visiblemente nerviosa mientras revisaba sus hojas de ayuda.

Emily se mordió el labio, deseando entrar para apoyarla, pero su instinto le decía que observar primero era más prudente.

—Si tienes alguna evidencia real, entonces muéstrala. —Adam la presionó, disfrutando de la incomodidad de la princesa.

Charlie no retrocedió. Enderezó los hombros y respondió con determinación:

—Tenemos un huésped que está teniendo progresos increíbles.

—Nombre. —pidió Adam, con una ceja alzada.

—Angel Dust.

La sala explotó en murmullos. Adam soltó una carcajada burlona.

—¡Claro! El actor porno maníaco. —exclamó con teatralidad, provocando risas entre algunos presentes. —...Totalmente digno de redención. —agregó, sacando la lengua y haciendo un sonido burlesco de pedo, lo que generó risas incómodas.

Charlie, lejos de amedrentarse, lo miró directamente.

—De acuerdo, si crees saber tanto... ¿qué se necesita para entrar al cielo?

El salón se sumió en un silencio incómodo. Adam titubeó, visiblemente sin una respuesta inmediata.

Emily, aún al otro lado de la puerta, entrecerró los ojos. Incluso aquellos que deberían ser ejemplos de perfección celestial no parecían tener idea de cómo funcionaba realmente la redención.

Finalmente, Adam dio la espalda, murmurando algo inaudible. Con un chasquido de dedos, convocó un rayo dorado que lanzó hacia Vaggie.

Ella atrapó el pergamino y leyó en voz alta:

—Ser desinteresado. No robar. No rebelarse ante la autoridad.

Vaggie arrugó la frente, claramente indignada.

—¡Debe ser una jodida broma, Adam! —exclamó, alzando el pergamino en el aire.

—No, así es. Eso me trajo a mí aquí. Creo... —respondió Adam, ahora murmurando y desviando la mirada hacia Sera, visiblemente nervioso.

—Fue la primera alma humana en el cielo. —confirmó Sera, observando la escena con una calma que solo intensificaba la tensión en la sala.

Charlie no perdió la oportunidad de responder con confianza:

—Apuesto a que Angel está haciendo todas esas cosas justo ahora.

Adam soltó una carcajada y la miró con un brillo de burla.

—Entonces, ¿por qué no nos lo muestras, perra? —chasqueó los dedos, su tono cargado de desafío.

Fue justo en ese momento que Emily, después de un profundo respiro, abrió la puerta y entró sigilosamente. Su presencia pasó inadvertida para la mayoría, ya que todas las miradas estaban puestas en Charlie y Adam.

Emily se deslizó hasta un rincón, observando la escena frente a ella.

Un viento inesperado irrumpió en la sala, levantando hojas y túnicas con suavidad. De pronto, una esfera resplandeciente comenzó a formarse en el aire, expandiéndose lentamente hasta flotar en el centro del salón. Su superficie transparente permitía ver imágenes que se desarrollaban como si de una ventana al infierno se tratara.

Dentro de la esfera, las acciones de Angel Dust se desplegaban ante los ojos atentos de la corte celestial. Los murmullos se intensificaron cuando las escenas mostraron a Angel en medio de una noche de excesos, rodeado de luces de neón, humo y el constante vaivén de una celebración desenfrenada.

Adam alzó una mano, señalando la esfera con un gesto dramático, y habló con un tono victorioso:

—Estimados ángeles, ¿necesitan ver más evidencia? —sus palabras resonaron con firmeza mientras hacía un ademán hacia las imágenes que aún se reproducían—. La estrella porno eligió una noche de libertinaje. Eso muestra que no es digno de entrar al cielo.

Charlie no tardó en responder, levantándose de su asiento y apoyando las manos con fuerza sobre la mesa.

—¡Objeción, su señoría! —exclamó con determinación—. ¿Me vas a decir que nunca has tomado una copa con amigos después de un día duro?

Adam entrecerró los ojos, su sonrisa burlona tan afilada como una navaja.

—Ahh... No tenemos días duros, ¡es el puto cielo! ¡Zorra! —replicó con sarcasmo, cruzándose de brazos. Luego, añadió, alzando la voz para que todos escucharan—: ¿En serio saldrás a defender que este comportamiento es aceptable? ¡¿Y TÚ?! —gritó, señalando a Vaggie, quien se tensó de inmediato y se llevó ambas manos a la cabeza, buscando desesperadamente una salida.

—Eh... yo... ¡tengo que ir rápido al baño! —exclamó Vaggie, levantándose abruptamente y huyendo antes de que la atención de Adam pudiera acorralarla aún más.

—¡¿Qué?! ¿No puedes aguantarte?! —murmuró Charlie entre dientes, frustrada, antes de soltarse un gruñido y volver a enfocarse en el tribunal—. Angel tomará buenas decisiones honorables, ¡vamos, tenemos que seguir mirando!

Levantó los brazos, como si invocara la fe que había depositado en su amigo, y luego unió las manos como si hiciera una oración.

—Por favor... —murmuró con intensidad.

Sera observó a Charlie en silencio, su rostro impasible, aunque en sus ojos había un destello de comprensión. En el fondo, la insistencia de Charlie en defender lo que creía justo le recordaba a su hermana, esa misma obstinación que alguna vez la había inspirado y frustrado a partes iguales. Con un suspiro resignado, Sera finalmente asintió.

—El tribunal lo permitirá.

La emoción de Charlie fue palpable. Alzó ambos brazos al aire y, sin pensarlo dos veces, gritó:

—¡Me cago en Dios!

El silencio que cayó en el salón fue absoluto, los murmullos cesaron como si alguien hubiera apagado un interruptor. Incluso Sera parpadeó, confundida por un instante. Desde su escondite, Emily soltó un sonido espontáneo y casi incontrolable:

—¡Cuack!

El ruido rompió la tensión como un cristal hecho añicos. Emily apretó una mano contra su boca, tratando de contener la risa que se agitaba en su pecho. La idea de alguien hablando así de Dios en el cielo le resultaba increíblemente absurda y divertida.

Charlie, al darse cuenta de su error, carraspeó y rápidamente trató de corregirse.

—Jaja, quiero decir... ¡Gracias! —dijo con una sonrisa nerviosa mientras volvía a centrar su atención en la esfera de cristal.

El tribunal, poco a poco, retomó su atención a la escena que se desplegaba ante ellos. Las imágenes seguían mostrando a Angel Dust en medio de su desenfreno, mientras todos esperaban algún indicio de redención.

La esfera de cristal comenzó a desvanecerse, dejando tras de sí un leve destello que titiló antes de apagarse. La atención de todos los presentes estaba ahora sobre Charlie, cuya expresión radiante dejaba claro que estaba convencida de su argumento.

—¿Lo vieron? —exclamó Charlie, con una energía contagiosa—. ¡Hizo todo lo que dice tu lista! —alzando un dedo enumeró—: Fue desinteresado, —luego levantó un segundo— impidió que Niffty robara, —y un tercero— ¡y se rebeló contra su malvado jefe opresor!

Una sonrisa de triunfo iluminó su rostro mientras miraba a Adam, esperando una respuesta. Pero Adam, aunque inicialmente parecía desconcertado, pronto se recompuso, cruzando los brazos con gesto altanero antes de alzar ambas manos hacia Charlie en un movimiento casi teatral.

—Sí... eh... lo vi, pero... —balbuceó, como si buscara una excusa, antes de recuperar el tono acusatorio— ¡¿Entonces por qué no está en el cielo?! —bramó, apuntándola con ambas manos como si acabara de ganar un punto indiscutible.

Las palabras de Adam parecieron prender fuego al salón. Los murmullos se intensificaron rápidamente, y el volumen de las conversaciones aumentaba mientras los miembros de la corte intercambiaban opiniones apresuradas. Los susurros crecían, mezclados con frases que flotaban en el aire:

"¿Cómo es posible?", "¿Realmente nadie sabe?", "¿Qué hacemos con los redimidos?".

Desde su escondite, Emily observaba cómo el caos comenzaba a extenderse entre los asistentes. Las voces se solapaban, los ángeles se volvían unos a otros buscando respuestas, y una sensación de incertidumbre empezaba a invadir la sala.

Sera, con su porte imponente, se mantuvo inmóvil mientras los observaba, su mirada fija en las discusiones que ahora se alzaban cada vez más. Aunque su rostro permanecía sereno, había una tensión perceptible en su postura, como si supiera que las cosas estaban a punto de salirse de control.

—Esperen... —Charlie alzó una mano, intentando recuperar el control de la situación—. ¿Ninguno de ustedes sabe qué trae a alguien al cielo? —preguntó, sus palabras teñidas de incredulidad y acusación.

La sala quedó en un breve silencio, roto solo por el murmullo de unas pocas voces que disminuían gradualmente. Las miradas de los presentes se cruzaban, buscando una respuesta que ninguno parecía tener.

Finalmente, la voz de Sera rompió el aire, resonando con una firmeza que inmediatamente impuso orden.

—Suficiente.

Su autoridad era palpable, y las conversaciones cesaron de inmediato.

—Sabemos cuándo llega un alma, —comenzó, su tono tranquilo pero inflexible—, sabemos cuándo pasan el juicio divino. Nuestro trabajo es asegurarnos de que esas almas estén a salvo.

Al decir esto, Sera se refería claramente a las almas que ya habían alcanzado el cielo, dejando implícito que los redimidos no eran su responsabilidad directa. Su postura dejó claro que, aunque respetaba el debate, no toleraría que la sala se desbordara en caos.

Emily frunció el ceño desde su posición oculta. Aunque Sera había restaurado el orden, sus palabras le parecieron una evasión. Miró de nuevo a Charlie, quien parecía reunir fuerzas para rebatir mientras los asistentes de la corte se volvían hacia Sera, esperando más explicaciones.

Era real, Sera.

La voz de Emily resonó en el salón, clara y decidida mientras avanzaba desde su escondite hacia la escena.

¿Emily?

Susurró Sera con asombro, avanzando hacia ella con pasos cautelosos, como si no pudiera creer lo que veía.

Un alma puede mejorar

Emily habló con firmeza, su mirada fija en la esfera que ahora solo mostraba un tenue resplandor

Ellos cambiarán, Sera

Ahora tienen a alguien que los guíe.

Su dedo señaló el espacio donde antes se proyectaban las imágenes.

Charlie, completamente desconcertada, observaba la interacción entre ambas. No conocía a Emily, pero ese nombre... ¿No era el que Abel había mencionado antes? Las dudas se agolparon en su mente mientras intentaba conectar las piezas.

Demostrarles que hay tiempo para cambiar.

No les des la espalda así sin más.

La voz de Emily se alzó con firmeza, reprochando la indiferencia de Sera.

Esto no es simple, y sabes que...

Hay cosas que no has visto bien.

Sera respondió con un tono contenido, pero sus ojos mostraban una sombra de arrepentimiento.

Aunque Sera intentaba mantenerse serena, el peso del pasado se reflejaba en sus palabras. No era fácil enfrentarse a Emily, especialmente sabiendo que su exilio había sido una decisión que aún le pesaba en el alma.

¡No es justo, Sera!

Exclamó Charlie de repente, con la frustración desbordándose en su voz.

Vamos, Charlie, contrólate

Intentó calmarla Vaggie, colocando una mano en su hombro, pero Charlie se apartó bruscamente.

¡No!

Respondió Charlie con firmeza, alzando su voz de nuevo.

¿Y el perdón, Sera?

Su mirada estaba cargada de incomprensión mientras daba un paso hacia adelante.

No porque sus vidas terminen...

ellos no puedan intentar ya mejorar

y ascender al reino celestial.

Charlie extendió sus brazos con convicción, casi implorando que la escucharan.

Sera suspiró, dejando que las palabras de Charlie calaran en el ambiente por un momento antes de responder:

Yo sé que así lo quieres ver,

Hay tanto que debes saber.

Comentó con un tono que mezclaba pena e indiferencia.

¡Esto no se puede defender!

Son pecadores infames.

Gritó la mano derecha de Adam, su voz resonando con fuerza y claridad en el salón, llenando cada rincón con su juicio implacable.

El desdén en su tono era palpable mientras señalaba con asco las imágenes que se proyectaban en la esfera.

Nada que hacer,

tienen sed de creer

que su alma aún algo vale.

Su mirada cargada de desprecio se posó en la esfera, como si el solo ver a los pecadores fuera un insulto.

¡Asqueroso, inmundano!

Gritaron al unísono Adam y Lute, sus voces elevándose como un eco condenatorio.

Sera, hazte a un lado,

Ordenó Adam, su tono lleno de autoridad y juicio.

¿Olvidas tú? Sea el infierno eterno.

Ambos fijaron sus ojos en Charlie, quien los enfrentaba con determinación, mientras Adam añadía con una sonrisa cínica:

Ya no tienen tiempo.

Un mes, e iremos.

Se acercó a Charlie con pasos lentos y amenazadores, dejando claro que no pensaba ceder.

No sé si aguanto tanto para ir ya a aniquilarlos

Agregó, sus ojos encendidos de desafío mientras miraba a Charlie directamente. Ella no apartó la mirada, sosteniendo su postura desafiante.

En ese momento, una exclamación rompió el aire tenso:

¡Mierda!

La voz de Emily retumbó, atrayendo de inmediato las miradas de todos en la sala.

El asombro se reflejó en los rostros de quienes la conocían de antes. La Emily que recordaban, un ser de luz pura, jamás habría pronunciado una grosería.

¿Qué?

Exclamaron Sera y Adam casi al unísono, con incredulidad en sus voces.

Pero la Emily de ahora era distinta. Había cambiado, y ese cambio se reflejaba en cada palabra que pronunciaba.

¿Si ven lo que dicen?

¿No les parece ruin que vayan allá solo a matar?

Quería volar hasta ellos, enfrentar cara a cara a quienes planeaban los exterminios, pero el peso de la ausencia de sus alas la hizo permanecer en el suelo. Su voz, sin embargo, se elevó con la misma fuerza que antes lo hacían sus alas.

¿Tú lo sabías?

Preguntó Charlie, con la mirada fija en Emily. Todo encajaba. Esa debía ser la Emily de la que Abel había hablado, la que fue expulsada del cielo por saber demasiado.

¡!

Ella es la que está mal.

Adam se giró hacia la corte, buscando apoyo, pero su nerviosismo era evidente.

¿Qué problema hay?

Preguntó, intentando recuperar el control.

Emily no lo miró. En cambio, se giró hacia Sera, su voz cargada de expectativa y súplica.

Sera, dime que ya pararás.

El aire en la sala pareció volverse más pesado mientras ambas hermanas se enfrentaban. Sera bajó ligeramente el rostro, pero luego lo levantó con resolución.

Al ser yo la grande,

pensé en cuidarte

Dijo mientras volaba hacia Emily, con una mezcla de pena y autoridad en su voz.

¡No!

Escucha, esa fue una decisión compleja,

Quería evitarte el sufrimiento que trae...

llevar con esas almas.

Tomó las manos de Emily, buscando conectar con ella.

Emily las apartó con un movimiento brusco, sus ojos llenos de reproche.

Y pensar que te admiraba bien.

Su voz se quebró un poco, pero rápidamente volvió a endurecerse.

Yo no preciso todas tus penas.

Dio un paso atrás, señalándola con el dedo.

Tú no me vas a hacer escoger.

No fue virtud, sino herejía.

Su mirada recorrió a los presentes, mientras abría los brazos hacia la corte, como buscando justicia.

Fui tan inocente de esperar que

cumplieras con todas tus palabras

Continuó, mirando directamente a Sera.

¡Sera, el cielo es la amenaza!

Acusó Charlie, colocándose al lado de Emily, su voz firme resonando en el salón.

Sin dudarlo, ambas saltaron juntas sobre la esfera que proyectaba imágenes del infierno.

¡Si el infierno es eterno,

el paraíso no está!

Gritaron al unísono, sus palabras cargadas de desafío.

¡Emily!

Exclamó Sera, su tono mezcla de sorpresa e incredulidad. Nunca había imaginado que su hermana llegaría a algo tan extremo.

¡Si van y acaban con todo!

¿Cómo pueden reinar?

Charlie y Emily alzaron la voz, acusando directamente al consejo celestial.

Las leyes no respetan,

son viejas y obsoletas,

Continuaron, sus voces resonando como una sola.

Señalaron a los ángeles de la corte con determinación.

Si bajas al infierno

por tu sed de matar...

Sin que se percataran, un nuevo ser entró a la sala. Azrael, caminó hacia ellos con calma, su presencia imponente llenando el espacio.

Emily volvió su mirada hacia Sera, sus ojos cargados de decepción.

Permitiste que yo cayera

Dijo con un tono amargo, recordándole cómo la había dejado caer al infierno.

No quería...

Respondió Sera, intentando justificar su decisión mientras evitaba mirarla a los ojos.

La voz de Azrael resonó como un trueno.

¡Vamos, Sera! ¡Díselo!

Emily miró a su hermana, desconcertada.

¿A qué se refiere?

Sera apretó los labios, buscando evitar que Azrael tomara el control de la situación.

Ella fue cegada por un pecador

Esta de su lado refuta sin razón

Respondió rápidamente, intentando desviar la atención de Emily.

La mirada de Emily se endureció al escuchar esas palabras.

Prefiero caer que volar alto

a seguir viviendo en tu larga...

red de engaños

Dijo con desdén hacia Sera, su voz llena de rencor.

Emily, vuelve...

Pidió Sera, su tono cargado de una súplica genuina. Podía ver que las cosas estaban saliéndose de control rápidamente.

Azrael esbozó una sonrisa burlona mientras se acercaba a Emily.

¿No subirás?

Emily lo miró con firmeza.

No.

Azrael dejó escapar una carcajada baja antes de extender una mano hacia ella.

¡Entonces recuerda quién eres en realidad!

Con rapidez, voló hacia Emily, sujetándola por el cuello. Una pequeña esfera de luz surgió de su palma y se incrustó en la cabeza de Emily.

Emily cayó de rodillas al suelo, sus manos agarrándose la cabeza mientras un torrente de recuerdos invadía su mente. Recuerdos que no sabía que eran suyos, imágenes y sensaciones desconocidas, pero profundamente familiares.

La sala quedó en silencio, todos observando cómo Emily luchaba contra los fragmentos de su pasado que ahora volvían con fuerza. Charlie corrió hacia ella, pero Sera y Azrael no la dejaron acercarse demasiado.

Emily se vio a sí misma en una escena borrosa. Un cuchillo ensangrentado descansaba en su mano, temblando. Frente a ella, el cuerpo inerte de un hombre yacía en el suelo.

La sensación de culpa y confusión la invadió. No reconocía el rostro del hombre, ni entendía por qué lo había atacado. Su mente buscaba respuestas, pero no encontraba nada.

—¿Quién es él? ¿Por qué lo hice? —susurró, mientras las imágenes se desvanecían lentamente.

El eco de su propia respiración era lo único que escuchaba mientras la culpa la envolvía. Esto no podía ser real... ¿o sí?

Emily gimió de dolor, las lágrimas deslizándose por su rostro mientras su mente se llenaba de un caos que no podía controlar.

Sera tomó aire profundamente, tratando de mantener la calma antes de pronunciarse.

—Lo siento... pero la corte considera que no hay pruebas suficientes de que las almas puedan redimirse —declaró con firmeza, evitando la mirada de Emily, mientras Azrael y otros príncipes celestiales observaban con una mezcla de aprobación y expectativa.

Adam rompió el tenso silencio con un estallido de risa.

—¡Que se joda el Infierno! ¡Ja, ja, ja! ¡Yo gané! —gritó con burla, levantando los brazos en triunfo—. ¡Chúpenla, perras! —exclamó, dirigiéndose con desprecio hacia Charlie y Vaggie.

Dando un paso hacia ellas, Adam esbozó una sonrisa siniestra.

—Será mejor que anoten la fecha —dijo con un tono amenazante—, porque lo primero que haremos será visitar su hotel. —El destello macabro en sus ojos dejó claro que no había espacio para clemencia.

Sin esperar respuesta, Adam chasqueó los dedos, y un portal comenzó a abrirse frente a ellos.

—¿Qué? ¡No, no puedes! —gritó Charlie, su voz cargada de desesperación mientras miraba a Adam con incredulidad.

—Viejo hijo de puta —murmuró Vaggie, apretando los puños con furia.

Emily, con los ojos llenos de impotencia, se volvió hacia Sera.

—¡No, Sera! ¡Paren los exterminios! —gritó, intentando que su voz atravesara la fría decisión de la corte celestial.

El portal creció rápidamente, y antes de que pudieran reaccionar, las tres fueron absorbidas por su luz cegadora.

Cuando el portal se cerró, Sera dejó escapar un suspiro pesado. Miró a Adam con seriedad y cruzó los brazos.

—Eso estuvo fuera de lugar —comentó, su tono frío y cargado de desaprobación.

Adam, todavía con una sonrisa burlona, se encogió de hombros.

—¡Sí! Pero, ¿vieron la cara de esas pobres pendejas? Fue muy... —se detuvo al darse cuenta de que todos los ojos de la corte estaban puestos en él, mirándolo con desaprobación. Cambió su expresión rápidamente, fingiéndose arrepentido—. Eh... ah... eh... Lo siento.

La incomodidad en el aire era palpable. Sin decir una palabra, varios ángeles de la corte comenzaron a retirarse, dejando el salón vacío poco a poco. Sera permaneció allí, sola, su mirada perdida en el lugar donde antes se encontraba Emily.

—Emily... Lo siento tanto —murmuró para sí misma, su voz apenas un susurro. Cerró los ojos y apretó los puños, sus recuerdos de su hermana pesando en su corazón como nunca antes.

El portal las había arrojado de vuelta al hotel, dejando a Charlie, Vaggie y Emily tiradas en el suelo de la recepción. Charlie respiraba agitada, su mente dando vueltas por lo ocurrido en la corte celestial. Lentamente se incorporó, su rostro pálido reflejando una mezcla de frustración, dolor y confusión.

—Charlie, ¿estás bien? —preguntó Vaggie con preocupación mientras se levantaba, intentando acercarse a ella.

Charlie no respondió. Miró a Vaggie con una mezcla de sentimientos que no podía procesar del todo, y de repente comenzó a caminar hacia las escaleras, sus pasos acelerados.

—¡Charlie, espera! —gritó Vaggie extendiendo una mano hacia ella, pero Charlie simplemente la ignoró, sin siquiera voltear la mirada.

La voz de Vaggie se fue apagando mientras Charlie subía las escaleras, dejándola detrás. La líder del hotel estaba perdida en su propia tormenta interna. Las palabras de Adam resonaban en su mente: "Vaggie era un ángel exterminador..." Un peso insoportable se sumaba a la decepción y al caos que sentía.

En el centro de la recepción, Emily permanecía congelada, incapaz de moverse o hablar. Los hospedantes del hotel comenzaron a acercarse, susurrando entre ellos. La tensión era palpable.

Vaggie tomó su lanza sin dudarlo y la apuntó directamente hacia Emily, sus ojos llenos de desconfianza.

—¡Tú! ¿Qué haces aquí? —espetó Vaggie, su voz firme, aunque su mirada mostraba una chispa de desconfianza y rabia contenida.

Emily intentó abrir la boca, pero las palabras no salían. Todo en ella gritaba que debía explicar, pero el miedo y la culpa la mantenían inmóvil.

—¡Contesta! —exigió Vaggie, dando un paso al frente.

Niffty se asomó desde detrás de una columna, sus pequeños ojos brillando de nerviosismo. Angel Dust apareció junto a Husk, ambos observando desde la distancia, inseguros de qué hacer.

—¿Qué está pasando aquí? —gruñó Husk, cruzándose de brazos, pero sin acercarse más.

—Eso es lo que intento averiguar —respondió Vaggie sin apartar la vista de Emily.

Emily miró alrededor, esperando que alguien interviniera, alguien que entendiera que no estaba allí para hacer daño. Pero todas las miradas eran de miedo o sospecha. Nadie habló por ella.

—No eres un demonio. Eso es obvio —continuó Vaggie con la voz afilada—. Pero tampoco pareces un ángel exterminador. ¿Qué eres?

Emily, todavía inmóvil, respiró profundamente, pero no encontró fuerzas para responder. Era como si la voz se le hubiera atascado en la garganta.

—Esto es ridículo —murmuró Angel Dust desde atrás—. Si va a matarnos, ya lo habría hecho, ¿no?

—No arriesgaré nuestras vidas por su silencio —replicó Vaggie, apretando con fuerza la lanza.

Emily cerró los ojos por un momento. No sabía cómo explicar que ni siquiera estaba segura de quién era en ese momento, que estaba tan perdida como ellos.

En el instante en que Vaggie levantó la lanza para dar un paso más hacia Emily, un destello oscuro surgió de la nada. Alastor apareció justo entre la punta de la lanza y Emily, deteniendo el arma con una mano envuelta en sombras.

—Eso es suficiente, querida —dijo con un tono bajo, pero cargado de furia contenida.

Todos en la habitación se quedaron boquiabiertos. Incluso Vaggie vaciló por un segundo, retrocediendo instintivamente ante la intensidad que emanaba de Alastor.

—¡¿Alastor?! —exclamó Angel Dust, rompiendo el silencio incómodo—. ¿Qué demonios está pasando aquí?

Alastor no respondió de inmediato. Sus ojos brillaban con un fulgor rojizo, clavados en Vaggie con una mezcla de advertencia y amenaza.

—Apártate de ella —ordenó, su voz firme como una roca.

Vaggie apretó los dientes, sosteniendo con más fuerza la lanza.

Cuando las sombras los llevaron a la habitación de Alastor, apenas tocaron el suelo, él empujó a Emily con fuerza, haciéndola tambalear hasta caer al suelo. El rostro de Alastor estaba desencajado, sus ojos brillaban con un intenso rojo, y una ira contenida parecía hervir bajo su piel.

—¿Dónde demonios has estado? —espetó, inclinándose sobre ella de manera amenazadora, sus manos apoyadas en los brazos del sillón frente a ella, acorralándola contra el suelo.

Emily lo miró con los ojos abiertos de par en par, congelada por el miedo y la culpa. Quería hablar, pero las palabras no salían. Su silencio sólo avivó el enojo de Alastor.

—¡Habla! —exigió, golpeando con fuerza el respaldo del sillón mientras su voz resonaba como un trueno en la habitación.

Emily temblaba, incapaz de responder, y su reacción lo enfureció aún más. Alastor se apartó de repente, dándole la espalda mientras llevaba ambas manos al rostro, intentando calmarse.

—Tú... escapaste... —murmuró con un tono amargo, casi desgarrado. Se pasó una mano por el cabello, despeinándolo, mientras su voz temblaba con una mezcla de frustración y algo más profundo que él mismo parecía incapaz de admitir—. Y ahora... ahora estás aquí, otra vez. Pero eso... eso no significa nada. ¡Nada!

Emily permaneció en el suelo, sentada de rodillas, mirando su espalda rígida. Sus dedos temblaban mientras apretaba las manos contra el suelo, sintiéndose como una sombra de lo que había sido. Sabía que había roto algo, algo que no debería haberse roto jamás.

—Lo siento... —susurró con una voz tan baja que casi no era más que un aliento.

Alastor se tensó al escucharla, pero no se giró. Su silencio era pesado, casi aplastante, cargado de emociones contenidas que Emily apenas podía descifrar. Sabía que sus palabras no eran suficientes, pero no tenía nada más que ofrecer.

De pronto, con un movimiento lento y tembloroso, Emily se inclinó aún más, apoyando ambas manos en el suelo frente a ella, como si estuviera dispuesta a arrodillarse por completo ante él.

—Toma mi sangre, Alastor —dijo en voz baja, pero con una firmeza que contrastaba con sus lágrimas—. Si eso puede compensar mi error... devórame. Hazlo ahora.

Alastor giró bruscamente hacia ella al escuchar esas palabras. Sus ojos rojos brillaron con una intensidad feroz, y su expresión pasó de la sorpresa a una ira incontrolable en cuestión de segundos.

—¿Eso crees que quiero? —gruñó, su voz resonando con una oscuridad que parecía llenar toda la habitación.

Antes de que Emily pudiera reaccionar, Alastor se lanzó hacia ella con una velocidad aterradora. En un instante, la sujetó con fuerza por los hombros, obligándola a mirarlo mientras sus sombras se retorcían a su alrededor, como si fueran una extensión de su furia.

—¡Yo ya no deseo devorarte! —gritó, su rostro a escasos centímetros del de Emily, sus palabras llenas de una mezcla de rabia y dolor.

Emily lo miró con los ojos llenos de lágrimas, sorprendida por la intensidad de su reacción. Su corazón latía con fuerza, no solo por el miedo, sino por algo más, algo que no alcanzaba a entender.

—¿Por qué...? —murmuró con la voz quebrada, su mirada buscándolo con desesperación.

Alastor aflojó su agarre y se apartó de golpe, como si el contacto con ella le quemara. Se giró, dándole nuevamente la espalda, mientras su respiración era pesada y sus hombros temblaban ligeramente.

—Porque tú... —murmuró con un tono casi inaudible, antes de callar. Cerró los ojos con fuerza, como si estuviera luchando consigo mismo—. ¡Porque no puedo hacerlo!

Emily se quedó en el suelo, confundida y abrumada. No entendía lo que acababa de pasar, pero sabía que algo había cambiado entre ellos.

Alastor, todavía de espaldas, llevó una mano a su rostro, intentando ocultar las emociones que luchaban por salir.

—Escapaste... me dejaste aquí... y ahora vuelves como si nada. ¿Qué esperas de mí, Emily? ¿Que simplemente lo acepte? —dijo con amargura, su voz quebrándose al final.

—Yo... —Emily intentó responder, pero las palabras no salieron. Lo único que pudo hacer fue llorar en silencio, mientras la distancia entre ellos parecía más grande que nunca.

La habitación quedó en un pesado silencio, lleno de todo lo que ninguno de los dos se atrevía a decir.

Alastor permaneció de espaldas, inmóvil, mientras Emily seguía sentada en el suelo, con el rostro empapado en lágrimas. Finalmente, él se giró lentamente hacia ella. La mirada feroz en sus ojos rojos aún no se apagaba, pero ahora había algo más en ellos, algo más difícil de descifrar.

Emily, al verlo acercarse, intentó levantarse, pero solo consiguió sentarse con torpeza en el suelo, sus piernas temblando bajo su peso. Alastor avanzó hacia ella, pero no como un hombre, sino como una sombra. Su cuerpo del torso para abajo se desvaneció en el suelo, convirtiéndose en una silueta oscura que serpenteaba hasta detenerse justo frente a ella.

De su forma semi-etérea, la mitad superior de Alastor emergió, inclinándose sobre Emily con una inquietante elegancia. Su rostro estaba cerca del de ella, lo suficiente como para que pudiera sentir su fría presencia. Con un movimiento deliberado, alzó una mano y tomó su rostro entre sus dedos, su toque firme, pero no doloroso.

—Yo ya no quiero devorarte, angelita... —dijo con una voz baja y tensa, cada palabra cargada con una mezcla de resentimiento y algo más profundo que él mismo parecía no querer reconocer—. Pero tampoco estoy de humor para verte ahora.

Emily levantó la mirada hacia él, sus labios temblando, queriendo decir algo, cualquier cosa, pero su garganta se sentía cerrada. Antes de que pudiera articular una palabra, Alastor empezó a desvanecerse. Su figura superior se desintegró lentamente en sombras que descendieron al suelo, uniéndose al resto de su forma oscura.

En un parpadeo, ya no estaba. Las sombras se retiraron, desapareciendo como si nunca hubieran estado allí.

Emily se quedó en el suelo, abrazando sus propias piernas mientras las lágrimas seguían cayendo por su rostro. La ausencia de Alastor llenaba la habitación con un frío punzante, y sus palabras resonaban en su mente, dolorosas pero claras.

Sabía que lo que sentía por Alastor era algo más que simple admiración o agradecimiento. Desde hacía tiempo, había empezado a gustarle, aunque apenas ahora lo reconociera con claridad. Pero ese sentimiento solo hacía que la culpa fuera más pesada, más insoportable.

Había lastimado a la persona que le gustaba, alguien que, contra todo pronóstico, le había mostrado un lado vulnerable. Y ahora, sus palabras resonaban en su mente como cuchillas: frías, directas y llenas de una verdad que no podía ignorar.

Alastor estaba en todo su derecho de estar enojado. Lo entendía. No podía culparlo por alejarse, por mostrarle con tanta crudeza el precio de sus decisiones. Pero eso no hacía que doliera menos. La culpa y el arrepentimiento se entrelazaban con el dolor de verlo desaparecer, dejándola sumida en una soledad que parecía aún más oscura en su ausencia.

En la soledad de la habitación, el silencio se hacía ensordecedor. Emily se quedó sentada en el suelo, abrazando sus rodillas mientras sus pensamientos la arrastraban en un torbellino de emociones. No podía dejar de imaginar cómo se debió de haber sentido Alastor: traicionado, dolido, quizá incluso humillado por haber confiado en ella. Ese pensamiento la hundía aún más en la culpa, haciéndola sentir como la peor de las criaturas.

Pero no era solo eso lo que pesaba en su corazón. La escena con Azrael volvía a su mente como un eco siniestro. Esos recuerdos implantados, tan vívidos y a la vez tan ajenos, seguían retorciéndose en su interior como serpientes. ¿Qué significaban? ¿Por qué le habían hecho eso? La confusión se mezclaba con el miedo, y su mente no encontraba descanso.

Con lágrimas silenciosas rodando por sus mejillas, Emily intentó calmarse, pero el peso de todo lo vivido era demasiado. El miedo a lo que pasaría después, a cómo enfrentar a Alastor de nuevo o incluso a sí misma, la mantenía en un estado de inquietud constante. Sin embargo, el cansancio terminó por reclamarla.

A pesar de lo incómodo del suelo frío, sus párpados se cerraron lentamente, y su cuerpo, agotado por la carga emocional, sucumbió al sueño. Allí, en el rincón de la habitación, quedó dormida, aún con las marcas de lágrimas frescas en su rostro y un aire de vulnerabilidad que llenaba el espacio vacío.

Vaya... Esta mierda si se prendio kbrón!

Tenia una pregunta. Tengo ideas para shots basados en los titulos de los arcos. Si los publico... Que tan interesados estarian de leerlos?... Bueno... eso es todo lo que venia a preguntar :'3

Espero les haya gustado, nos vemos la próxma semana! :3

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