18 ;; La bestia es un pecador
Emily se acercó sigilosamente a la puerta, intrigada por las voces que llegaban del pasillo. Reconoció fácilmente a Charlie y a Vaggie, pero una tercera voz más grave la hizo fruncir el ceño. Quiso saber más y pegó la oreja a la puerta, esforzándose por escuchar.
—Oiga, jefe... —susurró la voz desconocida.
Hubo un breve silencio antes de que otra voz, inconfundible para Emily, contestara con su habitual tono inquietante:
—¿Hmm? —Alastor.
—Podemos hablar —pidió la voz, que Emily no lograba identificar.
Esperó en tensión, oyendo cómo Charlie se alejaba con pasos livianos. Entonces, Alastor habló nuevamente, esta vez con quien parecía ser el dueño de esa voz grave.
—¿De qué se trata? —preguntó con aquella sonrisa que Emily podía imaginar perfectamente en su rostro.
—Ambos sabemos que Mimzy solo aparece cuando necesita algo. Esa perra es problemática —espetó el desconocido en un susurro—. ¿Quién sabe a qué demonio jodió y por eso vino a buscarte?
Emily sintió un escalofrío al escuchar la forma tan directa y despreocupada en la que hablaban de los problemas. Alastor, por su parte, respondió con la misma calma aterradora:
—No hay nada que no pueda resolver. No te preocupes, Husker.
"Husker", pensó Emily, memorizando el nombre del interlocutor.
—¿Quién en su sano juicio se atrevería a desafiarme? —continuó Alastor, confiado.
Pero la siguiente frase de Husk, dicha con voz firme, logró cortar el aire:
—Sí, pero tú... desapareciste un buen tiempo, y nadie sabe el verdadero motivo.
Emily sintió cómo su corazón latía más rápido. ¿A qué se refería? Ella misma había notado lo poco que sabía realmente sobre Alastor.
—Porque a nadie le incumbe —respondió Alastor, su tono bajando en una amenaza implícita.
Emily se estremeció cuando escuchó el sonido de algo rozando suavemente, seguido de un comentario burlón.
—No te preocupes de más, mi amado minino tierno~ —bromeó Alastor.
El tono de Husk se volvió más grave, cargado de enfado:
—Tú puedes poseer mi alma —dijo, y el golpe de un dedo contra el pecho de Alastor resonó en el silencio—, pero no soy tu jodida mascota.
Emily contuvo el aliento.
—Sí lo eres~ ¡JAJAJAJA! —rió Alastor con esa voz burlona que siempre lograba ponerle los pelos de punta.
Entonces, Husk dijo algo que hizo que las luces de la habitación de Emily comenzaran a parpadear:
—Lo dice el que también está atado a una correa...
Emily sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Atado a una correa? ¿De qué estaba hablando Husk?
El sonido de algo metálico, como un grillete, la hizo dar un paso atrás.
—¿Qué fue lo que dijiste? —preguntó Alastor, su voz teñida de un peligro latente.
—N-nada, yo... —respondió Husk, ahora con un evidente temblor en la voz.
—Si vuelves a decir eso otra vez —continuó Alastor, con un tono frío y calculador—, voy a destrozar tu alma y transmitiré tus gritos por todo el infierno, para que ningún otro despreciable ser irrespetuoso se atreva a cuestionarme.
El sonido de cuernos creciendo hizo que Emily retrocediera hasta chocar con la pared. Ese mismo sonido lo había oído antes, cuando Alastor se había hecho más grande para intimidarla al inicio de su cautiverio.
—Entendido... —respondió Husk rápidamente, su miedo palpable incluso a través de la puerta.
—Estupendo~ —respondió Alastor con alegría, como si todo el episodio hubiera sido una charla casual—. ¡JAJA! Qué buena charla, mi estimado. Habrá que volver a ponernos al día.
Emily escuchó los pasos de Alastor alejándose, mientras los temblores de Husk aún resonaban desde el otro lado del pasillo. Sentía una mezcla de miedo y compasión. ¿Era esa la verdadera cara de Alastor? ¿Había sido igual de cruel con ella, pero sin que se diera cuenta?
Llevó una mano a su pecho, tratando de calmarse. Por un momento, tuvo que admitir que Alastor había sido sorprendentemente amable y comprensivo con ella en comparación con lo que acababa de presenciar. Pero esa visión de su lado más oscuro la hacía dudar.
—Debo cuidar mejor mis palabras cuando hable con él... —murmuró para sí misma, con un nudo en la garganta.
Emily se quedó inmóvil, apoyada contra la puerta, mientras su mente intentaba procesar lo que acababa de escuchar y presenciar sobre Alastor. Sus pensamientos giraban en círculos, cuestionándose cuánto sabía realmente del demonio con el que convivía.
De repente, el suelo bajo sus pies vibró, y un fuerte temblor sacudió la habitación. A través de las paredes se escuchó un grito furioso que resonó como un trueno:
—¡MIMZY, SABES QUE ESTÁS ALLÍ, MALDITA PERRA ASQUEROSA!
Emily dio un respingo, su corazón martillando en su pecho. El rugido de esa voz desconocida era acompañado por el sonido de algo masivo golpeando el hotel, haciendo crujir la estructura como si estuviera a punto de colapsar. Temerosa pero curiosa, corrió hacia el balcón y apartó ligeramente la cortina para ver qué ocurría afuera.
Sus ojos se abrieron de par en par cuando divisó una criatura colosal en forma de tiburón, con mandíbulas llenas de dientes afilados y ojos brillando con furia. Atacaba las paredes del hotel con una ferocidad brutal, como si nada pudiera detenerlo.
Emily se echó hacia atrás rápidamente, dejando caer la cortina. Su respiración era irregular, y un pánico creciente la invadió. Sin pensar demasiado, se giró y corrió hacia el pequeño bosque que Alastor había creado dentro de la habitación, buscando refugio.
Se deslizó entre los árboles altos y frondosos, los ecos de los gritos y el temblor del edificio aún resonaban. Finalmente, se agachó junto a un árbol grande, cerca del lago que reflejaba las luces parpadeantes del hotel. Allí, abrazó sus piernas y se hizo bolita, intentando calmarse.
El eco de los gritos y rugidos seguía colándose entre las ramas. El hotel temblaba como si el monstruo estuviera arrancando su misma esencia. Emily cerró los ojos con fuerza, intentando bloquear el ruido.
Mientras el caos reinaba afuera, Emily se dio cuenta de que, por más extraño que fuera ese rincón en la habitación de Alastor, ahora lo sentía como el único lugar seguro. Aún así, no podía dejar de preguntarse qué rol tendría Alastor en todo esto. ¿Estaba luchando contra esa criatura? ¿O acaso era otra muestra de los horrores que atraía su presencia?
Alastor terminó con la amenaza de una manera brutalmente eficaz: devorando a los pecadores que se habían atrevido a atacar el hotel. Su sonrisa permanecía intacta, incluso cuando saboreaba el último vestigio de sus desafortunadas víctimas. Mientras limpiaba las manos con un pañuelo que mágicamente había sacado, sus orejas captaron la voz de Charlie, reclamándole a su padre con evidente frustración.
Sin interés en presenciar ese intercambio, su mente viajó inmediatamente hacia Emily. Se transformó en sombra, un movimiento ágil y silencioso, y se deslizó bajo la puerta de su habitación. Una vez dentro, volvió a su forma física, sus ojos rojos recorriendo el lugar.
La habitación estaba intacta. El escudo mágico que había colocado seguía en pie, lo cual indicaba que Emily no había salido. Aun así, no la veía por ningún lado, lo que lo llevó a fruncir el ceño con leve preocupación. Cerró los ojos y agudizó sus sentidos, captando un murmullo distante proveniente del pantano que formaba parte de su extraño mundo interior.
Siguiendo el sonido, caminó con paso lento pero firme hacia el corazón del pantano. Su silueta se mezclaba con las sombras de los árboles, hasta que la encontró. Allí estaba Emily, hecha una bolita junto a un árbol, temblando ligeramente.
—Vaya, vaya, angelita —dijo con voz suave, aunque con su característico tono burlón—. ¿Qué haces aquí escondida?
Emily se sobresaltó al escucharlo, levantando la mirada rápidamente. Sus ojos reflejaban miedo, y por un instante, pareció más pequeña de lo que era.
—¡Tú... tú me asustaste! —exclamó, su voz temblando mientras intentaba recuperar la compostura.
Alastor ladeó la cabeza, observándola con detenimiento. Aunque mantenía su sonrisa habitual, algo en su mirada se suavizó al verla así. Dio un paso hacia ella, sin dejar de hablar.
—No era mi intención, querida. Aunque, dado el caos afuera, no me sorprende que estés nerviosa. —Se agachó hasta quedar a su altura, sus ojos brillando con un tono más cálido—. Estás a salvo aquí. Te lo aseguro.
Emily lo miró con desconfianza, su corazón aún acelerado. Pero había algo en su presencia que, a pesar de todo, le transmitía una extraña seguridad.
Emily, al mirarlo a los ojos, lo comprendió: lo que sentía por Alastor era un caos absoluto. Él era todo lo que despreciaba, todo lo que había jurado evitar durante su existencia como serafín. Era la encarnación del mal, el antagonista de todo lo puro y virtuoso que había defendido. Sin embargo, allí estaba, sintiendo calidez, confort y una extraña seguridad en su presencia.
El odio brotó en su pecho, no solo hacia él, sino hacia sí misma. ¿Cómo era posible que su corazón latiera tan rápido cuando estaba cerca de él? ¿Cómo podía su rostro encenderse de esa manera? Era inaceptable, absurdo... y, sin embargo, innegable.
Alastor ladeó la cabeza al ver su expresión. Aunque su sonrisa seguía dibujada, sus ojos la analizaban con cuidado, notando los rastros de confusión y lucha interna.
—¿Qué pasa, angelita? —preguntó con un tono que mezclaba burla y curiosidad—. Pareces atrapada en un dilema... ¿o es algo más?
Emily apartó la mirada, sus manos temblando mientras las apretaba contra sus rodillas.
—Eres... —comenzó, pero las palabras se atoraron en su garganta. Inspiró profundamente antes de continuar—. Eres todo lo que siempre he odiado.
La confesión salió con fuerza, pero no tuvo el efecto que esperaba. Alastor simplemente rió, una carcajada baja y retumbante que reverberó en el aire.
—¡Oh, querida! —exclamó con una teatralidad que rozaba lo sarcástico—. ¡Qué halago! Ser el epítome de tus desprecios es todo un logro.
Emily lo miró de nuevo, sus mejillas enrojecidas.
—No te estoy halagando. Lo digo en serio. Odio lo que eres, lo que representas... ¡y odio que no pueda dejar de sentirme...! —Se detuvo, incapaz de terminar la frase.
Alastor se inclinó un poco más, su rostro cerca del de ella, estudiándola con un brillo intrigado en sus ojos.
—¿Sentirte qué, angelita? —susurró, su voz baja y casi hipnótica—. Vamos, dilo.
Emily apretó los labios, luchando contra las emociones contradictorias que la consumían. Finalmente, con la voz apenas audible, murmuró:
—Segura...
Alastor parpadeó, pero su sonrisa se ensanchó, esta vez con un matiz diferente.
Alastor se quedó en silencio por un momento, su sonrisa persistiendo, pero algo en ella parecía más tensa, menos natural. Las palabras de Emily resonaron en su mente, penetrando capas de su propia psique que nunca había permitido explorar. "Segura." Aquella palabra le resultaba extraña, casi incomprensible. Él era un demonio, una entidad temida, un portador de caos y muerte. No estaba hecho para ofrecer seguridad.
Por un instante, la sonrisa en su rostro titubeó, pero rápidamente volvió a su lugar, aunque sus ojos delataban un torbellino interno.
—¿Segura? —repitió en un tono que intentaba sonar divertido, pero contenía un leve deje de incredulidad—. Angelita, creo que estás confundida. ¿Cómo podría alguien sentirse seguro... conmigo?
Emily alzó la mirada, sus ojos mostrando una mezcla de determinación y vulnerabilidad.
—No lo sé... pero es lo que siento —respondió, su voz apenas un susurro.
Alastor la observó con detenimiento, su sonrisa ahora más forzada. Por primera vez en mucho tiempo, sintió algo que no era usual en él: incomodidad. Una sensación que lo hacía querer apartarse, como si el aire a su alrededor se volviera denso y pesado.
—Eso es... peculiar, por decir lo menos —dijo con un tono teatral, intentando disipar el malestar que lo invadía—. ¡Segura junto a un monstruo! Qué concepto tan... retorcido.
Emily no respondió de inmediato, pero su mirada permaneció fija en él. Alastor sintió un nudo formarse en su estómago, algo que le resultaba desconocido. No era miedo ni rabia, pero tampoco satisfacción. Era una mezcla confusa de rechazo y curiosidad que lo incomodaba profundamente.
—¿Te molesta? —preguntó Emily finalmente, su tono tranquilo pero inquisitivo.
Alastor soltó una carcajada, aunque esta carecía de la naturalidad de siempre.
—¿Molestarme? Por favor, angelita, nada puede molestarme. Pero... —Se detuvo, su sonrisa ahora más rígida—. Es curioso, cuanto menos.
Pero no lo era. No era solo curioso. Era perturbador. Su cuerpo reaccionaba con un asco instintivo, como si algo estuviera fuera de lugar, pero su mente insistía en que no debía sentirse así. ¿Por qué ella, de todas las almas, podía mirarlo con algo más que terror? ¿Por qué esas palabras habían tocado una fibra que él ni siquiera sabía que existía?
Mientras Emily lo miraba, una pequeña parte de él, una que no quería reconocer, sabía la respuesta. Y eso lo aterrorizaba más de lo que jamás admitiría.
Alastor observó su propia mano extendida hacia Emily con una mezcla de incredulidad y disgusto interno. Nunca había pensado que llegaría a hacer algo como esto: ofrecer ayuda a alguien. Especialmente a una ex-serafín, una criatura que representaba todo lo que él despreciaba. Y, sin embargo, ahí estaba, su cuerpo actuando casi por impulso, traicionando cualquier noción de control absoluto que siempre había creído tener.
Emily, aún hecha un ovillo, levantó la mirada hacia él. Había cautela en sus ojos, pero también algo que Alastor no pudo ignorar: una tenue chispa de confianza. Dudó por un momento antes de alargar su mano temblorosa y tomar la de él.
El contacto fue extraño para ambos. La mano de Emily era cálida, casi reconfortante, mientras que la de Alastor, aunque físicamente tangible, parecía irradiar un frío antinatural.
—Vamos, angelita —dijo con su típica sonrisa, aunque su tono era inusualmente suave—. No tenemos todo el día para que te quedes revolcándote en el barro.
Emily asintió lentamente, permitiéndole ayudarla a ponerse de pie. Una vez fuera del suelo, intentó soltarse, pero Alastor no lo permitió de inmediato. Sus ojos rojos se clavaron en ella con una intensidad que la hizo estremecer, aunque no de miedo.
—¿Qué? —preguntó Emily, confusa.
Alastor mantuvo su sonrisa, pero había algo detrás de ella, un brillo que delataba pensamientos más profundos.
—Nada —respondió finalmente, soltándola con delicadeza—. Solo me aseguraba de que no vuelvas a caer.
Emily parpadeó, sorprendida por el comentario. No había rastro de sarcasmo en su voz, y eso era... desconcertante. Sin embargo, no quiso cuestionarlo. Simplemente asintió y comenzó a caminar hacia la habitación, con Alastor siguiéndola de cerca.
Mientras avanzaban por el pantano, el ambiente se tornó inusualmente silencioso... Alastor caminaba a su lado, sus pasos inusualmente ligeros para alguien de su tamaño.
Emily no pudo evitar robarle una mirada de reojo. Había algo extraño en él, algo que no podía identificar. No era solo su apariencia o su comportamiento; era una sensación, como si estuviera... cambiando.
Cuando finalmente llegaron a ver a una distancia la habitación de Alastor, el dijo:
—Debo admitir —dijo, rompiendo el silencio—, nunca pensé que compartiría tanto tiempo con alguien como tú. Es... inesperado.
Emily lo miró, sorprendida por la honestidad en su tono.
—Supongo que yo tampoco lo esperaba —respondió en voz baja, cruzando el umbral que separaba el pantano de la habitación.
Alastor se recargó contra la pared de la habitación, observando cómo Emily inspeccionaba distraídamente los pequeños detalles del lugar, tal vez buscando calmarse tras el caos en el pantano. Su mente, sin embargo, estaba lejos de estar tranquila.
"Su angelita."
El pensamiento volvió a cruzar por su cabeza, esta vez más fuerte, más insistente. Algo en esas palabras lo descolocaba profundamente. Emily no era suya. Solo era... Emily.
No era la primera vez que su mente intentaba jugarle una mala pasada. Después de todo, había pasado décadas disfrutando de las complejidades del control y la dominación, regodeándose en las debilidades de otros. Emily, en teoría, no debía ser diferente. Era su presa, su entretenimiento en un mundo donde las emociones ajenas eran simplemente piezas en su juego.
Pero... ¿por qué sentía que Emily era distinta?
La manera en que ella hablaba con él, directa pero sin el veneno que otros usaban. La forma en que su presencia parecía envolverlo en una especie de calor molesto pero innegablemente... intrigante. Lo peor era que, en lugar de querer aplastar ese calor, quería... mantenerlo.
Alastor apretó los dientes, irritado consigo mismo.
"No es mía," pensó, intentando convencerse. "No puede serlo. Ella es solo... Emily."
Sin embargo, el pensamiento no se desvaneció. Lo único que consiguió fue arraigarse más profundamente.
Emily, que había estado de pie junto a la ventana, se giró hacia él, interrumpiendo su tormenta interna.
—¿Qué ocurre? —preguntó, con un tono que mezclaba curiosidad y algo de preocupación.
Alastor le devolvió su típica sonrisa, esa que siempre usaba para ocultar cualquier cosa que no quisiera mostrar.
—Nada, mi querida angelita —dijo con una voz melódica, aunque su interior se agitaba—. Solo estaba pensando en qué tan peculiar eres.
Emily frunció ligeramente el ceño, notando algo en sus palabras, pero decidió no presionar.
Alastor dio un paso adelante, inclinando ligeramente la cabeza mientras su sonrisa se mantenía intacta.
—Dime, Emily... ¿qué harías si pudieras salir de aquí? —preguntó, su tono ligero, casi casual, aunque sus ojos brillaban con una curiosidad genuina.
Emily lo miró, sorprendida por la pregunta.
—No lo sé —admitió, abrazándose a sí misma—. No creo que pueda regresar al cielo, y no tengo un lugar en este mundo.
Alastor arqueó una ceja.
—¿Y qué hay de quedarte aquí? Conmigo.
Las palabras escaparon de su boca antes de que pudiera detenerlas, y por un breve instante, incluso él se sorprendió.
Emily lo miró con una mezcla de sorpresa y algo más que no pudo identificar.
—¿Contigo? —repitió, intentando entender el significado detrás de su propuesta.
Alastor rio, recuperando su compostura.
—¡Oh, no te emociones demasiado! —dijo, alzando las manos con fingida inocencia—. Solo digo que, mientras estés aquí, puede que no sea tan malo. Después de todo, ¿quién más podría soportarte además de mí?
Emily rodó los ojos, aunque una pequeña sonrisa apareció en sus labios.
—Eres imposible, Alastor.
—Lo sé —respondió él, guiñándole un ojo—. Y también sé que soy fascinante.
Mientras se intercambiaban esas palabras ligeras, Alastor no pudo evitar pensar en lo que acababa de decir.
"Quedarte conmigo..."
La idea lo irritaba y lo intrigaba a partes iguales. Algo estaba cambiando dentro de él, y aunque se negaba a admitirlo, sabía que Emily estaba en el centro de ese cambio.
Alastor se detuvo cerca del borde del pantano que aún decoraba la habitación. Observaba a Emily con un aire distraído mientras ella tomaba un libro de la pequeña estantería al lado de la chimenea. No podía evitar notar la delicadeza de sus movimientos: cómo deslizaba los dedos por los lomos de los libros, casi como si estuviera acariciando una reliquia sagrada.
Cuando finalmente eligió uno, Emily se acomodó cerca de la chimenea, dejando que la luz del fuego iluminara su rostro. Abrió el libro con cuidado, sus ojos recorriendo las páginas con interés genuino. Por un momento, Alastor se encontró fascinado.
Era una escena tan simple, tan mundana, y sin embargo, había algo en ella que lo mantenía anclado a su lugar. El fuego crepitaba suavemente en el fondo, las sombras danzaban alrededor de la habitación, y Emily parecía completamente inmersa en su lectura, ajena al mundo que la rodeaba.
"Es tan... calmada," pensó, frunciendo ligeramente el ceño.
Calma. Esa no era una palabra que soliera asociar con su existencia. Él era caos, ruido, euforia. Pero Emily... ella traía consigo un tipo de tranquilidad que no estaba seguro de cómo manejar.
Sus ojos viajaron a su rostro. Había una pequeña arruga en su frente mientras fruncía el ceño ante algo en el libro. Después, sus labios se curvaron en una sonrisa suave, como si hubiera encontrado algo divertido. Fue un gesto tan natural, tan humano, que Alastor sintió una punzada extraña en su interior.
"¿Cómo puede alguien ser tan genuino en este lugar?"
Era casi irritante. Y aún así, no podía apartar la mirada.
Su mente divagó nuevamente. Desde el principio, Emily había sido un enigma. Una ex-serafín atrapada en su mundo, alguien que debería haberlo detestado con cada fibra de su ser. Y aunque había odio en su mirada, también había algo más. Algo que él no había esperado encontrar.
Calidez.
El solo pensamiento lo hizo apretar los dientes. Calidez no era algo que él quisiera o necesitara. Era un recordatorio incómodo de una humanidad que había dejado atrás hace mucho tiempo.
De pronto, Emily levantó la vista del libro y lo miró directamente.
—¿Qué? —preguntó él de inmediato, volviendo a su sonrisa habitual, aunque su mente todavía estaba atrapada en sus pensamientos.
Emily frunció el ceño ligeramente.
—Te hice una pregunta, pero parece que estabas perdido en tu mundo.
Alastor soltó una risa breve, inclinando la cabeza hacia un lado.
—¿Perdido? ¡Oh, angelita, jamás me perdería en mi propio mundo! Pero dime... —se acercó un paso, con las manos en los bolsillos y una sonrisa afilada—, ¿qué fue lo que dijiste?
Emily lo miró por un momento antes de responder, sus ojos brillando con algo que él no pudo descifrar. Y mientras esperaba su respuesta, no pudo evitar sentir que, una vez más, Emily había encontrado una forma de colarse en los rincones más oscuros de su mente.
Aunque...
Alastor se quedó en silencio por un momento después de escuchar la petición de Emily. Su sonrisa permaneció intacta, pero sus ojos revelaban un destello de incomodidad. La idea de permitirle salir de la habitación, y mucho menos del hotel, le causaba una mezcla de recelo y molestia que no podía disimular del todo.
—¿Salir del hotel? —repitió con una risa ligera que no alcanzó a ocultar su desdén—. ¿Y qué sentido tiene eso, angelita? Aquí tienes todo lo que podrías necesitar, ¿no crees?
Emily lo miró con una mezcla de determinación y expectativa.
—Solo quiero ver más allá de estas paredes. No estoy diciendo que lo haga sola —añadió rápidamente—. Quiero que me acompañes.
Por un instante, Alastor se quedó sin palabras. ¿Por qué estaba tan interesada en salir? Había sido bastante sumisa hasta ahora, conformándose con explorar la habitación y el pantano que él había creado para su comodidad. Pero ahora parecía querer más.
—¿Por qué tan repentino? —preguntó con una sonrisa fija, aunque su tono sugería que estaba analizando cada palabra.
Emily bajó la mirada por un momento, como si estuviera buscando la forma correcta de explicarse.
—Es que... he estado leyendo. —Alzó el libro que tenía entre las manos.
Alastor inclinó ligeramente la cabeza y se acercó, observando la portada con curiosidad.
—"La Bella y la Bestia" —leyó en voz alta, con un deje de burla—. Qué elección tan... interesante.
Emily lo miró con un ligero rubor en las mejillas.
—Es una historia que solía escuchar en el cielo. Trata sobre cómo las personas pueden cambiar, sobre ver más allá de las apariencias...
Alastor soltó una carcajada genuina, su tono repleto de diversión.
—¡Oh, angelita! —exclamó mientras tomaba el libro de sus manos y lo examinaba como si fuera un objeto extraño—. ¿Acaso estás insinuando que hay algo más allá de lo que ves en mí?
—No lo dije por ti —respondió rápidamente, aunque su expresión traicionaba cierta duda.
Alastor bajó la mirada hacia el libro, hojeando las páginas con desinterés aparente. Pero en el fondo, no podía evitar sentirse intrigado. ¿Era este cuento lo que la había inspirado a querer salir?
—¿Así que crees que el mundo allá afuera tiene algo maravilloso que ofrecerte? —preguntó finalmente, dejando el libro a un lado y mirándola directamente a los ojos. Su tono era una mezcla de desafío y curiosidad genuina.
Emily sostuvo su mirada con firmeza.
—No lo sabré hasta que lo vea, ¿verdad?
Alastor sonrió, aunque esta vez había algo más oscuro en el gesto. Dio un paso hacia ella, inclinándose lo suficiente como para que su rostro quedara a la altura del de Emily.
—Muy bien, angelita. —Su voz era suave pero cargada de amenaza—. Si estás tan ansiosa por ver lo que hay afuera, puedo llevarte. Pero te advierto algo... —Sus ojos se estrecharon, y su tono se volvió más frío—. Allá fuera no hay cuentos de hadas.
Emily no retrocedió, aunque su corazón latía con fuerza.
—No espero cuentos de hadas.
Por primera vez en mucho tiempo, Alastor sintió una pizca de respeto por su valentía. Pero también sabía que, si accedía, tendría que ser bajo sus condiciones. Porque nadie, ni siquiera Emily, podía escapar de su control.
Emily sintió la mirada penetrante de Alastor en ella y un escalofrío recorrerle la espalda al recordar la conversación entre Alastor y Husk. Aunque sabía que Alastor era temible, no podía evitar compararlo con el trato que le daba a ella. Con los demás parecía cruel, implacable, casi como si los considerara simples juguetes para su entretenimiento. Pero con ella... con ella era diferente.
Por un instante, su determinación flaqueó. ¿Qué estaba pensando? Pedirle a Alastor que la dejara salir era una osadía. Especialmente cuando aún recordaba la manera en que había amenazado a Husk, dejando claro que nadie debía cuestionarlo. Su valentía, aquella que había sentido momentos antes, empezó a parecerle una estupidez peligrosa.
Alastor, por su parte, observaba cada matiz en su expresión con sus ojos penetrantes. Era obvio que estaba calculando, analizando el giro de sus emociones. Con un gesto teatral, dio un paso hacia ella, acercándose lo suficiente para invadir su espacio personal.
—Ah, angelita... —murmuró con una sonrisa que no alcanzó a disimular un dejo de amenaza—. Tu valor es admirable, pero... también algo imprudente, ¿no crees?
Emily tragó saliva, sus dedos apretando las esquinas de su vestido mientras intentaba mantenerse firme.
—Solo quiero entender más de este lugar... —murmuró, bajando ligeramente la mirada, pero sin retroceder.
Alastor soltó una carcajada ligera, un sonido que llenó la habitación con un eco inquietante. Dio media vuelta, caminando hacia el libro que había dejado en la mesa, y lo levantó nuevamente.
—"Entender más" —repitió, hojeando las páginas con desinterés aparente—. Qué curioso que busques entender algo que no tiene sentido alguno. El infierno no es un lugar para explorar, angelita. Es un lugar para sobrevivir. Y, francamente, no estoy seguro de que estés lista para enfrentar lo que hay afuera.
Emily apretó los labios. Sabía que tenía razón. Lo había visto con sus propios ojos: este mundo era cruel, caótico y lleno de peligros. Pero a pesar de ello, algo en su interior la empujaba a querer saber más, a experimentar lo que había más allá de estas cuatro paredes.
—¿Y si tú estás conmigo? —insistió, su voz apenas un susurro.
La sonrisa de Alastor se ensanchó, pero sus ojos brillaron con un destello peligroso.
—Oh, angelita, ¿de verdad crees que mi presencia sería suficiente para protegerte? —se inclinó hacia ella, dejando el libro a un lado—. ¿Qué crees que soy, un héroe?
Emily negó rápidamente con la cabeza, recordando los relatos sobre él.
—No, pero... eres fuerte. Y conmigo has sido... bueno.
Alastor ladeó la cabeza, divertido por su honestidad.
—Bueno... —repitió, probando la palabra como si fuera algo extraño en su lengua—. Qué peculiar descripción de mí, viniendo de una serafín.
Emily no respondió, pero mantuvo su mirada fija en él, intentando demostrar que no tenía miedo.
Finalmente, Alastor suspiró, dando un paso hacia atrás y levantando ambas manos en un gesto de derrota fingida.
—Está bien, está bien. Me has convencido. No saldrás de esta habitación.
Emily lo miró con sorpresa.
—¿Qué?
Alastor sonrió de nuevo, esta vez con un toque burlón.
—Lo que escuchaste. No me gusta la idea de arriesgar mi preciada propiedad en un lugar tan peligroso. —Dio un golpecito en su barbilla, como si estuviera considerando algo importante—. Pero si quieres una idea de lo que hay allá afuera...
Se inclinó hacia ella, su rostro a solo centímetros del suyo.
—...puedes seguir soñando.
Emily sintió una mezcla de frustración y alivio mientras él daba media vuelta, claramente satisfecho con su respuesta. Sabía que Alastor estaba protegiéndola, pero también sabía que sus razones eran mucho más egoístas de lo que él admitiría jamás.
Emily, a pesar de la advertencia, no dejaba de insistir, su tono ya reflejando cierta desesperación al igual que una creciente determinación.
—Por favor, Alastor, solo quiero ver algo más allá de estas paredes. No tengo intención de huir ni de ir contra tus reglas, pero... necesito saber que hay algo más. No todo puede ser oscuridad y peligro aquí.
Alastor se cruzó de brazos, su mirada severa mientras observaba a Emily, que se acercaba un poco más a él, tratando de hacerle entender lo que sentía.
—No entiendes, ¿verdad? El infierno no es un lugar para alguien como tú, ¡no es un lugar para ángeles! —exclamó Alastor, su tono firme y su voz resonando como un trueno. Su paciencia se agotaba rápidamente.
Emily, sin embargo, no dio un paso atrás. Su corazón latía fuerte, y la frustración se reflejaba en su rostro.
—¿Y qué quieres que haga? ¿Quedarme aquí atrapada, sin poder vivir ni sentir? No me puedes pedir que me quede callada, que acepte todo lo que me das sin más...
¡Soy mucho más que solo un ángel!
Alastor dio un paso hacia ella, su presencia imponente casi haciendo que la habitación temblara. Su rostro era una máscara de furia contenida, y su voz era ahora baja, casi venenosa.
El infierno entero estará
más que dispuesto a ir a
por tu cabeza
El último suspiro salió con dureza, y sus ojos brillaron con la amenaza clara.
Emily, sin embargo, no se dejó intimidar.
¡No puedes asegurar eso, Alastor!
No sabes lo que puedo hacer, lo que puedo soportar...
Alastor la miró fijamente por un momento, su rostro neutral pero su mirada era la de alguien que luchaba por no ceder a la tensión. Luego, con una sonrisa fría, habló, su tono volviendo a ser retumbante y controlado:
Lo sé querida, no me equivoco
Ella no se atrevió a decir nada, lo miro hasta que el siguió.
Tú no has de saber que ya viví esta situación
Acabé con todos para escalar...
Y al final, nadie hubo a mi lado
Y a quien más me importo, nunca pude ver ya...
Lo noto en la mirada de Alastor, había una pena y tristeza irrefutables.
No deseo más
"En esta sensación", pensó Alastor mirándola.
No deseo más
"Déjame ayudarte", susurró Emily acercándose a él.
Yo voy a acompañarte
Y lo prometo así
Agrego ella entonando y tomando las manos de Alastor.
Alastor, no tienes que mantenerme aquí por siempre
Emily lo miro suplicante, pero a su vez con una paz que Alastor no podía descifrar.
No quiero que te vayas, no quiero quedarme solo, como quede después de...
Otra vez en esa mirada fría y calculadora de Alastor un bache, un hueco, un vació, que ella no podía descifrar, aun habia mucho que no sabía de él.
Alastor
Murmuró, mirándolo fijamente a los ojos.
Un tiempo atrás, yo no sabía nada de mí
Inútil me sentí
Pero al llegar vi la realidad
Y así, oyendo con pasión
Creo que puedo ver lo que hay en tu interior
Y al final, fuiste tú lo que me hizo ver
Te convertiste en un ángel para mí
Alastor la miro con algo de gracia... ¿Él? El gran temible demonio de la radio ¿Ser un ángel para ella? La misma idea era demasiado cursi que le daban ganas de vomitar, pero... viniendo de Emily, era tan cálido todo.
No deseo más
"Es lo que siento yo", pensó ella mirando con determinación al otro.
No deseo más
"En esta sensación", susurró él, tomando la iniciativa y acaricio la mejilla de Emily.
Yo voy a protegerte
Pues no deseo más
Ambos se miraron con miedo de lo que estar conviviendo juntos podría estar ocasionándoles, pero ansiosos por ver hasta donde llegarían.
Anhelo saber de ti aún más
Comento él, colocando una mano en la cintura de ella, dirigiendo un pequeño baile.
Yo así lo quiero, del mismo modo
Respondió ella con su clásica paz y calma, posando su mano junto a la de Alastor en su mejilla y la otra en su antebrazo.
En ti veo algo, más allá
No sabía que cosa de Emily se le hacia tan cálida, tan familiar, pero no quería soltarla.
¿Hablas en serio?
No dudes de ello
Ambos giraron sobre sus talones, con sonrisas que revelaban la confianza ciega en el otro.
Solo yo quiero
Estar juntos más tiempo
Lo intentaremos
No nos separaremos
Alastor sintió un revoltijo en su estomago a la hora de decir aquello, pero... No quería dejarla ir, y esperaba que ella no quiera alejarse.
Pues al final, yo te elijo sin dudar
Te acompañaré como nadie más lo hará
Cuando Emily dijo eso, no se pudo sentir más contento desde... ¿Hace cuanto no experimentaba felicidad?
"¿Quién pediría más?", perdió a su madre, no quería estar solo, no pedía más que la compañía de alguien y Emily, dijo que no iba a dejarlo.
No hay nada igual
"No hay nada igual", decir la verdad, se siente bien y si tenía que hacerlo para volver a caer al infierno, lo haría para volver a conocer a Alastor.
No hay nada igual
"No hay nada igual", después de tanto... por fin ambos se sentían bien.
Doy gracias por tenerte
Doy gracias por retenerte
No hay nada igual
Y no deseo más
Emily, con el corazón palpitante, no pudo evitar actuar impulsivamente. Sin pensarlo más, se lanzó hacia Alastor, envolviendo sus brazos alrededor de él en un abrazo cálido. Al principio, Alastor se quedó paralizado, su cuerpo rígido, sin saber cómo reaccionar.
El contacto físico era algo que siempre había evitado, un recordatorio del dolor, de la soledad y de la vulnerabilidad. Sentir el abrazo de Emily lo descolocaba, y más aún al saber que era algo tan genuino, tan desinteresado. Algo que él, el temido demonio de la radio, no merecía. Sin embargo, a pesar de todo lo que odiaba sobre ese contacto, no pudo resistir el impulso. Su brazo se levantó lentamente, dudoso, como si estuviera deshaciendo años de aislamiento. Y finalmente, correspondió al abrazo.
Era un gesto torpe, casi incómodo, pero se sentía real. No era el Alastor que imponía miedo a todos, no era el monstruo que aterrorizaba a las almas. Era solo un hombre, un ser que, a pesar de su naturaleza demoníaca, no podía escapar del calor que Emily le brindaba. No podía evitar la calidez de su abrazo, de su cercanía. Algo en su interior se removía, y por un momento, se permitió a sí mismo ser vulnerable.
Emily, por su parte, sintió la resistencia al principio, pero no se detuvo. Ella sabía que el contacto era algo que él no aceptaba fácilmente, pero con cada segundo que pasaba, sintió que él se relajaba un poco más. No necesitaba palabras para entenderlo. Alastor, en ese instante, no era el gran terror del infierno. Era solo un ser que, al igual que ella, deseaba ser visto, deseaba ser comprendido.
El abrazo duró solo unos segundos, pero para ambos, se sintió como una eternidad. Alastor no dijo nada, pero sus ojos brillaron con una mezcla de emociones contradictorias. La bestia, el demonio que había estado tan lleno de odio y desprecio, ahora sentía algo diferente. No era amor, no aún. Pero había algo, una chispa, una grieta en su corazón que le decía que no podía odiarla.
Cuando Emily se apartó, se miraron por un instante, sin palabras, pero con una comprensión mutua que se había forjado en ese breve abrazo. Alastor, con su típica sonrisa fría, intentó recuperar su compostura, pero su mirada, tan humana en ese momento, dejaba ver algo más.
—No te confundas, angelita —murmuró, aunque su voz ya no sonaba tan dura, ni tan venenosa. Era más suave, más humana—. No soy alguien digno de tu afecto.
Emily, con una sonrisa cálida, solo asintió.
—No me importa lo que pienses, Alastor. Yo te acepto tal y como eres.
Alastor desvió la mirada, sin saber cómo responder a eso. A pesar de todo, su corazón latía de manera diferente.
Emily, con una suave sonrisa, se apartó un paso, pero sus ojos seguían fijos en Alastor. La calidez en su mirada no desapareció, aunque sus palabras parecieran más complicadas de lo que realmente eran.
—Es curioso, ¿sabes? —dijo suavemente, casi como si estuviera pensando en voz alta—. A veces las historias que nos cuentan nos dicen que debemos temer lo que no entendemos, lo que no podemos controlar... Como en La bella y la bestia. La gente pensaba que la bestia era monstruosa, y sin embargo, al final, todos los que la juzgaron se dieron cuenta de que, en su corazón, había algo más.
Alastor la miró por un momento, el ceño fruncido. No dijo nada, pero su cuerpo se tensó un poco, como si no supiera cómo tomar las palabras de Emily. Se sentía como si la conversación estuviera girando en torno a algo más que una simple historia.
Emily, sin embargo, continuó con una ligera risa, como si se estuviera burlando de sí misma sin querer.
—La gente nunca entendió por qué Bella se quedó con la bestia, ¿verdad? Todos pensaban que debía huir de él, que debía temerle... Pero ella no lo hizo. Ella lo miró a través de los ojos del corazón, no de la apariencia. Y, al final, no era la bestia lo que debía cambiar, sino cómo se veía a sí misma... —sus palabras flotaron en el aire, casi como un susurro, antes de que Emily añadiera con suavidad—. Tal vez las bestias no son siempre lo que parecen, Alastor.
El silencio llenó la habitación. Alastor, que había estado esperando algún tipo de confrontación, o una respuesta más directa, se vio atrapado en el enigma de sus palabras. ¿Qué intentaba decirle? Sus ojos se mantuvieron en ella, y aunque su rostro seguía imperturbable, por dentro sentía que algo comenzaba a resquebrajarse.
—Lo que intento decir es... —siguió Emily, sin que sus ojos dejaran de mirarlo, con una timidez que rara vez dejaba ver—. Que no siempre hay que temer a lo que no entendemos. Y, a veces, incluso en las situaciones más improbables, el corazón puede ver algo más allá de lo que los ojos pueden mostrar.
Alastor permaneció en silencio, el aire entre ellos cargado con algo que no podía definir. ¿Acaso se estaba insinuando? ¿Qué pensaba Emily realmente? Su mente estaba llena de preguntas, pero ninguna respuesta le parecía lo suficientemente clara.
—No te estoy pidiendo que cambies, Alastor —agregó Emily, suavemente—. No te estoy pidiendo que seas alguien que no eres. Solo... solo quiero que sepas que lo que eres no me asusta.
Alastor sintió una punzada en el pecho, una sensación incómoda que no podía identificar, desvió la mirada, sintiendo un nudo en el estómago. ¡Claro que le asustaba! ¿Cómo no iba a asustarle? Todo lo que ella decía y hacía iba en contra de lo que él siempre había creído. Se había aislado por años, había construido una máscara tan fuerte para no ser vulnerable... y ahora, Emily estaba destruyendo esa barrera con cada palabra, con cada mirada. Y lo peor de todo es que no podía, no quería, aceptar lo que sentía.
—No soy... —comenzó a decir, pero se detuvo, como si no tuviera las palabras adecuadas.
Emily sonrió dulcemente, comprendiendo más de lo que él podría haber esperado. Sus ojos brillaban con algo más que simple bondad, algo más profundo. Ella no lo presionó más. No necesitaba palabras para expresar lo que sentía; estaba en su mirada, en su confianza tranquila y serena.
—No necesitas decir nada, Alastor. Ya lo sé. —Se acercó un poco más, sin temerle, y agregó en un susurro—. Yo veo más allá de lo que intentas esconder.
Alastor sintió un estremecimiento, algo caliente se levantaba en su pecho, pero rápidamente lo aplastó. No podía, no debía sentirse así. No podía permitirlo. Emily había dicho que no le asustaba, que lo aceptaba tal cual era, pero él... él no podía hacer lo mismo. No podía dejarse arrastrar por esos sentimientos débiles y humanos.
Se apartó ligeramente, volviendo a adoptar su postura más rígida, casi como una coraza.
—Tú... no sabes nada sobre mí —dijo en voz baja, intentando recuperar el control, aunque su tono ya no sonaba tan seguro como al principio.
Emily lo miró en silencio por un momento, pero sus ojos seguían brillando con algo inquebrantable, algo que Alastor no podía entender. No era tristeza, ni lástima... era algo más, algo que lo descolocaba.
—Lo sé mejor que crees, Alastor —respondió ella con una calma que solo aumentó la confusión dentro de él—. Y no me asusta.
Alastor deseó poder desaparecer, volver a la indiferencia que siempre lo había mantenido a salvo, pero algo en la forma en que Emily lo miraba, algo en su voz, lo mantenía ahí, atrapado.
—Tú... —comenzó nuevamente, pero al ver su expresión decidida, se detuvo, dejando que el silencio ocupara el espacio entre ellos.
No quería admitirlo. No quería pensar que, tal vez, Emily había logrado ver algo en él que ni él mismo había querido ver. Pero el problema era que no podía dejar de pensarlo, y eso, más que nada, lo aterraba.
¿Podría ser posible que ella, de alguna manera, lo aceptara tal cual era, con todos sus defectos y monstruosidades? Y más importante aún, ¿por qué eso le hacía sentir algo tan contradictorio en su pecho?
ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO!!
Hemos completado el segundo arco del fic y bueeeeno, ya estoy puliendo el siguiente cap que creo (si hago bien mis cálculos) será uno de los más potentes de todos.
Me gustaría escuchar sus ideas, cuidense! >;3
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