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Prólogo. El duelo


          ES COMO CONTEMPLAR LA NADA. Lissa no sabía qué rayos estaba mirando, probablemente era eso, ella no miraba nada. No podía siquiera pensar en alguna cosa que pudiera hacer más fácil el sentimiento que pesaba en su pecho. La mansión de los abuelos Malfoy nunca fue tan espaciosa como en ese momento.
Trató de arreglar la manga de su blusa negra, de darle un aspecto más decente a su vestimenta de luto. Pero no pudo. Las lágrimas la atraparon, haciendola llorar mientras trataba de quitar las hilachas de la manga, su visión borrosa pese a todo, seguía viendo la nada mientras en un silencio prologando todo su rostro se llenaba de lágrimas. Porque las personas tienen diferentes formas de llorar, hay quienes no sueltan ningún ruido, hay otras que el dolor se proyecta en sus jadeos de desesperación cuando el llanto es también otra suplica para detener ese dolor invisible.

Lissa es una chica increíble desde las palabras de sus padres, ahora bajo la ausencia de ellos siente que nadie podrá quererla como ellos lo hicieron. Los únicos que la pueden consolar ya no existen en el mundo y, una parte de ella desea ser más fuerte porque sus hermnos menores, más pequeños que ella son quienes están pasando por su mismo dolor. Ellos la necesitan.
Justamente en ese momento, la puerta se abre. Dos niños identicos la miran en silencio, uno de ellos se acercó rápido abrazandola fuerte, el otro caminó lento y la abrazo suave.

—La abuela dice que vayamos. —murmuró uno.

Lissa tragó saliva.

—Ya iré. Esperemos un poco más, solo un poquito.

Se quedaron allí abrazados unos minutos.

       En todas las noticias se hablaba del fallecimiento del matrimonio Malfoy-Potter, de las acciones que acabaron con la vida de ambos y de cómo su familia se veía destruida. Algunos olvidaban el tacto y la ética, comentando cosas con descaro, olvidando que habían personas en especial sus hijos, que sufrían por la perdida.
Lissa y sus hermanos bajaron al patio trasero de la mansión, donde se despedirían de sus padres, alzando un honorable Lumus. Allí la abuela Narcissa tenía los ojos lagrimosos, el rostro cansado. El abuelo Lucius, más dificil de leer estaba neutro con el mentón elevado en la imagen clara de un sangre pura imposible de romper. Lissa se quedó de pie junto al matrimonio Granger. Durante su vida había estado más cerca de ellos que de sus propios abuelos, por cuestiones de estatus social y de sangre, al crecer ella comprendió que su padre y su abuelo habían vivido en una comunicación agria.
     Miró fijamente a su abuelo, pensando que triste haber huido de su hijo y ahora estar en su funeral.

La mano pálida de Ron se poso de forma comfortable en su hombro. Lissa exhaló suavemente. Tenía aún muchas ganas de llorar pero no quería que nadie la viera, al menos de todos ellos. Porque guardaba su propio orgullo de chica fuerte y madura. En el fondo, su mente viajo hacia miles de recuerdos, mientras Minerva McGonagall comenzaba a hablar.
      Viajo hacia el cabello rubio de su padre, ese que brillaba contra el sol de una forma extraña pareciendo casi blanco. Hacia esas conversaciones cotidianas sobre por qué su rubio era más oscuro. Viajo a la primera clase de Quidditch en casa, cuando Potty le enseñó a volar.
En su corazón, ellos estaban por ahí. Lejos, quizá imposibles de encontrar pero estaban ahí.

Rose y Hugo se mantuvieron en silencio, al lado de James y Aldhibain. Cuando la ceremonia finalizo, algunos se detuvieron al frente de los niños dándoles sus condolencias.

—¿Podemos ir con ustedes? —preguntó Lissa a Hermione.

Ella sonrió.

—Pueden, por todo el tiempo que quieran.

Ese fue el acuerdo secreto. Si ellos morían o si Draco y Harry lo hacían, siempre cuidarían a sus hijos porque el trío dorado es la familia encontrada para siempre.

—Gracias.

Todos viven el duelo de forma diferente, este no es líneal. El llanto vendrá en cualquier momento. Lissa era conocida por su capacidad de conversar, de cualquier cosa y siempre estar desbordando energía. Tres días sin casi escucharla hicieron que Ron la invitará a construir casas de avecillas. En silencio, la chica lloró y por fin, pudo ser consolada como la joven que aún era, aquella que perdió a sus padres.
James lloró una noche cuando Rose estaba contandole un dato extraño de los trolls, lloró y rio.
Aldhibain de aspecto serio y, de actitud curiosa derramo lágrimas cuando trataba de amasar unas galletas.

"A mis queridos amigos,
a mis hermanos de otra
madre.
Estimados hijos, estimados
padres".

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