6.
❝ caída de careta ❞
¿Mi vida a caso se volvió mas insoportable con aquella chica o la volvió mas interesante?
Eran las preguntas que me hacía seguido desde que Arim apareció en mi campo de visión la primera vez. Desde todos los acontecimientos ocurridos, ahora cuidaba muchísimo más cada uno de mis movimientos, como si caminar sobre hielo delgado se hubiera convertido en mi rutina.
No habían palabras para Arim, no tenía ganas de discutir y ella tampoco intentaba iniciar conversación, lo cual agradecía. Por su parte, ni siquiera estaban sus bromas sobre los besos y eso es era un descanso tremendo para mí. Pero si noté algo extraño en su actitud, algo en ella estaba apagado, desmotivado, triste. Se notaba muchísimo su estado de ánimo en menos mil.
Podría aprovechar esta oportunidad para burlarme de su cambio, de su nube negra, hacerla sentir miserable, pero no podía hacerlo, porque yo no era así. No podía. Aunque quisiera, había algo en su actitud que no me dejaba hacerlo.
Y sí, me estaba fijando mucho en ella, a pesar de que no quería.
Era jueves por la noche, acababa de regresar de mi turno en el supermercado. Como era costumbre, encendí mi cigarrillo nocturno en el patio, dejando que el humo calmara la tensión del día. Pero ese rato de paz se interrumpió por unos gritos que provenían de la casa de al lado. Fruncí el ceño, acercándome a la pandereta que nos separaba. Mi curiosidad, lo admito, siempre ha sido mi peor enemigo.
Soy un chismoso por naturaleza.
—¡¿Por qué no quieres ayudarnos?! ¡Debes hacerlo, Arim!
—¡No haré lo que tú quieres!
La puerta se cerró de golpe y reconocí la voz de ella al final. Me quedé quieto, sorprendido. Si yo le hablara así a mi mamá, ya habría sentido el impacto de su mano en mi cara. Pero al parecer entre ellos era algo habitual.
Lamentable.
Apagué la colilla del cigarro en el suelo y, sin pensarlo mucho, empecé a buscar algo para subirme. No tenía una razón clara, pero lo hice. Encontré una maceta vacía, la arrastré y me trepé como un maldito acosador, justo como ella me llamaría. Pero esta vez, ella no era la Arim arrogante que conocía, para nada.
Su cabello suelto le cubría la cara mientras tenía la cabeza enterrada entre las rodillas. No era difícil darse cuenta de que estaba llorando. Y no de una manera cualquiera, sino desgarradora.
Quise hablar. Abrí la boca, pero las palabras se quedaron atascadas. ¿Qué le diría? Soy pésimo en esto, no sé consolar a las personas.
—¿Qué haces observando, alien acosador?
Miré alrededor como un tonto, sabiendo que no había nadie más allí. Solo yo, espiándola desde la altura. Podría aprovechar esto, burlarme, sacar a relucir alguna crítica, pero no nuevamente, no pude. Se veía mal, peor de lo que hubiera imaginado, peor que los días anteriores. Cuando levantó la cabeza, vi sus ojos hinchados, el rostro vulnerable, la altanería completamente desaparecida.
—¿Estás bien? —me atreví a preguntar, sin saber si lo hacía por curiosidad o preocupación.
Arim no esperaba mi pregunta, eso era evidente. Pensé que me mandaría al diablo, pero me equivoqué completamente. Su barbilla tembló y dejó escapar más lágrimas, como si no pudiera contenerlas más.
—No... —susurró, con la voz quebrada.
El peso de esa simple palabra cayó sobre mí, y por primera vez, me di cuenta de que detrás de esa fachada, había alguien roto, tan frágil como cualquier otra persona.
—¿Qué es lo que tienes? —pregunté, a pesar de saber que probablemente no obtendría una respuesta directa.
—No quiero hablar de esto —respondió con voz cansada, evitando mirarme—. Solo déjame con mi pena, hablar no me ayuda en nada más que a sentirme miserable y, después, a que me duela la cabeza de una manera horrible por llorar tanto.
Apoyé mejor mis brazos en la pandereta y ladeé mi cabeza, tratando de buscar una manera de aligerar el ambiente.
—Nada como un buen té de tila para relajarte, ¿quieres uno?
Arim levantó la vista con algo de duda, sus ojos aún húmedos de lágrimas. No se molestó en limpiar las que seguían resbalando por sus mejillas. Me observó como si intentara descifrar mis intenciones. Sus ojos se veían aun más expresivos a causa del llanto.
—¿Quién eres y por qué estás siendo amable?
—¿Ofrecer algo que te ayude a calmarte porque luces angustiada es ser amable? La vara por el piso. —Solté un comentario sarcástico, esperando que su reacción fuera más explosiva. Pero, para mi sorpresa, Arim soltó una risa.
Una risa genuina.
Esa risa me tomó desprevenido. Era como si un pequeño rayo de luz se filtrara entre las grietas de una tormenta.
—De hecho, si es ser amable. Pero tienes razón —admitió, todavía con una leve sonrisa—. Creo que no estoy acostumbrada a la amabilidad de terceros.
Aclaré mi garganta y mordí mi labio, tratando de no devolverle la sonrisa, aunque era difícil.
—Ya veo. Pero no has respondido a mi pregunta.
—¿Quieres que vaya a tu casa?
—¿Quieres entrar al lugar que miraste con tanto asco?
Me miró sorprendida por mi sinceridad y abrió su boca intentando buscar las palabras adecuadas.
—No fue así... —agachó la mirada y, por primera vez, la vi avergonzada—. Lo siento.
—Si quieres, puedes venir.
—¿Hay alguien más?
—Aquí viven mis padres. —Golpeé ligeramente la muralla con el dedo—. Pero están durmiendo. Mamá siempre espera a que llegue del trabajo para poder descansar tranquila.
—Eso… es muy lindo de su parte —dijo con un tono más bajo, mordiendo su labio para contener las lágrimas que amenazaban con regresar—. Lo siento… problemas paternales y maternales. Soy un fiasco.
—Aún no conozco a la persona que se lleve al cien con sus padres. Tranquila.
Por un momento, hubo silencio entre nosotros, pero no fue incómodo. Era como si el peso de las emociones hubiera hecho que esa pared invisible que siempre estuvo entre nosotros hace semanas comenzara a agrietarse. Y no era tan malo, después de todo.
—Entonces… —comenzó a decir, con un dejo de timidez—, ¿tienes ese té de tila?
Sonreí, aunque esta vez no intenté ocultarlo.
—Sí. Dame un segundo.
De ustedes depende si subo otro 😋 y quedó en un buen momento.
20 votos y subo el siguiente (en la noche, cuando llegue del trabajo) tienen mucho tiempo ❤️🩹.
Espero les guste ❤️.
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