5.
❝ instintos primitivos ❞
Desde aquel encuentro en la noche, la dinámica entre ella y yo se había vuelto... algo peculiar. Cada mañana, cuando salía a trabajar con mi mochila al hombro y el cansancio de días acumulado en mis ojos, la veía. Arim caminaba con su propia mochila y libros, como si fuera una estudiante modelo, fingiendo normalidad. Pero ambos sabíamos la verdad que se escondía bajo esa fachada.
Era tan mentirosa, dios mío.
Las miradas que intercambiamos no necesitaban palabras. La de ella, altiva y desafiante, parecía un recordatorio de su advertencia: No digas nada. La mía, sin embargo, era mucho más profunda. Penetrante, casi calculadora. Te tengo en la mira. Mis ojos transmitían un mensaje claro, como si cada vez que la viera quisiera decirle: Me caes mal. No eres más que una niña caprichosa y mentirosa.
Y Arim lo sabía.
A pesar de su sonrisa despreocupada y de los besos al aire que de vez en cuando me lanzaba de manera juguetona, dejando en claro que no olvidaba lo que había presenciado, había una tensión subyacente en esos momentos. Para mí, esos besos no eran más que provocaciones. Una burla descarada de lo que ella había intentado ocultar.
Lo mio no era nada comparado a las mentiras de ella para mantener la fachada.
Una mañana, mientras caminaba hacia su trabajo, Arim apareció en mi campo de visión. Como de costumbre, estaba sola, con su pelo cuidadosamente arreglado y sus libros en la mano. La vi a la distancia, pero esta vez, ella no hizo aquel gesto que me tenía podrido. En lugar de eso, se detuvo justo frente a mi, con una sonrisa que solo pude describir como irritantemente encantadora.
—No olvides lo que viste — dijo ella, en tono divertido, mientras hacía una pequeña reverencia sarcástica—. Pero tampoco olvides que no sabes todo, Jungkook.
Tuve que contenerme para no soltar una carcajada amarga. Como si lo que no sé me importara en lo más mínimo.
—Oh, así que si te sabes mi nombre, eso es increíble — mencioné con sarcasmo —. No te preocupes, no lo olvido — respondí, con voz baja pero firme, mientras mi mirada volvía a clavarse en ella-. Estoy esperando a que seas tú quien lo olvide primero.
Arim soltó una risa suave, pero no contestó. Simplemente me lanzó otro beso al aire y siguió su camino, como si todo aquello fuera un juego. Totalmente divertido.
Rodee los ojos para seguir con mi camino. Ahora, estaba en mi puesto de trabajo, nuevamente. No tenía vida. Solo sabía trabajar, trabajar, y ah, sí, trabajar.
No podía hacer otra cosa, que maravilloso.
Era como si el universo me hubiera condenado a esta rutina incesante, un ciclo interminable de responsabilidades que ni siquiera me permitían descansar la mente. Estaba cansado. Muy cansado.
Desearía ser millonario.
—¿Por qué tienes esa cara? —preguntó Jurin, su voz suave interrumpiendo el ruido blanco de mis pensamientos.
Pestañeé un par de veces, intentando salir de mi trance, pero mis ojos seguían clavados en la tapa de un libro que ni siquiera estaba leyendo. Solo lo tenía ahí, como una especie de escudo entre el mundo real y yo.
Lamentable.
—Nada. Solamente... tengo un montón de cosas en la cabeza —murmuré, sintiendo cómo su mano se posaba en mis hombros, masajeándolos suavemente.
Desde aquel beso que compartimos, las cosas se habían vuelto complicadas. Mantener distancia era la única opción que tenía porque, sinceramente, no podía darle lo que quería. O tal vez estaba exagerando y ella solo buscaba algo pasajero.
Quizás estaba mal interpretando las cosas.
—¿Esto tiene que ver con la niña rica? — preguntó de repente, con su tono lleno de curiosidad y, quizás, un poco de celos.
Me alejé un poco, lo suficiente para poner algo de espacio entre nosotros, y la miré fijamente. Jurin no sabía nada, no entendía lo complicado que todo se había vuelto. O que yo estaba complicando.
Negué rápidamente, intentando desviar la conversación.
—No... no es ella. Solo que... se me acumularon muchas cosas, y sí, ella es parte, pero no lo es todo. —Mi respuesta salió torpe, como si ni siquiera yo me creyera las palabras que acababa de decir.
—¿No crees que estás pensando demasiado en ella?
—¡No pienso en ella! —Mi voz se alzó más de lo que debería. Me exalté. Estaba tan agotado que el mal humor parecía querer aflorar en cada palabra que decía.
Ella entrecerró los ojos, y por un momento supe que había tocado un punto sensible. Pero ¿qué quería que hiciera? ¿Negar que cada vez que veía a Arim sentía una mezcla de molestia e intriga? Esa chica me sacaba de quicio, con su actitud y su manera de hacerme sentir insignificante cada vez que abría su boca para quejarse del lugar en que vivía ahora.
Y también esos molestos besos.
—Es una estúpida que se cree superior por tener un poco más de dinero que nosotros. Pero tanto dinero no creo que tenga si está viviendo por estos lados — murmuró, evidentemente molesta—. No le des tantas vueltas al asunto, ¿vamos al pasillo de atrás? No quiero que tengas esa frente arrugada, te ves mal.
—No creo que sea buena idea... —empecé a decir, pero ella no parecía dispuesta a aceptar un no por respuesta.
—¿Y salir hoy?
—Debo trabajar — contesté, casi como un reflejo. Siempre era lo mismo. Trabajo, trabajo, trabajo.
—Entonces ven, vamos atrás. Estás muy tenso — insistió, acercándose más, y antes de darme cuenta, estaba besándome de nuevo.
Sabía que debería haberme detenido, pero me dejé llevar. Estaba cansado, frustrado, y de alguna forma, esos momentos con Jurin me hacían sentir algo más que un trabajador condenado a una vida de responsabilidades. Nuestras lenguas estaban en una batalla campal, y creo que ya las tendríamos algo hinchadas por lo salvaje que se había vuelto este momento. Todo era frenético, desbordado, como si estuviéramos liberando frustraciones contenidas en esos besos. Y luego, como si la vida no pudiera ser más cruel, escuché una voz familiar que ya me sacaba de quicio.
—Ah, no, pero qué tremendo, ¿qué tiene esta biblioteca? ¿No tienen casa para darse besos? ¿Está cupido por aquí?
Cerré los ojos, deseando que el suelo me tragara en ese mismo momento. Me alejé de Jurin como si hubiera tocado algo hirviendo. Cerré los ojos con fuerza al escuchar esa voz, la misma voz que parecía seguirme donde fuera. Sentí un impulso de gritarle al universo, "¿por qué siempre ella?". Al abrir los ojos, allí estaba, con una sonrisa en los labios, una mezcla de burla y satisfacción.
—¿Y tú qué? ¿Tengo un imán que estás donde yo estoy? — le solté, frustrado.
—Yo creo que es al revés, ¿no me estabas siguiendo tú la otra vez? —respondió irónica.
Jurin me miró, claramente confundida, mientras yo deseaba que la tierra me tragara . Esto no era como se suponía que debían ir las cosas.
Era como si de pronto, todo me comenzara a salir peor. Ya me iba bastante mal en la vida, ahora ya iba peor.
—No es así... — intenté aclarar, pero sabía que mi voz no tenía la convicción suficiente.
Arim, con una sonrisa burlona, hizo un gesto con la mano, señalando sus propios labios como si me recordara limpiarme. Sin protestar, me pasé la camiseta por los labios, quitando los rastros del labial oscuro de Jurin. No podía creer que me estuviera dejando arrastrar por esta situación absurda.
—Tienes dinero y vienes a una biblioteca, ¿acaso ya no tienes presupuesto para comprarlos por tu cuenta? — espetó Jurin, claramente molesta por la interrupción.
Segunda interrupción, mas bien.
Ella sonrió aún más, con una diversión que le hizo hervir la sangre.
—Si tengo dinero, ¿no puedo venir a una biblioteca? ¿Me estás discriminando por tener dinero? —replicó, algo sorprendida—. Increíble lo que maneja este lugar, una niña que no controla su boca y sus instintos primitivos. ¿Hasta dónde llegaremos?
Vi cómo mi compañera se tensaba y, antes de que pudiera reaccionar, hizo un amague de avanzar hacia Arim. Le agarré el brazo justo a tiempo, negando con la cabeza. Sabía que nada bueno saldría de ese enfrentamiento. Aunque me doliera admitirlo, Arim tenía razón. Trabajábamos en atención al cliente, y no podíamos darnos el lujo de perder la compostura, por mucho que quisiéramos.
—Lo siento, no volverá a ocurrir —dije, dije, tragándome el orgullo y forzando las palabras a salir de mi boca—. Te atenderé, vamos.
Ella sonrió con satisfacción, como si hubiera ganado alguna especie de duelo invisible. Me di la vuelta para tomar los libros de su lista, pero todo el tiempo sentía sus ojos sobre mí, como si estuviera evaluando cada movimiento, cada respiro, como si supiera que, por más que lo negara, ella ocupaba más espacio en mi mente de lo que quería admitir.
Creo que será la última actualización seguida porque lamentablemente chicas... mañana vuelvo al fokin trabajo
O quien sabe, si recibe apoyo algo pueda salir mañana 🫶🏻.
Gracias por leer, las amo ♥️.
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