3.
❝ bibliotecario pasional ❞
Ya había pasado una semana desde que los nuevos vecinos se habían instalado en el barrio, y mi versión de que las personas con dinero no tenían modales se había reforzado.
Y es que siempre este lugar había sido humilde, donde la gente se saludaba cordialmente al cruzarse en el mercado o al ir al trabajo. Todos nos conocíamos, no era un barrio tan grande. Pero los señores Park, con sus miradas altivas y desprecio hacia todos, me estaban sacando de quicio.
Digo, ¿costará demasiado ser amable? Sé que no es una obligación, pero a mi punto de vista, no es algo que te quite tanto tiempo. Y no quedas como alguien sumamente amargado con la vida.
El mundo individualista apesta, sin duda.
—¿Qué se creen? —pregunté con evidente enojo, mientras organizaba los libros en los estantes. Jurin me miró sorprendida, sin entender mi repentino enfado.
—¿Qué te pasó ahora? —preguntó, curiosa. Creo que por primera vez me había visto molesto por algo y que esa molestia haya perdurado por días.
—Hoy me encontré con la señora Chae, la señora canosa del apartamento 13, ¿sabes cómo es, verdad?
Ella asintió dudosa por mi pregunta.
—Mmh, ¿amorosa?
—¡Exactamente! — levanté mis brazos —. Saluda a todo el mundo con una sonrisa, ¿quién se negaría a devolverle el saludo?
Jurin ladeó la cabeza, intentando seguirme el hilo, hasta que de pronto chasqueó los dedos en comprensión.
—Estás como un perro rabioso por tus vecinos, ¿no?
—Los detesto —bufé, arrugando la nariz mientras seguía ordenando la pila de libros. Ella se rió y se acercó para palmearme el hombro.
—Ya deberías acostumbrarte a que esa gente es así. Yo también pensé que podrían ser diferentes, pero está claro que la gente así no cambia —dijo, con un tono resignado.
Apoyé mi cabeza en su hombro, dejando que sus leves caricias me calmaran por un momento. Cerré los ojos de manera automática, disfrutando del consuelo que me brindaba. No era un secreto que Jurin sentía algo por mí, era más que evidente. Pero entre dos trabajos y las deudas, yo no tenía tiempo para relaciones.
Prácticamente, no tenía vida.
Realmente patético.
Y vamos, Jurin era guapa, con su estilo oscuro y único. Su cabello corto, teñido de azul, siempre le quedaba bien aunque lo cambiara constantemente. Era alguien que no pasaba desapercibida en absoluto.
—Tienes razón —suspiré—. Solo me amargo la existencia. Lo mejor que puedo hacer es evitar cualquier cosa relacionada con ellos y se acaba este absurdo drama que me creé yo mismo.
Ella me dedicó una sonrisa cálida, pero antes de que pudiera decir algo, se inclinó y me dio un beso suave en la comisura de los labios. Me quedé sorprendido por su atrevimiento, aunque no me desagradó. Habíamos trabajado juntos por bastante tiempo, y nuestro coqueteo ocasional nunca había llegado más allá... hasta ahora.
¿Qué hay de malo en un beso?
Tomé su brazo antes de que se alejara y, de manera casi instintiva, la besé con urgencia. La llevé entre los estantes para no ser vistos por los pocos clientes que había. Jurin no se resistió, al contrario, respondió al beso con aún más intensidad. Su lengua buscó la mía sin demora, y yo, por supuesto, no me resistí.
No había besado a alguien en muchísimo tiempo y se sentía realmente bien.
—Wow, comiéndose la boca en horario laboral. Increíble.
Nos separamos de golpe, Jurin limpiándose la boca rápidamente mientras yo la imitaba. No había dudas de que tenía restos de su labial negro en los labios. Frente a nosotros, con una sonrisa divertida, estaba la señorita caprichosa: Arim, abrazando un par de libros.
—¿Qué haces aquí? —pregunté, arreglándome la ropa, sintiéndome incómodo por haber sido pillado en pleno acto. Como si hubiera sido un delito.
Quizás estaba exagerando, no es que estuviéramos teniendo sexo.
—Pues, es una biblioteca, ¿no? ¿A qué más voy a venir, genio?
—¿Y qué haces ahí parada espiando? —espetó Jurin, cruzando los brazos. No sabía si estaba más molesta por la interrupción o por la persona en cuestión.
—¿Y quién atiende aquí? ¿Me atiendo sola?
—Yo voy —murmuré, moviéndole el flequillo a Jurin con diversión—. Ve a reponer el estante de atrás.
Podía notar de reojo que Arim estaba disfrutando de la situación. Su semblante lo confirmaba. Estaba demasiado divertida viéndome como si fuera un espectáculo de su entretenimiento.
—Ahí es mejor lugar para besarse, ¿no? —agregó, con una sonrisa maliciosa.
—Será mejor que cierres la boca —Jurin apretó los dientes, visiblemente molesta.
—Está bien, Jurin, ve a ordenar. Terminaré esto rápido.
Mi compañera me lanzó una última mirada y luego se alejó, no sin dedicarle otra mirada fulminante a Arim antes de irse, mirada que ni siquiera inmutó un centímetro a la chica. Respiré hondo y caminé hasta la recepción, con Arim pisándome los talones. Sus tacones resonaban con fuerza en el suelo.
Escaneé los libros en silencio cuando llegamos, aún sintiendo la vergüenza por haber sido descubierto en una situación tan... inapropiada. No era así, lo juro, estaba en un momento de debilidad.
—Menos mal fui yo, ¿no? —comentó ella, interrumpiendo mis pensamientos.
—¿Qué?
—Menos mal que fui yo quien los vio, y no alguien que se escandalizara por ver a una chica metiéndole la lengua a un chico —rio con gracia al tomar su bolsa de libros.
—Solo fue un beso...
—Lo sé. Pero deberías tener tus momentos de pasión en privado. ¿En una biblioteca? —me miró con fingida sorpresa, mientras yo apretaba los dientes, tratando de no perder la paciencia.
—Metiche.
—Lo que tú digas, bibliotecario pasional — guardó el celular en su bolsillo y, antes de salir, se giró para mirarme una última vez—. Tienes labial negro en la boca. Límpiate.
Con eso, salió del local, dejándome con la sensación de que había salido victoriosa de nuestro pequeño enfrentamiento. Me acerqué a un espejo cercano y, efectivamente, todavía tenía restos del labial de Jurin.
Rojo de la vergüenza, me lo quité como pude sintiéndome aún más estúpido.
Maldita seas, Park Arim.
Subí dos capítulos porque esto debe avanzar, ¿no?
Me gustaría saber, ¿qué opinan de Arim?
Si los dos capítulos reciben apoyo, iré actualizando seguido, besos ❤️🩹.
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