C I N C O
Agua cristalina,
dulce de miel...
Un paraíso en pleno ser.
Valle del Elqui;
niebla de luna nueva
y goma de mascar.
Un beso de papel
en cada mejilla
y una sonrisa
que vuela al pasar.
Después del vaho ameno
no queda nada,
sólo tu perfume
queda intacto
sobre mi cuerpo inerme
que se esmera a acariciar
tu recuerdo mudo
y tu fragancia doliente.
Planeando conseguir
el tacto una vez más
en mis pálidas manos
que se enfrían
en el farol de lo nocturno
y se silencia por la
dulce niebla que exhalas.
Mi luz
de noche arteciopelada
que reza sobre los cuerpos
de sus amantes vacíos
y se aleja vacilante
con sus adorables
pies de bailarina de ballet,
esos que se dejan caer
sobre las hojas de otoño;
eterna y apacible
con la sed infinita
de los cazadores
que ansían en probarte,
mientras que tú
te burlas de ellos
con un alto descaro
disimulado a la par
y tu enigmática
sonrisa desbarata
con tus ojos melinos
que cayeron del cielo.
Una obra del destino
que sofoca a la gloria,
porque tú
eres más que eso;
eres la mujer
que quitó los ropajes
de las bestias
al goce máximo
y los convirtió en piedra,
eres por último
la muñeca de porcelana
que creó todo
su mundo de caramelo
y destruyó a los que añoran
a la manía insaciable
del orgasmo mismo.
Oh,
dulce ímpetu
que te esmera
a llegar
a mi corazón
de mármol fino.
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