
Capítulo 21
Las Tortugas Ninja no son mías, ahora pertenecen a Nickelodeon.
LoveOfDragons es la creadora de Minna Von Kleist y TsukihimePrincess de Stephanie De La Crux.
Espero que les guste lo que publicaré en esta historia :)
Minna abrió los ojos lentamente, su vista hacia la ventana por donde entraban los rayos del sol, con un suspiro ante el nuevo día, se incorporó en la cama hasta que su espalda estuvo apoyada en la cabecera. Miró al lado opuesto de la cama, encontrando a su esposo aún en pijama sentado en la orilla y dándole la espalda, sin duda perdido en sus pensamientos.
-¿Lograste dormir un poco? -cuestionó en voz baja, que en el silencio de la habitación fue como un trueno. La rubia ya conocía la respuesta, aún así no estaba demás preguntar.
-No.
Ella hizo un ligero ruido pensativo antes de acercarse y apoyar su frente en la espalda de Raphael. Se quedaron de ese modo en un silencio tranquilo por unos minutos, hasta que se decidió a romperlo de nuevo.
-Steph habló conmigo.
-Casey -respondió a la pregunta tácita, aún con las palabras de su mejor amigo rondando en su mente.
Minna no pudo evitar sonreír ya que por supuesto que sería Casey uno de los pocos capaces de mantener la cabeza en su lugar mientras los demás estaban ocupados perdiéndola. Como pareja, ella y Raphael eran el apoyo del otro cuando este estaba atravesando un episodio oscuro, tristemente no podían hacerlo en ese momento sin ayuda porque los dos estaban igual de perdidos.
Su sonrisa se atenuó un poco al pensar en el pelinegro, para él tampoco debía ser fácil pese a que llevó el luto significativamente mejor que todos los demás. No obstante, era difícil tratar de ser la roca que apoya a otros cuando también te estás rompiendo.
Steph tenía razón, no podían evitarla para siempre. No si querían cambiar las cosas para bien, al menos.
-Voy a hablar con ella -afirmó con más seguridad de la que sentía. Apoyó una mano en el hombro del pelirrojo con un toque suave- Eso no significa que tengas que hacerlo también. Si no quieres, está bien. Esto no es algo fácil de hacer.
La rubia alzó la cabeza al sentir el peso adicional de otra mano sobre la suya y vió a su marido asentir sin añadir ninguna otra palabra durante su preparación para el resto de la mañana.
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Jones estaba nervioso al bajar a la enfermería, las palmas de las manos le sudaban e intentaba disimularlo. Los últimos días habían tenido el factor común de ser extremadamente agotadores con todas las emociones y tenía el presentimiento de que el futuro próximo sería igual. Su conversación con su mejor amigo no había sido del todo desinteresada, sino que lo había usado como una caja de resonancia para hacer su propia introspección y ordenar sus pensamientos.
Maldita sea, estaba tan aterrado como emocionado por lo que iba a hacer. La alegría y la melancolía se peleaban dentro de él sin llegar a un acuerdo. Era la primera vez en años que se sentía tan en conflicto consigo mismo porque detrás de una simple puerta se encontraba una chica terriblemente parecida a quien había sido una hermana tanto como una amiga.
Parecida, puesto que esa chica no era su Leonora, y él estaba contento con ello.
Feliz debido a que esa mujer se veía distinta a su amiga, más saludable y fuerte pese a todo lo sucedido. Con el espíritu que la caracterizaba aún ardiendo en ella.
A Casey no le gustaba hablar de Leonora, no porque no valorase el recuerdo de su amiga, sino porque dolía. Cada vez que escuchaba al trío de hermanos o a los padres de estos hablar de ella en sus momentos más vivaces, sentía el rencor quemando en su pecho y las palabras venenosas en la punta de la lengua.
Jones amaba mucho al grupo que había llegado a ser su familia pero había una parte de él que siempre iba a tener en la memoria el cómo la fueron matando de a poco. Destructor puso fin a su cuerpo físico, sin embargo la propia familia de Leo fue quien la mantuvo agonizando hasta que apenas quedaron retazos de quien era. Trozos a los que ella se había aferrado con desesperación al alejarse para intentar formar una nueva vida.
No dijo nada, a Ethan le brillaban los ojos cada que podía obtener piezas pequeñas de información sobre la mujer que lo había traído al mundo y él no quería ser quien quebrara la ilusión en la que la familia se encerró. Eso no significaba que estuviera de acuerdo con sus métodos, porque incluso tratando de ser mejores con el nieto de lo que fueron con su madre, cometieron casi los mismos errores.
Casey se había hecho una promesa a sí mismo en el funeral al ver la pelea que hubo entre los Hamato y Usagi por Ethan mientras tenía al bebé en brazos. Se juró que iba a estar ahí para el niño tanto como pudiera.
Prometió, días después frente a la tumba de su amiga, que no dejaría que su hijo pasara por lo mismo. Se volvió confidente de su sobrino porque no vería a un niño crecer solo para quebrarse al igual que pasó con ella. Convicción que se extendió a los cuatro adolescentes a medida que sus destinos se enlazaban.
Al entrar a la enfermería, una pequeña sonrisa se apoderó de sus labios al ver al grupo de jóvenes desayunando en un ambiente tranquilo como si se tratara de una mañana normal en la mansión. Hizo conocer su presencia con un ligero saludo, los cuatro tuvieron una discusión con la mirada antes de volver su atención hacia el hombre mayor.
-Vienes a enfrentar al dragón, ¿eh?
-A la princesa en realidad, ella da más miedo -respondió a la pregunta del pelirrojo, sacando ligeras risas de los adolescentes.
-Mi padre y la tía April están con ella.
Casey asintió ante la información que le proporcionó el heredero mayor antes de avanzar hacia la puerta. Para Jones era evidente que había algo mal con Ethan y que, lo que fuera eso, debía sacarlo de su interior antes de que se le acabara el tiempo y si no podía hacerlo por sí mismo entonces su tío favorito intervendría en su ayuda. Mientras tanto, Jones debía resolver sus propios dilemas.
Casey no iba a mentir, él sentía que estaba viendo una escena de ensueño. Una ilusión retorcida que combinaba pasado y un futuro de lo que pudo haber sido al contemplar a la joven madre sonreír ante el video que le estaban mostrando Miyamoto y April en el celular. Él supo que era un video de la graduación de Ethan por lo poco que pudo escuchar desde su lugar. Ella preguntaba varias cosas señalando la pantalla, emocionada por todas las anécdotas que guardaba ese recuerdo.
De alguna manera, la vista fue suficiente para cortar la última cadena que le impedía a él dejarla ir.
Esa mirada serena y triste fue lo que atrajo la atención de la pelirroja y se preguntó cuánto llevaba su amigo observándolos puesto que no había escuchado la puerta. Casey los saludó con un silencioso pero amigable movimiento de su mano.
Ella y Usagi compartieron una mirada sabiendo a lo que venía Jones, así que Miyamoto tomó los platos vacíos después de darle un ligero apretón en la mano a Leo. Ambos se retiraron con April murmurando un pequeño "suerte" al pasar junto a Casey antes de retirarse cerrando la puerta.
Fue un silencio de apenas tres segundos.
-¿Puedo abrazarte?
Leonora pareció ligeramente sorprendida antes de asentir con una suave sonrisa. El adulto avanzó a paso rápido, envolviendo a la mujer en un agarre firme pero delicado, teniendo cuidado con su vientre. Se permitió un momento antes de separarse y sentarse en la silla que antes había ocupado April.
-¿Cómo estás? ¿Te han regañado mucho?
-No más de lo que deberían -aseguró para su tranquilidad- ¿Tú también lo harás?
Casey negó con la cabeza, apoyándose de brazos cruzados en el borde de la camilla antes de dejar caer su cabeza de lado en ellos, mirándola con cariño y diversión.
-No porque no me corresponde, además con lo que debes estar reprendiéndote a tí misma creo que es suficiente. April me dijo que prometiste que le contarías todo a tu familia -sonrió al verla asentir- Entonces lo único que puedo sugerir es que tan pronto como puedas, empieces a tomar terapia y, si quieres, podrías sugerirles lo mismo al resto en tu línea de tiempo que también lo hagan.
Ante su expresión sorprendida y algo renuente, Casey se decidió a explicar.
-Mi psicólogo y los de Mikey. Sí, Mikey tuvo que recibir más ayuda que yo -afirmó al ver la expresión de horror- Concluyeron, al contarles nuestra historia, que nuestro comportamiento no es normal, en especial... el tuyo.
-¿El mío?
-Ajá -confirmó- Ya sabes, con tu preocupante predisposición al sacrificio, lo de poner a todos por sobre ti y que, básicamente, fuiste la madre de tus hermanos...
-¡Casey! -interrumpió, escandalizada por lo último.
-Es la verdad, ¿lo vas a negar? Porque tu madre es la primera en admitir eso.
-Yo no... -dudó- Yo soy la mayor, mi deber es cuidarlos... -murmuró.
-Exactamente, eres su hermana mayor, no su mamá. Tú fuiste quien estuvo ahí para enseñarles lo que les correspondía a tus padres hacer. Lo bueno, lo malo...
Él la vió apretar los labios en una mueca de desagrado ante sus palabras, mas ella necesitaba escuchar el problema directamente en lugar de andarse con indirectas sobre ello.
-Leo... fuiste más una hermana para mí que para ellos.
Bien podría haberle dado una fuerte bofetada, incluso eso parecía mucho menos impactante y doloroso que esas palabras. Era como si le hubieran dicho que había fracasado en todo lo que se había esforzado durante toda su vida.
-Antes de que empieces a irte en espiral hacia abajo, quiero decir que con ellos hiciste más allá de lo que te correspondía. A lo que me refiero con todo esto es que el hecho de que al final hayan crecido relativamente bien, no quiere decir que estuviera bien.
-Yo... estoy bien.
-No lo estás -rebatió con suavidad ante el tema delicado- Algo en tí no está bien. Esa parte que cree que está bien si te sacrificas porque no vales lo suficiente, esa que ama a todos menos a sí misma.
-Detente...
-No. No puedo parar porque necesito que entiendas que necesitas ayuda y no está mal que la pidas. Todos lo necesitamos en algún momento.
Al verla tan cerrada a la posibilidad, Jones decidió jugar sucio, usando las creencias de Leonora en su contra.
-Si no quieres hacerlo por tí, entonces hazlo por el bien de quienes amas.
Eso llamó rápidamente la atención de la embarazada, quien lo miró con un ceño fruncido en confusión.
-¿Qué quieres decir?
-¿Crees que tu muerte no nos afectó?
La pelinegra pareció entre avergonzada y dubitativa.
-Sé que debió ser doloroso... -mencionó, tomando como prueba las reacciones de las personas que habían hablado con ella.
Casey resopló, burlándose.
-No sabes nada -comentó con algo de tristeza ante sus memorias- No solo nos hirió. April y Usagi se quebraron, tu familia se destruyó.
Quizás debería haberse detenido ahí, no lo hizo.
-¿Sabes lo que es ver a todos los que amas desmoronarse sin que puedas hacer nada más que estar ahí? ¿Lo que es no poder dormir con la preocupación de que tu mejor amigo no ha regresado a casa solo para que en la madrugada te llamen de algún bar de mala muerte para recogerlo? ¿Ver a tus amigos mandar sus sueños a la mierda por seguir algo "útil" o para seguir el sueño de otros como si con eso pudieran redimirse?
-¿Qué estás...
-¿Sabes -continuó con tono inflexible- lo que es ver a un niño a los ojos y no poder explicarle por qué su familia es un absoluto desastre? ¿Sabes lo difícil que es intentar convencer a un montón de personas de que su salud mental es importante y apenas lograr que uno de ellos lo haga solo por lo cansado que está de no poder dormir?
Ambos se quedaron en silencio.
-Lo siento.
-No quiero disculpas. ¿Es que no ves lo mal que estás? Pides perdón por acciones que no son tuyas.
-Pero su Leonora...
-Nuestra Leonora está muerta. Explícame cómo es que nuestros comportamientos son culpa suya.
Eso fue terriblemente eficiente para callarla.
-Adelante, dime. Quiero escuchar qué clase de gimnasia mental utilizas.
La joven dejó salir un suspiro, aceptando la derrota.
-Promételo. Prométeme por la vida de tu hijo que una vez regreses y todo esto acabe que vas a buscar ayuda para tí. Ayuda profesional, Leonora.
La vió asentir resignada y eso fue más que suficiente para él.
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Minna fue, por segunda vez en el día, al área de enfermería. La primera vez había sido interceptada por Casey mientras hablaba con Eric, tanto ella como los adolescentes se vieron igual de sorprendidos cuando el hombre la guió con suavidad pero firmeza en la dirección contraria.
La rubia solo entendió la razón cuando Jones le explicó que debían dejar a solas a Leonora un momento porque acaba de hablar con ella de un tema muy delicado en el que la mujer embarazada debía pensar y no haría ningún bien que intentara conversar con otra persona cuando tenía la cabeza en otra parte.
Ella suspiró, tomando una respiración profunda para calmar los acelerados latidos en su pecho.
-Mamá, ¿estás bien?
La investigadora abrió los ojos con sorpresa, topándose con ojos heterocromáticos iguales a los suyos. Su hijo llevaba un abrigo turquesa en su brazo sano, por la talla, podría pertenecer a Alex o a Annie. Eric pareció darse cuenta de su motivo para estar ahí de nuevo y le envió una mirada preocupada a la que ella solo respondió alzando los hombros como si quisiera restarle importancia a lo que iba a hacer.
-Deberías apurarte, te deben estar esperando -añadió la mujer con una sonrisa que salió más como una mueca. Minna le dió un apretón suave en el hombro antes de continuar su camino.
El joven pelirrojo permaneció en su lugar hasta que vió la puerta de cuidados intensivos cerrarse detrás de su madre. Mientras avanzaba hacia el lugar en donde estaban reunidos sus primos, no pudo evitar pensar que aquella era de las pocas veces en que había visto a su madre tan vulnerable e insegura de lo que hacía, lo que lo llevó a cuestionarse si su padre estaba igual y si él estaba haciendo lo correcto al forzar una reunión entre Raphael y Leonora.
Eric deseó que la conversación entre su madre y su tía saliera bien. En opinión del pelirrojo, parecía que las personas que ya habían hablado con ella lucían un poco más tranquilas con la situación actual y no la evitaban tanto como los demás.
El parloteo de Anabelle lo sacó del hilo de sus pensamientos y atrajo su atención al escuchar a su prima comenzar a armar un plan B en caso de que el A falle. Su mirada se conectó con la de Ethan y Alex quienes solo sonrieron con paciencia porque los tres eran conscientes de que debían dejar a la genio sacar todo lo que lleva en la mente antes de formular el plan real.
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La rubia abrió la puerta de manera brusca para alertar a la ocupante en el interior de su presencia. Minna no pudo evitar que un resoplido divertido saliera de ella al ver a la joven brincar por la sorpresa ante su ruidosa llegada.
Sus ojos recorrieron el rostro juvenil y su mente le recordó que con quien estaba tratando era alguien que recién estaba entrando a la edad adulta. Esa chica apenas y le ganaba a Ethan por un año de edad.
Con esa idea presente, dió el primero de pocos pasos para acercarse.
-Bien, hazte un poco más allá, Gasper. Si voy a hacer esto, lo haré desde donde esté más cómoda.
La vió asentir algo cautelosa mientras le hacía espacio en la camilla. La rubia tomó asiento frente a ella y apretó los puños, sintiéndose ridículamente inquieta ante la expectante mirada azulada.
Después de un silencio incómodo por parte de ambas, fue Leo quien habló primero.
-Nunca esperé que tú y Rapha terminaran casados, como siempre te quejabas de él...
Minna, habiendo sido tomada con la guardia baja, farfulló frente al alegre comentario, sus mejillas se sonrojaron y quiso reclamar hasta que analizó bien la expresión de Leonora. Lucía cansada y pensativa aunque estaba tratando de romper el hielo entre ellas.
Minna suspiró y dejó caer la tensión de su cuerpo con un ligero fastidio cariñoso. Nunca había podido enojarse mucho con Gasparín cuando ella se portaba así.
Entonces hizo lo único que se le ocurrió y que le daría una pizca de retribución. Acercó una mano al rostro de Leonora, reubicando un mechón de pelo rebelde y luego...
Le jaló la oreja.
-¡Ay, Minna! -gritó, más sorprendida que dolorida.
-¡Tengo el jodido derecho de hacerlo, gracias! -recalcó antes de moverse de su lugar y terminar sentada junto a la embarazada con los brazos cruzados- ¡En representación de mi otra yo como mínimo! Además, tengo más del doble de tu edad, por tanto, soy más sabia y ese montón de tonterías... -añadió con el objetivo de molestarla.
Dios, había extrañado la mirada poco impresionada que le estaba dando en ese momento. Un instante estaban teniendo una batalla de miradas y al siguiente estaban riéndose, Minna no entendió a qué exactamente le había tenido miedo.
Una parte de ella le advirtió que ese escenario no debería suceder, no debería estar disfrutando de la conversación porque no era realmente la persona a la que había perdido. La rubia mandó a la mierda a ese pedazo de su mente, porque ella solo quería vivir ese momento y ya.
Era consciente de la realidad, de que la chica frente a ella era, en buena parte, una desconocida. Fue esa misma conclusión la que le dijo que dejara de preocuparse y tratase de ayudar a la mujer frente a ella.
Porque su Leonora lo habría hecho.
El sentimiento de realización era tan abrumador como liberador al recordar lo que accidentalmente olvidó. Porque la Leonora frente a ella era terriblemente parecida a su Gasper y por ello supo que había estado haciendo todo mal al no poder perdonarse a sí misma.
Un roce cálido en su mano la sacó de sus pensamientos, la pelinegra la miraba con preocupación.
-Una vez que tuve tiempo para conocerlo, resultó que no era tan imbécil como creía -decidió decir, interrumpiendo la pregunta que vió que la pelinegra quería hacer. Tuvo el efecto de hacerla sonreír.
-Te lo dije.
-Oh, quita esa sonrisa sabionda de tu rostro, jovencita -regañó en broma- En ese entonces tenía todas las razones para no creerte.
-Lo sé.
Otro silencio. Ambas se quedaron así hasta que la embarazada lo rompió de nuevo con un suspiro. A Minna le dió la impresión de que todos estaban haciendo mucho eso, si la gente solía decir que en un suspiro era la queja del alma entonces, en su interior, ellos habían estado pidiendo ayuda a gritos en menos de una semana.
-Les hice mucho daño, ¿no?
-Sí -contestó a su pesar, contemplando la sonrisa triste- Digamos que, sin querer, terminaste cobrando la deuda con tu familia en eso, los demás quedamos atrapados en el medio. Es todo.
-No me alcanza el tiempo para disculparme..
-No debería -interrumpió- No es como si lo hubieras planeado. A la larga, todo fue una serie de situaciones muy desafortunadas. Algo como la ley de Murphy, creo.
Minna cerró los ojos y se masajeó el entrecejo con frustración por cómo estaba yendo la conversación, trató de encontrar las palabras para decir lo que quería en verdad.
-Mira, Gasper, yo... Mierda, esto es difícil -murmuró enojada consigo misma- Lo siento, no debí decirlo así, fue insensible de mi parte resumir todo así.
-Está bien, Minna -respondió con una sonrisa algo tensa- Es entendible que te sientas así...
-Sí, lo es, aún así quisiera no sentirme así porque sé que no fue intencional, ¡joder! -exclamó tapándose el rostro con las manos con un gemido descontento- Me siento mal por estar tan enojada contigo, luego recuerdo que no te importó un carajo tu vida y quisiera tanto sacudirte para ver si te entra algo de sentido común...
-Eso no es...
-¡¿Entonces por qué no me llamaste?! -gritó- ¡Maldita sea, Leonora! ¡Sabías que no debías quedarte sola! Solo... ¿por qué no llamaste? -susurró con la voz rota y la mirada perdida.
Leonora la observó con expresión afligida, entendiendo que el ataque había ocurrido de manera diferente en esa línea por lo que le habían contado. Ella apoyó en silencio una mano en el brazo de la rubia quien la regresó a ver con los ojos ligeramente húmedos y cargados de amargura.
-Cada vez que te veo, no puedo evitar compararte con ella. Tú te ves mejor, y eso es bueno aunque se siente como un puñetazo en el estómago. Creo que la gran diferencia entre tú y ella es que al menos tú tenías la certeza de que al ser tu futuro, sin importar lo que te pase, Ethan iba a vivir.
-Hasta que me lo explicaron.
-Hasta que te lo explicamos -repitió- Aún así, eso no quita que tú tenías una meta, una esperanza. Nuestra Leonora no tenía eso, ¿sabes? Ella siempre fingía estar bien con nosotros y los demás le creían en parte ya que cada día se veía más cansada, insegura y ansiosa, yo era la única que sabía la razón y estaba igual de aterrada...
-¿Por qué no me dijiste?
-Mira quién lo dice -resopló, desviando sus ojos hacia las sábanas arrugadas en sus manos- Tú nunca decías nada, todo lo que sabía fue porque lo descubrí por accidente, Leonora. Ya te estabas tambaleando en una cuerda floja, ¿por qué iba a angustiarte más con mis miedos? E incluso si te lo hubiera dicho, probablemente solo te hubieras alejado para "no molestarme" -el rencor en las últimas palabras se sintió pesado.
Minna sintió un peso adicional en su hombro, por el rabillo del ojo observó a Leonora apoyando su cabeza en ese espacio, las jóvenes manos se posaron sobre las suyas. El peso sirvió para calmar un poco su agitación.
-Si sirve de algo, no fue tu culpa. Hiciste lo que pudiste, Minna. Estuviste para ella en todo momento....
-No cuando importaba -rebatió con tristeza.
-Eso no es cierto, si hiciste lo que mi amiga ha hecho por mí, entonces tu papel fue mucho más significativo de lo que crees. Porque, y no creo equivocarme, lo que tu Leonora necesitaba era alguien que estuviera ahí, solo eso.
Minna respiró hondo y lentamente apoyó su cabeza sobre la de la joven.
-A veces... A veces desearía no haberlos presentado a tí y al Conejo. Quizás habría sido diferente...
-No lo hagas -interrumpió ella con tono firme e inquebrantable en su convicción- Yo siempre voy a estar agradecida de haberlo conocido, Minna. Ambos lo estamos. Tú no lo sabes pero nos salvaste la vida.
-No exageres.
-Ojalá lo hiciera -murmuró- Ninguno de los dos sabía que estábamos atrapados hasta que llegaste tú, cuestionando todo y refutando cada cosa que nos habían enseñado. Preguntando simplemente qué había de malo en que no fuera solo amistad lo que sentía por alguien o cuál era el delito querer ser como soy.
Leonora se separó un poco para mirarla y sonrió ante el rostro ligeramente aturdido de la mujer mayor quien no parecía haberse dado cuenta del impacto real que tuvo su presencia en la vida de otras personas.
-Así que no te arrepientas de ello, no cuando nos enseñaste a vivir.
Minna cerró los ojos permitiendo a las lágrimas salir, porque recordó que no había nada de malo en ser vulnerable por un instante. Ahora era Leonora quien no sabía que le había devuelto algo que la rubia no había sentido en mucho tiempo.
Paz.
Paz consigo misma.
Así que decidió darle su propio pequeño empujón, como estaba segura que otros estaban haciendo.
-Eventualmente, vas a tener que hablar con tus hermanos y tu padre.
-Lo sé, aunque no creo que quieran hablar conmigo. Por lo que sé, ellos no quieren ni verme.
Minna negó con la cabeza ante lo testaruda que era la mentalidad de los Hamato cuando creían en determinadas ideas.
-Un consejo, deja de asumir y pregunta. Ese fue el problema desde el principio, ¿no? La comunicación de mierda que tenían -añadió- De parte de Raphael, te puedo asegurar que en el fondo quiere hablar contigo, solo que no sabe cómo venir aquí.
Los ojos azules la miraron contemplativos antes de regalarle una pequeña sonrisa.
-Gracias por hacerlo feliz, espero que los tres lo sean, Minna. Eric es un buen chico de lo poco que pude llegar a conocerlo.
-Sí -sonrió con nostalgia- Lo somos, no sabes cómo se queja de lo empalagosos que somos, según él.
Leonora la miró entre intrigada y divertida, Minna se permitió satisfacerlas a ambas con anécdotas más felices sobre su esposo e hijo. Quizás, solo quizás, ambas terminaran con un buen recuerdo de ese momento.
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Stephanie acompañó a April con la charola del almuerzo hacia la enfermería. Casey les había informado de que su Minna estaba con Leonora y habían intentado darles tanto tiempo como pudieron para que tuvieran su momento privado. No obstante, ya era tarde y ambas debían estar hambrientas.
Los ojos de ambas mujeres se abrieron por la sorpresa al escuchar las risas ahogadas detrás de la puerta, la actriz abrió despacio, dando paso a una escena en la que su cuñada tenía el rostro completamente rojo de la vergüenza mientras la embarazada reía a carcajadas. April tenía una expresión entre alegre y confundida por la vista.
-No veo qué te hace tanta gracia, fue un accidente.
-P...pero -habló entre risas- Es que... la expresión que debió haber puesto cuando le lanzaste el pastel a la cara...
La cirujana resopló ante el recuerdo que evocaron esas palabras, el sonido atrajo la atención de las dos mujeres, estando una aliviada de verlas por significar el fin de su metafórica agonía. Minna se levantó y ayudó a ambas a acomodar los platos de comida mientras se sentaban alrededor de la paciente.
La conversación fue increíblemente amena y alegre en opinión de Steph, teniendo una ligera idea de cómo era la antigua dinámica de conversación entre las tres mujeres frente a ella, pudo darse cuenta de lo sutilmente diferente que era. A medida que pasaban los minutos observó con fascinación como sus dos cuñadas parecían caer en una especie de comodidad familiar, fue rápido, casi instantáneo, como si la pelinegra jamás se hubiera ido. Eso le bastó para entender cuánto la extrañaban a pesar de que no lo dijeran a menudo, de igual manera, le dió la impresión de que a ambas les habían quitado algo del peso que cargaban encima.
Por ello, supo que lo que iba a hacer a continuación, funcionaría. April revisó a su paciente de nuevo poco después de que terminaron la comida, anotando los progresos en la ficha de Leonora y sonriendo satisfecha con los datos. La doctora envió un sutil asentimiento a la actriz y la investigadora las miró con disimulada sospecha ante su comportamiento.
-Leo, ¿te apetece dar una vuelta? Tu estado de salud es bastante bueno y creo que salir un rato de esta habitación te sentaría bien.
-¿Eh? Claro, si tu lo dices -confió la pelinegra, interiormente agradecida por poder salir de ahí.
-Claro que irás en silla de ruedas para no esforzarte -añadió con algo de diversión al ver la mueca de disgusto en el rostro de la embarazada- Stephanie te acompañará y te mostrará las instalaciones, yo tengo que hablar con Minna sobre un Eric, así que las alcanzaremos más tarde.
Leonora alzó una ceja con curiosidad, sin embargo no dijo nada y se dejó guiar hacia el objeto móvil. La rubia más joven se despidió de ellas empezando a empujar la silla hacia la salida. Una vez estuvieron lo suficientemente lejos, Minna se decidió a hablar.
-Que yo recuerde, esta mañana me dijiste que mi hijo estaba bien y la última vez que lo comprobé, Eric no tenía ninguna dificultad o molestia adicional. Entonces, ¿de qué trata todo esto?
-Perdón, necesitaba una excusa para que pudieran ir solas -explicó la pelirroja sin arrepentimiento real y con algo de diversión al ser pillada tan fácil.
-Lo supuse, ahora, ¿a dónde la está llevando Steph?
-A ver a Mikey.
-Oh...
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Ethan llamó a la puerta de la habitación de su padre con algo de nerviosismo subiendo por la boca del estómago, su padre le había pedido en un mensaje que se reuniera con él y había una gran posibilidad de que la razón fuera por una conversación que no sabía si quería tener en ese momento. Al escuchar el permiso para entrar, giró la perilla con algo de lentitud, retrasando la charla.
Lo que no esperaba era ver a su padre sentado en la cama con una pequeña caja de madera en su regazo. Más intrigado que aprensivo, se acercó al hombre quien le hizo una suave señal para sentarse junto a él, a lo cual accedió.
-Padre, ¿qué...
-¿Recuerdas... -lo cortó con suavidad y una sonrisa triste en el rostro- ¿Recuerdas cuando te di la foto de tu madre?
El joven se tomó un momento para responder, tomando el tiempo para una lenta inhalación y exhalación. Lo recordaba, por supuesto, fue la primera vez que pudo tener una pista visual de cómo se veía su madre más allá de descripciones orales.
Fue un día muy agridulce porque, en aquel entonces, sus abuelos y tíos creían que no quedaban más imágenes, aunque no le explicaron por qué no había ninguna para empezar (ahora, cree saberlo, claro). Comenzó con una afirmación inocente, todos le decían que sus ojos eran parecidos a los de su madre, no era algo nuevo. Usagi fue el primero en decirle que su madre sonreía de la misma manera cuando algo le gustaba.
Siendo el niño que era, Ethan cuestionó si eso era verdad ya que no sabía cómo era su mamá. Miyamoto lo había interrogado por la extraña afirmación, lo que resultó en una extraña discusión a susurros con su abuela (la persona de turno para llevarlo a escondidas).
Ethan aún no olvidaba el llanto de la mujer mayor en el momento en que Usagi sacó una vieja pero bien cuidada foto de su billetera. Ese día, su padre y abuela le presentaron a su madre.
Ya no está seguro de si eso fue algo bueno.
-Sí.
El hombre de ojos rosados pareció sentir el conflicto en su voz por el suave apretón que le dió en el hombro a modo de consuelo antes de pasarle la caja. El adolescente la abrió con cuidado, frunciendo el ceño confundido ante la pequeña pila de sobres en el interior.
Tomó uno para inspeccionarlo y la sorpresa se apoderó de él al leer el nombre del remitente.
-Planeaba dártelos en tu próximo cumpleaños, sin embargo, creo que los necesitas más ahora.
-Estas son...
-Las cartas de tu madre para mí, las que quedaron, al menos.
-Yo...
Ethan estaba luchando para encontrar las palabras correctas. Peleando consigo mismo puesto que sentía que la simple acción de sostener el sobre le quemaba y, a su vez, la necesidad de abrir y leer el contenido era enorme.
Quería saber y, al mismo tiempo, no quería.
-¿Por qué ahora? -fue lo único que salió.
El "¿por qué no antes?" fue gritado en silencio, escuchado por ambos.
-No tengo mejor respuesta que decirte además de que yo no estaba listo, hijo -proporcionó Miyamoto- Puede que no lo entiendas, y espero que nunca pase algo que te obligue a comprender, pero no fue algo sencillo de hacer. Durante varios años creí que me habían arrebatado todo lo que amaba; a tu madre, a tí, y lo único que me quedaba era una casa en ruinas, una foto y unas cuantas hojas. La foto, Ethan, fue algo de lo que fue un poco más fácil separarme porque sabía que no te lo quitarían, había muchas personas que no lo permitirían. Las cartas eran otro asunto...
-Papá...
-Esas cartas fueron algo que solo nos perteneció a tu madre y a mí, ahora, a tí también si así lo quieres. Te las doy porque sé que las cuidarás independientemente de si decides leerlas o no. Esa será, únicamente tu decisión. Te las doy, debido a que ahora me siento capaz de hacerlo y, por otro lado, creo que podrían ayudarte con esas dudas que tienes en tu mente. A partir de este momento, son tuyas.
Miyamoto observó a su hijo asentir pensativo para luego marcharse, la caja manteniéndose en un agarre firme en una mano y una carta en la otra. Usagi se permitió sonreír un poco ante la perspectiva.
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Miguel Ángel dejó caer su lápiz con un gemido inconforme al no encontrar nada con lo que seguir. La escritura y el dibujo se habían vuelto su lugar seguro, su medio de distracción de situaciones particularmente estresantes.
Ese era el núcleo del asunto, pensó, no era solo estrés lo que estaba llenando sus pensamientos.
Aceptando, por fin, el hecho de que no iba a avanzar con nada de su trabajo, recogió todas las hojas de ideas tachadas y las arrugó una a una para lanzarlas al basurero. Su cuerpo se tensó ligeramente al oír la puerta de su estudio provisional abrirse, relajándose casi al instante al escuchar el murmullo de la voz de su esposa a lo lejos.
-¿Steph?
Al no recibir respuesta más allá de un nuevo "click" en dirección de la entrada, el rubio se aventuró a través del valle de estanterías llenas de libros que eran una mezcla de gustos de los miembros de la familia, una colección formada a través de los años que iba desde algunos cuentos infantiles que habían olvidado en el laboratorio hasta las ediciones científicas más recientes.
Había una sección por la que siempre pasaba, una que nunca dejaba de impresionarlo por el mero hecho de estar ahí, una parte dedicada a sus obras. Una de las razones por las que, en el fondo de su corazón, aún creía que su familia tenía arreglo.
Lo que le llamó la atención, no obstante, fue el espacio vacío entre las novelas e historietas de su autoría. Un espacio que no existía en el momento en que se refugió en el estudio.
-Envidiaba un poco la vena artística de Mikey, siempre fue capaz de crear cosas fuera de este mundo a su manera.
El rubio se giró lentamente hacia la fuente de la voz, un timbre tranquilo que lo llenó tanto de calidez como de temor.
-Aunque mi Mikey lo hace con música, aún así, tu arte es igual de impresionante. Stephanie mencionó que tus novelas han ganado premios, ella me sugirió leer esta -señaló el libro en su mano y una sonrisa tímida, como alguien atrapado haciendo algo prohibido.
¿Cómo es que alguien puede sentirse tan viejo y tan joven al mismo tiempo? ¿Cómo es posible sentirse tan desorientado y tan "en casa", como si el tiempo se hubiera detenido en algún punto y reanudado por unos breves segundos? Al rubio le hubiera gustado tener la respuesta a todo ello.
-Y... -el nudo en la garganta fue difícil de tragar- ¿Qué te parece?
-Aún no lo he leído, tal vez parezca tonto pero quería preguntarte si podía leerlo, después de todo es tuyo.
Mikey se acercó a paso lento, tomando el libro ofrecido con cuidado. Quizás si no estuviera tan turbado habría admirado la audacia de su mujer al darle su primera novela a Leonora, el más crudo y personal de sus escritos, el más famoso de todos ellos.
-¿No es un buen momento? -preguntó la pelinegra después de un minuto de silencio- Puedo volver más tarde si...
-¿Se supone que estés parada tanto tiempo?
-¿Eh? No, apenas me han dejado levantarme y... ¡Ey, espera! ¡Puedo caminar por mi misma!
El rubio pretendió no escuchar sus quejas mientras la llevaba en brazos hasta el sofá que había junto a la ventana. Leonora permitió que la moviera hasta allí sin oponer demasiada resistencia, consciente de que era inútil intentarlo. La sensación de deja vú no abandonó el cuerpo del artista incluso cuando se alejó del sofá una vez la depositó en él.
Leonora lo observó con detenimiento mientras el rubio se apoyaba en una de las estanterías, claramente indeciso de cómo actuar.
-Mike... ¿Quieres que siga aquí? ¿Quieres hacer esto ahora?
Stephanie le había comentado un poco de la intención de su hermano menor respecto a enfrentarla. Aún así, pensarlo y efectuarlo eran dos cosas distintas. Leo no estaba dispuesta a seguir sometiendo a nadie en aquella especie de tortura personalizada.
-Yo nunca pensé en escribir historias -contestó en su lugar, frotando con el pulgar la tapa del libro- Nunca se me pasó por la cabeza, la música lo era todo para mí. Era mi mundo, donde tocar unas cuantas cuerdas eran igual a volar. No había reglas inflexibles, no había disfraces, era un secreto e, irónicamente, era de las cosas más sinceras que tenía.
Leonora permaneció en silencio, siguiendo los movimientos del rubio quien se acercó a un armario y, sin dejar de sostener el libro, extrajo con su mano libre un estuche descuidado y descolorido, una forma que la pelinegra pudo reconocer sin ningún inconveniente a pesar del deterioro. Era imposible que ella no reconociera lo que quedaba de la escritura en el estuche cuando era su propia letra.
El violín de Miguel Ángel era más que un instrumento, representaba el inicio de un sueño a escondidas y, a su vez, un acto de rebeldía de parte de ambos, de ella por dárselo y de él por usarlo.
Un jadeo de horror salió de su boca después de que el hombre le entregara el objeto y la pelinegra lo abriera. Miguel había esperado esa reacción cuando fue por él poco antes del almuerzo.
Leo no pudo evitar sentir una pena embriagadora al sostener una parte del mango, observando con pesar las ligeras marcas de las cintas de entrenamiento que había ayudado a Mikey a colocar cuando recién aprendía a tocar.
-No pude volver a tocar música luego de... -se cortó, frotándose el entrecejo- Yo... lo intenté varias veces, lo intenté con todo lo que pude pero simplemente ya no pude y mis sentimientos se estaban volviendo demasiado para mí. Ya no tenía rumbo, mi familia se caía pedazos, ya no tenía mi lugar seguro, todo estaba mal y... necesitaba algo... necesitaba algo que me mantuviera a flote.
-Mikey, ¿qué...
-Pensé que si yo ya no tenía un sueño que seguir, tal vez estaría bien terminar con el tuyo -Miguel Ángel desvió la mirada no queriendo saber qué pensaba ella de lo que había hecho con su vida- Tú amabas ser editora de libros, te encantaba la lectura y pensé que, si seguía con ello, lograría entender lo que te atraía tanto, quizás podría encontrar mi camino si seguía tus pasos. No es como si fuese la primera vez que lo hacía...
La mujer embarazada cerró los ojos un momento, reteniendo la maldición que quería escapar de ella porque ahora estaba entendiendo lo que quiso decir Casey. Se obligó a seguir escuchando, era lo mínimo que podía hacer.
-No logré lo que quería, no sentí la misma satisfacción que tú en ello. Aún así, fue la mejor decisión que tomé porque encontré otra manera de expresarme, era diferente y me mantuvo unido por mucho tiempo. Pasaron muchas cosas y, al final, la primera historia larga que terminé fue a parar a una editorial que me ofreció un trato muy bueno por ella y yo solo quería irme de casa, entonces acepté.
El rubio abrió el libro en la dedicatoria antes de devolvérselo a la embarazada, quien leyó las líneas con sentimientos encontrados.
"A mi hermana mayor, mi guía y mi apoyo. Un día me preguntaste que superpoder quisiera tener, hoy desearía no saber la respuesta."
-Después de eso, empezaron a solicitar más obras que con el tiempo ganaron popularidad. Pasó algo similar cuando comencé a publicar historietas bajo otro seudónimo. Los dibujos y las palabras nunca se sintieron igual a la música, pero llegué a amarlos de igual manera.
-Mike -susurró- ¿Qué fue lo que te pasó?
-Cambié, eso es todo -sonrió con desgana- Básicamente me convertí en un Rapha 2.0 en todo lo malo, no te hubiera gustado verme así. Les dí más trabajo a todos, mucho más del que les dieron ustedes en todos esos años por los problemas de ira que desarrollé, eso junto a la depresión... bueno, no fue una buena mezcla -aseguró con cansancio, tomando asiento junto a Leonora- No fue tan malo, tuvo algo bueno el que pudiera ignorar los regaños de nuestros padres como si me importara una mierda lo que pensaran, me convertí en un fracaso en algún momento y eso me dejó ser libre de hacer lo que quisiera con mi vida.
Leonora apretó los labios en una fina línea, el rubio supo que si alguien podía entender era ella.
-¿Tuviste... tuviste ayuda?
-Steph -respondió de inmediato- April, Casey y Minna lo intentaron pero ellos tenían su propia carga y apenas se estaban manteniendo en pie. Stephanie se quedó conmigo, en lo bueno y en lo malo, me vió cambiar una y otra vez, aún así se quedó. Ella es mi luz en la oscuridad, fue terriblemente fácil enamorarme de ella. Con el tiempo, aprendí a volver a ver lo bueno de lo que tenía, la gracia de vivir.
La joven, con evidente preocupación, tomó la mano del hombre entre las suyas en un toque reconfortante.
-¿Y ahora? ¿Eres feliz?
El rubio no pudo evitar que un resoplido divertido y nostálgico se le escapara de los labios.
-He estado tomando terapia desde hace varios años -confesó en el mismo tono- No importa cuanto pase, todavía me duele -se palpó el pecho con desgana.
Leonora dió un apretón suave a su mano, sin tener una respuesta adecuada pero recordándole que por ese momento, estaba ahí.
-Pese a ello, lo soy. Soy muy feliz de tener a mi esposa y a mi hijo aunque solía sentirme mal por ello, ¿sabes? Creía que no lo merecía.
-Mikey...
-Tarde años en entender que no era así y que estaba bien disfrutar de la vida que me esforcé por tener. Demoré en comprender que la herida nunca se iba a curar pero eso no significaba que debía dejar que me consumiera por completo.
-Yo... no sé qué decirte.
Miguel Ángel negó suavemente con la cabeza, retirando con el dorso de su mano las lágrimas traidoras que lograron escapar de sus ojos.
-No es necesario, no tienes la obligación de hacer nada por nosotros.
-Quiero hacerlo, me gustaría poder quitarles ese sufrimiento. Desearía que hubiera una manera de devolverles a su hermana.
-Yo también -admitió el hombre con una sonrisa triste mientras la miraba a los ojos- No sabes cuantas veces pedí a quien quiera que estuviera escuchando, algún dios o algo parecido, que me dejara verla; que me permitiera hablar con ella un minuto, solo uno, incluso si sesenta segundos no fuesen suficientes para decirle todo.
Leonora lo abrazó, permitiendo que desahogara un poco de la pena que asolaba el alma del adulto.
-Sé que no debería sentirme así -lo escuchó sollozar en su hombro- Soy muy afortunado, tengo una familia amorosa, nunca nos ha faltado nada... No entiendo por qué no puedo olvidarlo y seguir adelante, no comprendo por qué solo no puedo arrancarme esto del corazón si me hace tanto daño.
-Lo siento...
-A veces quisiera olvidarte... Desearía poder odiarte, una parte de mí lo hace y me hace sentir muy mal...
Leonora apretó los dientes reteniendo un sollozo que apenas pudo reprimir mientras sostenía a su hermano.
-Desearía que no significaras nada para mí y que no se me estrujara el pecho cada vez que te veo morir en una pesadilla. Quisiera poder volver a tocar música sin sentir que se me desgarra el alma a pedazos porque mi hermana mayor ya no está para escucharme.
-Lo lamento... -murmuró- No soy ella.
-Lo sé -rió en medio del llanto- Por eso me duele mucho más, aunque no sea tu culpa.
Leo apretó su abrazo al sentirlo temblar ligeramente por una razón distinta al frío. Inhaló y exhaló lentamente para calmarse a sí misma para luego seguir con aquella conversación.
-Dudo que algo de lo que te diga tenga alguna validez sin pruebas, probablemente lo descartes antes de considerarlo, Mikey, no de forma intencional sino porque el dolor que tienes guardado no te deja ver más allá. Aún así te diré esto, Miguel Ángel, yo agradezco el poder haber estado con ustedes hasta donde he podido y si en algo me parezco a tu hermana, entonces ella también se sentía así, de lo contrario no les habría confiado la seguridad de su hijo. Si algo me llegara a pasar, tú eres de las personas en quienes más les confiaría a Ethan porque estuviste ahí, Mikey, pese a que también te hice daño con mis acciones. Te quedaste a cada paso del camino sin juzgarme ni una sola vez, me apoyaste más allá de lo que podías y estabas decidido a quedarte incluso si eso significaba separarte de nuestra familia, me incluiste en el camino a perseguir tus sueños, me compartiste parte de tu vida aún cuando no fui recíproca. Mikey... -suspiró- Si de algo debes estar seguro es que tu hermana se fue sabiendo cuánto la querías y de que ella te amaba de la misma manera. Tu no tienes la culpa de algo que fue, esencialmente, un horrible accidente.
Un grito lastimero fue ahogado en el hombro de la mujer, lágrimas retenidas por años empapando su ropa al tiempo que ella tarareaba una de las canciones de su hermano menor como una de forma de consolarlos a ambos de esa pesada carga emocional.
Él pidió quedarse en el abrazo unos minutos más, ella accedió, los dos lo necesitaban.
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Fue casi a las cuatro de la tarde cuando llegó un mensaje al grupo de primos de parte de Alex, avisando que la charla entre el tío Mikey y la tía Leo había acabado y habían salido del estudio, lo que confirmaron unos diez minutos después al ver al rubio empujando la silla de ruedas mientras hablaban en voz baja, Anabelle casi se sintió mal por ejecutar su plan cuidadosamente diseñado al ver las marcas de lágrimas en ambos pese a las expresiones pacíficas que acompañaban aquel extraño pero tranquilo ambiente que surgía de ellos.
Casi, no obstante el tiempo se les estaba acabando y mientras Leonora aún tenía mucho tiempo para arreglar las cosas en su línea, su familia no tendría otra oportunidad más que esa.
¿Era egoísta?
Sí, obviamente.
¿Se arrepentiría de ello?
Según sus cálculos, no. Dolería para ellos, mucho, y también los iba a ayudar.
Así que dió el visto bueno a Eric y a Ethan para empezar con ello. La castaña empezó a hacer su parte al ver que el pelinegro lograba distraer a su tío con éxito mientras el pelirrojo tomaba al objetivo y se lo llevaba.
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Leonora admitió para sus adentros que se sentía algo desanimada al ver que Ethan se quedaba atrás, preguntando algunas cosas al rubio, sin dirigirle apenas la mirada. Era evidente que Ethan la está evitando y supuso que el joven tenía una razón muy válida para ello, era demasiado que procesar si la cantidad de cosas que le contaron le daban una pista de ello.
El saludo de Annie la sacó de sus pensamientos, le pareció extraño que la genio, quien estaba postrada en una silla de ruedas igual a la suya, permaneciera en la puerta. Sin embargo, dicha observación pasó a segundo plano cuando la vista frente a ellos maravilló sus sentidos.
Plantas, variedades de todo tipo, bordeaban su camino. El asombro fue tanto que casi no escuchó a su sobrino disculparse con ella sin motivo.
-Eric, ¿qué...
-¡Tío Don! ¡Tío, ¿estás aquí?!
Leonora reconoció que se tardó mucho en unir los puntos porque, para cuando lo hizo, una voz similar a la de su segundo hermano menor respondió al llamado desde alguna parte de ese invernadero y el pelirrojo ya se había escabullido a la salida con una expresión de disculpa.
-Volveremos en una hora, lo prometo -fue su despedida antes de cerrar la puerta con seguro. Leonora no sabía si estar impresionada o espantada con la facilidad con la que los encerraron en una trampa.
La versión adulta de Donnie apareció poco después, deteniéndose en seco al darse cuenta de quién estaba ahí acompañándolo en su encierro. La pelinegra se mordió un poco los labios por los nervios ante el rostro inexpresivo, ella no podía siquiera adivinar qué estaba pasando por la cabeza del genio puesto que el hombre frente a ella parecía diferente al homólogo que ella conocía.
-Eh... Los chicos dijeron que nos sacarían en una hora -ofreció en explicación a su presencia.
Donatello permaneció en un inquietante silencio por varios segundos, hasta que algo pareció cambiar en su mirada que le indicó que el científico acababa de tomar una decisión. La mujer no sabía cómo sentirse cuando él se colocó detrás de la silla de ruedas y, sin decir nada, empezó a guiarla a través de los caminos de aquel lugar sin ninguna clase de prisa, como dándole tiempo para ver el paisaje que los rodeaba y Leonora lo haría si no estuviera tan preocupada por la falta de respuesta del castaño.
Continuará...
Primero que nada... ¡Feliz Navidad! Espero estén teniendo maravillosas fiestas y si no publico más en estas últimas semanas entonces también les deseo un feliz año nuevo a todos.
Segundo, parece que ocurrió lo que temía y terminé dividiendo el capítulo en tres. Bueno es mejor esto que nada. Tengo la creencia de que una vez se acabe esta parte, lo que falta fluirá mucho más fácil ya que esta es una de las partes más pesadas de la historia. Con suerte solo faltarán entre tres y cuatro capítulos para darle cierre.
Tercero, ¡Natis! ¡Mi oasis en el desierto! Gracias por estar al pendiente de esta historia y contarme tus pensamientos, no tienes una idea decuanto me han estado sosteniendo.
Cuídense mucho y dejen comentarios, por favor, me siento como una planta deshidratada sin esa prueba de que les interesa saber cómo continúa la historia, en este punto pueden imaginarme agitando un tarro de propinas.
Con amor,
Miko Eik
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