6.- Hombre de palabra.
Desde el inicio en el que Ronald dijo que hubo un cambio de reglas, supe que esto iba a terminar mal, pero era tan malditamente orgulloso que no tuve el valor para retirarme, y aquí me encuentro, en una cama del hospital sintiendo como que cientos de tráileres me cruzaron encima.
—¡Jodido idiota! —me sobresalto al escuchar un grito en la habitación. —¿En dónde tienes la maldita cabeza? —Caleb brama, cerrando la puerta en un movimiento fuerte que creo que se ha escuchado a varias habitaciones de distancia.
—Sí, ya sé que te alegras al ver que sigo vivo —respondo con sarcasmo —Me alegro de verte hermano. ¿Cómo estás?
—Claro que estoy feliz de ver que sigues con vida, idiota —masculla —pero ¡Joder, Luke! ¡Casi te matan!
—No iban a matarme —objeto. —¡No te atrevas a golpearme! —exclamo al ver que se acerca con rapidez a mi cuerpo —Porque creo que tú si puedes matarme.
—No voy a golpearte —masculla colocándose a mi costado —suficientes golpes tienes como para añadirles un par más pero que conste, que, de no estar así como te encuentras, no resistiría mis ganas de darte un puñetazo. —confiesa.
Suspira, dejándose caer sobre el sillón que se encuentra a un costado de la cama.
—Montserrat está muy preocupada por ti —pronuncia —no pude evitar que escuchara la llamada cuando tu amigo me informó que fuiste lo suficientemente idiota como para aceptar una pelea de ese tipo. ¿qué esperabas?
—Esperaba poder ganar, evidentemente —mascullo.
—Por mucho que lo desearas, no es la clase de peleas a las que estás acostumbrado —reprende —Joder, Luke. —permanece en silencio, tomando una larga inhalación antes de volver a fijar la mirada en mí —Papá está afuera.
No sé muy bien cómo reaccionar, hago el ademán de decir algo, pero no consigo dar una respuesta.
—No sé cómo se enteró de las peleas —pronuncia —pero parece saberlo todo.
—Maldición —cierro los ojos, soltando un suspiro.
—Tienes que dejar de pelear, un día de estos no correrás con tanta suerte.
—Lo dejaría si nuestro padre no estuviese tan obsesionado con impedirme obtener la licencia —mascullo con amargura —si me permitiera al menos intentarlo.
—¿Entonces este es tu método para castigarlo? ¿Matándote en el proceso?
—Es complicado, Caleb —pronuncio sin mirarlo —ni tú ni Montserrat lo entienden.
—¿Qué no entendemos? ¿Tu obsesión en el boxeo? —inquiere. —Déjalo ya, Luke. Eres un grandioso ingeniero, encuentra un trabajo de eso, la empresa de papá...
—No quiero estar en una oficina durante gran parte de mi día. Si terminé la universidad, fue solo para complacer a mamá —interrumpo —Montserrat y tú no serían capaces de entenderlo, porque siempre han contado con el apoyo de nuestros padres. Nunca has sabido lo que es que papá te niegue algo, a Montserrat la apoyaron incluso cuando terminó embarazada de un desconocido, a ti jamás te han cerrado las puertas para nada. Lo has tenido todo, Caleb.
Antes de que mi hermano pueda dar una respuesta, la puerta de la habitación se abre. Nicolás Lewis aparece en mi campo de visión, ruedo los ojos, preparándome mentalmente para lo que se viene.
—Caleb, déjame solo con tu hermano —pide con firmeza. Caleb y yo compartimos una mirada, él no parece demasiado seguro, pero termina haciendo lo que nuestro padre dice.
El silencio se instala entre nosotros tan pronto como se marcha, me acomodo en la cama, reteniendo el quejido de dolor que se presenta en mi abdomen en cuanto lo hago.
—Esto es lo que buscabas ¿no es cierto? —retengo el impulso de soltar una palabrota en cuanto él habla —¿estás contento ahora? ¡Casi te matan, Luke! —espeta con molestia. —¿Tienes idea de lo angustiada que está tu madre ahora? ¡Eres tan irresponsable!
—¡Pues nada de esto hubiese pasado si no estuvieses tan malditamente obsesionado con impedirme entrar a un campeonato! —grito, reteniendo el quejido de dolor que se presenta en mis costillas apenas lo hago.
—¿Ahora me culpas? —una risa sarcástica brota de él —¡El obsesionado eres tú con ese maldito sueño de ser boxeador! ¿no te das cuenta? No estás hecho para eso, solamente expones tu vida, justo como ahora.
Aprieto los labios, recordándome a mí mismo que el hombre frente a mí aún es mi padre.
—Entonces supongo que seguiré en las peleas clandestinas —pronuncio con firmeza —y cuando te llegue la invitación a mi funeral, asegúrate de decirle a todos que llegué ahí por ti —sonrío sin ganas.
—No intentes culparme —pide con dureza —nada de esto es mi culpa.
—Ah, ¿no? —cuestiono. —Pues Nicolás, a mí me parece todo lo contrario —aseguro —¿Cuánto dinero más estas dispuesto a gastar para impedirme entrar?
Un largo silencio es lo que obtengo como respuesta.
—Me uniré a un club de boxeo, e iré por la licencia—una risotada abandona su cuerpo.
—No, no hay manera de que ingreses —sentencia. —Esa licencia no será tuya.
Cierro los ojos, apretando la mandíbula tan fuerte que duele.
—Si sigues en tu posición de impedir que me convierta en un boxeador profesional, entonces seguiré con las peleas clandestinas —aseguro —no hay nada que puedas hacer en contra de eso. No tienes poder en ese mundo.
El cuerpo de mi padre se tensa, soy consciente de la manera en la que aprieta los dientes, en un intento de contenerse.
—¿Y sabes algo? Creo que pediré la pelea con Tyson tan pronto me recupere, he pasado largo tiempo rechazándola. —Soy consciente de la manera en la que la preocupación se instala en su rostro.
—Has perdido la cabeza —masculla —ese hombre va a asesinarte, Luke...
—Sí, bueno, habré cumplido mi sueño de pelear ¿no lo crees?
Él vacila.
—¿Por qué no entiendes que solamente quiero cuidar de ti?
—¡Pues mira a donde me han traído tus intentos de cuidarme! —bramo —¡Me has sentenciado a esto, papá! —grito. —¿Crees que soy feliz subiendo a esos malditos cuadriláteros? ¿Crees que no sé qué un día de estos tal vez me golpeen tan fuerte que moriré? O peor incluso, que yo golpee a alguien hasta matarlo ¿crees que esto es lo que quiero? ¡Claro que no! Pero es la única salida que me has dado, me has cerrado todas las puertas ¿qué quieres que haga entonces? —La desesperación es evidente en mi voz, me maldigo por permitirme lucir tan débil frente a él, gimo cuando el dolor se presenta en mi cuerpo, cerrando los ojos por un par de segundos para conseguir tolerarlo.
—¿Pelear es lo que quieres? —cuestiona.
—Creo que no hay necesidad de responder a eso —un suspiro brota de su cuerpo, lo sigo con la mirada mientras se mueve por la habitación, hasta que finalmente se detiene frente a la cama en la que me encuentro.
—Bien, no volveré a involucrarme —sentencia —pero cuanto te des cuenta que el boxeo no es para ti, cuando te destrocen en ese ambiente, entonces tal vez desearas que lo hubiese hecho.
No me da oportunidad de responder, abandona la habitación dando un portazo al salir, y por primera vez, siento que puedo conseguirlo.
Siento que, al fin, puedo ir por lo que tanto he deseado.
Los días que permanecí en el hospital, se sintieron como una eternidad. Pese al tiempo que había trascurrido, mi cuerpo entero aún se encontraba adolorido. Tuve que insistir demasiado para que Montserrat, quien había llegado un día después de mi ingreso al hospital, no me hiciera salir en silla de ruedas.
—No tienes que quedarte —murmuro —Hanny seguramente echa de menos a su madre.
—Jack tiene todo bajo control —confiesa mientras me ayuda a pasar a la cama. —Además, quiero asegurarme de que todo esté en orden.
—Todo está en orden —ella rueda los ojos.
—No me hablaste sobre esa chica, Olivia —soy consciente de la mirada curiosa que me dedica. —¿Están saliendo?
—Nos estamos conociendo —retengo la mueca de dolor que amenaza con formarse en mis labios cuando me acomodo sobre el colchón. —Es muy pronto para decir que estamos saliendo —confieso.
Suspira, la observo tomar asiento al borde del colchón y por la mirada que me dedica, sé exactamente lo que vendrá.
—Montse...
—Estoy preocupada —confiesa —Luke, las peleas clandestinas son cosa seria, no sé si estás ahí por el dinero, pero...
—No es por el dinero —la interrumpo —nunca ha sido por el dinero.
—Escuché a Caleb hablar con papá —confiesa —va a mantenerse al margen ¿no es así?
Asiento con ligereza.
Una sonrisa aliviada se posa en sus labios, mientras extiende una de sus manos para tomar la mía.
—Me deja más tranquila saber que dejarás las peleas clandestinas —pronuncia con suavidad —Hanny adorará ver a su tío en televisión, te echa de menos.
—Oh, y no sabes cómo la he extrañado también —confieso —debiste traerla.
—Iba a ser demasiado complicado —pronuncia —¿vas a estar bien?
—Ya dije que si —respondo —¿olvidas quién es el hermano mayor?
Ella sonríe.
—Me quedaré en la ciudad un par de días —informa —ocuparé la pequeña habitación de tu departamento —añade —no te librarás de mí.
—Que desgracia la mía —bromeo, ella deja un suave golpe sobre mi hombro, se incorpora de la cama, dedicándome una última mirada antes de despedirse e informar que irá a dormir.
Cuando se ha marchado, tomo mi celular. Embozo una sonrisa apenas leo el mensaje en la pantalla.
¿Estás mejor? Carter me dijo que esta mañana dejaste el hospital. Me alegra saber eso.
Mis dedos se mueven sobre la pantalla, escribiendo una respuesta para su mensaje.
Liv, estoy tan bien como puedo estarlo después de una paliza. ¿Qué hay de ti? No volviste al hospital ¿acaso ya comenzaste a arrepentirte de nuestra cita?
Pulso el botón de enviar, mantengo la mirada fija en el celular esperando por la respuesta, esta llega apenas segundos después. Es un audio, así que lo reproduzco sin perder tiempo.
—Soy mujer de palabra, Thunderbreaker. Esa cita aún está en pie.
Aprieto los labios, reteniendo la sonrisa que intenta formarse en mis labios. No entendía la insistencia de Olivia para llamarme por el alias, pero sin duda viniendo de ella, sonaba increíble.
Cuando estoy por enviar una respuesta, una llamada entrante lo impide. El corazón me da un vuelco en cuanto noto el nombre de mi madre, deslizo la pantalla para responder, sin demorar demasiado.
—Hola, mamá —me acomodo mejor una de las almohadas para conseguir una postura más cómoda.
—Cielo, he hablado con tu padre —su cálida voz me envuelve —Luke, nosotros solamente queremos lo mejor para ti. Eso no incluye al boxeo. Tú padre está enojado, yo también. Ninguno de los dos quiere esto para ti.
Aprieto los dientes, intentando apaciguar el sentimiento en mi pecho.
—Tienes todo, cariño ¿por qué te empeñas en algo como eso? Ese mundo es salvaje, van a destruirte la vida, Luke.
—Porque es lo que deseo hacer, mamá —respondo —Ya no soy un niño, soy consciente de las consecuencias de mis decisiones.
Un largo silencio le sigue a mis palabras.
—Si eres consciente de eso, entonces de acuerdo —pronuncia al fin.
—Gracias, mamá —pronuncio con una leve sonrisa —significa mucho para mí...
—No nos llames ¿de acuerdo? —sus palabras me interrumpen, se clavan en mi pecho dejándome aturdido. Arrugo la frente, sintiendo la confusión invadirme por completo—no vamos a tolerar ver como nuestro hijo, va directo a su desgracia.
—Mamá...—mi voz sale en un susurro casi horrorizado.
—No nos llames, ni vengas a casa, hasta que entiendas que el boxeo, no está hecho para un Lewis. —cuelga la llamada después de eso. Observo el celular apagarse después de unos segundos.
Cierro los ojos, sintiendo el ardor inmediato en ellos. Sintiendo una punzada de decepción atravesarme el pecho.
No nos llames, ni vengas a casa.
Sus palabras firmes se producen en mi mente dejando una sensación de ardor en mi interior, lo esperaba de mi padre, pero mamá era diferente, o eso es lo que siempre creí.
Maldigo en voz baja, recriminándome el estar causando esto. La duda se siembra en mi pecho, me hace cuestionar si esto vale la pena.
Lo había deseado por largo tiempo, me había esforzado, había puesto todo de mí. si de algo tenía la completa seguridad, es que no me rendiría hasta intentarlo.
Aun así, tuviera que sacrificar más de una cosa en el proceso.
(...)
Hice exactamente lo que mi madre pidió, Montserrat y Caleb permanecieron un par de días en la ciudad, intentando hacerme cambiar de opinión sobre la distancia que había puesto entre nuestros padres, pero ni sus interminables insistencias, consiguieron efecto en la decisión que había tomado.
Estaba hecho, no iba a dar mi brazo a torcer. Probablemente fu el hijo más rebelde, el que más dolores de cabeza les causó en mi adolescencia y con esto, lo estaba demostrando una vez más.
Si algo heredé de mi padre, fue la tenacidad para mantenerme firme en las decisiones, para no amedrentarme ante lo que ocurría frente a mí. Y esta no fue la excepción.
—Esta es la cita más inusual que he tenido en la vida —pronuncia Olivia mientras deja la comida sobre la mesa de la cocina.
—Eso es porque no quisiste esperar a que estuviera lo suficientemente bien como para salir —objeto, apenas consigo caminar enderezado, mi torso estaba lo suficientemente golpeado como para impedirlo, y las medicinas no parecían estar surtiendo el efecto debido.
—Esos moretones tardarán semanas en desaparecer —reprocha —no podías esperar que esperara todo ese tiempo...
—No me llames así —pido embozando una sonrisa sabiendo la palabra que pronunciaría a continuación —ahora mismo no le hago mucho honor al nombre.
Ella ríe, tan solo un poco, pero es suficiente como para permitirme disfrutar del sonido.
—¿Habías perdido antes? —inquiere acomodándose sobre la banca, luego toma una de las bolsas de papas fritas para coger una del interior y llevársela a la boca.
—Un par de veces —confieso —pero nunca había acabado tan mal.
—Las reglas cambiaron, ¿por qué decidiste pelear aun así? —me mira con curiosidad, como si de verdad le importara saber.
—Dentro de las peleas clandestinas hay una reputación que debes de cuidar, echarte para atrás antes de una pelea, reduce las probabilidades de que apuesten por ti, quedas como un cobarde.
—Y no hay nada peor para un hombre, que parecer un cobarde ¿no es cierto?
Sonrío, observándola por un rato antes de responder.
—Pelear es lo único que hago, Liv. No tiene nada que ver con cobardía —aseguro.
—Tú padre cree que soy tu novia —una leve risa brota de ella cuando habla.
—¿Mi padre? ¿A caso...?
—Intercambiamos un par de palabras —confiesa —bueno, en realidad él me reclamó por ser una mala novia y no impedir que subieras a pelear —aclara —nada del otro mundo.
—¿Dijo algo más? —ella niega. —Lo siento, si te hizo sentir...
—Está bien —hace un ademán para restarle importancia —pero me causa curiosidad ¿tus padres no sabían de las peleas?
—Lo saben, esa es la razón por la que ya no hablo más con ellos —aparto la mirada cuando pronuncio aquello, fijándola en la lata de gaseosa que está frente a mí.
El tacto suave que se presenta en uno de mis brazos me hace mirarla.
—Lo siento —pronuncia.
—No pasa nada —tomo una inhalación, regalándole una sonrisa.
—¿Eres boxeador? —su pregunta me toma por sorpresa, la observo, intentando saber cómo es que lo ha deducido.
—Sí, bueno, creo que aún no puedo llamarme como tal —afirmo —Aún no consigo la licencia, ni he seguido un entrenamiento como un boxeador así que...—rasco la parte trasera de mi cuello —en realidad creo que no lo soy.
Ella ríe, un sonido suave pero alegre.
—En todo caso ¿cómo lo sabes?
—Luisa y yo hablamos algo mientras peleabas —confiesa apartando la mirada —no quiero que pienses que soy entrometida, pero...
—No sería capaz de pensarlo —aseguro.
—¿Por qué no has conseguido la licencia? —inquiere.
—No creo que sea correcto hablar de problemas de profesión en la primera cita —una pequeña carcajada brota de su cuerpo.
—Sí, creo que tienes razón —apoya los codos sobre la mesa, inclinándose con ligereza hacia adelante.
Me permito observarla más de lo debido, su cabello cae liso a los costados de su cara, el aire elegante no la abandona, aun cuando luce demasiado relajada frente a mí. lleva maquillaje, pero no demasiado, la nariz perfilada, las cejas perfectamente diseñadas, y el labial rosa suave que pinta sus labios, la hacen lucir bellísima.
Joder, Olivia Brooks es más que bella.
—Lamento no darte una cita decente —me disculpo cuando hemos permanecido más tiempo del debido en silencio.
Ella se encoje de hombros.
—Ya tendrás tiempo de compensarlo. —asegura embozando una sonrisa. —Cuando el color morado no forme parte de ti.
Es mi turno de reír, lo hago fuerte, viéndome en la necesidad de colocar una mano sobre mi costado cuando este duele.
—Oh, duele —mascullo.
La risa la invade, me observa por algunos segundos antes de sacudir la cabeza.
—Voy a compensarte la cita —aseguro después de un rato —lo prometo.
—Bueno, entonces creo que puedo ser paciente.
Sonrío, fijando mi entera atención en ella, no parece importarle que sale con un chico envuelto en el mundo de las peleas ilegales, tampoco parece darle importancia al hecho de que me vio tan jodido como nadie.
Para cuando la noche cae, dice que tiene que marcharse y si no me encontrara tan adolorido, me hubiese ofrecido a llevarla, aunque al ver el flamante carro en el que ha llegado, me hace saber que no era necesario.
—No olvidaré la cita pendiente —asegura antes de cruzar el umbral de la puerta —espero seas hombre de palabra.
—Oh, no deberías desconfiar de mí, Brooks —reprocho.
Soy consciente de la diminuta sonrisa que se forma en sus labios al escucharme llamarla por su apellido.
—¿Siempre te despides de tus citas tan frío?
Hago el ademán de responder, sin embargo, antes de que consiga decir o hacer algo, tengo sus labios posándose en la esquina de mi boca. Se queda ahí, por un par de segundos que se sienten eternos y luego se aparta.
—Espero tu llamada —pronuncia dando un paso hacia atrás. Emboza una sonrisa para mí, elevando una de sus manos en forma de adiós y luego se marcha.
Dejándome con un maldito remolino en mi interior.
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¡Espero que la historia les esté gustando tanto como a mi hasta este punto!
¡No se olviden de votar y comentar! Lo aprecio muchísimo.
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