53.- Volver al pasado.
Han pasado seis meses desde la última vez que lo vi. Seis largos meses en los cuales me había esforzado por retomar mi vida, por acoplarme a la forma en la que debía vivir ahora.
Lo he echado de menos, cada maldito segundo desde que nos despedimos en aquella acera. No he sabido más de él, he hecho mi mayor esfuerzo para no revisar su perfil en redes, me he alejado tanto de las noticias de boxeo y canales deportivos porque sé que inevitablemente lo veré ahí algún día.
Y no estoy lista, no creo estar lista para mirarlo recuperado. Para ver cómo ha conseguido salir adelante.
—Vaya, eso es una buena noticia —dice Alexa con una sonrisa—. Gerente administrativa, ya venía siendo hora de que esa gente se diera cuenta de tu potencial.
—Supongo que sí —le doy un sorbo a la taza de café—. He conseguido un departamento, es más pequeño, pero mucho más económico.
—Liv, sabes que puedes venir conmigo —me recuerda—. Estoy demasiado sola en casa, y no me vendría mal tenerte como compañera.
—He abusado demasiado de tu generosidad, Lexi, no quiero...
—Oh, vamos. No eres una aprovechada si eso es lo que piensas, somos amigas, déjame ayudarte. Con el asunto de tu familia...
La incomodidad se presenta en mi pecho.
—El asunto de mi familia es muy aparte —mascullo—. No me interesa saber nada de ellos.
—Zack no opina lo mismo. Me preocupa que pierda el control otra vez.
Suspiro.
Zack parecía demasiado paranoico con que fuera a la policía a declarar en contra suya, la única prueba que tenía era el mensaje en mi celular, y él lo sabía bien. Así que un par de semanas luego de haber hablado con Luke, irrumpió en mi departamento. Alexa estaba conmigo esa noche y seguramente debido a su presencia, Zack no me envío al hospital.
Destrozó mi sala, me arrebató el celular y lo hizo pedazos, Alexa llamó a la policía, pero lo más que pasó detenido fue un par de horas. Una orden de restricción fue la mejor opción, sabía de lo que era capaz, sabía que en algún momento podría regresar y hace algo mucho peor, no le importaba acabar conmigo, ya lo había demostrado. Lo único recuperable del desastre fue mi número telefónico, gracias al cielo el chip quedó intacto.
Eliminó la única prueba que tenía en contra suya, si pensé en algún momento ir a la oficina de policía, ahora no tenía nada más que mi palabra.
—Está la orden ¿recuerdas? Zack podrá ser muchas cosas, pero no es estúpido. Sabe que, si la rompe, mi padre no podrá hacer nada para librarlo.
—La amenaza de Nicolás...
—Supongo que fue eso lo que lo hizo perder el control —suspiro con pesadez—. Si cae ahora, mi padre no tiene como salvarlo. No sabes lo bien que me hace saber que seguramente ambos están comiéndose la cabeza al imaginar el momento en el que Nicolás Lewis cumpla su amenaza.
—Estoy preocupada, Liv. ¿No puedes considerar al menos mi propuesta?
Hago el ademán de responder, sin embargo, la pantalla detrás de mi amiga capta mi atención. Un grupo de hombres están mirando, demasiado entusiasmados que sus gritos pronto captan la entera atención del restaurante.
Mi cuerpo se tensa, mi corazón aumenta su ritmo de un segundo a otro al reconocerlo.
Es él.
Luke está en la pantalla, en una pelea televisada. Había pasado meses saltándome esos canales, ignorando cualquier noticia relacionada con el boxeo porque simplemente no quería saber de él, no quería darme cuenta de que lo que sea que tuvimos, realmente había acabado.
Me mantengo absorta mirando la pantalla, observando la manera en la que se desenvuelve sobre el cuadrilátero.
Ya no es el mismo, golpea con fuerza como si quisiera causar daño. Ha mejorado, de eso no hay ni una sola duda, pero no es Luke. El chico que aparece en pantalla y golpea con fuerza hasta noquear, no se parece a Luke.
Su cuerpo ha cambiado, más fuerte, más grueso, sus músculos crecieron, sobre el cuadrilátero es completamente imponente. Parece saberlo, es consciente de su fortaleza sobre el ring, y no duda en demostrarlo.
Mantengo la mirada fija en la pantalla, Luke golpea a su oponente sin detenerse, el rugido del público parece animarlo más.
La sangre brota del chico frente a él, pero no se detiene, un último golpe basta para derribarlo y la audiencia enloquece.
Pronto se encuentra frente a las cámaras, él sonríe mientras responde las preguntas que el entrevistador hace. No puedo dejar de mirarlo, no puedo apartar la vista del televisor sintiendo como el sentimiento explota en mi pecho.
—Luke, todos somos conscientes de la mejoría en tu desempeño, ¿puedes decirnos ahora cual es el siguiente paso?
—Creo que la respuesta es algo obvia —responde con una leve sonrisa—. Iré por el cinturón.
Mi cuerpo entero se tensa, aprieto los puños sobre la mesa mientras siento una daga atravesarme.
—¿Un cinturón?
Luke asiente.
—¿Te refieres al cinturón de Zack Brooks? ¿Retarás de nuevo al campeón?
Ruego porque diga que no, que se refiera a otra cosa. Una sonrisa fría se apodera de sus labios.
—Zack y yo tenemos una pelea pendiente. Él lo sabe bien, Zack me debe mucho más que una sola pelea.
Él entrevistador luce sorprendido.
—¿Crees que acepte? ¿Qué te dé una respuesta?
Luke parece pensarlo.
—Tiene que aceptarlo, de lo contrario, lucirá como un cobarde. Y los Brooks toleran todo, menos eso.
El entrevistador dice algo más, sacudo la cabeza intentando enfocar de nuevo a Alexa.
—Liv...
—Ha perdido la cabeza —mascullo sin aliento—. Él no puede estar haciendo esto de nuevo, Lexi, es peligroso.
—Olivia, él sabe lo que hace.
—No —me incorporo, tomo un par de billetes y los dejo sobre la mesa—. No tiene ni una maldita idea de lo que acaba de hacer.
Seis meses sin llamarlo, sin enviarle un solo mensaje y ahora, su buzón ha sido inundado con mensajes míos.
Me muevo con desespero por la pequeña sala del departamento, observo con impaciencia el celular con la vaga esperanza de que responda alguno de los mensajes.
No creí que Luke considerara en algún punto una pelea con Zack, era demasiado arriesgado, demasiado peligroso. Ahora mismo ya no me importaba quien ganara, solo me importaba el hecho de que Luke podría lastimado otra vez.
Cierro los ojos mientras marco el número en un último intento, cuando parece que no va a responder, lo hace.
—Brooks, deja de llamar —dice con tono firme al otro lado de la línea. Mi cuerpo entero parece colapsar al escuchar su voz. No consigo hablar, no consigo dar una respuesta por largos segundos.
No me he dado cuenta la intensidad con la que lo he echado de menos hasta ahora, tanta que tengo ganas de echarme a llorar.
—¿Me llamas y ahora te has quedado muda? —pregunta con burla—. ¿Qué es lo que quieres?
—No puedes hacer esto, no puedes hacerlo otra vez —ahora es él quien no responde—. Es peligroso y lo sabes, Luke...—mi voz tiembla. —Él es peligroso.
—Ya no soy el mismo chico al que puede golpear en un callejón —habla con desdén—. Ya no soy más ese Luke.
Cierro los ojos, reteniendo las ganas de llorar.
—Puede hacer cualquier cosa en contra tuya. Luke...
—No lo creo, ya que esta vez no habrá nadie ayudándolo —Jo.der.
Parece que después de todo, algunas cosas nunca cambiarían. Lo escucho suspirar.
—Lo lamento, no quise decir eso —se disculpa en tono suave—. Agradezco que estés preocupada, Liv, pero nada va a cambiar, ya tomé mi decisión. Quédate fuera de esto ¿quieres? No quiero tener que preocuparme por ti otra vez.
La llamada se cuelga, el sonido característico al ser finalizada me llena los oídos y cuando la pantalla del celular se apaga, no retengo más las lágrimas.
—Has perdido por completo la cabeza —me reprende Luisa—. ¿Cómo se te ocurre decir algo como eso?
—No hables tan fuerte, que lo despertarás —objeto meciendo al pequeño Andrew en mis brazos.
—Oh, seguro si supiera hablar opinaría lo mismo. ¡Que su tío ha perdido la cabeza!
Su grito hace que el pequeño se sobresalte, arruga la frente y un par de segundos más tarde, un llanto brota de su pequeño cuerpo.
—Oh, eres una grandiosa madre —mascullo—. Solo has conseguido que llore.
Andrew Lerman es el vivo retrato de su padre, el parecido entre ambos era increíble, tuvimos que consolar a Luisa por un par de horas porque no podía dejar de llorar al mirar a su hijo.
Ahora tenía tres meses de edad, y su cabello comenzaba a adquirir una tonalidad un tanto más clara. El color de ojos es exactamente igual al de Carter, los mismos rasgos, y por primera vez oí a una madre alabar eso y no quejarse de haberlo llevado en el vientre nueve meses y que no compartiera parecido físico con ella.
—Ya, ya pequeñín, tu madre es tan desconsiderada —lo apoyo contra mi pecho, moviéndome por la habitación y dejando suaves palmaditas contra su espalda.
Me toma varios minutos calmarlo, cuando me aseguro que se ha dormido por completo, lo llevo hasta la cuna. Luisa aún se mantiene con el mismo semblante que cuando me marché, cruzada de brazos y mirándome como si quiera asesinarme.
—Lu...
—Dijiste que no lo harías, cuando te pregunté prometiste que no pelearías con él otra vez —reprocha.
—Ni siquiera sé si acepte. Así que no hay pelea segura.
—¿Por qué de nuevo? ¿Por qué contra él?
—Tengo que enfrentarlo. Tom no me lo permitirá, Justin mucho menos. Consultarlo con ellos hubiese sido una rotunda negativa así que cuando el entrevistador preguntó, solo dije lo primero que vino a mi mente.
Luisa suspira. Se apoya contra uno de los muebles sin apartar la vista de mí.
—Intentó deshacerse de ti, intentó asesinarte solo por conservar el cinturón. ¿Qué te dice que esta vez será diferente? ¿Qué no volverá y se asegurará esta vez de terminar su cometido?
—Nadie me da esa seguridad, no tengo idea de lo que intente hacer, pero no soy el mismo Luke. Lo sabes bien. No soy el mismo chico que abandonó Portland hecho pedazos, soy diferente, puedo hacerlo.
—Podías hacerlo antes —objeta—. Pero eso no impidió que te hicieran daño.
Mi celular suena, observo la pantalla leyendo el nombre de Tom en ella. Luisa pasa las manos por su rostro.
—Saldré, iré a casa de Montserrat —informa sin mirarme.
—Lu...
—Y me llevaré a mi hijo —cruza por mi lado, no me observa ni por un segundo. Retengo la palabrota que amenaza con brotar de mis labios y solo respondo el teléfono.
—Tom.
—Te veo en el club en treinta minutos—. Es todo lo que dice, y cuelga la llamada.
Ninguno de los dos hombres frente a mí está contento.
Tom se mantiene serio, tanto como nunca lo he visto desde que nos conocemos y Bruno, el entrenador al que Justin había llamado para que me entrenara en Londres luce igual.
—¿En qué estabas pensando? ¿Retarlo de esa manera? ¿Qué te has creído? —inquiere Tom.
—No lo pensé.
—Sí, claramente no lo penaste —reprende Bruno cruzándose de brazos—. Debiste consultarnos, debiste decirnos lo que querías hacer.
—No hubiese servido de nada, hubiesen dicho que no —me defiendo.
—Porque es lo razonable, ese hombre intentó matarte, Luke. Nadie estará de acuerdo con que lo enfrentes. ¿Podrás subir y pelear con él sin que te afecte? No hablo de lo físico, Luke.
Tenso la mandíbula, conteniendo el enojo en mi cuerpo.
—Tardaste meses en superar lo que ocurrió. —Tom baja la voz—. Tardaste meses en volver a pelear con alguien, y apenas llevas algunos de regreso, nadie duda de tu mejoría, nadie se atreverá a cuestionar tu avance, pero lo que quieres hacer, es por completo una locura.
—Ni siquiera ha aceptado.
—Es evidente que lo hará— dice Bruno—. Lo llamaste cobarde, así que, a mi parecer, no tiene salida.
—Si acepta la pelea, no podremos echarnos para atrás. —sonrío.
—¿Quién dijo que quiero echarme para atrás?
Ellos comparten una mirada.
—Si su promotor llama, entonces lo arreglaremos —dice Tom—. Mientras tanto, procura mantener la boca cerrada.
Me da la espalda, cierra la puerta con más fuerza de la necesaria y en cuanto se marcha, Bruno suspira.
—Te metiste en un camino sin retorno, Luke —pronuncia—. Ahora solo queda seguir hacia adelante.
Maldigo cuando Bruno sale de la oficina del club. Un suspiro pesado brota de mí antes de tomar el celular. Los mensajes de Olivia aún permanecían sin leer, no me atreví a decirle a Luisa que había llamado, ni siquiera a Caleb.
Escucharla después de tanto tiempo solo consiguió agitar los sentimientos que creía ya haber erradicado de mi sistema, no pude estar más equivocado. No se irían fácilmente, no se puede dejar de amar a alguien con tanta prisa.
Leo el último mensaje que Liv envío.
No sé porque haces esto, tampoco tengo derecho a cuestionarte, confío en que la razón es lo suficientemente válida como para impulsarte. Solo cuídate ¿quieres? No soportaría que él te dañara otra vez. Solo quiero asegurarme de que estarás bien.
No respondo el mensaje, bloqueo el celular antes de guardarlo en mi bolsillo. ¿Qué pensé que sucedería al alejarme? ¿Qué algo cambiaría? ¿Qué el dolor desaparecería tan de pronto?
Todos cuestionaban la razón, todos preguntaban qué era lo que me impulsó a decir frente a las cámaras que quería una pelea con Zack. Sabía cuál era, pero no estaba seguro de si al expresarla, todos fuesen capaz de entenderla.
No me sentiré nunca bien conmigo mismo sino hago esto. Esa noche, me tuvo donde quería, no tuve oportunidad para defenderme, para defender a Carter. Me sentí tan malditamente inferior, y aún lo siento, si no lo enfrento, ese sentimiento nunca va a irse.
No me importaba el título, ni siquiera ser el campeón, lo único que deseaba era que Carter viera que lo conseguí, deseaba tanto dejar de sentirme de esta manera.
Seis meses habían pasado, pero no bastaban para hacerme olvidar lo ocurrido en Portland, el dolor persistía, seguía ahí. Sabía que seguiría conmigo mientras no lo enfrentara.
Un suspiro brota de mí al mismo tiempo que me recargo contra el escritorio. Sabía que debía pelear con Zack, era consciente de que necesitaba enfrentarlo, no me arrepentía de haberlo dicho luego de la pelea, lo que no sabía, de lo que no era consciente, era de si estaba listo para mirarlo a la cara.
Si podría contenerme y seguir todas las reglas, si podía darle una pelea limpia sobre ese cuadrilátero.
Si Zack aceptaba, no sabía si podría contenerme y ser capaz de no cobrar venganza por la muerte de Carter.
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¡Nos leemos mañana!
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