Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

44.- Por él


**Haré actualizaciones diarias hasta el sábado :) debido a que ya avancé demasiado con los borradores y estoy emocionadaaaa** ¡No se olviden de votar y comentar!

No debería de estar aquí, mi mente me repite eso una y otra vez mientras atravieso el estacionamiento, varias personas cruzan a mi costado, mirándome por escaso tiempo antes de continuar con sus asuntos.

Joder ¿Qué es lo que estoy haciendo? Me detengo justo un par de metros antes de la entrada, aprieto la mandíbula tan fuerte que, al cabo de unos segundos, mis dientes duelen.

Maldición.

La bodega de Northwest sigue idéntica a comparación de la última vez que sigue aquí, el mismo olor a tabaco, el mismo ruido ahogado por las gruesas paredes, la misma apariencia de que este es el último lugar en donde debo encontrarme.

Después de enterarme de que probablemente he perdido las mejores oportunidades de mi vida, de la manera en la que Olivia no solo arruinó mi carrera sino también mi futuro, estoy aquí, debatiéndome sobre si debo o no entrar.

Sentía la necesidad de sacar toda la furia que no se ha ido de mi sistema, necesito encontrar una manera de dejar ir todo esto, aprieto los puños, mirando a las personas ingresar sin duda, doy un par de pasos, pero termino regresando sobre ellos.

La idea de pedir una pelea fue tan tentadora que no la rechacé, aun cuando sabía que eso podía arruinar lo poco que quedaba de mi carrera, si alguien me veía aquí, mi reputación se iría por un caño, no necesitaba eso.

—Creí haberte dicho algo —volteo hacia la persona que aparece frente a mí, Damián, el organizador de las peleas me observa con cierto aire de molestia—. Pero me da curiosidad ¿acaso has venido por una pelea?

Ronald sonríe a su costado.

—¿O acaso la paliza que te dieron fue suficiente para alejarte del boxeo? —inquiere Ronald con diversión—. Has vuelto a nosotros ¿No te dije que lo haría, Damián?

—No he vuelto —mascullo—. Ni siquiera he entrado, y no pienso hacerlo—. Sentencio.

—Si quieres una pelea esta noche, puedo darte una. No será mucha paga, pero seguro con las apuestas...

—No, solo traje a un amigo. Pero no he decidido volver—. Les dedico una sonrisa forzada antes de cruzar por su lado, gracias al cielo no insisten, y parecen no haberle dado demasiada importancia al hecho de verme aquí.

—Te has vuelto loco —mascullo cerrando la chaqueta, escondo las manos en los bolsillos para calentarlas mientras atravieso con rapidez el estacionamiento.

Esta vez no quise dejarlo cerca, la idea ridícula de que tal vez alguien pudiera reconocerlo lleno mi mente en todo momento.

Un leve humo brota de mis labios cuando suspiro, el estacionamiento es oscuro, había olvidado lo asqueroso que este sitio era.

—¡Déjenme en paz! —un grito grave me detiene, volteo, recorriendo el oscuro lugar con la vista hasta que consigo identificar de donde viene el sonido—. ¡No te atrevas a tocarme!

Es del callejón que está a un par de metros, creo haber perdido por completo la cabeza porque en cuestión de segundos me encuentro caminando hacia ahí.

Maldito idiota ¿qué fue lo que te ocurrió la última vez que estuviste en un callejón?

Mi mente me reprende, me grita que no debo meterme, no son mis asuntos.

—¡No! —el lugar está lo suficientemente oscuro, pero consigo ver tres siluetas, una de las cuales proviene la voz, las otras dos, de pie frente a ella. Me cuesta tan solo un par de instantes entender lo que ocurre.

¿A caso estaban intentando...?

—¡Hey! —ambos hombres voltean, no hace falta que se aparten para darme cuenta de la chica que está sobre el concreto, con la ropa rasgada.

—Hombre ¿quieres unirte a la fiesta? —inquiere uno de ellos.

—Déjenla en paz —mascullo. Ninguno se mueve—. ¿No han escuchado?

—El que debería irse eres tú, aún estás a tiempo.

Bien, Luke, ¿querías una pelea? Tendrás una pelea.

—Déjenla en paz— repito.

Para cuando uno de ellos se acerca, estoy preparado así que consigo esquivar sus golpes con facilidad. Mi puño conecta contra su mandíbula antes de que pueda tener la oportunidad de golpearme de nuevo. El idiota se tambalea, retrocediendo un par de pasos, lo que me da la oportunidad de mirar al segundo hombre, se lanza en mi dirección en un grito furioso, no hay que ser demasiado inteligente para darse cuenta de que ambos están borrachos, sus golpes son torpes y descuidados así que es demasiado fácil hacer que acabe en el suelo.

Estoy preparado cuando el primer idiota intenta golpearme, esquivo su puño y respondo con un fuerte golpe contra su nariz, conecto mi rodilla contra su estómago un par de veces antes de lanzarlo hacia el suelo.

—¡Largo de aquí! —espeto con molestia.

Primera lección, cuando pelees, no hables. Eso te descuida. Debido a la escasa iluminación no consigo ver que uno de ellos se ha levantado y se abalanza contra mí, esta vez no consigo esquivar sus golpes, sus puños golpean mi rostro con fuerza y luego, un golpe en la costilla.

El dolor explota, un gemido adolorido brota de mis labios, sin embargo, no dejo que el dolor me desconcentre.

Necesito enfocarme. Elevo la vista siendo capaz de distinguir la sombra acercarse, me aparto cuando intenta golpearme con la rodilla, mi costado duele con intensidad, no olvido que mis costillas aún no sanan por completo, maldición.

Su cuerpo impacta contra el mío, un quejido adolorido brota de mis labios cuando estampa mi cuerpo contra una de las paredes del callejón, consigo apartarlo, pero son dos, así que antes de que consiga golpear al idiota frente a mí, el otro me sujeta el cuello. Su antebrazo hace presión contra mi garganta, arrebatándome la respiración, sofocándome por completo y el dolor explota en mi torso cuando golpean una de mis costillas y luego, el cristal estallando es lo único que escucho, sin embargo, no ha estallado en contra de mí.

La delgada silueta de la chica se aparta, el chico frente a mí se tambalea mientras lleva una de sus manos hacia la parte trasera de su cuello. Trastabilla así que tomo la oportunidad, me inclino soportando el dolor para liberarme del agarre en mi cuello, mi codo conecta con sus costillas un par de veces y consigo zafarme.

Giro, mis puños golpean sus costillas con golpes fuertes y seguidos que lo hacen caer.

—¡He dicho, largo! —bramo. El otro se acerca, toma a su amigo y ambos se alejan casi a rastras. Solo en ese momento me permito quejarme, me apego contra la pared llevando una de mis manos hacia mi costado, el sabor a sangre llena mi boca así que deduzco que probablemente me han roto el labio.

Jadeo, apoyando la cabeza contra la pared mientras ruego porque las costillas no se hayan lesionado de nuevo. Montserrat iba a matarme, no olvidaba que se encontraba en mi departamento, maldición, no había ninguna excusa para esto.

—¿Estás...estás bien? —solo al escuchar la voz recuerdo la presencia de la chica. Ella se abraza a sí misma, el temblor en su cuerpo es demasiado evidente, así que me aparto de la pared, agradeciendo que consigo enderezarme.

—Sí, no es nada, ¿y tú? —cuestiono—. ¿Te hicieron algo?

Niega con rapidez.

—Bien, tenemos que salir de aquí antes de que decidan volver con más, si es así, soy hombre muerto.

Camino varios pasos hasta que me doy cuenta de que no me sigue.

—¿Qué esperas? No puedes quedarte aquí, esos idiotas pueden volver—. Ella no se mueve, así que me acerco para tomar una de sus manos y obligarla a caminar.

Cuando llegamos al estacionamiento, me percato de que la ropa que trae, lo que parece ser alguna especie de uniforme, está rasgado del escote, no lleva abrigo y el clima está lo suficientemente helado.

No pienso demasiado en quitarme la chaqueta y entregársela.

—Está algo...descubierto —informo señalando su ropa—. Esto te cubrirá.

Con la luz del estacionamiento puedo verla mejor, es joven, probablemente unos veinte o veintidós años, se enfunda en la chamarra y retengo la sonrisa al ver lo amplia que le queda, sin embargo, cumple su propósito. Lleva su cabello en una coleta alta despeinada, varios mechones se escapan del lazo y un costado de su rostro comienza a ponerse morado.

—¿Quieres que llame a un taxi? —inquiero—. ¿O a alguien que venga por ti?

Niega. Parece demasiado aturdida.

—Hey, ¿te encuentras bien? ¿Debo llevarte a un hospital?

—No —niega con frenesí—. Tengo que volver a casa, mi hermanita espera por mí—. informa—. Tomaré un taxi y...

Está demasiado afectada como para tomar un taxi, con un uniforme que no es precisamente elegante y son casi las dos de la mañana.

Rasco la parte trasera del cuello, volteo. Los mismos idiotas se encuentran saliendo ahora de la bodega, con tres más viniendo detrás de ellos.

—Joder —mascullo. Tomo las llaves del auto que aún permanecen en mi bolsillo y luego envuelvo los dedos en la muñeca de la desconocida, la obligo a caminar detrás de mí hasta que llegamos al auto—. Sube.

Ella me observa con desconfianza.

—¡Que subas! —apresuro—. Que los idiotas están volviendo y no quiero que me maten.

Ella voltea, solo en ese punto parece considerar mi propuesta y sube al auto con rapidez. Nos toma apenas un par de minutos salir de la cuadra de Northwest.

—¿Dónde vives? Dame la dirección y te llevaré —ella me mira. Parece haber recuperado el control de sí misma porque se acomoda el cabello mientras carraspea.

—Oye, gracias —dice—. Hace rato estaba demasiado aturdida como para decir algo.

—No me agradezcas—respondo—. ¿Tu dirección?

—Puedes dejarme en la central de taxis y...

—No voy a dejarte en una central de taxis a las dos de la mañana— aclaro—. Solo dame tu dirección.

—¿Cómo sé que no planeas secuestrarme? —ella parece reparar en algo—. ¡Por Dios! ¡Estoy en un auto con un completo extraño! ¡Déjame bajar!

Intenta abrir las puertas, pero el seguro lo impide.

—¡Le colocaste seguro! ¡Quieres secuestrarme! —grita con horror.

—¿Qué? No, yo no...

—¡Déjame bajar!

—¡Bien!

Detengo el auto de manera abrupta a un costado de la avenida. Ella baja del auto, caminando con rapidez por la acera.

—¡Oye, solo intento ser amable! —grito bajando del auto también—. ¡Son las dos de la mañana, solo sube!

Ella se detiene, gira sobre su eje y vuelve.

—Gracias por lo de hoy, en serio, te debo la vida, pero no voy a subirme a un auto contigo.

Resoplo.

—No planeo secuestrarte —le informo con obviedad—. Los seguros se colocan de manera automática cuando el auto está en movimiento, por seguridad. Ahora, sé que probablemente estás asustada, pero...son la dos de la mañana y dijiste que tu hermanita te espera en casa así que... ¿por qué no subes al auto y de esa forma me aseguro de que llegues bien?

Me observa con desconfianza, el frío me golpea así que me estremezco por un par de segundos en los cuales espero su respuesta.

—Bien.

Camina de regreso hacia el auto, enciendo la calefacción de nuevo y un par de instantes más tarde me encuentro sobre la avenida. Ella dicta su dirección, no consigo ubicarla así que va diciendo indicaciones a lo largo del trayecto.

—¿Eres apostador en la bodega? —inquiere.

—No —mascullo—. ¿Qué hacías en Northwest a esa hora? Es peligroso.

—Trabajo en un bar que está a un par de cuadras, esos idiotas estaban ahí desde antes, en cuanto me vieron salir no dudaron en seguirme, no pude hacer nada para evitar que me metieran en ese callejón y...—deja de hablar, su voz tiembla—. En serio, gracias. No sé cómo pagar lo que hiciste por mí.

—Nunca sabemos cuándo podemos necesitar ayuda —los recuerdos de lo que ocurrió aquella noche en el callejón del club regresan a mi mente. Hubiese sido tan diferente si alguien se hubiese detenido a ayudar, si alguien se hubiese dado cuenta de lo que ocurría.

No me doy cuenta de la manera en la que ejerzo fuerza contra el volante. La chica permanece en completo silencio después de eso, no volvemos a hablar hasta que nos detenemos frente a una pequeña casa.

—De nuevo, gracias...—tardo unos segundos en comprender que quiere saber mi nombre.

—Luke —respondo—. Y deja de agradecer, no hay porqué.

—Alessandra —se presenta con una pequeña sonrisa. Se quita la chaqueta, se acomoda el uniforme antes de entregármela—. Estaré en deuda contigo para toda la vida.

Sonrío.

—No es para tanto.

—Para mí lo fue —responde con suavidad—. Adiós, Luke.

Cierra la puerta del auto, no me marcho hasta que ella ha entrado en la casa, antes de cerrar la puerta, mira sobre su hombro y eleva la mano, en un ademán de adiós.

Yo correspondo el gesto, y solo cuando la puerta se cierra, soy capaz de arrancar el auto y encaminarme hacia casa.

Consigo entrar a casa sin despertar a nadie, sin embargo, a la mañana siguiente no puedo hacer gran cosa para ocultar los moretones en mi rostro. Y tampoco evitar que Montserrat los vea.

—¿Te metiste en una pelea? —inquiere—. ¿A caso te has vuelto loco? ¡Tus costillas aún no sanan! ¡Tu hígado y riñón tampoco! ¡Un solo golpe puede mandarte de nuevo al hospital! —grita mientras se pasea de un lado al otro de la sala.

Yo me mantengo en el sillón, en completo silencio sintiendo como si de nuevo tuviera quince y fuera mi madre regañándome luego de haberme saltado la hora de llegada.

—Montse...

—¡No hables! ¡Eres tan inconsciente! —grita con molestia—. ¿Se puede saber en que estabas pensando? —Cuando no respondo, parece perder la paciencia—. ¡Responde!

—¡Dijiste que no hablara! —refuto—. Joder, me compadezco de tus hijos—. Mascullo.

—¿A dónde fuiste?

Resoplo.

—A Northwest.

Montserrat parece incrédula. Luego me observa de la única forma que no quería que hiciera, decepcionada.

—¿Volviste a las peleas? ¿Cuánto te ofrecieron esta vez?

—Nada. Porque no acepté una pelea —informo—. No tuve una pelea dentro de la bodega, fue afuera, en un callejón.

—¿Ya olvidaste lo que pasó la última vez que estuviste en un maldito callejón? ¡Casi te asesinan! Así que solo vas y buscas una nueva pelea, maldición Luke.

—Lindura...

—No te metas en esto —advierte Montserrat hacia su esposo. —Levanta la camiseta —ordena con firmeza hacia mí.

—Montserrat...

—¡Ahora!

De mala gana hago lo que dice, un par de moretones se muestran en mis costillas y ella maldice entre dientes.

—Iremos al hospital ahora mismo.

—No, Montserrat de verdad, no es nada...

—He dicho que vamos al hospital ahora —dice—. Porque esos golpes pudieron lesionar tus costillas, pudieron haber causado un daño que no sabemos así que sí, vamos a ir al hospital y no te estoy preguntando.

Mis largas insistencias no rindieron frutos, Montserrat me arrastró hasta la sala de urgencias y amenazó a cuanto doctor se le puso enfrente hasta que me atendieron.

Joder, es tan vergonzoso.

Al final, resultó que siempre tuve razón. Los golpes no fueron mayores, no hubo daño a las costillas más de lo que ya tenían así que tras un par de horas, volvemos a casa.

—¿Lo ves? No era necesario que armaras todo un escándalo.

Ella suspira, cierra los ojos por un par de segundos antes de girarse hacia mí.

—Solo dime porqué —pide con suavidad.

Tardo demasiado tiempo en considerar responder, no quería decirle que necesitaba golpear a alguien para sentirme bien porque seguramente me internaría en algún hospital mental, y no necesitaba eso.

—Alguien necesitaba mi ayuda —manifiesto—. Estaba sola, en el callejón con dos idiotas.

—¿Sola? ¿Una chica?

Asiento.

—Así que interviniste.

—Se lo que se siente que nadie te ayude —respondo sin mirarla—. Sé lo que es estar tan aterrado y no tener a nadie que interceda por ti. Así que...solo sentí que debía hacerlo.

—Me deja más tranquila saber que no peleaste en Northwest —expresa—. Has avanzado demasiado como para volver a ese sitio.

Cuando me da la espalda para subir las escaleras, la llamo. Voltea, mirándome sin molestia esta vez.

—No sé si regrese al boxeo —mi voz sale tan baja que temo que no consiga escucharme—. No sé si pueda volver a subir a un cuadrilátero, y no hablo de las lesiones, yo no...

Ella baja el par de escalones que había trepado, caminando hasta mí.

—No sé si pueda volver a boxear.

—Antes de todo esto, tenías un sueño ¿recuerdas? Querías competir, ser el campeón, querías convertirte en el ganador del campeonato nacional ¿lo recuerdas?

Asiento.

—Bien, si lo haces entonces, había una razón ¿no es cierto? Lo deseabas tanto por algo. Y todos confiamos en ti, confiamos en que lo conseguirías. Y en que, si lo deseas ahora también, entonces serás capaz de alcanzarlo.

—Le prometí a Carter que ganaría —susurro.

—Entonces tienes un motivo más —pronuncia con suavidad, sonriendo con dulzura—. Él quería verte ahí, úsalo como motivación, que Carter sea tu motor ahora. Donde sea que esté, sé que va a estar orgulloso de que hagas lo que verdaderamente amas hacer.

—Por él —susurro.

Montserrat asiente.

—Por él. 

________________________________________________________________________

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro