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41.-Debí de haber sido yo

Apenas abro la puerta, mi vista se posa en las bolsas de comida frente a mí, un recuerdo fugaz se me cruza por la mente, de cierta manera creo que está aquí, creo que ha venido, creo que lo veré entrar con cerveza y comida rápida, que dirá una clase de broma y me daré cuenta que todo lo que pasó en los días anteriores, no ha sido real, pero cuando elevo la mirada, no es el rostro de Carter el que veo.

Adam aparece en mi campo de visión, sonríe con gesto amable mientras eleva las bolsas. Me siento ridículo, sin embargo, me las arreglo para darle una sonrisa educada.

—Hola— saluda.

—Hola —respondo. Me aparto porque, a pesar de que no quiero recibir a nadie, sé que dejarlo afuera es por completo una falta de educación.

—No quiero molestar, pero pensé...

—No molestas, pasa —lo interrumpo.

Él ingresa, recorre con la mirada el departamento y me siento repentinamente avergonzado.

—Perdona por el desorden— me excuso.

Él se encoge de hombros, restándole importancia. Caminamos hacia la cocina, ahí tomo la cerveza que he dejado sobre la barra y giro hacia él. Soy consciente de la manera en la que mira la botella, y luego centra su atención en mí.

—No estoy tomando medicamentos, el alcohol no hace nada —mascullo apartando la vista.

—¿Tendrás una para mí? —sonrío de lado. Abro la nevera, era vergonzoso admitir que tenía más cerveza que comida en el interior, pero justo ahora eso no importaba.

Cuando vuelvo a mirarlo, él ya ha sacado un par de recipientes con sushi, desliza uno por la barra hasta dejarlo frente a mí, y se apodera del otro plato.

—¿A qué se debe tu visita? —inquiero.

—Estaba preocupado, no has ido al club —murmura—. Esperábamos verte por ahí.

—No creo volver al club pronto —confieso tomando un rollo y dándole un leve mordisco—. No estoy seguro de volver, en realidad.

—Lo lamento.

Elevo la vista, tomo una larga inhalación antes de asentir levemente.

—La prensa dice que probablemente no vuelvas a las peleas —informa.

—Puede que tal vez tengan razón.

—Fui a verte al hospital, no me dejaron pasar porque decían que solamente estabas recibiendo a familiares, pero estuve ahí.

—Lo agradezco, en verdad.

—Escucha, sé que no podemos llamarnos grandes amigos, pero si necesitas algo, cualquier cosa, no dudes en llamarme ¿sí? Para lo que sea, tomar una cerveza, comer hasta perder la condición o solo charlar...puedes llamarme.

—Gracias, Adam. —sonrío con ligereza—. ¿Tendrás pelea pronto? —inquiero intentando cambiar el tema de conversación.

—Una, de acondicionamiento nada más —informa—. Será en un par de semanas, si quieres ir...sería genial.

—No lo tomes a mal pero ahora...creo que quiero mantenerme tan alejado del boxeo como sea posible. Pero estoy seguro de que te irá bien—confieso bajando la mirada—. Dile a Justin que sigo vivo, no ha dejado de llamar.

—El hombre está tan irritable como nunca lo había visto, creo que deberías al menos enviar un mensaje. —sugiere—. Ya sabes, para que no se desquite con nosotros.

Una leve risa me invade.

—Probablemente lo haga.

Hablamos de todo y de nada en realidad, las conversaciones son ligeras, entretenidas, pero no lo suficiente como para hacerme sentir mejor. Tan pronto como Adam se marcha, me siento igual o incluso peor que cuando llegó.

Subo a la habitación, que al igual que el resto de la casa, está hecha un completo desastre.

Me dejo caer sobre el sillón, el leve mareo que me produce haber bebido más botellas de alcohol de las necesarias solo me deja más vulnerable de lo que pensé.

¿Quién dijo que ahogar las penas en alcohol servía?

Tomo el celular, marcando el número que ya me sé de memoria y aguardando por escuchar su voz. La voz alegre de Carter se escucha por la bocina, dice el mensaje que ya me sé de memoria y cuando acaba, esta vez no cuelgo.

—Esto está siendo más jodido de lo que imaginé, Carter esto es una mierda por completo —mi voz tiembla—. Es realmente patético grabar un mensaje de voz cuando es más que evidente que no vas a escucharlo, pero necesito decir que me haces falta, tanta como nunca imaginé. Y yo...—el sonido de que el tiempo se ha acabado se deja escuchar y la llamada se corta.

—Yo realmente te necesito —susurro.

Cuando elevo la mirada, la fotografía que fue tomada justo cuando gané la primera pelea causa una sensación dolorosa en mi pecho. Me incorporo, caminando los escasos pasos que me separan del estante y la tomo entre mis manos.

Un grito agudo brota de mis labios mientras lanzo la fotografía contra la pared, la explosión del cristal llena mis oídos mientras lanzo un par de fotografías más.

—¡No debiste morir! ¿Por qué tuviste que irte? ¡Maldita sea, Carter! —bramo —¿Por qué tú?

Las fotografías siguen tan cerca y mi razón completamente nublada así que, todas, incluyendo donde Hanny aparece, terminan en el suelo. El cristal estalla, los pedazos de vidrio caen al piso y no puedo hacer otra cosa que no sea mirar el desastre a mi alrededor.

—¿Cómo se supone que haga esto ahora? ¿Cómo se supone que consiga superar tu muerte? ¡Joder, no debiste morir! ¡NO DEBISTE SER TÚ!

Mis ojos queman, el dolor en el pecho es tan insoportable que caigo de rodillas.

—Debí de haber sido yo —mi voz brota en un susurro—. Debí de haber sido yo.

No he conseguido dormir mucho esta semana, las bolsas negras debajo de mis ojos lo delatan.

Tampoco he comido como se debería, y el alcohol ha sido mi principal compañero. No me he molestado en arreglar el departamento, apenas y salgo de la cama aun cuando dormir es lo menos que puedo hacer.

—Esto es un desastre, Luke—Reprocha Caleb cuando ingresa al departamento—. Joder, hermano.

No respondo, le doy la espalda mientras camino de regreso a la cocina y me apodero del envase de cerveza a medio tomar. Le doy un largo trago antes de girar hacia mi hermano.

—Ya, deja eso —pide arrebatándome el cristal de las manos—. Has bebido lo equivalente a un mes.

—¿Y eso qué? —inquiero con molestia—. No es asunto tuyo—espeto.

Lo escucho suspirar, cierro los ojos por un par de segundos repitiéndome que él solo quiere ayudarme, es lo único que todos quieren.

—Luke...

—¿Qué? —me giro con brusquedad, encarándolo—. ¿Para qué has venido? ¿Por qué no regresas a Londres? No te necesito aquí.

—Necesitas ayuda —expresa—. No quieres vernos, no comes, pasas borracho gran parte del día, maldición, estás acabando contigo mismo, Luke.

—¿Ayuda? ¿Crees que necesito ayuda? —inquiero con ironía —¿lo crees? Dime ¿Qué clase de ayuda necesito? ¡Dímelo! —exploto—. ¡Todo se fue al carajo, Caleb! ¡Todo se hizo mierda!

—Lo sé, sé que es bastante jodido, pero...

—No, no tienes una maldita idea de nada —siseo—. ¿Asesinaron a tu mejor amigo? ¿Te golpearon hasta casi matarte? ¿Estás en la posibilidad de perder tu carrera? ¡No! ¡Nada de eso te ha ocurrido! ¡Así que no tienes ni puta idea de todo lo que este desastre significa!

El cristal de la botella a mi costado termina estrellándose contra la pared, pedazos de vidrio vuelan por los aires y a eso le siguen muchas otras cosas más. Caleb se aparta, no intenta detenerme aun cuando prácticamente estoy destrozando todo mi departamento.

Un grito furioso abandona mi boca, me raspa las cuerdas vocales haciendo arder la garganta, pero no me detengo. No hasta que siento mi cuerpo débil, tanto que lo único que puedo hacer es dejarme caer justo en medio de todo el desastre que yo mismo he ocasionado.

—Todo se fue al carajo, Caleb —mi voz está rota. Mis ojos arden y el nudo en mi garganta aprieta tan fuerte que me impide respirar.

Carter había muerto, llevaba apenas dos semanas desde el funeral, pero seguía siendo tan doloroso como aquella noche. No he ido al gimnasio, ni a las sesiones de rehabilitación que el médico sugirió.

No he tocado mis guantes de box, ni respondido las llamadas de Trevor y de Justin.

Me encerré aquí, bebiendo botella tras botella de tanto alcohol hasta que mi mente parecía conseguir borrar toda la mierda que había ocurrido.

Hasta que conseguía olvidar que Carter ya no estaba. Pero luego, cuando el efecto pasaba, todo era peor.

Escapar de la realidad nunca es tan aterrador como cuando regresas a ella.

Escucho los pasos de mi hermano, resuenan hasta detenerse justo a mi costado y me envuelve en un abrazo, está vez no lo rechazo. Estoy demasiado cansado como para hacerlo, demasiado agotado en todos los sentidos como para apartarlo.

Me rompo de nuevo, el dolor me atraviesa una vez más y me rasga por completo.

—Déjalo ir, Luke —dice. Mi fortaleza –o lo poco que quedaba de ella- se esfuma por completo.

Me siento arrastrado de nuevo hacia el pozo de agonía del que no había conseguido salir, me siento envuelto en la bruma de emociones dolorosas, tanto que era sofocante.

Soy capaz de escuchar mi propio llanto, de sentir el dolor en cada parte de mi cuerpo, en el pecho, en el alma.

¿Cómo se supone que debería continuar?

—Fue mi culpa —las palabras queman cuando abandonan mi boca. La culpa estaba ahí, el maldito sentimiento de que yo ocasioné todo no se marcha ni un solo segundo—. Es mi culpa que él esté muerto.

—No, claro que no —asegura. —No fue culpa tuya, no sabías lo que pasaría. No tenías forma de saberlo. Joder, Luke, eran cuatro en contra tuya, aunque hubieses querido...—se detiene por un par de segundos, como si analizara lo que dirá a continuación—. No eres ninguna clase de superhéroe, te atacaron por la espalda, fue un juego sucio, no fue tu culpa.

No respondo, no consigo hacerlo.

—Y tampoco fue culpa de Olivia—. Me aparto con brusquedad de su cuerpo cuando lo escucho mencionar su nombre. Paso las manos por mis mejillas con rapidez para limpiar el rastro de lágrimas en mi rostro.

—Ella no sabía nada, Luke. —Por la mirada que me dedica, sé que su intención está lejos de querer molestarme. Caleb sería incapaz de intervenir por alguien sino supiera que esa persona decía la verdad.

Es justo, analítico. Caleb no pasaba nada por alto. Es racional, cosa que en estos momentos yo soy incapaz de ser.

—Está tan afectada por esto, hizo mal en ocultarte lo que ocurría ¡claro que sí! Pero Olivia no tenía idea de lo que su hermano haría esa noche.

—¿Cómo sabes que no está mintiendo? —inquiero—. Es una excelente mentirosa. Te ha contado su versión ¿no es así? Te ha envuelto entre llantos y suplicas, haciéndote creer que no tiene la culpa de nada.

—No me has dicho que fue lo que hizo, hablé con ella y...

—¡Me mintió! —grito con furia—. ¡Hizo todo a propósito! ¡Joder! Ella sabía que su hermano intentaría algo, pudo advertirme antes, pudo hablar con Justin, o con Tom, con cualquiera. Encontré el maldito mensaje en su celular, estuvo haciendo todo cuanto estuvo a su alcance para arruinarme, no tengo idea de que tanto echó a perder, no tengo idea de que tanto daño causó.

—Hermano...

—No quiero saber nada de los Brooks— pido—. Y mucho menos quiero escuchar su nombre, esa mujer ya no existe para mí, Caleb.

Decir la última frase me costó más de lo que hubiese imaginado. ¿Cómo consigues odiar a alguien que amas?

—Bien —se rinde—. Tu entrenador...

—Dile que no se preocupe por mí —lo interrumpo—. Dile que se concentre en sus boxeadores como lo hacía antes. Esto acabó para mí.

Me había pasado horas pensando en lo mismo, largos ratos de indecisión sobre lo que debería o no hacer, pero sabía una cosa, ya nada tenía sentido. El box ya no era una prioridad, ya no lo sería nunca. No conseguiría volver a pisar el club, o el gimnasio de Trevor, ni siquiera subir a un cuadrilátero sin que el recuerdo de Carter viniera.

Si no hubiese comenzado con eso, si jamás hubiese aceptado esa pelea, él tal vez seguiría aquí.

—Regresaré a Londres —Caleb luce sorprendido—. Le pediré trabajo a papá, al final ellos siempre tuvieron razón. Esto iba a terminar por destrozarme, no se equivocaron.

—¿Qué harás qué? —luce incrédulo.

Tomo una larga inhalación, pasando la vista por la habitación observando los trozos de cristal y otras cosas, no podía estar aquí.

No soy capaz.

—Voy a dejar el boxeo —una opresión en el pecho se presenta cuando lo digo.

El silencio abrupto que le sigue a mis palabras me envuelve por completo.

—Ya no tiene caso, no tiene sentido. Volveré a casa y con suerte podré vivir el resto de mis días trabajando en la empresa de papá.

—No puedes dejarlo, no ahora. Luke...estás tan cerca.

—¿Cerca? ¿Te parece que ahora estoy cera? —inquiero con ironía—¡Mírame, Caleb! Estoy hecho pedazos, tendré que pasar meses en rehabilitación, intentando reparar todo lo que ese malnacido rompió. Intentando conseguir ser el mismo de antes, y eso es completamente imposible. Lo sabes tan bien como yo. El sueño del boxeo se ha esfumado, ya no lo quiero.

—Claro que lo quieres —la firmeza en su voz me hace mirarlo—. Lo quieres tanto como antes, pero estás asustado. Y hermano, lo entiendo, estás aterrado por lo que pueda pasar, pero si algo se de ti, es que no te rindes. ¿Quieres volver a Londres? Bien, volveremos entonces, pero no para que te metas en una maldita oficina.

Da un paso al frente, plantándose con firmeza frente a mí.

—Hablaremos con Justin, y entrenarás desde ahí y cuando estés listo, volverás al cuadrilátero a demostrar de lo que un Lewis está hecho.

—No sé si pueda— confieso en un hilo de voz.

Caleb sonríe.

—Claro que podrás, eres Thunderbreaker, claro que podrás. 

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