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39.- El dolor de la traición.

No tengo los recuerdos claros de lo que sucedió las horas siguientes, es como si hubiese entrado en modo automático, haciendo las cosas sin consciencia.

Carter ha muerto, y no me han dejado verlo a pesar de las constantes súplicas que he hecho a cuanta persona se me pone enfrente. No puedo respirar bien sin el cable de oxígeno, el pulmón colapsado comienza a pasarme la factura, y el daño en el hígado es más doloroso de lo que pude imaginar.

Pero me he aguantado el dolor para convencer al médico que me encuentro bien, tanto como puedo estarlo para permitirme pasar a la silla de ruedas, tan bien como alguien puede estar mientras es conducido a la fría habitación para mirar el cuerpo de su mejor amigo.

—Si necesitas cualquier cosa, estaré afuera —pronuncia mi madre. Asiento. Me deja justo en la puerta porque así lo he pedido.

A un par de metros de donde me encuentro, está su cuerpo. Cubierto con la sábana blanca. Es increíble como hace horas estábamos riendo y bromeando en aquel club, y ahora estemos aquí.

Hago girar las ruedas de la silla, acercándome con lentitud. Mi visión se vuelve borrosa mientras elevo una de mis manos y palpo la tela blanca. No me atrevo a descubrirlo, no me atrevo a mirarlo.

Pasa mucho tiempo antes que consiga tomar los bordes de la sábana, y deslizarla. Cierro los ojos tan pronto como miro su rostro, aprieto los dientes, tan fuerte que duele, tanto que el dolor es un método de distracción para no permitirme romperme de nuevo.

—Perdóname —mi voz sale en un suspiro ronco—. Lo siento tanto.

Coloco una de mis manos sobre su pecho, mi visión es completamente borrosa, el nudo en mi garganta aprieta tan fuerte que un dolor se instala en ella, impidiéndome hablar.

Su piel está más blanca de lo que solía estar, su cuerpo frío, sus labios pálidos. No se parece en nada a mi mejor amigo.

—Debí ser yo —susurro—. Tú no merecías nada de esto. ¿Cómo...cómo se supone que viva con la culpa?

Una respiración entrecortada brota de mis labios. Me inclino sobre su cuerpo, sintiendo el dolor explotar en mi sistema, tan fuerte, tan sofocante como antes.

—Me pediste que sea valiente, pero, ¿Cómo se supone que lo consiga? ¿Cómo cuando...cuando no vas a estar aquí? Joder, Carter —vuelvo a cerrar los ojos con fuerza.

Por largo rato solo permanezco mirándolo, intentando convencerme que esta es una clase de pesadilla, que no es real. Pero lo es, cuando mis manos tocan su piel, sé que lo es.

Me rompo de nuevo a su lado, me inclino sobre él intentando reunir las fuerzas para armarme otra vez, pero no lo consigo. ¿Cómo podría hacerlo?

—Cariño, ha sido suficiente —mi madre ingresa, una de sus manos se coloca sobre mi hombro—. Ha sido suficiente, cielo.

Coloco la mano en la rueda, impidiendo que ella me mueva del lugar.

—Luke...

—Solo...solo necesito unos momentos más —pido.

—No lo recuerdes así —habla con suavidad—. Él no querría que lo recordaras de este modo. Ha dejado de ser Carter, éste no es él.

—Si es él —replico en un sollozo—. Sigue siendo él.

Estoy demasiado cansado como para oponerme a que me saque del lugar, mi padre tiene que ayudarme a pasar a la cama de nuevo porque no consigo hacerlo solo.

Pido que me dejen solo, no me apetece tener compañía, no quiero a nadie aquí ahora. Pero al parecer, no puedo hacer mucho para impedir que Trevor entre.

No había recibido a nadie más que a mis padres, Caleb había llegado hace un par de horas, y mi madre dijo que Montserrat también vendría. No los quería aquí, no quería que me vieran en este estado, pero no hubo mucho que pudiera hacer al respecto.

—Hola, hijo —saluda.

—Pedí que me dejaran solo —mascullo sin mirarlo.

—Lo sé.

—Vete, Trevor. —pido con los dientes apretados—. No quiero a nadie aquí.

Lo escucho suspirar, pero no se marcha.

—Sé que no quieres a nadie aquí, sé que no quieres que nadie te vea en este estado. Pero para mí, sigues siendo el mismo Luke, sigues siendo mi muchacho.

Cierro los ojos con fuerza, limpio con brusquedad las lágrimas en mis ojos porque detesto sentirme tan vulnerable.

—Mírame, ya no me parezco en nada a tu muchacho. Ese Luke fue destrozado en aquel callejón.

—No, sigue en ti. Solo que está tan asustado como para dejarse ver —replica con firmeza.

—No seas iluso, Trevor. Sabes tan bien como yo que lo que dices es mentira. —espeto—. No vengas con tus palabras de aliento, no me sirven ahora y tampoco las quiero.

No responde, me observa por largo rato antes de asentir.

—Bien, quieres estar solo así que estaré en la sala de espera—. No le doy una respuesta, tomo una inhalación y el dolor vuelve. Aprieto los dientes mientras intento tomar aire sin sentir dolor.

No es posible, el dolor no se va. Tardaría muchísimo tiempo en irse.

A la única persona que no echo de la habitación, es a Olivia. Es a la única que le permito acercarse, la única con la que me permito ser tan frágil como necesito. No habla, no intenta entenderme, simplemente está ahí, abrazándome.

Y yo me aferro a ella, me aferro porque parece ser lo único que me queda ahora, la única que me sigue mirando sin compasión en los ojos. La única que me mira como el Luke que fui antes.

Me aplican morfina para el dolor intenso, así que paso las horas en el hospital entre dormido y despierto, apenas consciente de lo que pasa a mi alrededor. Mi mente en una parte agradece eso, con la sustancia en mi cuerpo es fácil descansar, es sencillo olvidar lo que pasó.

—Tu hermana está afuera —informa Olivia mientras acaricia mi cabello—. Montserrat vino, junto con Hannah. Dice que...

—¿Hanny está aquí? —inquiero.

—El esposo de Montse...Jack, la trajo porque creen que tal vez verla te ayude un poco. Ya sabes, para animarte. ¿Quieres verla?

Asiento con lentitud. Olivia sonríe.

—Bien, le diré que entre.

La observo marcharse, cuando me quedo solo los pensamientos regresan, siento una jodida tortura.

—¡Tío! —solo en ese momento un destello de alegría me invade. —¡Tío!

Jack tiene que sostenerla para que no se lance contra mi cuerpo, la sujeta con firmeza mientras susurra algo en su oído, luego la deja sobre el piso y Hanny camina con lentitud hacia mí.

Estira una de sus pequeñas manos hasta envolver la mía.

—Hola, tío —pronuncia con dulzura.

—Hola princesa —respondo con una sonrisa ladeada—. Cada vez estás más grande.

Ella asiente. Los pequeños risos en su cabello se mueven cuando sacude la cabeza, sonrío levemente cuando ella escala por la silla y se sienta a mi costado. De un momento a otro, se recuesta en mi pecho. Retengo el quejido de dolor cuando su peso se deja caer sobre una de mis costillas, Jack hace el ademán de quitarla, pero niego.

—Estoy bien —susurro.

—Apapacho —dice con dulzura mientras acomoda su rostro contra mi pecho.

—¿Apapacho?

—Cuando está enferma, Montserrat le dice siempre que un apapacho cura todo —informa Jack—. Le hemos dicho que tú estás algo enfermo así que...

No tiene que hablar más para entender que es lo que Hanny está haciendo.

Jack sale cuando se asegura que Hanny no puede lastimarme, permanece contra mi pecho mientras habla sobre algo que apenas y puedo entender, dice palabras claras, pero otras que parece que me está hablando en un idioma extraño, así que solo respondo con monosílabos y exclamaciones de sorpresa a lo que dice.

No se aparta, no parece asustarse por la inflamación en mi rostro, y me sorprende que, siendo lo inquieta que es, ahora simplemente esté recostada en mi pecho. En la televisión se comienzan a reproducir caricaturas por su petición, y un gran rato después, se duerme exactamente en la misma posición.

Me encuentro acariciando su cabello cuando Montserrat entra.

—No debiste viajar, el parto ya casi llega —susurro. Está preocupada, sé que ha estado llorando y tampoco puede hacer mucho por ocultarlo cuando me observa con su hija en brazos.

—Lo siento, lo siento. —se disculpa.

—Montse, no llores —pido—. Por favor, no necesito sentirme más culpable de lo que ya me siento.

—Me asusté tanto cuando mamá llamó —confiesa acercándose. Se acomoda en la silla que está al costado de la cama, tomando una de mis manos con firmeza—. Pensé que tú...

—Tal vez debí de ser yo.

—No, no digas eso —pide—. Estas vivo y...

—¿A qué precio, Montserrat? —inquiero—. ¿A qué precio sigo vivo? Carter está muerto por mi culpa, nada va a cambiar eso.

—No fue culpa tuya.

—Claro que lo fue. Porque fue a defenderme, porque arriesgó su vida con tal de salvarme, y no lo merecía. No merecía nada de lo que hizo para ayudarme, y ahora está muerto, y yo estoy aquí tan jodido que desearía estar muerto también.

Me obligo a tranquilizarme porque Hannah se remueve en mi pecho.

—Llévatela —pido cuando Jack aparece. Él no replica, toma a su hija en brazos y observa a Montse antes de salir—. Vuelve a casa, Montserrat.

—¿Cómo me pides volver? No podría hacerlo sabiendo que...

—¿Sabiendo que casi me asesinan? No necesito la compasión de nadie, Montserrat.

—No tienes mi compasión, pero no me pidas que no me preocupe por ti. No me pidas que tome un vuelo para volver a Londres sabiendo que estás aquí, eres mi hermano, y sí, eres el mayor y me has cuidado siempre, ahora es mi turno de cuidar de ti—. Toma con firmeza una de mis manos, no aparta la mirada de mis ojos—. Déjame hacer eso.

—Vuelve a casa —es lo único que digo rompiendo el agarre en nuestras manos, volteo, cerrando los ojos y rogando porque se marche.

Lo hace, no insiste más. La culpa me atraviesa de nuevo, el sentimiento de frustración y desespero se apoderan de mí, y tal vez, tendría que aprender a vivir con ellos a partir de este momento.

—La pelea se ha cancelado —pronuncia Tom.

—Es lo que el hijo de puta quería —mascullo.

—Luke, no has hablado con la policía. Ellos necesitan tu declaración, necesitan saber que pasó esa noche.

—¿Qué pasó? Que el hijo de perra de Zack no iba a arriesgarse a perder el título, así que decidió darme una paliza. Una que termino con la vida de Carter, él asesinó a mi mejor amigo, Tom. Eso fue lo que pasó.

Él no responde, permanece en su sitio y no se incorpora hasta que el doctor entra. Olivia y mi madre entran con él. La primera camina hasta colocarse a mi costado, entrelazando nuestros dedos.

—Luke, tus lesiones son serias. —Comienza a hablar el doctor y sospecho que caminó tomará—. Cinco costillas rotas, contusiones en el rostro, tu hígado y riñón están dañados y...

—No podré pelear ¿no es cierto? —inquiero interrumpiéndolo.

El médico suspira.

—Por lo menos en seis meses no —informa—. Las fracturas de las costillas sanarán por si solas, pero el hígado tomará tiempo, al igual que el riñón. No requeriste cirugía, pero de sufrir otro golpe, por más mínimo, podría ser peor. Mi recomendación es que lo dejes por un tiempo, luego avanzar de manera prolongada, puedes ir a terapia para ayudar a tu cuerpo a recuperarse más rápido.

—¿Pero podré volver? —inquiero.

—Claro que sí, solo tienes que darle tiempo.

Se despide, cierro los ojos mientras intento procesar todo lo que ha pasado en poco más de veinticuatro horas.

—Cariño...—La suave voz de Olivia se cuela por mis oídos.

—Estoy tan jodido, Liv. —pronuncio con voz rota—. Quiero que deje de doler, quiero...quiero que todo esto acabe.

Soy consciente de como mi madre tiene que salir de la habitación con el propósito de que no la vea llorar, pero Olivia se queda. Se acomoda a mi lado, abre los brazos y lo único que puedo hacer es refugiarme en ella, sus manos trazan caricias por mi cabello, caricias suaves que me hacen sentir reconfortado, que me hacen pensar que no todo está tan destrozado.

Lo que le siguió a eso fue una completa monotonía. Luisa viene a verme también, y parece tan afectada como yo ante lo que pasó. Le digo lo que Carter quería que supiera, le dije que él la quería, que esa noche iba a decirle todo, y me disculpe incansablemente por haberlo arruinado.

"No fue tu culpa, Luke".

Esas fueron sus palabras. Cuando Olivia llegó a la habitación, no cruzaron palabra, y cuando pregunté, no hubo una respuesta.

Debí quedarme varios días en el hospital, pero el funeral de Carter se llevaría a cabo dos días después así que conseguí que él médico me permitiera salir bajo vigilancia, debía tener a alguien en casa, a alguien que fuese capaz de llamar a emergencias si algo se complicaba.

Y aquí estoy, portando un traje, alistándome para asistir al funeral de mi mejor amigo.

—¿Necesitas ayuda? —inquiere Olivia ingresando a la habitación. Lleva un vestido negro hasta debajo de las rodillas, de manga larga y su cabello se encuentra completamente liso.

—Estoy bien— respondo.

Camina con lentitud hasta colocarse a mi costado, el colchón se hunde bajo su peso. Extiende una de sus manos hasta conseguir tomar mi mano. No hemos hablado mucho en estos días, no quiero hacerlo.

Ella es tan dulce, su presencia es la única que no me hace sentir lastima de mí mismo.

—No sé si seré capaz de hacerlo —susurro.

Acaricia mi brazo, en un gesto reconfortante.

—Serás capaz, sé que si—. Asegura—. No tenemos que irnos ahora, podemos esperar el tiempo que necesites.

—Esperar no hará que sea más fácil—objeto —Será igual de complicado. No creo estar listo jamás.

—Lo siento tanto —volteo. En todos los días que habían pasado desde esa noche, ella jamás lo había dicho. Sus ojos se cristalizan mientras me observa.

—¿Por qué?

—Por todo. Yo...—toma inhalación—. Mi hermano...

—No hables de él —pido con dureza—. No te atrevas a mencionarlo, Olivia. No quiero escucharte pronunciar su nombre.

Asiente.

—De acuerdo —pasa las palmas por su rostro—. Necesito ir un segundo al baño. —dice incorporándose y caminando con prisa hacia la habitación detrás de nosotros.

La puerta se cierra, tomo una inhalación y dibujo una mueca en mis labios cuando el dolor se presenta. Odiaba esto, odiaba no poder respirar sin sentir dolor.

El sonido de un celular capta mi atención, así que pasó la vista por la habitación. La pantalla del celular de Olivia se alumbra un par de veces, estiro la mano hasta conseguir tomarlo.

—Liv, tu celular.

—Un segundo—pide.

El artefacto vuelve a iluminarse, el nombre de Luisa aparece en la pantalla.

"No te atrevas a venir al funeral"

Permanezco mirando la pantalla, leyendo el corto mensaje que se muestra en él y luego, volteo hacia el baño.

No debería hacer esto, no debí de poner la contraseña, y tampoco ingresar a la aplicación de WhatsApp, no debí entrar al chat de Luisa, y leer los innumerables mensajes que solo me dejan aturdido.

Y no, tampoco debí ir hacia el chat con el nombre de Zack.

La respiración me falta, todo se paraliza a mi alrededor mientras leo las líneas escritas, mientras mi mente intenta comprender que mierda es lo que ocurrió.

"¿No quieres seguir haciendo esto? Bien, he encontrado la manera de deshacerme de tu novio. No necesito que hagas nada más, Olivia."

Ella sale del baño en ese momento.

—¿Qué...? —elevo la vista cuando escucho su voz. Ella mira lo que tengo entre las manos, y todo explota.

—¿Liv...qué...qué es esto? —inquiero incorporándome, ignorando el dolor—. Olivia ¿qué carajos es esto? —mi voz sale aterrorizada ante lo que creo que es.

El pánico explota en su mirada, sus ojos se cristalizan mientras hace el intento de hablar, pero no consigue decir ni una sola palabra.

El nudo en mi garganta aprieta tan fuerte que duele, quema en mi pecho con tanta fuerza y por algunos segundos, dejo de respirar.

—Dime que en realidad no es lo que parece—. Intento mantenerme calmado—. Dime que en realidad este mensaje se refiere a otra cosa, Olivia. —Me escucho suplicante, ante la vaga esperanza de que ella diga que nada es lo que parecía, que ella dijera que todo era un malentendido.

Pero no lo hace.

Baja la mirada y ahí comprendo, es cierto. Todo es cierto.

El aire me abandona, tengo que tomar una inhalación cuando no consigo respirar. Jadeo, sintiendo mi cuerpo demasiado débil para sostenerme, choco con el colchón, dejando caer mi peso sobre él.

—Luke...

—¡No te me acerques! —grito.

Todo cae sobre mí, todo se desmorona y me envuelve en un torbellino de sensaciones dolorosas.

Todo este tiempo estuve envuelto en una maldita mentira, en un juego en el que yo sería el único perdedor.

Olivia me mira con los ojos brillosos por las lágrimas y un ligero temblor en las manos.

—¿Cómo pudiste hacerme esto? —lanzo el celular hacia el suelo, colocándome de pie otra vez. El dolor en mi voz es completamente evidente, ahora mismo detesto mostrarme tan frágil ante ella, odio el hecho de haberle dado la oportunidad de tenerme así. —Liv ¿Cómo...? —no consigo terminar la frase.

—Puedo explicarlo, lo juro —pronuncia con voz rota—. Cariño...

—Eras lo único en lo que confiaba, Liv. —Mi voz se rompe—. Eras la persona que pensé que más creía en mí.

—Luke...

—Y me traicionaste. Estabas jugando desde el inicio ¿no es cierto? Todo lo que dijiste no fueron más que mentiras. Todo tu apoyo, tus palabras, todo fue falso— una risa carente de afecto me invade—. Por dios ¿Cómo no me di cuenta antes?

—Puedo explicarlo, Luke...

—¿Cómo demonios vas a explicar algo como esto, Olivia? —bramo—. ¿Qué mentira me dirás ahora? ¡Te dije que eso era lo único que quería! ¡Te conté mis sueños, te di la oportunidad de estar a mi lado! ¡Joder! ¿Y así es como me pagas? ¿Apuñalándome por la espalda?

Estoy jadeando, la respiración me falta mientras observo a la mujer frente a mí. Respiraciones temblorosas brotan de mis labios, insuficientes para mi organismo.

—Por favor, solo déjame explicarte —suplica. —Todo tiene una explicación, Luke, por favor—solloza.

—Te dejé entrar en mi vida, te di las herramientas suficientes para lastimarme y no dudaste en usarlas. Hiciste exactamente lo que nunca pensé que harías.

Cierro los ojos cuando el dolor en mi cuerpo se presenta, sin embargo, no se compara con el ardor en el pecho. No se compara con el nudo en la garganta que me impide hablar, con el ardor en los ojos que nubla mi visión.

No se compara con saber que la chica de la que estaba enamorado, me había traicionado.

—Largo de aquí, Olivia.

—Luke, por favor, debes escucharme —se acerca, intentando tomar mis manos entre las suyas.

—¿Escucharte? ¡Me mentiste! —bramo con dolor—. ¡Estabas ahí apoyándome! ¡Diciendo que confiabas en mí siendo una maldita mentirosa!

—Luke...

—¡No! —el dolor está impreso en mi voz—. Sabías lo que tu hermano haría, él te lo dijo y tú... ¡tú no hiciste nada por detenerlo! ¿Cómo pudiste hacer algo como eso? —inquiero con la voz torturada—. ¿Cómo me decías que me querías cuando estabas esperando la mejor oportunidad para apuñalarme?

—¡Lo intenté! Yo no tenía idea de lo que Zack haría esa noche, no hasta que recibí el mensaje y te llamé ¿recuerdas? ¡Claro que te llamé! Pero me colgaste, así que llamé a Carter y...

—¡No te atrevas a mencionar su nombre! —Olivia se encoge ante mi grito—. ¡Porque tu hermano lo mató! ¡Tu hermano la clavó un puto cuchillo, Olivia!

—¡No fue él!

—¡Claro que sí! —espeto con rabia—. Y seguramente al que quería clavarle el cuchillo era a mí, al que quería asesinar era al pobre diablo que se había atrevido a retarlo.

—Por favor, cariño...solo déjame...

—No quiero oírte, lo único que quiero es que te largues de mi casa.

—Luke...

—¡Que te vayas! —grito. La furia me recorre por completo, tanto que no pienso lo que hago. La tomo del brazo con fuerza mientras camino con rapidez hacia la puerta.

El dolor parece olvidarse ante el estado en el que me encuentro.

—¡Luke, por favor! —no me detengo hasta que estamos en la entrada, entonces la obligo a salir—. ¡Luke, déjame explicarlo!

Cierro la puerta con fuerza, sus súplicas porque abra la puerta se dejan oír, los golpes contra la madera son sonidos tortuosos para mí.

Me apoyo contra la puerta, deslizándome hasta tocar el suelo. No retengo las lágrimas, no retengo el dolor que me produce esto. La daga se clava un poco más, enterrándose en mi pecho.

Respiro con dificultar, mis costillas duelen, pero nada, ningún dolor físico se compara con esto.

Tanteo mis bolsillos hasta encontrar mi celular y lo saco, marcando el número de mi hermano.

—¿Luke?

—Necesito...necesito que vengas —pido entre sollozos—. Caleb por favor...

—¿Estás bien? ¿Qué pasa? ¿En dónde estás? —la preocupación envuelve su voz.

—Estoy...estoy en...casa —el dolor me impide hablar—Necesito...necesito que...vengas. Por...favor.

Sí, estaré ahí. Tranquilo ¿sí? Tranquilízate. Llegaré pronto.

—No cuelgues —suplico—. Por favor.

Me siento aterrorizado, tan débil como nunca. Me siento perdido, Caleb no deja de hablar, escucho el sonido de su auto mientras asegura que llegará pronto. Mientras me pide que intente tranquilizarme.

Pero es imposible. Todo parecía una maldita pesadilla. Un mal sueño.

Pero esto era real. Tan real y doloroso como nunca pude haber imaginado. 

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