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33.- Consecuencias.

La pelea cada vez estaba más cerca, cuatro semanas faltaban para el encuentro, treinta días y estaría subiendo a un cuadrilátero con miles de personas como espectadores, no me había tomado el tiempo para pensar lo grande que era eso, todo lo que significaba.

—Hay una fiesta esta noche —pronuncia Olivia mientras acomoda su cabello—. En la casa de una antigua amiga de la universidad. ¿Quieres ir?

—Me gustaría, pero tengo que entrenar mañana —me disculpo—. Pero no tienes que perdértela por mí.

—Oh, vamos. Divertirte un poco no te vendrá mal —insiste—. Prometo que, si quieres que volvamos temprano, lo haremos.

—Entreno desde la cinco de la mañana, Liv. —Me coloco la camiseta antes de enfundarme en los pantalones de mezclilla. Caleb llegaría a la ciudad para tratar algunos asuntos con Matías Brooks, así que me había pedido el favor de ir a recogerlo al aeropuerto.

—Podemos ir un par de horas —me dedica una mirada suplicante—. Anda, quiero presentarte a un par de amigas.

—Lo pensaré, ¿de acuerdo? —inquiero—. No prometo nada.

Ella parece satisfecha con mi respuesta. Olivia pasaba más tiempo en mi departamento que antes, y debía de admitir que eso es algo que me agradaba, me gustaba tenerla cerca, sentirla aquí.

Se marcha a su trabajo tiempo después, y yo salgo algunos minutos más tarde para conseguir llegar a tiempo al aeropuerto, Caleb solía portarse bastante insoportable si lo dejaba esperando, pareciera que la paciencia y él no se llevaban del todo bien.

Llego antes de que él salga, cuando aparece en mi campo de visión lleva puesto un traje azul marino, combinado con una corbata a juego y los zapatos negros brillantes, sonrío cuando repara en mi presencia.

—Vaya, sí que luces como todo un hombre de negocios —bromeo—. Los trajes te sientan bien.

Él rueda los ojos.

—No seas envidioso.

—No soy envidioso, yo en traje luzco mucho mejor. ¿A caso no me viste por la televisión? —Él niega, sin embargo, una sonrisa divertida se apodera de sus labios.

—¿Desde cuando eres tan egocéntrico?

—¿Y tú desde cuando eres tan impaciente?

Ambos reímos, Me envuelve en un abrazo y palmea con fuerza mi espalda.

—Eres puro músculo, tal vez debas pasarme un par de rutinas —pide.

—Oh, no resistirías al calentamiento —aseguro.

Él camina detrás de mí, arrastrando las maletas mientras consulta algo en su celular, una vez que estamos en el auto, Caleb guarda el celular para observarme.

—¿Cómo vas con tus entrenamientos?

—He perdido la cuenta de cuantas personas me han preguntado eso —confieso soltando una risa—. Todo va como debería.

—Eso es porque estamos ansiosos por saber todos los detalles —insiste—. Por cierto ¿podrías acogerme en tu departamento? —cuestiona—. Digamos que no quiero pagar una cantidad exorbitante de dinero solo por un par de noches.

—Bien, la habitación en mi departamento es pequeña, pero te acomodarás —aseguro—. ¿Cómo va...?

—Sin preguntas —interrumpe—. Papá me dio la orden de no decirte absolutamente nada de los negocios con las empresas Brooks.

—¿Qué? Pero... ¿Por qué?

—¿Tú por qué crees, Luke? —inquiere con ironía —nos llamaste una semana entera solo para insistirnos que aceptáramos el acuerdo con Matías. Casi haces que papá pierda la cabeza, no quiere que te involucres.

Afianzo mi agarre sobre el volante, Caleb suspira.

—Escucha, esto debe ser exclusivamente negocio, no puedes mezclar el sentimentalismo con esto. Olivia te pidió que intervinieras, lo hiciste así que ahora...déjanos tomar las decisiones importantes a nosotros.

—¿Por qué siento que creen que soy estúpido? —cuestiono con molestia.

El ríe.

—No creemos que seas estúpido, en lo absoluto. Pero debes entender que no podemos aceptar un acuerdo solo porque tu novia es la hija del dueño. Hay más que eso.

—Lo sé.

El tema queda a un lado, no mencionamos nada más al respecto. Sabía que insistir en el tema sería correr un riesgo para terminar en una discusión con Caleb, y no había nada que odiara más que eso.

Más aún cuando lo tendría en mi departamento por un par de días.

Caleb se instala en la habitación tan pronto llegamos, sin embargo, debido a que el departamento solo cuenta con un baño, termina descubriendo las cosas de Olivia más rápido de lo que me gustaría.

—¿Ya viven juntos? —casi grita saliendo del baño, lleva una toalla enrollada a la cintura lo que me hace pensar que ha salido solo para conocer la respuesta.

—¿Por qué me gritas? —reprocho.

—Joder, Luke. ¿Viven juntos sí o no?

—¡No! —exclamo—. Y aunque así fuera ¿qué hay de malo en eso?

—Que llevan menos de un año de relación, es demasiado pronto para que viva contigo. —Ruedo los ojos.

—Por favor, no somos unos adolescentes. Y tú has llevado a chicas a tu departamento a casi vivir sin ser nada, así que...no tienes nada que reprocharme.

El regresa al baño diciendo algo entre dientes. Resoplo, dejándome caer sobre la cama mientras cierro los ojos.

Podría decirse que la relación que manteníamos de hermanos era algo peculiar, se basaba en molestarnos al uno al otro tanto como fuese posible, pero, ¿no es eso lo que los hermanos hacen? Nuestra madre probablemente sufrió más de un dolor de cabeza por nuestra culpa.

Caleb no ha perdido la costumbre de pasearse por la casa solo con pantalones cortos, y si no tuviese el pendiente de que Olivia llegaría pronto, no le hubiese dado importancia.

—Por favor, usa ropa decente —pido lanzándole una camiseta—. No quiero que Olivia llegue y te encuentre así. —señalo.

—Oh, ¿te pone celoso que tu novia me vea sin camiseta? —aprieto los dientes y él luce divertido—. Odio admitir esto, pero no hay mucho que admirar en mí.

—Solo ponte la camiseta. Llegará pronto.

Caleb ordena pizza, tres cajas terminan asentadas en la mesa del comedor, y me sorprendía la cantidad de comida que mi hermano podía ingerir. Si no fuese prácticamente adicto al gimnasio, sería la persona más grande del planeta tierra.

Olivia llega cuando la tarde comienza a caer, y tal y como preví, Caleb no tiene la camiseta puesta, la cocina es un desastre y ahora me arrepiento de haberlo aceptado en mi hogar.

—Oh, vaya —pronuncia Liv mientras se quita el abrigo—. ¿A caso hicieron una fiesta?

—Hola, Olivia —saluda Caleb elevando una de sus manos en forma de saludo.

—Hola, Caleb —ella le dedica una mirada divertida antes de girarse hacia mí—. ¿Qué has decidido? ¿Vendrás a la fiesta conmigo?

—Me temo que no —respondo—. Mañana debo entrenar y...

—Hermano, no te hará daño que te diviertas un poco —interviene Caleb en la conversación, toma la camiseta que le he lanzado hace varias horas atrás y se la coloca antes de que acercarse.

—¿Lo ves? Tú hermano opina igual que yo. ¿No quieres unirte? —inquiere ahora hacia mi hermano. Él se encoge de hombros.

—No quiero hacer un mal tercio con ustedes —manifiesta.

—No serás para nada un mal tercio, anda, anímate. Tal vez así consigamos que Luke cambie de opinión.

—Volveremos temprano —condiciono.

Ella asiente.

—A la hora que tú quieras —afirma con una sonrisa—. La fiesta comienza a las diez así que...hagan lo necesario, que esta noche, la pasaremos increíble —promete antes de colocarse en puntillas para dejar un casto beso sobre mis labios, y encaminarse hacia las escaleras con rumbo a la habitación.

De acuerdo, si en algún punto pensé que Olivia aceptaría marcharse a la hora que yo decidiera, definitivamente estaba equivocado.

Le doy un nuevo trago al vaso de cerveza, la música resuena por todo lo alto haciéndome sentir una vibración en el pecho. Caleb hace más de un par de horas que se ha perdido con su conquista de la noche y Olivia baila en el centro de la pista, lugar al que no quise acompañarla.

Son cerca de las dos de la mañana, y el alcohol en mi cuerpo es más del que debería haber ingerido.

—Liv...tenemos que marcharnos —casi grito junto a ella para que consiga escucharme.

—¡Oh, vamos! ¡Apenas y comienza lo divertido! —grita envolviendo sus manos alrededor de mi cuello—. ¡No podemos irnos tan pronto!

Se aparta, entrelazando nuestras manos mientras me conduce de nuevo hacia la barra, rellena nuestros vasos y extiende uno hacia mí.

—Ha sido suficiente por hoy —afirmo.

—Necesitas relajarte un poco, cariño —pronuncia—. ¿Hace cuánto que no te diviertes de este modo? No pasará absolutamente nada porque tomes un vaso más, insiste.

Lo tomo, maldita sea mi escasa fuerza de voluntad. Olivia tenía razón, desde que los entrenamientos comenzaron parecía haber dejado a un lado mi vida social, había rechazado la invitación de Luisa a un par de fiestas, y las salidas se limitaban a Olivia, o a Montserrat cuando estuvo de visita en la ciudad.

Además de eso, nada.

—Creo que tienes razón —concedo.

—Podemos estar aquí un rato más, y luego volvemos a casa. —asegura. —Y nada va a pasar.

Todo hubiese estado bien, excepto que si pasó algo.

No sé en qué punto perdí la cuenta de los vasos de alcohol que tomé, el ultimo recuerdo que tengo de la noche es estar en el auto con un Caleb bastante molesto haciendo la función de padre, y luego, nada.

El dolor de cabeza se presenta tan pronto abro los ojos, maldigo entre dientes mientras levanto la espalda de la cama. Mi boca está seca, mi garganta necesitaba con urgencia un poco de agua así que me incorporo.

Tan pronto como estoy fuera de la cama, mi cerebro parece reaccionar. Giro con alarma hacia el reloj.

—¡Con un carajo! —mi grito sobresalta a Olivia—. ¡Maldición!

Son las 12:30 pm. Poco más de medio día, y se suponía que hace seis horas, que debí de haberme presentado al gimnasio.

—Ay, ¿por qué gritas de esa manera? —Olivia se queja.

—Son las doce del día, Olivia. —rebusco en el armario la ropa que suelo utilizar para ir al gimnasio. —Se supone que debo estar en el club.

Una mueca se dibuja en sus labios.

—No escuché la alarma, o no sonó porque...

—No me interesa la maldita alarma ahora —mascullo—. Justin va a patearme el trasero.

Me cambio con prisa, con tanta como puedo para evitar más tiempo de retraso, como si seis horas no fuesen suficientes, y prácticamente salgo de la casa apenas tomándome una pastilla para el dolor de cabeza.

Mi aspecto no era el mejor, la resaca aún estaba demasiado latente en mi sistema como para ocultarla, pero mantenía la esperanza de que el entrenador estuviese tan entretenido como para no notarlo.

Para mi desgracia, no fue así.

—Eh, ¿A dónde crees que vas? —inquiere cuando estoy por ir hacia el saco.

—Justin...

—Dije seis de la mañana, Lewis. ¿Te parece que son las seis? —se cruza de brazos, mirándome con dureza.

—No. Pero...

—Sin peros, hoy no hay entrenamiento para ti —sentencia dándome la espalda. La incredulidad me invade tan pronto como lo escucho decir eso.

—Entrenador, haré el doble. Me quedaré hasta...

—He dicho que no hay entrenamiento para ti el día de hoy —repite con firmeza—ahora vete, fuera de mi club y vuelve cuando no estés con una maldita resaca.

—¿De verdad? ¿Me echas porque falté una sola vez? ¡Desde que comencé he seguido todo al pie de la letra! —exploto—. Por Dios, no va a pasar nada porque haya llegado tarde el día de hoy.

—¿Crees que no va a pasar nada? —cuestiona encarándome —Yo te diré que va a pasar, te acostumbrarás, dirás, no pasa nada porque falte otro día, no pasa nada por llegar tarde el entrenamiento, pero claro que pasa, Lewis. ¡Se trata de constancia! ¡Pelearás contra el campeón del mundo! ¿A caso lo has olvidado?

Aprieto los dientes, parece que olvidamos que no somos los únicos en el club. Los chicos a nuestro alrededor han detenido sus ejercicios para mirarnos.

—Lo diré una última vez, no hay entrenamiento para ti hoy, Lewis—. Me da la espalda, alejándose algunos pasos antes de que me atreva a responder.

—Pues no me iré, me quedaré y haré entrenamiento ligero.

Justin aprieta los puños, se toma un par de instantes antes de girarse hacia mí.

—¿Crees que puedes venir cuando se te antoje y hacer lo que quieras? Si tu entrenador dice que no hay prácticas, es que no las hay. Y no se debate.

Puede que sea la mala noche, la resaca, o el enojo en mi cuerpo que no me hacen pensar con claridad que ponerme a discutir con Justin, es la peor de las ideas.

—No me iré.

Esta vez, lejos de molestarse, sonríe.

—Bien, quieres entrenar, de acuerdo. —Asiente. —¡Thomson! —grita el apellido de Adam. Mi amigo se acerca prácticamente corriendo.

—Entrenador.

—Tú amigo quiere entrenar —informa mirándome —Lo ayudarás con eso, carga pesada, aumenta las repeticiones al doble, también manejaremos resistencia y sesiones de sparring, Dexter y Charlie subirán hoy.

Joder, joder, joder. Maldición, Luke ¿por qué no solo te marchaste?

—¿Todo...todo hoy? —inquiere casi con incredulidad Adam intercalando miradas entre el nosotros.

—Las sesiones de sparring serán de doce asaltos, dos veces, intercaladas. —Me encara, sonriendo sin querer hacerlo —Y no sales de este club, hasta que hayas terminado. ¿Entendido?

Asiento.

—¿Entendido, Lewis? —repite elevando la voz.

—Entendido, entrenador —Justin parece satisfecho.

—Bien, tal vez así la próxima vez que te diga que vayas a casa, lo hagas sin replicar.

Una palabrota brota de mis labios tan pronto se aleja. Adam me observa con algo parecido a lástima.

—Será mejor que comencemos ahora —digo antes de darle oportunidad de decir algo.

Hoy definitivamente iría al infierno. Y ni siquiera lo sabía.

Dicen que los milagros existen, y puede que gracias a algo como eso fue que conseguí hacer todo lo que Justin ordenó sin morir en el intento.

Cada músculo de mi cuerpo duele, por más ligero que sea el movimiento, corrientes de dolor me invaden. Mis costillas están amoratadas, debido a las largas sesiones de sparring que tuve hoy, cuatro en un día.

Me siento como si alguien hubiese decidido darme una paliza, y tal vez fue así.

Son casi las diez de la noche cuando vuelvo a casa, lanzo la mochila con descuido contra el sillón mientras suspiro con pesadez.

—Oh, joder, te ves terrible ¿qué te pasó? —Caleb aparece frente a mí, sosteniendo una rebanada de pizza entre las manos y una lata de refresco en la otra—. ¿Necesitas una Coca-Cola? Parece que estás a punto de desmayarte.

—Caleb por favor, cierra la puta boca —pido con molestia.

—Tú novia está...

Los pasos en la escalera lo interrumpen, él se gira, haciendo un gesto con la cabeza.

—Está justo aquí —dice—. En serio hermano, deberías considerar tomarte una —dice agitando la lata de refresco antes de marcharse.

Centro mi atención en Olivia, ella luce radiante. Sonríe con ligereza antes de colocarse a mi costado en el sillón.

—Creo que debo decir lo siento —murmura—. No quería ser la causante de que llegaras tarde a tu entrenamiento. ¿Estuvo tan mal?

—Estuvo como la mierda —admito incorporándome.

—Lo siento, lo compensaré. ¿Qué dices si salimos a cenar y...?

—¿Tengo apariencia de querer salir a cenar, Olivia? —espeto con molestia—. No necesito que me invites a cenar o a otra maldita fiesta, gracias.

—No soy la única responsable en esto, hasta donde sé, pudiste decir que no.

—Y claro que te dije que no, y te dije también que era hora de marcharnos, pero la estabas pasando tan bien que no me escuchaste.

Le doy la espalda, camino hasta la habitación con ella siguiéndome de cerca. No tenía energías para discutir, sin embargo, antes de que pueda decir algo, ella ya está hablando.

—Yo di la idea, pero fuiste tú quien decidió beber de esa manera, no te obligué. No me eches toda la culpa a mí —replica.

—Olivia, no quiero discutir contigo ahora. Me duele la cabeza, me siento como la mierda, he pasado cerca de ocho horas en un maldito entrenamiento que casi acaba conmigo que lo último que necesito es pelear contigo.

La escucho suspirar.

—Me disculpo por insistirte a ir a esa fiesta, solo pensé que sería buena idea. Hasta Caleb estuvo de acuerdo. No era mi intención ocasionar todo esto. —pronuncia con suavidad.

—Lo del entrenamiento fue solo porque me negué a abandonar el club. Creo que ser tan testarudo me pasó la primera factura. —La escucho reír.

—Te vez mal.

—Me he visto peor —objeto.

—No puedo negar eso —una leve risa la invade, sin embargo, desaparece con rapidez. Me observa por un par de segundos antes de hablar nuevamente—. Con resaca e hiciste ocho horas de entrenamiento, es de admirar.

—Aún tengo que conservar mi dignidad ¿no lo crees? —Ella se acerca hasta el colchón, se coloca a mi lado y deja su mano sobre la mía.

—Tienes muchas cosas que admirar, creo que esa es una de ellas —confiesa—. En serio lo siento, no volveré a sugerir ninguna estúpida fiesta. De verdad.

—Por favor, porque de lo contrario tendrá que ir a sacar mi cuerpo del club. —pronuncio con un mohín.

Ella ríe, echa la cabeza hacia atrás cuando lo hace ocasionado que su cabello se sacuda con ligereza.

—¿Está todo bien entonces? —inquiere.

—Brooks, no ha dejado de estarlo —aseguro.

Parece aliviada con mi respuesta, se acerca hasta conseguir atrapar mis labios con los suyos.

—Me alegra escuchar eso. —murmura.

Y con eso, vuelve a besarme. 

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