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3.- Café

Nunca fui fanática de las peleas, jamás he entendido del todo por qué dos chicos querrían subir a un cuadrilátero para golpearse entre ellos, no tenía sentido para mí. Y las peleas clandestinas, Dios, eran mucho más brutales que los campeonatos de boxeo a los que mi hermano prácticamente me obligaba a asistir con él.

Sin embargo, parecía que ahora quería conocer nuevas experiencias y así fue como terminé arrastrada en medio de esa bodega, sintiéndome ahogada entre tanto olor a sudor y cigarrillos.

Intento hacer el menor ruido posible cuando ingreso a la casa, sin embargo, no termino consiguiéndolo del todo porque en un descuido, dejo caer las llaves de la casa, causando que el metal resuene sobre las losas.

Suelto una maldición, mientras las recojo con rapidez y me encamino hacia las escaleras.

—¿Dónde estabas? —cierro los ojos mientras me detengo, justo apenas unos peldaños después. La voz de mi hermano suena a mis espaldas. Era increíble que incluso en mi propia casa tuviera que darle explicaciones.

—En una fiesta —respondo retrocediendo el par de pasos para girarme, él enciende la luz, cegándome por un par de segundos.

—No me digas que fuiste a la fiesta de celebración de las peleas clandestinas—masculla con molestia.

—Y si fue así, ¿qué? —reto.

—Liv, por favor —murmura con diversión —Las peleas clandestinas solo sirven como diversión, y para ganar dinero fácil. Lo descubriste esta noche. Tuviste suerte, Robert era el favorito.

Ruedo los ojos.

—No creas que solamente por ser boxeador profesional vales más —reprocho con molestia —Y no sabes apostar, eso quedó claro hoy.

—Olivia, mi quería Liv —pronuncia caminando en mi dirección —no puedes comparar los campeonatos nacionales con peleas en donde lo único divertido es a dos hombres pelear como salvajes.

Chasqueo la lengua.

—¿Qué acaso no es lo mismo que haces tú? —inquiero con diversión —Que obtengas un cinturón, no hace la diferencia.

Me doy la vuelta, retomando mi camino hacia mi habitación.

—¡La clase hace la diferencia! ¡Tu hermano es el campeón, no lo olvides! —grita cuando he llegado al segundo piso. Le enseño el dedo corazón, y lo escucho reír mientras ingreso a mi habitación.

Un suspiro cansado brota de mi cuerpo mientras me dejo caer sobre el colchón, mantengo la mirada fija en el techo mientras recuerdo al chico rubio, presentarse.

Solo Luke.

Una sonrisa tonta se posa en mis labios, Dios, el hombre vaya que era apuesto. Demasiado. Ni siquiera los golpes en su rostro lo hacían lucir mal, de hecho, incluso podría decir que se veía sexi con ellos.

Debo de admitir que mi apuesta hacia Thunderbreaker se debió principalmente a lo increíblemente apuesto que me pareció, nunca imaginé que, en base a eso, pudiera bajarle doscientos dólares a mi hermano, Luisa tampoco mencionó conocerlo, hasta la fiesta.

Y tenía su maldito número telefónico en mi celular.

"Si necesitas salir de un apuro, solo apuesta por mi"

Mi sonrisa se hace un poco más grande al recordar sus palabras al despedirse en la fiesta, había tenido que emplear toda mi fuerza de voluntad para no terminar marchándome con él. Mi rotunda negativa a su invitación pareció decepcionarlo, pero al parecer, no lo suficiente.

Me incorporo de la cama, quitándome el top y los ajustados jeans. Mi piel parece agradecerlo, luego tomo un par de toallitas húmedas para eliminar el maquillaje en mi rostro, no le tomo importancia a que sean casi las tres de la mañana y me meto a la ducha.

Espero que el agua esté lo suficientemente caliente como para meterme bajo ella, me tomo el tiempo suficiente, cerca de treinta minutos después, al fin salgo. Me coloco el camisón de seda con el que acostumbro dormir, y me escabullo hacia la cama.

Cuando tomo mi celular, noto el mensaje que se muestra en la pantalla.

¿Una invitación para tomar algo si considerarías aceptarla?

Sonrío, al leer el nombre de Luke en el chat.

Tal vez.

Tecleo la respuesta y pulso el botón de enviar. Habíamos hablado por un par de horas en la fiesta, en todo caso, no creía que fuese tiempo suficiente como para crear interés, sin embargo, sería divertido.

Luke Lewis parecía ser alguien agradable, aunque sabía que, si esa invitación a tomar algo terminaba con nosotros en una cama, una amistad sería imposible entonces.

No solía ser amiga de los chicos con los que me acostaba. Todo era incómodo después, prefería lo sencillo.

¿Cómo debo interpretar eso? Vamos, Liv. No te hagas la difícil.

Una risa divertida brota de mi cuerpo. Por Dios ¿por qué hablaba con él como si fuésemos amigos de toda la vida?

Mañana a las ocho de la mañana, en el Bijou Café.

Me mantengo en espera de una respuesta, con la mirada fija en la pantalla del celular.

Tendré que googlearlo, pero ahí estaré. No me dejes plantado, Brooks.

Luego de eso, se desconecta. Permanezco mirando la conversación en el chat antes de bloquear la pantalla. Dejo caer el artefacto a mi costado, tomando una inhalación.

Mi hermano se volvería loco de saber que he quedado con el ganador de la pelea de anoche, los hombres de esta familia al parecer tenían un complejo de superioridad que causaba hartazgo en mi sistema. Mamá al menos era diferente.

Cierro los ojos, disfrutando de la sensación de comodidad que me envuelve en la cama y dejo de pensar en la alocada noche que tuve hoy, desde que nos colamos a una pelea ilegal, gané doscientos dólares en una apuesta, hasta que acabo de confirmar una cita con Luke Lewis.

A la mañana siguiente consigo escabullirme de casa sin que mi hermano se diera cuenta, me reprendía a mí misma el haber aceptado darle hospedaje en mi casa debido a la próxima pelea que tendría, a este punto, y con la cantidad de dinero que ganaba, perfectamente le alcanzaba para comprarse un departamento en la zona.

Son las siete cincuenta de la mañana cuando bajo del auto para ir hacia la cafetería que se encuentra cruzando la calle. No mantenía demasiadas esperanzas sobre verlo ahí, sin embargo, cuando llego a la acera, lo reconozco de inmediato.

Lleva unas gafas de sol, y el golpe en su labio luce mucho más serio ahora.

—Eres puntual —él eleva el rostro, el sol golpea en su cara y lo miro embozar una sonrisa. —Siendo sincera, no creí verte aquí.

Tomo asiento frente a él. A pesar del sol que nos golpea, la brisa consigue ser lo suficientemente fresca como para eliminar cualquier rastro de calor.

—Me alegra que no me hayas dejado plantado —asegura. —Yo no iba a hacerlo.

—¿Por qué no te quitas las gafas? —inquiero con curiosidad a pesar de que me sospecho la respuesta.

—Digamos que el golpe en mi ojo no es muy agradable —masculla —no quiero llamar la atención.

—Oh, por favor —extiendo la mano hasta conseguir tomar el plástico entre mis dedos y apartarlo de su rostro. Sus ojos se clavan en mí, y mantengo el contacto visual por algunos segundos antes de bajar la mirada —Mucho mejor.

Su pómulo ha adquirido una tonalidad oscura, y la pequeña gasa que lleva puesta encima evidencia un poco más la herida. El sol lo golpea de frente, por lo que su cabello luce mucho más rubio de a como lo recordaba y el azul de sus ojos, parece ser muchísimo más claro. La noche anterior no me detuve demasiado tiempo a admirarlo, sin embargo, ahora lo hago con toda disposición.

La mandíbula marcada es probablemente el principal atractivo, combinado con la respingada y perfecta nariz, sus pestañas se mueven a cada parpadeo y pronto, las comisuras de sus labios se curvan hacia arriba, mostrando una pequeña sonrisa.

El mesero llega dejando los menús frente a nosotros, lo observo tomar el cartón entre las manos para darle una rápida mirada. El café al que habíamos venido no era precisamente el más económico, Luke parece reparar en ello, pero no demuestra darle importancia.

Es decir, era un chico que asistía a peleas clandestinas, no sospecho que pudiera frecuentar estos sitios.

—Si no dejas de mirarme, comenzaré a sentirme acosado —un toque de diversión se deja oír cuando habla. Eleva la mirada, observándome apenas sobre el cartón en sus manos.

Embozo una sonrisa ladeada, antes de apartar el menú para poder observarlo mejor.

—¿No te duele? —inquiero señalando el golpe.

—Solo un poco —confiesa —pero es tolerable.

—¿Siempre sueles pelear? —cuestiono.

—Desde hace un par de años —responde dejando el menú sobre la mesa otra vez. —No te había visto en ninguna de las peleas —añade.

—Eso es porque ayer fue la primera —informo. —Nunca antes había asistido a una.

El mesero regresa, le doy mi orden sin pensarlo demasiado y me sorprende la rapidez con la que Luke lo hace igual, además de las especificaciones que brinda para el café.

—Vaya sorpresa, todo un conocedor de café —respondo, Luke sonríe.

Lo hace de una manera sutil, apenas visible.

Se inclina con ligereza hacia adelante, apoyando los codos sobre la mesa mientras apoya su barbilla sobre sus puños. Soy capaz de distinguir sus venas marcándose en sus antebrazos, y por alguna extraña razón, eso me parece demasiado atractivo, más de lo que debería.

—No pareces una chica que quisiera ir a peleas clandestinas por diversión —asegura —aunque si es por las apuestas...

—No suelo apostar —confieso —Luisa me invitó, dijo que sería divertido, aunque en realidad no encuentro lo divertido a ver a dos chicos golpearse entre sí. —él ríe.

Es un sonido divertido, ligero.

—Bueno, si ganas el dinero que deja es mucho —confiesa bajando la mirada por unos instantes —lo suficiente como para no tener un trabajo.

—¿Y si no?

—Lo suficiente como para cubrir la cuenta de hospital —confiesa con algo parecido a una mueca.

—¿No tienes trabajo? —cuestiono arqueando una de mis cejas.

—Pelear es mi trabajo —asegura apartándose de la mesa para recargar su espalda contra la silla —Es mucho mejor que cualquier otro oficio en donde tendré que pasar más de ocho horas encerrado en una oficina, revisando papeles. —parece desagradarle demasiado la idea, por lo que me resulta intrigante qué pensará al decirle lo que hago en realidad.

—Tú, por el contrario —añade —Luces como toda una chica empresaria ¿o me equivoco? El bolso que llevas, lo suficientemente caro como para costearlo con un sueldo normal, y esos aretes —señala mis orejas y por inercia acaricio mis lóbulos. —Valen una fortuna. Así que, o eres empresaria, o papi te compra todo eso.

Una sonrisa irónica se plasma en mis labios. ¿Cómo es que este chico tenía idea de todo eso?

—¿Juzgando a alguien por los accesorios que usa? —inquiero.

—Y seguro ahora piensas como es que un chico que participa en peleas ilegales sabe todo eso. —Una risa divertida brota de él cuando nota mi intención de responder, sin embargo, no encuentro nada para decir.

—No es juzgar, es...—comienza a hablar.

—Trabajo en las empresas de mi padre —lo interrumpo —No soy la directora, pero creo que algún día llegaré a serlo.

—¿Lo ves? Toda una empresaria —asegura.

El mesero llega con nuestras órdenes, deja un humeante café frente a mí y a un lado, el par de Waffles con nutella que era completamente delicioso.

No hablamos demasiado mientras comemos, nos limitamos a intercambiar algunas palabras, pero el silencio predomina entre nosotros, pese a eso, no es algo incómodo, simplemente no había necesidad de hablar.

Cuando la cuenta llegue, rebusco en mi bolso mi cartera, sin embargo, Luke me detiene.

—Yo te invité —pronuncia embozando una sonrisa ladeada —déjame pagar a mí.

—Yo puedo...

—Liv, por favor —pide. Resignada, asiento. Luke paga la cuenta, no parece molestarse al reparar en la cantidad que debe de pagar por solamente un desayuno.

Cuando nos incorporamos de la mesa, él se coloca las gafas otra vez.

—Así que...Luke —él voltea en cuando pronuncio su nombre —¿Esto fue solamente una invitación a un café? —inquiero con curiosidad.

Lo observo sonreír, un pequeño hoyuelo se remarca en su mejilla cuando lo hace, apenas visible que estoy segura que, si no lo estuviese observando con demasiado detenimiento, no lo notaría.

—No lo sé —confiesa —Eso depende de que opines tú —asegura.

—Fue solamente una invitación para café —afirmo. Espero alguna clase de reacción, algo más que una sonrisa amable.

—De acuerdo entonces —responde.

—¿Quieres que te acerque a tu departamento? —inquiero. Una leve risa brota de él, no responde, caminamos en silencio hasta el otro lado de la acera, y cuando nos detenemos ahí, se gira hacia mí.

—Agradezco tu invitación, pero traje mi auto —señala un punto. Un bonito auto color rojo se encuentra estacionado a unos metros, un Mazda seguramente porque papá siempre habla sobre ellos, demasiado lujoso diría yo.

Sé quita las gafas, observándome por un par de segundos en completo silencio hasta que se inclina hacia mí. Un rápido beso es dejado en mi mejilla, y luego, se acerca a mi oído.

—No todo es lo que parece, Brooks —me estremezco ante su aliento chocando contra mí en un susurro. Cuando se aparta, una nueva sonrisa se dibuja en sus labios.

Retrocede, sin dejar de mirarme y no deja de hacerlo hasta que llega al auto, sube a él, y sin decir absolutamente nada más, se marcha.

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