22.- Lanzarse al vacío.
No sé muy bien que es lo que estoy haciendo aquí. No tengo idea de si Trevor querrá hablar conmigo, o si aún mantiene en su misión de ignorar mi existencia. Varios chicos del gimnasio me felicitan cuando ingreso, les agradezco con una sonrisa y un par de palabras mientras camino hacia el hombre que está al otro lado de la instancia.
—Entrenador. —Él voltea. Soy consciente de la manera en la que luce sorprendido al verme.
—Lewis, ¿qué te trae a mi humilde gimnasio? —cuestiona.
Una sonrisa ladeada se apodera de mis labios. Recorro el lugar con la vista, luce exactamente igual a la última vez que estuve aquí.
—¿Crees que podamos hablar un momento? —inquiero.
Trevor me observa en silencio por un par de instantes, asiente con lentitud mientras hace un gesto con la cabeza para que lo siga hasta la pequeña habitación que le sirve como una especie de oficina.
—Tu rostro luce mejor —expresa mientras toma asiento y me hace un ademán para que yo lo haga también—. ¿Cómo están los golpes en tus costillas?
—Mejorando. Pero no vine aquí para hablar de mis golpes—. Trevor suspira.
El silencio se instala entre nosotros, y me veo en la necesidad de repetirme por qué he venido hasta aquí.
—¿Por qué no aceptaste estar en mi esquina? Justin me dijo que te llamó y envió mensajes, y nunca respondiste. Yo también intenté llamarte. ¿Por qué no tomaste las llamadas?
—Estaba preocupado por ti. —confiesa—. Si algo pasaba y yo estaba en tu esquina, no hubiese podido con eso.
—¿Y no pensaste que teniéndote en mi esquina eso me haría mejor? —No pretendo que suene a reproche, pero no consigo hacer que salga de otro modo—. Llegue hasta ese cuadrilátero por ti, lo menos que esperaba es que estuvieses conmigo. Que confiaras en mí.
—Siempre he confiado en ti, Luke. Deberías saberlo mejor que nadie —me recuerda—. No dejé de hacerlo solo porque no estuve en tu esquina en esa pelea.
—A mí no me pareció eso.
Trevor toma una inhalación, se inclina hacia adelante, apoyando los codos sobre el escritorio.
—No dejé de confiar en ti, pero eso no hacía que mi preocupación desapareciera, tal vez no debí de haber dicho lo que dije en el club, pero, intenta ponerte en mi lugar. Eres más que un chico al que entreno, Luke.
—Me dio gusto verte ahí —él sonríe.
—Por muy preocupado que estuviera, no iba a perderme la pelea. Fue estupendo, aunque si yo hubiese estado ahí, sin duda iba a detener tu pelea. No puedo esconder mi faceta de padre protector, es por eso que no acepté la propuesta de Justin. No necesitas a un hombre que mezcle los sentimientos con lo profesional.
—¿Así que Trevor McGuirre tiene sentimientos? —cuestiono con diversión—. Vaya descubrimiento.
"No puedo esconder mi faceta de padre protector"
Trevor sonríe, baja la vista por un par de segundos antes de atreverse a mirarme de nuevo.
—Nunca he perdido la fe en ti, y en todo lo que puedes lograr —asegura—. Lo sabes ¿no? Sabes que no he dejado de confiar en ti.
Una leve sonrisa aparece en mis labios. Asiento con lentitud, y él parece más aliviado ante ese gesto.
—Lo sé. —Suelto un suspiro, mirando sobre mi hombro el cuadrilátero vacío, y entonces una idea se cruza por mi mente—. ¿Qué dices si subimos y tenemos una pelea? Para demostrar que ya puedo vencerte.
—Oh, Lewis, en tus sueños. —Sin embargo, lo miro caminar hacia el pequeño estante y tomar sus guantes de boxeo—. Pero estaré encantado de hacerte pedazos. ¿Trajiste tus cosas?
—¿Cómo olvidarlas? —inquiero enseñándole la mochila que cuelga de uno de mis hombros.
Vuelve a sonreír y me hace un gesto con la cabeza, para que lo siga de regreso al centro del gimnasio. Me coloco los guantes, Trevor lo hace también y un par de minutos más tarde ambos nos encontramos sobre el cuadrilátero.
Varios chicos se colocan alrededor, sabía que probablemente Trevor había sigo boxeador o alguna clase de peleador en su juventud, lo cierto es que nunca hablaba sobre eso, pero ahora, por la forma en la que pelea, no me queda ninguna duda de que es así.
—¿Desde cuándo peleas tan bien? —inquiero mientras esquivo sus golpes.
—No te confíes demasiado, Lewis —responde con diversión, el intercambio de golpes continúa y en algún punto, lanzo un golpe que no consigue esquivar.
Trevor se tambalea, se aparta dando un par de traspiés antes de caer a la lona.
—Joder —maldigo en voz baja mientras me acerco. —Lo siento, entrenador...
Él hace un ademán para que aguarde, lo ayudo a incorporarse, me deshago de los protectores y de los guantes tan rápido como puedo para ayudarlo.
—¿Estás bien? —está agitado, más de lo que siquiera alguna vez lo he visto. Su piel se ha tornado pálida, y sospecho que en realidad esto no es por el golpe.
No lo golpee tan duro.
—Trevor...—No consigue mantenerse de pie así que vuelve a caer.
—Muchacho...creo...creo que estoy sufriendo un infarto. —Es lo último que dice antes de desvanecerse por completo.
La planta de mi pie golpetea con rapidez contra el piso de la sala de espera del hospital, llevaba cerca de treinta minutos sin saber absolutamente nada del estado de Trevor, desde que ingresó, ningún doctor o enfermera había salido a decir algo.
Carter se mantiene en silencio a mi costado, lo había llamado tan pronto como subí a la ambulancia y al llegar, él ya estaba aquí. Luce igual de preocupado que yo, igual de nervioso y ansioso.
Varios chicos del gimnasio también se encuentran aquí, necesitábamos saber algo, saber que estaba bien.
—Luke —elevo la mirada en cuanto reconozco la voz. Los pasos de Olivia resuenan contra el piso mientras camina con rapidez hasta donde me encuentro—. ¿Ya sabes algo?
Niego.
Ella dibuja una mueca en sus labios, me envuelve en un abrazo tan pronto como se encuentra tan cerca de mi cuerpo y la ansiedad parece esfumarse ante la calidez del contacto.
—Hace treinta minutos aproximadamente que ha entrado, y aún no sabemos con exactitud lo que pasó. Trevor dijo que estaba sufriendo un infarto, pero...Liv...no hay motivo para que algo como eso le ocurra.
—Se sintió mal un par de semanas —volteo cuando Carter habla. —El gimnasio permaneció cerrado por dos días antes de que él volviera y dijera que no era nada. Intenté decirle que fuese a un médico, pero sabes lo testarudo que puede llegar a ser.
—De haber sabido jamás le hubiese pedido que subiera. —Siento la mano de Olivia envolver la mía.
—No es culpa tuya —murmura—. Si Trevor se sentía mal, en algún momento iba a ocurrir y hay que agradecer el hecho de que estuvieses ahí, que alguien pudo pedir ayuda.
No encuentro que responder, me limito a afianzar el agarre en su mano mientras apoyo la cabeza contra la pared. No sé con exactitud cuánto tiempo ha pasado desde que llegué, pero cuando un doctor aparece pronunciando el nombre de Trevor no dudo en ir hacia él.
Gracias al cielo evita preguntar si somos familiares.
—El señor McGuirre estará bien —es lo primero que dice—. Sufrió un infarto, pero hemos conseguido estabilizarlo. He ordenado análisis para encontrar la causa del infarto, tendremos los resultados pronto.
—Entonces ¿está bien? ¿No corre peligro? —cuestiono.
El doctor niega.
—No corre peligro por ahora, pero hasta no saber con exactitud lo que originó el infarto, no debe estar haciendo actividad física intensa, ni someterse a situaciones de intensa presión. Lo tendremos en observación durante un tiempo más, luego podrá irse a casa.
Luego de informar que podemos pasar a verlo, el doctor se retira. Cuando llego a la habitación con el número que el doctor ha dicho, Trevor ya ha despertado.
—¿Por qué no dijiste nada sobre que no te sentías del todo bien? —inquiero—. Esto pudo ser peligroso, Trevor.
—Lewis, no intentes sermonearme ahora —pide. Ruedo los ojos.
—Tú me sermoneas en cada oportunidad que tienes, es mi turno. —mascullo.
—Dime que no tuviste que hacerte pasar por mi hijo para que te dejaran pasar. Porque seguramente todos creerán que mi esposa me fue infiel. Ojos de color y cabello rubio, las enfermeras seguro se rieron.
—Ni siquiera tienes una esposa —objeto.
—Ellas no saben eso—. Sonrío, negando con la cabeza antes de tomar la silla y acomodarme en ella.
—No debiste subir, cuando lo sugerí, debiste decirme que no estabas bien. —Él suspira. Se remueve en el colchón antes de centrar su entera atención en mí.
—He tenido estos problemas desde hace varios años, no creí que en algún momento pudiese volverse algo serio. Mi padre y abuelo padecían enfermedades del corazón, es hereditario. Ellos murieron por esta causa, probablemente yo también lo haga.
—No, no vas a morir —aseguro—. Estás bien, el médico dijo que estarás bien.
—Sí, bueno, es lo que los médicos siempre dicen —objeta. —Sé el proceso de esta enfermedad, Luke. Lo viví con mi padre, y en cuanto a los análisis, solo van a revelar lo que ya sé. Es cuestión de tiempo.
No consigo dar una respuesta, porque el doctor ingresa a la habitación, me incorporo, centrando mi completa atención en él cuando informa que ya tienen los resultados de los exámenes.
Y Trevor tenía razón.
—Las arterias principales que llevan sangre y oxígeno a su corazón se han dañado, es probable que lleve años de esa manera. Por eso los síntomas se presentan con más fuerza ahora, sus probabilidades de sufrir un ataque al corazón han aumentado, señor McGuirre, su corazón no puede ser sometido a esfuerzos intensos.
—¿Qué quiere decir? —cuestiono intercalando miradas entre Trevor y el doctor. —¿A qué se refiere?
El doctor suspira.
—Sé que es entrenador, y su expediente dice que fue boxeador por largo tiempo, los entrenamientos que los boxeadores profesionales siguen son realmente intensos, desgastando su cuerpo y es común que el corazón sea el principal afectado. Señor McGuirre, me temo que debe dejar de manera definitiva el deporte. Su corazón no resistirá demasiado si sigue esforzándolo.
—¿Dejar el deporte? ¿Quiere decir...?
—Mi recomendación como médico es que se retire ahora, y disfrute de un estilo de vida tranquilo. —Nos mira a ambos, luego escribe algo en las hojas que sostiene entre sus manos y dice que nos dejará solos.
Cuando se marcha, el silencio nos envuelve.
—Trevor...
—Me alegra que ahora tengas a un buen entrenador a tu lado, hijo —murmura con una sonrisa triste tirando de los labios —porque evidentemente, yo no podré seguir haciéndolo.
Mi cuerpo se tensa, mientras intento comprender todo lo que esto significa.
—Sabía que este momento llegaría. Sabía que en algún punto debía dejarlo. Pero creo que llegó antes de lo que me hubiese gustado.
—Aún puedes ayudarme —me acerco a él —. Tu conocimiento, lo que has aprendido, Trevor, no necesitas subir a un cuadrilátero conmigo para hacerme un mejor boxeador.
—No sabes cómo me hubiese gustado tener un hijo como tú —mi corazón da un vuelco furioso ante sus palabras—. Estoy muy orgulloso de ti, muchacho, de todo lo que has conseguido. Y de todo lo que estoy seguro que conseguirás.
Embozo una sonrisa, inclinándome con ligereza para conseguir tomar su mano.
—¿No has dicho que me quieres como tu hijo? Ya lo soy, Trevor. No tienes que desearlo —una leve risa brota de mis labios. —Contigo supe lo que es tener el apoyo de un padre, así que, a mi parecer, ya somos familia.
—Ya somos familia —repite.
Y sé que no miente, porque nunca lo ha hecho, nunca ha mentido y esta no fue la excepción.
Trevor pasó esa noche en el hospital, así que me quedé con él hasta asegurarme que todo estaba en orden. Llamé a Justin, quien pareció estar de acuerdo en darme un par de días como descanso antes de continuar con los entrenamientos.
Las indicaciones del médico fueron que Trevor debía dejar a un lado su estilo de vida deportista, pero hacer eso iba a ser un camino hacia su propia condena así que se rehusó a cerrar el gimnasio, y aseguró hasta el cansancio que no intervendría en los entrenamientos, simplemente sería un mentor.
Dejo de mirar la pantalla cuando Olivia suelta una palabrota. La miro lanzar la carpeta que tiene en las manos, las hojas se esparcen por todo el suelo mientras ella grita un par de maldiciones a la pobre alma que se encuentra del otro lado de la línea.
Le pongo pausa a la película, incorporándome del sillón para caminar hacia donde ella se encuentra.
—Liv ¿todo en orden? —Ella suspira, no me mira de inmediato así que elimino la distancia entre nosotros. Me coloco a su costado, colocando una de mis manos en su espalda baja mientras me apego a su cuerpo.
La escucho suspirar, se apoya contra la barra de la cocina mientras sostiene la frente contra sus manos.
—Quisiera decir que sí, pero lo cierto es que todo parece estarse cayendo a pedazos —confiesa. Voltea, recargándose ahora contra la losa mientras eleva la mirada—. Las empresas de mi padre no están en su mejor momento, creía que sería solo una mala racha, que conseguiríamos sobreponernos, pero...
Su voz tiembla.
—Todo se nos está yendo de las manos —un susurro débil brota de sus labios—. El banco nos ha negado un nuevo préstamo, lo que es lógico teniendo en cuenta la cantidad de deudas que mi padre posee, pero si no tenemos una entrada de dinero pronto, creo que estaremos en quiebra antes de lo imaginado.
—¿Tan mal es la situación?
Ella asiente.
—Se presentó la opción de vender la empresa, a un precio ridículo, pero es algo que sin duda Matías Brooks no va a aceptar. Sigue aferrado a la idea de que su imperio no puede caer. No sé en qué momento todo comenzó a ir cuesta abajo. Lo lamento, sé que probablemente no es buena idea hablar de problemas de negocios, pero...
—No hay problema —aseguro—. Estoy dispuesto a escuchar todo lo que tengas por decir. Vamos, suéltalo.
Ella no luce demasiado convencida, sin embargo, se acomoda sobre el banco que está cerca antes de continuar hablando.
—Las empresas de mi padre son todo para nosotros —susurra con cautela, como si intentara palpar el terreno al cual ha comenzado a entrar—. Somos los Brooks, los dueños de las empresas más prestigiosas de la ciudad, mi padre es conocido por ser un empresario influyente, capaz de crear negocio tras negocio sin problema.
Un suspiro brota de sus labios mientras baja la vista.
—Pero creo que todo tiene un límite. Nunca se han preocupado por ser modestos, teníamos un estilo de vida en el cual podíamos gastar tanto como quisiéramos, y mi padre al parecer se olvidó que el dinero se acaba, y que las deudas crecen. Hizo préstamos que no debió, el banco dejó que las cuentas crecieran hasta el punto que no hay dinero para pagarlas. Si no nos reponemos pronto, no habrá otra opción más que declararnos en quiebra.
—Lamento tanto escuchar eso, Liv. —susurro.
Ella niega, se acomoda el cabello antes de conseguir mirarme a los ojos.
—No soy una chica materialista que llora por su empresa —dice con los ojos cristalizados.
—Jamás pensé que fueses una chica materialista, en ningún momento —aseguro—. Desde que te conozco, lo único que he pensado es que eres deslumbrante.
Ella sonríe.
—Hablo en serio, Liv. No he pensado jamás que eres materialista, en ningún momento. Y no voy a juzgarte por la manera en la que reaccionas a esto, es tu vida, tu trabajo y esfuerzo, no voy a menospreciar la manera en la que te sientes por eso.
—Tal vez pronto deje de ser la chica deslumbrante que conociste, tal vez pronto tenga que vender mi casa y mudarme a otro sitio, y puede que termine trabajando como secretaria en alguna empresa si tengo suerte. Eso es si mi padre no pierde todo con su maldita idea de hipotecar todo cuanto posee.
Extiendo una de mis manos para conseguir tomar la suya.
—Brooks, para mí jamás dejarás de ser la chica deslumbrante que conocí en aquella fiesta, si tienes que vender tu casa que esperemos que nunca llegue el momento, puedes quedarte aquí. Y si eres secretaria ¿qué más da? Eres brillante, Liv. Conseguirás sobreponerte a todo cuanto se te presente.
—¿De verdad no te importa?
—¿Por qué debería importarme? —inquiero con suavidad—. Con o sin las empresas, sé que seguirás siendo la Olivia Brooks que me cautivó. Esa chica no desaparece solo por estar en quiebra. Además, a ti no te importó que peleara en la bodega, ni verme después de una paliza, ¿por qué yo debería darle importancia a algo como esto?
Ella no responde.
—En la pelea, dijiste que te gustaba el Luke real. —Le recuerdo—. Bueno, pues a mí me fascina la Olivia real, en cualquiera de sus facetas.
Acuna mi rostro entre sus manos, acercándose hacia mí y un par de instantes después, sus labios se apoderan de los míos. Me acerco, acomodándome entre sus piernas mientras siento la característica sensación envolverme por completo.
Aferro mis manos a su cintura, asegurándome de tenerla tan cerca de mí como me es posible.
Me he entregado a ella, me he permitido confiar, Olivia Brooks me ha cautivado por completo, no hay vuelta atrás.
No hay camino de retorno, me he lanzado al vacío sin protección. Me tiene en su poder, y no sabía, si ella es en realidad consciente o no, de lo que está haciendo conmigo.
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