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19.- Un nuevo comienzo.

Mis músculos arden, mi respiración es irregular y mi cuerpo está cubierto por completo de sudor, pese a eso, no me detengo. Sigo lanzando golpes con tanta fuerza como me es posible contra el saco, sintiendo el ardor recorrer cada fibra de mi cuerpo y dándome la tentación de detenerme.

Justin había aceptado darme la pelea, habían pasado algunos días desde eso y el entrenamiento al que me había sometido había sido más intenso de lo que siquiera consideré.

—Espero que haya una buena explicación para esto —me detengo solo cuando escucho la voz de Trevor. Volteo, tomando una larga inhalación para regular mi respiración.

—Hola, Trevor —saludo con la respiración entrecortada. No está feliz de verme, al contrario, parece que está enojado por algo.

—¿En dónde está Justin? —inquiere.

—En su oficina, supongo —informo señalando la pequeña habitación en la que Justin solía pasar el tiempo cuando no estaba con nosotros—. Pero ¿pasa algo? ¿por qué estás aquí?

—Sígueme—. Es todo lo que dice mientras me hace una seña. Confundido, hago lo que dice.

Mientras camino, libero mis manos de los delgados guantes para entrenar, muevo los dedos, disfrutando de la sensación de libertad que parecen sentir al no tener nada cubriéndolos.

—¿Se puede saber porque has pactado la pelea con Scott? —Dibujo una mueca en los labios, Justin y yo compartimos una mirada.

—Luke quiere esa pelea, McGuirre—. Justin se incorpora, cerrando la carpeta que mantenía frente a él para rodear el escritorio. —Tiene oportunidad, está entrenando duro—. Trevor me mira.

—Sabes tan bien como yo que no está preparado. —Algo se remueve en mi pecho cuando habla de esa manera—. No has dejado que ninguno de tus otros boxeadores acepte la pelea, y ahora solo porque Luke la sugiere ¿aceptas sin más? ¿Qué es lo que planeas?

—Trevor, Justin no está planeando nada —intervengo —fui yo quien le pidió la pelea, quien le aseguró que podría con eso. Me has visto pelear en la bodega ¿por qué ahora parece que no tienes fe en mí?

—¡Porque es distinto, Lewis! —grita con furia—. Ese hombre va a hacerte pedazos tan pronto subas al cuadrilátero, peleas en la bodega, sí, pero eso es apenas una fracción del tiempo que tendrás que resistir, el peso de los guantes, los doce rounds, posibilidades de lesiones...No estás listo. No aún.

Aprieto los puños, me sostiene la mirada y sé que está siendo sincero, solo está diciendo lo que realmente piensa.

—Crees que no tengo oportunidad —mascullo con molestia—. Estás seguro de que perderé ¿no es así?

Trevor no responde.

—Se está preparando bien —Justin pronuncia con firmeza—. Lo estoy entrenando bien, McGuirre, sabes perfectamente que, si no creyese que es capaz, no le permitiría hacer esto.

—No, lo que estás haciendo es cuidar tu reputación. —asegura señalándolo—. Sacrificándolo en el proceso. Porque ambos sabemos lo que pasará en esa pelea.

—No importa lo que pienses, Justin es mi entrenador, si él cree que puedo hacerlo, entonces lo haré. No me importa si gano o pierdo, voy a hacerlo.

—No cuentes conmigo —retengo la respiración en cuanto Trevor dice aquello—. No voy a ver cómo vas directo a que te destrocen.

Una sonrisa irónica se coloca en mis labios, es exactamente lo que mamá dijo. Cuando me da la espalda y tiene la intención de marcharse, hablo.

—¿Así que tú también me darás la espalda? —No planeo que suene a reproche, pero inevitablemente se escucha de ese modo—. ¿Tú también dejarás de hablarme por hacer esto?

No responde, y en cierta parte, no sé qué hubiese sido peor. Suelto una maldición cuando se marcha, ¿por qué nadie era capaz de entender que quería hacer esto?

—Luke...

—Debo seguir entrenando —es todo lo que digo mientras me coloco los guantes de nuevo, y salgo de la habitación.

Nada mejoró durante los días siguientes, pasé largas horas en el gimnasio intentando apagar el enojo y la frustración que la discusión con Trevor había dejado en mi sistema.

Intenté llamarlo un par de veces, pero lo único que obtuve como respuesta fue el buzón de voz. No sé en realidad que era lo que me molestaba más, si el hecho de no tenerlo en mi esquina, o que no hubiese conseguido confiar en mí como lo había hecho en todo este tiempo.

Montserrat y Caleb también estaban enterados de la pelea, y me reconfortó tan solo un poco, que ellos se hubiesen mostrado emocionados y ansiosos por eso, mi hermana prometió que viajaría a Portland en la fecha de la pelea, pero siendo sincero, no creía que Montse en realidad se apareciera.

Los entrenamientos fueron duros, las sesiones de sparring con Adam aumentaron de intensidad, tuve que mejorar mi resistencia, llevar mi cuerpo al límite inalcanzable, y, aun así, dar mucho más.

Fueron probablemente las tres semanas más agotadoras de toda mi vida. Dejé de llamar a Trevor luego del décimo intento, mi última comunicación con él fue un mensaje de texto, indicándole el lugar y la hora en la que se llevaría a cabo la pelea.

—¡Resiste! —Justin grita a mi lado mientras Adam deja golpes en mi torso. Aprieto la mandíbula, cerrando los ojos mientras aguanto el dolor que produce el choque de sus puños en mis costillas. Mis manos se encuentran ejerciendo tanta fuerza en el tubo del cual me sostengo, siento el ardor recorrerme por completo, pero no me suelto, no lo hago hasta que Adam se detiene y entonces, siento ganas de vomitar.

—Oh, Lewis, no seas una nena —bromea Adam cuando devuelvo el contenido de mi estómago en el bote que se encuentra cerca.

Me recargo contra el bote, cerrando los ojos por unos instantes intentando recomponerme.

—Pareciera que querías romperme las costillas —me quejo—. Necesito agua.

Justin me lanza una botella, me enjuago la boca antes de beber un poco, sintiendo el líquido refrescarme tan pronto cruza por mi garganta.

—Al menos vomitaste al terminar, y no justo en medio. —Una mirada de fastidio es lo que obtiene de mi parte—. Sabes que solo bromeo, Luke. No lo tomes personal.

—Tienes poco tiempo para conseguir hacer todo a la perfección —me recuerda el entrenador—. Si quieres ganar, debemos mejorar tu resistencia a los golpes, así que esto...—señala entre nosotros —es solo una pequeña parte, procura no vomitar después de cada entrenamiento—. Pide.

Obtuve más moretones de los que me gustaría admitir, Adam parecía más dispuesto a entrenar que el mismo Justin, era un buen compañero, incluso ya nos considerábamos amigos. Sin embargo, eso no impidió que Justin tuviera que separarnos a mitad de una sesión de entrenamiento porque ambos parecíamos olvidar que en realidad estábamos practicando.

En el gimnasio todos sabían sobre la pelea, Charlie había sido un idiota, más de lo normal, durante todo el tiempo antes de la pelea. Estaba seguro de que un día de estos, terminaría acabando con mi paciencia, o la poca que me quedaba.

—Estaremos ahí —asegura Dexter un día antes de la pelea—. Como apoyo.

—Me dará gusto verlos ahí —aseguro.

—Sí, iremos a ver cómo te hacen pedazos ahí arriba —retengo la palabrota que amenaza con brotar de mis labios cuando escucho la voz de Charlie a mi costado—. Será divertido.

—Ya lo creo. —Una risa sarcástica se posa en mis labios—. Tal vez podamos arreglar una pelea tú y yo, después de que gane esta, claramente. Así limamos nuestras asperezas sobre el cuadrilátero ¿no lo crees?

Charlie no responde, eso es suficiente para hacerme saber que no tiene nada mejor que responder. Un par de chicos más dicen que estarán ahí, y luego de hablar con Justin, me encuentro en el interior de mi auto.

Llevaba semanas sin hablar con Olivia, así que antes de poder arrepentirme, me encuentro marcando su número, necesitaba decirle esto, necesitaba decirle que la quería ahí, que no importaba nuestra última discusión, quería verla.

Repito en mi mente lo que diré, una y otra vez mientras los segundos transcurren, pero ella no toma la llamada. El buzón de voz me recibe del otro lado de la línea, y un sabor amargo se instala en mi boca.

"Pelearé mañana, espero verte ahí. Será en el Providence Park. Realmente quiero verte, Brooks"

Mis ojos viajan sobre las líneas, leyendo el mensaje una y otra vez, maldigo en voz baja, borrando el mensaje.

Porque soy tan cobarde como para enviarlo, tan cobarde como para admitir que la necesitaba, o como para dejárselo saber. Tan cobarde como para aceptar que quería hacer las cosas bien, pero no me atrevía a hacer nada al respecto.

Estoy nervioso, tan nervioso como probablemente jamás lo he estado en mi vida. Doy un par de brincos, intentando relajarme, intentando apartar de mi cuerpo la sensación de ansiedad.

Me muevo por la habitación, haciendo unos movimientos de cabeza mientras me repito mentalmente, que esto está bien. Que no me estoy equivocando, que puedo hacerlo.

Justin tiene todo un equipo en la sala, varios hombres que lucen expertos en sus áreas, me había dado un par de instrucciones sobre lo que debería de hacer, pero eso no ayudó para disminuir la ansiedad en mi sistema.

—¿Estás bien? —cuestiona Justin.

—Estoy nervioso —confieso —no quiero pensar en que puedo vomitar ahora mismo, pero...

Él sonríe.

—Estarás bien—. Asegura, ahora te colocaré los guantes para...

Dos toques en la puerta se hacen escuchar, todos miramos hacia ahí.

—Debe ser el árbitro —informa—. Necesitamos darnos prisa para...

—Liv...—me aparto de él tan pronto la veo aparecer, Olivia está aquí, luce tan jodidamente sensacional, sonriendo en mi dirección que, por una fracción de segundo, me olvido de todo y voy a su encuentro.

No me doy cuenta de lo mucho que la he echado de menos hasta este punto, cuando la tengo abrazada a mi cuerpo, aferrándose a mí.

—Viniste, pero ¿Cómo...?

—Carter y Luisa me dijeron de tu pelea —informa. Una bonita sonrisa adorna su rostro—. Y creo que tuve que sobornar al guardia de seguridad para que me permitieran llegar hasta aquí.

Una leve risa brota de mi cuerpo.

—Los dejaremos solos —informa Justin dedicándome una mirada divertida —cinco minutos, no más. —pide. Asiento.

Él y todo el equipo salen, dejándonos solos en la pequeña habitación.

El silencio nos consume.

—No creerías que iba a perderme tu primera pelea, Thunderbreaker.

Embozo una sonrisa, ella da un paso en mi dirección, acercándose a mi cuerpo.

—No necesito mentiras, Luke, no necesito nada más de ti que la verdad. Me gustas tú, este Luke, el verdadero, y también me gusta el chico que eres cuando subes a los cuadriláteros, ya sea este o el de Northwest, no me interesa en lo absoluto. Me gustas en todas tus facetas, no necesito mentiras para aceptarte, porque ya lo hago.

La atraigo a mi cuerpo, disfrutando de la sensación de tenerla cerca otra vez. Eleva el rostro, mis labios se encuentran con los suyos en un beso desesperado, en uno que refleja por completo la necesidad que tengo de ella, la intensidad con la que la he echado de menos, y lo mucho, que Olivia Brooks me gusta.

—Liv...

—Ahora, sal a ese cuadrilátero, y hazlo pedazos, Thunderbreaker. —pide con aire orgulloso—. Porque esta es tu noche, Luke.

—Me alegra que estés aquí —susurro.

Olivia sonríe.

—A mí también me alegra estar aquí.

Se coloca de puntillas, sus labios rozan los míos y se aparta cuando Justin regresa, informando que el árbitro viene en camino y necesita colocarme los guantes. Olivia sale, me mira sobre su hombro y lanza un beso, gesto suficiente para hacerme sonreír.

Ella tenía razón, esta era mi noche. La noche que había esperado por largo tiempo, y en la cual entregaría absolutamente todo, para triunfar.

—¿Has visto a Trevor? —inquiero con esperanza de obtener una respuesta afirmativa.

Justin no responde.

—No. Le envíe un texto para decirle que podría unirse al equipo, para estar en tu esquina, pero no respondió. Esperaba verlo por aquí, lo siento, Lewis. Sé que era importante para ti verlo aquí.

Me encojo de hombros.

—No es la primera persona en hacer algo como eso —mascullo sin mirarlo. Golpeo los guantes, dando un par de brincos mientras intento apartar de mi mente, todo pensamiento que no consiga ayudarme.

Intento prestar la mayor atención posible cuando el árbitro ingresa, repitiendo las reglas, dando todas las indicaciones que debería de saber y cuando dice que es tiempo, el nerviosismo explota en mi sistema.

Me obligo a permanecer sereno, mientras camino por el oscuro pasillo que nos conducirá hacia la arena. Soy capaz de escuchar los gritos desde el sitio en donde me encuentro, no sería una pelea tan grande, pero era un comienzo.

Es mi comienzo.

Las luces aumentan de intensidad, mi oponente ya está sobre el cuadrilátero así que cuando subo, todo se reduce a nada, todo sonido se esfuma, todo grito, ansiedad y nerviosismo desaparece.

Porque estoy aquí, y entregaría el alma en esta pelea, porque este es mi comienzo. Y nada ni nadie, iba a entorpecerlo. 

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¿Quién más está emocionado por la pelea de nuestro bebé? 

¡Me encanta leerles en los comentarios! ¡No se olviden de picarle a la estrellita, significa mucho para mí. 

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