18.- Una sola oportunidad.
Sabía que la razón de mi mal humor durante todos estos días solo podía deberse a algo, o más bien, a alguien: Olivia Brooks.
—Si sigues golpeando al saco de esa manera, vas a romperlo —la voz de Adam se escucha a mis espaldas. Me detengo, tomando una inhalación antes de girarme hacia él—. ¿Todo bien, Lewis?
—Todo bien —respondo con una leve sonrisa. —Escuché que ganaste la pelea. Felicidades.
Él sonríe, un gesto orgulloso se adueña de su semblante mientras asiente.
—Fue pan comido —responde mientras comienza a colocarse el vendaje en las manos. —¿Qué hay de ti? ¿Justin te ha organizado algo? —Una mueca de decepción se apodera de mis labios.
—No, nada aún —intento restarle importancia, dándole la espalda y golpeando al saco de nuevo. Adam no insiste, se aleja para concentrarse en su propio entrenamiento y yo continúo golpeando el saco con tanta fuerza como me es posible.
Llevaba tres días sin hablar con Olivia, desde aquel instante en el que me marché de su casa ella no había llamado, y, por consiguiente, yo tampoco lo hice. Me repetía a mí mismo constantemente que era lo mejor.
Una parte de mí me gritaba que estaba siendo un completo imbécil, ella no se tenía la culpa de nada, no tenía culpa del camino que yo había decidido seguir.
Pero creo que en la vida es más fácil culpar a los demás que aceptar que estamos equivocados.
Suspendo mis golpes contra el saco solo para buscar mis auriculares, cuando los encuentro, subo el volumen de la música al máximo mientras retomo mi tarea. No sé con exactitud cuánto tiempo permanezco haciendo lo mismo, hasta que Justin aparece a mi costado.
Me veo en la necesidad de apagar la música cuando él hace un gesto para subir al cuadrilátero.
—Debemos practicar —indica. Asiento levemente, me coloco los protectores y me aseguro de tener el vendaje correcto antes de colocarme los guantes. Una sonrisa aparece en mi rostro cuando observo al idiota de Charlie subir.
Sé lo que tengo que hacer, todo el enojo en mi sistema parece reflejarse en la fuerza de mis golpes, sin embargo, de un momento a otro su imagen llena mi mente. La manera en la que sonreía, la sensación de besarla, el tenerla cerca, Olivia Brooks se adueña de cada uno de mis pensamientos, y pierdo la concentración.
Charlie lanza un golpe hacia mi rostro, un derechazo que no consigo esquivar y que me golpea con fuerza consiguiendo dejarme levemente aturdido, doy un par de traspiés retrocediendo antes de inclinarme sobre la lona.
—¡Benson controla la fuerza de esos golpes! —reprende Justin mientras sube, sacudo la cabeza, soltando una ligera maldición.
—¡Solo estamos practicando entrenador! —replica.
—Es un entrenamiento leve, no para una pelea, Benson—. Justin se coloca a mi costado, siento su mano colocarse en mi espalda al tiempo que me incorporo.
—Estoy bien. —mascullo.
—No estás concentrado —reprende—. Pareciera que estás demasiado empecinado en golpear con fuerza a tu atacante que no sabes lo que haces. Necesito que te concentres.
—Estoy concentrado, entrenador —me defiendo.
—No, no lo estás. —asegura—. Y no sé qué rayos esté pasando por tu mente ahora, pero si no quieres que te mande a casa, requiero toda tu atención.
—Bien.
Él asiente, le hace un gesto a Adam, quien sube con una leve sonrisa.
—Bueno, al parecer si no entrenas conmigo, las cosas acaban mal —bromea mientras se coloca los protectores.
—Oh, no te des tanta importancia —objeto con una leve sonrisa.
El entrenamiento continúa, gracias al cielo consigo apartar a Olivia de mi mente y terminar con éxito el entrenamiento. Pese a eso, no me marcho a casa como de costumbre, no tengo ánimos de estar encerrado en mi departamento aguantando las ganas de llamarla.
Programo la campana, mientras tomo la cuerda y comienzo a dar saltos, sabía perfectamente el tiempo que tardaba en sonar la campana que Justin poseía en el gimnasio, así que cuento los segundos, manteniendo mi mente ocupada hasta que el sonido llega a mis oídos.
—Si sigues saltando con esa rapidez, te ocasionarás una lesión—. Detengo los saltos cuando una voz se deja oír a mi costado.
Mis ojos se posan en una chica, la única chica en el lugar. Su larga cabellera está trenzada, sujetándose con un lazo rojo que parece estar amarrado con demasiada fuerza.
—No te lastimas cuando tienes experiencia —objeto. —¿Qué haces aquí? No es común ver a chicas.
—Oh, lo dice el novato—. Se cruza de brazos, arrugo la frente, observándola con confusión.
—Hace mucho dejé de ser el novato—. Me defiendo.
Ella chasquea la lengua.
—No es lo que mi padre dice.
—¿Quién es tu...?
—¡Regina ya te he dicho que no interrumpas a mis muchachos! —La voz firme del entrenador se escucha. Retengo la sonrisa ¿así que Justin tenía una hija?
—Solamente le indico la manera correcta de hacer saltos. —replica rodando los ojos—. Deberías de darme las gracias.
—No debes estar aquí—. Justin me hace una seña para que me marche, seña que entiendo a la perfección. Me inclino, tomando la mochila que descansa a un costado y alejándome algunos pasos de las dos personas que han comenzado una discusión a mis espaldas.
Dejo mis cosas en el casillero para ir a tomar una ducha, me aseguro de colocar la llave y traerla conmigo antes de adentrarme a los baños.
Una vez que me encuentro bajo el agua, la sensación de malestar regresa. Es increíble cómo no he dejado de pensar en ella, como mi mente parece tener la completa intención de meterme sus recuerdos en los momentos menos oportunos.
No disfruto del baño en lo absoluto, me doy prisa y para cuando al fin consigo salir del club, mi celular suena. Deslizo la pantalla en cuanto leo el nombre de Carter en la pantalla.
—Hey, has estado desaparecido todo el día —reprocha—. ¿Estás en tu casa ahora? Tengo un par de cervezas y pizza.
—Apenas voy saliendo del club —informo—. Estaré en casa en unos veinte minutos.
—Bien, te veo ahí.
Mi amigo cuelga la llamada, lanzo la mochila en el asiento del copiloto y me adentro al auto. La música ruge por las bocinas, y no me molesto en adecuar el volumen cuando salgo a la carretera.
Para cuando llego a casa, el auto de Carter está estacionado justo afuera. Me sorprendía lo rápido que mi amigo podía llegar a ser a veces, parecía tener alguna especie de súper poder que lo hacían llegar puntual a todo lugar al que se dirigiese.
—Sí que eres rápido—. Él se encoge de hombros.
—Parecía necesario. No has contestado los mensajes en un par de días, y Luisa dice que...
—No la menciones. —El tono de advertencia que empleo es suficiente para dejarme en evidencia. Carter eleva una de sus cejas, pero no dice nada más. Se limita a seguirme en silencio con la caja de pizza en una de sus manos y un empaque de cervezas en el otro.
Los deja en la mesa, voy a la alacena por un par de platos y los dejo frente a nosotros mientras él se encarga de destapar las botellas de vidrio.
—¿Qué ha pasado?
Sé perfectamente que no planea quedarse con la duda. Subo a la silla, acomodándome en ella mientras tomo una rebanada de pizza.
—Lo normal, todo fue demasiado rápido —confieso sin mirarlo—. No consigue entender lo que hago, y yo tampoco termino de entenderla. No encajamos, es todo.
Una risa brota de su cuerpo, lo observo con molestia.
—¿Qué es lo que te parece tan gracioso?
—Amigo, esa chica te traía loco por semanas ¿y ahora simplemente dices que no encajan? ¿Qué ocurrió entre ustedes?
—Olivia no va a entender jamás mi participación en la bodega, Carter, por mucho que lo intente ella no está acostumbrada a salir con chicos de mi clase. Ahora mismo estoy luchando por mantenerme, mi cuenta está prácticamente en ceros y necesitaré dinero pronto. Olivia parece tan enfrascada en su propio mundo, que no ve lo que hay detrás.
Carter permanece en silencio, mirándome con atención.
—Me reclamó por necesitar la aprobación de Caleb —bajo la vista cuando confieso aquello—. No esperé verlo en la pelea, yo necesitaba saber que él no dejaría de hablarme por ver la persona que soy sobre ese cuadrilátero.
—Tus hermanos no son como tus padres. —Me recuerda—. Caleb no va a sacarte de su vida como ellos.
—No tenía la seguridad de eso ¿entiendes? No sabía si al finalizar la pelea él iba a mandarme al carajo, intenté explicárselo, pero no lo entendió. Y es comprensible, ella está acostumbrada a tener el apoyo de sus padres, su hermano lo tiene y...
—Hey, necesitas detenerte en ese punto —pide. —Luke, Olivia no se tiene la culpa de tener todo lo que tú has deseado, y no me refiero a lo material. —aclara —. Ella no se tiene la culpa de tener lo que tú esperabas que sucediera en tu vida, ella vive de ese modo ¿qué esperabas? Ha vivido toda su vida en un entorno diferente, evidentemente no va a acoplarse al tuyo en algunas semanas.
—A esto me refería cuando dije que creía que era muy rápido —me recuerda —Luke, no se tomaron el tiempo de conocerse, de entenderse. Quedaste fascinado con lo que Olivia Brooks representa que olvidaste que hay muchos pasos antes.
—¿Qué quieres decir?
—No sabes cómo piensa, no sabes en lo que cree, cuáles son sus valores. No sabes la forma en la que fue educada, el estilo de vida que lleva lejos de la riqueza y comodidad que aparenta. Por eso no consigues entenderla, y ella no sabe nada de lo que tú has tenido que vivir, el asunto familiar que te envuelve, no ha pasado por algo como eso, evidentemente no va a comprender.
No soy capaz de dar una respuesta. Carter suspira, se acomoda en el asiento antes de volver a hablar.
—Tiene sentido el hecho de que al presenciar la vida "perfecta" de Olivia Brooks eso consiga afectarte más de lo que crees, pero si no consigues comprenderla, si ninguno de los dos consigue hacerlo, no van a llegar a ningún lado.
Sus palabras consiguen golpearme, muerdo el interior de mi mejilla, en un gesto frustrado porque sé que tiene razón.
¿Por qué le recriminaba algo que sabía perfectamente que no era su culpa? Olivia Brooks había llegado de imprevisto, plantándose frente a mí y deslumbrando todo a su paso, tal vez Carter tenía razón, tal vez nos saltamos muchos pasos, quisimos correr cuando apenas estábamos comenzando a caminar.
Carter pasa un par de horas en la casa, tiempo en el cual parece dejar a un lado el tema, pero yo no puedo hacerlo, no puedo apartarla de mi mente, soy incapaz de hacerla desaparecer, porque, quiera admitirlo o no, Olivia Brooks había dejado algo en mí, y no sabía hasta qué punto, eso marcaría un antes y un después en mi vida.
Me rehusé a llamarla, o a enviarle un mensaje siquiera. Me convencí a mí mismo de que primero, quería estar completamente seguro de si estar con Olivia es lo que realmente deseaba, si eso es, entonces debía de hacer las cosas bien.
—¿Has escuchado de la pelea que un promotor le ha hecho de Justin? —inquiere Adam mientras me ayuda a colocarme los guantes.
—No. —manifiesto—. ¿Qué hay con eso?
—Parece ser que alguien le ha hecho una oferta de pelea, pero Justin se rehúsa a tomarla. Dice que no quiere arriesgar a ninguno de sus boxeadores, el chico que reta debe de ser fuerte como para que él se niegue a dar la pelea.
No respondo, le agradezco cuando termina de colocarme los guantes y luego subimos al cuadrilátero a practicar como es lo acostumbrado.
Son largas horas de entrenamiento, sin embargo, mi mente no ha abandonado la idea de lo que Adam ha dicho.
—Adam, respecto a lo que dijiste ¿cómo sabes que Justin se ha negado?
Él sonríe.
—Porque la pelea estaba programada para Dexter—. Señala al chico que practica a unos metros de nosotros. —Es el más fuerte del club, el más rápido y ágil y ni a él le ha permitido aceptar la pelea.
Adam parece darse cuenta de lo que estoy pensando, porque una risa carente de gracia brota de él.
—No, ni lo sueñes, Lewis. —masculla con diversión—. Ni en tus mejores sueños él va a dejar que lo hagas.
Cruza por mi lado, da un par de palmadas sobre mi hombro mientras se aleja. El entrenamiento ha acabado, no tengo ánimos para hacer horas extras así que, tras guardar mis cosas, camino hacia la pequeña oficina de Justin.
—Lewis ¿qué es lo que quieres? —cuestiona sin levantar la vista de la agenda que sostiene en sus manos.
—He escuchado de la pelea que no quieres aceptar—. Eleva la vista en cuanto me escucha hablar, me observa con detenimiento, luego, deja a un costado la agenda para centrar su completa atención en mí.
—Entonces también has escuchado que no planeo exponer a ninguno de mis boxeadores a una pelea de ese tipo —sentencia—. ¿Qué es lo que quieres?
—Yo puedo hacerlo —afirmo—. Déjame pelear.
Una sonrisa irónica se coloca en sus labios.
—No. —La firmeza en su voz se deja oír—. Eres el que menos experiencia tiene.
—Soy el único que podría enfrentar una pelea de ese tipo. He estado en combates más salvajes —le recuerdo—. En la bodega de Northwest, las peleas de ese tipo eran comunes, puedo hacerlo.
—No tienes oportunidad contra él.
—¿Cómo lo sabes? —Dejo a un lado la mochila para acercarme—. Puedo hacerlo, he enfrentado a tipos más salvajes de lo que siquiera ese chico puede ser. No será nuevo para mí, y puedo comenzar con las peleas, necesito hacerlo, Justin.
No quiero sonar desesperado, tampoco quiero que piense que soy un maldito fanfarrón, necesitaba esa pelea, necesitaba ganar aunque sea un poco de dinero.
Él suspira. Me observa por largo rato antes de atreverse a decir algo.
—Son doce rounds, de tres minutos cada uno —informa incorporándose—. Has peleado, sí, pero no una cantidad de tiempo como esa. Si no te noquea en el segundo round, entonces deberás aguantar hasta el final, y puede hacerte daño. Pasarán meses antes de que consigas recuperarte y podrás arruinar tu apresurado comienzo.
—Dices que mis reflejos son buenos, y puedo aumentar la rapidez de los golpes. —aseguro—. Adam puede ayudarme con eso, ninguno de tus boxeadores querrá aceptar la pelea, y si ellos te dieron la oferta, no puedes rechazarla ¿o sí? No tienes opción, Justin, debes dejarme pelear.
El silencio se instala entre nosotros. Un nuevo suspiro brota de él.
—Entrenador, por favor —pido—. Necesito esa pelea.
—Tres semanas, necesito tu mejor esfuerzo. Necesito que te concentres como nunca antes lo has hecho, si al acabar ese tiempo no has mejorado tu rapidez y la fuerza de tus golpeas, la cancelaré.
Sonrío, retengo el impulso que tengo de correr y abrazarlo porque sé que a Justin no le hará gracia la idea.
—Gracias, entrenador—. Él sonríe.
—Si no estás listo, no habrá pelea —asegura—. Así que necesito todo de ti.
—Lo tendrá —afirmo con énfasis —le aseguro que lo tendrá.
—Ahora, largo de aquí antes de que cambie de opinión.
Sonrío, asiento levemente antes de tomar mi mochila y salir de ahí, la sonrisa no abandona mi rostro en ningún momento.
Esta era mi oportunidad, la oportunidad que había esperado por tanto tiempo para mostrar de lo que era capaz, para enseñarle a todos, el potencial que tenía en esto.
Esta era la oportunidad para demostrar, que no me había equivocado. Y no la dejaría pasar, por nada del mundo permitiría que se me fuera arrebatada.
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