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Capítulo 9

Jaymes Young - Feel something

El lunes desde que desperté me sentí peculiarmente nervioso, ansioso. ¿Razón? Vería a Harmonie... desde el domingo de madrugada que pasó todo aquello en su departamento no había dejado de pensar en ella, así como ninguno de los dos había hecho el intento alguno por saber del otro. Pero esto último no me importaba, lo que me tenía en vilo era saber si... siempre terminaríamos lo que habíamos dejado inconcluso.

En fin; luego de bañarme, me enfundé mi conjunto de oficina, que constaba de una camisa blanca, una corbata azul marino, pantalones y zapatos de vestir negros. Mi cabello algo corto para mi gusto, lo acomodé elevándolo un poco, así se creaba volumen y no caía incómodamente sobre mi frente.

Salí de mi departamento y en menos de lo que creí, ya había llegado a aquel inmenso edificio. Salí de mi vehículo, el clima de principios de febrero era cálido aunque en cualquier momento el cielo se podía derramar a cantaros. Saludé a las personas que me iba encontrando y ya dentro del elevador mis pensamientos volaron a aquella noche...

Todo se había dado sin siquiera planearlo, sino que, de un momento a otro la electricidad nos magnetizó y como polos opuestos nos atrajo hasta que nuestras pieles se sintieron, creando una conmoción que cimbró hasta el sentimiento más recóndito, la cual poco a poco fue dejando una estela de fuego abrasador, que fue incendiando hasta la ultima molécula que componía nuestro cuerpo. Sin embargo, tal fuego no pudo terminar su labor: calcinarnos, hacernos cenizas.

Y moría, anhelaba con locura quemarme, concluir lo que habíamos dejado sin finalizar.

Porque, ¡cielos!, Harmonie sabia delicioso... su piel tersa, su melena rojiza que me idiotizaba, sus labios eran... adictivos, demasiado. Dios, todo había sido tan intenso y es que en ese corto lapso que la probé... me había encendido como una puta caldera al punto de bullir lava. ¡Diablos! Aun sentía el fuego, aun sentía el maldito deseo atravesado en el pecho... en todo mi cuerpo. Y sabía, estaba jodidamente seguro que, tal deseo no menguaría hasta que mi hombría se enterrara en sus entrañas,  no desaparecería hasta de su garganta escuchar jadeos y gemidos. Y es que, ya había pasado mucho tiempo desde que alguien me había hecho sentir algo.

Las puertas del elevador se abrieron en mi piso y yo me fui rápidamente al baño. No, no, no podía tener una erección en ese momento, no en mi lugar de trabajo. Entré a un cubículo y ahí noté lo pronunciada que estaba, ¡diablos! Pasé mis manos, tratando de acomodar mi miembro pero me fue casi imposible.

Salí y me eché agua en el rostro. Respirando continuadamente, tratando de calmar el deseo que amenazaba con emerger. Minutos después, logrando serenarme, salí.

Me concentré lo más que pude en mi trabajo y vaya que era mucho. Lo cual me ayudó a no tener siquiera un segundo de descanso, ni ningún otro segundo para que pensamientos... tortuosos se apoderaran de mi mente pero aun podía sentir una leve molestia en mi entrepierna. Cuando la hora de comer llegó, mi pulso se disparó. No quería verla, bueno sí quería verla... pero sabía que hacerlo me llevaría de nuevo al baño. Así que, adelanté mi trabajo, solo saliendo a comprar algo a una máquina expendedora que se hallaba en mi piso. Estaba comiendo unas semillas, evaluando los planos en los que estaba ocupado trabajando cuando escuché el sonido de unos tacones repicando contra el piso de suela de mármol. La saliva se me hizo espesa y comencé a aflojar mi corbata, ¿sería ella?, inevitablemente me pregunté.

Sin embargo, una muy molesta Tate se asomó por la puerta y al verme hasta el fondo del inmenso cuarto, puedo jurar que comenzó a echar humo por las orejas. ¡Demonios! Chaqueé la lengua, andaba de un humor de perros para andar lidiando con reclamos.

— ¡Ya era hora! Hasta que doy con el señor Charles... —canturreó con sorna. Rodé inevitablemente los ojos—... me dejaste plantada el viernes, ¡¿qué demonios te hiciste?! ¡¿Quién demonios te crees?! —vociferó, echando saliva mientras gritaba todas esas cosas.

Solté un suspiro cansino. No quería herirla, no quería responderle de mala gana... pero estaba al tope de mi límite. Sospesé las palabras más suaves que pude pensar y entonces hablé:

—Tuve un incidente, iba a llamarte para disculparme pero se me olvidó... lo siento mucho. —Era lo mejor que pude responder, aunque mi voz sonó plana, no podía dar más. No tenía ánimos de hacerlo.

— ¿Y no piensas decirme qué fue eso tan importante como para dejarme botada? — ¡Por todos los cielos! Esa chica no estaba agusto como Dios la trajo al mundo. Negué con la cabeza, dudaba mucho que quisiera escuchar lo que había estado haciendo... y cómo iba a decirle que había estado a punto de retozar con Harmonie, cómo demonios iba a decirle que solo pensar en ella me convertía en un volcán a punto de hacer erupción, cosa que con ella estaba a años luz de siquiera experimentar o siquiera sentir. Era sincero y descarado hasta cierto punto pero no un lengua floja—. ¡Estás loco si piensas que te daré una segunda oportunidad!

¡Listo, mi paciencia colapsó!

—Discúlpame, ¿acaso yo te he pedido una? En ningún momento lo he hecho así que no me vengas con eso... porque creo que ni tú ni yo estamos en una posición que nos obligue a dar razones. Porque hasta donde recuerdo no somos nada, ¿o sí? —Inquirí en mis últimas palabras. ¡Ni mierdas! Ella se podía ir mucho al carajo.

Y noté como su rostro cambiaba varias tonalidades, quedando al final en un color escarlata y con el gesto desencajado y con la sorpresa bailando en sus ojos negros. Me crucé de brazos, mientras la observaba expectante, atento a todas las reacciones, demasiado infantiles, que hacía y justo en ese momento me cuestioné: ¿cómo demonios me había interesado en ella? Claro, la puta calentura pero que... sonreí casi imperceptible, no era nada comparado a lo que Monie me hacía sentir, ella me hacia estremecer con tan solo pensarla.

—Eres un imbécil, eres un... un idiota que no merece que siga perdiendo mi tiempo —siseó, sus manos hechas puños pegadas a sus piernas y con la barbilla apretada.

—No lo sigas haciendo y déjame seguir con mi trabajo —respondí indolente.

Golpeó el suelo con sus tacones, un gesto demasiado infantil para mi gusto, entonces se fue por donde vino. Aflojé el nudo de mi corbata, mientras daba cortas respiraciones. La culpa quería abrirse paso en mí pero no lo permití, trate de disculparme, quizá no había sido tan cordial, pero no iba a rogarle. Ni. De. Loco.

Pasé toda mi jornada recluido en mi piso, sin despegarme de mi zona de trabajo. Hasta que hora de mi salida llegó y para mi sorpresa tenía casi terminado el proyecto. Eran los planos de unos nuevos condominios que se construirían a finales de ese año en las afueras de la ciudad. El encargado de piso revisó mi trabajo e hizo solamente unas sugerencias, que bien podría terminar al día siguiente si no volvía a salir en la hora de la comida.

—Buen trabajo, creo que la semana que viene podemos hacer la presentación... —comentó Francisco, mi encargado. Le sonreí, mientras asentía con la cabeza.

—Lo terminaré mañana y si le das el visto bueno lo podemos pasar al departamento de diseño para que hagan la presentación en autocard, con sus dimensiones y todo eso.

—Claro, veamos cómo se avanza en este proyecto el día de mañana y tomamos esa decisión. Por lo pronto vete, que ya  te pasaste... —Hice una mueca con mis labios, miré la hora y era cierto. Tenía que estar en la facultad en menos de media hora.

Salí corriendo de mi piso y me introduje en el elevador. Mirando de vez en vez la hora en mi celular. Iba a llegar tarde a clase si no salía en cinco minutos de ese edificio. Y fueron los segundos más frustrantemente lentos. Íbamos por el piso ocho cuando alguien lo solicitó en el piso siete.  

— ¡Lo que me faltaba! Apresúrate cacharro de metal... —siseé, pasando las manos por mi cabello. Movía mi pie con insistencia, estaba terminando con mi paciencia, buena con la poco que tenía.

Sin embargo, las puertas por fin se abrieron en el piso solicitado y el aire se escapó de mis pulmones como si alguien hubiese proyectado su puño en mi estomago, al tiempo que sentí un líquido caliente, como combustible, listo para avivar el fuego estaba casi adormecido en mis venas, en mi ser.

Harmonie...

Venía hablando por teléfono mientras ojeaba a su vez un montón de papeles, no se había percatado de mi presencia. Y mientras lo hacía, me di a la tarea de escanear su cuerpo y como siempre sucedía: me dejó sin aliento. Llevé una de mis manos a mi barbilla, acariciando la barba incipiente que tenía intenciones de crecer, observándola con atención y pensar que sabía delicioso, como chocolate expuesto al puto fuego. Sacudí la cabeza, en un inútil intento de esfumar todos esos pensamientos lascivos que ningún bien me hacían en ese momento. Aclaré mi garganta y de inmediato sus ojos se posaron en mí. Y su cara era un poema, llena de emociones que difícilmente logré descifrar por completo, nada más: sorpresa. Quedó estupefacta al verme, su boca levemente abierta y sus ojos develando más de la cuenta... sus ojos amielados que tanto me gustaban. Sonreí al mismo tiempo que ella recuperaba la compostura.

—Si, por la noche te lo envío... —dicho eso, colgó. Crucé mis manos por encima de mi cadera y me erguí un poco mientras miraba al frente, solo éramos ella y yo en aquel reducido espacio—... ¿no piensas hablarme? —preguntó un tanto divertida pero también irritada. Giré mi cabeza para verla.

—Solo estaba esperando a que colgaras tu llamada... —Me dedicó una mirada que me dejaba claro que no me había creído nada—... ¿mucho trabajo? —Señalé la parva de papeles que llevaba en sus manos. Ladeó el rostro e hizo una mueca con sus exquisitos labios, era un gesto común y casual pero en ella tachaba en lo sensual. Pasé saliva y alejé esos pensamientos que comenzaban a surgir. No era buen momento para levantar un calentón.

—Un poco, voy de salida pero al parecer llegaré a casa a trabajar... —Soltó un bufido.

—Eso sí que es trágico. —Ya casi íbamos llegando al parqueo subterráneo del edificio—. No dejes que te exploten tanto, tómatelo tranquila.

—Sí, lo sé... a veces es bueno tomarse un respiro... —Todas esas palabras salían con suavidad de su boca, era como si las acariciara con su lengua. La sensación que me produjo que hizo agua la boca—... relajarse, olvidarse de todo.

Mis ojos dejaron de observar sus labios y subieron a sus ojos, los cuales me miraban con un brillo incitador y demasiado pícaro. Sonreí de lado, tratando de mostrarme relajado, como si dentro de mi nada estuviera a punto de hacer combustión.

—Todo lo que dices suena perfecto... —Las puertas se abrieron en el parqueo—... y si tienes intenciones de hacerlas realidad, solo llámame. —Entonces salí de ahí, orgulloso con mi insinuación.

—Lo haré, dalo por hecho... —Y escuchando su respuesta, me subí a mi camioneta y emprendí camino hacia la facultad, sin poder despegar de mis labios una pronunciada sonrisa.

Solo esperaba que lo hiciera pronto.

Llegué a la facultad justo a tiempo, entré apresurado a mi salón de clases y me ubiqué en el escritorio que solía usar. Saludé a mis amigos y compañeros y pronto el docente empezó a impartir la cátedra. Pero muchas veces, mas de las que me permitiría admitir, mi mente se fue volando muy lejos del salón de clases, posándose en una cabellera color fuego, que fácilmente me calcinaba en el deseo que, perder mis manos en el mismo, me provocaba, en unos labios sumamente deliciosos y suaves, en su piel suave y tersa.

Suplicando en silencio en que me llamara pronto.

Por la noche había quedado con Brandon de ir a cenar a su casa y luego jugar videojuegos. Así que luego de salir de clases pasé por una pastelería y compré una enorme rosquilla bañada con un dulce blanco y con frutas encimas. Ya bastaba de donas.

Y como siempre al llegar a esa casa me sucedía: me sentí en mi hogar. Michelle me sonreía y abrazaba, diciéndome lo feliz que estaba de verme. Ella era como una madre para mí, luego de mi tía quien me crió. Lucy estaba en un cuarto adecuado para que los hermanos O'Donnell hicieran sus tareas, hacia unas sumas y restas que la maestra le había dejado, al parecer tenía problemas cuando se trataban de más de tres cifras. Así que, gustoso comencé a ayudarle y a aclarar dudas que tenía, no andaba tan perdida solo con dudas sobre donde debía de poner las comas, puntos decimales y demás.

Brandon llegó justo a la hora de la cena, acompañado de Camille y por un segundo creí que la noche de juegos se había cancelado, pero al encontrarnos me mostró un nuevo juego que seguro nos iba a causar varios disgustos y diversión al por mayor entre nosotros Charlé con Camille y su pegajoso novio, con el paso de los días se estaba volviendo más suelta, nada en comparación a cuando la conocí. Luego de haber ido a su país natal, El Salvador, había regresado mucho más sonriente, sus ojos brillaban y la alegría se sentía en cada risa y palabra que decía. Sin duda alguna, era la mujer perfecta para mi mejor amigo. Vivaz, preciosa, con un enorme corazón y una tenaz valentía, todo lo que ese imbécil necesitaba. Solo una mujer como Camille pudo logar que Brandon olvidara esas ideas sobre el amor, aunque ahora yo estaba en ese plan. Como da vueltas el mundo, ¿no?

Jugamos hasta altas horas de la noche. Y cuando la hora para mi partida llegó, íbamos empates. Ganaba yo, luego me ganaba él. El juego era en verdad entretenido y con demasiadas sorpresas, los gráficos eran tan reales, la sangre volaba cuando explotábamos a un zombie, tanto que por un momento creías que te salpicaría, las balas que se disparaban, el sonido envolvente, todo.

Cuando mi hora de partir llegó, los tortolos me fueron a dejar hasta mi camioneta y luego cuando salí por el enorme portón se fueron caminando hasta el búngalo. Par de cochinos.

Esa semana pasó volando, y esperé ansioso el fin de semana, quizá por fin Harmonie me contactaría y terminaríamos aquel magnifico juego. Pero ni lo primero mi mucho menos lo segundo pasó. Así que ese fin de semana me refugié en casa de los O'Donnell. No tenía intención alguna de ir a un bar, suficiente problemas había dado en estas últimas semanas. Los días pasaron y marzo llegó y con ella demasiados asuntos, demasiadas cosas que hacer como el cumpleaños de Brandon que sería en un par de semanas.

Y el proyecto por el cual había pasado trabajando los primeros días de la semana quedó aprobado por lo que el lunes nos darían el diseño hecho en tres dimensiones. Así, se había la presentación a la junta directiva para que dieran su valoración. Llegué temprano a mis prácticas y mi supervisor se hallaba esperándome.

—Buenos días, ¿qué tal tu fin de semana? —preguntó Francisco. Caminamos hasta el interior del estudio.

—Bastante familiar y ¿el tuyo?

—No tan bueno como el tuyo, la pasé lleno de trabajo. —Hice una mueca de condolencia a lo que él respondió con un encogimiento de hombros—. Por cierto, te estaba esperando para encomendarte algo...

—Claro hombre, dime.

—Te quería felicitar por los planos, quedaron las escalas exactas y tus mejorías en el proyecto fueron estupendas. —Sonreí muy feliz en que me dijera todo aquello—. Pero el departamento de Marketing está teniendo problemas con la campaña, cada propuesta que me envía no me convence por completo, siento que están tomando el proyecto por encima. Entonces quería pedirte que trabajaras con ellos, nadie conoce mejor que tú esos planos. ¿Crees poder hacerlo?

Fruncí el ceño e hice una mueca de inseguridad con mis labios mientras asentía con la cabeza. En la facultad me habían enseñado clases de diseño, de marketing y publicidad. Seguro algo de lo que me mostraron me ayudaría en ese momento, aunque era un tanto cabeza dura con el mercadeo.

—Por supuesto. Cuenta conmigo... —Me dio unas palmadas en mi hombro y luego se acercó a su escritorio, rebuscó entre sus papeles hasta que encontró una carpeta.

—Aquí están las propuestas, revísalas detenidamente y ve marcando tus sugerencias. —Asentí con la cabeza, mientras ojeaba los papeles que se hallaban en el interior del folder. No eran malas propuestas pero como decía Francisco se miraba demasiado escueto, no estaban abarcando todos los beneficios que el proyecto deparaba—. El departamento de Marketing se encuentra en el piso número siente, te entenderás con: Harmonie Beaumont.

Asentí con la cabeza al tiempo que sentía una corriente electrizante se descargó por todo mi cuerpo, la sola mención de su nombre comenzó a despertar en mí un sinfín de sensaciones, que conocía muy bien. Así que, con el pulso acelerado y con la boca seca me dirigí al piso siete.

N/A: Y aquí está, la puerta que los introducirá por completo a este juego. Y lo que viene es puro fuego... Jajaja 😂

Nos leemos luego 😚❤️

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