Capítulo 8
Talk - Kodaline
Necesitaba alcohol...
Eso era en lo único que podía pensar.
Conduje, ignorando deliberadamente todas las llamadas que entraban en mi móvil. No quería saber de nadie y mucho menos de Brandon. Me sentía sumamente decepcionado, traicionado... nunca nos habíamos ocultado nada entre nosotros. Y saber que él no me lo había dicho, algo que era tan doloroso para mí y... ¡Por un demonio! Era por eso que debía saberlo.
No quería causarte más daño, por eso no te dijo nada. Mi conciencia razonable susurraba, tratando de hacerme entender en ese momento pero iba a ser imposible.
Y como se me había hecho costumbre, llegué a un bar y comencé a beber y a beber como si no hubiese un mañana. Cada copa que bebía, al pasar el liquido por mi labio arañado y garganta me causaba una sensación de ardor la cual pronto me distrajo de toda mi desagradable realidad.
Mi móvil seguía sonado en mi bolsillo del pantalón, pero me importaba una mierda. Me concentré en beber todo lo que podía, antes de quedar en la inconsciencia y saber lo que después podría pasarme: no me interesó. El alcohol me volvía una persona desinteresada, descuidada y sumamente estúpida.
—Tomar tanto no es bueno, viejo... —Alcé la cabeza y el bartender era quien me había hablado. Me encogí de hombros y a él qué demonios le importaba—... ¿vienes acompañado?
—Nop, siempre ando solo... —dije y a continuación solté una risa pero era por demás amargura queriendo salir de mi cuerpo.
—Pues deberías de dejar de beber o no podrás irte a tu casa —aconsejó y luego siguió en sus labores.
Seguí bebiendo, solo que tratando de controlarme un poco; porque yo lo único que quería era olvidar —no terminar con mi vida—, pero ni el alcohol estaba surtiendo ya efecto en eso. ¿Por qué demonios tenía que doler tanto? Ardía como el mismísimo infierno: la traición de Paola, la traición de tantas mujeres, el dolor de haber perdido a mis padres y estar confinado en la soledad y sumado a eso, empeorando lo terrible de mi vida, mi único amigo traicionándome.
Dolía como vidrios incrustándose en la piel, por todo mi cuerpo.
Pronto me quedé sin batería en el móvil, sentí cierto alivio. Solo esperaba que entendieran que no quería hablar ni ver a nadie. Me levanté del taburete de la barra y me tambaleé sobre mis pies. Todo comenzó a darme vueltas y vueltas. Los ojos me aleteaban y giraban en la órbita de los mismos, logré recomponerme y enfocar mi vista un poco nublada en el camino que debía seguir para llegar a la salida. Me encorvé y pasé mis manos por el rostro, tenía una fina capa de sudor permeándome la frente. Y sin mayor despabilamiento anduve hasta las afueras del bar.
Y me tropezaba con mis propios pies, caminaba riéndome de sabe Dios qué cosas, pero no estaba lo suficientemente borracho como para quedar dormido en plena acera. El aire frio chocaba contra mí, enfriando un poco mi acalorado cuerpo.
Miré para ambos extremos de la calle, pues justo al otro lado estaba estacionada mi camioneta. Comencé a cruzar a pasos lentos y torpes, tal parecía que la borrachera comenzaba a subírseme a la cabeza. Entonces, de un segundo a otro una fulminante luz iluminó todo el espacio de la carretera, y el sonido de una bocina comenzó a sonar con demasiada urgencia. Llevé mi brazo hasta arriba de mis ojos, tratando de disminuir la sensación de ceguera que esa resplandeciente luz me provocaba y fue cuando caí en cuentas que el auto venia en mi dirección.
Se escuchó un desgarrador grito junto al rechinar de los neumáticos al patinar sobre la calle, sin embargo, no le presté mayor atención pues mi cuerpo mandó órdenes de movimiento a mis extremidades y en una fracción de segundo me lancé con fuerza hasta la acera.
Un alarido de puro dolor brotó de mi boca, había proyectado en el filo del borde con tanta fuerza que todo mi costado derecho se había lastimado.
— ¡Por la gran...! ¡Ah! —exclamé. Dolía demasiado, como si mis costillas se hubiesen enterrado por la brusquedad del golpe.
— ¿Estás bien? —preguntaba alguien, queriendo calmarme, posicionando sus manos en mis hombros pero le era imposible pues me retorcía del dolor, ya que quedarme quieto era como si púas se incrustaran en mi costado—, ¡Charles! Tranquilízate por favor... —suplicaba una femenina voz. Abrí los ojos de golpe ante la mención de mi nombre. Y creí ver puntos rojos, debido al golpe y quizá a alguna contusión en mi cabeza, pero entonces la vi.
Una mata de cabello rojizo fue lo que mis ojos enfocaron con claridad. Luego unos enormes ojos amielados, llenos de preocupación y un par de labios rojos como los pétalos de las rosas y seguro suave como ellos.
—Creo que estoy muerto, si... estoy muerto y tú eres un maldito y caliente ángel... —dije, puras tarugadas, lo sé.
—No digas locuras, debemos de ir al hospital a que te revisen... —dijo con voz apremiante.
Me senté con su ayuda y el dolor era desgarrador. Me levanté la camisa, la cual se había desgarrado, con temor de haberme roto una costilla, pero solo tenía la piel roja y raspada, muy rota.
—Creo que no te rompiste nada... —murmuró, acercando su cara hasta mi costado derecho. Pasó uno de sus finos y suaves dedos por la piel roja, provocándome, no dolor, sino un delicioso escalofrió por todo mi cuerpo—... ¿te duele algo más?, la cabeza, un brazo...
—No, solamente mi costado... —dije, enviando a lo más profundo de mí ser ese sentimiento que comenzaba a resurgir. No necesitaba más mierda en mi vida.
—Es un alivio, nos tenias a todos preocupados... —Entorné los ojos y me levanté de un tirón, el simple movimiento me dejo un tanto atolondrado, pero lo logré manejar.
— ¿Nos? —cuestioné secamente.
—Sí, Brandon te anda buscando como loco... —La sola mención de él, envió una ola de pesado malestar a mi cuerpo por completo—... le llamó a Ken para saber si te había visto, yo estaba con ella y...
—Okay, gracias. Pero ya me viste, estoy bien —dije, sonando más duro de lo que pretendía pero el dolor había regresado.
—No lo estas. Vamos, debes de limpiar esa herida... —apuntó. Sacudí la cabeza en una negativa y di varios pasos retrocediendo, regresando la sensación de mareo.
Tenerla tan de cerca y usando ese pantalón que se ajustaba como una segunda piel, dejando entrever sus hermosas y proporcionadas piernas, me estaba drenando todo mi control. Ni hablar de su blusa blanca con estampado de flores rojas, combinaba tan perfecto con sus labios.
— ¿Vamos? —preguntó, y no sé si era por el alcohol que circulaba por mis sistema, pero no podía prestarle nada de mi atención, nada que no fuera a su par de pechos redondos y turgentes que se divisaban por debajo de su blusa. Así que solo asentí en automático.
¿Qué no se suponía que estaba enojado? ¡Maldición!
Con ella tan de cerca y con el alcohol apoderándose de mi cuerpo, con mucha más facilidad me volvía en una caldera a punto de ebullición.
Nos subimos a su auto, mientras ella alegaba que estaba muy tomado como para manejar y que, ya que no quería ir al hospital, su departamento estaba más cerca.
Me quedé dormido parte del camino y eso ayudó a no pasar pendiente del espécimen femenino surreal, que se encontraba continuo a mí. Pronto llegamos a su condominio y me despertó con leves movimientos. Tallé mis ojos y sintiendo ya mí mente más despejada, bajé junto con ella. Subimos y cada vez me era más difícil no escanearla con mis ojos.
Me pidió que me sentara en el mismo sofá de la vez anterior y se fue a no sé dónde a buscar lo que necesitaría. Regresó con el mismo bolso con medicamentos. Solo que esta vez, no sería mi rostro el que curaría sino que...
—Si gustas puedes quitarte la camisa o puedes solo levantártela y... —La tomé por el dobladillo y me la quité. Sentía calor y la incomodidad de sentir como la tela se pegaba a mis raspones fueron suficientes razones como para deshacerme de la prenda—... sin camisa, entonces.
Se acercó, me costaba por momentos creer que estaba ahí con ella. Pero entonces, recordé que ella me andaba buscando.
— ¿Él te pidió que me buscaras? —pregunté. Y no sabía por qué, pero saberla obligada a hacerlo me desagradó. Gimió en negativa, pero ¡Demonios! Fue el sonido más excitante que había escuchado jamás. Pasé saliva, tratando de concentrarme en el dolor.
—Ken se ofreció en salir a buscarte y yo... también quise hacerlo. Nos dividimos la ciudad —comentó, tranquila y concentrada en lo que estaba haciendo. Solté un largo suspiro, en verdad Brandon debía de estar muy preocupado .
—Muchas gracias —musité. Acababa de terminar. Asintió con la cabeza y se echó para atrás, estaba seria, ¿estaba molesta?
—Descuida, pero deberías de ser mas consiente de tus actos, pudo haberte pasado algo. Casi te atropellan... —decía y cada vez su voz iba en aumento.
—Lo sé —dije, frenando el gran discurso que seguramente tenía preparado para decirme—, es solo que... ya no soporté. Quería distraerme un segundo, olvidar todos mis problemas y pues... —Me encogí de hombros—... el alcohol siempre ha sido mi solución cuando no logro desahogarme por otros medios.
Hablar con mi mejor amigo o... teniendo sexo con alguna mujer.
Las palabras brotaron de mi con tanta naturalidad, con ella me había sido tan fácil decir aquello. Aunque no era demasiado o había ahondado mucho, estaba dejando entredicho que me sentía torturado y desesperado.
Sentí su tacto cálido sobre la piel desnuda de mi hombro y el simple contacto mandó ondas y ondas electrificantes que despertaron hasta la última molécula que componía mi cuerpo. Era un gesto reconfortante y a su vez sumamente lascivo. Un velo se posó sobre nosotros, trayendo consigo un oleaje de deseo que comenzó a desesperarse y a expedir sus alas, listo para atraparnos y llevarnos a un lugar sin retorno.
—Sé lo que se siente, que nadie te entienda a veces... —susurró, sonriendo de lado—... pero así es la vida y no puedes permitir que una persona te hiera así de fácil.
—A veces es difícil no permitirlo, no cuando ya estas acostumbrado a que te lastimen. Es un maldito círculo vicioso.
—Entonces, permítelo cuando algo en verdad valga la pena... y ella, créeme, no lo vale. —Su voz salió en un susurro, pero que fue lo suficientemente entendible, cerré los ojos y bajé la cabeza.
Ella tenía razón, no podía seguir viviendo en la sobra de Paola, estaba seguro que ya no la amaba. Pero eso no disminuía el dolor de su traición, el ardor de saber que fui tan poco hombre para ella.
—Solamente quiero olvidar... —balbuceé, sintiéndome demasiado expuesto y vulnerable.
Sin embargo, una ola de calor comenzó a expandirse por todo mi cuerpo, el cual de la nada comenzó a vibrar, a sentirse. Abrí los ojos y entonces, observé como Harmonie... estaba tan cerca de mí, demasiado. Una de sus manos descansaba en mi hombro encorvado y su pierna estaba pegada a la mía. Estábamos tan cerca, que podía sentir su calor corporal, atravesando la tela de su ropa y quemando todo mi cuerpo.
—Eso es muy fácil... —musitó con su voz aterciopelada y suave. Tragué grueso, sentía demasiadas cosas, pero un sentimiento que si logré identificar fue: deseo.
— ¿Lo crees? —pregunté y mi tono de voz enronquecido delataba mi estado de apetito.
Porque yo tenía hambre de ella.
Se encogió de hombros en un gesto despreocupado. Se acomodó el cabello, que parecía más una llama ardiente que nacía en su cabeza y se expandía sensualmente por toda su espalda y que descansada sobre sus turgentes pechos. Y la tensión sexual se sentía a nuestro alrededor, moviendo sus hilos y poco a poco envolviéndolos, deseando desatar en nosotros las más peligrosas y carnales pasiones.
—Pues depende... —Entorné los ojos y sonreí de lado. Por alguna extraña razón me estaba gustando el rumbo que tomaba esa conversación—... Yo podría ayudarte.
La miré directo a los ojos, haciéndonos presos de una conexión que, nunca antes, había sentido. Relamí mis labios y la aprobación y sugestividad se instaló en sus gestos, suaves y sensuales.
Estábamos a un suspiro, a pocos centímetros de distancia. La electricidad echaba chispas y nos magnetizaban, nos acercaban hasta el punto en que, sin darnos cuenta, nuestras caras estaban a una maldita inspiración de unirse.
—Yo no quiero compromisos, no deseo nada serio... —comenzó a decir y mientras lo hacia su aliento embriagador, muchísimo más exquisito que el mejor vino añejo, se estampaba en mis labios y se colaba en mis pulmones—... yo nunca te ofreceré algo más.
—Créeme, yo no busco nada de esas mierdas —confesé y en ese entonces era la verdad. Asintió con la cabeza y a continuación ladeó el rostro con un gesto divertido y retador.
— ¿Qué estas esperando entonces?
Y en aquel momento todo por fin estalló en una caótica explosión de lujuria y seducción.
¡Muchas gracias por leerme!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro