Capítulo 6
Superficial love - Ruth b
Cuando llegué al bar, no tardé en encontrar a un hombre para que me hiciera compañía. Su nombre era Rafael, un conocido de Karen que hace años había salido con él, pero por alguna razón que no recordé en ese momento, habíamos dejado de hablar y de vernos.
Charlamos y bebimos, yo traté de no excederme, al día siguiente tenía que ir a la oficina por lo que, no tenía intención de ir con malestar. Pero él en cambio, si bebió demasiado. Y cada vez, cuando el alcohol comenzaba a colonizar en su organismo, se volvió más atrevido y hasta divertido, y por eso último no sentí incomodidad con sus comentarios malintencionados.
Estaba hablándome sobre ir a un lugar donde pudiéramos hablar más tranquilos, sin tanto ruido y sin tantas personas. Entendí lo que quería y aunque era realmente atractivo, moreno y alto, con unos bellos ojos aceituna, sencillamente no tenía ni deseos ni ánimos. Entonces, con el fin de ignorar su pedido le dije que fuéramos a bailar. Sin saber lo que iba a provocar.
Y en lo que nos internamos a la pista vi a Tate, pero lo que me sorprendió fue verla sola. Ella para esas alturas ya estaba pegada a algún hombre, restregándosele e insinuándosele. No la juzgaba, esas eran sus estrategias para conquistar, yo era más persuasiva. Mi compañera de trabajo me sonrió y noté como un brillo y dejo de envidia se instalaba en sus ojos, al verme con Rafael. Rodé los ojos y la ignoré, sin embargo.
Cuando la canción estaba a medias, noté a un hombre de estatura un poco baja, acercarse. Inmediatamente lo reconocí, lo vi caminar entre medio de la multitud, cuidando de no derramar las dos bebidas que llevaba. ¿Con quién habría ido? ¿Con Paola? La curiosidad me hizo seguirle toda la trayectoria hasta que un extraño sentimiento de decepción se instaló en mí. Miré como le daba la bebida a Tate y esta le plantaba un gran beso en los labios. No era tan diferente de todos modos, pensé. Seguramente mi prima no conocía esa faceta de él.
Rafael se pegaba a mi cuerpo con sugestividad, podía sentir su hombría muy cerca de mi vientre y aunque trataba de poner distancia sus enormes manos me tenían bien afianzada de mis caderas y no me gustaba esa posesividad.
De reojo miraba como bailaban Tate y Charles, me causaba vergüenza. A Tate, se le notaba tanto que andaba urgida, porque si bien, a mi me gustaba pasar buenos ratos, no era regalada ni una exhibicionista. Y ni hablar de Charles, ¿dónde había quedado el hombre caballeroso que creía en el amor? Me pregunté con sorna. Todos los hombres eran iguales, a la falda más fácil caían rendidos.
Sin embargo, de un momento a otro, sentí como la palma de Rafael se situaba sobre mis glúteos, buscando bajar y subir mi vestido. Me alejé en un movimiento brusco que él no esperó, pues la sorpresa brillaba en sus pupilas dilatadas y rojas.
—Creo que ya me cansé... —dije, dando pasos hacia atrás. Pero su cuerpo sudoroso se pegó al mío en un segundo y fue entonces cuando sentí su erección contra mi vientre. Me causó una sensación de repulsión.
—Larguémonos de aquí, manzanita... —murmuró con torpeza, su aliento chocó contra mis labios y era repulsivo. Había más que alcohol en él. Hice una mueca con mis labios, estaba poco familiarizada con tratar a chicos así, pero tenía que respetar mi negativa, ¿no?
—Lo siento, hoy no puedo... —Ni ese día ni nunca—... mañana debo...
Entonces me besó. Su lengua entró con fuerza a mi boca y la movía con urgencia con rapidez. Sus dientes chocaban contra los míos en la exigencia del beso que yo... no seguiría. La ira y la indignación se abrieron paso en mí, levanté mi mano y proyecté mi palma con fuerza contra su mejilla, y en la transición del golpe y en la brusquedad con que su boca dejó mis labios, sus dientes lastimaron mi labio inferior. Rafael llevó su mano a su mejilla, su cara estaba roja y su quijada comenzó a apretarse.
— ¡Te dije que no! —exclamé furiosa. Pasé el dorso de mi mano sobre mi boca y un rastro de sangre quedó en ella y dolía tanto. Di varios pasos retrocediendo, estábamos siendo el centro de atención de muchas miradas, pero me importó poco.
Una sonrisa extraña se formó en sus labios, hice mis manos puños y una la sentía hormiguear, poco a poco vi como se acercaba, sus ojos estaban impregnados de furia y de determinación. Pasé saliva, sintiéndome de pronto indefensa, miré a todos lados pero las personas ya no nos observaban, estaban ajenos a lo que ahí pasaba.
Rafael me tomó de ambos brazos y me zangoloteó.
— ¡¿Qué putas te crees?! —exclamó, apretando más su agarre mientras yo intentaba zafarme, sin importarme el quedar con moretones en mis brazos. Sin embargo, alzó la mano con toda la intención de golpearme, me encogí y cerré los ojos esperando a que su palma se diera de lleno contra mí.
Nada pasó. En cambio todo se volvió descontrol.
Abrí los ojos y un grito ahogado brotó de mi boca, desgarrando mi garganta en el proceso. Charles se hallaba encima de él y lo golpeaba con frenesí, con locura. Llevé las manos a mi boca, sin poder creer aun, lo que frente a mi estaba pasando. Mis pies no reaccionaban, nada de mi cuerpo lograba nada en realidad. El desconcierto de la escena había pasmado mi mente, solo era capaz de ver, de observar cómo se golpeaban, de cómo la sangre comenzaba a bullir.
El puño de Charles se impactaba en cuestión de segundos, la sangre comenzó a salir a borbotones de la boca de Rafael, quien por más que intentaba deshacerse del castaño no podía.
— ¡Hijo de la gran puta! ¡Ella dijo que no! —gritaba Chales, fuera de sí, con la cara roja y el gesto desencajado, el pánico se abrió paso en mi y envió escalofríos a todo mi cuerpo.
Llevé las manos a mi cabello y tiré de él presa de la desesperación ¡Iba a matarlo! Mi cuerpo por fin reaccionó y me acerqué a ellos, aturdida y sin saber qué hacer; el crujir de la piel rompiéndose era ensordecedor, el aroma a hierro era nauseabundo. Esa pelea no iba a terminar nada bien.
— ¡Por favor que alguien los detenga! —grité, mirando con desesperación a todos lados, buscando que alguien se dignara a ponerle fin. En cambio una rueda de espectadores se había formado alrededor de nosotros, sacando sus teléfonos celulares—, alguien que los detenga, ¡por un demonio!
— ¡Maldito bastardo! —gritaba Charles, mientras golpeaba a su antojo a Rafael. Intenté acercarme pero el codo del castaño me hizo hacia atrás con brusquedad, dejándome mareada por un instante y poco a poco instalándose un dolor en mi costado izquierdo.
— ¡Detente, vas a matarlo! —gritó alguien a mis espaldas, pero mi atención estaba puesta en ellos, en querer que esa pelea se detuviera.
Entonces, cuando Rafael ya estaba por caer en la inconsciencia, un grupo de hombres se abrió paso entre la multitud que nos rodeaba y quitaron a Charles de encima de Rafael, dejando a la vista un hombre aturdido y ensangrentado, y estaba a punto de soltar un suspiro de alivio cuando este ultimo pronto se levantó con ayuda de un hombre y en un momento de descuido se aproximó hasta Charles y comenzó a golpearlo en la cara, en el estomago, abriendo la piel de sus pómulos y haciéndolo escupir sangre. Rápidamente se lo quitaron de encima y se los llevaron a cada uno a distintas salidas.
Automáticamente me fui tras Charles, al llegar a la puerta trasera los vigilantes del bar lo tiraron con brusquedad, provocando que se diera de lleno contra el pavimento. Se levantó de un tirón y empezó a escupir sangre y a limpiar la suciedad de sus pantalones.
—Grandísimo hijo de puta, me hubiesen dejado que le mostrara que a las mujeres se les respeta —decía en voz alta, gritándole a la nada, mientas seguía expulsando la sangre que se hallaba en su boca—, ¡maldito!
— ¿Estás bien? —pregunté en voz baja y temblorosa. Noté como se paralizó y su cuerpo se tensó—, ¿estás bien? —pregunté de nuevo ya con mi voz un poco normalizada, di unos cuantos pasos, acercándome.
Charles giró sobre sus pies y rompió la poca distancia que había entre nosotros, provocando que soltada un jadeo de asombro al ver su rostro hinchado y roto. Su ojo izquierdo estaba muy lastimado, sus labios estaban rotos al igual que una de sus cejas, me sentí una estúpida en ese instante, la culpa comenzó a hacerse mella en mí. Eso pasaba por mi imprudencia por nunca tener cuidado con los hombres con quien me relacionaba.
—Tú... tú, ¿estás bien? —preguntó, extendiendo su mano y posándola a un costado de mi cara y deslizando su dedo índice por la herida de mi labio. Asentí con la cabeza, al tiempo que soltaba un sollozo, gruesas lágrimas comenzaron a nublar mi visión. Había sentido tanto pánico, todo había sido mi maldita culpa. ¿Cuándo aprendería?, ¿Cuándo me violaran y asesinaran? Cerré los ojos con fuerza, tratando de hacer que las lagrimas no se escaparan de mis ojos pero fue en vano. Los abrí de nuevo y lo escaneé por completo.
—Tu cara... —apunté, mientras miraba como gruesas gotas rojas bajaban por sus mejillas, sus cejas estaban partidas y deformes, su labio inferior tenía un fuerte rasgón. Sacudió la cabeza en una negativa.
—Eso no importa, ¿estás bien, cierto? —preguntó ansioso pero había enojo, molestia e incomodidad en su mirada, desviaba los ojos, rehuyendo de los míos.
—Sí, yo... yo, por favor déjame ayudarte con tus heridas... —Entornó los ojos, a continuación sacudió la cabeza de izquierda a derecha y dio varios pasos hacia atrás—... tienes que atenderlas antes que se infecten —dije, intentando hacerlo reaccionar.
Hizo una mueca con sus labios y soltó un suspiro cansino.
—No te preocupes por mí, deberías de preocuparte por no salir con bastardos como ese... —apuntó, moviendo su cabeza—... es mejor que me vaya... y tú deberías de hacer lo mismo.
Me encogí de hombros, mientras pensaba en que tenía que buscar un taxi. Entonces, soltó una risa que carecía de humor.
—Vas a ir a buscarlo, ¿cierto? —Entorné mis ojos, ¿tan estúpida me creía? Hice mis manos puños. Él no me conocía y sí, había cometido un error pero él no era nadie para juzgarme ni condenarme. Claramente tenía mucha cola que lo pisara.
—Muchas gracias por lo que hiciste ahí, pero no debiste hacerlo, casi se matan ahí dentro... —dije sonando fría y distante.
— ¿Preferirías que dejara que se aprovecharan de ti? ¡Bueno, un aplauso para ti! Que inteligente resultaste —dijo con ironía pero con un atisbo de incredulidad y enojo.
—Eres un estúpido —zanjé. Di media vuelta con la disposición de entrar al bar y buscar a la compañera con la cual había llegado a ese bar.
Sin embargo, solo di unos cuantos pasos cuando me tomaron de mi brazo y me hicieron virar con fuerza y rapidez. Solté un jadeo de asombro, entonces lo sentí... Charles comenzó a tirar de mí hacia la calle. Y yo, intenté inútilmente zafarme de su agarre enterrándole las uñas.
—Ken no me perdonaría nunca si dejo que ese hijo de perra te llegue a hacer algo —siseó.
— ¡Deja de fingir que te importo! —grité encolerizada. A él que más mierdas le daba si me pasaba algo—, ¡vete mejor con la zorra de Tate! ¡Y deja de fingir que eres un santo! —Las palabras brotaron de mi boca una a una sin poder detenerlas. Pero estaba harta, harta que fuese más fácil juzgarme, pensar siempre lo peor de mí, constantemente. ¡Por un demonio era mi maldita vida!
Se detuvo frente a una hilera de autos y me enfrentó con sus ojos, echaba humo por las orejas, estaba enojado, no, estaba encabronado. Su cara estaba igual de roja que cuando estaba peleando y sus dientes los tenía bien apretados. Aferró su agarre torno a mi brazo, hice una mueca, dolía. Pero al muy cabrón le valía.
—En primer lugar, princesa: no lo hago por ti, lo hago por Ken. Deja de pensar que todo el puto mundo gira a tu alrededor. Segundo: Al menos Tate tiene más cuidado que tú... —Alcé la mano para darle una cachetada. ¡Yo no era ninguna puta! ¡No podía compararme con ella! No podía permitirlo. Pero me detuvo y entonces me sujetó de ambas manos y en un movimiento ágil me apresó contra un vehículo. Su respiración era rápida y chocaba contra mi cara caliente e iracunda—... y tercero: aquí ni tú ni yo somos unos santos. Así que deja de actuar como si lo fueras, porque en el infierno seguramente nos veremos.
—Púdrete —dije con lentitud. Sus ojos viajaron hasta mis labios entre abiertos y el deseo nos atravesó como una espada certera. Alzó su mirada hasta la mía y la ira se iba diluyendo dando paso a que el deseo se posicionara, replegara sus alas y nos envolviera. Se humedeció los labios y se acercó un poco, mi pulso se detuvo una fracción de segundo y luego salió disparado. Sus labios tiraron de una soberbia sonrisa.
Y cuando creí que me besaría se alejó y volvió a tirar de mi brazo y me llevó hasta su camioneta. Abrió la puerta del copiloto para que subiera. Y al ver mi renuencia, me tomó de la cadera y prácticamente me subió a la fuerza, ignorando mis improperios.
Se subió segundos después y prendió el motor. Volvió a verme, soltó un suspiro y entonces dijo algo que me hizo sentir miserable. Él... en verdad era tan noble y bueno como Kenny me había dicho.
N/A: ¡Ay yo lo voy a shippear con ganas! 🙊❤ #TeamCharmonie
¿Qué les pareció el capítulo? ¿Qué creen que será lo que va a pasar? 😍 ¡Los leo en los comentarios!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro