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Capítulo 31

Naked - Arthur James

Mis brazos la envolvieron torno a su cintura y la atraje a mí, pegándola a mi cuerpo con fuerza. Sus manos se enroscaron en mi cuello, tirando de mí para profundizar el beso. Ladeé la cabeza para tener un mejor acceso a sus mullidos labios. Todo a nuestro alrededor explotó, pirotecnia salió disparada de mi pecho al simple contacto de su lengua con la mía. Nuestras respiraciones se acompasaron en un ritmo antinatural, nuestros corazones se volvieron presos de una arritmia. Pero no importaba, se sentía tan jodidamente bien que no importaba si luego de ese beso que estaba tomando todo de mí, del otro, moríamos.

— ¿Por qué nos tardamos tanto? —murmuró, Harmonie. Mientras yo seguía desperdigando castos besos sobre sus labios, su mandíbula, descendiendo por su quijada hasta su cuello.

—No lo sé, pero ya no importa... más vale tarde que nunca, ¿no crees? —respondí, buscando de nuevo sus labios. Sé que quizá era inapropiado el besarnos como dos locos adolescentes en el estacionamiento de un hospital, ¡pero demonios! La deseaba, ¡Dios! La amaba como un loco.

— ¿En verdad tienes algo más que hacer? —preguntó sobre mis labios. Gruñí, ¿por qué se empecinaba en hablar?, ¿no podíamos solo besarnos sin que nada más importara?—. Charles... ¿me escuchaste? —murmuró con voz ronca, tratando de entablar una conversación mientras yo me apoyaba sobre mi camioneta y me deleitaba en el sabor de su cuello y de su aroma.

—Mentí —susurré, mandando al carajo el sentimiento de vergüenza. La sentí vibrar bajo mi tacto, pero no por los motivos que por un segundo creí, sino que se estaba riendo. Me separé, mi respiración era acelerada. ¡Diablos, qué calor!—. ¿Qué es tan gracioso?

—No puedo creer que en verdad estuvieras celoso del señor Gross —respondió, sonriendo. Solté un gruñido, me molestaba siquiera oírla nombrarlo.

—Yo no estaba celoso... —Se cruzó de brazos y alzó una de sus cejas, desafiándome—... solo me molestaba el hecho que no te deja ni a sol ni sombra.

— ¿De verdad?, ¿entonces no te molestaría que saliera con él como amigos? —Le dediqué una mirada fulminante, ¡¿qué demonios?! ¡Claro que si me molestaría!—. Ya que dices que no son celos... —Cerré los ojos y solté un suspiro derrotado. No iba a estar tranquila hasta que le dijera la verdad. Volví a verla, sintiéndome de pronto no tan enojado sino que con un atisbo de valentía.

—Si estaba celoso —murmuré, perdiendo mi cabeza en la curvatura de su cuello.

— ¿Qué? No te escuché...

—Por favor, no me hagas decirlo de nuevo —supliqué, besando su mejilla. Soltó una profunda risa y envolvió sus manos en mi cuello al tiempo que buscaba mis labios de nuevo.

Entramos de nuevo al edificio y todos estaban ahí, mi mano iba posada en su espalda baja y para nadie paso desapercibido ese gesto. Los labios de Ken se ladearon en una sonrisa sugestiva, le dediqué una mirada llena de amenaza, así que no hizo ningún comentario inapropiado, gracias al cielo. Sus tíos le dijeron que sería bueno que cada quien regresara a su casa, pues Blanca pasaría toda la noche en cuidados intensivos y no podrían verla en un buen rato. Pero Harmonie se negó, alegó a que no tenía ningún problema en quedarse por la noche ahí, que de igual forma en su departamento no lograría dormir que no le veía el caso irse. Todos, incluso Héctor, trataron de persuadirla, mientras Monie se negaba con amabilidad y yo solo escuchaba, en silencio.

—En verdad, no se molesten por mí, yo mañana puedo darme una vuelta por mi departamento —dijo firme. Humberto, el padre de Ken asintió con la cabeza, resignándose.

—Mañana vendremos temprano para cuidarla y para que te vayas a tu departamento más tranquila —dijo Humberto. Su sobrina asintió más tranquila.

—Tengan cuidado, nos vemos mañana. —Harmonie se despidió de ellos, luego cada uno de mí... Héctor fue el último que se fue, gracias a que Harmonie casi que lo obligó. Cuando nos encontramos solos, se giró en mi dirección—. Te veo mañana...

—Me quedaré contigo —dije, interrumpiéndola. Su ceño se frunció—. Y no te molestes en tratar de convencerme de lo contrario, que no lo lograras —dije decidido. Me senté en el mismo sofá donde horas atrás habíamos estado sentados. Se dejó caer a mi lado, mientras murmuraba que no era necesario, sin embargo, la besé para detener su balbuceo sin sentido.

Las horas comenzaron a pasar, ambos hablábamos de muchas cosas sin importancia u otras veces solamente nos quedábamos en silencio, mientras la abrazaba. Y me sentía tan feliz, pese a que el sentimiento se sentía un tanto inapropiado, no podía ser de otra forma. Sabía que pronto todo en la vida de Harmonie se solucionaría, que su madre saldría de ese oscuro momento. Cuando nos cansamos de estar sentados decidimos salir a los jardines de aquel hospital. Anduvimos uno al lado del otro, compartiendo nuestras ideas, nuestros pensamientos y algo mucho más profundo, pues ambos nos hicimos participes de una conexión que se intensificó a niveles exorbitantes, lo cual ni en la intimidad que se daba al compartir nuestros cuerpos, fue posible. Nos sentamos en una banca y observábamos como poco a poco cada estrella iba desapareciendo para dar lugar al sol, el alba rayó el cielo y la ciudad entera despertó. Nos sonreímos, ya había perdido la cuenta de las veces que nos habíamos besado esa noche, sus labios estabas imposiblemente hinchados y rosados, pero se me hacían, igual o más, apetecibles que antes.

—Ya no me respondiste... —Giré a verla, fruncí el ceño sin entender a qué se refería. Sus labios se ladearon en una tenue sonrisa y la desconfianza brilló en sus ojos, me alerté de inmediato—: ¿hablaste con Paola? —Y esas tres palabras fueron como un balde de agua helada, la realidad se asentó en mi cabeza. ¡Oh mierda! Lo había olvidado por completo. Me erguí en mi asiento y la vi de soslayo, no encontraba las palabras adecuadas para soltarle aquella verdad, para decirle cuan estúpido había sido al dejarme llevar por el calor del momento, cegado por el dolor de su rechazo.

—Acepté —murmuré, tan bajito que rogaba que no me hubiese escuchado, pero lo había hecho, su mirada penetrante estaba puesta en mí, lo sentía, y era como si ahuecara mi alma.

— ¿Porqué no me lo dijiste? —reprochó dolida. Me giré a verla, su boca formaba una sola línea—. Ni se te ocurra que seré la otra —dijo. Abrí mis ojos como platos, ¿cómo demonios se le podía ocurrir semejante disparate? Negué con la cabeza.

—Fue una decisión estúpida, lo sé. Pero voy a solucionarlo, te lo prometo. —Tomé una de sus manos y besé el dorso, sin perder la conexión de nuestros ojos, Harmonie estaba molesta e insegura, logré descifrar con mucha facilidad—. Tú eres la única con quien deseo estar, acepté porque estaba muy dolido porque me rechazaste y no es que te lo esté reprochando o tal vez un poco —acusé, ella me regaló una sonrisa cargada de disculpa. Añadí—: Pero estaba desesperado y lo admito fue un momento de completa estupidez. Si tan solo hubiese... —Y sin verlo venir, me besó. Fueron roces suaves y sutiles pero que iban cargados de sentimientos.

—Sh, shh, no digas nada... también fue mi culpa si no te hubiera dicho lo que te dije tú no hubieses aceptado. Pero aún tiene arreglo, no es como si estuvieran comprometidos.

—Bueno, el realidad...

—En realidad qué —espetó. Sacudí la cabeza en una negativa, sonriendo divertido y la besé de nuevo.

Un par de horas después su tía Emilia —la esposa de Humberto Beaumont—, llegó para relevar a Harmonie y solo así logrando que accediera a ir a su departamento a bañarse, comer algo y dormir. Harmonie se miraba como si en cualquier comento fuera a perder el conocimiento, se miraba muy agotada. Así que, me ofrecí a llevarla y aunque se hizo la difícil, logré que aceptara. Durante el camino para su condominio no hablamos mucho, ella descansó un poco y creía que hasta se había quedado dormida.

—Prometo que ahora iré a hablar con Paola —dije, antes que se bajara de mi camioneta. Me regaló una sonrisa satisfecha.

—Pásame a traer en un par de horas y te acompañaré —dijo casual. Ladeé la cabeza, muy sorprendido.

— ¿En serio lo harías? —Asintió muy segura—. Pasaré por ti a medio día, ¿qué te parece? Vamos a comer algo y luego pasamos por el hospital donde esta Paola, hablo con ella y luego nos vamos al hospital donde está tu madre —dije. Y se escuchaba tan fácil, demasiado para ser verdad.

—Creo que los hospitales son lo tuyo —bromeó. Sacudí la cabeza, soltando una risa. En efecto, en alrededor de un año había visitado varias veces los hospitales. Nos despedimos con un beso y cuando la vi entrar a su edificio me devolví a mi departamento.

Iba de camino a mi casa, pensando en que pronto tendría que enfrentar a Paola. Solo esperaba que no se volviera loca cuando le dijera que ya no podía aceptar su propuesta porque yo estaba enamorado de alguien más. Cerré los ojos por una fracción de segundo, me sentía todo un patán, no podía creer lo estúpido que había sido aceptar su propuesta en un momento de enojo y dolor. ¡Había sido una locura! Y es que, Brandon me lo había advertido, yo mismo sabía que no podía aceptar. Ni hablar, tenía que asumir que había cometido un error y debía solucionarlo lo más antes posible, pues no concebía en ese momento el hacer a un lado a Harmonie por cumplir mi palabra. No iba a desgraciar la vida de Paola, de Harmonie ni la mía.

Moví mi cuello, tratando de liberar toda la tensión acumulada, me encontraba muy cansado pero también ansioso. Sentía un pesor sobre mis hombros, que no desaparecería hasta que hablara con Paola. Pero tenía mucho miedo a su reacción, ella estaba demasiado sensible y cualquier cosa la alteraba con facilidad. Sin duda alguna que no sería fácil, me había mentido en un gran embrollo.

Luego de pasar por Harmonie y llevarla a comer, se llegó la hora de enfrentar el problemón que yo solo me había buscado. Aparqué el auto en el estacionamiento y me giré para verla, ella hizo lo mismo y me regaló una sonrisa tranquilizadora, pero ella no estaba precisamente tranquila, tenía miedo e inseguridad y no entendía por qué, pues ahí estaba yo, dispuesto a todo por ella.

— ¿Seguro que quieres hacerlo? —cuestionó con voz cargada de miedo. Asentí con mucha firmeza.

—Nunca en mi vida he estado más seguro de algo cómo ahora —dije. Me regaló una sonrisa débil pero sincera. Llevé mi mano hacia la parte posterior de su cuello y la halé hasta que me fue accesible besarla—. Espérame aquí, prometo no tardarme mucho. —Hizo un mohín.

— ¿Te da vergüenza que me vean? —reprochó. ¿Qué?

— ¿Cómo te ocurre semejante disparate? —cuestioné de vuelta, demasiado incrédulo—. Lo único que quiero es no exponerte a algo incomodo —confesé. Asintió con la cabeza, pero sus ojos me miraban con clara decisión.

—No me importa, ¿estamos juntos, no es así? —Mi pecho se infló al escuchar sus palabras. Rozó mis labios y aprovechándose de mi aturdimiento, bajó. Sonreí negando con la cabeza, con ella nada era fácil, aun ahora.

Los padres de Paola me recibieron felices y un tanto curiosos con la presencia de Harmonie, quien se limitó a saludarlos cordialmente. Entonces, sin prolongar más aquellos decidí contarles a ellos mi decisión y que no estaba dispuesto a seguir más tiempo en esa mentira, en algo que no tenía razón de ser. Ambos me escucharon con atención y la tristeza y decepción se reflejó en sus rostros pero a la vez mostrándose comprensibles, pues aunque no lo hubiesen sido ellos no tenían ni voz ni voto. Asimismo, me sugirieron que lo mejor era no decirle a Paola que la razón de ya no seguir en esa... "relación" no se debía a que estaba enamorado de alguien más, pues su estado emocional estaba muy vulnerable. Monie comentó que podía hasta entrar en una crisis si le decía las cosas así de golpe. No me quedé tan conforme, pues yo lo único que quería era gritar a los cuatro vientos mi amor por ella, pero era lo mejor comprendí a regañadientes. Entré a la habitación y de inmediato Paola se percató de mi presencia, me sonrió con felicidad, lo cual hizo que la bilis se me subiera, presentí que nada sería fácil.

—Te he extrañado tanto —dijo, llamándome con un ademan. Me acerqué tímido y temeroso. ¡Cielos!, ¿cómo iba a decirle todo?

— ¿Qué tal amaneciste? —pregunté, sentándome en un sofá que quedaba cerca de su cama, lo cual no le gustó pero logré que no siguiera insistiendo en que me sentara sobre su cama, pues alegué a que no quería incomodarla.

—Bastante bien, los doctores dicen que si sigo así la semana que viene me darán el alta —contó feliz, lo cual me hizo sentir un poco menos miserable, tal vez su novedoso mejoramiento le ayudaría a no tomar lo que estaba por decirle de una mala manera—. Y a ti, ¿te pasa algo? —preguntó. Tragué grueso, con mucha dificultad pues un nudo se había formado en mi esófago. Eso te pasa por no pensar con la cabeza fría, espetó mi consciencia.

—Paola, necesitamos hablar —dije. Asintió con la cabeza y posó toda su atención sobre mí. Sospesé las palabras que debía decir—. Estuve pensando mucho, en todo lo que me dijiste... en tu propuesta —dije, midiendo mis palabras.

— ¿Qué pasa con eso? —cuestionó y su voz delató miedo. ¡Oh mierda! Inhalé aire, tratando de tomar todas las fuerzas que poseía, debía hacerlo en ese momento, debía decírselo de una buena vez.

—Debemos ser sinceros el uno con el otro... —Asintió con la cabeza estando de acuerdo conmigo—... y debemos de aceptar que lo nuestro... no tiene futuro —dije, midiendo sus reacciones, las cuales iban del desconcierto al miedo y por ultimo al enojo.

— ¡¿Estas dejándome?! —gritó. Me levanté y traté de tranquilizarla.

—Nuestra relación está demasiado rota, Paola. Si nos quedamos juntos solo nos vamos a lastimar mucho más —dije, tratando de hacerla entrar en razón, sin embargo, ella negaba con la cabeza y tapaba con sus manos sus oídos, negándose a escucharme.

— ¡No, no, no, no! ¡Tú no puedes estarme haciendo esto! ¡No, no, no! —La tomé de sus hombros y la recosté sobre la cama, estaba perdiendo el control—. ¡Tú me dijiste que lo intentarías!, ¡tú me mentiste! —reprochó fuera de sí. Sus manos comenzaron a luchar contra mi agarre, sus uñas se clavaron en mi carne pero me obligué a olvidar el escozor que eso provocaba.

— ¡Paola, cálmate! ¡Te estás lastimando! —decía, en un inútil intento de calmarla. Entonces, de un momento a otro la habitación entera se llenó de enfermeras y un doctor me alejó y pidió que saliera de la habitación. Salí, dejando atrás sus gritos y reclamos, salí sintiéndome miserable.

Todo eso era mi culpa, ella estaba cayendo en un abismo gracias a mí. Sus padres me miraron preocupados, preguntándome qué había pasado y no pude responder, tras unos segundos, al fin les conté todo lo que había pasado. Paola prácticamente había perdido el control. Sin embargo, lo hecho, hecho estaba y mi presencia ya no le era de beneficio a mi ex, pues una verdad irreparable era que ambos nos habíamos hecho mucho daño y que no podíamos recuperar algo que ya no existía. Sus padres se molestaron mucho, sobre todo su mamá, y no podía culparla pues el causante de todo ese destrozo en la salud mental de Paola había sido yo. Un segundo después el padre de mi ex, Darío, me pidió que me fuera y que no regresara al hospital al menos hasta que Paola estuviera bien, asentí sintiéndome aún más culpable.

En el pasillo estaba Harmonie, caminando de un lado a otro, hasta ahí aún se escuchaban los gritos de Paola que poco a poco fueron cediendo. Mis vista estaba empañada, mi corazón dolía porque sabía que si no hubiese aceptado y sino la hubiese ilusionado ella no estaría en ese momento en esa crisis nerviosa. Cuando Harmonie se percató de mi presencia se acercó a toda velocidad y me abrazó con fuerza, no dijo nada, solo me sostuvo entre sus brazos. Salimos, pues sentía que me ahogaba, sin embargo, sabía que había hecho lo mejor, aunque eso no quitaba lo mal que me sentía.

—Lamento mucho haberte orillado a esto —murmuró sobre mi pecho. Negué con la cabeza, con ella entre mis brazos sentía que todo pronto estaría bien.

—No lo hiciste, es solo que no podía dejar que esto se alargara más. —Perdí mi rostro en la curvatura de su cuello y aspiré su aroma; sí, había hecho lo correcto, Paola nunca iba a hacerme feliz, pues mi felicidad era al lado de Harmonie, mi chica de fuego y hielo.

Pasamos el resto de la tarde en la sala de espera, del hospital privado donde estaba Blanca, junto a los tíos de Harmonie. Solo fuimos a la cafetería a buscar algo con el cual hacer mermar el hambre, pues la comida de hospital no era muy buena. Por la noche, el doctor nos dijo que habían visto una evolución muy buena en la paciente y que lo peor había pasado y nos alentaba a irnos a descansar a nuestras casas y regresar al día siguiente. Y después de pasar un buen rato, tratando de convencer a Harmonie, por fin logré que accediera. Ella se subió a su auto y yo al mío, pero le había dejado claro que iría como escolta hasta verla sana y salva en su departamento. Sin embargo, cuando llegamos a este, me invitó a cenar en su casa, no pude negarme.

Harmonie recalentó un poco de pollo con salsa de tomate, guarniciones y junto a vino y pan tostado, comimos. Charlamos y poco a poco el ambiente se fue aligerando, las bromas resurgieron y las risas de apoco nos asaltaron. Levantamos la mesa y limpiamos todo, no tenía ánimos de regresar pronto a mi departamento, pues sabía que me sumiría en la culpa y el pesar de haberle provocado tanto daño a Paola. Estaba secando mis manos, cuando sus delicados brazos se colaron por mi cintura, abrazándome por detrás, su mejilla se posó en mi dorso. Cerré los ojos, disfrutando su calor irradiando y calentando mi cuerpo. Sus manos trazaron caricias sobre mis músculos, lo cual poco a poco comenzaba a despertar otra clase de sentimiento en mí.

—Quédate esta noche, por favor —suplicó. Me giré y entonces la abracé yo. Me incliné un poco y con mi nariz delineé el contorno de sus labios.

— ¿Estás segura de eso? —cuestioné, a un milímetro de su boca.

—Siempre lo he estado —respondió y sin darme tiempo a nada, me besó.

Y todo el fuego se desató. Sus manos se deslizaban a lo largo de mi espalda, mis manos se colaban dentro de su blusa y la acariciaban. Poco a poco nos fuimos encaminando hasta la habitación, entonces sin esperar mucho tiempo nos deshicimos de nuestras ropas, pero cuando las precauciones se tomaron, algo muy pesado en mi pecho se instaló, yo no quería tener sexo, yo quería amarla, amar cada parte de su cuerpo. Me cerní a su cuerpo que temblaba de placer, sus piernas se enrollaron tornó a mi cadera, acercándome hasta su entrada.

—Solo una cosa te pido antes —dije, haciendo uso de todo mi autocontrol. Ella entre jadeos, perdida, logró hacer un sonido de afirmación—. Déjame, déjame hacerte el amor, como nunca nadie te lo ha hecho.

—Hazlo, hazme el amor, Charles —murmuró. Entonces la besé con fuerza, justo antes de unir nuestros cuerpos para amarnos, amarnos de verdad.

N/A: Charles cometió un error y las consecuencias ya las estamos viendo, sin embargo, tiene todo el apoyo de Harmonie lo cual le ayuda a disminuir el pesor de la culpa. Lo bueno es que entre taaaaanto... nuestros tórtolos andas haciendo de las suyas 🙊❤. Muchas gracias por leerme y ya vamos por el final 😍.

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