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Capítulo 27

Attention – Charlie Puth

Estaba en mi departamento, debatiéndome en si llamar a Harmonie o no. La verdad de las cosas era que los recientes pasados días había estado evitándola. Al día siguiente era viernes y era consciente que teníamos una cita planificada desde tiempo atrás. Sin embargo, tenía miedo de verla. Miedo de lo que podía hacer al tenerla frente a mí, pues ella me embrutecía y adormecía todo mi autocontrol, dejándome más que expuesto para hacer tarugadas. Pero entonces, cuando estaba por marcar los dígitos de su número, dispuesto a mandar todo al carajo, Brandon me llamó. Y enterarme de lo que le había pasado a Paola... fue como recibir un golpe en seco directo en la boca del estomago, sentí como el aire salía de mi boca y en como una especie de dolor mezclado con compasión me embargaba.

Paola iba saliendo de su cita con el ginecólogo cuando un auto no disminuyó la velocidad y la atropelló; al parecer había ido sola a la consulta y saberlo me llenó de furia, ¿cómo demonios ese animal que tenía como pareja no la había acompañado? Eso era inconcebible. Salí de mi departamento a toda velocidad, conduje hasta el hospital donde la estaban interviniendo, pues la vida de ella y el bebé estaba pendiendo de un hilo. Cuando llegué, Brandon hablaba con los padres de Paola, así como, pude notar que el padre del niño no se miraba por ningún lado, eso me desconcertó. Sin embargo, me acerqué a ellos y su madre me recibió angustiada y hecha un mar de lágrimas, me agradeció el que hubiese llegado.

— ¿Cómo esta? —pregunté, tratando de pasar el nudo que tenia alojado en mi esófago. La madre de mi ex novia estaba rota en llanto lo cual le impedía hablar con claridad, entonces su esposo trató de recomponerse y ponerme al tanto. Paola había llegado con un traumatismo cerebral, un par de costillas rotas que perforaron la placenta que resguardaba al bebé; la llevaron de emergencia pues la criatura comenzaba a ahogarse y en esos momentos estaban llevando a cabo una cesárea. Aún no sabían cómo resultaría perjudicada la salud de Paola pues estaba inconsciente cuando la ambulancia llegó y aún no sabían si la costilla había dañado algún otro órgano importante ni tampoco la gravedad de su fractura cerebral.

Minutos después salió una enfermera, la cual pidió que donásemos sangre, pues Paola había perdido mucho. Todos los presentes nos ofrecimos, sin embargo, cuando preguntamos sobre el estado de Paola se negó a darnos información, pues se regresó a la sala de operaciones, mientras otra enfermera nos llevaba a un salón para hacer el respectivo donativo.

— ¿Cómo fue que te diste cuenta? —pregunté a Brandon, ambos fuimos los primeros en donar. Soltó un largo suspiro al tiempo que una mueca de pesar se alojaba en su cara.

—Venía de averiguar sobre una sala de recepciones para hacer el anuncio del compromiso con Camille, cuando me topé con el accidente y la reconocí —contó. Sacudió su cabeza, tratando de alejar las imágenes perturbadoras que se hallaban en su mente.

— ¿Qué pasó con el imbécil que la atropelló? —pregunté iracundo. De inmediato su quijada se tensó, así como su espalda, de antemano supuse que no iba a gustarme lo que estaba a punto de escuchar.

—Se echó a la fuga, sin embargo, varios testigos dieron las características del vehículo por lo que espero que lo atrapen pronto. —Dejamos hasta ahí el tema pues los padres de Paola salieron.

Estábamos en la sala de espera, cuando un doctor salió y nos informó que el bebé había nacido, pero que contaba con contusiones por lo que lo llevarían a una sala de cuidados intensivos y lo alojarían en una incubadora para ver su evolución las próximas veinticuatro horas. Entonces, cuando preguntamos sobre Paola, el semblante del doctor no cambió en nada.

—Tiene parte de la corteza inferior fracturada e inflamada, por lo que le inducimos a un coma para que la inflación pueda disminuir, las siguientes horas son decisivas... es lo único que puedo informarles por el momento, la tendremos en vigilancia el resto de la noche. —Cuando el doctor se fue, los padres de Paola prosiguieron a informar a toda la familia, pues por la preocupación no habían tenido cabeza para nada.

— ¿Crees que debería avisarle a Ken? —pregunté a Brandon. A fin de cuentas, habían sido mejores amigas en la universidad. Asintió con la cabeza.

—Sería bueno. —Me levanté y marqué su número, cuando contestó le conté todo lo que había pasado. Me pidió que la mantuviera informada pues en ese momento estaba en la revisión de su trabajo de grado, pues en un par de semanas iban a evaluarla. Seguimos mandándonos textos, tratando de distraernos de lo que pasaba, cuando una plática llevó a otra y sin querer le mencioné sobre si conocía algún lugar para recepciones, fue entonces cuando le comenté que era para anunciar el compromiso de Brandon y Camille que sería dentro de un mes.

— ¿No le has contado a Kenny sobre tu compromiso? —pregunté, pero era más una afirmación. Los ojos se Brandon se abrieron de golpe.

— ¡Mierda! Se me había olvidado por completo —dijo—, ¿por qué?, ¿ya se enteró? —Hice una mueca con mis labios y asentí con la cabeza.

—Sí, se me salió, lo siento —dije. Soltó un suspiro.

—Descuida, debí decírselo antes. Pero no sé, no quería lastimarla y al final fue lo que pasó —murmuró culpable.

No dije nada para refutarlo, pues sabía que Ken aún seguía enamorada de mi amigo y en parte me sentía culpable, pues si yo nunca hubiese sugerido que intentara algo con ella —cuando Brandon se empecinó el tratar de matar el amor que sentía por Camille—, quizá ella no se hubiese hecho falsas esperanzas. ¡Ah demonios! Me sentía un completo imbécil.

— ¿Te dijo si vendría?

—Lo hará mañana —respondí.

Tres días pasó Paola en coma y durante ese tiempo, que fue como un total y mísero infierno, la muerte se alojó por un par de minutos, pues lamentablemente el bebé murió. Lo cual fue un golpe duro para todos, el dolor se arraigó y el pánico de saber cómo reaccionaría Paola cuando se enterara, nos tenía paralizados. Cuando los doctores la trajeron del coma, luego de un par de horas, al fin permitieron que sus padres entraran pues estaba haciendo preguntas del bebé. Y casi puedo jurar que escuché su grito desgarrador y lleno de dolor y amargura. Cerré los ojos con fuerza, no podía siquiera imaginar todo el sufrimiento que estaba atenazándola. Entonces, cuando sus padres salieron de la habitación, hechos un mar de llanto, su madre se acercó a donde me encontraba.

—Paola quiere verte, Charles —dijo, pestañé varias veces, incrédulo—. Por favor ve a verla, está destrozada y estoy segura que le hará bien verte. Siempre fue así —murmuró lo último. Tragué grueso y acepté.

Me enfundaron un traje, guantes y mascara esterilizados. Entré a la habitación blanquecina y hasta el fondo, rodeada de un montón de maquinas que pillaban, se encontraba. Su cabello estaba hecho un desastre en una coleta mal hecha, su rostro estaba pálido y con manchas púrpuras, una venda envolvía la parte donde había sufrido la fractura, se miraba más pequeña de lo que recordaba, demasiado delgada y con un aura oscura posada encima. Se miraba terrible y seguramente se sentía mucho peor en el interior. Me acerqué con sigilo, entonces cuando estuve a los pies de su cama su cabeza se alzó y sus ojos verde olivo se encontraron con los míos. Un maremoto de sentimientos encontrados me azotó y derribó, las lágrimas comenzaron a correr como torrentes por sus mejillas y los sollozos desgarradores y rotos comenzaron a sacudir su menudo cuerpo, sin pensarlo mucho me acerqué y la abracé. Sus brazos se aferraron a la ropa que llevaba, mis manos la envolvieron con delicadeza pues temía romperla, se sentía aun más frágil bajo mi tacto.

—Lo maté, todo fue mi culpa... —murmuraba con su voz rota. Cerré los ojos con fuerza.

—No fue tu culpa, todo fue un accidente —dije, tratando de hacerla entrar en razón. Su cabeza se posó sobre mi pecho y sus manos estrujaron la tela de la bata, su cabeza se movía de izquierda a derecha de forma vehemente.

—Todo es mi culpa... ¡todo es mi maldita culpa por ser una perra! —gritó.

—Sh, sh, no digas eso...

—Es la verdad, Charles. Todo esto me lo merezco por siempre haber sido una hija de las mil putas... Perdóname, Charly... perdóname por todo el daño que te hice, amor —suplicó, apretando su agarre. Tragué grueso, sus palabras escocían y atenazaban mi alma, torturándola.

—Todo va a estar bien, ya verás —dije luego de un largo silencio. Con dificultad se recostó, su nariz estaba roja y sus ojos hinchados y con unas pronunciadas ojeras. Sollozos silenciosos la asaltaban de vez en cuando. Entonces, cuando sentí que se tranquilizaba, me alejé para buscar donde sentarme.

— ¡¿Adónde vas?! —preguntó alarmada.

—Solo voy por una silla. —Me apresuré a decir. Asintió con la cabeza, vigilándome todo el trayecto. Me senté a su lado, sin saber qué hacer o decir. Solo el pitido de aquellas maquinas rompían el silencio, entonces mi mente se sumergió en todo los recuerdos recientes y en otros más viejos. No podía negar que saber a Paola en ese estado me tenia sacado de mi balance, porque a pesar de todo, aún me preocupaba por ella, pues había sido alguien muy importante en mi vida y la apreciaba, sin embargo, al tenerla tan cerca podía percibir como ya no ejercía el mismo sentimiento. Ya no la amaba, mi corazón estaba exento de cualquier sentimiento parecido, pues en ese momento era una chica flameante la que me tenía de rodillas, la que estaba por tenerme a sus pies. Hice mis manos en puños, debía de controlar mis sentimientos, debía de hacer algo en contra de ellos o la perdería y no podía permitirlo, no podía.

—Me dijo mi mamá que has estado viniendo todos estos días —murmuró, sacándome de mi ensimismamiento. Alcé la cabeza y asentí. Sus labios rotos y resecos se extendieron en una tenue sonrisa—. Muchas gracias, sé que no merezco que estés aquí... pero no sabes cuánto te lo agradezco. Después de mi familia y tú, no tengo nada —dijo con su voz dolida. Aclaré mi garganta.

— ¿Y el papá? —pregunté, esa duda había estado carcomiéndome durante esos días; pues no había pisado el hospital en ningún momento y eso me tenia descolocado. Paola soltó una risa que carecía de humor.

—Me dejó... —confesó. Y un golpe directo al estomago hubiese sido más amable conmigo. Sus ojos verdes se posaron en los míos, sufría y su interior estaba fragmentado, su alma rota y vacía—... no sabes cuánto me arrepiento de haberte hecho lo que hice...

—Detente, por favor —supliqué, eso no le iba a hacer bien a nadie. Sacudió la cabeza en una negativa.

—Debo hacerlo, casi muero Charles e iba a irme sin disculparme contigo. Escúchame por favor. —No dije nada, solo aguardé a que dijera lo que tuviera que decir—. Debes saber que no pasó un día en el que me arrepintiera de haber sido una perra, de haberte lastimado como lo hice. Y no quiero justificarme porque no hay alguna que valga, sé lo que hice y me he arrepentido tanto. Y ahora, viéndote aquí... no puedo evitar sentirme tan miserable. —Las lágrimas viajaban por sus mejillas y se perdían en su boca. Me puse de pie y me alejé un poco, dándole la espalda, tratando de poner distancia y que pensar se me facilitara.

—Todo eso ya quedó en el pasado, ya no hay nada que hacer para remediarlo, Paola. Por favor deja de hacerte esto, deja de torturarte.

—Y-yo... yo p-puedo intentar remendar el presente... —Me giré y la encaré—... solo te pido una oportunidad y te demostraré con creces cuan arrepentida estoy. —Sacudí la cabeza en una negativa, lo que ella proponía rayaba en la locura—. P-por favor —suplicó—, dame una tan sola oportunidad y te juro que seré la mejor mujer, la que tú siempre has merecido. Charles, por favor...

—Yo... — ¡Dios!, ¿por qué me era tan difícil negarme? Cerré los ojos, intentando buscar todas esas razones para declinar su propuesta, pensando en que lo decía por el calor del momento  en que cuando todo estuviera mejor ella volvería a su vida, sin mí en ella. Necesita tiempo, solo dale tiempo para que recapacite de la locura que está pensando, aconsejó mi conciencia—. Dame tiempo para pensarlo —pedí. Pues fue lo mejor que se me había ocurrido, además no podía aceptar, nada en mi vida era como antes, todo mi mundo en ese entonces giraba torno a una llama rojiza, lo entendí en ese momento y esa verdad me dejó perplejo.

El día martes regresé a mis practicas, aunque me encontraba en vacaciones de la universidad, había decidido seguir para adelantarlas. Me encontraba en el pasillo que daba para el elevador, estaba revisando unos papeles, entonces, sin darme cuenta de nada, escuché como se aclaraban la garganta y ahí estaba Harmonie, a unos cuentos metros. Recuerdo que la felicidad se acrecentó en pecho, así como, la plena conciencia me trajo al mismo tiempo frustración.  Hablamos un poco, sin embargo, cuando preguntó qué me pasaba... no supe qué decir. Porque, ¿cómo decirle que mi ex por quien me había enamorado como un demente quería regresar conmigo?, ¿cómo decirle que no podía aceptarla porque yo estaba perdido no por Paola sino por ella? La miré con atención, debatiéndome en si contarle o no lo que estaba pasando... tratando de encontrar un remedio a todo lo enmarañado y complicado que se había vuelto mi vida. Debes decirle lo que te propuso Paola, debes decirle que no puedes aceptar por estas enamorado hasta la medula de ella... pedía mi mente. Sentí como el peso de ese pensamiento se posaba sobre mí y la tensión se acrecentaba exponencialmente. El silencio era tenso y tirante, entonces un movimiento proveniente de su cabeza me sacó de mi ensimismamiento, observé como retrocedía, murmuró algo, me regaló una última sonrisa y comenzó a alejarse. Entonces lo solté todo y noté como se detenía en seco y al cabo de unos segundos giró y se aproximó a mí y me abrazó, solo entonces sentí como todo mi mundo salía a flote, en como ella era seguridad e incertidumbre al mismo tiempo, una contradicción que me encantaba. Ella me encantaba como a nadie.

—Vamos a otro lado, por favor —pedí. Cerré los ojos, tratando de mantener las lágrimas dentro de su guarida. Caminamos hasta las afueras y nos sentamos en una banca de un pequeño jardín que poseía el edificio. Comencé a relatarle todo, cómo había pasado, la situación deplorable en la que habían llegado al hospital, en esos días negros y en la pérdida del bebé—. Paola está a un hilo de perder la cordura y me duele verla así, ¿sabes? Sé que ella y yo no estábamos en las mejores circunstancias antes que pasara lo del accidente, pero...

—La quieres, no tienes porque ocultar eso —dijo atropelladamente. Ladeé la cabeza.

—Sí pero no cómo antes, por más que ella quiera que todo sea mejor entre nosotros... yo no puedo. —Sus delgadas cejas se entornaron.

— ¿A qué te refieres con que por más que ella quiera? —Hice una mueca con mis labios. Lo que Paola me pedía era una locura que no podía aceptar por el bien de ambos. Solté un suspiro cansino.

—Ella pe pidió perdón por todo, esta tan mal que... me pidió una segunda oportunidad. —Silencio, miré su rostro y no encontré ninguna emoción, nada que me alentara a declararles mis razones por la que no estaba dispuesto a aceptar—. Pero no sé, yo... no puedo —dije, mirándola de reojo. Bajó el rostro, como si sospesara sus palabras. Entonces habló, sacándome mi balance.

— ¿Y qué es lo que te detiene? —preguntó con suavidad. Tú, tú me detienes, pensé. La miré y de inmediato un debate se desató en mi cabeza, entre lo que mi corazón decía que hiciera, que le confesara todo, y en lo que el miedo me estaba orillando a hacer, callármelo todo. Sin embargo, la adentrarme en su mirada dorada, sintiendo esa calidez... en como ese sentimiento tomaba fuerza estando con ella, entendí que debía hablar o la perdería.

—Tú, tú me detienes... —confesé, sintiendo como un poco del peso sobre mis hombros disminuía. Sus ojos brillaron con algo que no entendí. Sus labios se ladearon en una sonrisa pero la felicidad no estaba en sus posos amielados.

—No veo porqué te detienes por mí —dijo, entonces sentí como si una estampida de rinocerontes me revolcara, en como un sinfín de dagas se clavaban hondo en mi corazón, matándome—. Hazlo, Charles. Consigue eso que tanto deseas... que a fin de cuentas tú y yo no somos nada. —Cerré los ojos una fracción de segundo, sintiéndome de pronto devastado y cómo si quien hubiese sido arrollado por un vehículo hubiese sido yo. Ella no sentía lo mismo, ella... ¡Diablos! ¿Qué mierdas esperaba? Me pregunté furioso conmigo mismo.

Dile que la amas, que no puedes aceptar a Paola porque estas enamorado como un adolecente de ella. ¡Díselo, maldición! Pedía a gritos mis consciencia. Sin embargo, la hice a un lado. Ella no sentía  nada por mí, debía entenderlo y aceptarlo. Ella siempre había sido clara conmigo, nunca me dio algún tipo de esperanza, fui yo quien confundió las cosas y al final hizo lo que no tenía que hacer. Asentí con la cabeza, pues las palabras no acudían a mi boca, además no tenía nada qué decir pues sentía que moría. Se puso de pie e hice igual.

—No dejes de luchar por lo que quieres, te mereces lo mejor. No lo dudes, Charles —murmuró, para luego abrazarme por un segundo. Entonces, me regaló una última sonrisa y se fue, llevándose con ella todo, mis ganas de amar... absolutamente todo.

ADELANTO:

—Sé muy bien que no tenemos ningún derecho uno sobre el otro. Sé muy bien que tú fuiste muy clara, pero debes saber que yo no lo busqué, solo pasó. —Los nervios se acrecentaban en mi interior, temía mucho ver su reacción y sabía que, el gran porcentaje de probabilidad estaba en su rechazo. Pero si eso llegaba a pasar, no me rendiría, estaba decidido a conquistarla hasta que me aceptara y diera una oportunidad... Solté un suspiro, moví mi cuello, tratando de liberar la tensión acumulada en esa zona—. Yo me enamoré de ti y debes saber que no te estoy exigiendo que me aceptes ahora...

N/A: ¡Feliz día de San Valentín! ❤

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