Capítulo 20
Small doses - Bebe Rexha
Por un momento creí que no me había escuchado, sin embargo, su cuerpo se giró cuarenta y cinco grados en mi dirección, la confusión bailando en sus ojos chocolate, sus cejas estaban a un poco de unirse. Solté una corta risa, ¿qué estaba haciendo? Y esa pregunta no solo abarcaba lo que en ese momento pasaba, sino que, ¿qué sucedía conmigo?, ¿porqué lo trataba como la hacía? Un momento lo hacía bien pero de un día al otro lo esquivaba, lo ignoraba... Y debía de admitir que luego de haberlo tratado como lo hice en la cafetería... la culpa me estaba carcomiendo, él no se merecía lidiar con toda mi mierda, él lo único que buscaba era acercarse a mi... pero yo jamás iba a poder darle nada a lo que él estaba acostumbrado. Y si, quizá me había sido sincero en decirme que no buscaba compromisos ni nada por el estilo, sin embargo, tenía miedo que no lo lograra y no quería lastimarlo, no a él, simplemente no se lo merecía. Pero entonces, cuando lo alejaba, algo dentro de mí me impulsaba a acercarme y buscarlo, la necesidad que él no pensara que era una basura, me invadía. ¿Por qué no podía dejarlo ir?
—Y te disculpas... ¿porqué? —cuestionó, un tanto divertido y sorprendido, aunque no tanto como al principio. Rodé los ojos, ¿por qué no solo la aceptaba y ya? Sin embargo, pese a que deseaba decirle algún comentario mordaz, no pude.
—Por cómo me comporté en la cafetería... —mascullé. Sus cejas se elevaron con escepticismo.
— ¿Entonces si lo hiciste adrede? —Rodé los ojos, entonces añadió—: ¿puedo saber porqué lo hiciste? —Hice una mueca con mis labios al tiempo que cerraba los ojos una fracción de segundo, lo odiaba, porque sabía no se quedaría tranquilo hasta que se lo dijera todo.
—No lo sé —respondí con fastidio. Lo escuché soltar una risa sarcástica. ¿Cómo iba a decirle que la simple idea que él se marchara de mi vida me descolocaba, me aterraba?
—Entonces si no tienes ninguna razón... ¿para qué te molestas en disculparte? —siseó, estaba molesto y no lo culpaba. Volví a verlo, sus facciones estaban llenas de tristeza y cansancio. Estaba por cruzar la delgada línea que sobrepasaba su límite de paciencia, estaba a punto de hartarlo... entonces se iría. ¿Era eso lo que quería? Abrí la boca para decir algo pero las palabras no acudían a mí, y las que sí... no las podía decir.
—Entiende... yo soy complicada —dije, tratando de persuadirlo, pero sabía que eso era una excusa barata. Y por su expresión de incredulidad, deduje que no me creía ni una palabra. Sacudió la cabeza en una negativa.
—No me vengas con esa mierda —zanjó, su quijada estaba apretada, sus manos hechas puños. Lo estas logrando, Harmonie, estas a punto de hartarlo y esta vez sí se irá para siempre, siseó mi consciencia—. Todas ustedes son iguales, creen que pueden hacer con nosotros lo que quieran; son egoístas, idolatras y les importa una mierda lastimarnos y jugar con nosotros. Y por si no lo sabías, Harmonie, los hombres también tenemos sentimientos. Y yo... ya no puedo con esto. Ya no más. —Alzó sus manos en señal de rendición, entonces las puertas del elevador se abrieron en nuestro piso. Dio un paso hacia afuera. Lo seguí, sentía mi respiración errática y mis latidos demasiado acelerados.
Todo lo que había dicho era verdad, yo era así y no podía justificarme. Anduve detrás de él en silencio. No había nada qué decir, era lo mejor, comprendí, él estaría mejor sin mí y toda mi mierda. Toda la oficina estaba vacía pues la junta se había extendido más tiempo del previsto, por lo que los empleados ya tenían varios minutos de haberse marchado. Le di un papel con los datos del señor Gross, entonces a punto que se marchara, mi conciencia me gritó que no podía permitir que se fuera así, debía... debía hacer algo ¡maldición!
—Tienes toda la razón... —murmuré, observando cómo se detenía en seco, sus hombros estaban cuadrados y se podía percibir toda la tensión irradiando de su cuerpo.
— ¿En qué cosa? —preguntó con voz ronca, me miró por encima del hombro.
—Yo así soy, Charles. —Se giró por completo, quedando frente a mí—. Y sé que quieres una explicación de porqué me comporto como una hija de puta todo el tiempo, pero lamento decirte que no lo sé —dije, encogiéndome de hombros. Sus ojos estaban fijos en los míos, en un inútil intento de adentrarse a mi alma, pero sencillamente no lo podía permitir, mi interior era un completo caos, lleno de porquería y soledad—. Así que, no sé porque te empecinas en encontrar una explicación a todo lo que me pasa... no sé por qué demonios te la pasas queriendo estar al pendiente mío, yo no te lo pedí ni lo necesito. Por favor entiéndelo —dije, sintiendo como mis pulmones quemaban por la falta de aire, en como mi garganta poco a poco se iba cerrando. Su expresión no me demostró nada y si por algún momento creí que lo había lastimado, la emoción despareció enseguida.
—Yo solo intento ser tu amigo... —murmuró.
— ¡Pues no lo necesito! —exclamé, estaba a punto de perder los estribos, mi autocontrol. Asintió con la cabeza, desvió los ojos de los míos por un par de segundos, sin embargo, cuando volvió a verme la intensidad de su mirada me absorbió por completo.
—Dime una cosa, Harmonie. ¿Qué quieres de mí, entonces? —preguntó. Sacudí la cabeza en una negativa—, dímelo, porque créeme, sé que no tenemos ningún derecho el uno sobre el otro pero yo no estoy dispuesto a entrar en tu juego. ¡Yo no voy a ser ningún puto segundo plato de mesa! Porque si quieres estar conmigo, ¡está bien! Lo acepto. Pero si crees que me voy a quedar a esperar a cuando te dignes a querer verme, a que estaré a tus pies cuando se te dé la puta gana, estas equivocada. Y no son celos ni reclamos, pues puedes irte a la mierda en cualquier momento, que a mí no me importa si te acuestas con ese viejo o con toda la ciudad, ¡entiendes! —Entonces algo en mi cabeza hizo clic.
— ¿De qué demonios hablas? —Soltó un suspiro cansino—. ¿Con quién demonios crees que me estoy acostando? ¡Dime! —exigí saber. Porque no iba a permitir que me tachara como una cualquiera, ¡yo no era ninguna prostituta!
—Por favor, no te hagas. Qué bien sabes de quién estoy hablando. —Negué con la cabeza y me crucé de brazos—. ¡De Héctor Gross! De él estoy hablando —dijo. Mi boca se abrió, mis ojos amenazaron con salirse de sus cuencas, ¿era en serio? Entonces me solté en una sonora carcajada. Sus pobladas cejas se entornaron, el enojo surcaba su rostro, estaba a punto de echar humo por las orejas y yo solo podía partirme de la risa, ¿todo su enojo era por ese señor? Rodó los ojos al cielo, entonces dio media vuelta con la disposición de irse, me apresuré y lo tomé de su antebrazo.
—Espera... —Lo detuve—... no sé de dónde demonios sacaste ese disparate, pero él señor Gross y yo no somos nada, ¡Dios! Ni siquiera me siento cómoda tuteándolo —dije, de inmediato noté como su enojo se iba disipando, en como la tensión iba mermando y siendo reemplazada por incomodidad y vergüenza—. Eres un pequeño idiota —dije divertida, sintiendo como la tensión tirante que había segundos atrás iba desapareciendo.
—Lo siento... —murmuró apenado. Sonreí tratando de aminorar la incomodidad que Charles sentía—... no me malentiendas, pero no me hubiese gustado ser el segundo. Aunque no somos nada, saberme en algo semejante hubiese sido demasiado humillante —confesó. Asentí con la cabeza, si me hubiese enterado que él seguía en algún tipo de relación con Tate, sencillamente hubiese cortado de tajo todo tipo de relación, me consideraba demasiado mujer para ser un segundo lugar.
Luego de mandarle la información al señor Gross, salimos del edificio. Nos dirigimos hacia el estacionamiento, conversando de nada trascendente. Me acompañó hasta mi vehículo y al pie del mismo, nos quedamos unos minutos más conversando y me fui inevitable no sentirme cómoda, era tan agradable charlar con él. Charles no tenía necesidad de coquetear o de alardear para impresionar, él era muy inteligente y culto, la mayoría de sus comentarios eran acertados e interesantes, por lo que me era fácil enfrascarme en una conversación con él. Todo fluía sin complicaciones y sin forzar nada y eso era tan agradable como desconcertante. Charles era todo lo que me agradaba en un hombre y eso me aterraba. Y es que era tan diferente a todos con los cuales había tenido contacto anteriormente; Charles no tenía miedo de decirme lo que pensaba, de hablarme fuerte y sin titubeos, lo cual muchos hombres con los que había salido no eran capaces de hacer. Yo estaba acostumbrada a que se me complaciera todo y eso, aunque era satisfactorio y elevaba mi ego hasta las nubes, con el tiempo me tendía a cansar. No había nada que me motivara a quedarme, ningún reto que me atrajera. Todo me lo daban con solo pedirlo. Sin embargo, con Charles me topé con pared.
Y eso era tan malditamente atractivo.
—Creo que ya van a cerrar el edificio —comenté, solamente quedaba un par de autos además de los de nosotros. Escaneó todo el lugar y una sonrisa se dibujó en sus labios.
—Es cierto, ya es muy tarde... —dijo al tiempo que miraba la hora en su reloj—... pasan de las ocho, me salté mis clases y prácticamente mi cena —comentó divertido.
—Vamos a cenar, si quieres. —Las palabras abandonaron mi boca sin pensarlas antes. Me miró sorprendido y yo lo estaba también, sin embargo, asintió con la cabeza, quedamos de vernos en un restaurante. Me subí a mi auto y minutos después que salí del edificio, él lo hizo también en su camioneta.
Llegamos a un restaurante nada elegante, sino que, normal y acogedor. Pedimos luego de revisar toda la carta, y mientras nos llevaban nuestros pedidos las palabras siguieron saliendo de nosotros sin forzarlas, fluían con naturalidad y libertad. Hablamos de la presentación de ese día, en lo satisfechos que estaban los socios y accionistas. Hablamos también de nuestra estadía en México, sobre todo en qué me había parecido el lugar. Y fue fácil seguir la conversación aun cuando la comida había llegado. Me habló de Lucy, en que seguía esperando que la visitara y no pude evitar sentirme avergonzada y una mentirosa, quedé de visitarla el fin de semana que se aproximaba.
Asimismo, aun después que terminásemos de comer el postre, seguimos conversando. Pedimos un par de bebidas y los temas de conversación iban desde la política hasta la situación del país. Hablamos de la sociedad en general, en como todo fuera diferente si se le brindara más apoyo y ayuda a las personas y familias, así como, compartimos una misma ideología en contra del racismo de las personas latinas, cuestión que era muy dada en nuestro circulo. Sin embargo, al abordar el tema sobre las personas que inmigraban a Estados Unidos, buscando una mejor vida, pero que lamentablemente o morían, las secuestraban o las destinaban a la trata de personas, él hablaba de ese tema con tanta convicción y podía sentir el trasfondo asomándose sobre sus palabras. Lo cual se me hacia sumamente interesante, ¿alguien cercano a él habría vivido eso? No me lo podía siquiera imaginar, eso de seguro debía de ser horrible. No ser dueño de mi destino, pues esas personas inescrupulosas se adueñan de la vida de esas pobres almas, las destruyen de apoco, robándoles absolutamente todo. Y aunque era difícil salir de eso, no solamente alejarse de esas mafias, sino que, salir adelante sin volverse presa del pasado.
—Pero pueden salir adelante, todo es cuestión que lo quieran, luchen por eso y se dejen ayudar —comentó, sus ojos brillaban con algo especial... hablaba con orgullo y admiración. Eso incrementó mi curiosidad a niveles exorbitantes.
— ¿Conoces algún caso en particular? —cuestioné. Asintió con la cabeza y eso me sorprendió sobremanera.
—Y por eso te digo, nada es siempre negro en esta vida, todo es cuestión de perspectiva y deseos de salir adelante.
—Me cuesta creerte, digo, ¿cómo poder cargar con tanto odio a cuestas? Esas personas prácticamente te arrebatan todo —murmuré, a sabiendas que yo en una situación similar... no la libraría.
—Te sorprendería saber de lo que podemos ser capaces cuando nos lo proponemos. Porque muchas veces no son las personas o el pasado el que nos evita avanzar, vislumbrar la luz frente a la oscuridad, sencillamente somos nosotros los que nos segamos y nos dejamos vencer. —Asentí con la cabeza, pero era tan difícil perdonar, olvidar. Yo era un claro ejemplo, habían pasado más de siete años y el odio y rencor que sentía por mi padre no parecía querer mermar, al contrario, seguía intacto y creciendo. Entonces añadió—: No es sano cargar tanto odio acuestas por mucho tiempo, eso desgasta física y mentalmente. Porque muchas veces lo que es difícil es soltar esos sentimientos negativos, a los cuales nos aferramos, nos empeñamos en recordar una y otra vez como si fuese una jodida canción... sin darnos cuenta que al momento de dejarlo ir... es fácil perdonar —dijo, perdido en sus pensamientos, era como si esas palabras fueran un consejo para él mismo. Salió de su ensimismamiento y me regaló una sonrisa, nuestros ojos conectándose de inmediato—. Siempre llegará un motivo por el cual siempre será mejor cambiar y darlo todo por ser mejor.
Y en esos momentos una pregunta surcó mi mente, ¿podría ser posible que una persona se convirtiera en ese motivo?
N/A: Harmonie esta comenzando a descubrir cosas, sin embargo, el miedo a lo desconocido la atenaza y la paraliza. Ella no quiere sentir nada por Charles, por eso todo este juego de tira y afloja. Y por el otro lado, Charles le teme mucho a la inseguridad, lo que tiene con Harmonie, el no saber qué son o qué pasará el día de mañana, que ella lo cambie por otro, lo aterroriza pues suficientes humillaciones ha sufrido como para sumarse otra. Pero ambos se están arriesgando, y eso me encanta 😍. Nadie ama sin tomar riesgos, nadie busca su felicidad sin exponerse.
¡Nos leemos pronto! ❤
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