Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

6. Te he extrañado

MARATÓN 1 de 3

Annalía:

Bum, bum, bumbum. Bum, bum, bumbum, bumbum, bumbum, bumbum…

¿Alguien podría explicarme, por favor, qué demonios hace mi corazón latiendo acelerado?

Solo me ha llamado, Lía, ¡por el amor de Dios!

No Annalía, no chiquilla, mocosa o sus derivados. Solo Lía, como hace tantas veces lo hizo en el pasado. Así que, corazón mío, ¿podrías dejar las anomalías y comenzar a actuar normal? No ha sido nada del otro mundo.

¿O sí?

Zack se voltea hacia mí al percatarse de que no lo sigo.

—¿Qué sucede? —pregunta y su profunda mirada me exige una pronta explicación, que el tonto de mi cerebro no tarda en darle:

—Me gusta que me llames Lía, Zacky.

Una sonrisa lucha por abrirse paso en su rostro, pero él hace lo posible por ocultarla. Tengo la sensación de que a él también le afecta escuchar el mote que hace tantos años atrás le di, aunque no podría asegurarlo; con él nunca tengo las cosas claras.

—Venga, sigamos.

Sin esperar respuesta de mi parte, se aleja por el pasillo y yo decido seguirlo en silencio hasta llegar a la sala de oncología pediátrica.

Estoy nerviosa. Es decir, cuando se me ocurrió toda esta locura de las prácticas, supongo que, aun cuando sabía que tendría que trabajar, no lo interioricé realmente. Y, ojo, trabajar no me molesta, al contrario, me distrae y me ayuda a pasar el tiempo más rápido; lo que me trae de los nervios es la posibilidad de hacer algo que pueda traer malas consecuencias. Todo el que me conoce sabe que soy un desastre andante, igual a mi madre, así que ya podrían imaginarse la de cosas que podrían pasar.

Pero bueno, ya no puedo dar marcha atrás. He tomado una decisión, he actuado en consecuencia y ahora debo enfrentar lo que sea que venga.

Zack abre la puerta y nos introducimos al inmenso pasillo. Miro a mi alrededor e inmediatamente noto el cambio en el ambiente. Sí, seguimos en un hospital, pero aquí las cosas se sienten más ligeras; no porque las enfermedades que se tratan en esta sala no sean mortales, al contrario; sin embargo, la ligereza está en la decoración. Alguien se tomó seriamente el trabajo de humanizar el ala de oncología, supongo que en un intento de hacer sentir a los niños un poco más a gusto, más en casa, menos enfermos. Inmensos dibujos infantiles adornan las paredes, recreando aventuras mágicas que, de pequeña, me hacían soñar y las mesas y las sillas tienen formas de animales. Incluso tienen una pequeña biblioteca y un salón bien amueblado para ver el televisor.

A medida que avanzamos puedo ver los diferentes cubículos; los hay que tienen desde una cama, hasta cinco y la mayoría están ocupadas por niños que duermen la siesta.

—¿Annalía Andersson? —pregunta una enfermera de alrededor de cincuenta años, acercándose a nosotros.

Asiento con la cabeza.

—Me alegro de que haya llegado. Desde que Niara, la traductora del hospital, salió de licencia, esto ha sido una locura. Hemos tenido que auxiliarnos de un profesor de la universidad, pero ha sido complicado, fundamentalmente, desde que llegó un nuevo paciente. Me dijeron que hablas alemán, ¿cierto?

Vuelvo a asentir con la cabeza.

—Soy Flora, por cierto, jefa de enfermeras y, a partir de ahora, la persona que se hará cargo de ti. Todo lo que necesites, debes consultarlo conmigo. ¿Y tú eres? —le pregunta a Zack.

—Zack Bolt, adiestrado en el área de cardiología.

—¿Y estás aquí porque…?

—El doctor Carraz me pidió acompañar a Annalía.

—Perfecto, ya lo has hecho, puedes marcharte.

Uy, que bruja.

—Annalía y yo somos como hermanos.

Presiono los labios ante sus palabras. Somos amigos, creo, pero definitivamente no somos hermanos.

—Ella es menor de edad. No me iré hasta asegurarme de que se sienta cómoda. Me verá bastante por aquí, de hecho.

La seguridad con la que la enfrenta y su rostro mortalmente serio me impresionan y la tal Flora, termina asintiendo con la cabeza. La señora bajita se dirige a las puertas de uno de los cubículos, pero no la abre; no es necesario. Al ser de cristal, nos permite ver su interior.

Las cuatro camas están ocupadas. Tres de los niños duermen, pero uno está sentado sobre su colchón, con las rodillas dobladas contra su pecho, las manos alrededor de ellas y la cabeza apoyada mientras observa detenidamente algún punto en la sábana impolutamente blanca.

—Erick Meller, seis años, ingresó hace tres días y es alemán. Ha sido toda una agonía intentar comunicarnos con él.

—¿Diagnóstico? —pregunta Zack.

—Tumor de Wilms.

El rubio hace una mueca con sus labios y no entiendo ni carajo, pero la palabra tumor nunca significa algo bueno.

—¿Estadío?

—Dos.

Asiente con la cabeza.

—¿Cirugía?

—Eres un poco preguntón, ¿no?

Zack ni siquiera la mira, tiene toda su atención centrada en el pequeño; en su mirada perdida, triste y debo decir que mi corazón se arruga. Es demasiado pequeño para estar enfermo.

—Primero lo someterán a quimioterapia para reducir el tamaño, luego cirugía y quimio de nuevo.

—¿Tiene cura? —pregunto.

—La supervivencia en pacientes en estadío dos es del noventa y cinco por ciento —responde Zack—. Aunque puede haber complicaciones.

Asiento con la cabeza. Es un alivio saber que tiene amplias posibilidades de sobrevivir.

—¿Y su familia? —pregunto al percatarme de que está solo, a diferencia de los otros tres niños que están acompañados por quienes, supongo yo, son sus madres.

—No tiene.

La miro con los ojos abiertos de par en par.

—Vive en el orfanato: “Casa feliz” desde que tenía dos años.

Joder.

—El niño básicamente no habla con nadie y no se relaciona con los demás, supongo que porque no lo entienden. Siempre está rezagado en una esquina, odia los medicamentos y la quimio comienza pasado mañana. Esperamos que seas capaz de llegar a él, pues necesitamos de todo su apoyo para poder tratarlo. ¿Quieres entrar?

Asiento con la cabeza y ella abre la puerta.

—Erick, ¿no?

Flora asiente con la cabeza y con el corazón latiendo en mi pecho a todo dar por los nervios, entro a la habitación. Saludo a las mujeres con un leve asentimiento de cabeza que ellas me devuelven y me acerco al pequeño.

—Hallo, Erick. —Me siento frente a él en la cama. Su mirada se encuentra con la mía, pero no muestra ningún tipo de emoción—. Ich bin Annalía, aber du kannst mich Lía nennen. (Soy Annalía, pero puedes llamarme Lía.). Sie sagten mir, ihr name sei Erick. Schöner name. (Me dijeron que te llamabas Erick. Hermoso nombre).

Al ver que no tiene intenciones de responder, me acomodo sobre la cama y comienzo un intenso monólogo en el que procuro ser lo más divertida y alocada posible, en busca de algún tipo de reacción. Al inicio no la consigo, pero no me detengo. Le hablo de mil cosas y a gran velocidad; pues no es la primera persona poco habladora con la que interactúo y he aprendido algunos truquitos, así que evito sonreír triunfante cuando lo escucho decir.

—Ruhig sein. Du redest zu viel. (Cállate. Hablas demasiado).

Algo es algo, ¿no?

—Du hast eine shöne stimme. (Tienes una hermosa voz).

Hace una mueca y vuelve a apoyar la cabeza en sus rodillas.

Procuro dejarle claro que no lo dejaré en paz hasta que hable conmigo y que dispongo de todo el tiempo del mundo. Le hago algunos chistes y déjenme decir que soy pésima en eso, algo que él me hace saber; le cuento alguna de mis anécdotas de cuando niña en las que está involucrado Zack y debo decir que me gano algunas pequeñas sonrisas.

Por cierto, hablando del rey de Roma, estuvo un rato observándome interactuar con el niño y luego se marchó, pues tenía cosas que hacer.

Para cuando llegan las cinco de la tarde, Erick y yo somos casi, palabra importante, amigos. De hecho, en una hoja escribo algunas acciones en español que, supongo yo, le serán de utilidad a los médicos y al lado las pongo en alemán. Son cosas sencillas como “me siento mal”, “necesito ir al baño”, “tengo sed”, “tengo hambre”, “estoy aburrido” y, como he descubierto que le gusta el chocolate, agrego una súplica: “¿Puedes darme un snickers, por favor?”. Ahora solo debe llamar a una enfermera y tocar alguna de las opciones para indicar lo que necesite. Le pido de favor que no use demasiado la última opción.

Me despido de él revolviéndole el cabello y con la sensación de no haber hablado tanto en toda mi vida.

Llamo a Zack por teléfono para decirle que regreso a casa, pero no me contesta, así que supongo que sigue ocupado en lo que sea que hagan los adiestrados. Le envío un mensaje y voy en busca de un taxi.

Una vez llego a casa, voy directa al baño, pues no me gusta el olor que me dejan los hospitales y una vez vestida, me lanzo a la cama a leer algo en lo que mis padres llegan. Estoy muy emocionada por pasar la tarde de mañana con Zack y sus amigos, son muy majos. Salvo Cristal y su amiga, claro. Espero que no vayan.

Me quedo dormida unos minutos después y cuando despierto, ya es de noche. Bajo las escaleras siguiendo el delicioso aroma de la cena y en la sala me encuentro a mis padres viendo una película muy acaramelados.

—Hola.

Los dos se voltean y sonríen al verme.

—¿Llegaron hace mucho? —pregunto, rodeando el sofá para sentarme en el medio de los dos.

Riendo, me abren un espacio, para luego comerme a besos. No se imaginan cuanto extrañé estar así con ellos.

—Hace un rato, pero no quisimos despertarte —responde mi padre—. ¿Cómo te fue hoy?

—Genial. Me ubicaron en el área de oncología pediátrica…

Por los próximos minutos me dedico a hablarle de Erick, su enfermedad y del trabajo que pasé para conseguir algunas frases de su parte, pero lo satisfactorio que fue al final. Omito la parte de mi desmayo en la mañana, pues no quiero preocuparlos ni muchos menos que decidan que no debo hacer las prácticas y cuando creo que ya he contado suficiente, decido ir a lo importante.

—Zack tiene muchos amigos —comento, rezando para que acepten que me quede mañana en su casa—. Son súper agradables, me hicieron sentir de lo más bien. De hecho, se ofrecieron a darme una fiesta de bienvenida mañana.

—¿En serio? —pregunta mi madre—. Eso es genial.

—Sí, lo es. Al parecer hay una película súper famosa y se considera delito grave no haberla visto, así que me invitaron a una velada en el apartamento de Zack. En realidad, quería pedirles permiso para quedarme mañana allá.

Ambos fruncen el ceño.

—Me hace mucha ilusión, creo que sería divertido y una muy buena forma de hacer amigos. Necesito hacer amigos en ese hospital. —Hago un puchero con la esperanza de ablandar sus corazones de padres sobreprotectores.

—No estoy muy seguro de que sea buena idea, Lía —dice mi padre—. Son demasiado mayores y los amigos de Zack podrían…

—Papá, los amigos de Zack se portaron súper bien conmigo. Me trataron como lo que soy, una chica de diecisiete años.

Omito la parte de sus coqueteos descarados durante el almuerzo antes de que llegara Zack; aunque, en el fondo, creo que solo bromeaban.

—Además, Zack los amenazó con darles la paliza de su vida como se les ocurra acercarse a mí. Por favor, déjenme ir, me hace muchisísisima ilusión. Zack me cuidará, ustedes lo saben. Además, solo veremos una peli, será divertido, pero tranquilo. Plis, plis, plis, pis.

Y como la niña que me empeño en negar que soy, pero que saco a relucir cada vez que quiero salirme con la mía, junto mis manos frente a mí en el universal gesto de súplica, mientras les pongo ojitos y hago pucheros.

Si Antonella, una amiga italiana, me viera en estos momentos, se partiría de la risa mientras alega que soy la ama de las manipulaciones. Pocas veces consigo no salirme con la mía.

—Por favor, prometo portarme súper bien. Zack jamás permitiría que sus amigos intenten nada, además, no busco novio ni nada y mucho menos tan viejo. El día que les presente a un chico, será, como mucho, par de años mayor que yo.

—Yo preferiría que no me presentaras ninguno hasta de aquí a cinco o seis años, o más.

Lo miro con mala cara. Espero que no esté esperando eso de verdad. Hasta ahora nadie ha llamado mi atención, o sí, pero estaba demasiado lejos de aquí. Tarde o temprano terminará interesándome alguien y él tendrá que aceptarlo. Sin embargo, no es momento de tener esa conversación.

—Me van a dejar, ¿verdad?

Mi madre suspira profundo.

—Veremos qué dice Zack al respecto.

Espera, ¿qué? ¿Zack?

Antes de que pueda decir algo, mi padre le está timbrando. Mierda, ahí se fue mi posibilidad de pasar la tarde con ellos.

Me levanto del sofá con nerviosismo, mientras el teléfono da timbre.

Zack dejó claro que no estaba de acuerdo con los planes de Lucas y así se lo hará saber a mis padres.

—¿Lía está bien? —Escucho preguntar a modo de saludo y, confundida ante su reacción, observo la pantalla del móvil de mi padre, donde el rostro preocupado del más joven de los Bolt, les presta atención.

—¿Por qué no lo estaría? —pregunta mi padre.

—Porque no pude asegurarme de que se montara en el taxi sana y salva. Salí hace solo quince minutos del hospital; ha sido una locura y la he estado llamando, pero no contesta.

Mis padres se voltean hacia mí y yo, que en algún momento rodeé el sofá, me acerco y apoyo los antebrazos en el espaldar para quedar frente a la cámara.

—Mi teléfono debe estar en algún lugar de mi mochila. Lo siento, no lo escuché.

Él rueda los ojos como única respuesta y murmura algo ininteligible entre dientes, mientras un sentimiento cálido se asienta en mi interior al saber que se preocupa por mí.

—¿Ya llegaste a casa? —pregunta mi madre.

—Hace dos minutos. —Se desploma en el sofá y no puedo evitar fijarme en que luce agotado—. ¿A qué debo el honor de su llamada?

—Lía nos estaba contando de la pequeña fiesta que pretenden montar tus amigos para darle la bienvenida —dice mi padre.

Los ojos de Zack se encuentran con los míos y juro que puedo ver una mezcla de diversión y maldad en ellos. Si ya lo digo, estoy jodida.

—¿Crees que sea buena idea? —pregunta mi madre sin esperar respuesta y yo contengo la respiración—. ¿Tus amigos son de fiar?

Su mirada vuelve a encontrarse con la mía y yo le pongo ojitos de cordero degollado, suplicándole en silencio que se apiade de esta alma en pena. Es ridículo, pero de verdad me emociona muchísimo la idea de pasar el rato con él y sus amigos.

—¿De fiar? No mucho, la verdad.

Suelto el aire que contenía con evidente desilusión y él sonríe de medio lado.

—Pero son inofensivos. Son más habladuría que otra cosa y saben de sobra que le romperé cada hueso del cuerpo al que se le ocurra acercarse a ella.

Una sonrisa se abre paso en mi rostro al mismo tiempo que la sorpresa. No me esperaba esa respuesta. Es decir, tenía la oportunidad perfecta para decir que no y librarse de tener que ejercer de “niñera” tal y como mencionó hoy; pero no lo ha hecho.

¿Por qué?

—Solo veremos una película y charlaremos un poco.

—¿Habrá alcohol? —pregunta mi padre y yo inmediatamente digo que no.

—Voy a ser sincero; lo más probable es que Sebas se traiga algunas cervezas, pues es de la opinión de que no pueden faltar en ninguna reunión; pero prometo que Lía no se acercará a ellas; lo prometo.

—¿Serán solo chicos? —pregunta mi madre.

—Por supuesto que no. De hecho, somos solo cuatro chicos y cuatro chicas. Sebas está felizmente casado, así que estoy convencido de que se traerá también a su esposa. Lucas tiene algo que no sabría definir con la cantante principal de un grupo de la zona y últimamente la trae a todas las reuniones; por lo que predominarán las mujeres. Lía estará bastante cómoda y a salvo. Pueden confiar en mí.

—Confiamos en ti, pero…

—Tranquila, tía Addy. Tu niña está en las mejores manos y será algo bueno para ella. Susy y Linse se han pasado el día hablando de ella; quedaron súper asombradas con el hecho de que sabe hablar tantos idiomas; la harán sentir como una más.

Zack le dedica la misma sonrisa que solía usar con su madre para aligerar los castigos cada vez que hacía de las suyas y yo reprimo los deseos de saltar en un pie al ver cómo mis padres lo valoran. Van a decir que sí, estoy segura.

Mi madre suspira profundo y mi padre me mira.

—¿Le harás caso a Zack en todo?

—Por supuesto; soy una niña buena y obediente.

Sonrío con inocencia, ganándome una risa baja por parte de Zack, que, por algún motivo que no quiero descubrir, provoca cosas raras en mi interior.

—Vale, pero, cualquier cosa, nos llamas y vamos directo a buscarte —dice mi padre.

—¡Ah! —chillo, emocionada, sin poderme resistir—. ¡Son los mejores padres del mundo mundial!

Le doy varios besos a cada uno en el cachete sin importarme que Zack esté viendo todo el espectáculo y, luego de despedirse, mi padre cuelga.

—Venga, vamos a cenar —dice mi madre, poniéndose de pie y yo me excuso para ir al baño.

En realidad, lo que necesito es mi teléfono, pues me urge darle las gracias por haberlos convencido. Subo corriendo a mi habitación y encuentro mi móvil en el fondo de la mochila.

Busco rápidamente la aplicación de mensajes y el nombre de Zacky, sí, lo tengo registrado así de toda la vida y le envío un mensaje.

Yo: Gracias, gracias, gracias, mil gracias.

Inmediatamente veo los tres punticos que me indica que está escribiendo y, con impaciencia, espero su respuesta.

Zacky: Me debes una grande, mocosa.

Yo: Por supuesto.

Zacky: Y no dudes que me la voy a cobrar.

Zacky: Descansa. Nos vemos mañana.

Yo: Oye, Zacky

Escribo sin tener en claro qué voy a decir exactamente y, ante mi demora, me envía un mensaje con dos signos de interrogación.

Yo: Gracias de nuevo… Cosas como estas me dan a pensar que no me odias de verdad.

Dudo por varios segundos si mandarlo o no, pero al final lo hago.

Contengo la respiración en espera de su respuesta, pero al cabo de unos segundos tengo que soltarla, pues no lo soporto más y él no contesta, ni siquiera parece tener intenciones de hacerlo. Tal vez por eso casi se me cae el teléfono cuando comienza a sonar anunciando una llamada suya.

Me aclaro la garganta varias veces sin saber por qué y, como una estúpida, me coloco el cabello detrás de mi oreja. Ni que pudiera verme.

—¿Sí?

—Yo no te odio, Lía —dice con voz cansada y luego suspira profundo—. Ya te lo he dicho.

—Pues no parece.

—Es complicado, ¿vale? Y no te quemes más la cabeza con eso; lo importante es que sepas que no te odio.

—Solo quiero saber por qué me ignoras, Zacky.

—Hoy no lo he hecho.

—Te he impuesto mi presencia, Zack; no te he dado muchas opciones.

—El hospital es inmenso, Annalía; si me lo propongo, podríamos no vernos en todo el día.

—Te buscaría en cada rincón hasta encontrarte.

Se ríe por lo bajo y mi corazón se acelera. Llevo una mano a mi pecho, asustada ante ese comportamiento tan inusual.

—¿Por qué?

—Porque quiero a mi amigo de vuelta. Porque te he extrañado, Zacky, y me molesta pensar…

—Debo colgar, están llamando a la puerta… —dice sin más y luego cuelga.

Resoplo.

Soy imbécil. Imbécil del tamaño de la luna, así de grande.

¿Por qué demonios le dije que lo extrañaba?

Es evidente que él no se siente igual.

~~~☆☆~~~

Antes de pasar al otro capítulo quiero aclarar dos cosas...

1. Lía es rubia de ojos azules. Sé que a lo largo del libro Lo que siento cuando estoy contigo y el de los extras, en alguna ocasión la describí de ojos negros, incluso creo que de pelo negro también. Lamento la confusión, son errores que arreglaré al editar las novelas.

2. Zack tiene 24 años, no 23 como dije inicialmente (eso ya lo corregí). La novela comienza en octubre y Zack cumple los 25 el 30 de noviembre.

Aclaradas estas cuestiones, espero que les haya gustado y que disfruten el resto del maratón

Un beso

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro