Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

20. Feliz cumpleaños, Zacky

Zack:

Decir que las palabras de Lucas me sorprenden, sería quedarme terriblemente corto. Por un instante, permanezco en shock total porque, no sé qué esperaba que sucediese realmente, pero jamás imaginé una solución de esa magnitud.

Al salir de la policía, vamos directamente a mi apartamento sumidos en un silencio abismal para darle tiempo a digerir toda la información e identificar cuál será su próximo movimiento. Una vez llegamos, va directamente al refrigerador, saca una cerveza y se la toma a cuncún, luego saca cuatro, nos tiende una a cada uno y se desparrama en mi sofá como una clara invitación a conversar.

Tomamos asiento a su alrededor y esperamos pacientes a que decida hablar.

—Los Sandoval quieren muchísimo a su hija y son bastante mejores personas de lo que yo creía.

Conozco a esa familia y puedo dar fe de sus palabras, pero ¿cómo demonios llegó él a esa conclusión si se supone que lo están obligando a casarse con Tahira?

Respira profundo y centra toda su atención en mí.

—¿Sabías que estar con una menor entre dieciséis y dieciocho años, mientras te haya dado su consentimiento, solo es delito si la seduces valiéndote de tu experiencia, su inmadurez sexual o con engaños, regalos o falsas promesas?

»Es decir, que el que estés con Annalía o que yo haya estado con Tahira, no es un delito.

—Eh, estoy bastante seguro de que sí lo es.

—¿Quién te lo dijo exactamente? —Vuelve a preguntar, dejándome un poco descolocado.

Con el ceño fruncido busco en mi mente una respuesta a su interrogante, pero no consigo encontrar a una persona que me lo haya dicho o un momento específico en que eso haya podido suceder. Es de esos temas que uno sabe porque sí, porque toda la vida han sido así. Es decir, yo no sé nada de leyes, pero esa me parece una verdad universal.

—Efectivamente, nadie —responde él mismo ante mi silencio—. Simplemente, vivimos en una sociedad que ve la relación de un menor con una mayor como algo mal, incorrecto, incluso sucio, es decir, como un delito. A eso sumémosle que existe un delito al respecto y que la gente no tienen ni puta idea de leyes. No digo que esté bien que una persona de cuarenta o cincuenta años mantenga relaciones con una de dieciséis o diecisiete, supongo que ahí si interviene la ley, pero en el caso de nosotros y con la madurez que tienen Annalía y Tahira, no debería sucedernos nada.

»Todo eso lo descubrí sentado esa silla en la policía, absolutamente aterrado por mi porvenir y, para salir de dudas, le escribí a un compañero de la secundaria que es abogado. No sucede nada porque haya estado con Tahira.

Hombre, honestamente, aunque he estado preocupado por esta situación, nunca se me había ocurrido buscarlo, pues siempre he sabido que, llegado el momento, si Kyle y Addy no estuviesen de acuerdo, jamás me denunciarían.

—Entonces, ¿cómo es que terminaste aceptando casarte con la chica? —pregunta Sofía y él la mira esbozando una suave sonrisa.

—Porque la política es una de las cosas más sucias que existen y porque no podía permitir que Tahira se hundiese sola.

Vale, ahora sí no entiendo nada.

Suspira profundo.

—Cuando nos encerramos en ese despacho, el señor Sandoval me dijo hasta del mal que me iba a morir. Por un momento pensé que me golpearía, pero logró contenerse a pesar de que me dejó claro las ganas que tenía de romperme la cara. Entre las cosas que me reprochó y supongo que las que más me afectaron, fueron que era poco hombre, irresponsable e irrespetuoso por haberme atrevido a mantener relaciones sexuales con su hija en un lugar público.

»Contarles todo lo que me dijo sería perder el tiempo y no me apetece revivir exactamente ese momento. Solo les digo que me sentí como la persona más sucia y reprochable del mundo. No pude ni mirarlo a la cara.

»Me pidió que no volviese a acercarme a su hija jamás porque si bien ella seguía diciendo que yo no sabía que era menor de edad, eso no cambiaba el hecho de que había intentado follármela en el lugar equivocado. Sí usó esas palabras. Todo iba a quedar ahí, pero las cosas se complicaron cuando su jefe de campaña llamó.

»Estuvieron muchísimo rato hablando y cuando colgó, se sentó frente a mí y me dijo muy serio: “Tenemos un problema”. Les juro que mi piel se erizó en ese momento.

»La noticia de que habíamos sido pillados se había filtrado y para minimizar los daños, le dijeron que lo mejor era enviarme al matadero. No exactamente así, pero ese era el significado de sus palabras. —Suspira profundo—. La solución era denunciarme, alegar que, gracias a mi edad y experiencia, había seducido a la menor utilizando engaños para poder llevármela a la cama. Es decir, iban a montarse un cuento para que se tipificara el delito y pudieran sancionarme. De esa forma, la imagen de Tahira no se vería demasiado afectada; solo habría sido la víctima de un degenerado que se había querido aprovechar de su inocencia.

Joder. Menudo tío.

—Me dieron ganas de reír, pero no lo hice. Es que, el primer pensamiento que pasó por mi mente fue: “¿Tahira inocente? Ni de coña”. Luego interioricé el resto de sus palabras y saberme hundido me quitó la diversión.

Se encoge de hombros y no puedo evitar reír.

No sé por qué, pero no luce tan destruido como cuando salimos de la policía.

—Tahira lloró y suplicó para que no lo hiciera. Solo decía que no era justo que yo tuviese que pagar por ser su víctima; que me había mentido en todo momento porque yo le gustaba y quería estar conmigo; que sabía que si me decía que era menor yo no le habría dado ni la hora y que mi único error había sido caer en las garras de una cría mentirosa.

»Su padre no dejó de mirarme ni un segundo mientras su hija le suplicaba con desespero y yo… —Se encoge de hombros—. No podía hacer nada, solo esperar y soportar lo que sea que ese hombre decidiera hacer.

»Tahira terminó amenazando a sus padres y eso sí me sorprendió. Les dijo que, si se les ocurría hacer algo como eso, no les hablaría jamás. Que sabía que estaba bajo su cuidado porque era menor, pero que una vez se emancipara, se largaría y no le verían el pelo en la vida. Se veía fuerte y decidida.

»Ahora, denme un cocotazo para ver si acabo de entrar en razón porque, a pesar de todo, en ese momento solo quise llevármela de ahí para terminar lo que habíamos empezado.

Sebastián golpea la parte de atrás de la cabeza del italiano y este lo fulmina con la mirada.

—Para que entres en razón, idiota. Si no es suficiente, me dices, porque estoy más que dispuesto a partirte la boca.

Lucas se soba la cabeza sonriendo y yo no entiendo cómo carajos ahora está tan tranquilo.

—Cristiano mandó a sentar a su hija. Sus siguientes palabras me dejaron confundido: “Relájate, no soy ningún hijo de puta”. Me dijo que no arruinaría mi vida, pero que tampoco permitiría que la de su hija se fuera al carajo. Al parecer, ya estaban trabajando para eliminar los artículos y que la noticia no continuara extendiéndose, pero que el daño ya estaba hecho; que la identidad de su hija y su vida privada ya estaba al alcance de todos y que el tema no era algo que se fuera a olvidar pronto.

»Fue claro al decir que no consentiría que su hija fuera catalogada como puta, salida u otros derivados, que quería que ella pudiese llevar su vida en paz sin que ese escándalo la afectara y para eso necesitaba mi ayuda. Teníamos que fingir que teníamos una relación, que nos habíamos comprometido hace poco y que estábamos en el cine en una cita. Como Tahira no tiene edad legal para casarse, nuestros planes de boda están programados para dentro de unos años, cuando ella sea mayor y haya terminado su carrera. Ah, muy importante, jamás hemos estado juntos. Al final, la noticia dice que estábamos en una situación comprometedora, nada más.

—Por supuesto, no dice lo que nos dijiste a nosotros, ¿no? —pregunta Sebastián con sarcasmo—. Que ella estaba en sujetador y tu cabeza entre sus piernas.

—Por el amor de Dios, ¡Lucas! —grita Sofía y este solo se ríe.

—Se me fue de las manos. —Se encoge de hombros.

—Ya, imbécil, ríete, pero recuerda que te vas a casar —lo reprendo.

—No necesariamente. Cristiano cree que en unos años ya todo estará en el olvido y que podremos romper el compromiso. En este tiempo tenemos que dejarnos ver juntos y acaramelados. Creo que cuando nos dijo eso le salieron úlceras por lo poco que le gustó.

—Vale —dice Sebastián—. Y si todo resultó tan bien, ¿cómo es que saliste como si te fuese a dar un patatús?

—Tío, cuando nos descubrieron, pensé que estaba en problemas y cuando busqué en internet, me sentí aliviado. Luego, al ver a sus padres, pensé que no saldría muy bien de ahí; ni hablar de cuando llamó el jefe de su campaña, así que cuando me propusieron esa salida, acepté sin dudar. Además, independientemente de que Tahira me haya engañado la primera vez, hoy estaba plenamente consciente de que era menor y aun así no me detuve. Es mi culpa y no pienso permitir que ella se vea perjudicada por algo que se pudo evitar.

»Cuando salí de ese despacho solo estaba conmocionado porque, a pesar de todo, salí bien de todo este enredo.

Seguimos conversando y bebiendo por un buen rato hasta que todos se marchan a casa. Le escribo a Annalía para preguntarle cómo está Tahira y su respuesta no sé si debería hacerme gracia, pero lo hace: “Castigada hasta el quince de mayo, pero preguntándose si tiene vía libre para repetir con el italiano.”

No sé cuál de los dos tiene las hormonas más revolucionadas.

Los días avanzan y caemos en una rutina cómoda en la que cada noche comparto unos mensajes con Annalía, pero nada comprometedor. Si bien ya sé que no hay delito, mi compromiso moral para con su familia sigue igual de fuerte. Durante los días en el hospital coqueteamos un poco, pero, sobre todo, afianzamos nuestra amistad y nos permitimos recuperar todo el tiempo que perdimos durante los últimos años en los que me empeñé en mantenerla lejos.

Por otro lado, paso casi todas mis horas de descanso, incluso cuando Lía no está, con Erick. Es un niño muy inteligente y ya dice varias frases en español, en especial, que quiere mucho a su amiga.

Lucas y su prometida...

Joder, que raro suena eso.

Como decía, Lucas y Tahira pasan tiempo juntos de vez en cuando y, aunque el escándalo ha remitido, no fue tan grande como pudimos suponer, pues consiguieron contraatacar a tiempo. Eso sí, siempre hay reporteros a los que les importa un carajo todo y los siguen con pie de lupa.

La familia del italiano pega un grito en el cielo cuando se entera de lo sucedido, pero él logra calmarlos y, aunque consiguió librarse de que el padre de su prometida lo golpeara, no tiene mucha suerte con sus cuñados, pues los dos le dejan el labio roto y el ojo morado.

Sebas y yo reímos de lo lindo cuando va a trabajar al día siguiente.

Por si se lo preguntan, no, no han vuelto a estar y no porque Tahira no haya querido. Lucas dice que se muere por hacerlo, pero que está decidido a aguantar; que, si yo puedo, él también. Según tengo entendido, la pelirroja lo ha mandado a la mierda por esa razón y luego se ha propuesto hacerle la vida imposible. En palabras de mi amigo, cada vez que la ve está más hermosa y sexy.

Sí, lo sé, no va a aguantar.

—Zack, ¿me estás escuchando? —pregunta mi tutora, sacándome de mis pensamientos.

Miro a mi alrededor y me sorprende ver su despacho totalmente vacío. Hace un instante, Cristal, Linse y Sebastián estaban aquí.

—Lo siento, ¿qué decías?

Resopla ofuscada. Algo me dice que, desde que sucedió lo de la dichosa operación, no le caigo muy bien.

—Que es momento de pasar de especialidad. Te preguntaba que por cual prefieres empezar oncología o…

Dos toques en la puerta nos interrumpen, algo que sé de sobra que odia la mujer sentada frente a mí y luego de resoplar, le pide que pase.

Mi corazón sube a mi garganta al ver a Annalía a asomarse. Está llorando y eso es suficiente para que me ponga de pie y corra hacia ella sin importarme un carajo las llamadas de mi tutora. Salgo al pasillo, tomo a Annalía por los hombros y me inclino para que nuestros rostros queden a la misma altura.

—¿Qué sucede?

—Erick… —susurra y mi corazón se deboca aún más cuando solloza—. Lo van a operar mañana. Tengo miedo, Zacky.

Joder. Me ha asustado.

Suelto un suspiro de alivio.

—Es parte del tratamiento, preciosa.

—Lo sé, pero yo lo veo tan decaído… —Hace un puchero—. Me da miedo que no salga.

—Saldrá de esta, Lía —susurro.

Sé que no tengo seguridad ninguna, pero tengo fe de que así será.

—Erick es un niño muy fuerte.

—¿Y si no?

Suspiro profundo.

—Dame un segundo, ¿vale?

Ella asiente con la cabeza y yo vuelvo a entrar a la oficina de mi tutora que, desde que cambie de especialidad, ya no lo será.

—Oncología —le digo.

—No te he dicho la otra opción.

—Da igual, seguiré con esa. Empiezo el primero de diciembre, ¿no?

Asiente con la cabeza.

Bien, me quedan quince días para deshacerme de esta mujer.

—Cuando tengas los papeles listos, me avisas para firmarlos. Nos vemos.

Salgo de la oficina sin esperar respuesta y me encuentro a Annalía con la mirada concentrada en el juego nervioso de sus dedos. Tomo su muñeca y la incito a caminar detrás de mí hasta salir a uno de los pequeños jardines interiores del hospital.

La siento en un banco y me arrodillo frente a ella hasta quedar a su altura.

—Va a estar todo bien, Lía —susurro, eliminando la humedad de sus mejillas con mis pulgares—. Tienes que ser positiva, ¿de acuerdo? Él va reaccionando bien a la medicación, el tamaño del tumor se ha reducido, por eso es que van a operarlo.

—No puedo evitar preocuparme.

—Preocuparte está bien. Quieres a Erick, es lógico que te preocupes, pero no puedes permitir que él te vea así porque creerá que algo va mal. Él necesita estar tranquilo.

—Por eso vine a buscarte. —Coloca las manos sobre mis hombros—. ¿Para que me tranquilizaras un poco?

Sonrío de medio lado, feliz de saber que encuentra un poco de consuelo en mí.

—Mientras esperamos a que yo sea mayor, ¿está permitido que me abraces? —pregunta con un puchero que me hace reír y en respuesta, la atraigo a mis brazos.

Hunde la cabeza en mi cuello y se sujeta a mí como si la vida se le fuera en ello, mientras yo acaricio su cabello con delicadeza y me deleito con su olor. Se siente tan bien tenerla así entre mis brazos que creo que, después de todo, esperar no es la respuesta correcta.

Cuando consigo calmarla totalmente, vamos juntos a la sala de oncología y me permito pasar unos minutos junto a ellos. Esa noche consigo quedarme con él para no dejarlo solo y, aunque no entiendo ni carajo de alemán y él comprende poco en español, nos divertimos un poco jugando varios juegos de mesa con la compañía de otros niños. A la hora de dormir, me pide que me acueste con él, o al menos es creo entender y sonrío cuando se acurruca a mi costado.

No me suelta ni un segundo y, la mañana siguiente, somos sorprendidos por Annalía y Addy, todavía dormidos. Son las seis y cincuenta y ocho minutos cuando abro los ojos, lo que me sorprende, pero mi futura suegra me explica que Lía quería estar con el niño en todo momento y ella decidió acompañarla.

Par de horas después, cuando se llevan a Erick para el salón, los tres nos sentamos en la pequeña sala de espera y, con el transcurso del tiempo, la impaciencia de Annalía crece más y más. Para mi mala suerte, no puedo abrazarla, pues su madre no nos deja solos ni un segundo, sin embargo, cuando ya no soporto verla caminar de un lado a otro, me incorporo con ideas de calmarla.

Solo necesito decir su nombre para que corra hacia mí y se refugie en mis brazos. Sin importarme un carajo, le doy cobijo con mi cuerpo y espero que encuentre en mí el consuelo que necesita hasta que Erick salga del salón.

No se me escapa la sonrisa de su madre y eso me alivia un poco.

Gracias a Dios, la operación es todo un éxito y en la noche, aunque un poco soñoliento todavía por la anestesia general, ya conversa y sonríe ante las ocurrencias de Annalía. Alrededor de las ocho, dos de mis rubias favoritas porque sí, adoro a Addy, se despiden de mí con un beso y una vez más, me quedo con el mocoso para asegurarme de que esté bien.

Los días pasan y cada vez el pequeño alemán está mejor, aun así, debe hacer par de semanas más de quimios que lo debilitan un poco, pero los pronósticos son buenos. Si sigue así, no demorará mucho en salir del hospital, algo que tiene a Annalía un poco triste. No quiere tenerlo lejos y, honestamente, yo tampoco.

Me he acostumbrado a pasar tiempo con él y me he dado cuenta que el idioma no es impedimento para estrechar lazos de amistad y cariño y, aunque no se lo crean, me ha enseñado algunas frases para que, según él, pueda conquistar con éxito a Annalía. Digamos que el traductor de mi teléfono, él y yo, nos llevamos bastante bien.

El punto es que cree que pierdo el tiempo al no invitar a salir a Annalía. Sí, señores, un mocoso me lo dijo con todas las letras. Fue una tarde después de que ella regresara a casa, me lo dijo y como no entendí ni carajo, me lo escribió en un papel y yo lo busqué en mi teléfono. Tuve que reír y admitir que tenía toda la razón.

Desde entonces me ha estado enseñando varias frases y, para qué negarlo, la idea me ha gustado tanto, que he hecho lo mismo con otros idiomas. Todo con el objetivo de declararme el día de su cumpleaños, sin embargo, con cada día que pasa, me convenzo más de que no seré capaz de llegar allá.

Y es precisamente eso lo que me encuentro haciendo en la tranquilidad de mi cuarto, acurrucado bajo el edredón, a media noche, cuando me llega el primer mensaje.

Mamá: Felicidades para mi niño más hermoso.

Ruedo los ojos con diversión… Como si tuviese otro.

Casi al mismo tiempo, entra uno de mi hermana.

Em: FELICIDADES!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Seguido de varios stikers con besos, abrazos y corazones.

Em: ¿He sido la primera? Dime que fui la primera, por favor. Necesito ser la primera.

Me río como un tonto ante la ridícula competición que tienen los miembros de mi familia.

Lu: Mierda, he perdido. Brianna estaba llorando. Felicidades, hermanito, te quiero.

Papá: Felicidades, campeón.

Papá: ¿Quién ganó?

Papá: Yo me he quedado dormido, lo siento.

Papá: Te quiero.

Desde que tengo uso de razón, mi familia lucha por ver quién es el primero en felicitarme y los tres últimos años, ha ganado mi madre para la mala suerte del resto, pues suele sacárselos en cara el resto del día. Emma tiene la loca teoría de que ella le altera la hora a los demás celulares solo para poder ganar; algo ridículo, pero de mi madre no se puede dudar nada.

Papá: Ganó tu madre, ¿verdad?

Papá: ¿Puedes decirle que quien ganó fui yo?

Papá: Creo que no gano desde que tenías diez años y tranqué a tus hermanas en sus cuartos y a tu madre en el baño.

Suelto una carcajada al recordar ese día y el monumental cabreo que montó mi mamá. No le habló en todo el día por ser un tramposo.

Estoy a punto de contestarle, cuando otro mensaje entra, paralizándome el corazón por un milisegundo, antes de salir corriendo a todo dar. Son las doce con cuatro minutos.

Lía: Feliz cumpleaños, Zacky.

Con una sonrisa gigante en mi rostro y una calidez indescriptible recorriendo mi cuerpo, tecleo una rápida respuesta.

Yo: Gracias, preciosa.

Suspiro profundo al ver que está escribiendo y me olvido totalmente de mi familia por un rato.

Lía: ¿Quién ganó este año? ¿Aún siguen haciéndolo?

Me río por lo bajo. Cuando éramos amigos, ella también participaba y creo que mis padres han de agradecer el tiempo que la he estado ignorando, porque, por lo general, ella ganaba. Haciendo trampa, pero ganaba.

Yo: Mi madre.

Lía: Ja, Emma se enojará.

Supongo que sí.

Lía: Estaba pensando en qué regalarte.

Lía: Tengo dos opciones, la primera me gusta más.

Yo: Si a ti te gusta, a mí también.

Lía: Genial, porque la primera es un beso.

Observo el teléfono por varios segundos para asegurarme de que estoy leyendo bien y al final termino riendo. A esta mocosa le encanta provocarme y cada vez que lo hace se me hace más difícil negarme.

Yo: Disfrutas provocándome, ¿verdad?

Lía: Obvio, pero lo disfrutaría más si al final consigo darte el regalo.

Yo: Creo que ese sería, sin dudas, el mejor de todos.

Lía: Pues te lo daré.

Suspiro profundo. Cuanto me gustaría.

Yo: Si vuelvo a probar tus labios, mi resolución de hacer las cosas bien se irá a la mierda, preciosa.

Lía: Precisamente ese es mi objetivo, precioso.

Me río. Joder, conversar con ella, ya sea de frente, por teléfono o por mensajes, es un soplo de aire fresco. Nadie tiene tanta facilidad como ella para sacarme sonrisas.

Yo: Ya llegará el momento y te prometo que valdrá la pena tanta espera.

Lía: *insertar suspiro dramático*. Ok, te esperaré.

Lía: Felicidades, Zacky.

Yo: Gracias. Duerme bien.

Le deseo una vez más a pesar de haberlo hecho antes de acostarme, tal y como llevo haciendo durante el último mes.

Lía: Nos vemos más tarde.

—Nos vemos. Tal vez no haya que esperar tanto —susurro en el silencio de mi habitación y me dispongo a contestarle a mi familia.

~~~£~~~

Si Dios quiere, en un rato tendremos otro.

Las quiero

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro