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18. Celos

Annalía:

“Lo sé; pero al menos no me sentiré tan mal cuando me pare frente a tu padre y le diga que me he enamorado de ti”.

“Lo sé; pero al menos no me sentiré tan mal cuando me pare frente a tu padre y le diga que me he enamorado de ti”.

“Lo sé; pero al menos no me sentiré tan mal cuando me pare frente a tu padre y le diga que me he enamorado de ti”.

Mamacita santa.

Está enamorado de mí.

Digo, eso es lo que significa, ¿no?

Observo nuevamente la puerta por la que ha desaparecido y me obligo a despertar del letargo en el que me indujeron sus palabras.

Joder.

Zack está enamorado de mí.

Soy correspondida.

Siento mis labios extenderse en una sonrisa y me pregunto qué tan loca parecería en estos momentos si escenifico el ridículo baile que suelen usar Zion y mi padre cuando se salen con la suya.

“Lo sé; pero al menos no me sentiré tan mal cuando me pare frente a tu padre y le diga que me he enamorado de ti”.

¿Les ha sonado a ustedes tan lindo como a mí?

ESTÁ ENAMORADO DE MÍ, ¿entienden?

¡DE MÍ!

“Está mal salir con una menor de edad. No son uno, dos o tres años, Lía, son casi ocho y, eso, a los ojos de la ley, es un delito”.

Frunzo el ceño al recordar sus palabras.

¿Delito? ¿A quién le importa?

Mis padres no lo van a denunciar y yo, definitivamente, tampoco; sin embargo, conozco a Zack y lo estúpidamente correcto que puede llegar a ser a veces. Algo que, sin dudas, mis padres como futuros suegros, adorarían, pero que yo, como futura novia, detesto.

¿Cómo se supone que voy a esperar tres meses si desde que me besó lo único en lo que puedo pensar es en repetir?

Hostias.

Respiro profundo. Supongo que no me quedará de otra que hacer de tripas corazón, entender su postura y, por consiguiente, esperar a mis malditos dieciocho años.

Sin embargo, a pesar de haber llegado a esa conclusión, con el curso de las horas, mi resolución comienza a flaquear mientras el enojo va en aumento.

¿Por qué tenemos que esperar?

Si yo le gusto y él me recontra gusta, ¿por qué diantres hay que esperar tres meses?

¿Por qué no andamos a escondidas?

Digo, si lo que le preocupa es presentarse a mis padres como mi novio cuando ya nuestra relación sea legal, bien; pero, ¿por qué privarnos de lo que los dos deseamos por esa tontería?

Porque es una tontería, ¿verdad?

Podemos mantenerlo oculto; besarnos hasta que nos falte el aire, acurrucarnos en el sofá de su casa mientras vemos una película y no digo hacer el amor porque algo me dice que eso sí no sucederá hasta que llegue el maldito treinta de enero; sin embargo, mientras tanto, podemos probar otras cosas. Necesito aprender mucho y estoy convencida de que él será un excelente profesor.

Sí.

Decidido.

No hay que esperar tanto tiempo para ser feliz.

Zack tiene que dar su brazo a torcer.

El problema es ¿cómo?

Necesito a Tahira.

Gracias a Dios, llegan las cinco de la tarde y, por consiguiente, la hora de regresar a mi casa, así que luego de un beso y un fuerte abrazo a ese pequeño que se ha robado totalmente mi corazón, salgo del hospital.

No me despido de Zack porque me da un pelín de timidez después de su confesión que sé que se le ha escapado y, por la forma en que se fue, sé que él también está avergonzado. Así que prefiero esperar a mañana, cuando su confianza regrese y ya yo tenga seguro cuál será mi próximo movimiento.

El camino de regreso a casa se me hace extremadamente largo mientras los sucedeos de los últimos días dan vueltas y vueltas por mi mente; desde sus besos esa noche del carnaval, hasta sus palabras hace unas horas.

Cuando llego, me sorprendo al ver el auto de mis padres y de mi hermano en el parqueo. Es raro, a esta hora siempre están trabajando.

—¿Qué estrella se va a caer? —pregunto desde que entro a la cocina y los veo a los tres, alrededor de la isla, bebiéndose unas cervezas.

Le doy un beso a cada uno, quedando entre mi madre y mi hermano.

—Hola, mocosa, ¿qué tal tu día? —pregunta Aaron con su sonrisa más hermosa.

—Bien, ¿qué haces aquí?

—Me han invitado a cenar.

—¿Y Emma y los niños?

—De camino.

Asiento, contenta, de tenerlos aquí.

Mi madre coloca sus manos sobre mis hombros y me da un beso en la cima de mi cabeza.

—¿Por qué no te das un baño y te unes a nosotros?

—¿Celebramos algo y lo he olvidado?

—Para nada —dice mi padre sonriendo—. Tu hermano está aquí porque adora la comida de Pepa y desea comerse las sobras de ayer.

Me río por lo bajo.

Si hay un recuerdo que tengo de mi hermano de toda la vida, es de él comiéndose a escondidas las delicias de mi nana; así que no me sorprende para nada.

—Voy a bañarme.

Le doy un beso a los tres y salgo de la cocina. En el camino hacia las escaleras, saco mi celular y le escribo un mensaje a mi mejor amiga: “Tienes cinco minutos para estar en mi casa”.

Bloqueo el teléfono y, cuando llego a mi habitación, suelto mis cosas en una esquina. Me quito los zapatos y preparo la ropa para darme un baño reparador y quietarme el hedor a hospital; sin embargo, no he conseguido preparar todas mis cosas, cuando siento un tropelaje en el piso de abajo.

—¡¿Por qué corres?! —Escucho preguntar a mi hermano, al mismo tiempo que alguien sube las escaleras a toda velocidad.

Me detengo en el centro de mi habitación, observando con detenimiento la puerta y, unos segundos después, se abre.

Tahira, con su larga cabellera toda despeinada, un short azul claro con manchas de pintura roja, uno que conozco a la perfección por ser víctima de un juego hace como cuatro años; una blusa que deja al descubierto su vientre plano y sus chancletas de andar en la casa, me observa detenidamente.

—¿Sucede algo? —pregunto y ella entorna los ojos.

—Me enviaste un mensaje que dice que tenía cinco minutos para estar aquí —responde con la respiración entrecortada mientras levanta su teléfono—. Tardé solo cuatro minutos con treinta y siete segundos.

Presiono los labios para no reír.

—No era necesario correr.

—¿Estás de coña? —Se adentra en mi habitación y cierra detrás de ella—. Llevo el puto día esperando tu llamada para saber si conseguiste hablar con Zack. Obvio que iba a correr.

Se sienta en mi cama cruzando los pies debajo de ella.

—¿Y ni siquiera pudiste cambiarte de ropa? —pregunto con diversión porque Tahira es la mejor amiga y persona que podrás conocer jamás, pero es de la opinión de que, aunque sea para ir a la esquina, tienes que estar presentable y, justo en estos momentos, es un desastre.

Mira sus fachas y hace una mueca.

—Más te vale que el chisme valga la pena, Annalía Andersson Scott.

Sin dejar de reír, dejo mis cosas sobre mi escritorio y me siento frente a ella para contarle los sucesos del día.

—Sin entender del todo su postura, le pregunté si le quedaba claro que, aunque yo cumpliera los dieciocho, seguiríamos llevándonos más de siete años y, ¿sabes qué me dijo?

—Deja de hacer preguntas estúpidas; si supiera, no me tendrías aquí con el culo apretado en espera.

—¿Con el culo apretado? —pregunto, riendo.

Ella tiene cada cosa.

—Impaciente, Annalía, impaciente. ¿Qué te dijo?

—Que sí lo sabía, pero que al menos así no se sentiría mal cuando se parara frente a mi padre y le dijera que se había enamorado de mí.

Tahira chilla de emoción y yo debo cubrirme los oídos un instante. Salta sobre el colchón mientras aplaude y ríe. Tal parece que se lo dijeron a ella y no a mí.

—¡Es tan tierno!

—Eso significa que está enamorado de mí, ¿verdad? —pregunto un poco nerviosa, no vaya a ser que me esté haciendo toda una película en mi mente y esa haya sido solo una forma de hablar.

—Obvio que sí, cariño. Zack Bolt Kanz cayó redondito a tus pies. ¿Qué hiciste tú?

—Nada, me quedé perpleja intentando digerir la información y, para bloquearme aún más, acunó mis mejillas y me dio un beso casto en los labios. Juro que pensé que me iba a morir.

—Madre mía, lo que habría dado yo por estar ahí. ¿Qué más?

Suspiro profundo.

—Dijo que esperaba que pudiese entenderlo y se marchó.

—¿Y qué vas a hacer ahora?

—Al principio decidí que esperaría, pero luego me di cuenta de que no quiero esperar; de que es absurdo estar los próximos tres meses separados si ambos nos gustamos. Quiero estar con él, el lío es cómo lo convenzo. Por eso te cité aquí. Necesito de tu brillantemente macabra cabeza para hacer que Zack Bolt deje de ser tan correcto y acepte ser mi novio.

—Y que te coma completita. —Aporta, mientras mueve sus cejas arriba y abajo.

—Y eso también. —Concuerdo sin dejar de reír.

—Ok, pero necesitaremos ayuda.

Frunzo el ceño sin entender.

—Necesitamos a alguien que entienda la mentalidad de los hombres.

Se queda pensando por unos segundos y me sorprendo cuando, de repente, da una palmada y se levanta de la cama en dirección a la puerta.

—¿A dónde vas? —pregunto, pero ya mi amiga ha abandonado mi habitación.

Un minuto después, regresa, pero para mi absoluta estupefacción, arrastra consigo a mi hermano.

Mierda.

Tahira cierra la puerta cuando ya están dentro, se dirige a mi escritorio, aparta la silla dejándola frente a la cama y obliga a Aaron a sentarse. Luego se acomoda a mi lado.

—¿Se puede saber qué sucede?

—Sí, necesitam… necesito tu ayuda. Eres hombre y, por tanto, sabes cómo piensan los de tu especie, así que necesito tu consejo.

—Ok —murmura sin estar muy convencido.

Tahira se acomoda a mi lado y yo solo quiero desaparecer.

—Tú dirás.

—Hay un chico que me gusta —dice la loca de mi amiga mientras mi corazón late a millón.

Algo me dice que esto no va a salir muy bien.

—Ajá.

—Y sé que yo le gusto también.

—Ajá.

—Pero es mayor que yo.

Mi hermano frunce el ceño y yo quiero golpearla. Esto va a salir mal, muy, muy, pero muy mal.

Intercala la mirada entre nosotras y yo solo espero que no note mi nerviosismo.

—¿Qué tan mayor?

—Bastante.

—¿Qué tanto?

—Más de cinco años.

Aaron abre los ojos de par en par.

—Pero menos de diez. —Aporto yo porque tampoco es necesario que piense que es un viejo.

Asiente con la cabeza.

—¿Siete u ocho más o menos? —pregunta y yo trago saliva con fuerza.

—La edad exacta no es tan importante —responde Tahira—. Resulta que el otro día nos besamos y…

Un ataque de tos sobreviene a mi hermano y, cuando consigue recuperarse, me mira.

—¡¿Se besaron?!

—Ellos se besaron —respondo con rapidez, señalando a mi amiga con un dedo y por un segundo temo que mi corazón vaya a estallar en mi pecho.

—Cierto… Ellos. —Regresa la mirada a Tahira—. Continúa, por favor.

—Pues eso; nos besamos y por su reacción, yo supuse que me pediría salir con él, pero no. El muy desgraciado me dijo que yo le gustaba, pero que teníamos que esperar a que yo fuera mayor de edad.

—¿Y tú no quieres? —pregunta Aaron y no sé si son ideas mías, pero creo que toda esta situación le divierte un poco.

—¡Obvio que no! Quedan meses para mi cumpleaños, Aaron, y él me gusta mucho. ¿Entiendes?

Asiente con la cabeza.

—¿Y qué piensas hacer?

—Precisamente en eso quiero que me ayudes. ¿Cómo puedo hacer que deje esa tontería de esperar a que yo sea mayor de edad?

Mi hermano se acomoda en la silla.

—A ver, Tai, ¿te has puesto a pensar que tal vez haya tomado esa decisión porque es delito salir con una menor de edad? Mucho peor si hay tanta diferencia como dices.

—Delito podría ser si tuviéramos sexo, pero yo no estoy hablando de eso.

Mis mejillas se sonrojan ante la facilidad que tiene para hacer ese tipo de comentarios y no es que yo sea mojigata, pero, joder, es mi hermano.

—Solo quiero ser su novia; besarlo cuando se me venga en gana, salir juntos, tomarnos de la mano, yo qué sé. Lo que sí no quiero es que estemos separado y que venga una arpía con cara de cacatúa y se lo robe.

Tanto mi hermano como yo, reímos. Yo porque sé que se refiere a Cristal, y él, supongo que por su puchero dramático. Juro que, si no supiera que es mi historia, creería que está realmente dolida y enfadada por esta situación.

—Tahira, si viene una chica y se lo roba, es porque no estaba realmente interesado en ti.

—Aun así, no quiero correr el riesgo.

Suspira con dramatismo y Aaron se ríe.

—Celos.

—¿Celos? —pregunto como una tonta.

—Sí, demuéstrale que es él el que te puede perder a ti y te prometo que no soportará esperar a que seas mayor de edad.

Trago saliva porque me pone muy nerviosa que, aunque supuestamente le está dando el consejo a Taira, me está mirando a mí.

—Hostias, ¿cómo no se me ocurrió antes? —pregunta Tai, llamando su atención.

Yo suspiro aliviada.

—Pero que sea con alguien de tu edad, Tai. Así él comprenderá que tiene un rival que comparte no solo tu tiempo, sino también tus mismos intereses y ya verás.

—¿En serio lo crees?

—Sí, en ese aspecto, los hombres somos muy básicos.

Tahira sonríe ampliamente y, con rapidez, se levanta de la cama. Coge a mi hermano por una mano y, a rastras, lo saca de la habitación.

—Gracias por tu consejo —dice e intenta cerrarle la puerta en las narices, pero él la detiene con una mano.

—Un segundo.

Tanto yo como Tahira lo miramos con el ceño fruncido.

—Hace un rato mencionaste que él dijo que le gustabas.

Mi amiga asiente con la cabeza.

—¿Te lo dijo con esas palabras?

—En realidad, dijo que estaba enamorado de mí.

—¿Qué dijo qué? —Aaron parece realmente sorprendido—. ¿Cuándo?

—¿Hoy?

—¿Lo dices o lo preguntas?

—Adiós, Aaron.

Y esta vez sí le cierra la puerta en las narices.

Mi amiga, con esa sonrisa macabra que suele dedicarme cada vez que un mal plan se le cruza por su descabellada mente, se voltea hacia mí.

—Ya lo escuchaste. Hay que darle celos a Zack y creo que tengo el candidato perfecto.

Madre santa. Miedo me da lo que sea que se le haya ocurrido.

Tahira comienza a caminar de un lado al otro de mi habitación y la conozco lo suficiente como para saber que su mente anda armando el plan perfecto para que Zack termine admitiendo que esto de esperar es una tontería.

Su teléfono comienza a sonar.

—Tai, te llaman. No está registrado.

—Contesta tú —responde sin siquiera mirarme mientras cuenta sabrá Dios qué cosa con sus dedos.

Descuelgo la llamada y pongo el altavoz.

—Hola, ragazza, o debería decir Tahira —dice una voz al otro lado de la línea que me resulta absurdamente familiar, antes de que yo pueda emitir sonido alguno y juro por Dios que nunca había visto a mi amiga moverse tan rápido como cuando se lanza a la cama, me arrebata el móvil y cuelga con abismal precisión.

Sus ojos, abiertos de par en par, me mirar con terror.

Por unos segundos la habitación se queda en silencio total, hasta que el timbre del móvil vuelve a sonar. Tai mira la pantalla y hasta yo me asusto cuando veo sus manos temblar.

—Mierda, mierda, mierda, mierda.

—¿Qué sucede?

—Ay, Lía, estoy metida en un gran, gran, pero gran problema.

La llamada se cae y un segundo después vuelve a sonar.

—Contesta.

—¡No!

—¿Por qué? ¿Quién es? —pregunto, porque si bien su voz se me ha parecido a la de cierto italiano, es imposible, ¿no?

¿Por qué él la estaría llamando?

La llamada se cae y ambas nos quedamos observando el celular por un minuto, hasta que aparece la notificación de un mensaje.

Tahira me lanza el móvil.

—Léelo tú.

Nerviosa, porque, joder, que Tahira esté asustada, significa problemas de verdad, desbloqueo el celular y busco la aplicación de mensajes.

—“Si fuiste tan valiente ayer como para mentirme en la cara; espero que seas igual para contestar mi llamada”.

Miro a mi amiga y me sorprendo al verla con los ojos aguados.

—Tahira, me estás asustando. ¿Quién es el chico y por qué dice que le mentiste?

—Es Lucas.

Mierda.

—Lucas. ¿El amigo de Zack?

Asiente con la cabeza.

Ay Dios.

—Ayer se acercó a mí; me coqueteó y es tan guapo y tan sexy que caí redondita y cuando me habló en italiano juro que me derretí. Entonces le mentí diciéndole que tenía dieciocho años y nos acostamos y…

—¿Qué has dicho? —pregunto, con el corazón acelerado.

—Que nos acostamos y, madre mía, Annalía, ese tipo es increíble en la cama. Juro que…

El teléfono vuelve a sonar interrumpiendo sus palabras.

—Mierda, ¿qué hago? —pregunta, llevándose las manos a la cabeza.

—¿Contestar?

—¿Y qué le digo?

—¿La verdad? Aunque, por su mensaje, algo me dice que ya lo sabe.

—Definitivamente. Ayer no le di ni mi número ni mi nombre. Que hoy sepa los dos me dice que habló con Zack. Madre mía, ¡qué vergüenza! ¿Y si lo bloqueo?

—¿Estás de coña? Conozco al italiano; no va a descansar hasta que hable contigo y eres mi mejor amiga, él el de Zack. Si las cosas entre nosotros funcionan, ustedes se verán más de una vez. No podrás ignorarlo por siempre.

—Ay Dios, tienes razón.

La llamada se cae y por un segundo tengo la esperanza de que se haya aburrido y no vuelva a insistir, pero, por supuesto, el italiano no se rinde.

—Contesta —la incito.

Ella respira profundo par de veces y acepta la llamada poniéndola en altavoz.

—Ho… Hola.

—Hombre, pero si la niña se decidió a contestar —comenta el italiano con evidente sarcasmo y mi amiga entrecierra los ojos.

Ay, Lucas, no te recomiendo hacerte el gracioso.

—¿No piensas disculparte?

Sip, el chico está cabreado; aunque no es para menos.

—¿Por qué?

—Ho cagato su sua madre (Me cago en su madre).

Arqueo mis cejas y Tahira me mira buscando la traducción que, sabiendo que estoy avivando a la fiera, articulo con mis labios.

Tai se muerde el labio con fuerza para evitar decir lo que sea que se le haya venido a la mente y supongo que, si se está conteniendo, es porque sabe que actuó mal.

—¿Cómo que por qué?

—Sí, ¿por qué debo disculparme exactamente? Tú querías acostarte conmigo y yo contigo. Lo hicimos, lo disfrutamos y finiquito.

—Así de fácil, ¿no?

Mi amiga asiente con la cabeza aun cuando él no puede verla.

—¿Y dónde dejamos la parte de tus mentiras? Maldita sea, tienes diecisiete años, ¡eres una niña!

—Tampoco exageres. Mi edad es solo un número, hace mucho tiempo que no soy una niña y si lo que te preocupas es buscarte problemas, no pasará. Lo que sucedió entre nosotros no se va a repetir porque, si recuerdas la parte en que prometimos no pillarnos, ¿verdad?

»Y, por otro lado, yo no se lo diré a nadie. El asunto muere aquí, ragazzo.

Su mirada se encuentra con la mía, buscando confirmación a su expresión y yo levanto mis dos dedos pulgares.

—Claro, es muy sencillo para ti porque no cometiste ningún delito…

—Madre mía, pero ¡qué enredada se dan los tíos por una tontería!

Aquí vamos. Ya perdió la poca paciencia de la que suele disfrutar.

—¿Qué delito ni qué ocho cuartos? No va a pasar nada. Nadie te va a acusar y tampoco eres el primer mayorcito con el que me acuesto, así que relájate un tantito.

Ja, eso sí es mentira. Sí ha estado con chicos de dieciocho, pero jamás uno tan viejo como Lucas. Vamos, que tampoco es que sea viejo.

—¿Y a los otros también los engañaste?

—No creo que sea problema tuyo, cara bonita; pero para que veas que soy buena, te voy a contestar. —Se levanta de la cama y se pasea por toda mi habitación—. Sí, les dije que era mayor de edad, pasamos un rato súper divertido y cuando se enteraron de mi mentirilla, no se comportaron como nenazas lloronas. Al contrario, quisieron repetir.

Abro los ojos de par en par y evito reír ante la cara de maldita que pone. La desgraciada quiere repetir. Se encoge de hombros.

—Ya, pues eso no va a volver a pasar —responde el italiano y, como creo que ya lo conozco un poco, me atrevería a decir que no suena muy convencido.

—Y precisamente eso es lo que te duele, raggazo. Que sabes que no va a haber una segunda vez.

—Si decides pensar así para sentirte mejor, problema tuyo.

—¿Qué? ¿Ahora el mentiroso eres tú? ¿Cómo es que sabes mi nombre y tienes mi número, Lucas?

El chico no dice nada y ella sonríe ampliamente.

—Dado que no fue mi mejor amiga, apuesto todo lo que tengo a que se lo pediste a Zack y ahí descubriste que yo era menor de edad. Te lo dije, Lambordi, detesto el drama y que los tíos queden prendados por una sola vez y tú no has sido la excepción. Quisiste repetir, pero se te jodieron los planes y eso es precisamente lo que te duele, guapo. Así que solo te quedan los recuerdos y la compañía de tu mano. Ahora déjame en paz.

Y cuelga.

Tahira se lanza nuevamente sobre mi cama.

—Madre de Dios, Annalía, me va a dar un infarto —dice con su nivel de drama por los elementos, mientras sujeta el móvil contra su pecho—. Es que me tiembla todo.

Extiende una mano para demostrarlo y tiene toda la razón.

—¿Sabes qué es lo peor de todo? —pregunta—. Que yo también quería repetir.

Hace un puchero de lo más adorable haciéndome reír.

—Venga, voy a darme un baño mientras me cuentas qué demonios sucedió ayer y quiero detalles, muchos detalles Tai.

Cojo mis cosas, voy al baño y luego de desnudarme entro a la ducha mientras ella se sienta en la tasa a hacerme la historia con pelos y señales.

Cuando termino, me visto y la dejo asaltar mi armario en busca de algo un poco más decente para poder cenar junto con nosotros.

Las horas pasan con rapidez hasta que nos quedamos solos mis padres y yo y luego de darles un beso gigante y desearles las buenas noches, voy a mi habitación.

Me lanzo a la cama con la última novela de Daniela que comencé a leer ayer y ya me tiene subiéndome por las paredes y alrededor de media hora después, mi teléfono suena avisándome de la entrada de un mensaje. Mi corazón late acelerado al ver el nombre del remitente.

Zacky: Dulces sueños, preciosa.

Una sonrisa gigante se abre paso en mi rostro y, con dedos temblorosos, le respondo:

Lía: Gracias. Duerme bien tú también.

Espero unos segundos para ver si recibo otro, pero no tarda en aparecer el letrero que me avisa que se ha desconectado.

Si bien me hubiese gustado hablar con él un rato, no me puedo quejar porque el solo detalle de haberse acordado de mí, me llena de felicidad.

Para mi sorpresa, ese gesto se repite cada noche por los próximos días dejándome en cada ocasión con una sonrisa gigante y una calidez en el pecho difícil de explicar. Los mensajes no pasan de las buenas noches, pero saber que se acuerda de mí constantemente es lo que lo hace tan especial.

Llega el treinta y uno de octubre, Halloween, una fecha significativa en mi familia y, aunque estaba ansiosa pues deseaba pasar tiempo con Zack fuera del hospital, no es posible, pues un accidente en horas de la tarde, lo obligan a él y a sus amigos a trabajar durante toda la noche. En esta ocasión, su mensaje llega alrededor de las tres de la mañana y no lo veo hasta el día siguiente.

El sábado Tahira me llama para planear una salida al cine con el chico que tontea a cada rato y un amigo. Ella ha estado enredada con trabajos de controles en la escuela y por eso no hemos podido poner en práctica el consejo de Aaron de darle celos a Zack. Y así es como al día siguiente, alrededor de las cuatro de la tarde, mi amiga y dos chicos que en mi vida había visto, me pasan a recoger.

Está de más decir la cara de mala leche con la que los mira mi padre y que les advierte de las consecuencias que tendrán al no cuidarnos o pasarse de listos con nosotras. Los muchachos, aterrados, solo pueden asentir con la cabeza y cuando salimos de mi casa, me permito respirar con alivio. Por un momento pensé que saldrían corriendo por el miedo.

Se preguntarán, cómo nos la vamos a arreglar para que Zack sepa de nuestra cita, ¿no?

Bueno, Tahira es de la opinión de que mi familia es chismosa en exceso y pronto cada miembro sabrá que la pequeña de los Andersson, ha tenido una cita. Y si eso no funciona, pues ella misma se encargará de decírselo.

Honestamente, no me hace ninguna gracias salir con tío que no conozco, pero supongo que puedo soportarlo si el resultado final es Zack admitiendo que no puede esperar a mi cumpleaños para convertirse en mi novio.

Cuando llegamos al cine, Diego, el amigo de Tahira y Nico, mi supuesta cita, se dirigen a comprar palomitas y refrescos, mientras Tai y yo escogemos la película. Para no variar, tardamos bastante en ponernos de acuerdo, pues, mientras a mí me gustan las románticas, ella prefiere las de fantasía y, para colmo, ahora tenemos que tener en cuenta el gusto de dos extraños.

Al final nos decidimos por una de brujos y como en la portada hay un chico y una chica, me gustaría pensar que se enamoran.

—¿Listas? —pregunta Nico cuando llegan a nosotras.

Asiento con la cabeza y me permito devolverle la sonrisa que me brinda. La verdad es que es un chico bastante guapo. Pelinegro, de piel morena, ojos color café, alto y si bien no es tan fuerte, tampoco es tan delgado. Tiene un arete en su oreja derecha, detalle que a mi padre no le gustó mucho y su sonrisa es cálida, pero tiene un problema. No es Zack y, por tanto, no me interesa.

—¿Qué veremos? —pregunta, intentando mirar los tiques que sostiene Tahira en sus manos.

—“El aquelarre” —responde ella.

—Dicen que es buena —comenta Diego mientras nos encaminamos a la sala cuatro—. Mi hermano la vio hace unos días y me la recomendó.

—Genial entonces —murmura mi amiga.

—¿Annalía? —preguntan detrás de mí y me detengo ipso facto.

Mi cuerpo se yergue y mi corazón se desboca mientras reúno el valor para enfrentarme al chico que tiene mi mundo de cabezas desde hace unas semanas.

—Oh, mierda —murmura Tahira a mi lado.

Trago saliva y me volteo.

Zack, Lucas, Sebas y Sofía nos observan con ligera sorpresa.

Corrección.

Zack parece enojado; Lucas fulmina a Tahira con la mirada y Sebas y Sofía, si bien parecen un poco sorprendidos, a mil leguas se nota que esto les divierte.

—Tú y yo tenemos que hablar —dice el italiano y por el rabillo del ojo veo a mi amiga tensarse.

—Tú y yo no tenemos nada de qué hablar.

—Oh, yo creo que sí. Puede que me hayas bloqueado, cariño, pero ahora no tienes escapatoria.

Miro a mi amiga con sorpresa. ¿Lo ha bloqueado? ¿Cuándo?

—¿Qué? Es un intenso. —Se encoge de hombros y Sebastián no se mide a la hora de reírse. Su esposa sí es un poco más sutil.

—Eh, ¿los conocen? —pregunta Diego.

—Sí, pero no son nadie importante —responde mi amiga, apoyándose en el pecho del chico a su lado.

Lucas los observa con los ojos entrecerrados.

—Él es Zack, el primo de Annalía.

—No somos primos —responde él y yo lo secundo en mi pensamiento.

Definitivamente no somos primos.

Tahira se limita a rodar los ojos.

—Ellos son sus amigos. ¿Qué hacen aquí?

—Ver una película, ¿qué más? —responde el italiano mientras yo procuro no mirar a Zack.

—Perfecto. Vayan a ver su película, nosotros estábamos a punto de entrar.

Tahira se da la media vuelta con intenciones de continuar su camino, pero la voz de Sofía la interrumpe.

—Nosotros también veremos la misma. Tal vez podríamos unirnos.

—No creo que a Zack y a Lucas les guste la idea de ser la tercera rueda.

—Por si no se han dado cuenta, iban a ser la tercera rueda de nosotros —comenta Sebastián.

—Es una salida de amigos, idiota —se queja Lucas.

—Bueno, lo que sea que vayamos a hacer, debemos hacerlo ya. —Interviene Nico mirando su reloj—. La película está a punto de comenzar.

—Veámosla juntos —dice Lucas y, sin más, comienza a caminar hacia la sala cuatro.

Suspiro profundo y me dispongo a seguirlo, cuando Zack me sostiene por una mano. Lo miro por encima de mi hombro y él está concentrado en el resto del grupo que se aleja de nosotros sin percatarse de que nos hemos detenidos.

—Pensé que ibas a esperar —murmura y yo centro toda mi atención en él—. Sé que nunca lo dijiste exactamente, pero tampoco te negaste; así que supuse que estabas de acuerdo conmigo.

Trago saliva con fuerza ante su mirada dolida y por un segundo maldigo a mi hermano por habernos dado esta idea. Suspiro profundo mientras mi corazón late a todo dar, no sé exactamente si por los nervios o por la leve caricia de su dedo pulgar sobre mi muñeca.

—Esperaré.

—No es esa la sensación que me das en estos momentos.

Nuestras miradas se encuentran por un milisegundo y yo tengo que apartarla ante la intensidad de la suya.

—No hay nada entre Nico y yo.

—¿Y él lo sabe?

Ambos miramos al susodicho que nos observa con el ceño fruncido y yo vuelvo a concentrarme en Zack.

No me gusta verlo así. Es decir, sé que el plan original era ponerlo celoso, pero siempre pensé que se enteraría, le molestaría y ya, no que se aparecería aquí por casualidad. Digo, porque no es casualidad, ¿no?

No creo posible que él haya decidido venir al cine el mismo día y a la misma hora en que yo, supuestamente, estoy en una cita.

—Escucha, Zacky. Tahira lleva días insistiendo en esta salida porque Diego le gusta, pero Nico, su primo, está aquí de visita. Ella me pidió salir los cuatro para entretenerlo mientras ella pasa el rato con el chico que le gusta —miento descaradamente.

No tengo ni idea si esos dos son amigos o familia y tampoco me interesa; de lo único que estoy segura es de que no voy a seguir prolongando esta situación. Da igual si desmiento que estoy en una cita, ya Zack sabe que existe la posibilidad de que, durante este tiempo de espera, aparezca algún chico y capte mi atención. Por el momento, eso es suficiente.

—No hay nada entre él y yo.

—¿Segura? —pregunta, aunque, por su sonrisa, sé que me cree.

—Por supuesto. Es que hay un rubio con los ojos negros más lindos del mundo que me trae loca desde hace un tiempo. Además, besa de muerte.

—¿De muerte? —pregunta, jalándome hacia él, de modo que nuestros rostros quedan a escasos centímetros.

—Sí, resulta que, desde que me besó, no hago otra cosa que pensar en repetir.

Sosteniéndole la mirada, me muerdo el labio inferior.

—Estoy convencido de que a él le sucede igual.

Coloco mi mano libre sobre su hombro en busca de un poco de equilibrio, pues tanta cercanía ha aflojado mis piernas.

—No sé por qué, pues yo estoy cien por ciento disponible para cuando él quiera repetir. Lástima que le de tanta importancia a un número.

—Pensaba que me entendías —susurra sin dejar de mirar mis labios.

Mierda. Qué me bese de una puta vez y acabe con mi tortura.

—Y te entiendo; pero eso no significa que me agrade.

Respiro profundo y, colocándome en puntilla de pie, me acerco hasta que nuestras narices se rozan.

—Quiero besarte, Zacky; justo ahora, me muero por hacerlo…

Saber que lo tengo tan cerca, solo me dan deseos de eliminar el escaso espacio que nos separa y comerle la boca como ansío, pues sé que él no me va a alejar. Sin embargo, también sé que luego se va a sentir culpable y no quiero eso.

Necesito que cuando vuelva a besarme, sea porque así él lo decidió y está dispuesto a enfrentar hasta la última de las consecuencias, así que, muy en contra de mi voluntad, doy un paso atrás.

—Pero soy menor y tengo que aguantarme.

Me encojo de hombros y la piel se me eriza al ver sus ojos nublados por el deseo.

—Tres meses… —Suspiro con dramatismo—. No tengo mucha paciencia, Zacky.

Sonrío dulcemente y como me gusta dejarlo descolocado, deposito un beso en la palma de mi mano derecha y luego la llevo a sus labios.

Le guiño un ojo y me doy la vuelta para alejarme a toda velocidad.

~~£~~

Hola, espero que les haya gustado.

Un besote bien grande

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