13. Carnaval
Annalía:
—Cuando te bese, Annalía. El día que eso pase, te va a encantar.
Como si sus palabras no fuesen lo suficientemente desconcertantes, deposita un beso en mi frente y se marcha como alma que lleva el diablo, dejándome con el corazón en la garganta amenazando con salirse en cualquier momento y la mente en shock total.
Joder.
¿Me quiere besar?
Desde el lunes ha estado enviándome indirectas camufladas con bromas, pero aquí se saltó la sutileza y fue directo, decidido a dejarme sin palabras, algo que no suele ser muy común.
Miro la puerta de su habitación por la que ha desaparecido hace unos segundos y llevo mi mano a mi pecho como si de esa forma pudiese calmar ese órgano que corre despavorido en mi interior.
Joooodeeeer.
ZACK ME QUIERE BESAR… ¡A MÍ!
Necesito hablar con Tahira.
Voy a mi habitación y sin perder tiempo, me lanzo a la cama. Cojo el celular que reposa en la mesita de noche y le marco a mi amiga.
Un tono, dos tonos, tres tonos.
—Vamos, Tai, responde —susurro.
Cuando creo que la llamada se va a caer, contesta.
—Oye, Lía, te quiero mucho, cariño, pero este es un muy, muy mal momento. Estoy con Marcos y…
—Zack me quiere besar. —La interrumpo sin ser capaz de interiorizar sus palabras y que, por lo jadeante que suena, debo haberle frustrado el momento.
—¡¿Qué?! —grita y debo alejar el móvil de mi oído por la impresión.
Al otro lado de la línea se escucha un forcejeo, la voz de un chico quejándose y su clara pregunta: “¿Qué coño pasa?” En cualquier otro momento me reiría, pero sigo en shock.
—Lo siento, Marcos, tendremos que terminar luego. Es una emergencia.
—No digas tonterías. —Se escucha un poco más lejos.
—No lo son.
Más forcejeo. Alguien jadea y no creo que de placer.
—¿Has visto dónde terminaron mis bragas?
Golpeo mi frente con mi mano libre. Mal momento, Annalía.
—Tai, te llamo luego…
—¡Ni se te ocurra colgar, Annalía Andersson Scott!
—Vale —susurro.
—Nos vemos luego —dice ella al otro lado de la línea y escucho claramente el beso asquerosamente largo que se dan. Segundos después, una puerta se cierra más fuerte de lo normal—. Ya estoy contigo. Repite lo que has dicho.
—Zack me quiere besar.
—Zack, nuestro Zack. El doctorcito papito sexy de Zack. Ese Zack, ¿no? ¿Zack Bolt?
—¿Conoces algún otro Zack? Porque yo no.
—Hostia puta, Annalía. ¿Zack te quiere besar? ¿Cómo demonios ha pasado eso?
—Eso no es lo importante ahora…
—¿Cómo qué no? ¡No hay nada en este mundo más importante que eso!
—Creo que me he enamorado de él.
Silencio… Total y absoluto silencio.
—¿Tahira? —Separo el móvil para verificar si la llamada sigue en curso y sí lo está—. ¿Tahira?
—Ok, definitivamente eso es más importante. —Hace una pausa de unos segundos—. A ver, Lía, empecemos por el principio. ¿Qué demonios ha sucedido en ese hospital, que pasaste de decirme tonta por creer que Zack es el tío más sexy del universo a estar enamorada de él?
Respiro profundo.
La historia es larga y no sabría decir exactamente cuándo inició; aunque supongo que podría comenzar por todos esos pequeños detalles que han ido sucediendo y a los que no les quise dar demasiada importancia hasta ahora que me permito verlos como parte de un todo. Me refiero fundamentalmente a la atención de Zack.
Pasó de ignorarme a tratarme como si nunca nada hubiese pasado; su mirada dejó de ser recelosa y se convirtió en una cálida e intensa a veces; su boca, que antes estaba constantemente fruncida, ahora luce una sonrisa perenne cuando estoy cerca. Zack parece cómodo a mi alrededor y eso me encanta. Sin embargo, si somos objetivos; todos esos detalles podrían ser el resultado de mi terquedad al querer formar parte de su vida a toda costa forzando las dichosas prácticas o de sus amigos que se divierten con nuestras interacciones y adoran echarle leña al fuego. Así que podríamos decir que las cosas comenzaron a cambiar realmente el lunes pasado; ese bendito día en el que tuve la grandiosa idea de patinar a su lado.
Armándome de paciencia y deteniéndome a explicar cada detalle para que mi amiga comprenda, como si lo hubiese presenciado ella misma, cómo sucedieron las cosas, le cuento sobre lo bien que me la pasé con la dichosa coreografía; que mi corazón no cabía en mi pecho cuando, al terminar, me pidió perdón por haberme ignorado los últimos años; cómo me susurró tan cerca que me había extrañado mientras nuestras respiraciones se entremezclaban, y, mucho más importante, cómo declaró, con absoluta convicción, que yo era preciosa.
Le cuento de nuestras conversaciones telefónicas; de la noche de películas en su casa; del juego de “Yo nunca, nunca”; de cómo terminé revelándole que me había hecho el tatuaje porque lo extrañaba y que creía que tenía los ojos más lindos del mundo. Está de más decir que mi amiga flipa con cada historia.
Le hablo de la química que me he empeñado en negar que existe entre nosotros, alegando que solo es consecuencia de lo bien que nos llevábamos de niños; una excusa que hasta ayer me tranquilizaba, pero que hoy ya no. Soy joven, pero no tonta y sé identificar cuando hay feeling entre dos personas y, déjenme decirles que entre nosotros hay química, física y si nos ponemos a pensar, historia también.
Tahira chifla sorprendida cuando le cuento la frase que lleva dando vueltas en mi mente desde ayer en la mañana: “Y solo para que conste, este feo de aquí piensa que eres la chica más hermosa que ha visto jamás”.
Quise hacerme la chistosa diciéndole que Tahira se drogaba por considerarlo guapo y terminé sin palabras, con el corazón desenfrenado e intentando descifrar qué carajos significaba que se estaba haciendo adicto.
¿Adicto a qué?
Me hice toda una película mental al respecto hasta que desistí porque nada me parecía correcto. Mi querida amiga me da una idea que, tal vez, si yo fuera una tercera persona en todo esto y no la maldita protagonista, se me habría ocurrido a mí también. Para ella, Zack se refería a mí; a que terminará haciéndose adicto a mí y a lo que le hago sentir.
Está de más decir que la sonrisa en mi rostro es más grande que el gato Garfield y que, si fuera un dibujo animado, mi corazón latiría a toda marcha, levantando mi propia piel.
Tahira, hambrienta de chisme suculento, palabras de ella, no mías, me pide más y yo necesito desahogarme tanto, que no me lo pienso. Le hablo de cómo me consoló cuando me vine abajo ante la tristeza de Erick; de la forma tan intensa en la que me mira; de cómo me cocinó mi lasaña favorita, de lo malditamente bien que me sentí cocinando con él, del aire íntimo que nos envolvía. Juro que por un momento sentí que éramos una pareja y no dos amigos que apenas están retomando una amistad que nunca debió terminar.
Lo que me recuerda, casi me muero cuando me vi apoyada en la encimera, encerrada entre sus brazos mientras me decía lo difícil que había sido ignorarme; que yo era tan importante para él como lo fue él para mí. Estaba temblando, con las mariposas revoloteando en mi interior y, deseando, una vez más, que me besara.
Tahira tiene una mente maravillosamente hiperactiva y tiene la loca teoría de que tal vez y solo tal vez, el pequeño Bolt me haya ignorado por temor a lo que podría estar sintiendo por mí. Yo prefiero no ahondar en el tema; la verdad es que no sé cómo me sentiría si así fuese.
Mi amiga ríe a carcajadas cuando le digo que me lo comí con los ojos al verlo salir del baño con ese aire despreocupado que lo caracteriza. La maldita se burla de mí porque siempre he negado que Zack es sexy y ahora estoy babeando por él. Pero es que, ¿cómo no estarlo? La imagen de él descalzo, con el pantalón del pijama y el torso, el duro, delineado, sexy y delicioso torso, al descubierto y un poco húmedo, es imposible de ignorar. Mis neuronas hicieron cortocircuito.
Cómo es lógico, él notó mi descarado escrutinio y yo solo pude protegerme alegando que lo encontraría sexy si no fuera él, es decir, familia.
Casi me caigo de culo cuando me dijo que era preciosa y que, definitivamente, no me consideraba familia.
Tahira chilla como una histérica ante esa declaración y yo termino riendo como una tonta para después continuar.
Ahí me atreví a preguntarle si me estaba coqueteando. Es decir, estaba un noventa y nueve por ciento segura de que así era, pero necesitaba la confirmación; temía estar haciéndome una película en la cabeza, y si bien no lo negó, tampoco lo admitió. Tai piensa que definitivamente me estaba coqueteando. Justo lo que yo creí y me felicita con orgullo cuando le comento que me esmeré arreglándome para ver la cara que se le quedaba al verme.
Debo admitir que mi ego, no demasiado pequeño, subió unos cuantos niveles al ver la apreciación en la mirada de todos sus amigos, pero que me maten si en la suya no había deseo. Juro que quise convencerme de que eran ideas mías, pues hasta ahí, me parecía inaudito que Zack pudiese verme como algo más, es que aún me lo parece, aunque ya es más difícil ignorar las señales.
Mi siempre dramática amiga, hace que detenga mi relato para ir corriendo a la cocina a buscar palomitas, pues, según ella, mi historia era más interesante que los audiolibros que suele escuchar cuando no tiene nada más que hacer. Sí entienden por qué es que la quiero tanto, ¿verdad? Está loca y es una exagerada, justo el tipo de persona que me gusta.
Ahora sí, lo que pienso yo que fue la cereza del pastel, lo que me hizo admitirme de una jodida vez que me sentía atraída por Zack, fue nuestra conversación en la Noria. Escuchándolo hablar, comprendí que ese aleteo en mi pecho, los nervios a flor de piel, las ganas de tocarlo, de fusionarme a él como si fuéramos uno, solo podía significar una cosa, él me gustaba. Sin embargo, cuando terminó su discurso, me percaté de que “gustarme” era un término bastante pobre para definir lo que realmente sentía.
Siempre he admirado a Zack, pero anoche fue otro nivel. Ahí me di cuenta de la maravillosa persona que es, de lo grande que es su corazón; de lo dichosa que sería la mujer que consiguiera convertirse en el centro de su universo. Yo quise ser esa mujer y ahí me di cuenta de que me estaba enamorando y me asusté como no tienen idea.
Para rematar está el beso o roce de labios como él mismo lo llama. Pensé que se enojaría por mi torpeza, pero es que me emocioné tanto al saber que podría llevar a Erick al cumpleaños de los gemelos, que no medí mi reacción. Me lancé hacia él y besé todo su rostro, algo que si bien hace años no hacía, era bastante común entre nosotros cuando éramos unos críos. Juro por mi familia que tocar sus labios no estaba dentro de mis planes aun cuando llevo pensando toda la maldita semana en su boca.
“Cuando te bese, Annalía. El día que eso pase, te va a encantar.”
Ahí se fueron al trasto todas mis intenciones de tomar sus acciones como inofensivas. No hay otra forma de entender sus palabras como lo que realmente son: una promesa de que me va a besar y que me va a gustar. Último aspecto del que no tengo ninguna duda.
Suspiro profundo al terminar mi relato.
—¿No vas a decir nada?
—Sí, por supuesto. Necesito que me averigües si en el hospital hay alguna plaza para mí. Me da igual si es de aguanta velas, celadora o lo que sea, solo quiero poder presenciar lo emocionante que es tu vida en primera plana.
Me río sin remedio.
—Estoy hablando en serio, Tai.
—Yo también. —Se aclara la garganta—. Ok, definitivamente tienes todos los síntomas de la palabra con “E”.
“Enamoramiento”; a eso es a lo que se refiere, pero es así de tonta, intensa y dramática.
—Pero no te asustes, a él parece sucederle lo mismo. Por lo que me cuentas, me atrevería a decir que Zack está tanteando el terreno; está analizando cómo reaccionas a sus acercamientos; si te muestras receptiva o si lo rechazas.
—No creo que Zack sea del tipo inseguro. Tiene pinta de ser de los que si les gusta alguien, hacen hasta lo imposible por conquistarla.
—Es que tú no eres “alguien”, Annalía. Tú eres tú; su vieja amiga, la hija de Kyle y Addy, la hermana de Aaron, la cuñada de Emma. No eres cualquiera, no puede darse el lujo de arruinarlo por un impulso. Contigo tiene que ir a lo seguro y para eso tiene que ir a tu ritmo.
»Te coquetea, eso está claro, pero no es intenso; respeta tu espacio y aligera el ambiente con algunas bromas. Zack avanza un paso y retrocede dos. Te deja ver la química que hay entre ustedes, te deja ver que está interesado en ti y luego se aleja un poco para darte tiempo a pensar, a que te acostumbres a la idea de una realidad en la que ustedes pueden llegar a tener algo más que una amistad.
»Me gusta como piensa el chico; es inteligente. De forma sutil intenta que lo veas como algo más que un amigo y lo ha conseguido porque, tía, estás coladita por él.
—¿Y en qué momento sucedió exactamente eso? Porque han pasado solo dos semanas desde que hemos vuelto a hablarnos y, ¿ya estoy diciendo que me he enamorado?
—Bueno, tal vez has estado enamorada de él siempre y solo hasta ahora es que te das cuenta.
—Es una broma, ¿verdad?
—No, pero ahora el cuándo sucedió no es importante, Annalía; ahora lo que tenemos que determinar es qué vas a hacer.
—¿A qué te refieres?
—A que tienes que conseguir que ese papacito sexy cumpla su promesa y te bese esta misma noche.
Y de esa forma nos sumimos en una larga charla donde ella me explica paso a paso lo que debo hacer para provocar a Zack, algo que no es del todo necesario porque tal vez no sea tan lanzada como ella, pero tampoco soy tonta y conozco el efecto que causo en los hombres. Aun así, le sigo la corriente porque son demasiado divertidas sus ocurrencias y le prometo que mañana en la fiesta de los gemelos, le contaré con lujos de detalles cómo mi cuerpo se derritió ante los besos del doctorcito sexy. Palabras suyas, no mías.
ZACK:
Han pasado alrededor de cinco horas desde el maldito beso o roce de labios, como prefieran verlo, y mi jodido corazón sigue acelerándose cada vez que pienso en ese instante. Cada vez que rememoro cómo besó todo mi rostro producto de la emoción y cómo, sin quererlo, nuestros labios colisionaron. Solo Dios sabe que, si no fuera por el shock, habría perdido totalmente los estribos y la habría besado como llevo tiempo deseando.
Precisamente por eso hui luego de prácticamente prometerle que la besaría y que le iba a encantar. Tal vez por eso también llamé a Lucas y lo obligué a venir al apartamento para impedir, con su insoportable presencia, que cometiese una estupidez al sucumbir a mis deseos. Hecho del que me arrepentí a los cinco minutos de haber llegado, pues, insistente como él solo, me hizo contarle con pelos y señales todo lo que había ocurrido.
A veces me pregunto si realmente es mi mejor amigo; no entiendo cómo puede divertirse tanto con mi tortura.
—Estoy listo. —Avisa el italiano entrando a mi habitación e inundándola con el olor de su exageradamente caro perfume.
Antes de que pueda decirle que yo también, suena el timbre de la puerta anunciando la llegada del resto de nuestros amigos. Juntos, nos disponemos a recibirlos y cuando pasamos por la habitación de Annalía, me detengo preguntándome cómo estará. Solo la he visto una vez después de nuestro incidente y fue cuando entró a bañarse; ni siquiera me miró.
Si bien se avergonzó por besarme, creo que la asusté un mogollón con mis palabras posteriores.
Suspiro profundo cuando siento la algarabía de mis amigos y salgo a recibirlos.
—¿Qué hace Lucas aquí de tercera rueda? —pregunta Sofía a penas me ve.
—Nada de tercera rueda, bonita —responde mi amigo, haciéndose el ofendido—. Estoy aquí cumpliendo mi papel de buen amigo para que el gran Zack Bolt no termine cometiendo un delito.
Todos se ríen y yo me limito a rodar los ojos.
Voy a la cocina a tomar un poco de agua y Sebas no tarda en unirse.
—¿Cómo van las cosas? —pregunta mientras abro el congelador y me limito a encogerme de hombros—. ¿A qué sabían sus labios?
Observo a mi amigo que intenta mantenerse serio, pero las comisuras de su boca me dicen que está a punto de reírse de lo lindo.
—Me cago en Lucas. Es un chismoso.
Vierto el agua en un vaso y me la tomo de un trago.
—¿De verdad creía que no me iría con el chisme? Ni que no lo conocieras.
—Lo conozco, sabía que te lo diría; pero pensaba que al menos esperaría a que estuviésemos juntos.
—Habría reventado si hubiese tenido que esperar.
Me río. Es cierto.
Suspiro profundo.
—Venga, vamos a ver si ya está lista.
Salimos de la cocina en el mismo momento en que me entra un mensaje de mi primo Daniel con dos fotos preguntando cuál de los dos vestuarios le queda mejor. No tarda en entrar otro explicando que llevará una chica mañana al cumpleaños y quiere impresionarla. Adoro a ese mocoso y es increíble cómo, a pesar de lo grandecito que ya está, continúa valorando mis opiniones.
Creo que, así como Aaron es mi ejemplo a seguir, yo soy el de él.
Le respondo que el de la primera foto le queda mejor porque le da un aire misterioso y eso le gusta a todas las tías y sonrío cuando me manda un emoji con el pulgar hacia arriba.
—Estoy lista. —Escucho decir a Annalía y levanto la cabeza…
Santa virgen de los cuerpos perfectos, ¿por qué me haces esto?
Está jodidamente preciosa y sexy como el infierno. Va totalmente de negro, con una remera de manga larga y escote diamante; una minifalda de cuero que se adapta a sus curvas como una segunda piel y unos botines a la altura de los tobillos de tacón cuadrado no muy altos.
Mi mirada barre su cuerpo una y otra vez con parsimonia, como si de esa forma pudiese gravar en mi retina cada centímetro de su perfección y estoy tan embobado, que no veo la lámpara de piso frente a mí y choco vergonzosamente con ella. Esta cae al suelo con mi teléfono y si no fuera por Sebastián que me sujeta, yo estaría revolcado también, pasando la mayor vergüenza de mi vida.
Lucas rompe a reír a carcajadas.
—Esta noche será divertida.
Observo a mi amigo con mala cara y el idiota solo se encoge de hombros.
Recojo mi celular del suelo y me alivio al ver que no le ha pasado nada. Aclaro mi garganta y doy un paso hacia Annalía para decirle lo hermosa que está sin que los oídos curiosos del idiota que nos rodea lo escuche, pero ella se aleja rápidamente hasta las chicas.
Vale. Me está ignorando.
Las cuatro salen del apartamento, dejándonos a los tres hombres solos.
—Te lo dije, tío —murmura Lucas—. La asustaste.
—¿Yo? ¡Fue ella quién me besó! —Me defiendo, pero sé que tiene razón.
Me pasé de intenso y la asusté.
—Ya, pero ahí vas tú y le sueltas que cuando la beses de verdad, le va a encantar.
Suspiro profundo mientras salimos del apartamento. Cierro con llave.
—Es que no me pude resistir y la culpa es de Sofía.
—¿Qué tiene que ver ella en todo esto? —pregunta su esposo con el ceño fruncido.
—Fue ella quien la invitó al maldito carnaval, no yo. —Me encojo de hombros,
—No, macho, la culpa es tuya por no poderte resistir ante semejante bombón —me reprocha Lucas—. Aunque, ¿quién podría? La madre naturaleza creó a Annalía para hacer pecar hasta el más santo.
Ruedo los ojos.
—Idiota.
—Habla con ella —me aconseja Sebastián.
Es medio idiota a veces, pero por lo general siempre tiene razón. Él suele decir que el matrimonio le ha dado sabiduría.
—Dile que no tiene nada de qué preocuparse; discúlpate si es necesario; pero has algo o esta noche será un desastre.
Suspiro profundo.
—Veré que hago.
El itinerario de esta noche consta de una visita al teatro para ver la obra que interpreta Xiana, la amiga con derecho de Lucas, luego iremos a cenar y por último, a la carpa que han armado con una de las mejores discotecas de Nordella para bailar hasta que nos duelan los pies.
El viaje al anfiteatro transcurre entre bromas y las mariposas de mi estómago aletean cada vez que escucho su risa producto de las payasadas de Lucas y Sebastián. Annalía se ha sentado lo más lejos de mí, pero no me preocupa, ya tendré tiempo para hablar con ella, mientras tanto, me dedico a observarla, intentando no parecer un acosador pervertido. Es hermosa, es malditamente hermosa con su cabellera rubia recogida en un moño alto, sus ojos azules que brillan con el reflejo de las luces que pasamos por la carretera y sus labios rellenos, esos que me muero por probar, dibujados por un rojo intenso.
Cuando llegamos, le tiendo la mano para ayudarla a bajar y no se me escapa el leve sonrojo de sus mejillas al aceptarla. Cuando está en tierra firme, vuelve a alejarse como si tuviese algún tipo de enfermedad contagiosa y yo suspiro profundo.
Entramos al teatro y sin perder tiempo vamos al salón principal. Linse y Susy son las primeras en adentrarse a la hilera de asientos para tomar su lugar cuando Lucas anuncia que irá a los camerinos a ver a Xiana.
—Regálale un orgasmo a la chica si está muy nerviosa —bromea Sebastián.
—Tenlo por seguro.
Sebastián y Sofía siguen a las chicas y antes de que Annalía haga lo mismo, la sujeto por una mano. Su mirada confundida se encuentra con la mía y, sin explicación alguna, comienzo a caminar a la salida, justo donde hace un segundo vi una máquina expendedora de alimentos.
—¿Qué haces? —pregunta sin dejar de caminar, pero no respondo.
Salimos de la sala principal del teatro directo al hall y no nos detenemos hasta llegar a la máquina que, mucho mejor, lo que tiene son dulces.
—¿Tienes hambre? —Vuelve a preguntar.
—No, pero conozco a una persona que se impacienta bastante cuando lleva más de tres horas sin comer. —La miro sobre mi hombro—. Y no has comido nada desde el almuerzo, preciosa.
Sus mejillas vuelven a teñirse de rosa y yo sonrío. Busco unas monedas en mis bolsillos y luego de introducirlas en el aparato, saco unas barras de snikers y unos caramelos; no le aliviarán el hambre, pero al menos la entretendrán hasta la cena.
—Listo, regresemos con el resto —murmura y se da la vuelta, pero vuelvo a detenerla.
—Annalía —susurro y la siento estremecer.
Joder.
Sus bonitos ojos azules me enfrentan y mi corazón se acelera.
—¿Por qué estás tan nerviosa?
—No estoy nerviosa —responde con rapidez, haciéndome reír.
—Sí, lo estás. Estás nerviosa, tensa e incómoda desde esta tarde y no me gusta.
—¿Podríamos no hablar de eso?
—Ven aquí —le pido y sin esperar respuesta de su parte, tomo su mano y nos dirijo a un rincón más apartado en busca de un poco de privacidad.
Me apoyo en una columna gigante y la atraigo hacia mi cuerpo, quedando bastante cerca.
—Si no hablamos de lo que pasó, ninguno de los dos disfrutará el carnaval y yo quiero que te diviertas y, sobre todo, que volvamos a estar bien. Olvida lo que sucedió.
—Es que no puedo. —Cubre su rostro con sus manos y yo las aparto con suavidad buscando su mirada.
—¿Por qué?
—No lo sé, pero ese momento no deja de volver una y otra vez a mi mente, atormentándome.
—Ey, que besarme tampoco es tan malo —bromeo y para mi alivio, ella se ríe.
Coloco mis manos sobre sus hombros y me inclino un poco para estar a su altura.
—Annalía, soy yo, Zack. Soy tu amigo, la persona en la que puedes confiar y ese beso fue un accidente. No le des más vueltas al asunto. Relájate, mujer.
Para mi consternación, su mirada se posa en mis labios por unos segundos mientras se muerde los suyos y juro que debo hacer uso de todo mi autocontrol para no tomar su boca con las ansias que le tengo.
—Y sobre lo que dije después…
Con una rapidez increíble, cubre mi boca con sus manos, silenciándome. Sus preciosos ojos azules se abren con alarma, lo que me hace gracia.
—Sobre eso definitivamente, no quiero hablar.
—Pues entonces relájate de una vez y disfruta la noche.
—Creo que necesitaré una cerveza para poder relajarme.
Sonrío.
—Tomo nota. Venga, vamos con el resto antes de que empiece la función.
Le tiendo mi mano y aunque se lo piensa por unos segundos, la toma. Estoy a punto de emprender el camino de vuelta, cuando ella me detiene.
—Oye, Zacky.
Mi corazón se salta dos latidos. ¿Algún día dejará de reaccionar ante ese apodo?
—Con todo lo que pasó, ni pude agradecerte lo que hiciste. Gracias a ti Erick podrá disfrutar al menos un día lejos de ese hospital junto a personas que lo harán sentir en familia.
—No hice nada; solo le pedí a Abigail que hablara con el director. —Me encojo de hombros.
—A mí no se me habría ocurrido.
—Es que yo soy más inteligente.
—Ya quisieras.
Sin soltar su mano, la incito a caminar y nos adentramos al salón principal. Buscamos a nuestros amigos con la mirada y nos unimos a ellos. Lía se acomoda junto a Sofía y yo a su lado. Unos minutos después, Lucas se une a nosotros y la obra comienza.
La próxima hora la pasamos entre risas y aunque nunca he sido muy asiduo a las obras de teatro, debo admitir que la paso bastante bien. Por cierto, es válido destacar que Xiana actúa muy bien. Cuando termina, todo el público se pone de pie y aplaude agradecido por el buen espectáculo.
Lucas se va a buscar a su chica y veinte minutos después estamos todos saliendo para ir a cenar a un restaurante no muy lejos de aquí. Si bien Annalía ya no huye cuando me acerco, aun no es capaz de mirarme a la cara, razón por la cual, a penas nos sentamos en un rincón apartado, pido unas cervezas y le tiendo una.
—Para que te relajes —le digo antes de guiñarle un ojo.
Su sonrisa ante mis palabras vale oro y, aunque luce un poco avergonzada, no me permito sentirme mal. Quiero conquistarla, quiero estar con ella, joder, me muero por eso y definitivamente no lo conseguiré si no hago algo. Me gustaría tener lo que tienen Sebas y Sofi, esa relación tan íntima, tan compenetrada. Ella le sonríe como si él fuera lo más importante en el mundo y él no puede mantener las manos alejadas de su esposa, en forma de caricias y besos inocentes sobre su hombro, su mejilla, su sien. Son adorables y supongo que no soy el único que lo piensa, pues la mirada que Lucas les dedica de vez en cuando, tiene un deje de envidia, sana, pero envidia al fin.
El italiano ha llegado a admitir, en sus noches de borrachera, que le gustaría encontrar a alguien a quien adorar de la misma manera, pero la chica indicada aún no ha aparecido y, honestamente, yo estoy loco porque eso suceda. Necesito una mujer que ponga su vida patas arriba, que le haga las cosas difíciles al inicio por ser tan insoportable a veces: en otras palabras, que nos dé la posibilidad a nosotros de vengarnos por lo mucho que nos ha jodido a lo largo de la vida. No pido mucho, solo a lo que creo tener derecho como su mejor amigo.
Cuando terminamos de cenar, nos dirigimos a la fiesta. Para que me entiendan, en los carnavales, discotecas de varias partes del país se asientan a lo largo de una calle con unas carpas con todo y juego de luces con el objetivo de atraer a la mayor cantidad de personas dispuestas a divertirse. Nosotros nos dirigimos a la de la Estrella Azul, una perteneciente a la Ciudad de Nordella y que, de sobra, sabemos que es la mejor.
Todo está repleto y al principio parecemos sardinas en lata, pero a medida que avanzan los minutos, conseguimos abrirnos en círculo con suficiente espacio para bailar. Cuando nos hemos acomodado, Lucas y yo nos dirigimos a la barra en busca de unas cervezas y al regresar, las repartimos en el grupo.
—Gracias —dice Annalía al coger la suya y yo me limito a sonreírle.
Los minutos comienzan a pasar y con ellos, el baile y la cerveza, se alejan nuestros temores. Annalía baila como solo ella sabe, dejando claro que es digna descendiente de sus padres y, para mi desgracia atrae la atención de todos los hijos de puta alrededor.
Siempre supe que sería del tipo posesivo. Es decir, nunca había sentido celos, pero algo me decía que cuando apareciera la persona indicada, no querría que nadie se le acercara, ni que la miraran. No soy idiota y jamás le prohibiría a una mujer hacer nada o vestirse del modo en que le dé la jodida gana, pero ese sentimiento absolutamente desagradable en la boca del estómago al ver cómo los tíos la desnudan con la mirada, me hacen desear partirles la cara a todos.
—Baila conmigo —le digo, acercando mis labios a su oído en un desesperado intento de concentrarme en otra cosa y dejarle claro a los mirones que nos rodean que ella está prohibida, que, ni en sus más idílicos sueños, podrían tenerla.
Ella se sobresalta y sus preciosos ojos que parecen de cualquier color menos azules gracias a las luces de la discoteca, se posan en los míos. Se lo piensa durante unos segundos, pero al final asiente con la cabeza.
Cinco minutos después y, en medio de una canción de puro perreo, me estoy arrepintiendo de mi propuesta, pues el movimiento incesante de su trasero contra mi entrepierna, está despertando algo en la zona sur de mi cuerpo que no es necesario que ella conozca. No aún.
Le doy un largo trago a mi cerveza y me obligo a pensar en otras cosas, en venas y arterias, por ejemplo, esperando que la excitación que crece en mi interior, desaparezca. Sin embargo, es en vano. Es imposible ignorar su olor, el cómo se ve su espalda desde mi posición cuando se inclina hacia al frente empotrando su trasero respingón aún más contra mí; en el movimiento del mismo o en cómo, de vez en cuando, me mira por encima de su hombro mordiéndose el labio. No sé si lo hace de forma consciente, solo sé que es un gesto jodidamente sexy que me enciende cada vez más.
Sus hombros se tensan repentinamente y sus movimientos bajan de intensidad, lo que me da una idea de que acaba de notar mi jodida erección. Avergonzado, coloco mis manos sobre sus caderas y me inclino hacia adelante hasta quedar cerca de su oído.
—Lo siento por eso; es una reacción natural de mi cuerpo ante el movimiento. Es involuntaria.
Annalía mi mira por encima de su hombro arqueando sus cejas y la sonrisa chulesca que me dedica, me dan ganas de borrársela a besos. Inconscientemente, o tal vez no tanto, mis ojos se desvían a sus labios, a sus muy apetecibles labios.
—Involuntario dices.
Asiento con la cabeza a pesar de que no es una pregunta exactamente, pero no dejo de mirar su boca. ¿Qué tan malo sería como persona si olvido por un instante sus diecisiete años y la beso hasta quedarnos sin aliento?
Annalía se voltea hacia mí y cruza sus brazos por detrás de mi cuello. Mis manos caen sobre su cintura y mi pobre corazón comienza a latir desenfrenado. Estamos caminando demasiado cerca de la línea y no estoy seguro de poder resistirme a cruzarla.
—Una reacción natural de tu cuerpo ante el movimiento. —Repasa mis palabras con evidente diversión.
—Exacto. —Me limito a contestar.
—Es decir que, si cualquiera de las chicas estuviese bailando así contigo, sucedería lo mismo.
Obvio que no.
—Por supuesto. —Me muerdo el labio y su mirada cae sobre ellos.
—Porque es algo involuntario, no tiene nada que ver conmigo porque soy familia, ¿no?
Me está provocando. Maldita sea, la mocosa me está provocando.
Ella también es consciente de la bola gigante de excitación que flota sobre nosotros y desea tanto como yo que explote. Soy el mayor, se supone que el responsable en todo esto, el que debería dar un paso hacia atrás y poner tierra de por medio para evitar lo que ambos sabemos que va a pasar como sigamos por este camino; pero mi cordura me abandonó hace unas cervezas atrás y es tanto el magnetismo que ejerce ella sobre mí, que me es imposible resistirme.
—Tú no eres familia mía, Annalía —le digo y me sorprende lo ronca que sale mi voz—. Al menos no como tú crees.
—Solo por curiosidad, —Acerca su rostro al mío de modo que sus siguientes palabras junto a mi oído, erizan cada poro de mi piel—: si la esposa de tu mejor amigo menea su pelvis contra la tuya así…
La muy maldita, con la sonrisa más sexy que he visto jamás, esa que perfectamente podría poner a sus pies al hombre que ella quisiera, muele su pelvis contra la mía al ritmo tortuoso de la música. Hago presión en su cintura, acentuando aún más el movimiento porque sí, soy masoquista y juro que lo que me queda para acariciar cada centímetro de su cuerpo, es poco.
—Estarías igual de duro, ¿no?
Trago con fuerza y acomodo un mechón de su cabello detrás de su oreja, acariciando la piel de su mejilla en el proceso y ella cierra los ojos dejándose embargar por la sensación.
—No —digo y luego me acerco a su oído para susurrarle el resto—. No me mola la esposa de mi mejor amigo.
Dejo que mi nariz acaricie su nuca y siento su piel erizarse. Suelta un suspiro tembloroso que repercute directamente en mi entrepierna y yo me maldigo internamente por colocarme en esta situación. Tengo dos opciones, sucumbir de una puta vez o alejarme antes de cometer una estupidez, sin embargo, se me hace imposible hacer lo último y todavía me queda un resquicio de cordura como para decantarme por lo primero; así que prefiero quedarme así, junto a ella, pero intentar regresar la conversación a terrenos neutrales.
—¿Significa eso que yo te molo? —pregunta.
—Significa que es una reacción normal de mi cuerpo al movimiento. —Me obligo a repetir mis primeras palabras y, aunque en un inicio pensé que se decepcionaría, solo consigo que su sonrisa aumente.
—Por supuesto. La erección de mis pezones bajo mi sujetador también es una reacción normal de mi cuerpo al calor.
Me guiña un ojo y bajo mi mirada cargada de deseo, mi boca abierta de par en par por la sorpresa y mi mente repleta de imágenes mías saboreando esos pezones, se aleja de mí, o lo intenta, pues sujetándola por la muñeca la jalo otra vez hacia mi cuerpo.
No puede decir algo como eso y pensar que se puede ir de rositas.
Nuestras miradas quedan a centímetros de distancia y no sé cuál de los dos respira con mayor dificultad.
—¿Estás ebria? —pregunto porque pasó de no poder mirarme a la cara por un simple roce de labios a retarme sin vergüenza alguna.
—Estoy contenta, tal vez achispada, pero consciente de lo que hago.
—¿Y qué estás haciendo exactamente?
—Provocarte —responde sin miedo alguno.
La acerco más a mí eliminando todo el espacio entre nuestros cuerpos. Nuestras narices se rozan y nuestros alientos se entremezclan.
—¿Y qué harás tú si decido caer en la provocación?
Sonríe.
—Cae y ya verás.
Por unos segundos, nos retamos con la mirada, deseosos de sucumbir de una puta vez a las ansias que nos corroen por dentro, pero extrañamente divertidos ante el juego que nos traemos como para dar nuestro brazo a torcer.
El Dj, tal y como lleva haciendo toda la noche, anuncia una nueva canción que nunca he escuchado: “Princesa de mi cuento” de Sergio Contreras y apenas empieza a sonar, la incito a bailar.
Sonriendo, ella me sigue en el merengue más sensual que he bailado jamás; gritándonos mil cosas con la mirada, mientras nos devoramos los labios sin siquiera tocarlos.
“Eres mi niña, princesa de mi cuento Ay mami dame un beso, que me lleve al universo Te haré el amor muy lento Esto se hará eterno Amar sin argumentos Conmigo no habrá dolor
Eres mi niña, princesa de mi cuento Ay mami dame un beso, que me lleve al universo Te haré el amor muy lento Esto se hará eterno Amar sin argumentos Conmigo no habrá dolor
Yeah! Toda la noche pensando en mi cama Cómo hacerte mi princesa amada, cómo cuidar a tu corazón Voy a inventar un cuento de dos Mami echá pa'cá Y yo echó pa'llá Que cuanto más juntitos estemos más bonito será Agarra mis manos con fuerza Niña no te pierdas Que quiero enseñarte todas las estrellas Apóyate en mí Yo te daré mucho tum tum pá He inventado una noche para ti Para que seas pa'mí He fabricado una luna para ti Porque tú eres pa'mí
Eres mi niña, princesa de mi cuento Ay mami dame un beso, que me lleve al universo Te haré el amor muy lento Esto se hará eterno Amar sin argumentos Conmigo no habrá dolor
Eres mi niña, princesa de mi cuento Ay mami dame un beso, que me lleve al universo Te haré el amor muy lento Esto se hará eterno Amar sin argumentos Conmigo no habrá dolor
Qué le hago si tu carita junto con tu cuerpo me deja asombrao Qué le hago si tus movimientos Cuando estás bailando es puro wow"
Sonrío ante esas últimas palabras, pues no pueden ser más acertadas. Cuando ella se mueve es WOW.
“Yo te amaré...
Yeah! Besarte es lo que yo quiero Tenerte bajo mi cielo Cuidarte hasta demostrarte que merezco tu sonrisa Mil flores podré entregarte Con olores y todas muy suaves Contarte solo verdades porque eres mi niña”
El estribillo regresa y a estas alturas solo puedo pensar en que la canción está en total sintonía conmigo. Besarla es lo que yo quiero y sé que no hay fuerza humana que pueda impedir que eso suceda.
Enajenándome totalmente de todo lo que nos rodea, dejo un beso sobre su cuello y ella detiene el baile. Con las respiraciones entrecortadas nos separamos un poco, lo suficiente como para poder mirarnos a los ojos y preguntarle en silencio un sinfín de cosas, la más importante: ¿estás dispuesta a cruzar esta línea conmigo?
En respuesta, cierra sus ojos y acaricia su nariz con la mía. El gesto es tan tierno e inocente que derrite todas mis entrañas. Rozo mis labios con los suyos, como una leve caricia y ella me mira con tanta intensidad que me estremece. Por unos segundos permanecemos así, retándonos con la mirada, con los suaves roces de nuestras bocas que piden en un grito silencioso unirse para saciar las ganas que nos atormentan, hasta que uno nuestros labios en un corto y casto beso que envía corrientes por todo mi cuerpo.
Suelto un suspiro tembloroso y con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho, apoyo mi frente sobre la suya.
—Esto está mal, Lía —le digo intentando aferrarme al último hilo de cordura.
—¿Y por qué se siente tan bien?
Me separo un poco de ella para verla abrir los ojos.
Acaricio su mejilla con mis dedos temblorosos y ella se recrea ante el gesto.
—Bésame, Zacky.
Y lo hago.
Todo a nuestro alrededor desaparece; la música, las personas, las luces, el puto mundo. Solo quedamos los dos, con los corazones retumbando en el pecho a todo dar, las respiraciones entrecortadas, las manos temblorosas y los labios unidos en un baile que amenaza con arrebatarnos la razón.
Annalía entierra sus manos en mi cabello jalándome hacia ella y yo la imito con una de las mías. Con la otra, la sujeto de la cintura y la pego a mi cuerpo desesperado por sentirla cerca de mí y deseando no dejarla escapar jamás; porque sí, después de hoy, da igual si es menor de edad, la respetaré siempre, pero la quiero conmigo. Quiero besarla, tocarla, enseñarle el mundo y acompañarla en cada paso.
Su lengua sale al encuentro de la mía, tímida, pero curiosa y el solo contacto me hace gemir. Ella se ríe conocedora de lo que provoca en mí y yo la muerdo suavemente como venganza sin dejar de deleitarme en el cúmulo de emociones que fluctúan en mi interior.
El beso es tierno por momentos, apasionado e intenso en otros y, aunque vagamente soy consciente de dónde estamos, no puedo disminuir el ritmo. Besarla se ha convertido en una necesidad y juro por Dios, sin que me quede nada por dentro, que nunca me he sentido así con otra mujer; tan completo, vivo, feliz, como si hubiese encontrado mi lugar seguro.
Con las respiraciones aceleradas nos separamos un poco y me atrevería a asegurar que no hay imagen más hermosa en este mundo que la suya, con los ojos nublados por el deseo y los labios hinchados por mis besos.
Creo que me he enamorado perdidamente de ella.
—Eso fue… Wow —dice, sin apartar su mirada de la mía.
—Te dije que te encantaría.
—De eso no tenía dudas. Espero yo haber estado a la altura.
—Puedes apostar que la realidad es mil veces mejor que mis sueños.
Abre sus ojos de par en par.
—¿Has…? ¿Has soñado con besarme?
—Cada maldito día desde que volví a verte en la cocina de la casa de mi hermana.
Sonrío ante su estupefacción.
—¿Puedo besarte otra vez? —pregunto sin entender de dónde sale mi repentina timidez.
—Solo si te comprometes a hacerlo por el resto de la noche.
Sonrío.
—Trato hecho.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro